domingo, 6 de octubre de 2013

Abramos la Biblia; Génesis: Estudio Sistemático

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Génesis
GÉNESIS
PASAJES Y HECHOS CLAVE
La creación y la corrupción del mundo, capítulos 1-3
Caín mata a su hermano Abel 4
Noé y el diluvio 6-9
La torre de Babel 11
La historia de Abraham 12-25
Destrucción de Sodoma y Gomorra 19
Historia de Jacob 27-35
Historia de José 37-50
En el principio creó Dios los cielos y la tierra. (Gn 1.1)
La Biblia comienza con esta magnífica y fascinante declaración, que nos retrotrae a los comienzos de nuestro mundo. En estas pocas palabras, el autor establece las grandes verdades fundacionales de que hay un solo Dios, quien existía en los comienzos, y que toda la creación es obra suya. Todo descansa en esto, y desde aquí discurre toda la narración bíblica.
La creación del mundo
A continuación tenemos una descripción de la creación, que comienza:
Dijo Dios: «Sea la luz». Y fue la luz. Vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas. Llamó a la luz «Día», y a las tinieblas llamó «Noche». Y fue la tarde y la mañana del primer día. (Gn 1.3-5)
Cada uno de los dramáticos actos creadores comienza con las palabras: «Dijo Dios: “Sea...”» o «“Haya…”», y termina con las palabras: «Y fue la tarde y la mañana», y el número del día.
La creación del mundo se nos describe en el lenguaje de la poesía y los acontecimientos se ordenan dentro de un patrón perfecto. La poesía no solamente comunica belleza; es también un maravilloso vehículo para transmitir verdad. Las afirmaciones no son meras declaraciones de carácter científico sino que representan la verdad, con muchos estratos de significado. Pueden ser entendidas simplemente por lo que expresan en primera instancia, o se puede descubrir y apreciar también algo del significado subyacente. El relato de Génesis no pretende presentar un informe fáctico sobre cómo Dios creó el mundo —digamos, en siete días literales— sino que permite al lector absorber la verdad esencial sobre la creación: el sol, la luna, las plantas, los animales y los seres humanos entraron en existencia por el magnífico poder de Dios y en respuesta a su expreso deseo y mandato.
Hombre y mujer
A medida que se desarrolla el relato, los mares turbulentos son contenidos, el mundo es vestido de árboles y plantas, y la tierra, el mar y el aire se llenan de criaturas vivientes. Pero cuando hace a los seres humanos, el propósito creador de Dios se describe de una manera diferente.
Entonces dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y tenga potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra». (Gn 1.26)
Hombres y mujeres fueron hechos para parecerse a Dios de una manera imposible para la creación animal. Hombres y mujeres tendrían la capacidad de amar, de recordar, de elegir y de estar en relación con Dios mismo. También fueron creados para ser agentes de Dios, a cargo del resto de la creación, para administrarla bien. El autor no percibe a los seres humanos como resultado del azar ciego ni a merced de planetas y estrellas. Los describe como una obra artesanal de un Dios amante que los diseñó para gobernar su mundo y —algo aún más asombroso— para gozar de su amistad. Es una escena perfecta y el autor concluye el relato con las palabras:
Y vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno en gran manera. (Gn 1.31)
Un segundo aspecto de la historia es la creación de la mujer como una pareja para el hombre, en igualdad con este. Dios los acerca y el autor resume allí el criterio de Dios acerca del matrimonio:
Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne. (Gn 2.24)
En lenguaje poético, el autor ha descrito el vasto alcance de la buena creación de Dios. Ha dado respuesta a algunas de las preguntas más profundas sobre el origen y la finalidad de la vida. Nos ha presentado ante un mundo perfecto.
Pero todos sabemos que la vida no es perfecta. Incluso en el mundo natural hay perturbación y caos, y entre los seres humanos hay codicia, ira, explotación y crimen. De modo que el autor relata en seguida, siempre en el lenguaje de la poesía, cómo se introdujeron estos elementos extraños en ese mundo perfecto.
Tragedia
El primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva, vivían en el hermoso Jardín del Edén, ocupándose de plantas y animales, en feliz compañía de Dios. Tenían completa libertad, excepto por una condición:
Del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás». (Gn 2.17)
Esas fueron las palabras de Dios. El nombre del árbol nos da una clave sobre su significación. Hombres y mujeres pretenderían saber por sí mismos lo que era bueno o malo para ellos. Eso destruiría la inocencia e introduciría un conocimiento peligroso. Comer de ese fruto traería como resultado la muerte.
La narración describe cómo la astuta serpiente tentó a Eva para comer el fruto prohibido. En otra parte de la Biblia se dice que la serpiente es el nombre dado a Satanás, el enemigo de Dios y de la humanidad. Eva tomó el fruto porque vio que era «agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría». Ella también le dio un poco a Adán y, cuando hubieron comido, sus ojos se abrieron. Habían perdido su inocencia. Tomaron conciencia de su desnudez delante de Dios y el uno frente al otro. Por primera vez sintieron vergüenza de encontrarse con Dios y se escondieron de él. Habían elegido la autonomía y la desobediencia en lugar de la dependencia amorosa de Dios, su Hacedor; y por este acto la creación entera se desquició. Este trágico acto desencadenó una multitud de amargas consecuencias.
Dios aparece hablando a la serpiente y a Adán y Eva, mostrándoles las consecuencias de sus actos. De ahora en adelante la tierra dará espinos y abrojos. La relación entre los sexos se echará a perder por la explotación. La muerte física los alcanzará, aunque no en forma inmediata. La muerte espiritual ya había destruido su estrecha relación con Dios. En un acto profundamente significativo, Adán y Eva fueron expulsados de su jardín paradisíaco. Sangre, sudor, trabajo y lágrimas estaban esperándoles.
La poesía de estos primeros capítulos de Génesis es seguida por informes narrativos sobre los primeros descendientes de este primer hombre y de esta primera mujer. Su hijo Caín mató a su hermano Abel, por celos, y sus descendientes prosiguieron la espiral de creciente pecado y violencia. Finalmente:
Vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra… y se arrepintió Jehová de haber hecho al hombre en la tierra. (Gn 6.5-6)
Otras historias sobre la creación y el diluvio
Además de la narración bíblica, hay otras primitivas historias de la creación y de una gran inundación, que nos llegan de Babilonia. Algunas de las ideas se asemejan a los relatos bíblicos; pero las diferencias, especialmente en el concepto de Dios, son muy marcadas. El Dios de Génesis es un solo Dios, no varios dioses, y el hombre y la mujer son la obra culminante de su creación. En el relato babilónico, los seres humanos aparecen como una idea tardía, conveniente para los dioses, a quienes debían alimentar y servir. El Dios de Génesis actúa por amor y justicia, y no por capricho o egoísmo.
El diluvio
Dios determinó borrar su creación con una inundación, pero encontró un hombre bueno, Noé, quien confiaba en él y le obedecía, aun en esos días tenebrosos. A pedido de Dios, Noé construyó una enorme embarcación —el arca— para preservar a su familia y a miembros del reino animal. Noé también intentó persuadir a quienes lo rodeaban para que retornasen a Dios, pero sin éxito. Cuando vino el diluvio, Noé y su arca con su precioso cargamento sobrevivieron y, cuando finalmente emergieron, construyeron un altar y dieron gracias a Dios. Dios prometió que nunca más enviaría otro diluvio y entregó el arco iris como signo de su inquebrantable promesa.
La Torre de Babel
Después del diluvio los hombres y las mujeres continuaron viviendo a su propio arbitrio. No quisieron diseminarse y poblar la tierra como Dios instruyera a Adán y Eva y a sus descendientes. En lugar de eso se establecieron en un centro donde comenzaron a edificar un monumento que haría honor a su soberbia y a sus logros. Dios confundió sus planes, pero estaba claro que la mayoría no estaba preparada para tomar el camino de Dios.
Abraham
En la segunda parte del libro de Génesis la pintura cambia: de la escena amplia pasa a enfocar un hombre en particular, Abraham, su esposa y familia. Dios aún deseaba darse a conocer a hombres y a mujeres y quería apartarlos de su desobediencia para que tuvieran con él una feliz relación. La estrategia que planeó consistió en elegir a un hombre —una sola familia— y hacer de él y de sus descendientes una nación con una relación especial con Dios. Se daría a conocer a ellos, les entregaría sus promesas y sus leyes. Ellos, a su vez, darían a conocer a Dios a las demás naciones del mundo: este era el plan de Dios, su propósito al elegir a esta gente.
La promesa de Dios
Abraham y su mujer, Sara, vivían en la ciudad de Ur, al oriente de lo que se conoce como la Medialuna Fértil. Se trata de un semicírculo de tierra que va desde Egipto, pasando por Palestina y Siria, para bajar luego al Río Éufrates, hasta el Golfo Pérsico. En el medio del bienestar y de la cultura de Ur, Dios llamó a Abraham a abandonar su hogar sedentario y comenzar una vida nómada, viajando hacia la tierra de Palestina. Dios le prometió:
Haré de ti una nación grande, te bendeciré… y serán benditas en ti todas las familias de la tierra». (Gn 12.2-3)

