lunes, 2 de noviembre de 2015

Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. ¡El hombre que pecare, morirá!

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








Tentación - Pecado - Muerte
Génesis 3:1-24
1Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? 2Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; 3pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. 4Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; 5sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. 

6Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. 7Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.

8Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. 9Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? 10Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. 11Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? 12Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. 13Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí. 

14Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. 15Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. 16A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. 

17Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. 18Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. 19Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. 20Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes. 21Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.

22Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. 23Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. 24Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.
                       Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Gn 3.1-24). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
Título

Génesis 3:1–7. Estos vv. nos proporcionan tanto el registro de la caída histórica del hombre como el prototipo de la tentación. Este pasaje es un perfecto caso para estudiar la tentación, ya que aquí no puede culparse a la herencia o al medio ambiente como causantes del pecado.

Génesis 1–2 narra lo que Dios dijo; pero la serpiente (el diablo, Ap. 20:2) habla ahora. La palabra de Dios trajo vida y orden; la de la serpiente produjo caos y muerte. La verdad es más antigua que la falsedad; la palabra divina vino antes que las mentiras satánicas.

En hebr., Génesis 3:1 se relaciona con 2:25 haciendo un juego de palabras: Adán y Eva estaban “desnudos” (ʿărûmmîm); y la serpiente era astuta (ʿārûm, “taimada”), más que todos. La desnudez representa el hecho de que el hombre y la mujer estaban ajenos a la maldad, porque no sabían en qué consistían sus trampas, mientras que Satanás usó su astucia para aprovecharse de su integridad. Ese aspecto de sagacidad o sutileza no es malo de por sí (de hecho, uno de los propósitos de la Biblia es dar sagacidad al creyente, según Pr. 1:4, donde ʿārmâh se trad. como “sagacidad”). Pero aquí se usó con un propósito malévolo.

El tentador era una serpiente (Satanás con la forma de una víbora), lo cual sugiere que la tentación se presenta disfrazada, inesperadamente, y que a menudo procede de un subordinado (alguien sobre quien se puede ejercer dominio; cf. Gn. 1:28). Asimismo, puede verse un elemento polémico aquí, ya que la serpiente era adorada por los paganos. 

Para ellos, era símbolo de la vida y sin embargo, era la causa de la muerte. La divinidad no se alcanza (según la promesa hecha por Satanás en 3:5) siguiendo las creencias y símbolos paganos, los cuales son el camino a la muerte, no a la vida.

O Eva no conocía muy bien el mandato de Dios o bien no quiso recordarlo. En contraste, Cristo obtuvo la victoria sobre Satanás gracias a su perfecto conocimiento de la palabra de Dios (Mt. 4:4, 7, 10). (V. el cuadro “Tentaciones de Eva y Jesús” en el Apéndice, pág. 305.) Eva se expresó con ligereza acerca de los privilegios que tenían, añadió palabras a la prohibición de Dios y minimizó el castigo—lo cual se aprecia al contrastar sus palabras (Gn. 3:3) con los mandatos originales dados por Dios (Gn. 2:16–17). 

Después de que Satanás escuchó esto, desvergonzadamente negó la pena de muerte que Dios había expresado (3:4). Satanás es mentiroso desde el principio (Jn. 8:44), y esta es su mentira: que uno puede pecar sin tener que sufrir las consecuencias. Pero la muerte es la paga del pecado (Gn. 2:17).

Asimismo, el tentador arrojó dudas sobre el carácter divino, sugiriendo que Dios estaba celoso y trataba de evitar que ellos cumplieran su destino (3:5). Ellos vendrían a ser como Dios cuando comieran—y según Satanás, Dios lo sabía. Así que puso ante ellos la promesa de ser divinos—sabiendo el bien y el mal.

Con esto, el trabajo de Satanás quedó concluido. La mujer fue dejada a solas para que diera rienda suelta a sus deseos naturales y apetitos físicos. La palabra que se trad. codiciable (neḥmāḏ, v. 6) se relaciona con un término que aparece posteriormente en el mandamiento, “No codiciarás” (ṯaḥmōḏ, Éx. 20:17). Lo físicamente práctico (bueno para comer), la belleza estética (agradable a los ojos) y el potencial para alcanzar sabiduría—para “saberlo todo”—son las cosas que empujan a una persona a hacer caso omiso de las prohibiciones una vez que desaparece el temor al castigo.

Por supuesto que los resultados no fueron los que ellos esperaban. La promesa de alcanzar sabiduría nunca se cumplió. Ambos vieron y comieron, pero al hacerlo, se contaminaron. Ya no estaban a gusto uno con el otro (surgió la desconfianza y la separación) ni con Dios (estaban temerosos y escondiéndose de él). Las promesas de Satanás nunca se cumplen. La sabiduría nunca se obtiene desobedeciendo la palabra de Dios. Al contrario, el principio de la sabiduría es el temor de Jehová (Pr. 1:7).

Génesis 3:8–13. El resto de este cap. se puede dividir en tres secciones: (a) la confrontación con Jehová Dios, en la cual los dos pecadores, al escuchar su voz, temieron y se escondieron de la presencia de Jehová … entre los árboles (vv. 8–13); (b) la profecía de Dios en la cual incluye nuevas reglas para la serpiente, la mujer y el hombre (vv. 14–19); y (c) las vestiduras hechas por el Señor como una provisión del nuevo orden de cosas (vv. 20–24).

Los efectos del pecado son el castigo y la provisión. Aunque el hombre y su mujer conservaron la vida, también murieron; donde había placer, ahora había dolor; en contraste con la abundancia, ahora tenían que obtener una magra subsistencia por medio del duro trabajo; en contraste con un compañerismo perfecto, ahora vivían separados y en conflicto.

