martes, 13 de enero de 2015

Preparación de Sermones: Una herramienta audiovisual de calidad - Para Obreros y Ministros itinerantes

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Información
Este es un libro de “Cómo hacer…” que es fiel a su promesa. El autor expone con claridad y lógica el proceso gradual de la preparación y proclamación de un sermón eficaz.
  • Editorial Portavoz
  • Rústica
  • 320 páginas
 A. ¿Qué es la predicación?
1. “La predicación es la comunicación de la verdad por un hombre a los hombres”.
2. “La predicación es la presentación de la verdad a través de la personalidad” (El Sermón Eficaz, Pág.19,20).
B. Todo predicador y maestro debe querer mejorar su predicación.  A continuación, veamos tres razones porque debemos desear mejorar nuestra predicación:
1. Porque son muy pocos los que saben predicar bien.  “Pocos de los sermones que se predica cada semana en el mundo, son realmente buenos, pero esto no nos excusa ni debe desanimarnos; debemos predicar lo mejor que nos sea posible, esforzándonos para llegar a la excelencia” (Tratado sobre la predicación, 22).
2. Porque la predicación es el medio que Dios ha seleccionado para comunicar el mensaje de salvación y debemos predicarlo en la mejor manera posible.  “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1 Co.1:21).
3. Porque la predicación mal hecha ha causado que muchas personas  pierdan su alma.
C. Razones por las cuales copiar sermones y bosquejos es mal   costumbre:
1. Porque un sermón hecho personalmente sale mejor que un sermón copiado de un libro de bosquejos.
2. Porque el predicador debe saber estudiar la Biblia por sí solo.
I. Paso Uno: Seleccione un Tema.
A. “Definamos el tema como la materia de que se trata en el sermón; la idea central del sermón; el asunto presentado en el sermón” (El Sermón Eficaz, 95). El tema consiste de una sola palabra y nos explica cuál es el asunto general o básico del sermón.
B. Cómo escoger un Tema adecuado para los oyentes
1. Escoja un tema que la congregación necesita escuchar.
a. “El predicador tiene que descubrir las necesidades espirituales, los conflictos, y los problemas de los miembros a quienes predica” (Preaching: Man and Method, 54).
b. Las necesidades espirituales de la persona son muchas; por lo tanto no debe ser difícil hallar un tema apropiado para su sermón.
2. Escoja un tema que usted mismo necesita y que a usted le interesa.  A veces las dificultades que usted tenga pueden ser las mismas que tengan los miembros.
II. Paso Dos: Desarrolle el Título
A. El título es el nombre del sermón.
1. “El título es el nombre que se le da al sermón, o sea el encabezamiento” (El Sermón Eficaz, 96).
2. “El título es una frase que encierra el tema, pero tiene como propósito llamar la atención e interesar a la gente en lo que se va a presentar” (La Escalera de la Predicación, 29).
B. Funciones del Título:
1. El título limita el tema.  El tema es tan general que es necesario especificarlo.  Por caso, el tema “Iglesia”, puede ser convertido en un título tal como “El Establecimiento de la Iglesia”.
2. El título de un bosquejo debe ser interesante y atractivo.
a. No debe ser un título largo, porque ellos aburren y son difíciles de recordar.  “Además un buen título será breve.  Por regla general no debe contener más de cuatro o cinco términos importantes” (El Sermón Eficaz, 96)
b. Debe ser un título que despierta interés en el tema y debe causar en los oyentes el deseo de oír el sermón.
C. Diferentes clases de título
1. Títulos con una o dos palabras importantes.  Por ejemplo, en el título “El Sufrimiento de Jesús” las palabras “Sufrimiento” y “Jesús” son importantes.
2. Títulos que son mandatos.  Por ejemplo, en el título “Ama a tu Prójimo”, nos es mandado que amemos al prójimo.
3. Títulos que hacen preguntas.  En el título “Por Qué Debemos Orar?” nos están haciendo una pregunta.
4. Títulos que sólo hacen declaraciones.  En el título “La Obediencia es Mandada”, sólo nos están declarando un hecho.
III. Paso Tres: Identifique el Propósito
A. La Definición del propósito:
1. El propósito es la meta que usted desea alcanzar con su sermón.
2. El sermón sin propósito escrito es como una flecha disparada al aire, sin puntería.
B. La Importancia del Propósito. “Cada Sermón debe tener a la vista una meta clara.  Antes de sentarse a preparar su discurso, el predicador debe preguntarse a sí mismo: ¿Cuál es mi propósito en este sermón?  Y no debe dar un solo paso más sino hasta haber formulado en su mente una contestación definida a esta pregunta” (El Sermón Eficaz, 57).
C. Es indispensable escribir el propósito de su sermón.
1.”Para cada sermón que el predicador prepara, debe haber un propósito escrito que sea claro y conciso” (Preaching: Man and Method, Pág.75).
2. “Formulemos con claridad el fin que perseguimos.  Empuñemos la pluma y para desterrar todo peligro de ambigüedad, notemos en el papel cual es nuestro propósito” (El Sermón Eficaz, 57).
3. “A la cabeza de su borrador puede escribir este propósito” (La Preparación de Sermones Bíblicos, 112).
D. La Función del propósito.  El propósito es para que el predicador sepa claramente lo que quiere lograr con el sermón que va a presentar.
E. El Propósito tiene que empezar con la palabra, “Quiero”.
IV. Paso Cuatro: Haga la Pregunta Principal.
A. La pregunta principal es la interrogante que el sermón debe contestar.
B. La pregunta principal siempre debe empezar con una de estas palabras: ¿qué, cuándo, dónde, por qué, quién, cómo, cuál?
C. La pregunta principal no se debe escribir en la pizarra, sino solamente en su sermón.
V. Paso Cinco: Elabore los Puntos Mayores
A. Los puntos mayores son respuestas a la pregunta principal. Por ejemplo si la pregunta principal es: “¿Para qué es el bautismo?”, entonces los puntos mayores deben ser las respuestas a esta pregunta.
B. A continuación, veamos los puntos mayores de un sermón llamado “Ofrendas Que Cuestan” y su pregunta principal: ¿Qué son algunas ofrendas que nos cuestan?:  I. El Dinero que damos a Dios y a los demás. II. El Tiempo que apartamos para leer la Biblia, para ir al  culto, y para orar diariamente. III. La Relación que perdemos con nuestros amigos y parientes, cuando nos hacemos cristianos.
VI. Paso Seis: Seleccione Versículos Para sus Puntos Mayores
A. Hay cuatro pasos para seleccionar versículos para cada punto mayor:
1. Identifique cuales son las palabras importantes en cada punto mayor.
a. I. El Dinero que Damos a Dios y a los demás.
b. II. El Tiempo que Tomamos para Leer la Biblia, para Adorar a Dios y para Orar Diariamente.
c. III. La Relación que Perdemos con Nuestros Amigos y Familia, Cuando nos Hacemos Cristianos.
B. Ahora, piense en sinónimos (palabras que significan lo mismo que otra palabra) para las palabras importantes.
1. Dinero – ofrenda, pagar, colecta
2. Tiempo -hora, día, año
3. Leer – Estudiar, Meditar
4. Adorar – honrar
5. Orar (Oración)
6. Amigos
7. Familia – madre, padre, hermanos, hermanas
C. Busque todas las palabras importantes y sus sinónimos en la concordancia.
D. Apunte cualquier versículo que esté relacionado con los puntos  mayores.
VII. Paso Siete: Estudie cada Versículo Que Ha Escogido
A. Estudiar un versículo significa poderlo explicar en sus propias palabras.
1. Toda palabra en el versículo que no entiende, debe buscarla en el diccionario.
2. Numerosos pasajes de la Escritura no son entendidos por los oyentes.
a. Si no puede entender un versículo, no debe usarlo hasta que lo entiende.  “El predicador no debe tratar de explicar un versículo que él mismo no entienda” (Tratado sobre la Predicación, Pág.85).
b. Para poder entender versículos difíciles de la Biblia, estudie las reglas de la hermenéutica (reglas de interpretación bíblica).  Un libro recomendado sobre la hermenéutica se llama Hermenéutica, Introducción Bíblica, escrito por E. Lund, y A. Luce.
B. Estudiar un versículo, además de poderlo explicar, incluye aplicarlo a la vida de los oyentes.
VIII. Paso Ocho: Busque Ejemplos Relacionados con Cada Punto Mayor
A. Las Ventajas Prácticas del Empleo de Ilustraciones en la Predicación:
1. La ilustración explica.  Es útil para aclarar el sentido de las cosas. Ilustrar es iluminar.
2. La ilustración aumenta el interés de los oyentes.
3. La ilustración ayuda poderosamente a la memoria” (El Sermón Eficaz, Pág. 197).
B. Hay tres tipos de ejemplo que puede usar en su sermón:
1. La Ilustración es un cuento ficticio que aclara un punto mayor. Jesús usó ilustraciones llamadas parábolas en su predicación.
2. El Ejemplo Personal es una experiencia que uno ha vivido y tiene relación con un punto mayor.
3. El Ejemplo Bíblico es una historia usualmente del Antiguo   Testamento que enfatiza un punto mayor.
XI. Paso Nueve: Desarrolle la Introducción
A. “Las Funciones de la Introducción:
1. Lograr que los oyentes tengan buena voluntad para con el predicador mismo,
2. Lograr que le presten su atención
3. Lograr que estén dispuestos a recibir la enseñanza que él les quiera impartir” (El Sermón Eficaz, 160).
B. “Las Cualidades de una Buena Introducción:
1. Una buena introducción debe ser interesante.  Su importancia estriba en su habilidad para captar la atención y despertar el interés desde el principio de su sermón.
2. Una buena introducción debe ser breve.  Esta brevedad tan necesaria se logra cuando se tiene cuidado de que la introducción no presente más de un solo pensamiento principal.
3. Una buena introducción será cuidadosamente preparada” (El Sermón Eficaz, Pág. 161-163).
C. Existen muchas formas de introducción.  Veamos tres de ellas:
1. Hable de una experiencia personal que usted haya tenido que esté relacionada con el tema.
2. La Introducción puede decir porqué es interesante el sermón.
3. Lea un versículo sobresaliente que esté relacionado con el tema y haga hincapié en ello.
X. Paso Diez: Desarrolle la Conclusión
A. “La conclusión del sermón constituye el ataque final a la fortaleza de la voluntad de los oyentes” (El Sermón Eficaz, 169).
B. Los elementos principales que pueden entrar en la conclusión del sermón:
1. La Recapitulación.  Con palabras breves vuelve a señalar las divisiones principales del discurso.  Es un resumen breve de los puntos mayores.
2. La Aplicación.  La porción final del sermón deberá hacer hincapié particular sobre la relación práctica que tiene el asunto con la vida diaria de los oyentes.
3. La Persuasión.  En la conclusión queda la tarea de persuadir la voluntad a cumplir con su deber.  Motivar a las personas a tomar una decisión.  El predicador debe bajar la voz.
4. La Invitación.  Siempre debe ofrecer el plan de salvación.  Inmediatamente después de la conclusión, debe haber un himno de invitación que relata apropiadamente a la conclusión.
 

