miércoles, 18 de marzo de 2015

Todos los ministros aprobados por Dios, comparten la misma meta: buscar el crecimiento del cuerpo de Cristo.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
 
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El Orgullo de un Siervo
1 Corintios 3:5–4:21
Un pastor, un boy scout y un erudito en computación eran los únicos pasajeros de un pequeño avión que confrontó dificultades en medio de su vuelo. El piloto salió de la cabina y les avisó que el aparato estaba fallando y que se estaban precipitando a tierra. Después añadió: “Siento informarles que sólo tenemos tres paracaídas disponibles. Puesto que tengo esposa y tres hijos, voy a utilizar uno”. Tomando el primero, saltó al espacio.
El erudito en computación aseguró: “Soy el hombre más inteligente del mundo y todos me necesitan”. Así que tomó otro y se precipitó al vacío.
El pastor y el joven se quedaron mirando. Enseguida, el primero dijo con una triste sonrisa: “Usted es muy joven todavía y yo ya he vivido una vida plena. Tome el otro y yo me quedaré en el avión”.
El joven le respondió: “No se preocupe señor pastor, el hombre más inteligente del mundo brincó con mi mochila en vez de usar la del paracaídas”.
Aquel soberbio tenía más alto concepto de sí mismo que el que debía tener. Así eran los corintios. Pensaban que ellos y sus maestros preferidos habían llegado a lo más alto; no se veían desde la perspectiva de Dios. Por eso Pablo los corrigió diciendo en el capítulo precedente que el evangelio no es un mensaje basado en la sabiduría humana. Ningún hombre lo hubiera podido diseñar. Por lo tanto, nadie debe ser exaltado por proclamarlo porque proviene directamente de Dios y sólo él merece la gloria.
CONCEPTO EQUIVOCADO DEL MINISTERIO
3:5–4:7
Además de la primera idea mal fundada, los corintios también pensaban erróneamente acerca del ministerio (3:5–4:7). Aunque sabían que todos los predicadores debían ser siervos de Dios y los creyentes, ellos habían elevado más a algunos sobre otros. El apóstol establece claramente que de acuerdo con la norma divina, todos los ministros comparten la misma meta: buscar el crecimiento del cuerpo.
Para subrayar su dicho, describe a los líderes usando términos comunes para que todos los pudieran comprender: son siervos en la casa de Dios (3:5), colaboradores en el campo, o sea, trabajadores agrícolas encargados de cuidar la cosecha de Dios (3:6–9a). Por último, son constructores de un edificio espiritual (3:9b–15). Debemos tomar nota de que todas esas descripciones se refieren a gente de la clase trabajadora; no a los amos.
Hasta muy recientemente, no se hacía énfasis en que el líder debe funcionar como siervo, pero ahora está de moda hablar así. Todo el mundo, tanto pagano como cristiano, habla de la importancia de que el guía sirva a los demás. Sin embargo, pocos lo están haciendo. Preferimos pensar en nosotros mismos como “reyes y sacerdotes” (Apocalipsis 1:6).
Relación del siervo con el que lo envía 3:5–8
Todos eran servidores. Según Lucas 17:7–10, observamos que alguien en esa condición no puede mandar ni recibir el beneficio de su trabajo. Tampoco debe esperar ser exaltado. Sólo Dios merece lo anterior. Tener esta convicción es indispensable para todo aquel que quiere ser líder en el pueblo de Dios. En realidad, hace falta en todos los miembros de la iglesia.
En base a la enseñanza de Pablo en este pasaje, podemos aprender cinco principios importantes:
1.     Cada uno hace su parte, pero Dios da el fruto (3:6). Las tareas específicas no son lo más importante porque son temporales. Yo puedo hacer algo ahora que mañana continuará otra persona, pero el crecimiento viene como resultado del trabajo constante del Señor.
2.     No podemos lograr nada confiando en nuestro poder (3:7). Jesucristo dijo: “Separados de mí nada podéis hacer”. Lo que vale es la obra que Dios hace.
3.     Todos somos uno, estamos unidos en la misma larea (3:8a). Todos laboramos para el mismo amo; lo que importa es multiplicar sus intereses. Se requiere la cooperación entre el que planta y el que riega, pero ninguno de los dos sirve sin el otro. Tenemos que trabajar juntos porque nadie puede hacerlo todo solo.