Las características dominantes del cap. 3—la muerte, el duro trabajo, el sudor, las espinas, el árbol, la lucha y la simiente—posteriormente fueron todas trazadas hasta Cristo. Él es el segundo Adán, que se hizo maldición, quien sudó grandes gotas de sangre cuando agonizaba amargamente, quien llevó la corona de espinas, quien fue colgado de un madero hasta morir y quien fue depositado en el polvo de la tierra.

Génesis 3:14–19. Jehová Dios habló a la serpiente (vv. 14–15), a la mujer (v. 16) y al hombre (vv. 17–19). Las palabras divinas a la serpiente incluyeron (a) el anuncio de que se arrastraría y comería polvo, lo cual sería un recordatorio perpetuo a la humanidad de la tentación y la caída y (b) una profecía acerca del poder que hay detrás de la serpiente. Dios dijo que iba a haber una enemistad permanente entre las fuerzas satánicas y el hombre; entre Satanás y la mujer y entre sus respectivas “simientes”. 

La simiente de la mujer fue Caín, luego toda la humanidad, y por último Cristo y aquellos que colectivamente están en él. La simiente de la serpiente incluye a los demonios y a cualquiera que promueva su reino de tinieblas, aquellos cuyo “padre” es el diablo (Jn. 8:44). Satanás herirá a la humanidad (tú le herirás en el calcañar), pero la simiente, que es Cristo, lo derrotará definitivamente (ésta te herirá en la cabeza).

Después, Dios dijo a la mujer que con dolor daría a luz a sus hijos y que su marido, a quien ella deseaba, se enseñorearía de ella. Debido a que el deseo de Eva probablemente se refiere en este contexto a que ella indujo a Adán a pecar, es mejor trad. este v. como “tu deseo fue para tu marido”. Habiendo ella saltado los límites impuestos por Dios en esto, de ahí en adelante ella sería dominada por él.

Entonces Dios dijo a Adán que experimentaría grandes penas para poder arrancar el sustento de la tierra (3:17–19). (Con dolor es trad. de la misma palabra usada en el v. 16 para referirse a los dolores de parto. Esta palabra aparece sólo tres veces en todo el A.T., en los vv. 16–17 y en 5:29.) Su fin sería la muerte—regresaría a la tierra (ʾădāmâh, lo cual fue una provisión misericordiosa en vista del sufrimiento que experimentaría). 

Además le dijo: al polvo volverás, lo cual haría que se convirtiera en presa de la serpiente nuevamente (cf. 3:14). ¡Ahí terminaron las absurdas pretensiones de alcanzar la divinidad! El hombre puede tratar de ser como Dios, pero en realidad, es polvo.

Estos castigos representan la justicia retributiva. Adán y Eva pecaron al comer del fruto prohibido; por lo tanto, tendrían que sufrir para poder comer. Ella manipuló a su esposo; él se enseñorearía de ella. La serpiente destruyó a la raza humana y ella también será destruida.

Dios hizo también provisiones de misericordia porque la raza humana tiene que morir y no vivir para siempre en ese estado caótico. Y nacerán niños (v. 16) para que la humanidad resista y permanezca. La victoria final vendrá a través de Cristo, la simiente (Gá. 3:16) de la mujer (cf. Gá. 4:4, “nacido de mujer”).

No importa cuánto trate la gente de eliminar el yugo del hombre, el trabajo extenuante, los partos dolorosos y la muerte, estos males continuarán, porque el pecado sigue presente y estos son los frutos del pecado.

Génesis 3:20–24. En estos vv. se pueden apreciar la fe de Adán y la provisión de Dios. El Señor los salvaría para asegurar que no tuvieran que vivir en ese estado de caos para siempre. La fe de Adán se aprecia en el acto de dar el nombre de … Eva (lit., “viviente”) a su mujer. De esta manera, Adán estaba mirando hacia el futuro, y no principalmente a la muerte. La fe de Eva se observa posteriormente (4:1), cuando nombra a su primogénito Caín, porque fue dado por Jehová.

Todos los tratos de Dios con los pecadores pueden ser trazados hasta este acto de desobediencia de Adán y Eva. Sin embargo, Jehová Dios es un Dios que salva, y el hecho de que haya vestido a Adán y a Eva con pieles, da testimonio de ello. Un animal fue sacrificado para hacerles túnicas de pieles, y más tarde, todos los sacrificios animales de Israel serían parte de la provisión divina para remediar la maldición—vida por vida. 

¡El hombre que pecare, morirá! (Ez. 18:20; Ro. 6:23) pero puede vivir si deposita su fe en el Señor, quien ha provisto a un sustituto. La piel con la que Dios vistió a Adán y Eva es un recordatorio perpetuo de la provisión divina. De igual forma, cuando llegó el cumplimiento del tiempo, Dios aceptó el sacrificio de Cristo, y con base en esa expiación, él viste de justicia a los creyentes (Ro. 3:21–26).




concupiscencia 
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sábado, 31 de octubre de 2015

El hombre bajo presión y lleva gran carga, reconoce su necesidad y responde, el individuo quetien e todo no reconoce la responsabilidad de obedecer a Dios

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








El Remanente está enfermo
Hageo es un corto libro que se encuentra casi al final del Antiguo Testamento. Forma parte de lo que los creyentes gentiles denominan “profetas menores”. Es necesario hacer constar que no se les aplicó ese título porque fueran de poca importancia o menos inspirados que “los profetas mayores”. Más bien, son libros más breves que los mayores. Aun Oseas y Zacarías, los más largos de los menores con sus 14 capítulos, no pueden compararse con el libro del profeta Isaías, cuyo contenido abarca 66 capítulos. Estos libros fueron denominados así, “menores”, desde los tiempos de Agustín y Jerónimo.