lunes, 12 de enero de 2015

La manifestación en el creyente del creciente conocimiento de Cristo, evidencia su llamado y elección

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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Alcanzando el fruto
2 Pedro 1:5–11

Un curriculum vitae del apóstol Pedro incluiría una gran variedad de “vocaciones”. Algunos críticos señalan únicamente su trabajo anterior a conocer a Cristo y lo llaman, “el pescador”. 

En cierto sentido, la manera en que usan el término da la impresión de que desprecian a su persona (inclusive a veces se agrega el adjetivo “ignorante”), o su ocupación, como que dicho trabajo no era muy noble. Bueno, los evangelios no catalogan esa vocación así ni emplean su ocupación anterior como designación, título o apodo.

Unos escogen todavía otro capítulo de su vida para hacer hincapié en su hora oscura, recordándolo como el discípulo que negó a Cristo. Pues, sí, dicha actuación cobarde es parte de la crónica evangélica. La Biblia nunca califica algo como bueno si no lo fuera.

Por otro lado, en la historia de la iglesia primitiva, tal y como relata el libro de los Hechos de los Apóstoles, no se hace referencia a esa ocasión sombría. Fue un evento triste de la biografía petrina, pero obviamente hubo otro acontecimiento aun más trascendental en el cual se perdonó su error, y le restauró de tal manera, que los eventos de aquella noche no llegaron a ser la pauta para recordar a Pedro, por lo menos, en el Nuevo Testamento.

El apóstol Pedro, autor de la carta que estudiamos, sí pasó por lo arriba mencionado y, aunque difícil sería decir que todos los eventos de su vida anterior han pasado al olvido total, algo, más bien, “alguien”, vino a reemplazar dichos recuerdos. En cierto sentido, a eso se refiere la frase de 2 Pedro 1:3: “…mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia”. 

Pedro sentía la atracción de la persona divina, disfrutaba del poder divino, y se deleitaba en las promesas divinas. Así era el apóstol Pedro, ya maduro, el mismo que escribió la carta, que ya estaba preparado para hablarnos del fruto de una vida expuesta a, y ocupada por la persona y obra de nuestro Salvador Jesucristo.

De acuerdo con el tema y bosquejo general de la epístola, y habiendo visto en el primer estudio la fuente del conocimiento, Pedro sigue elaborando el desarrollo de su carta.