4.     Aunque colaboramos en la misma obra, cada uno es responsable directamente ante Dios por lo que hace (3:8b). Lo que cada uno realiza recibirá su recompensa.
5.     Toda la obra pertenece al Señor (3:9). Tres veces Pablo nos recuerda esta verdad: “somos colaboradores… sois labranza… edificio de Dios”.
Relación del siervo con el edificio de Dios 3:9–15
Hace algunos años fungía como director de un instituto bíblico y me tocó colaborar en la construcción de un gran edificio. En la actualidad, la iglesia a la que sirvo también está involucrada en la edificación de otro. Hemos aprendido por experiencia que se requiere de muchas personas trabajando juntas para realizar una obra de esa envergadura.
Pablo había puesto el cimiento al llevarles el evangelio. Después, otros llegaron para edificar encima. Cada uno era responsable del trabajo particular que se le había encomendado, pero debían tener cuidado de construir con buenos materiales. De esta ilustración aprendemos siete principios que se aplican a la iglesia como edificio de Dios:
1.     Todo el proyecto pertenece a él (3:9).
2.     Muchas personas colaboran en la construcción (3:5–9).
3.     Alguien tiene que servir como “perito arquitecto” (3:10). En ese entonces, equivalía al maestro de obras y era el encargado del trabajo en el sitio de construcción, pero también colaboraba arduamente con los demás. Alguien tiene que dirigir, pero eso no lo hace acreedor a ejercer los derechos de un cacique.
4.     Sólo puede existir un fundamento para un edificio (3:10–11). La casa necesita un cimiento fuerte para resistir las tormentas que vengan. Cristo es el único fundamento adecuado para el edificio de Dios. La iglesia se construye sobre la obra ya consumada por él en la cruz.
5.     Sobre esa base establecida, tenemos que seguir edificando con cuidado (3:l0b). La manera de construir y la calidad de los materiales importa mucho. Si se utilizan los de mala calidad, el edificio no se verábien y no perdurará mucho tiempo.
6.     El valor del edificio se demuestra cuando se pone a prueba (3:13–15). Los terremotos, fuegos y tormentas, así como otras pruebas similares, comprueban el valor de la construcción. En el aspecto espiritual, no está en juego aquí la condenación eterna, sino que se trata de la evaluación de nuestro servicio en la obra del Señor. La recompensa se dará según la calidad de “los materiales” que empleemos y lo que se hace para Dios será premiado.
7.     El edificio sólo justifica su precio si cumple su función (3:16; 6:19–20). La iglesia local es templo del Altísimo, porque según el capítulo 6:19, se compone de individuos en quienes habita el Espíritu Santo. Por eso, debe glorificarlo a él solamente. Si no cumple ese fin, no tiene razón de ser.
Relación del siervo con el templo de Dios 3:16–17
Cuando preparaba un sermón basado en este pasaje, busqué una ilustración adecuada para explicarlo y encontré más de 40 ejemplos referentes a que el cristiano debe evitar las drogas o pensamientos suicidas. Esa es la interpretación tradicional de ese pasaje. Sin embargo, Pablo no habla de ese tema aquí.
No se refiere a individuos, sino a la iglesia. Tampoco al edificio en que ésta se congrega, sino al pueblo de Dios. Nosotros, como hijos de él y cuerpo de Cristo, somos su templo, el cual se estableció en la tierra con el fin de revelar la naturaleza del Creador al mundo. Estamos aquí para glorificarlo a él. Quienes colaboramos con él debemos procurar ese propósito, no desvirtuarlo.
El siervo del Señor debe edificar la iglesia, no perjudicarla ni tratar de destruirla. Pablo emplea un juego de palabras aquí. Literalmente el pasaje dice que si alguien le “trae ruina”, el Altísimo le provocará la ruina a él; se requiere de mucho cuidado para no dañar a su pueblo.
Relación del siervo con la sabiduría humana 3:18–23
Dentro de un contexto de servidumbre, no hay lugar para la jactancia. De nuevo el apóstol demuestra que el evangelio no se basa en la esfera de la sabiduría humana donde los grandes filósofos reciben honra por sus pensamientos profundos. Cada siervo tiene que depender de Dios, quien merece toda la gloria porque él provee todo lo necesario para hacer el trabajo.