UR: LA CIUDAD DE ABRAHAM
Abraham y su esposa Sara vivían en la ciudad de Ur, en el sur de Babilonia, cuando Dios les dio nuevas instrucciones. Debían abandonar la seguridad de la ciudad con su gran templo al dios-luna, y partir en un largo viaje a una nueva tierra que Dios prometía darles.
Excavaciones en el lugar del antiguo Ur han descubierto los restos de casas de ciudadanos acaudalados: dos pisos construidos alrededor de un patio pavimentado. Grandes cantidades de tablillas de arcilla proporcionan registros del comercio —adquisición de tierras, herencias, matrimonios— y de asuntos diplomáticos. Por su parte, las ruinas de un gran templo piramidal escalonado dan testimonio de la importancia de la religión.
Abraham obedeció al llamado de Dios. Por el resto de su vida viviría como un nómada, trasladándose en función de las necesidades de agua de sus rebaños y familia, aunque siempre dentro de la tierra de Canaán que Dios había prometido a sus descendientes.
Dios hizo un pacto o alianza con Abraham. En una solemne ceremonia, prometió que los descendientes de Abraham serían tan numerosos como las arenas de la playa o las estrellas del cielo, y que heredarían la tierra de Canaán. Había un gran obstáculo en la forma en que Dios había dispuesto cumplir su promesa. Abraham y Sara no tenían hijos y ambos eran viejos. Sin embargo, la promesa involucraba a sus descendientes.
Después de muchos duros años de espera, cuando Sara había sobrepasado la edad de tener hijos, la promesa de Dios se cumplió y nació un hijo, Isaac. La Biblia alaba a Abraham por su fe, porque continuó confiando en Dios aun cuando parecía imposible que la promesa se cumpliera.
Una prueba aun mayor tuvo que afrontar la fe de Abraham. Cuando Isaac era ya un muchacho, Dios hizo lo impensable y le pidió a Abraham que ofreciera a su hijo en sacrificio. En aquel tiempo se practicaban sacrificios humanos entre los pueblos vecinos.
Con el corazón dolido, Abraham se puso en camino con su atesorado y muy amado hijo. Mientras iban hacia el lugar del sacrificio, Isaac advirtió que algo estaba mal, y dijo:
—Tenemos el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?
Abraham respondió:
—Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío. (Gn 22.7-8)
Al levantar Abraham el cuchillo para matar a su hijo, el ángel de Dios lo detuvo:
—No extiendas tu mano sobre el muchacho ni le hagas nada, pues ya sé que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste a tu hijo, tu único hijo. (Gn 22.12)
Abraham encontró un carnero en los arbustos, enredado por sus cuernos. Lo ofreció en holocausto a Dios, en lugar de su hijo. Ahora Abraham sabía que su Dios no quería los sacrificios humanos que otros dioses exigían. También descubrió que estaba preparado para confiar absolutamente en Dios y darle el primer lugar, antes de cualquier otra cosa.
El pueblo judío considera a Abraham como el padre de su nación. No solo fue el antecesor físico de sus tribus, sino que la promesa divina de heredar una nación y una tierra le fue hecha a él. Abraham es también el principal ejemplo de alguien que confía en Dios y le obedece de todo corazón.
La época de los patriarcas
Abraham, Isaac y Jacob suelen llamarse «los patriarcas» porque fueron los padres fundadores de su nación. Si bien en el pasado algunos eruditos pusieron en duda su existencia, hay muchas buenas razones para creer que sí vivieron. Probablemente vivieron en la Edad Media del Bronce, entre los años 2000 y 1500 a.C., aunque algunos los ubican entre 3000 y 1000 a.C.
En ese período muchas tribus migraban en la región. Los patriarcas iban de un lugar a otro en Palestina, donde entonces había un cierto número de ciudades-estados que tenían fuertes lazos con Egipto. Posiblemente los nómadas tenían autorización para apacentar sus rebaños en los campos, después de las cosechas. También podían dirigirse a un oasis —uno era Beerseba— en busca de pasto y agua.
Jacob
Con el tiempo, Isaac contrajo matrimonio y tuvo hijos mellizos. Solo uno de los dos continuaría la línea familiar y las promesas del pacto hecho por Dios con Abraham. Antes de que los niños nacieran, Dios dijo a la madre, Rebeca, que el hijo menor sería el elegido. Sin embargo Isaac favorecía a Esaú, el mayor, y Jacob trató de escamotear a su hermano mayor el derecho que tenía a la sucesión de las promesas y bendiciones de Dios.
Pese a sus intrigas y engaños, Jacob realmente daba valor a las promesas de Dios, mientras que su hermano Esaú, aunque atractivo y simpático, no las tenía en cuenta. Dios utilizó las muchas y severas experiencias de la vida de Jacob para acercarlo a él y transformarlo de un embaucador marrullero en una persona de firme confianza en Dios.
Camino a casa, después de muchos años de exilio, Jacob tuvo un extraño encuentro. Durante toda la noche luchó con un misterioso forastero. Al final del combate, Jacob exclamó: «Vi a Dios cara a cara».
Jacob el engañador pasó a ser «Israel», el que lucha, o el que persevera en Dios. Este nuevo nombre fue dado a sus descendientes.
Jacob tuvo seis hijos varones de su primera mujer, Lea, y una hija, Dina. Tuvo dos hijos con cada una de las esclavas de sus dos esposas y, más adelante, dos hijos de Raquel, su segunda esposa, a quien amaba entrañablemente. Fueron los once hijos de Jacob, y los dos hijos de su favorito José, quienes se convirtieron en los líderes tribales de la nación de Israel.
Los primeros cinco libros de la Biblia
Los primeros cinco libros de la Biblia suelen formar un grupo conocido como el Pentateuco o cinco libros. El nombre judío es Torá, que significa instrucción o enseñanza. Estos son los libros de la ley de Dios.
Eruditos del siglo XIX desarrollaron la teoría de que había cuatro estratos distintos en los textos del Pentateuco. Algunos de estos estratos se diferenciaban por la forma del nombre empleado para designar a Dios. El autor que usó el nombre Yahvé es conocido como J. El que usó Elohim, E. Un grupo sacerdotal de autores es llamado P, y se usa D para los autores deuteronómicos; se cree que estos reunieron y editaron el libro de Deuteronomio y otros libros con el mismo tipo de mensaje. La teoría se volvió más compleja en años recientes, al identificarse muchos otros estratos. Hoy se la pone en tela de juicio.
Algunas partes de los cinco libros son claramente muy antiguas y parecen remontarse a registros orales o escritos del propio Moisés. El hecho es que se incluyen muchas tradiciones diferentes, y los editores finales utilizaron su propio saber y entender en la compilación de los libros. También es incierta la fecha en que vivieron estos compiladores.
Los eruditos prosiguen el debate, olvidando a veces que esta forma de mirar el texto no debería impedirnos la contemplación de su significado primordial y su tema de conjunto. Lo esencial es leer y comprender el texto en su estado actual.
La historia de José
De todos sus hijos, Jacob amaba más a José. Era el primogénito de su muy amada esposa Raquel. Los otros hermanos, sin embargo, estaban celosos de José, especialmente cuando les contaba sus sueños: sueños en los que él se enseñoreaba sobre el resto de la familia. Un día en que fue enviado a ver a sus hermanos que estaban lejos, apacentando el ganado, estos encontraron la manera de librarse de él. Lo arrojaron a un pozo vacío, y luego lo vendieron a unos mercaderes que viajaban rumbo a Egipto.
En Egipto, la suerte de José fluctuó violentamente. Comprado como esclavo por Potifar, importante funcionario del rey de Egipto, José se mostró capaz y digno de confianza. Muy pronto se convirtió en el mayordomo de la casa. Pero la mujer de Potifar puso en él sus ojos. Cuando José rechazó sus intentos de seducción, ella lo acusó a gritos de intentar violarla, y José fue arrojado a la cárcel. No importa cuán adversas fueran las circunstancias, el autor nos dice que «Jehová estaba con José».
En la prisión, José se ganó muy pronto la confianza del carcelero. Se hizo famoso por explicar sus sueños a dos funcionarios del faraón que también estaban presos junto con él. Los antiguos egipcios creían firmemente en los sueños como una clave para conocer el futuro. Había manuales para su interpretación. El jefe de los coperos, cuyo sueño había sido interpretado por José, fue liberado. Se acordó de José cuando el faraón tuvo un sueño que nadie entendía. José fue sacado rápidamente de la prisión y vestido para presentarse ante el rey. Interpretó los sueños del faraón, y reconoció prestamente a Dios como la fuente de su asombrosa capacidad de visión: primero vendrían siete años de abundancia, seguidos por siete años de una terrible hambruna. Impresionado, el faraón puso a José a cargo del almacenamiento y distribución de alimentos.
Así, por un golpe de suerte (o, como creía José, por designio de Dios), sus hermanos llegaron un día —sin sospechar nada— a mendigarle comida, ya que el hambre también había alcanzado a su tierra. Por un tiempo José mantuvo secreta su identidad, pero al fin perdió el control y les confesó quién era, perdonándolos y rogándoles que trajeran al anciano Jacob y a sus familias para establecerse en Egipto, donde había alimento para todos.
Allí, en el país de Egipto, termina el libro de Génesis. Pero la promesa de Dios no fue olvidada. Antes de morir, José impartió instrucciones para que llevaran sus huesos cuando la familia abandonara Egipto, pues estaba seguro de que eso ocurriría. Él quería descansar por fin en la tierra prometida por Dios.