DESARROLLO DEL CONOCIMIENTO EN EL CREYENTE 1:5–11

El cómo. La escalera que conduce al fruto 1:5–7
Por mucho que el horticultor pode un árbol para que su fruta sea fácil de cosechar, parece que la mejor fruta siempre está en las ramas más altas. Alcanzarla requiere de una escalera. En esta sección, el autor describe siete virtudes como si fueran los peldaños de una escala que conducen al fruto (1:8). Aquí se nota la gran diferencia que había entre la filosofía griega y el Nuevo Testamento.

Los filósofos también admiraban la virtud, pero no podían ofrecer a sus discípulos el método para adquirirla. Más bien, aparentemente pensaban que una vida verdaderamente santa era imposible de alcanzar.

En cambio, aun antes de hacer una lista de las virtudes cristianas, Pedro expuso la base para adquirirlas en los vv. 1:3b–4a: “…mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina… (1:3b–4a).

A continuación, el autor dice directamente a los destinatarios de la carta y por ende, a nosotros: “vosotros también”. Por las mismas razones ya presentadas, siendo la principal entre ellas que un creyente participa de la naturaleza divina, todo cristiano debe incorporar las siguientes virtudes a su vida. Esa actuación es lo normal y corresponde al crecimiento, desarrollo y madurez de un hijo de Dios. Además, la entrega a la tarea demanda todo nuestro esfuerzo, por lo que debemos poner “toda diligencia”.


PEDRO NO ESTARÍA DE ACUERDO
CON EL CÍNICO QUE DESCRIBIÓ
AL CRISTIANISMO COMO
“UN ESPASMO INICIAL
SEGUIDO POR UNA INERCIA CRÓNICA”.


El autor pone en claro que la fe es fundamental (por haber sido “llamado” el creyente v. 3) y que es a ella a la que se tienen que agregar las virtudes. Se podría concebir la fe como el hilo en el cual se tienen que ensartar las joyas preciosas que son las virtudes.

La etimología (historia de la palabra) del término “añadir” es fascinante. Viene de un vocablo (joregos) tomado del teatro y de las fiestas de drama que se celebraban en la antigua Atenas. 

Dos famosos poetas trágicos del cuarto siglo a.C. (Sófocles y Eurípides), creaban y presentaban dramas que requerían de coros cada vez más grandes y costosos. Los ciudadanos ricos y prominentes (joregos) de aquel entonces, parece que competían por mostrar su generosidad, con objeto de patrocinar las extravagantes puestas en escena.

Posteriormente, la misma palabra (joregos) dejó de referirse a los ciudadanos ricos o prominentes y tomó el significado de “muy generoso”. Aquí Pedro emplea la forma verbal que se deriva de ese sustantivo (a propósito, esta es la única vez que se usa en el Nuevo Testamento). Traducida como “añadid”, la palabra señala que el creyente no puede satisfacerse con sólo hacer lo mínimo, tiene que ser “generoso” (fértil, muy productivo, abundante) en su adquisición de las virtudes.


EL CREYENTE DEBE SER PRÓDIGO EN EL USO DE
SU TIEMPO Y SU ESFUERZO PARA INVERTIRLOS
EN EL DESARROLLO DE SU VIDA CRISTIANA



¡RAZONEMOS!

 Se ha dicho que la salvación es instantánea y ocurre en el momento que uno acepta a Cristo, pero que la conversión requiere de tiempo. Sin duda, la última frase se refiere al proceso de crecimiento hacia la madurez. 

Uno no nace de arriba y simultáneamente se hace maduro; se necesita tiempo. Por supuesto, algo más que tiempo es necesario, porque el tiempo por sí sólo envejece. La madurez requiere de la obra del Espíritu Santo actuando sobre el conocimiento creciente de la palabra de Dios. El proceso se ilustra en Judas 20: “edificándoos sobre vuestra santísima fe”.

Ahora pasamos a considerar las virtudes mismas, los peldaños de la escalera. Las cinco primeras tienen que ver con la vida interior del creyente y con su relación con Dios.

“La virtud” v. 5. Este término, que no es muy frecuente en el Nuevo Testamento, quiere decir “mérito” o “valor”, y es el mismo que se emplea en el v. 3 donde se refiere a Cristo, y se traduce “excelencia”. La palabra se usaba para expresar el uso correcto o apropiado de algo. Es decir, la “excelencia” (o uso apropiado) de un cuchillo está en su capacidad de cortar. Si no corta, no sirve. La “excelencia” de una buena vaca está en la cantidad y calidad de leche que produce. Si no cumple con esos requerimientos, no sirve.

Ahora bien, la virtud (la “excelencia”) de un creyente, o sea el propósito que Dios tiene en mente para cada hijo de Dios, es que llegue a ser parecido a Cristo. Su vida debe reflejar algo del atractivo de Cristo (v. 3). Los maestros falsos hablaban muy bonito y tocaban un montón de temas, pero su vida no demostraba lo que es el propósito de Dios para los creyentes. Al verdadero hijo de Dios le corresponde agregar a su fe “la virtud”, el pleno conocimiento de lo que es el propósito de Dios y el cumplimiento de ello, reflejando así la excelencia de Cristo.

“Conocimiento” v. 5. Gracias a Dios por las emociones, pero el cristianismo es mucho más que sólo sentimientos. Es sabiduría, sagacidad, conocimiento obtenido en el ejercicio práctico del primer peldaño, “la virtud” o “excelencia”. Es una sabiduría que discierne entre lo bueno y lo malo y evita lo último. Es la capacidad de manejar la vida con éxito y tomar decisiones correctas a la vista de Dios. Quiere decir que es posible vivir la vida sin cometer errores graves.

Pero, y este es un “pero” muy grande y muy fuerte, no se puede lograr todo eso sólo por medio de las emociones. El “conocimiento” requiere el uso de la mente. Hay cosas que debemos aprender. Ya era tiempo que los que ocupaban el púlpito se dirigieran a la mente de sus oyentes y no sólo a sus emociones. Una cabeza vacía es muy susceptible de cometer errores, y de aceptar las falsas doctrinas que prevalecían entonces y en la actualidad.

El apóstol Pablo nos informa que los judíos “tienen celo de Dios (¡emoción!), pero no conforme a ciencia” (Romanos 10:2). También habló de su petición ante Dios a favor de los filipenses: “…que vuestro amor abunde aun más en ciencia y en todo conocimiento” (Filipenses 1:9). No debemos entrar en la pelea en ignorancia, sino que debemos agregar a la fe y la virtud, el conocimiento.

“Dominio propio” v. 6. La palabra que aquí se traduce como “dominio propio” es la misma que usó Pablo en la famosa e importante lista de virtudes que componen el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22–23), solamente que allí se traduce “templanza”. El sentido básico del vocablo original tiene que ver con el control de nuestros apetitos en todas las áreas, tanto del raciocinio, como de las emociones y de la voluntad. Como en el caso de la referida ilustración de la escalera en donde cada peldaño depende del anterior, el “dominio propio” contempla la adquisición del “conocimiento”. Se tiene que poner en práctica lo que ya se ha aprendido mediante la obra educativa del Espíritu Santo a través de la palabra de Dios.