Evaluación del buen siervo 4:1–5
El autor considera a los líderes de dos maneras distintas pero relacionadas entre sí. En primer lugar, afirma que son siervos libres que se presentan voluntariamente para trabajar como tales, no como esclavos forzados. Sin embargo, aunque sea por voluntad propia, no dejan por ello de ser ayudantes de Cristo, y nada más.
En segundo lugar, el apóstol los considera mayordomos. Dios nos ha llamado para administrar sus recursos y utilizarlos para beneficio de su obra. El mensaje que nos ha entregado no es nuestro; le pertenece a él.
El pasaje nos enseña seis principios importantes que debemos aprender y aplicar a nuestra vida también:
1.     Nosotros ocupamos el lugar de siervos, no de amos.
2.     Somos responsables por la forma en que utilizamos los recursos que Dios ha puesto en nuestras manos.
3.     Dios evaluará nuestro trabajo en base a nuestra fidelidad.
4.     No nos toca juzgarnos los unos a los otros antes del regreso del amo. Se nos advierte que evitemos esto a toda costa. Solo el dueño tiene derecho a evaluar nuestro trabajo.
5.     La opinión de los demás hermanos no importa tanto. Pablo no quería decir que ésta no le importaba en lo absoluto (2 Corintios 8:20–21); sólo insiste en que no se le debe dar demasiada importancia.
6.     El señor no juzga según las apariencias externas. Aunque podemos decepcionar a otras personas, Dios sabe lo que está en nuestro corazón. El mayordomo fiel no trabaja para sí mismo, ni para impresionar a los que están a su alrededor. ¿Para quién trabajamos nosotros?
Exhortación final al siervo 4:6–7
La actitud del mundo no debe tenerse en cuenta. En Mateo 20:25–28, Cristo describió a las naciones paganas con sus gobernantes y gente importante. En ellas, sus líderes se enseñorean del pueblo y ejercen potestad sobre él. Sin embargo, entre nosotros no debe ser así. El que quiere hacerse grande en el pueblo de Dios y ocupar el primer lugar, debe ser siervo de todos. No se permite crear un sindicato de esclavos. Nuestro único derecho es ser útiles al Señor y ser sus colaboradores. El nos ha provisto todo lo necesario para realizar su trabajo en forma perfecta y por eso merece toda la gloria.
No hay peor peligro para una iglesia que una actitud de autosatisfacción que denota que se tiene todo lo que se puede esperar. El eje central del problema en Corinto era que tenían la convicción de que eran una iglesia exitosa, viva, madura, y eficaz. Estaban contentos con su estado espiritual, su liderazgo y su calidad de vida en general. Tenga cuidado cuando se empiece a sentir así. En ese caso, es mejor recordar la grandeza de la gracia de Dios. Ninguno merece lo que ha recibido.
¡PENSEMOS!
Este pasaje nos enseña algunas lecciones difíciles que debemos observar:
1.     La obra pertenece a Dios; no a nosotros. El es el único dueño de todo.
2.     Solo somos sus ayudantes, administradores de lo que le pertenece. Todos los recursos son suyos; debemos usarlos para su beneficio y no esperar la gloria ni jactarnos.
3.     La base de la evaluación divina será la fidelidad, no el rendimiento logrado. Lo que hemos recibido debe usarse para él. No importa cuántos recursos tengamos porque él los provee. La clave está en cómo los usamos. Quien ha recibido mucho es responsable de mucho.
4.     No nos toca juzgar, ni a nosotros mismos, ni a otras personas. Esta tarea le corresponde a Dios.
5.     No estamos en esta obra para crear o mantener una buena imagen personal. Solamente él conoce la intención del corazón y es lo que le interesa. No hay por qué colocar nuestros logros en exhibición.
¿Que está haciendo con los recursos que Dios le ha encomendado? ¿Está trabajando para sí mismo, o para él? Está aprovechando lo que Dios le ha dado al límite de sus capacidades? En base a este estudio, ¿qué actitud o actividad debemos cambiar?
APLICACION PRACTICA DEL MENSAJE
4:8–21
El contraste entre los corintios y los apóstoles 4:8–13
La actitud de los corintios representa un peligro, pues manifestaban jactancia, autosatisfacción y un gran sentido de superioridad cuando se comparaban con otros. Esto era un fuerte contraste con la conducta de los apóstoles, quienes a pesar de su posición privilegiada delante del Señor, se sentían como presos de guerra condenados a morir.