sábado, 5 de octubre de 2013

Lectura de la Biblia en un año: Lectura 5 - Génesis 14/17/RV actualizada

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Abram rescata a Lot
14 1 Aconteció en los días de Amrafel rey de Sinar, de Arioc rey de Elasar, de Quedarlaomer rey de Elam, y de Tidal rey de Goím, 2 que éstos hicieron guerra contra Bera rey de Sodoma, Birsa rey de Gomorra, Sinab rey de Adma, Semeber rey de Zeboím, y el rey de Bela, la cual es Zoar. 3 Todos éstos se reunieron en el valle de Sidim, es decir, el mar Salado.  4 Doce años habían servido a Quedarlaomer, pero en el año 13 se rebelaron. 5 En el año 14 vinieron Quedarlaomer y los reyes que estaban con él, y derrotaron a los refaítas en Astarot-carnaim, a los zuzitas en Ham, a los emitas en Save-quiriataim, 6 y a los horeos en el monte Seír, hasta El-parán, que está junto al desierto. 7 Luego regresaron, llegaron a En-mispat, que es Cades, y devastaron todo el campo de los amalequitas y de los amorreos que habitaban en Hazezón-tamar.
8 Entonces salieron el rey de Sodoma, el rey de Gomorra, el rey de Adma, el rey de Zeboím y el rey de Bela, la cual es Zoar, y dispusieron la batalla contra ellos en el valle de Sidim; 9 a saber, contra Quedarlaomer rey de Elam, Tidal rey de Goím, Amrafel rey de Sinar y Arioc rey de Elasar: cuatro reyes contra cinco.
10 El valle de Sidim estaba lleno de pozos de brea. Y al huir los reyes de Sodoma y de Gomorra, cayeron en ellos, mientras que los demás huyeron a las montañas. 11 Los enemigos tomaron todos los bienes de Sodoma y de Gomorra, y todos sus alimentos, y se fueron. 12 También llevaron consigo a Lot, el hijo del hermano de Abram, junto con sus posesiones (porque Lot habitaba en Sodoma), y se fueron. 13 Pero uno de los que escaparon fue y lo contó a Abram el hebreo, que habitaba en el encinar de Mamre el amorreo, hermano de Escol y hermano de Aner, quienes eran aliados de Abram.
14 Cuando Abram oyó que su sobrino  había sido tomado cautivo, reclutó  a sus 318 criados nacidos en su casa, y los persiguió hasta Dan. 15 Los atacó de noche, él con sus siervos, los derrotó y los persiguió hasta Hoba, que está al norte de Damasco. 16 Así recobró todos los bienes y también recobró a su sobrino  Lot, sus bienes, y también a las mujeres y a la gente. 


Encuentro de Abram y Melquisedec
17 Cuando Abram  volvía de derrotar a Quedarlaomer y a los reyes que estaban con él, el rey de Sodoma salió a su encuentro en el valle de Savé, que es el valle del Rey. 18 También Melquisedec, rey de Salem, quien era sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino 19 y le bendijo diciendo: "Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra. 20 Bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos."
Y Abram le dio a él el diezmo de todo.
Trato de Abram con el rey de Sodoma
21 Entonces el rey de Sodoma dijo a Abram:
—Dame las personas, y toma para ti los bienes.
22 Abram respondió al rey de Sodoma:
—He hecho votos  a Jehovah, el Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, 23 que no tomaré ni un hilo, ni la correa de un calzado, nada de todo lo que es tuyo, para que no digas después: "Yo enriquecí a Abram." 24 Yo no tomaré nada, excepto lo que han comido los jóvenes y la parte de los hombres que fueron conmigo: Aner, Escol y Mamre. Ellos sí tomarán su parte.

Pacto de Jehovah con Abram
15 Después de estas cosas vino la palabra de Jehovah a Abram en visión, diciendo:
—No temas, Abram. Yo soy tu escudo, y tu galardón será muy grande.
2 Abram respondió:
—Oh Señor Jehovah, ¿qué me has de dar? Pues continúo sin hijos, y el heredero  de mi casa será Eliezer, de Damasco. 3 -Añadió Abram-: A mí no me has dado descendencia, y he aquí me heredará un criado nacido en mi casa.
4 Y he aquí que la palabra de Jehovah vino a él diciendo:
—No será éste el que te herede, sino que alguien que salga de tus entrañas será el que te herede.
5 Entonces lo llevó fuera y le dijo:
—Mira, por favor, al cielo y cuenta las estrellas, si acaso las puedes contar. -Y añadió-: Así será tu descendencia.
6 El creyó a Jehovah, y le fue contado por justicia. 7 Entonces le dijo:
—Yo soy Jehovah, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte esta tierra como posesión.
8 El respondió:
—Oh Señor Jehovah, ¿cómo sabré que yo la he de poseer?
9 Le respondió:
—Tráeme una vaquilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.
10 El tomó todos estos animales, los partió por la mitad y puso cada mitad una frente a otra. Pero no partió las aves. 11 Entonces descendieron unos buitres sobre los cuerpos muertos, y Abram los ahuyentaba. 12 Pero cuando el sol estaba por ponerse, cayó sobre Abram un sueño profundo, y he aquí que se apoderó de él el terror de una gran oscuridad. 13 Entonces Dios dijo a Abram:
—Ten por cierto que tus descendientes serán extranjeros en una tierra que no será suya, y los esclavizarán y los oprimirán 400 años. 14 Pero yo también juzgaré a la nación a la cual servirán, y después de esto saldrán con grandes riquezas. 15 Pero tú irás a tus padres en paz y serás sepultado en buena vejez. 16 En la cuarta generación volverán acá, pues hasta ahora no ha llegado al colmo la maldad de los amorreos.
17 Y sucedió una vez que el sol se puso y hubo oscuridad que he aquí, apareció un horno humeante, y una antorcha ardiendo pasó por en medio de los animales divididos.
18 Aquel día Jehovah hizo un pacto con Abram diciendo:
—A tus descendientes daré esta tierra, desde el arroyo  de Egipto hasta el gran río, el río Eufrates; 19 la tierra de los queneos, quenezeos, cadmoneos, 20 heteos, ferezeos, refaítas, 21 amorreos, cananeos, gergeseos y jebuseos.

Problemas de Agar y de Ismael
16 Sarai, mujer de Abram, no le daba hijos; pero ella tenía una sierva egipcia que se llamaba Agar. 2 Entonces Sarai dijo a Abram:
—He aquí que Jehovah me ha impedido concebir. Unete, por favor, a mi sierva; quizás yo tenga hijos por medio de ella.
Abram hizo caso de las palabras de Sarai. 3 Y Sarai su mujer tomó a Agar, su sierva egipcia, después de haber vivido diez años en la tierra de Canaán, y se la dio por mujer a Abram su marido. 4 Abram se unió a Agar, y ella concibió. Pero al ver que había concebido, empezó a mirar con desprecio a su señora.  5 Entonces Sarai dijo a Abram:
—Mi agravio recaiga sobre ti. Yo puse a mi sierva en tu seno; y ella, viéndose encinta, me mira con desprecio.  Jehovah juzgue entre tú y yo.
6 Abram respondió a Sarai:
—He aquí, tu sierva está en tus manos. Haz con ella como te parezca bien.
Como Sarai la afligía, ella huyó de su presencia. 7 Pero el ángel de Jehovah la encontró en el desierto junto a un manantial de agua (el manantial que está en el camino de Shur), 8 y le dijo:
—Agar, sierva de Sarai, ¿de dónde vienes y a dónde vas?
Ella respondió:
—Huyo de la presencia de Sarai, mi señora.
9 El ángel de Jehovah le dijo:
—Vuelve a tu señora y sométete a su autoridad. 10 -Le dijo también el ángel de Jehovah-: Multiplicaré tanto tus descendientes, que no podrán ser contados a causa de su gran número. 11 -Le dijo además el ángel de Jehovah-: He aquí que has concebido y darás a luz un hijo. Y llamarás su nombre Ismael,  porque Jehovah ha escuchado tu aflicción. 12 El será como un asno montés, un hombre cuya mano estará contra todos, y las manos de todos estarán contra él. Y habitará frente a todos sus hermanos.
13 Ella invocó el nombre de Jehovah, que hablaba con ella, y dijo:
—Tú eres un Dios que me ve.
Pues pensó: "¿Acaso no he visto aquí al que me ve?"  14 Por eso llamó al pozo Beer-lajai-roí.  He aquí que está entre Cades y Bered.
15 Agar dio a luz un hijo a Abram, y Abram llamó el nombre de su hijo que le dio Agar, Ismael. 16 Abram tenía 86 años cuando Agar le dio a luz a Ismael.