Cualquier sistema religioso que separa la ética de su doctrina, es herético. La demanda del dominio propio era bastante fuerte, puesto que Pedro estaba enfrentando a los maestros falsos, muchos de los cuales postulaban que su conocimiento avanzado los libraba de la necesidad de ejercer semejante control.

“Paciencia” v. 6. Pedro agrega todavía otro ingrediente más al cuadro de lo que es un creyente maduro, otro peldaño en la escalera que lo conduce a dar fruto. La palabra “paciencia” enseña que el creyente debe portarse con valor, aguantando la prueba, no dejando que nada le fuerce a rendirse. Es la actitud y estado mental, que no se mueve por la dificultad, sino que puede resistir los ataques tanto de afuera (del mundo) como de adentro (la carne). El creyente maduro no se da por vencido.


LA VERDADERA FE PERDURA.
POCAS SON LAS PRUEBAS DE LA FE MEJOR
ACREDITADAS QUE ÉSTA.



¡RAZONEMOS!

 Se ha dicho que esta clase de paciencia es más semejante a una estrella que a un cometa, porque tiene que ver con la perseverancia. Sin embargo, esta virtud no se le otorga al creyente automáticamente. 

No es una de las bendiciones que acompañan a la salvación, que se entregan al nuevo hijo de Dios en el momento en que cree. La adquisición de la paciencia no es un evento sino un proceso, y Santiago 1:2–3 lo presenta en forma bien clara: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”. Se dice que cada dificultad tiene un dividendo y le corresponde al creyente hacer que su dificultad se lo pague.

“Piedad” v. 6. Literalmente quiere decir “rendir culto o adorar bien”. Es la actitud reverente que busca complacer a Dios en todo, y que establece su lealtad a Dios como una prioridad. La palabra no se usa mucho en el Nuevo Testamento, tal vez porque los paganos también la utilizaban. En 1 Timoteo 6:6, Pablo usa el mismo vocablo: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento”.
Las dos últimas virtudes de la lista tienen que ver con las relaciones de un creyente con otros.

“Afecto fraternal” v. 6. Convendría aquí insertar las palabras que se encuentran en 1 Juan 4:20: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso”. El amor fraternal era señal del verdadero discipulado y una cualidad que estaba totalmente ausente en los falsos maestros. El peldaño anterior, la piedad, ha de llevar al creyente hacia el “afecto fraternal”. Pedro mismo aprendió esa virtud enfrentando discusiones, argumentos y disgustos con los mismos discípulos. Por eso, pudo escribir: “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (1 Pedro 1:22).

“Amor” v. 6. Ahora Pedro presenta la corona de todas las virtudes. Agape es el “amor” deliberado, basado en nuestra decisión, que siempre busca y anhela lo mejor para el objeto de él. Parece ser una palabra forjada especialmente para comunicar la actitud que Dios ha tenido para con el hombre y que demanda de sus hijos. El amor divino no se basa en lo que el hombre es, sino en lo que Dios es. Primera Corintios 13:13 dice: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”.
Es así como Pedro nos ha llevado desde la raíz, que es la fe, hasta el peldaño más alto, donde se encuentra el fruto, que es el amor.


¿Para qué? 1:8–11
Hay una razón de ser de las virtudes, los peldaños ya mencionados; hay un propósito, o sea, una meta que el creyente debe alcanzar al ir ascendiendo por esa escalera. Efectivamente, Pedro nos provee en 1:8–11 una lista de los resultados de ocuparse continuamente en adquirir las virtudes citadas. Es de notarse que “la diligencia” (v. 5) con la que el creyente sigue agregando virtud sobre virtud, producirá la abundancia o aumento a que se refiere el v. 8.

Activos y fructíferos v. 8. Esta es la expresión en forma positiva, aunque la manera exacta en que Pedro la presenta es negativa: “No os dejaran estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”. La idea es que si atendemos con diligencia a las mencionadas virtudes, el creyente será efectivo y productivo en el conocimiento de Cristo. El conocimiento experimental y creciente de la verdad referente a Cristo producirá lo que debe producir, es decir, llenará su cometido en cada uno.

Es así como de nuevo se ve en la epístola la importancia del conocimiento de la verdad revelada. El creyente tiene que ser fortificado con ese conocimiento para poder resistir el ataque inminente del error.

“Ciego” v. 9. Por otro lado, “el que no tiene estas cosas”, las virtudes o excelencias comentadas a principios del capítulo, se describe como si estuviera ciego. El texto explica más específicamente esto, diciendo que es miope, pues “tiene la vista muy corta”. La metáfora de la ceguera, representando la incapacidad de ver (entender) la verdad, es muy frecuente en las Escrituras. Aquí Pedro aclaró su referencia aún más, usando la frase “habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados”. El contexto tiene a la vista a un creyente, no a un pagano totalmente ignorante de la palabra de Dios. Es un creyente que aunque conoce algo de la palabra, tiene en su corazón nada más una luz vacilante. Es como si alguien o algo le produjera amnesia en cuanto a lo que es importante, el perdón.
Objetivos a corto y largo plazo (vv. 10–11). A la luz de las excelencias que el creyente debe adquirir y experimentar, y más a la luz del creciente conocimiento de Cristo, Pedro dice: “…hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección…” (v. 10).

En primer lugar, el autor aclara que se está dirigiendo a los verdaderos creyentes porque usa el término “hermanos”, la única vez que aparece dicha palabra en sus epístolas. Se agrega así una nota de ternura y relación familiar.

Luego, el verbo de la oración “tanto más procurad” (v. 10) y el sustantivo “diligencia” del v. 5, tienen la misma base, o sea, que por segunda vez Pedro exhorta a sus lectores a la diligencia. Antes señaló la necesidad de ella al subir la escalera de las excelencias. En el v. 10 demandó la diligencia para “hacer firme vuestra vocación y elección”. Es importante notar que el creyente no es el autor de la vocación y elección. Tampoco puede, mediante su esfuerzo, hacer más seguras su vocación y su elección. Sin embargo, la manifestación en el creyente del creciente conocimiento de Cristo y de sus excelencias o virtudes, son evidencias de haber sido llamado y elegido. La seguridad es el fruto. Naturalmente que ese desarrollo, esa madurez espiritual, es producto del Espíritu Santo. Con semejantes puntos de apoyo, es imposible tropezar como dice Pedro.


¡LA SALVACIÓN ES DE JEHOVÁ!
VIENE DEL CIELO Y NOS CONDUCE AL CIELO.


En cierto sentido, lo anterior tiene que ver con el tiempo; lo que sigue se proyecta hacia la eternidad: “Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (v. 11). Naturalmente se refiere al cielo y al hecho de que Dios suple generosamente (el mismo término que se emplea en el v. 5) todo lo necesario para lograrlo.