Cuando un general romano conquistaba al enemigo, desfilaba con su ejército victorioso por las calles de la ciudad exhibiendo sus premios. Al final iba siempre un pequeño grupo de cautivos que habían sido condenados para ser llevados al coliseo, donde pelearían contra las bestias y que con toda seguridad morirían. Los corintios se comportaban como esos generales que marchaban al frente, mientras los apóstoles se podrían comparar con el pequeño remanente de presos que iba a morir. Algo andaba mal. ¿Por qué esperaban los corintios que el mundo los honrara?
La diferencia entre la condición de los apóstoles que sufrían por el nombre de Cristo y los creyentes que se vanagloriaban de ser grandes era muy notable. Los primeros sufrían toda clase de insultos y hasta habían sido castigados con látigo como si fueran esclavos rebeldes, mientras estos hermanos estaban en completa paz, peleando entre sí para hacer valer sus derechos.
El ejemplo de un padre con sus hijos 4:14–17
Pablo expresa su preocupación como un hombre que se interesa por sus hijos. Habría podido corregirles fuertemente y regañarlos de tal manera que se sintieran avergonzados y culpables, pero el apóstol no quería hacer eso. Más bien los amonesta con amor y consejo para que cambien su actitud equivocada. Como un padre cariñoso, quiere animarlos a hacer lo correcto. Utiliza esta forma de expresión porque los consideraba sus hijos en la fe.
Aunque tuvieran muchos guías en su vida espiritual que harían las veces de nodrizas hasta que llegaran a la madurez, sólo tenían un padre, Pablo. Como tal, los unía algo especial que nadie más podía darles. Por eso deseaba que lo imitaran. El apóstol envió a Timoteo para recordarles acerca de las esnseñanzas que ellos debían emular.
La advertencia acerca del peligro de la disciplina 4:18–21
El autor pensaba visitarlos pronto. Así que no les quedaba mucho tiempo para resolver sus dificultades; él quería ver en ellos la actitud correcta. Si el problema no se eliminaba, vendría con vara para hacer lo necesario.
¡PENSEMOS!
En estas palabras de conclusión, Pablo también presenta consejos prácticos para nosotros:
1.     La falta de amor y un alto concepto de sí mismo van juntos. Tenga cuidado cuando su iglesia empiece a sentirse muy satisfecha de sí misma.
2.     Lo que una congregación tenga de valor, no se debe a su propio mérito, todo procede de Dios y sólo él merece la gloria.
3.     La disciplina paternal de Dios no produce vergüenza ni culpa, sino un cambio de actitud.
4.     Si no corregimos nuestra conducta y acciones mal encaminadas, Dios hará lo necesario para disciplinarnos.
Nosotros también debemos escuchar esta advertencia divina, pero no para sentirnos avergonzados o derrotados. Necesitamos el estímulo de una amonestación sana. Evalúe su propia vida en las áreas de orgullo y egocentrismo. ¿Será necesario dejar alguna actitud orgullosa? ¿Qué debe hacer al respecto?


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Hoy existen gran número de iglesias, muchas personas emigran de una a otra, buscando a un gran maestro para seguirlo

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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¡No Sigas a ese Líder!
1 Corintios 1:10–3:4
Vivimos en una época caracterizada por la rebelión y la lucha. El divorcio se hace cada día más común, aun entre los evangélicos. Los pleitos legales se multiplican como nunca. Cada uno quiere hacer valer sus propios derechos.
Aun en la iglesia de Jesucristo se ven antagonismos. Conservadoramente se ha calculado que las iglesias evangélicas se dividen a razón de cinco por ciento anual. La mayoría de los cristianos sólo aguantan cierto número de divisiones antes de abandonar por completo a sus congregaciones. Algunos soportan una de estas crisis pero muy pocos sobreviven a dos. Sólo un puñado de personas, las más fuertes, siguen siendo fieles después de pasar por tres, pero casi nadie resiste más.
En nuestro siglo existen gran número de iglesias, lo que ha producido que muchas personas emigren de una a otra, buscando a un gran maestro al que puedan seguir. Este problema es muy similar al que enfrentaban los corintios.
LA SITUACION PRESENTADA
1:10–17
En su introducción a esta epístola (1:1–9), Pablo daba gracias a Dios porque podía observar que en esa iglesia eran evidentes las grandes verdades doctrinales. Estaba seguro de que los corintios serían encontrados irreprochables en el día de Jesucristo gracias a que Dios es fiel, no por los esfuerzos o logros personales de los creyentes.