Por otro lado, es interesante notar que esa docena de libros que conocemos como “profetas menores” fueron coleccionados por los judíos en un solo tomo llamado “los doce”. Posiblemente lo hicieron así porque, siendo tan cortos, se corría el riesgo de perder un rollo individual de un libro tan diminuto.

Los últimos tres libros de los profetas menores y, por ende, del Antiguo Testamento, pertenecen al período histórico de los judíos conocido como “posexílico”. Fueron escritos especialmente para aquellos relativamente pocos judíos que regresaron de Babilonia a “la tierra prometida” para vivir entre los que no fueron llevados al cautiverio y otra gente que había sido trasladada para allá. Es cierto que volvieron pocos, pero los que retornaron recibieron una gran e importantísima comisión; reconstruir el templo. En efecto, el propósito del remanente era más religioso que político. Se podría decir que el libro de Hageo gira alrededor del versículo ocho del primer capítulo: “Subid al monte, y traed madera y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová”.
EL AUTOR
Hageo tuvo el privilegio y responsabilidad de ser la primera voz profética del período posexílico, tarea sumamente importante por dos razones: (1) en aquellos días escaseaba la palabra profética de Dios y (2) la situación y responsabilidad que tenía el remanente. En casi todas las ocasiones en donde aparece el nombre del autor, tanto en su propio libro como en el libro de Esdras, el Espíritu Santo lo llama: “el profeta”. Y, para decir verdad, eso es todo lo que se sabe con certidumbre de su persona. Como en los casos de Abdías y Habacuc, la Biblia no ofrece datos biográficos de Hageo.
Se cree que su nombre tenía el sentido de “festivo”, posiblemente indicando que había nacido en día de fiesta. También se piensa que ya era un hombre de edad avanzada cuando predicó sus mensajes y que probablemente murió poco después de entregarlos. Eso se basa en que desapareció de la escena cuando terminó su último mensaje. A continuación, Zacarías se encargó de llevar la batuta para dirigir la misma partitura.
La tradición agrega que Hageo, habiendo nacido en Babilonia, regresó de joven a Jerusalén y que en el transcurso del tiempo contempló la reedificación del templo. Pero esta no deja de ser una especulación, lo que nos obliga a dejar casi en blanco las páginas biográficas de Hageo. Sin embargo, es interesante notar que entre los eruditos, esa falta de datos biográficos no pone en duda de ninguna manera el carácter genuino del profeta, su mensaje o su libro.
SUS TIEMPOS
Fecha del texto
Para entender cualquier libro de la Biblia es necesario indagar su contexto histórico y religioso. Los profetas menores se deben leer siguiendo esa regla de interpretación a pesar del deseo de algunos de espiritualizarlos (¡equivocadamente!) o, de la misma manera, sacar de ellos los principios que han de gobernar la iglesia. La Biblia es un libro multidimensional, y el factor interpretativo clave de los profetas menores en general, y Hageo en especial, es la historia de Israel. Específicamente se trata del pueblo de Dios que estaba pasando por una etapa singular de su historia. Se ampliará ese tema más adelante.

La primera alusión a la fecha la tenemos en el texto mismo de Hageo. Sus profecías, tal y como el autor las citó, gozan de una identificación histórica admirable (Véase 1:1, 15; 2:1, 10, 20). Dicha atención a las fechas exactas contribuye mucho al correcto entendimiento del profeta y sus tiempos, como se notará enseguida, más que una sencilla colocación de los eventos en un almanaque. En primer lugar se aprecia que después del cautiverio en Babilonia el sistema para fechar había cambiado. Antes, cuando los judíos todavía eran gobernados por su propia realeza, se acostumbraba fijar la fecha de un suceso mediante el nombre de alguno de los reyes de Judá o de Israel.

Pero después del cautiverio. Hageo empleó los nombres de reyes de las naciones gentiles. ¡Con cuánta razón! Es que el cautiverio señaló que había comenzado lo que Lucas 21:24 llama: “los tiempos de los gentiles”. Efectivamente, ese período abarca todo el tiempo en el cual Jerusalén ha estado bajo el dominio gentil. Dicho sea de paso, “los tiempos de los gentiles” no terminarán sino hasta que venga el Señor Jesucristo, el Mesías de Israel, para establecer su reino milenial. El suyo, será un reino literal por el cual gobernará la tierra.

En segundo lugar, las fechas señaladas revelan la brevedad del ministerio del profeta. Sólo quince meses separan la fecha de su primer mensaje (1:1) y la de su última presentación (2:20). Su actuación en la vida de Israel no duró mucho, pero impactó grandemente la vida del pueblo y de sus líderes.

Ahora bien, conviene aquí echar un vistazo a unas cuantas páginas de la historia de esa nación para conocer mejor el ambiente de Hageo.
Condiciones de los exilados y algunos resultados
Naturalmente el antecedente más catastrófico de los cien años anteriores fue la caída de Jerusalén en el año 586 a.C. Grandes cantidades de judíos fueron llevados presos a Babilonia. Iban “presos” en el sentido de que fueron llevados contra su voluntad, no como criminales en cadenas. (Aunque hubo uno que otro individuo que escapó a ellas.) En general, más parecían colonizadores que esclavos. Babilonia en el año 586 a.C. no era como Egipto de 1400 a.C. Sin embargo, despojar a toda o la mayor parte de una población de sus bienes y aun de su tierra y colocarla en un ambiente totalmente extraño al suyo, era parte de los métodos empleados por los babilonios para mantener sometido a un pueblo conquistado. Además, acostumbraban poblar la tierra así abandonada con gente de distintas nacionalidades, pero con el mismo fin (mantenerlos sometidos).