Meditemos:

 La salvación que vino del cielo se logró mediante el Señor Jesucristo, quien también vino del cielo. En esta seeción de 2 Pedro se notan varios títulos de Cristo: “…nuestro Dios y Salvador Jesucristo (v. 1); “…de Dios y de nuestro Señor Jesús” (v. 2); “…nuestro Señor Jesucristo” (v. 8). Él es “Dios”, “Salvador”, “Señor” y gracias a Dios, “es nuestro”.

domingo, 11 de enero de 2015

A los que habéis alcanzado… una fe igualmente preciosa que la nuestra

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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EL CONOCIMIENTO
Aclarando su esencia 2Pedro (1:1–21)


Fuente del conocimiento para el creyente. 1:1–4
La carta: De quién y para quién (1:1–2). Siguiendo la forma acostumbrada en que se enviaban misivas en la época del primer siglo, ésta también empieza dando el nombre de su autor. Sin embargo, no es como las demás cartas del Nuevo Testamento, porque empieza dando dos nombres de la misma persona. Desde el principio, 2 Pedro es única.

Este hecho naturalmente refuerza la identidad del autor, sobre todo, cuando se considera que en un buen número de textos, aparece la forma original de “Simón” es decir, la forma hebraica “Simeón”. Ningún falsificador del segundo siglo hubiera introducido la forma no hebrea que aparece en la epístola. Por otro lado, sería muy natural que Pedro el apóstol sí la usara.

Pero si los nombres en sí no son suficientes para establecer la identidad del autor, ¿qué tal sus dos credenciales mencionadas en seguida, siervo y apóstol? “Siervo” es traducción de la palabra que se usaba para hablar de un esclavo. Sin embargo, no se refiere aquí a la servidumbre involuntaria, sino a alguien que con muy buena voluntad y hasta entusiasmo se rinde a su amo, en este caso el Maestro, el Señor Jesucristo. A esas alturas, Pedro ya no era el pescador impetuoso e independiente, sino un hombre maduro, totalmente sumiso a su Salvador y Señor.

La palabra “apóstol” coloca al autor en compañía muy selecta. Fueron pocos los que podían adjudicarse semejante título. Efectivamente, Pedro estaba entre los primeros escogidos por el Señor, juntamente con Juan y Jacobo. Él presenció los milagros del Jesucristo, escuchó sus grandes discursos, así como sus parábolas y sencillas lecciones. Anduvo con Cristo por las veredas de Tierra Santa, entró con él a Samaria y subió con él al monte de la Transfiguración. En la última semana de la vida terrenal de nuestro Señor, Pedro estuvo presente durante las grandes enseñanzas del aposento alto, y poco después, descendió al valle más oscuro de su vida, cuando entre los enemigos de Cristo negó a su Señor. Gracias a Dios, su biografía no termina allí.

También fue testigo de la resurrección triunfante y posteriormente fue totalmente restaurado. Entonces, cuando los apóstoles estudiaron (Hechos 1) el dilema de quién tomaría el lugar del traidor Judas, fue Pedro quien hizo una lista de los requisitos de apóstol. Luego, en el siguiente capítulo (Hechos 2), el mismo apóstol llegó a ser el intenso predicador del día de Pentecostés. Años después y estando a más de 2,300 kilómetros de distancia, en la ciudad de Roma, escribió la carta que estamos estudiando, cuyo autor es Pedro, apóstol de Jesucristo.

Los receptores de ésta, su última obra, se catalogan como “los que habéis alcanzado… una fe igualmente preciosa que la nuestra” (1:1). El versículo establece que eran creyentes, pero no indica directamente si eran gentiles o judíos. Tampoco establece el lugar geográfico donde se encontraban.

Si 2 Pedro 3:1, que dice: “Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento”, se refiere a 1 Pedro, entonces los destinatarios son los mismos que se mencionan en 1 Pedro 1:1: “…los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia”. En ese caso, quienes recibieron la segunda carta eran creyentes judíos (“los expatriados”) de Asia Menor.

Por otro lado, es posible que 2 Pedro 3:1 se refiera a otra carta (una ya perdida), es decir, a una que no llegó a formar parte del canon del Nuevo Testamento. Varios eruditos piensan de este modo. Si así fuera, no tendríamos ni la menor idea de quienes fueron los recipientes de 2 Pedro. Sabríamos de ellos únicamente por lo poco que la carta revela, que aunque es “poco”, es muy importante.

Habiendo “alcanzado… una fe” (1:1) indica que eran creyentes que lógicamente, habían aceptado a Cristo hacía relativamente poco tiempo, pero cuya salvación era igual a la de los que aceptaron antes; igual en el sentido de que tenía la misma fuente (la obra de Dios) y los mismos resultados.

Hay una importantísima expresión teológica en la frase “nuestro Dios y Salvador Jesucristo”. Pocas, pero fuertes, son las referencias novotestamentarias donde se identifican directamente a “Dios” con “Jesucristo”. (Véase Juan 1:1; 20:28; Tito 2:13 y la explicación de Pablo en Colosenses 2:9.) No debe extrañar al estudiante del Nuevo Testamento que sea Pedro el que lo dice, reforzando lo que dice en su doxología de 3:18. Es de interés notar que en el Nuevo Testamento el término “Salvador” se aplica a Jesucristo unas 16 veces, 5 de las cuales aparecen en 2 Pedro.

El saludo “Gracia y paz os sean multiplicadas” (1:2) es igual al de 1 Pedro, pero como los saludos de Pedro no hay igual en todo el Nuevo Testamento. En los de Pablo, no se incluye el verbo como aquí, cuando dice: “sean multiplicadas”, siguiendo el estilo formal de los griegos. El uso del verbo, que es un estilo de composición más oriental, en este caso parece indicar que los destinatarios ya habían recibido esos elementos, pero, que a la luz de los maestros falsos que estaban entrando en el cuadro, los hermanos necesitarían una mayor cantidad de esos importantes ingredientes, la gracia y la paz.

No se debe pasar por alto la primera aparición en la carta de la palabra “conocimiento”. La palabra, los derivados de ella o términos análogos, se encuentran unas 16 veces en 2 Pedro, lo cual enfoca lo que él consideraba que era el antídoto para el veneno de los maestros falsos.

La causa: 
De dónde viene la vida (1:3)
La fuerza del versículo se capta en la paráfrasis, “¡Todos, absolutamente todos los recursos necesarios para disfrutar y demostrar la relación que el creyente sostiene con su Dios, él los ha dado ya!” Dios, siempre de acuerdo con todas sus demás perfecciones, planificó, ejecutó y soberanamente aplicó al individuo todo su poder. Y no le entregó solamente lo requerido para el inicio de la vida eterna, sino que también le proveyó todos los recursos necesarios para garantizar y desarrollar esa vida. Dios nos ha reclutado para ser sus soldados y para que entremos en la milicia bien equipados para la pelea.