Los hermanos de esa congregación lo tenían todo; comprendían correctamente la revelación divina y mostraban todos los dones espirituales. Pero a pesar de la gran herencia que habían recibido, no tenían amor unos por otros. Poseían todo y todavía eran carnales; les faltaba el amor y la unidad. Debido a ello, Pablo trata en primer lugar el prblema principal, que eran las divisiones.
Tres exhortaciones a la unidad 1:10
Pablo inicia su disertación con tres exhortaciones a la unidad. En la primera, les pide que se pongan de acuerdo en decir lo mismo. El apóstol no deseaba que fueran como loros, repitiendo siempre las mismas palabras sin pensarlas. Tampoco que impidieran la diversidad en el cuerpo de Cristo, sino que hubiera equilibrio entre unidad y diversidad. Teniendo libertad para expresarse, debían hacerlo en un espíritu de unidad.
En la segunda, les advierte que eviten las divisiones. La palabra que emplea aquí se usaba para describir la rotura de una tela. En Marcos 2:21 se refiere a lo que sucede cuando se coloca un remiendo de tela nueva en un vestido viejo. El mismo vocablo aparece en los pasajes que relatan que el velo del templo se rasgó en dos el día de la crucifixión de Jesucristo (Marcos 15:38) y cuando al llegar el Señor con los discípulos a la Playa después de su resurrección, les ordenó echar la red a un lado de la barca, misma que no se rompió cuando la sacaron llena (Juan 21:11). Esta expresión llegó a usarse más tarde en relación con el rompimiento de la iglesia. Pablo quería evitar ese resultado.
En tercer lugar los exhorta a que permanezcan unidos, sintiendo lo mismo. Esta expresión es contraria a la anterior y se empleaba para denotar el acto de remendar las redes rotas de un pescador. Ya sean redes, los huesos del cuerpo, o los miembros de la iglesia, todas deben unirse en una relación efectiva para poder realizar juntos algún trabajo. El deseo de Pablo era que se unieran en pensamiento, en actitudes y opiniones. Earle ha dicho: “La idea es la de colocar juntas las piezas de un mosaico para que cada parte, por pequeña que sea, llene perfectamente el lugar que le corresponde”.
Descripción de las condiciones 1:11–12
Pablo les confronta con la, situación imperante según los reportes que había recibido y al mencionarla, identifica la fuente de su información. Parece que había dos clases de dificultades. La primera eran las divisiones causadas por los debates sobre los importantes temas que se tratan en el resto del libro: ¿Es mejor quedarse soltero o casarse? ¿Debían comer carne ofrecida a ídolos o no? Además, existían otros motivos, tales como si las mujeres debían dejar de usar el velo; carismáticos y no carismáticos; ricos y pobres; y así por el estilo.
La segunda clase de desacuerdos tenía que ver con los maestros líderes. Algunos seguían a uno, mientras que otros preferían a otro distinto. Los filósofos griegos de los pueblos acostumbraban venir a la ciudad buscando discípulos y estos creyentes respondían de la misma manera. Cada uno quería identificarse con un gran maestro o predicador. Habían puesto los ojos en el mensajero y no en Dios que era quien les había enviado el mensaje.
Algunos eran adeptos a Pablo, el apóstol a los gentiles que había sido el iniciador de la iglesia. Los miembros fundadores permanecían fieles a él. Recordaban cómo había llegado para predicarles. Entre ellos tal vez se encontraban los intelectuales y teólogos del grupo. Otros por su lado, apoyaban a Apolos, un judío elocuente. Por ser un gran predicador, su presentación de la Palabra de Dios debe haber sido maravillosa.
Otros preferían a Cefas, el apóstol a los judíos, cuya autoridad había sido establecida por el Señor Jesús personalmente. Era considerado varón de varones, fuerte e impresionante. Por último, había otro grupo que no quería seguir a ninguno de los mencionados; sencillamente querían obedecer sólo a Cristo. Se, sentían “demasiado espirituales” para confiar en los hombres. El orgullo que demostraban tal vez era lo peor de todo.
Corrección del concepto 1:13–17
Pablo se dirige a los hermanos de Corinto para corregir el concepto que tenían acerca de seguir líderes humanos, haciendo distinción entre ellos. Para hacerlos meditar, les hace tres preguntas:
• ¿Ha sido Cristo cortado en pedazos y distribuido entre distintas personas para que cada una lo presente como quiera?