El pacto y la circuncisión
17 Abram tenía 99 años cuando Jehovah se le apareció y le dijo:
—Yo soy el Dios Todopoderoso;  camina delante de mí y sé perfecto. 2 Yo cumpliré mi pacto entre yo y tú, y te multiplicaré en gran manera.
3 Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él diciendo:
4 -He aquí que mi pacto es contigo: Tú serás padre de muchas naciones. 5 Ya no se llamará más tu nombre Abram;  tu nombre será Abraham,  pues te he constituido en padre de una multitud de naciones. 6 Yo te haré muy fecundo; de ti haré naciones, y reyes saldrán de ti. 7 Yo establezco mi pacto como pacto perpetuo entre yo y tú, y tu descendencia después de ti por sus generaciones, para ser tu Dios y el de tu descendencia después de ti. 8 Yo te daré en posesión perpetua, a ti y a tu descendencia después de ti, la tierra en que resides, toda la tierra de Canaán. Y yo seré su Dios.
9 Dios dijo de nuevo a Abraham:
—Pero tú guardarás mi pacto, tú y tus descendientes después de ti, a través de sus generaciones. 10 Este será mi pacto entre yo y vosotros que guardaréis tú y tus descendientes después de ti: Todo varón de entre vosotros será circuncidado. 11 Circuncidaréis vuestros prepucios, y esto será la señal del pacto entre yo y vosotros. 12 A los ocho días de nacido será circuncidado todo varón de entre vosotros, a través de vuestras generaciones; tanto el nacido en casa como el comprado con dinero a cualquier extranjero que no sea de tu descendencia. 13 Deberá ser circuncidado el nacido en tu casa y el comprado con tu dinero. Así estará mi pacto en vuestra carne como pacto perpetuo. 14 El hombre incircunciso, que no haya circuncidado su prepucio, esa persona será borrada de su pueblo, porque ha violado mi pacto. 


Promesa del nacimiento de Isaac
15 Dios dijo también a Abraham:
—A Sarai  tu mujer no la llamarás más Sarai; Sara  será su nombre. 16 Yo la bendeciré y también te daré de ella un hijo. Sí, yo la bendeciré; ella será madre de naciones, y de ella procederán reyes de pueblos.
17 Entonces Abraham se postró sobre su rostro y se rió diciendo en su corazón: "¿A un hombre de 100 años le ha de nacer un hijo? ¿Y Sara, ya de 90 años, ha de dar a luz?" 18 Luego Abraham dijo a Dios:
—¡Ojalá Ismael viva delante de ti!
19 Y Dios respondió:
—Ciertamente Sara tu mujer te dará un hijo, y llamarás su nombre Isaac.  Yo confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para su descendencia después de él. 20 Y en cuanto a Ismael, también te he oído: He aquí que le bendeciré, le haré fecundo y le multiplicaré en gran manera. El engendrará doce príncipes, y yo le constituiré en una gran nación. 21 Pero yo estableceré mi pacto con Isaac, que Sara te dará a luz por este tiempo, el próximo año. 


Abraham aplica la circuncisión
22 Dios acabó de hablar con él y subió de donde estaba con Abraham. 23 Entonces Abraham tomó a Ismael su hijo, a todos los siervos nacidos en su casa y a todos los comprados con su dinero, a todo varón de las personas de la casa de Abraham; y aquel mismo día circuncidó el prepucio de ellos, como Dios le había dicho. 24 Abraham tenía 99 años cuando circuncidó su prepucio. 25 Su hijo Ismael tenía 13 años cuando fue circuncidado su prepucio. 26 En el mismo día fueron circuncidados Abraham e Ismael su hijo. 27 Fueron circuncidados con él todos los varones de su casa, tanto los siervos nacidos en su casa como los comprados con dinero a los extranjeros.

viernes, 4 de octubre de 2013

¿Quién determina la forma de gobierno eclesiástico, Dios o el hombre?

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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El gobierno de la iglesia es de origen divino

¿Ha dejado Dios a criterio de los miembros de la iglesia lo concerniente a la política eclesiástica? ¿Hay en la Sagrada Escritura un modelo de gobierno eclesiástico? ¿O es que cada iglesia puede organizarse según sus propios criterios, según el país donde vive o según sea conveniente a su funcionalidad? En otras palabras: ¿Quién determina la forma de gobierno eclesiástico, Dios o el hombre?
Los presbiterianos creemos, como lo dijera Bannerman, que en el NT «es posible encontrar las principales y esenciales características de un sistema de gobierno que viene de la autoridad divina y es de obligación universal». Una lectura consciente y sistemática del NT ciertamente nos deja comprender que la iglesia de Cristo tenía una manera de organización que fue dada mediante inspiración divina a sus santos apóstoles. No afirmamos que el NT nos da todos los detalles de la organización de la iglesia. Sin embargo, tal como en forma tan sabia lo ha expresado el mismo Bannerman, la Palabra de Dios «encierra los principios generales y un esquema de una política eclesiástica, adecuada para ser el modelo autoritativo para todas las iglesias, capaz de adaptarse a las exigencias de los diferentes tiempos y países, y que a pesar de ello puedan exhibir una unidad de carácter y ordenamiento en armonía con el modelo bíblico».
De lo dicho, concluimos que Dios no ha dejado el gobierno de la iglesia a la voluntad humana. No es tampoco el producto del desarrollo de las circunstancias políticas de un país, ni de la voluntad mayoritaria de una iglesia. Pues, así como la iglesia pertenece a Cristo, quien es su cabeza y ella es su cuerpo, el gobierno de su iglesia es «modelado y establecido no por la sabiduría del hombre, sino por la cabeza de la iglesia. No descansa sobre la base de las conveniencias humanas sino en lo establecido divinamente».


1.2 La Biblia norma la forma de gobierno eclesiástico

Ciertamente, la Biblia norma la forma de gobierno eclesiástico. Pero esta afirmación levanta dos preguntas fundamentales. ¿Por qué el gobierno de la iglesia está determinado solamente por la Palabra de Dios? y ¿Por qué el hombre no puede determinar la forma de gobierno haciendo uso de su sola inteligencia?
A la primera pregunta podemos responder en términos sencillos diciendo: Porque la iglesia no es una sociedad meramente humana. Tiene origen divino y por lo tanto está bajo la autoridad divina, bajo el gobierno de Cristo. De manera que Dios no acepta que alguien que no sea Cristo determine cómo debe gobernarse su cuerpo. El carácter y constitución de la iglesia no puede pues, ser determinado por el hombre sobre la sola base de la conveniencia, de factores culturales ancestrales ni de consideraciones políticas coyunturales. Siempre será la Palabra de Dios la que determina la forma de gobierno de la iglesia cristiana.
Los miembros de la iglesia no pueden decidir la política eclesiástica por libre voluntad, ni por unanimidad, ni por mayoría de votos. Pues, ellos no son los creadores, ni fundadores de la iglesia. Ellos han sido convocados por Dios para ser su pueblo. Ellos han sido llamados por Dios en Cristo, para ser adoptados como hijos suyos, y reunidos bajo una sola cabeza que es Cristo. Por lo tanto es Dios quien nos da las instrucciones en su Palabra, de cómo deben conducirse sus hijos que forman la iglesia de Cristo. De modo que si como cristianos aceptamos que la iglesia de Cristo es divinamente instituida, concluiremos que «es muy claro que el hombre ni está autorizado, ni es competente para emitir juicio sobre su organización».
A la segunda pregunta podemos responder afirmando que hay dos razones fundamentales, por las cuales, el hombre no está capacitado para determinar la forma de gobierno de la iglesia:

  1. La primera razón es el contraste entre la pecaminosidad del hombre y la santidad de Dios. Desde la caída, el hombre ha quedado inhabilitado para que por medio de la sola razón, no pueda determinar y regular la constitución de la iglesia en lo referente a su gobierno, ordenanzas y adoración a Dios. El hombre pecador no puede determinar por sí mismo la manera de cómo acercarse a Dios en adoración, ni la manera de cómo debe organizarse la iglesia ni determinar las doctrinas que desea creer. Todo ello está determinado por Dios en su Palabra. Esto nos diferencia de aquellos, que llamándose cristianos, no toman en consideración la Palabra de Dios para normar el gobierno, la adoración y la doctrina de sus congregaciones.