Entonces, ¿a quiénes se refiere específicamente el pronombre “nos” (1:3)? Debido a la frase “por su gloria” se cree que el “nos” se refiere a los mismos apóstoles. Por cierto, los relativamente recién convertidos (en comparación con los apóstoles) a quienes Pedro escribió, no podían formar parte de ese “nos” por razón de tiempo y geografía. Ellos no habían visto la “gloria” del Señor Jesucristo. En cambio los apóstoles sí la vieron, algunos en el monte de la Transfiguración y todos en el Cristo resucitado. Por otro lado, la fuente de vida es la misma, ya se trate de los apóstoles, de los lectores de la carta, o de nosotros de la edad presente.

Por segunda vez en sólo dos versículos, el autor menciona “conocimiento”. La vida que complace a Dios no le pertenece al hombre caído por naturaleza; es un don de Dios. Y sus detalles se encuentran en la Biblia.

¡QUÉ MARAVILLOSA ES LA GRACIA DE DIOS,
QUE PERMITE AL HOMBRE CONOCERLO!


 El hecho de que un ser humano, finito, con todas las limitaciones que semejante descripción comprende, pueda llegar a conocer al Dios infinito, es en sí un milagro. ¿Cómo es posible? Solamente mediante una obra sobrenatural de parte de ese mismo Dios. En primer lugar, el Dios infinito tenía que revelarse, es decir, él mismo tuvo que comunicarse, dándonos a conocer como es, qué ha hecho, y cuáles son sus planes. De otra manera, el hombre no podría haber sabido nada de él. Aun así, por lo que le pasó al hombre en el jardín de Edén y por consiguiente, a toda la raza, una revelación del Dios infinito no sería suficiente. Por muy inteligente que sea, la Biblia dice: “…el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios porque para él son locura” (1 Corintios 2:14). Tuvo que haber una obra de parte del Espíritu Santo de Dios para convencer al hombre al respecto (Juan 16:7–11). Solamente así puede la mente de un ser finito conocer al Creador infinito.

Ahora bien, este no es un conocimiento puramente intelectual, aunque, claro, la información referente al plan de Dios revelado en su Palabra es absolutamente necesaria. Su aceptación, sin embargo, tiene que ser no solamente del cerebro, sino también del corazón. Es decir, “creer”.

Las Consecuencias: 
De qué somos participantes (1:4)
Aquí Pedro ofrece una especie de definición de lo que quiere decir ser cristiano: “participantes de la naturaleza divina…” (1:4). Las grandes y muy valiosas promesas de Dios en este contexto nos fueron dadas por la “gloria y excelencia” de Cristo (v. 3), cuyo carácter garantizó el valor de ellas.

El resultado no es que el creyente llega a ser un dios ni siquiera un mini-dios. Esta es la meta que tienen varias sectas en la actualidad. Los mormones enseñan que el hombre llegará a ser un dios. La iglesia ortodoxa oriental también cree en la divinización futura del hombre, y de igual manera postulan muchas de las religiones falsas. Pedro jamás hubiera enseñado semejante error. Más bien, la frase “ser participantes de la naturaleza divina…” toma en cuenta que el Espíritu Santo ha impartido a cada creyente una naturaleza nueva, y que es ahora capaz de entrar en comunión con Dios. El apóstol Pablo lo explica de la siguiente manera: “…Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).

Por otro lado, tenemos que confesar que las Escrituras establecen como meta para el creyente que llegue a ser como Cristo: “Amados ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él és” (1 Juan 3:2). No seremos dioses pero, sí tendremos el cuerpo glorificado, lo cual nos facilitará aún más glorificar a nuestro Salvador.

 

sábado, 10 de enero de 2015

Dos reinos no pueden permanecer en un mismo corazón: El libre albedrío decidirá cuál permanece