• ¿Fue Pablo crucificado por ustedes?
• ¿Fueron bautizados en el nombre de Pablo?
Estos cuestionamientos deberían suscitar una respuesta negativa de parte de sus lectores. Además, les confirmó que no había nada malo en el bautismo porque a través de ese paso de obediencia hecho en el nombre del Señor, se habían identificado públicamente con Cristo, no con quien lo realizó ni con quien predicaba. Así que el apóstol los conmina a que quiten sus ojos del mensajero y los pongan en el Salvador.
Cada líder representa a Jesucristo, no a sí mismo, porque fue él quien Murió y habían sido bautizados en su nombre. Los dirigentes estaban unidos en él; Apolos y Pablo no estaban divididos. Aún más, se habían reunido para hablar del problema y estaban preocupados por la actitud de sus seguidores. Pablo había querido enviar a Apolos para corregir la situación, pero él se negó porque no deseaba que surgieran mayores complicaciones (1 Corintios 16:12).
La carta continúa diciendo que cada quien tiene una comisión dada por el Señor (1:17). Todos debían procurar servirle a él. El apóstol afirma que tenía cosas más importantes qué hacer y carecía de tiempo para ir a buscar seguidores personales. Tampoco quería convertirse en un bautizador para ver cuántos se identificaban con él, sino que quería lograr que todos fueran como Jesucristo. Su interés principal era predicar el evangelio.
En lugar de imitar a los filósofos griegos, deseaba que vieran solamente la cruz. La sabiduría humana y los trucos publicitarios populares los distraerían de su divino mensaje. Por eso, no había por qué dividir la iglesia a causa de los líderes que Dios había enviado.
CONCEPTO EQUIVOCADO DEL MENSAJE
1:18–3:4
Su mensaje no estaba basado en la sabiduría humana 1:18-2:9
Pablo se daba cuenta de que el origen de las divisiones era el concepto falso que tenían acerca del mensaje de redención, que habían adquirido de la filosofía contemporánea pagana. Los hermanos pensaban que la predicación era una filosofía más que requería usar la mente y por lo tanto, era lógico que buscaran al mejor maestro para imitarlo.
Por eso, el apóstol hace énfasis en que el evangelio no se basa en conocimientos y no puede ser limitado por ellos. En esta sección emplea dos palabras claves que están en contraste para señalar la distinción entre el intelecto y el evangelio. Se hace una diferencia entre el poder divino y la debilidad, y entre la sabiduría de Dios y la locura. En resumen, demuestra que Cristo es el poder y la sabiduría del Señor, que nos da salvación.
EL MENSAJE DEL EVANGELIO NO ESTA DE
ACUERDO CON LA SABIDURIA HUMANA
A continuación, presenta siete principios que contradicen la manera en que los hombres captan la verdad. El primero es un resumen de los demás: “La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1:18).
El evangelio se fundamenta en Cristo crucificado, y no en filosofías. Los hombres nunca podrán entender ese plan por mucho que se esfuercen. No se nos pidió opinión para que se realizara; fue iniciativa exclusivamente divina.
El segundo principio es que desde la perspectiva divina, los muchos avances intelectuales del hombre son demencia (1:19–20). Los respetados sabios, escribas y los que disertan ante las masas no vienen de Diso sino que buscan la realización de sus ambiciones usando métodos humanos. El programa divino es muy diferente al de ellos porque ellos buscan algo tangible, que se pueda ver y tocar, que sea lógico y que vaya de acuerdo con su manera de pensar.
El tercer principio que encontramos es que la ciencia no puede llevarnos a Dios (1:21–25). Para los judíos, el evangelio era piedra de tropiezo porque habían esperado un rey poderoso, capaz de hacer grandes milagros, que dominara a todos sus enemigos y los librara del yugo romano. Pero Cristo había muerto en una cruz como un criminal común.
Para los griegos, el mensaje del evangelio también era una insensatez, porque para ellos todo tenía que ser lógico y este plan no lo era. ¿Por qué había de morir un dios? ¿Por qué salvar a los perdidos sin pedir nada a cambio? ¿La salvación propuesta por el Señor era demasiado fácil! Sin embargo, a pesar de la dificultad que la gente tiene para creerlo, la predicación del evangelio es la manera que Dios eligió para alcanzar a los hombres.