En Babilonia, los judíos, que traían un trasfondo agrícola de su propio país, encontraron en su nuevo “hogar” una nación de industria y comercio, situación que no dejó de impresionar a los cautivos. ¿Será que en eso se encuentra el origen del famoso éxito comercial de los judíos de la actualidad? Y una pregunta más al respecto: ¿será por eso que tan pocos judíos regresaron a Jerusalén, porque la mayoría sintió la atracción del comercio de Babilonia?
¡REFLEXIONEMOS!
De acuerdo a lo que sabemos del éxodo de Egipto, no hubo ninguna dificultad para convencer a los judíos oprimidos de que salieran. En ese caso se ofreció libertad a los esclavos; eran gente privada de sus derechos, que recibieron la oferta de ir a vivir a una tierra que fluía leche y miel. En otras palabras, se ofreció una salida a todo el sufrimiento. En cambio, la situación no era exactamente así en Babilonia. Muchos de los judíos, con todo y sus gemidos y lamentaciones por no estar en su país, aprendieron bien la ciencia y el arte del comercio; se habían adaptado a la vida en Mesopotamia y eligieron quedarse. Parece que con ello se ilustra el principio todavía vigente de que el hombre que está bajo presión y que lleva una gran carga, reconoce su necesidad y responde, mientras que el individuo que lo tiene todo no reconoce la responsabilidad de obedecer a Dios.
Además, recibieron otras impresiones cuando fueron llevados a Babilonia. Después de haber vivido en las montañas, colinas y los valles de la tierra prometida, tuvieron que ir a vivir en una zona de horizontes interminables, de grandes planicies como las de Mesopotamia. El espacio les causó agrofobia. Aun así, esa zona, que estaba cerca del río Quebar (que era un canal de irrigación) ofrecía oportunidades para la agricultura para quienes quisieran dedicarse a ello.

Bien es cierto que aunque algunos manifestaban resentimiento contra Dios por todo lo que les había pasado, otros se arrepintieron de todo corazón y reevaluaron su vida. Y a pesar de que unos aceptaron cambiar los suyos por nombres babilónicos y aun adorar a dioses ajenos, el cautiverio ayudó en gran manera a que los judíos abandonasen la idolatría de las imágenes cananeas desde entonces hasta el día de hoy. (Es posible que muchos de esos ídolos fueran reemplazados por la idolatría hacia el dinero y el materialismo.)

Una vez, hace años, en la ciudad capital de Guatemala, su servidor hablaba del evangelio con un finísimo amigo judío. Sus padres habían tenido el buen gusto de nombrarlo “Alberto”. Bueno, él me preguntó, “¿Sabes por qué me caen muy bien los evangélicos?” Le contesté negativamente y mi tocayo dijo, “Porque no llevan a mi compatriota Jesús por las calles” Tuve que pensar por un momento hasta darme cuenta que se refería al hecho de que los evangélicos no tienen ídolos y no pasean imágenes de Cristo por las calles. Los judíos odian la idolatría, y Dios usó el cautiverio para producir eso.

Aquí cabe mencionar que otro de los resultados del cautiverio fue el establecimiento de las sinagogas. Mientras los judíos vivían en su propia tierra, el centro de su religión era el templo. La combinación de la destrucción de Jerusalén (y el templo) y la situación de los exilados produjo la necesidad de crear un centro religioso para el estudio de la Tora, la oración y reuniones de los judíos religiosos. No se construyeron “templos” en Babilonia, puesto que solamente en Jerusalén podría estar el templo. Entonces, la sinagoga llegó a ser el centro de la comunidad de la vida religiosa judaica en el cautiverio. Al principio, el término se refería solamente a los judíos que se congregaban, pero poco a poco el edificio en que se reunían también tomó el mismo nombre. Al regresar a su tierra, el remanente llevó consigo ese concepto. Es interesante notar que en los tiempos de la vida terrenal de nuestro Señor Jesucristo había aproximadamente 1,500 sinagogas en Tierra Santa, 450 de ellas en la ciudad de Jerusalén.
SUS CONTEMPORÁNEOS
Personas y acontecimientos de la historia secular del ministerio de Hageo
Los nombres de quienes reinaron, de quienes hicieron guerra y de quienes dirigieron los asuntos religiosos a través de la historia, sobre todo del Medio Oriente, son para el occidental a la vez raros y difíciles de pronunciar. Sin embargo, no podemos pasar por alto el impacto que los principales de ellos tuvieron en la historia bíblica.
Gobernantes babilónicos asociados con el cautiverio
1. Nabucodonosor, sin duda el más conocido de los reyes babilonios, fue el general encargado de las conquistas planeadas por su padre el rey Nabopolasar. Consolidó su posición y tomó el trono de Babilonia al morir su padre en el año 605 a.C. Estaba presente personalmente en la Tierra Santa cuando cayó Jerusalén. Después se enalteció demasiado y en castigo, por un tiempo vivió como un animal.
2. Evil-merodac, hijo de Nabucodonosor. Reinó por sólo dos años, pero de acuerdo con 2 Reyes 25:27–30, fue quien “libertó a Joaquín, rey de Judá, sacándolo de la cárcel”.
3. Neriglisar se casó con la hija de Nabucodonosor y asesinó a Evil-merodac, usurpando el trono.
4. Labash-marduk, el hijo de Neriglisar, reinó apenas nueve meses y fue asesinado.
5. Nabónido llegó al trono nombrado por el partido religioso después de la muerte de Labash-marduk. Reinó por diecisiete años, pero no se distinguió como rey, ni general, ni hombre de estado, sino como erudito. En sus últimos años dejó que su hijo Belsasar llevara la responsabilidad de gobernar como virrey. El estudiante bíblico reconocerá el nombre de éste último como el monarca que vio la mano escribiendo en la pared (Daniel 5:5). Parece que Belsasar murió aquella misma noche mientras que su padre fue capturado y encarcelado.
Gobernantes persas asociados con el retorno
Los habitantes de Babilonia estaban disgustados con Nabónido porque daba preferencia a los dioses de otras regiones y otrospueblos, desatendiendo la religión local. Tal era el descontento del pueblo contra su rey, que un general babilónico famoso y muy capaz, desertó al bando de los persas y encabezó un ataque sobre la ciudad capital. Parece que la gente, decepcionada con Nabónido y Belsasar, recibió bien a los persas.