  2. La segunda razón es que la iglesia representa el reino visible de Dios, del cual Cristo es su Rey. Esto quiere decir que, en tanto representa un reino visible, la iglesia no sólo es diferente a los reinos de este mundo o las sociedades formadas por voluntad humana, sino que es un reino donde Cristo está personalmente presente como su gobernante y fundador. Por lo tanto, no hay duda que nosotros, los miembros de la iglesia, somos los siervos de Cristo nuestro Rey. El es quien reina en su iglesia, nosotros somos sus servidores. Este principio nos lleva a concluir junto con Bannerman que «El hombre no es el legislador de la iglesia cristiana, ni se le ha dejado lugar para estructurar su constitución o su forma de administración. Su lugar en ella es el de ministro o servidor de aquel que es la Cabeza».

Conclusión: El gobierno de la iglesia no es un asunto de decisión humana, ni está sujeto a la conveniencia de sus miembros, sino más bien, como lo explica Bannerman, «es un establecimiento positivo de Cristo y que la Escritura es la suficiente y autoritativa guía respecto a la constitución externa de la sociedad cristiana, no menos que respecto a sus doctrinas, su adoración y sus sacramentos».


1.3 Los detalles del gobierno deben basarse en el orden y la decencia

Como ya lo hemos dado a entender al responder a la segunda pregunta, no todos los detalles del gobierno eclesiástico se encuentran claramente estipulados en la Escritura. En estos detalles, las mismas iglesias presbiterianas pueden tener ciertas diferencias entre uno y otro país. Hay dos aclaraciones de orden teológico que debemos hacer aquí:

  1. Primero, aunque la Biblia es nuestra suficiente guía para establecer la constitución y ordenanzas de la iglesia, sin embrago, no encontramos en ella un cuerpo sistemático de legislación eclesiástica. Por lo tanto la iglesia está llamada a formular sus propias declaraciones o explicaciones. Pero, aún en estos detalles, estamos en la obligación de conservar los principios generales de la Escritura. Creemos que el principio de orden y decencia establecido en 1 Co. 14:40 debe guiarnos en todo momento.

  2. Segundo, aunque la Biblia es nuestra suficiente guía para establecer la constitución y ordenanzas de la iglesia, sin embrago, debemos distinguir aquello que es esencial a la estructura eclesiástica de lo que son características circunstanciales. Por lo tanto, en todo aquello que la iglesia como sociedad tiene en común con otras sociedades, corresponde a la iglesia determinar los arreglos necesarios para su bienestar. Estos arreglos que son comunes a otras sociedades deben realizarse teniendo en cuenta tres criterios.

    2.1. Primer criterio: Debemos estar seguros que dicho asunto es solamente circunstancial y no esencial. Por ejemplo, el número de veces al año que debe reunirse el presbiterio, es un asunto circunstancial que debe ser determinado por la mejor conveniencia de sus asociados.

    2.2. Segundo criterio: Debe ser un asunto para el cual no podemos encontrar pautas en la Escritura. Por ejemplo, la Escritura no nos indica cuántas congregaciones deben haber en un presbiterio, ni cuántos ancianos del consistorio deben ser delegados al presbiterio. Estos son asuntos que se determinan conforme a lo que más conviene a las normas de representatividad.

    2.3. Tercer criterio: Debe ser un asunto en el que, cualquiera sea la decisión que se tome, existan razones claras y satisfactorias. Por ejemplo, si decidimos que las asambleas generales se lleven a cabo en la capital de la república por ser el lugar más central para todos los presbiterios, es algo razonable y viable.

En la aplicación de estos tres criterios es de mucha ayuda la experiencia histórica de la iglesia cristiana y, en especial, la jurisprudencia de las iglesias reformadas de otros países, en tanto éstas sean viables en nuestro propio medio.

Las riquezas de este mundo: ¿Cómo enseñó Jesús?

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Las posesiones materiales en la enseñanza de Jesús según los Evangelios Sinópticos

Muchas de las parábolas de Jesús emplean temas económicos para enseñar lecciones espirituales. A la vez, las aplicaciones de esas lecciones espirituales abarcan aspectos económicos. Otras enseñanzas de Jesús señalan que la liberación que él ofrece abarca tanto lo material como lo espiritual, advierten de la avaricia y llaman a la generosidad, especialmente a favor de los pobres en la comunidad de discípulos. Repetidas veces el uso que las personas hacen de sus bienes manifiesta su condición espiritual.

Many of Jesus’ parables employ financial themes to teach spiritual lessons. At the same time, the applications of these spiritual lessons include financial aspects. Other teachings of Jesus indicate that the liberation that he offers includes both material and spiritual dimensions, warn against greed, and call to generosity, especially towards the poor in the community of disciples. Repeatedly the way that people use their possessions reveals their spiritual condition.


LAS PARÁBOLAS DE JESÚS

Introducción

La interpretación de las parábolas ha sido objeto de mucho estudio a lo largo de la historia de la iglesia, y el vigésimo siglo no ha sido la excepción. He trabajado este tema en varias obras, y no lo repetiré aquí. De todos modos, poco aquí depende de mi tesis particular de que las lecciones centrales de cada parábola corresponden a la presentación de sus personajes centrales. Los dos peligros mayores en un estudio de la contribución de las parábolas al tema de la riqueza y la pobreza son: 1) el de transformar la parábola en un discurso explícito sobre una teoría económica cuando eso nunca fue su intención, y 2) el de pasar por alto una enseñanza directa sobre asuntos económicos simplemente porque el relato tiene un segundo nivel espiritual. También debemos estar alerta a la posibilidad que los detalles de la parábola nos proporcionen información sobre los arreglos económicos normales en la Palestina del primer siglo. Al mismo tiempo, casi cada parábola en algún punto relevante rompe los límites del realismo; esto es normalmente la clave para entender su segundo nivel alegórico o simbólico.


Los dos deudores (Lucas 7:41–43)

Esta breve parábola está incrustada en el relato de una cena en el hogar de Simón el fariseo, relativamente a inicios del ministerio de Jesús. Para disgusto de Simón, una mujer de mala fama unge a Jesús con una cantidad extravagante de perfume (Lc. 7:36–40, 44–50). Dos dimensiones de este pasaje demuestran que Jesús no objeta el uso de la riqueza personal para varios tipos de celebraciones. Primero, repetidas veces él acepta invitaciones, incluso de los fariseos, a reunirse con otros para comer (ver esp. Mr. 2:15–17 y paralelos; Lc. 11:37; 14:1–24; 19:5–9; y cp. la generalización expresada en Mt. 11:19 y paralelos). Cuando el anfitrión era un líder acomodado, las normas culturales exigían que ofreciera un banquete suntuoso. Segundo, el hecho que Jesús no reprendió a la mujer por su “derroche” del frasco de perfume costoso indica que él aprueba, de vez en cuando por lo menos, los gastos descomunales que demuestran un amor desbordante a su persona.
El enfoque principal de este pasaje, y de la parábola que encierra, sin embargo, está en la identificación sorprendente de quién ama más a Dios. La calificación en el v. 37 de la mujer como “pecadora” bien puede ser un eufemismo para “prostituta”. Si era prostituta, ganaba lo suficiente a través de su “profesión” para vivir un poco mejor que el campesino promedio, como se puede notar por su posesión del perfume costoso. Simón, en cambio, sería un miembro honrado de la comunidad; entre la gente común los fariseos eran los más respetados y populares de las sectas judías. La parábola emplea una situación económica típica para enseñar una lección acerca del perdón divino. Muchos campesinos judíos acumulaban deudas que los obligaban a endeudarse todavía más para tratar de pagar a los prestamistas. El elemento irreal de la parábola, diseñado para enseñar acerca del perdón abundante de Dios, es que el prestamista decide cancelar ambas deudas cuando los deudores no le pueden pagar (7:42). De modo que Jesús usa estas deudas materiales para enseñar una lección sobre las deudas espirituales. En ambos niveles claramente aquel a quien más se le perdonó tenía más razón por que estar agradecido (7:43). Ya que en cierto sentido la mujer representaba a los marginados de su sociedad (y aun cuando tenía más ingresos que muchos, seguramente no se libraba de la vergüenza e ignominia ligadas a su estilo de vida), Jesús aquí, temprano en su ministerio, muestra su interés y compasión por los proscritos de su mundo.


El tesoro escondido y la perla de gran precio (Mateo 13:44–46)

A mediados de su ministerio público, la enseñanza de Jesús se vuelve cada vez más radical y exigente, y las multitudes empiezan a abandonarlo. Mateo 13 ofrece una serie de parábolas en la cual Jesús comenta este cambio y continúa desafiando a los que quisieran seguirlo con el costo del discipulado. Especialmente significativas en este sentido son las parábolas del tesoro escondido y la perla de gran precio. Estas dos parábolas breves señalan que vale la pena sacrificar todo lo necesario para obtener el reino de Dios, aun si fuera todo lo que uno tiene. El hallazgo de un tesoro en un campo es un tema de antiguas tradiciones populares, y en la época de Jesús había comerciantes que buscaban perlas. Sin embargo, que alguien descubriera algo de tanto valor como para sacrificarlo todo, es sumamente raro. La enseñanza, entonces, impresiona. Si bien no todos necesariamente venden sus bienes para llegar a ser un discípulo, todos deben estar preparados para hacerlo si las circunstancias así lo exigen. Aquellos que desean seguir a Cristo deben estar dispuestos a arriesgar todo lo que tienen si las prioridades del reino ponen en peligro la seguridad de su existencia terrenal.