LA SABIDURIA HUMANA
JAMAS NOS LLEVARA A DIOS
El cuarto principio que Pablo establece acerca del evangelio es que Dios ha escogido a personas consideradas de poca importancia por el mundo y las ha salvado, para que él sea quien recíba toda la gloria (1:26–31). El Señor selecciona gente sencilla, débil, común. Entre los seguidores de Cristo en Corinto había uno que había sido gobernante de la sinagoga, un tesorero municipal, y dos o tres comerciantes importantes, pero la mayoría no tenía credenciales educativas, culturales, sociales o religiosas.
Dios había escogido a los necios según ellos, para avergonzar a, los sabios; a los débiles para apenar a los fuertes; a los despreciados por la clase alta para que los importantes y reconocidos por el mundo fueran puestos en su lugar.
El principal propósito de esta selección divina es que nadie se puede jactar antar el Señor porque él es el único que debe ser glorificado por su maravilloso plan y merece la alabanza. Como dice el Antiguo Testamento: “El que se gloría, gloríese en el Señor” (l:31; Jeremías 9:23–24). Esos hermanos no buscaban dar la honra a Dios, se comportaban como si él tuviera la obligación de amarlos porque lo merecían.
¡PENSEMOS!
¿Cuáles son las implicaciones lógicas de la naturaleza del evangelio según lo describe Pablo en este pasaje? ¿Cómo debía cambiar la actitud de los hermanos? ¿Qué diferencia debe producir en nuestra conducta y estilo de vida?
El quinto principio que Pablo señala es que el mensaje de Cristo no es una ideología más (2:1–4). En sus disertaciones, los filósofos griegos empleaban palabras grandilocuentes, expresiones refinadas y argumentos lógicos, que al igual que en nuestra cultura, entre más complicados suenan, más se impresiona la gente, aunque no entiendan lo que se está diciendo. El resultado es que muchas veces los escuchas prefieren dormirse mientras los otros hablan.
Pablo estaba interesado en que comprendieran la verdad del evangelio a pesar de su simplicidad. No pretendía seguir la moda del día; de ninguna manera buscaba impresionar a sus oyentes. Sólo se preocupaba de que la gente le entendiera.
El sexto principio que menciona es que el mensaje de Cristo se basa en el poder de Dios (2:5). Pablo quería que su fe se fundara en el poder divino, no en su predicación. El Padre Celestial tendría que convencerlos de la verdad del mensaje, no la elocuencia de quien lo exponía.
Por último, muestra que el terstimonio se basa en la sabiduría del Altísimo, incomprensible a la mente humana (2:6–9). Aceptar el evangelio no equivale a Suicidarse intelectualmente; no se puede dejar de pensar. Sin embargo, nuestra mente es transformada. Empezamos a ver la vida desde una perspectiva superior, la divina. Pero éste no es el camino más popular, ni el que apoyan los líderes poderosos del mundo, sólo el Señor lo entiende perfectamente y lo ha compartido con nosotros.
Si nuestro mensaje no es humano, no tenemos por qué aferrarnos a maestros imperfectos, sino a aquél que nos envió el mensaje. Todos los demás son sus siervos.
¡PENSEMOS!
¿Cómo debieron eastos principios afectar la vida diaria de los Corintios? ¿Cómo deben cambiar la nuestra y nuestras relaciones con otros creyentes?
Mensaje basado en la sabiduría divina 2:10–3:4
Si el intelecto es incapaz de llevarnos al Señor entonces, ¿cómo lo lograremos? ¿De dónde viene la enseñanza adecuada? La segunda verdad principal que tenían que asimilar era que el mensaje venía de Dios y estaba basado en su sabiduría. Por eso, tenían que ser instruidos por el Espíritu Santo.
Si logramos comprender la verdad espiritual por medio de algún instructor, no es él el que merece el crédito. En última instancia, el comunicador verdadero es la divina persona que también provee paz y unidad en el cuerpo de Cristo. Los que no demuestran estas características no han sido enseñados por el Espíritu de Dios (2:10–11).
LA FUENTE DE LA COMPRENSION DEL
EVANGELIO ES EL ESPIRITU SANTO
Sólo el Paracleto puede revelar la sabiduría divina y es el que nos da discernimiento espiritual (2:12–13). Quienes logran enseñar bien es porque por su poder comprenden el propósito eterno de Dios, el cual no está al alcance del hombre natural (2:14–16). La única manera en que podemos profundizar en las Sagradas Escrituras es conociendo personalmente a su autor, pero el que no está en comunión con él, aunque sepa mucho acerca de Dios y su Palabra, no puede discernir la verdad.