El siguiente cuadro procura identificar tanto a los gobernantes persas como los acontecimientos relacionados con el retorno de los exiliados a Jerusalén.
Decreto
Gobernante
Fecha
Propóstio
Referencia
1
Ciro
536 a.C.
Reconstruir el Templo
Esdras 1
2
Cambises
535 a.C.
Desistir
Esdras 4:17–23
3
Dario (el Grande)
529 a.C.
Completar la construcción
Esdras 4:24; 6:1–15
4
Artajerjes (Longimando)
458 a.C.
Adornar el Templo y restaurar el servicio
Esdras 7:27
5
Artajerjes
445 a.C.
Reconstrucción de la ciudad
Nehemías 2:5
Religiosos judíos contemporáneos de Hageo
El más destacado fue el sumo sacerdote Josué. Era hijo de Josadac, cuyo padre era Seraías, el sumo sacerdote de Jerusalén, que murió poco después de la caída de Jerusalén. Gozaba de la posición de sumo sacerdote por su relación familiar. (De igual manera el líder político, Zorobabel, había sido nombrado gobernador por ser del linaje de David.) Como sumo sacerdote era responsable de todos los asuntos “eclesiásticos” de la comunidad posexílica. Se nota su prominencia en la reconstrucción del altar mencionada en Esdras 3:2.

Esdras, cuyo nombre no aparece mencionado en el libro de Hageo, fue un líder religioso sumamente importante y un hombre que el estudiante de la época bíblica posexílica tiene que tomar en cuenta. Como Josué, también era sacerdote, aunque por sus nexos políticos y logros sociales es posible que el lector no contemple con suficiente atención su contribución espiritual. Se describe en Esdras 7:6 de la siguiente manera, “Era escriba diligente en la ley de Moisés”. Pero no solamente era un erudito, sino que “…Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos” (Esdras 7:10).

El nombre del profeta Zacarías tampoco está en el libro de Hageo, pero figura prominentemente en la historia religiosa posexílica. Era contemporáneo de Hageo pero empezó su ministerio un par de meses después del profeta que estudiamos. Su contribución profética se combinó con la de Hageo para lograr que se terminara la reconstrucción del templo. Cuantitativamente, su ministerio duró mucho más tiempo que el de Hageo. Como los dos religiosos ya mencionados aquí, Zacarías era de familia de sacerdotes.
BOSQUEJO DEL LIBRO
I.
Primer mensaje: palabras de reprensión
A. Prioridades torcidas 1:1–6
B. Calamidades toleradas 1:7–11
1:1–11
II.
Segundo mensaje: pocas palabras, presencia poderosa
A. Disposición del pueblo a responder 1:12
B. Disposición de Dios: su presencia 1:13
C. Disposición del pueblo a trabajar 1:14–15
1:12–15
III.
Tercer mensaje: palabras de aliento
A. El pueblo abatido 2:1–3
B. Palabras de aliento 2:4–5
c. Propósito del templo 2:6–9
2:1–9
IV.
Cuarto mensaje: palabras de bendición
A. El mal: su teoría 2:10–13
B. La maldad: su práctica 2:14–17
c. La obediencia trae bendición 2:18–19
2:10–19
V.
Quinto mensaje: palabras de promesa
A. Poder del Soberano 2:20–22
B. Promesa del Soberano 2:23
2:20–23
Se ha dicho que los que no leen y estudian la historia están condenados a repetir los mismos errores que cometieron sus antecesores. Más específicamente, el Nuevo Testamento enseña el gran valor del Antiguo Testamento, sobre todo cuando se trata de la historia de Israel: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes hemos alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 10:11). Esto nos proporciona una razón de peso para estudiar el libro histórico/profético de Hageo.