El siervo rencoroso (Mateo 18:23–35)

Un poco después, mientras Jesús enseñaba a sus discípulos en privado sobre la humildad y el perdón, les contó otra parábola acerca de dos deudores contrastantes para subrayar un concepto acerca de las deudas espirituales y el perdón. Un rey perdona a un siervo una deuda enorme, pero éste luego niega perdonar a un siervo compañero una deuda relativamente pequeña. ¡Como consecuencia el primer siervo es entregado a los carceleros para ser torturado! En este pasaje las deudas son equivalentes aproximadamente a sueldos de 200,000 años y de tres meses, respectivamente. Un tema teológico debatido aquí es la cuestión de la pérdida de salvación. Una lectura sencilla del pasaje sugiere a primera vista que el rey en efecto retracta el perdón ya dado. Pero a la luz de las enseñanzas anteriores en el ministerio de Jesús según Mateo (particularmente 6:12, 14–15, donde el discípulo verdadero por definición perdona a otros, y 7:23, donde Jesús dice a aquellos cuyas obras no dan buen fruto: “Nunca os conocí”) probablemente este siervo representa a los que jamás fueron discípulos genuinos.
De nuevo, Jesús no limita su aplicación de perdón a las deudas materiales, pero su relato tampoco nos prohibe aplicar los principios a situaciones económicas. En Lucas 6:35, texto que los discípulos de Jesús ya habrían escuchado, Jesús habla de prestar sin esperar nada a cambio (véase abajo). A todas luces el primer siervo de la parábola demostró una conducta diametralmente opuesta.


Dos parábolas donde se pide ayuda material (Lucas 11:5–8; 18:1–8)

Las expectaciones en cuanto a la hospitalidad entre los aldeanos de Galilea en los días de Jesús nos aseguran que la respuesta a la pregunta retórica de Jesús, que incluye la parábola del amigo que llega a medianoche, es que nadie se negaría a levantarse y proporcionar pan para el hombre que lo pedía, a pesar de la inconveniente hora (ver esp. M. Peah 8:7). A la luz de los siguientes versículos (Lc. 11:9–13, “Pedid, y se os dará …”) y la buena gana de Dios de dar el Espíritu Santo a quienes se lo pidan (11:13), es claro de nuevo que la aplicación primaria de la parábola no es material, sino espiritual. Pero el versículo paralelo a este en Mateo habla sencillamente de “buenas dádivas” (Mt. 7:11), y por lo menos algunas de ellas seguramente son materiales.
El elemento de la justicia social es más prominente en la parábola similar del juez injusto (Lc. 18:1–8). Las aplicaciones primarias de este relato incluyen la promesa divina de vindicar a su pueblo y un llamado a perseverar en la fe (18:7–8). Pero conforme leamos más de las enseñanzas de Jesús, no cabrá duda alguna que la justicia que Dios quiere efectuar a favor de sus escogidos incluye la provisión de sus necesidades materiales básicas. La versión lucana del Padre Nuestro está en 11:1–4, dentro del contexto inmediato de la parábola del amigo que llega a medianoche que acabamos de comentar. Lochman cita una oración proveniente de América Latina que capta algo del énfasis de Jesús en ambos textos: “O Dios, a los que tienen hambre dales pan; y a los que tienen pan, hambre de justicia”.


El rico insensato (Lucas 12:16–21)

Este pasaje está introducido por una disputa entre dos hermanos sobre una herencia, en la cual Jesús no acepta tomar partido (Lc. 12:13–14). Sabe que el que pide su intervención no busca justicia, sino que quiere salirse con la suya. ¡A Jesús no le interesaba promover el traslado de propiedad de un codicioso a otro! El v. 15 deja claro que Jesús cuenta la parábola para advertir a la gente de la “avaricia”, porque la vida de una persona no consiste en la abundancia de sus posesiones. Esta observación refuta el argumento que establece que el personaje de la parábola es condenado simplemente por ser rico. Las últimas palabras del relato además nos recuerdan que el protagonista hacía para sí tesoro pero no era “rico para con Dios” (12:21). Para los que desligan la parábola (12:16–20) de su marco interpretativo (12:13–15, 21), queda todavía la repetición seis veces del pronombre de primera persona singular “yo”. El rico manifiesta un tenaz enfoque egocéntrico y una acumulación no mitigada de bienes, sin pensar en nadie más. Así que, es claro que no es condenado sólo por ser rico. No obstante, es importante que los cristianos de hoy se pregunten a sí mismos cuántos bienes, propiedades o inversiones acumulan sin pensar en los necesitados de nuestro mundo. Si los paralelos con el varón de la parábola resultan demasiado estrechos, se supone que Jesús diría que las declaraciones de fe de tales cristianos son vacías.


Invitación a los marginados (Lucas 14:12–24)
Antes de contar la parábola de la gran cena (Lucas 14:16–24), Jesús presenta dos metáforas breves que articulan el tema de la inversión de los papeles del poderoso y del impotente (14:7–14). La parábola luego recoge la imagen retórica de los marginados (14:21) para explicar por qué el ministerio de Jesús se centra en convidarlos a entrar en el reino. Stein resume las lecciones centrales:

  El punto es que el reino de Dios ha llegado y que aquellos que supuestamente lo iban a recibir (la élite religiosa) no lo hicieron, mientras los candidatos menos probables (los publicanos, los pobres, las rameras, etc.) sí lo recibieron.

La cena, como frecuentemente en la literatura judía simbólica, representa el banquete mesiánico escatológico. Las excusas presentadas para no aceptar la invitación (14:18–20) resultan notablemente débiles en la cultura de la época. Nadie compraba sembrados o bueyes sin examinarlos, así como nadie hoy compraría un carro usado sin probarlo antes. Además, las bodas se planificaban con mucha anticipación. ¿Con qué frecuencia se convierte nuestro materialismo en una de tantas excusas igualmente débiles para evitar el llamado del evangelio a seguir a Jesús de todo corazón?


La necesidad de calcular el costo (Lucas 14:28–33)

De nuevo, encontramos un par de parábolas breves y estrechamente paralelas, aunque su mensaje no es idéntico. Más bien, el pasaje parece avanzar hacia un clímax. El hombre que descubre demasiado tarde que no tiene el dinero suficiente para completar la construcción de una torre corre el riesgo de perder su inversión y hacer el ridículo ante su comunidad (14:28–30). El rey que no calcula si puede hacer frente a un ejército dos veces el tamaño del suyo se arriesga una derrota absoluta y a la pérdida de muchas vidas (14:31–32). El v. 33, entonces, concluye con una declaración aún más absoluta: “Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. En concordancia con el patrón que hemos visto en las parábolas ya comentadas, el punto principal aquí es espiritual: hay que cuidarse de cualquier obstáculo que impida la obediencia total a Cristo. Pero también, como hemos visto repetidamente, el ejemplo sobresaliente que Jesús da de la lección espiritual tiene que ver con las finanzas. El v. 33 ha de entenderse como un llamado a los que quieren ser discípulos, no necesariamente para que abandonen sus posesiones por completo, sino a renunciar su derecho de aferrarse a ellas. Pero como el clímax del pasaje, el v. 33 no se debe diluir demasiado.

  Por supuesto no todos son llamados en la misma manera a la misma forma de discipulado. Pero es igualmente cierto que no hay tal cosa como un discipulado totalmente de clase media, donde hay solamente preservación de la herencia cultural y la renuncia radical no puede florecer jamás.


El mayordomo injusto (Lucas 16:1–13)

Esta es probablemente la más difícil de todas las parábolas de Jesús y encierra problemas exegéticos espinosos. Quizás la duda central a resolver es por qué se le alaba al mayordomo. Sin embargo, el v. 8 declara que el amo lo alabó “por haber hecho sagazmente”. No es necesario tomar en cuenta ningún otro punto de comparación con la conducta del mayordomo. Mateo 10:16 entonces proporciona un comentario apto y sucinto: “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Por cierto hay ironía en el v. 8b, donde Jesús observa que los hijos de este siglo son a menudo más astutos que el pueblo de Dios en su trato con sus semejantes. Pero el v. 9a se debe tomar más literalmente. La frase “riquezas injustas”, tal como se nota en su uso intertestamentario, no tiene que referirse a ganancias ilícitas, sino simplemente al dinero en general. De suerte que Jesús manda a sus seguidores que empleen las posesiones de esta vida para los propósitos del reino—que ganen amigos para sí mismos, haciendo y nutriendo discípulos y poniendo en práctica los principios del reino de Dios de manera que en verdad se haga su voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Entonces aquellos que como consecuencia han llegado a ser seguidores de Jesús y nos preceden en el reino eterno nos darán la bienvenida cuando lleguemos (14:9b). Stegemann concisamente capta la aplicación contemporánea del v. 9:

  Nosotros los cristianos ricos, también, podemos ganar amigos por medio del dinero injusto. Podemos hacernos más pobres de manera útil, regalando parte de nuestra riqueza para beneficiar a los más pobres del mundo.