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 

 
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Las manifestaciones diabólicas
Las manifestaciones diabólicas en las personas son muchas y diversas. De ahí que las veamos en cada individuo de forma diferente:
El oprimido
Es muy común ver personas oprimidas espiritualmente. Estas opresiones actúan en forma externa aunque de manera constante y con el único fin de vencer nuestra resistencia.
La opresión se manifiesta a través de la tentación y la persecución. Por lo general, los cristianos padecen este tipo de opresión. Es una forma que el diablo prepara para que el hombre regrese a la antigua vida de pecado. Por eso nos dice la Palabra que no demos lugar al diablo, que resistamos.
El atormentado
Los demonios atormentan a muchas personas. En este tipo, el espíritu inmundo está dentro de la persona y actúa desde allí. Es el caso del temor, la depresión, la aflicción. Pero no debemos confundirnos, la persona atormentada que manifiesta un problema espiritual no está necesariamente endemoniada. No hay tantos endemoniados en el mundo, pero sí hay atormentados por el diablo. La persona no se resiste, pero los demonios están allí y simplemente debemos echarlos y expulsarlos como manda Marcos 16:17: En el nombre de Jesús.
Veamos como ejemplo el caso de la mujer sirofenicia cuando le dijo a Jesús: «Mi hija es gravemente atormentada por un demonio» (Mateo 15:22). Después de una breve conversación, Jesús le dice: «Vé; el demonio ha salido de tu hija» (Marcos 7:29). Si le dijo: «Ha salido», es porque estaba adentro. Si no, le hubiera dicho: «Se fue de al lado de tu hija».
La persona atormentada no está endemoniada. Hay un campo de su vida que está bajo la influencia del diablo porque no se ha entregado al Señor o porque hay un pacto o una atadura, hay odio o resentimiento. Usted sabe bien que cuando estos sentimientos están guardados en el corazón, hay una puerta abierta para que el diablo entre en nuestra vida y haga un desastre. Esto es claro y real, no es un invento.
El poseído
La persona poseída pierde momentáneamente el control de su cuerpo y voluntad. Luego de recibir ministración a través de la liberación y la consejería, no recuerda lo que atravesó en los instantes previos a su liberación. El endemoniado pierde el control de sus actos. Es aquel que hace algo y luego no lo recuerda. De pronto se enfurece, rompe y quema objetos. Al reaccionar, y cuando le preguntan por lo sucedido, no lo recuerda.
Analicemos el caso de la madre que lleva a su hijo para que Jesús lo libere de un espíritu mudo. Ella le comenta al Señor que por momentos el espíritu lo tomaba, el joven se sacudía, se le llenaba de espuma la boca y crujían sus dientes. Agrega también que muchas veces el espíritu inmundo lo había echado en el agua y el fuego para matarlo, pero no lo había conseguido. Realmente creo que la fe de esta madre era grande; con qué claridad describe el padecimiento de su hijo y con qué madurez espiritual interpreta que un espíritu inmundo lo había poseído. No sabemos por el tiempo exacto, pero ella expresa que su hijo desde niño padecía este tormento. Pensemos en qué razón tenía la mujer para declarar que este era un espíritu mudo. Su hijo no hablaba, no gritaba. Ella describe muchas otras manifestaciones externas que el demonio producía en el muchacho, pero no gritaba.
Ahora veamos cómo Jesús liberó a este joven. Dijo: «Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él» (Marcos 9:25). Lo primero que Jesús hizo fue llamarlo, le dijo algo así: Oime bien, espíritu mudo y sordo. Pero si era sordo, cómo iba a escuchar. Hermano, nunca olvide que Satanás es padre de mentiras y engañador. Observe lo que sucedió después que Jesús lo reprendiera: «Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto» (Marcos 9:26). Ahora sí hablaba y clamaba, ¿le cree todavía? Jesús sabe a quién estaba enfrentando. Él no se deja engañar.
El enajenado
Por último, este tipo de manifestación indica una posesión completa, en forma permanente. En este caso el diablo tiene tomado el cuerpo, el alma y el espíritu. Es el polo opuesto a la persona llena del Espíritu Santo. Tal es el caso del gadareno. Era un ser totalmente antisocial con actitudes violentas, maltratos físicos, deseos suicidas, etc. He visto en los manicomios a los enajenados. Miran pero no ven. Usted les habla y no sabe si lo escuchan. No entienden nada porque a todo su ser lo dominan espíritus del diablo. Quizás se pregunte: «¿Es posible que alcancen liberación?» Dios tiene compasión también de ellos, así como lo hizo con el endemoniado gadareno que era un enajenado, lo puede hacer con cualquiera.
«El gadareno cordobés»
Ya finalizaba la última noche de los sesenta días de campaña evangelística realizada en la ciudad de Córdoba, Argentina. Mientras descendía de la plataforma para regresar al hotel, unos hermanos traen a un loco para que orara por él. El hombre era un verdadero gadareno, un enajenado. Vivía en los montes, hablaba solo, caminaba siempre casi desnudo y descalzo, su cabello estaba sucísimo (haría unos tres años que no se bañaba), sus uñas impresionaban, era como un verdadero animal. La última noche, después de tantos días de campaña, me sentía realmente muy cansado y en el momento que me iba a descansar me traen a este hombre para orar, cuatro camilleros cargaban con él.
Mientras me acercaba, el Espíritu Santo me dijo: «Son dos legiones». A lo que respondo: «Señor, ya no tengo más fuerzas y estoy casi sin voz». Pero igualmente le impuse mi mano y reprendí todo demonio diciendo: «En el nombre de Jesús, deja libre este cuerpo». El hombre salió como una bala corriendo hasta que lo perdimos de vista y entonces lo declaré libre por fe.
A los seis meses, volví a Córdoba para una reunión especial del Día de Pentecostés. Muchas personas dieron testimonio de las sanidades y liberaciones que experimentaron en la última campaña. Entre toda esa gente subió un hombre bien vestido a testificar que Dios había librado su vida. En ese momento los líderes de esa ciudad me dijeron: «Hermano Carlos, ¿recuerda a este hombre?» Realmente no sabía quién era, pero al comentar de nuevo el caso, grande fue mi asombro al ver el cambio en él.
Después de aquella oración, el «gadareno cordobés» salió corriendo al medio del campo y estuvo allí gritando durante cinco días. Con cada grito salían demonios. El último día, el hombre comenzó a caminar a la que alguna vez había sido la casa de su familia. Cuando lo vieron en la puerta de la casa, los familiares no entendían pues estaba totalmente en sus cabales, su vida había cambiado. La noche que oré por ese hombre estaba muy cansado, pero Dios no necesita ni de mi esfuerzo, ni del suyo; ni de mi capacidad ni de la suya, Él es soberano sobre todas las cosas.
La obra de Satanás en la vida de los hombres se expresa de diferentes maneras aunque toda su actividad apunta a hurtar, matar y destruir (Juan 10:10). Jesús declara que el diablo es homicida desde el principio, que no hay verdad en él. También dice que cuando habla mentira, de él mismo lo hace porque no solo es mentiroso sino que es padre de toda mentira. ¿Qué podemos esperar de semejante ser que es ladrón, homicida, destructor y mentiroso?
Maldición familiar
Con respecto a este tema hay mucho que decir. Cada vez que maldecimos estamos invocando un espíritu. Muchas de las personas que deben ministrarse en liberación son el resultado de las maldiciones vertidas por otras personas, en especial por los padres.
Una de las maldiciones familiares más comunes es cuando abuelos, tíos o padres entregan su descendencia a pedido del mismo Satanás. Lo que ellos no saben es las tremendas consecuencias que esto les traerá. Toda clase de maldiciones generacionales engendran frustraciones y fracasos hereditarios que deben cortarse.
La Biblia dice que existen ataduras en la tierra que deben desatarse en el cielo. Así es como debemos actuar. Es muy común, en especial en las culturas latinas, las ataduras realizadas a través de los mandatos y sentencias familiares. Las maldiciones heredadas las hemos recibido incluso desde niños: «Eres igual a tu padre»; «Siempre serás un burro»; «No sirves para nada»; etc. La palabra expresa autoridad. Dios hizo al mundo con la palabra. La palabra construye y también destruye. Es común escuchar a padres o hermanos decirle a los niños «locos» o «tontos». A través de estas palabras invocamos espíritus demoníacos y atamos al niño. Las palabras atan.
Hace algún tiempo atrás le llamé la atención severamente a uno de mis hijos por haberle dicho a su hermano una palabra que no correspondía, al oírlo me asusté. ¡Nunca permita que esas palabras se digan entre los miembros de su familia! Nuestra responsabilidad como cristianos es «bendecir», llevar bendición incluso a través de las palabras. Siempre cuando hablo con mis hijos les digo: «¿Qué tal «genio?» ¿Qué hiciste «campeón»?
Algunas madres no se dan cuenta de esta verdad y sus hijos, al crecer, viven las consecuencias de lo que sus madres les sentenciaron. He conocido a muchachos que han oído de boca de sus madres decir: «¡Por qué habrás nacido! ¡Para qué te habré traído al mundo!» Estos jóvenes han quedado marcados hasta que encontraron a Jesús y pudieron hallar sanidad a estas heridas.
Cuando decimos «bobo», «animal», expresamos nuestro enojo momentáneo. No nos damos cuenta de que luego pagamos las consecuencias en el mundo espiritual.
Un testimonio, que es realmente esclarecedor y refleja la verdadera cultura latina a través de frases que constantemente se usan, es el que a continuación expondremos:
Nací siendo hijo, nieto y biznieto de hombres y mujeres que vivían como querían, pero siempre en contra de la voluntad de Dios. Por lo tanto, recibí herencia de corrupción, enfermedad y muerte. Pero un ministro del diablo como fui, no solamente nace, sino también se hace.
Cuando era niño me castigaban con violencia verbal y física, ellos me decían: «Los chicos son hijos del rigor»; «La letra con sangre entra». Después se justificaban diciendo: «Porque te quiero, te aporreo».
También en la escuela me imponían cosas tales como: «Lo vas a hacer así, porque yo lo digo»; «Vas a entender por las buenas o por las malas»; «Yo te voy a sacar bueno».
Cuando decía algo indebido o hacía alguna travesura, en seguida me condenaban con una profecía fatal: «Eres igual a tu padre». A continuación sellaban esta profecía con algunos refranes de sabiduría popular: «Cría cuervos y te sacarán los ojos»; «De tal palo, tal astilla»; «Al que nace barrigón, es al ñudo [inútil] que lo fajen»; «Difícil que el cerdo vuele». Con esto último querían decir que nunca cambiaría. Así que me trataban de cuervo, cerdo, burro, inútil, atorrante, infeliz y otras denominaciones peores. Claro, que por supuesto, con fines estrictamente correctivos y pedagógicos.
Todo esto lo he perdonado en el nombre de Jesús para no vivir más atado al odio, al temor y a las falsas doctrinas de mi familia.
Mis mayores, a quienes veneraba, también me enseñaron algunas otras cosas. Me decían: «Querer es poder»; «La fe mueve montañas» (como es lógico, no se referían a la fe en Dios, sino a la confianza y voluntad humana); «Persevera y triunfarás»; «Eres joven, tienes el mundo en tus manos». Constantemente me reiteraban: «La mayor riqueza que un padre puede dejar a su hijo es el estudio y una carrera para que pueda defenderse en la vida». Con esto me decían: «Debes estudiar si quieres ser alguien». Si llegaba a ser «doctor», sería una condecoración para toda la familia. Afirmaban: «Si no estudias, vas a ser un pobre desgraciado»; «Serás lo que debas ser o no serás nada». También aseveraban que: «Tener es poder»; «La plata no hace la felicidad, pero sin ella no se puede ser feliz»; «Barriga llena, corazón contento»; «Lo más importante en la vida es tener salud»; y algunas otras frases más.
Cuando leía algo espiritual o iba a menudo a la iglesia católica, me decían riéndose: «¡Lo único que nos faltaba, que se haga cura!» De los religiosos, las frases que más recuerdo eran: «Conócete a ti mismo»; «Cuídate, ayúdate y perfecciónate a ti mismo».
La carga de los «debes», «deberías», «tienes» y «tendrías» me aplastaban … todo era esfuerzo y voluntad personal, sacrificio humano, sufrimiento, remordimiento, resignación, ser inteligente y demostrar buena educación.
También aprendí en mi casa que: «El que pega primero, pega dos veces», que hay que imponerse en todo: «A Dios rogando y con el mazo dando». Inclusive, muchos cristianos creen que esta frase es bíblica.
En la escuela secundaria me enseñaron: «El hombre es un animal racional»; «Pienso, luego existo». A mis veinte años me habían convencido de que: «Cada uno labra su propio destino».
El mundo era, según mi dolorosa experiencia, egoísta, hostil, mentiroso e hipócrita. Sin embargo, ellos me decían que el mundo no era así, que yo lo veía de esta manera porque: «El ladrón se cree que todos son de su condición».
No solo me involucraron en falsas doctrinas, sino que también me instruyeron para que enseñase como ellos, creyendo que transmitía la verdad. Al fin me decidí a estudiar sicología clínica y social, parasicología, budismo zen, astrología y curanderismo. De esta manera llegué a ser un falso maestro y ciego guía de ciegos.1
En octubre de 1984 asistí, junto a un grupo de amigos sicólogos y estudiantes avanzados, a una campaña de Carlos Annacondia que se estaba realizando en Lomas de Zamora, Argentina, con el objetivo de investigar. En verdad, no quería ir, estaba cansado de ver sanidades engañosas, pero igualmente mis amigos me llevaron.
En un momento de la reunión pidieron que los enfermos pasaran al frente para poder orar por ellos. Como padecía una alergia hereditaria e incurable, pasé adelante para poder comprobar la verdad de estas señales que se comentaban. De pronto, me encontré clamando a Dios por mi salvación y por el amor que nunca había conocido. Comprendí entonces que hasta ese momento había sido un instrumento idóneo en las manos de Satanás. ¡Bendito sea Jesús que no miró mi maldad y la enorme cantidad de vidas que empujé al abismo, sino que me rescató para mostrar en mí su amor!
Basilio, Argentina.
Este relato nos hace reflexionar y pensar cuántas veces hemos dicho estas frases tan conocidas. Imagino que cada cultura tendrá las propias. Pero es frecuente oír estas palabras, en especial entre los que más se quieren: esposos, padres, hijos, hermanos, etc. No permita que esto continúe sucediendo en sus vidas. Quite estas frases de su vocabulario. Reconozca que parte de los fracasos que enfrentamos en la vida son consecuencias de esto. No permita marcar la vida de su ser querido hablando de esta manera.
 