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viernes, 30 de octubre de 2015

Considerad vuestros caminos: Sembráis mucho y recogéis poco; coméis y no os saciáis; bebéis, pero no a plenitud; os arropáis, pero no entráis en calor; y el asalariado echa su jornal en saco roto

RECUERDAEl que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? 
1Corintios 3:16
¿No es el tiempo de reedificar el templo de Dios?
Hageo 1:1-11

1      El año segundo del reinado de Darío, en el mes sexto, el primer día del mes, llegó la             palabra de YHVH a Zorobabel ben Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué ben                     Josadac, sumo sacerdote, por medio del profeta Hageo, diciendo:
2      Así ha hablado YHVH Sebaot, diciendo: Este pueblo dice: Aún no es tiempo, el tiempo         de reedificar la Casa de YHVH.
3      Entonces llegó palabra de YHVH por medio del profeta Hageo, para decir:
4      ¿Acaso es tiempo de que vosotros, especialmente vosotros, habitéis en casas                     artesonadas, mientras esta Casa está en ruinas?
5      Pues ahora, así dice YHVH Sebaot: Considerad vuestros caminos:
6      Sembráis mucho y recogéis poco; coméis y no os saciáis; bebéis, pero no a plenitud;           os arropáis, pero no entráis en calor; y el asalariado echa su jornal en saco roto.
7      Así dice YHVH Sebaot: Meditad sobre vuestros caminos.
8      Subid a los montes y traed maderos, y reedificad la Casa, y Yo lo aceptaré, y en ella             mostraré mi gloria, dice YHVH.
9      Emprendéis mucho, y resulta poco; metéis en la casa, pero Yo lo aviento. ¿Por qué?           Dice YHVH Sebaot: Porque mi Casa está en ruinas, mientras cada uno de vosotros se         ocupa de su propia casa.
10    Por eso, por causa vuestra, los cielos han retenido la lluvia, y la tierra su cosecha.
11    Y he llamado a la sequía sobre la tierra, y sobre los montes, y sobre el trigo, y sobre el         mosto, y sobre el aceite, y sobre todo lo que produce la tierra, y sobre el hombre, y               sobre el ganado, y sobre todo trabajo de las manos.

No es una leyenda del pasado Hageo 1:1-11

Una advertencia  
Hageo 1:1–11

Hageo 1:1–6. La Biblia es un libro histórico, nos indica el tiempo con fechas. Dios se apareció en el mundo “cuando vino el cumplimiento del tiempo” (Gálatas 4:4). Lo que está registrado en el libro de Hageo no es una leyenda del pasado. De una manera extraordinaria, Dios ha unido los acontecimientos de la Biblia con la historia secular.

El comienzo del libro lo demuestra; por medio de la pluma del profeta Hageo, Dios tuvo gran cuidado de anotar clara y minuciosamente la fecha de cada una de las cuatro “palabras” del Señor que incluye el libro. El libro comienza diciendo: “En el año segundo del rey Darío (también llamado Ciro), en el mes sexto, en el primer día del mes, fue dirigida esta palabra de Jehová por medio del profeta Hageo”.


Templo en ruinas

Al llegar a esta parte algunos críticos menean la cabeza en señal de incredulidad. El capítulo 4 de Esdras, que habla de la reconstrucción del templo y menciona a Zorobabel y a Josué, que claramente pertenecen a nuestra historia, también menciona una carta que le fue enviada a Artajerjes. Esa carta fue el resultado de una acusación que había sido hecha por los enemigos de los judíos ya en el tiempo de Jerjes. 

Se menciona tanto a Jerjes como a Artajerjes, y el versículo 24 al final del capítulo dice: “se detuvo la obra de la casa de Dios que estaba en Jerusalén, la cual quedó suspendida hasta el segundo año del reinado de Darío, rey de Persia”. Los críticos dicen que es claro que eso no puede ser correcto, porque se sabía que el templo había sido terminado bajo el gobierno del rey Darío que había reinado antes de Jerjes y de Artajerjes.

Podemos explicar el problema si recordamos que Esdras estaba escribiendo historia; él vivió en la época Artajerjes. Por inspiración, no sólo escribió acerca de toda la oposición que hubo contra el pueblo de Dios cuando reconstruyeron el templo, sino también narró la oposición que se desató contra los trabajos de restauración de la muralla que había alrededor de Jerusalén. Desde su punto de vista en la historia, Esdras sabía de toda la oposición, y por inspiración de Dios la incluyó en el capítulo cuatro aunque no encajaba cronológicamente.

La New International Version en inglés sigue claramente esta idea cuando separa del resto esta sección de Esdras 4, y la titula: “Oposición posterior bajo el gobierno de Artajerjes”.

La razón para mencionar este “problema” es que, como creyentes de la Biblia, no tenemos que avergonzarnos cada vez que alguien encuentra algo que es históricamente inverosímil (en su opinión). El solo hecho de que nos falten datos históricos para verificar algo que afirma la Biblia, no es prueba de que esté equivocada. 

Cualquiera que lo afirme, se apoya en la falta de datos conocidos, y se ha demostrado muchas veces que ese tipo de argumentos no son correctos. No hace mucho tiempo que la gente decía que en la época de Moisés no existía el arte de escribir y que los hititas no habían existido. Desde entonces, los descubrimientos arqueológicos han demostrado que las dos afirmaciones eran falsas.

Hageo existió como un verdadero personaje histórico. En cierto momento de la historia se sentó a escribir su libro. La palabra le fue predicada en primer lugar a un pueblo que en realidad existió y que pasaba por problemas y peligros particulares. Así como nosotros, seres temporales: nos sentamos en el sofá, prendemos la lámpara, abrimos la Biblia en el libro de Hageo, y lo leemos, también de esa misma manera temporal y natural, se escribió este libro y se le anunció al pueblo de Dios en los días de Hageo.

El primer versículo dice que la palabra del Señor les llegó por medio del profeta Hageo a Zorobabel y a Josué. Esta es una repetición de la manera en que Dios trataba con su pueblo en el tiempo del Antiguo Testamento. Él escogía a los profetas para que le hablaran al pueblo de parte suya y les dijeran una y otra vez: “Así ha hablado Jehová de los ejércitos”.