Pero debemos hacerlo en el nombre de Jesús, proclamando un evangelio integral que abarca lo espiritual y lo físico.


El rico y Lázaro (Lucas 16:19–31)

A primera vista parece que este relato, así como el del rico insensato, condena a todos los ricos. Pero de nuevo hay pistas, incluso dentro de la narrativa, que este no es el caso. Abraham mismo había sido rico pero no paró en el Hades. Habiendo muerto y hallándose en tormentos, el rico ruega a Abraham que alguien vaya y advierta a sus hermanos vivos, a fin de que puedan evitar ese lugar de sufrimiento (16:27–28). Al repetir su petición, el rico dice: “Si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán” (16:30). Todo esto sugiere fuertemente que el rico se daba cuenta que su problema fue que él nunca se arrepintió de verdad para ponerse a cuentas con Dios. Conocía la enseñanza del Antiguo Testamento sobre el cuidado de los necesitados, pero nunca movió un dedo para ayudar al pobre Lázaro en su puerta. No podía alegar ignorancia de la Ley ni de su responsabilidad o capacidad de ayudar.
Sin embargo, el texto no da información alguna acerca de la condición espiritual de Lázaro. ¿Hemos de suponer entonces que Dios salva a todos los pobres? No, porque Lázaro es el único personaje en todas las parábolas de Jesús cuyo nombre es citado, y probablemente eso sea significativo. Su nombre es el equivalente griego de Eliezer, que en hebreo significa “Dios ayuda”. El Eliezer más famoso en las Escrituras hebreas fue el siervo fiel de Abraham (Gn. 15:2). Dado el papel central de Abraham en este pasaje, es probable que ninguno de estos datos sea una coincidencia. Lázaro es presentado como el prototipo del piadoso pobre en Israel. Sin embargo, este punto no pasa de ser implícito y no constituye un enfoque dominante del pasaje.19 Definitivamente no nos permite limitar la aplicación de la parábola al socorro únicamente de pobres y menesterosos que sean cristianos.


Las minas y los talentos (Lucas 19:11–27; Mateo 25:14–30)

Aunque comúnmente tratados como paralelos, estos dos pasajes, conocidos como las parábolas de las minas y de los talentos, se presentan en contextos completamente diferentes en los dos Evangelios donde aparecen y probablemente reflejan el uso que Jesús hace de temas parecidos en distintas ocasiones. De los dos, el que habla más específicamente de asuntos económicos es la parábola lucana de las minas (una mina era aproximadamente equivalente al sueldo de tres meses), con sus detalles adicionales sobre la oposición contra el “pretendiente al trono”. De nuevo la mayordomía del dinero aparece como metáfora para el discipulado en general, sin excluir el uso literal de las finanzas personales como una manifestación primaria de ese discipulado. En ambos pasajes las inversiones hechas por los siervos aumentan su haber, pero todos los ingresos se devuelven al amo. Hay por lo menos una aprobación tácita de la forma rudimentaria del capitalismo que los bancos y prestamistas del antiguo mundo grecorromano practicaban. Pero hay que recordar que no existía todavía un capitalismo de tipo moderno ni las condiciones deshumanizantes que acompañaron la revolución industrial. Más importante aún, la lección principal es espiritual: se debe imitar la conducta de los buenos siervos en todos los aspectos del discipulado. Claramente, debemos usar todo nuestro tiempo, talentos y tesoros en pro de los propósitos del reino.


Las ovejas y las cabras (Mateo 25:31–46)

Este pasaje no es, estrictamente, una parábola, pero debido a sus imágenes retóricas se trata muchas veces como tal. A lo largo de la historia de la iglesia ha habido dos interpretaciones dominantes. La perspectiva mayoritaria ha interpretado a los “hermanos” de Jesús en el v. 40 como una referencia a la familia espiritual, de acuerdo con el uso del término en todos los demás pasajes de Mateo donde no se emplee de hermanos biológicos (ver 5:22–24, 47; 7:3–5; 12:48–50; 18:15 dos veces, 21, 35; 23:8; 28:10). El vocablo “pequeños”, cuya forma superlativa aparece en 25:40 y 45, también sin excepción se refiere en Mateo a los discípulos (10:42, 18:6, 10, 14; cp. también 5:19 y 11:11). Así que el mensaje de la enseñanza de Jesús aquí resulta estrechamente paralelo a Mateo 10:42: aquellos que son ministrados por los seguidores ambulantes de Jesús (hoy los podríamos llamar misioneros cristianos) deben cuidar de ellos. Suplir ayuda material a los que predican en el nombre de Jesús demuestra que uno ha acogido su mensaje a nivel espiritual. Esta interpretación seguramente es acertada.
Hoy, sin embargo, el punto de vista prevalente es que Jesús enseña acerca de la necesidad de ayudar a los desposeídos, sean cristianos o no. Este obviamente es un tema bíblico relevante, pero es menos probable que sea el enfoque de este pasaje particular, dado el sentido invariable de los términos y el hecho que el contexto más amplio consiste en parábolas acerca de los discípulos (24:43–25:46). Ninguna de estas perspectivas, sin embargo, es base para interpretar el texto como si enseñara una justicia basada en las obras; las personas aquí viven su fe para demostrar que ya tienen una relación correcta con Dios. Tampoco enseña este pasaje la teoría del “cristiano anónimo” de Karl Rahner y muchos católicos después del Segundo Concilio Vaticano. Los justos no se sorprenden de que Jesús les conceda la vida eterna, como sería el caso de quienes nunca profesaron seguirlo; se quedan perplejos simplemente acerca de cómo ministraron directamente a él cuando ya no estaba en la tierra físicamente (25:37–39). Por lo tanto, el slogan basado en este pasaje, hecho famoso particularmente por la Madre Teresa, de “ver a Jesús en la cara del pobre” independiente de su compromiso religioso, en el mejor de los casos expresa solamente una verdad parcial y puede resultar muy engañoso.


OTRAS ENSEÑANZAS DE JESÚS
Regresamos al inicio del ministerio de Jesús y de nuevo procederemos en orden aproximadamente cronológico.