Espiritualmente estas palabras tienen mucho valor. El diablo las aprovecha para hacer que la persona sentenciada o maldecida lo crea. Tarde o temprano, causan heridas en el individuo que requerirán la ministración del Espíritu Santo para sanar y llegar a perdonar a los ofensores.
 
Dios nos enseña que la muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos (Proverbios 18:21). La maldición ata las vidas e impide la bendición. Aprenda a bendecir a sus hijos, a su cónyuge, a sus padres y notará un gran cambio.
 
En cuanto a esto, el apóstol Pedro nos enseña lo siguiente: «Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño» (1 Pedro 3:10). Nuestra lengua causa muchos males que solo Cristo los puede remediar en la medida que reconocemos nuestra falta.
 
Si queremos que nuestro futuro sea bueno, debemos cuidar nuestra lengua de hablar el mal. Esta es la clase de maldición en la que participan poderes espirituales de maldad. Por lo tanto, debemos aclarar que Satanás no es omnisciente, así que no tiene la capacidad de leer los pensamientos. Aunque no sabe lo que pienso, comprende lo que declaro con mi boca. De ahí lo importante que es confesar bendición y no maldición. ¿Quién no recuerda el pasaje de la higuera que se secó al maldecirla?
 
La confesión es muy importante. A todas las personas que dan el paso de fe y aceptan a Jesús como Salvador de sus vidas, siempre les hago repetir sus oraciones en voz alta. El diablo tiene que escucharlas declarar su confesión de fe para salvación. Muchas veces veo a personas que están paradas frente a la plataforma en el momento del llamado a salvación y no repiten en voz alta lo que les digo. Entonces pido que lo digan a voz en cuello. El diablo los debe oír. Cuando muchos me dicen: «Ya hice la oración con mi mente», les respondo que el diablo no los escuchó. La Biblia es clara, en Romanos 10:10 dice: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación».
 
Suelo ver a personas que en medio de esta oración les cuesta decir: «Señor, te entrego mi vida» o «Te recibo en mi corazón», porque en ese instante se está librando una lucha de poderes espirituales. Dos reinos no pueden permanecer en un mismo corazón. Alguno debe salir y esto depende de la voluntad y el libre albedrío de quien está tomando esta decisión tan importante.
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