Aun entre los que sí pueden, existen diferentes niveles. Debido a su condición espiritual, los corintios no podían ser enseñados por el Espíritu, y por lo tanto, permanecían en la inmadurez. La solución a ese problema era que fueran instruidos por el Espíritu (3:1–4).
Pablo señala que hay cuatro clases de personas dependiendo del estado de instrucción espiritual en que se encuentren:
1.     El hombre natural que no conoce a Cristo. Todos éramos así cuando nacimos físicamente; no podíamos comprender lo espiritual. Para tales personas, la sabiduría de Dios parece locura (2:14) porque no conocen al maestro divino.
2.     El opuesto al anterior es el hombre espiritual que tiene el conocimiento divino,el que permanece en comunicación con el Espíritu Santo y por eso puede comprender la verdad. No obstante, nadie entiende a esta clase de persona, porque su estilo de vida y manera de pensar se alejan de la perspectiva humana para reflejar la divina. Parece muy raro a quienes lo observan, porque no piensa como ellos.
3.     El creyente recién nacido en las cosas espirituales. Como cualquier bebé, se porta mal y necesita muchos cuidados. A veces parece que lo único que sabe hacer es dejar todo sucio y en desorden; entre sus características están las siguientes: proporciona mucho gozo a sus padres, sólo toma leche y no camina ni habla. Los infantes espirituales son semejantes. Necesitan cuidados intensos porque no son autosuficientes ni comen por sí solos todavía. No hay nada de malo en ser bebé. ¡Todos empezamos así! Es la única manera de iniciar la vida.
4.     Los creyentes carnales viejos. Se caracterizan por un estilo de vida controlado por sus deseos naturales. Son como bebés que nunca crecieron, porque siguen comportándose como tales. Pablo indica que andan de la misma manera que las personas que no tienen a Cristo. Se identifican porque:
a.     No pueden comprender las verdades profundas de la fe.
b.     Solo toman leche.
c.     Sienten celos, promueven contiendas y divisiones.
d.     Quieren pelear cuando los demás no hacen las cosas a su manera.
Otros pasajes señalan distintos rasgos de estos inmaduros. Son inestables; se dejan Ilevar por cualquier viento de doctrina (Efesios 4:11–15); son débiles por falta de ejercicio espiritual y no practican la verdad (Hebreos 5:11–13).
Cuando una iglesia se distingue por falta de madurez espiritual, puede convertir cualquier cosa en un gran escándalo. Mas cuando hay madurez, puede enfrentar problemas tremendos y resolverlos adecuadamente. Una congregación así se hace más fuerte en medio de la adversidad.
Los corintios se comportaban como niños. No sabían distinguir entre el bien y el mal. Cuando no obtenían lo que querían, provocaban un escándalo. Como cualquier niño normal, en cuanto menos madurez tenían,menos querían escuchar esa verdad. Es común que los que carecen de madurez traten de comportarse como si fueran mayores para convencer al mundo de que son maduros.
Debido a esa condición, no podían ser enseñados por el Espíritu Santo; no comprendían la voluntad del Dios ni su mensaje. Las divisiones dan testimonio de su orientación mundana (en lugar de espiritual). Se asemejaban a los que no conocían al Espíritu e imitaban al mundo y sus métodos. Se comportaban como niños malcriados. No comprendían lo que el Señor estaba haciendo porque no estaban en comunión con él.
¡PENSEMOS!
¿Qué clase de persona es usted?
¿Natural?
Usted debe confiar en Cristo hoy.
¿Niño?
No se preocupe. Crecerá con el tiempo. Coma bien y haga sus ejercicios espirituales.
¿Carnal?
Es tiempo de someterse al control del Maestro y empezar a crecer.
¿Espritual?
Déle gracias a Dios y siga creciendo hacia la perfección, a la medida de la estatura de Cristo.
La única manera de comprender la Palabra de Dios es conocer íntimamente a su autor. Si no se considera maduro, es tiempo de establecer la comunión con él y empezar a crecer en el conocimiento práctico de Su Palabra. ¿Qué pasos debe dar esta semana?
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