A Zorobabel y a Josué, no les fue más fácil que a nosotros en la actualidad, cuando nuestros pastores nos anuncian: “Así dice Dios”, creer que en verdad era Dios el que les estaba hablando. Cuando Zorobabel y Josué miraron, vieron a Hageo. Probablemente lo conocían como vecino, tenía peculiaridades y características como cualquier otro ser humano, se ponía las sandalias una por una como cualquier otra persona de su tiempo. 

Y fue este hombre el que dijo: “Así ha habado Jehová de los ejércitos”. Lo que sí vale la pena notar es que Zorobabel y Josué creyeron que era verdad. ¡En realidad era Dios el que hablaba! El versículo 12 de del capítulo 1 de Hageo nos dice, “Entonces Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo, oyeron la voz de Jehová su Dios, y las palabras del profeta Hageo, tal como le había encargado Jehová su Dios”.

Este es el milagro del sermón que se le predicó al pueblo de Dios: que un ministro, que claramente es un ser humano pecador, se puede poner de pie delante del pueblo y les anuncia las palabras divinas, ¡y la gente cree!. El apóstol Pablo también se maravilló de ese milagro cuando vio a su pueblo en Tesalónica: “Nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Tesalonicenses 2:13).

El pueblo dijo: “No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada”. Esto plantea el problema que Hageo tuvo que enfrentar con su pueblo.

Es muy fácil dejar para después las cosas que conciernen al Señor, y son muy impresionantes las razones que se dan para hacerlas esperar. Hubo un numeroso grupo de samaritanos que fruncieron el ceño cuando escucharon la palabra templo.

En Esdras 4:2 leemos que los bien intencionados habitantes del lugar se acercaron haciendo este ofrecimiento: “Edificaremos con vosotros, porque como vosotros buscamos a vuestro Dios, y a él ofrecemos sacrificios.”

Pero los líderes les respondieron: “No nos conviene edificar con vosotros casa a nuestro Dios” (Esdras 4:3). Lástima que la doctrina de los samaritanos estuviera tan errada; es triste que los líderes no pudieran pasar por alto sus “pequeñas” diferencias para que, con la ayuda ofrecida, el pueblo se pudiera beneficiar en la tarea monumental que tenía ante sí. 

Mejor era esperar. Y ¿por qué arriesgarse a hacer enojar a los persas? ¿Para qué aventurarse a que se enteraran de que somos tan fanáticos con respecto a los asuntos de Dios como para construir un templo impresionante en medio de un lugar a campo abierto? Sería mejor disimular el aspecto religioso. ¡Esperen! Después de todo, debemos pensar en los niños. Además, los persas tienen la horrible costumbre de empalar los cuerpos de los revoltosos en una estaca (ver Esdras 6:11)
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Había muchas razones para esperar, pero tal vez la verdadera razón para todo esto se encuentra en el versículo 4; en resumen el Señor dice: “¿Es para vosotros tiempo de habitar en vuestras casas artesonadas mientras esta casa está en ruinas?”

Ahora el problema se había reducido a una transgresión del primer mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Eso incluye al diosecillo socarrón de la conveniencia personal y al ídolo reflejado en el espejo, que siempre hace que nos veamos a nosotros mismos tal como somos cuando a menudo lo adoramos. El Señor dice de un modo que no se ve afectado ni por el tiempo ni por la cultura: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

Ya hemos mencionado el llanto de algunas personas al ver cómo la construcción del templo estaba avanzando. También hablamos de la conjetura de cierto comentador acerca de la causa de ese llanto. Una cosa sí es cierta, ya había desaparecido el espíritu de generosidad para la casa del Señor que se menciona en los tiempos de Moisés: “El pueblo trae mucho más de lo que se necesita para la obra que Jehová ha mandado que se haga”. 

Entonces Moisés dio esta orden: “Ningún hombre ni mujer haga más para la ofrenda del santuario. Así se le impidió al pueblo ofrecer más; pues tenían material abundante para hacer toda la obra” (Éxodo 36:5–7). Ya había desaparecido el deseo de enfrentar la oposición espiritual. Jonatán es un ejemplo de fe firme cuando le dijo a su paje de armas: “Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizás haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos” (1 Samuel 14:6).

Siempre causa gran tristeza cuando el pueblo de Dios pierde la determinación y el deseo de establecer su iglesia y de edificar su casa. Por esto mismo el profeta nos debe hablar hoy. En tiempos en los que el ingreso personal y la riqueza son más altos que en cualquier época anterior en la historia del mundo, y muchos países han recibido grandes bendiciones materiales, la iglesia anda mendigando. 

Los proyectos de construcción avanzan con dificultad y tropiezan, los modestos planes para misiones se archivan. Hasta los niños aprenden a reconocer lo que significa “la crisis presupuestal” en la iglesia. ¿Acaso podemos decir que nuestra situación es más difícil que la de los exilados que regresaban a Jerusalén? Puede ser que nosotros también contestemos rápidamente con: “Ahora no es el momento oportuno”, pero el Señor es igualmente rápido en preguntar: “¿Es para vosotros tiempo de habitar en vuestras casas artesonadas mientras que esta casa está en ruinas?”

El versículo siete contiene una frase que se repetirá cierto número de veces a través del libro: “Meditad sobre vuestros caminos”. El Señor quiere que tengamos mucho cuidado con la manera en que vivimos, quiere que evaluemos repetidamente lo que hacemos. Él nos hace responsables por “el camino” que seguimos.

En las Escrituras son muchas las referencias a “el camino”. En el libro de Proverbios Salomón dice: “Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aun a sus enemigos hace estar en paz con él” (16:7). En este mismo capítulo él añade: “Hay camino que parece derecho al hombre, pero su final es camino de muerte” (16:25).

Hay algo más en cuanto al camino que Dios quiere para nosotros, el cual está en contra del modo de vida natural del ser humano. En cuanto a encontrar el camino correcto, debe ser el Señor quien nos indique cómo hacerlo, “Porque Dios es el que en vosotros opera tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13). A nosotros sus hijos, nuestro Padre nos puede decir: “Ten cuidado con lo que haces”. Antes de la conversión del apóstol Pablo en el camino a Damasco leemos acerca de él: “A fin de que si hallaba algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén” (Hechos 9:2). Pablo sabía que él no era parte de ese Camino, pero años después ya había cambiado de sentir cuando le habló a Félix el gobernador: “Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman secta, así doy culto al Dios de mis padres” (Hechos 24:14).

La frase “medita bien en lo que haces” en hebreo, literalmente significa “pon tu corazón por sobre tus caminos”. También se podría decir “que tu corazón guíe tu camino”. Juan ofrece el mismo consejo en 1 Juan 3:18: “Hijitos míos, no hablemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”. Es fácil decir que amamos a Jesús, ¿pero es evidente? Una forma de decirlo es poner atención a la prioridad que le damos a su casa y a su obra.

¡Necesitamos la bendición de tener como prioridad la casa de Dios!
Puede ser que el pueblo de Dios titubeara al considerar sus propias necesidades económicas y decidiera economizar en los gastos de la casa de Dios. En otras palabras, la gente no da ni trabaja para él como debiera, porque tiene la idea de que al hacerlo carecerán de algo.

Pero como el Señor nos lo hace ver en los versículos 6 y 9–11, esta idea es contraproducente. La esencia de lo que nos dice en estos versículos es: “Cuanto más trabajes para ti mismo, tendrás menos. Cuanto más trabajes para el Señor, más tendrás”. Sólo tenemos que ver a la gente que tiene la casa revestida de lujo y descuida la casa de Dios. Las cosechas se malogran, escasean la comida y la bebida, la ropa no abrigará. Los sueldos desaparecen… la cartera tiene huecos. Dios hace que las expectativas se esfumen. Hay sequía y hambre. La obra de sus manos queda truncada y falla.

1:7–11. El remedio para lo malo que le sucede a la gente, que construye su propia casa a costo de la casa de Dios, se encuentra en el versículo 8. “Subid al monte, y traed madera, y reedificad la Casa; yo me complaceré en ella y seré glorificado”, dice el Señor. Cortar los árboles del Líbano y llevarlos 160 km o más hasta Jerusalén era un trabajo agotador (ver Esdras 3:7). Además, era costoso y tomaba mucho tiempo; pero había una razón para todos esos trabajos: “Yo me complaceré en ella y seré glorificado”.

¡Qué incentivo para construir la casa de Dios! ¡Glorificarlo a él! Lo que le da valor a una ofrenda es la dedicación de gran parte de: tiempo, dinero, pensamiento, y fuerza. El obsequio de una gran cantidad de dinero que llega como una idea de última hora, y que ni siquiera equivale al interés del préstamo del capital principal, no es gran cosa para el que lo recibe. Por otro lado, un presente que puede ser modesto y sin pretensiones para cualquier extraño, para el destinatario llega como un premio; pues sabe el trabajo y el esfuerzo, que puede haber detrás de él.

Así es con la casa de Dios. Puede ser que nuestra iglesia no sea el edificio más espléndido del mundo, y que no se jacte de tener en su lista a las personas más elocuentes y de más talento; puede ser que nuestros esfuerzos en la predicación y la enseñanza, no se lleven a cabo con refinamiento ni belleza. Pero eso no importa, es la casa de Dios. Nosotros somos los que la llamamos así, no los extraños… y Dios también lo hace. Es hermosa, si fue construida con amor, sin que importe la estructura. El Señor sabe los motivos que hay en el corazón de las personas.

También él conoce a los que le vuelven la espalda y a los que bostezan con indiferencia, y hace algo en cuanto a esto; todo va a la ruina. La desdicha llega “por cuanto mi casa está desierta, mientras cada uno de vosotros corre a su propia casa”.
No se puede hablar más claro, este es un juicio. No nos gusta la acusación, ¡pero ni modo, ahí está! La única manera en que podemos escapar de ella es estar seguros de que ponemos la casa de Dios antes que nuestros propios intereses. “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

No hay nada más importante que un gobernante (o pastor) le pueda enseñar a su pueblo; al adoptarlo y ponerlo en práctica, la vida prospera y es buena. Es una promesa contundente. La palabra de Dios debe ser tomada con toda seriedad tanto con respecto a la advertencia como con respecto a la promesa.

Tal vez aquí se impone la advertencia de que no debemos juzgar por lo que vemos para declarar culpable a una persona. En otras palabras, nosotros no debemos juzgar el fracaso de la cosecha de un agricultor cristiano, ni todo accidente o desgracia que un cristiano pueda sufrir, como alguna referencia directa a la infidelidad de la persona o al desprecio hacia la casa de Dios y su obra. Job podría ser un ejemplo. Algunas veces el Señor da, y algunas veces quita. 

Firmes en todo, la bendición está a la espera. “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni a su descendencia que mendigue pan” (Salmo 37:25). Y en el caso de Job leemos también que al final de su vida el Señor lo bendijo y le dio el doble de lo que había tenido antes. La razón está relacionada directamente con el hecho de que en su vida puso en primer lugar a su Dios.

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