El Sermón del Monte/Llano (Mateo 5–7; Lucas 6:20–49)
La primera ocasión importante en la cual Jesús enseña en detalle sobre las actitudes que sus seguidores deben adoptar hacia la riqueza mundana es el sermón que ambos Mateo y Lucas ubican, en formas diferentes, temprano en el ministerio de Jesús. En todo el sermón se debe tener presente los contextos de Mateo 5:1–2 y Lucas 6:17; Jesús habla primordialmente a quienes ya son discípulos, y se dirige a ellos en comunidad. Los principios del Sermón del Monte/Llano no pretenden ser una constitución para gobiernos, ni meramente unas pautas para individuos, sino un manifiesto para aquellos que ya están dispuestos a seguir a Jesús en el contexto de “iglesia”.
Las dos versiones del sermón empiezan con las bienaventuranzas, y éstas principian con la declaración de Jesús que el “pobre” es bienaventurado. La palabra πτωχοί no se usaba de los pobres que apenas lo eran, sino de los que estaban absolutamente destituidos. En la Septuaginta muchas veces traduce el hebreo ‘anawîm, y su uso aquí evoca Isaías 61:1, donde el vocablo traducido “abatidos” en la Versión Reina-Valera es ‘anawîm. En la literatura judía de la época, así como en Isaías y algunos de los Salmos, se hacía cierta equivalencia entre los pobres y los piadosos.28 Eso sin duda explica la diferencia entre “vosotros los pobres” (Lc. 6:20) y “los pobres en espíritu” (Mt. 5:3). No es que Mateo contradiga a Lucas; cada uno resalta un aspecto diferente de un término que tenía una dimensión tanto material como espiritual. Lucas 6:22–23 claramente muestra que Lucas vio el componente no solamente material sino también espiritual en aquellos a quienes Jesús llama bienaventurados: “Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre”. Así, también, Mateo 5:3 no se puede entender adecuadamente si se quita todos los elementos de una destitución física. El resto del sermón aclarará las obligaciones económicas de aquellos que poseen bienes materiales de sobra (esp. Mt. 6:19–34). Como Carson comenta, ambos autores tienen en mente “aquellos que debido a la privación económica sostenida y el rechazo social tienen confianza sólo en Dios”.
La segunda mitad de Mateo 5 presenta varias antítesis, mediante las cuales Jesús hace contraste entre sus perspectivas y las de la Tora sobre cuestiones éticas clave (5:21–48). Así, en Mateo 5:42 leemos: “Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehuses”. En el contexto anterior Jesús prohibe pagar insulto por insulto, como el bofetón de un hombre diestro en la mejilla derecha de otro (5:39), y veda represalias contra los que demandaban legalmente a sus condiscípulos (5:40). En el v. 41 exhorta a ir una milla adicional con el soldado romano que reclutaba al judío para llevar sus efectos. Probablemente el v. 42 tiene un trasfondo histórico igualmente específico, de modo que la exhortación no se debe entender en términos absolutos. En la medida que el año sabático, si no el Jubileo, era observado por lo menos de vez en cuando, cuanto más se acercaba el año sabático, más renuente se pondría uno de conceder préstamos. Jesús, entonces, estaría enseñando que lo que uno diera a los necesitados no debería basarse en cuánto ellos pueden pagar (cp. el paralelo en Lc. 6:30: “A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva”). Y aun si generalizamos más allá de esta situación específica, como Augustín señaló siglos atrás, Jesús no dice qué se debe dar al que pide (De Sermone Domine en Monte 67; cp. también Lc. 12:13–15). La antítesis final (Mt. 5:43–48) llama a amar el enemigo en vez de actuar motivado por intereses egoístas, y esto también influye en nuestra interpretación del v. 42. El paralelo parcial en Lucas 6:34–35 probablemente exhorta a prestar sin cobrar interés. Todo esto sugiere que Jesús no manda, ni en sus días ni en los nuestros, que sus seguidores necesariamente den a todo mendigo todo lo que pida. Lo que más le beneficiará no es siempre lo que pide. Pero en la medida que podemos discernir las genuinas necesidades físicas o materiales de las personas, debemos preocuparnos de encaminarlas hacia la clase de ayuda que tiene una posibilidad razonable de remediar su situación. Por lo menos, en contraste con el principio dominante de la reciprocidad en la antigüedad, Jesús prohibe a sus seguidores tener la mentalidad de ayudar sólo a aquellos que pueden corresponderles.
Mateo 6:1–4 procede al tema de las limosnas. Aquí Jesús específicamente trata los errores de aquellos que dan en público, echando sus monedas ruidosamente dentro de los receptáculos, con el propósito de recibir alabanzas de sus semejantes (6:1–2). Jesús prohibe que sus discípulos hagan exhibición pública de su piedad. Mateo 6:3 (“no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha”) no ordena una mayordomía irresponsable, que niegue llevar un récord de las ofrendas, o resista la transparencia en asuntos financieros. El procedimiento cuidadoso de Pablo más tarde en el manejo de una colecta para los necesitados de Judea (ver esp. 2 Co. 8–9) demostrará la necesidad de una transparencia escrupulosa. Más bien, el punto que Jesús hace es que se debe dar tan “secretamente” que uno jamás será tentado a ofrendar motivado por el agradecimiento o los favores humanos.
Hay principios similares en relación con la oración (Mt. 6:6–15). Ya aludimos al Padre Nuestro en el contexto de la parábola del amigo a medianoche (Lc. 11:5–8). Ambos, Lucas 11:3 y Mateo 6:11, claramente incluyen como una petición legítima para los discípulos de Jesús el pan diario. Vale notar también, sin embargo, que en ambos contextos el enfoque en Dios y su voluntad precede las peticiones por las necesidades humanas, y que Mateo 6:11–12, así como Lucas 11:3–4, guarda un equilibrio entre las necesidades materiales (pan diario) y espirituales (perdón de los pecados). En una edad de planificación anual y para períodos aún más largos, vale recordar que Jesús nos instruye a orar por el pan “de cada día”. Debemos pedir que Dios supla nuestras necesidades, no nuestras avaricias. Esto nos ayuda, entre otras cosas, a guardarnos de tomar por sentado la provisión divina.
Mateo 6:19–34 (cp. Lc. 12:33–34; 11:34–36; 16:13; 12:22–32) aborda con mayor amplitud el tema de los tesoros en la tierra en contraste con los tesoros en cielo. Así como en la parábola del rico insensato, la imagen es de una acumulación ociosa—tesoros guardados “donde la polílla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan” (Mt. 6:19). Jesús no enseña que nunca debemos guardar o salvaguardar nuestras posesiones, pero debemos determinar cuáles son realmente necesarias. Los vv. 22–23 prosiguen a destacar cómo el manejo de las finanzas afecta todas las áreas de la vida. De nuevo, los motivos personales resultan controlando todo. Por eso el v. 24 puede concluir que en última instancia no se puede servir ambos a Dios y a mamón (“posesiones materiales”). El materialismo bien puede ser el contrincante mayor para el cristianismo auténtico en la competencia por los corazones y almas de millones en nuestro mundo de hoy, incluso de muchos en la iglesia visible.
En un contraste marcado, los vv. 25–34 nos ordenan a no afanarnos por nuestras necesidades materiales. Debemos confiar en el cuidado soberano de Dios, porque los seres humanos valen más para Él que todo el resto de la creación, y conoce todas nuestras necesidades. El mandamiento crucial en esta sección llega en el v. 33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. O bien hay que espiritualizar esta promesa por completo o relegar su cumplimiento al futuro escatológico, opciones que no encajan en el contexto inmediato de afán por las necesidades materiales en el presente; o debemos entender que los plurales del v. 33 son dirigidos a la comunidad de los seguidores de Jesús (como de hecho el sermón entero lo es—ver los comentarios supra). Cuando la comunidad de los redimidos busca primero la justicia de Dios, por definición ayudarán a los necesitados entre ellos. La yuxtaposición extraordinaria del paralelo lucano (12:31) con Lucas 12:33 apoya esta conclusión: “Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan …”.
Finalmente, Jesús anima a sus seguidores a pedir, buscar y llamar a la puerta porque recibirán, hallarán y se les abrirá (Mt. 7:7–8). El “evangelio de la prosperidad” a veces aplica estos versículos en maneras que sugieren que la persona que tenga suficiente fe puede recibir mediante la oración cualquier cosa que quiera, particularmente si es de carácter material. Sin embargo, como ya hemos notado, el paralelo lucano aclara que a nivel espiritual la buena dádiva que Dios promete dar a quienes se la piden es el Espíritu Santo (Lc. 11:13). Y mientras vivimos en la época del “ya” y el “todavía no”, a veces Dios en verdad concederá las peticiones por bienes materiales, la progresión lógica en Mateo 7:9–11 es de lo inferior a lo superior. De lo exclusivamente material (7:9–10) Jesús avanza a lo que es principalmente espiritual (7:11). También vale la pena mencionar que el verbo griego traducido “se … dará” en 7:7 está en la voz pasiva, sin sujeto explícito. Bien podría ser un “pasivo divino”, equivalente a “pedid y Dios os dará”. ¡Pero eso deja a la voluntad soberana de Dios la elección de qué cosa dar! El cuerpo del sermón de Jesús concluye con la famosa “Regla de Oro” en 7:12. Su aplicación en la esfera económica incluiría, sin duda, ser tan generosos para ayudar a otros como quisiéramos que ellos lo fueran cuando nosotros tengamos necesidad.


El manifiesto de Nazaret (Lucas 4:16–21)

Captando la atención de los que asistían a la sinagoga de Nazaret, Jesús esboza el mismo acercamiento doble a las bendiciones de Dios que descubrimos en las bienaventuranzas. Cita Isaías 61:1–2a y 58:6 y luego anuncia que se cumplen en ese mismo día. Declara:

    El Espíritu del Señor está sobre mí,
      por cuanto me ha ungido
      para dar buenas nuevas a los pobres.
    Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
      a pregonar libertad a los cautivos,
      y vista a los ciegos;
    a poner en libertad a los oprimidos;
      a predicar el año agradable del Señor (Lc. 4:18–19).

Como en Isaías, Jesús entiende que los “pobres” aquí son los ‘anawîm, los que son económicamente pobres y espiritualmente piadosos. A la luz de los muchos ciegos que Jesús sana durante su ministerio, hay sin duda un elemento literal en la promesa de recuperación de vista para aquellos que no pueden ver. Pero ya que se refiere frecuentemente a sus discípulos y a sí mismo como luces del mundo (Mt. 5:14, 16; Jn. 8:12; 9:5), no podemos excluir una dimensión espiritual también. Los “cautivos” y los “oprimidos” deben ser interpretados de manera similar. El “año agradable del Señor” parece ser una referencia a la llegada del Jubileo, aunque no es necesario aducir que Jesús, hablando en 26 ó 27 d.C., pronunció esta frase en un año de Jubileo literal.36 Más bien, como Jesús entiende que el día de reposo y las otras fiestas del judaísmo se cumplen en su ministerio en forma general, así, también la liberación prometida en el Jubileo puede ser alcanzada en última instancia sólo por aquellos que se unen a él.


Limosnas y diezmos (Lucas 11:41–42; Mateo 23:23)

Conforme progresa el ministerio de Jesús, los conflictos con el liderazgo de Israel se intensifican. En un contexto de reprensiones dirigidas a muchos de los líderes judíos por su hipocresía, Jesús declara: “Pero dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio” (Lc. 11:41). En el griego la primera parte de este versículo reza más literalmente: “pero dad limosnas a causa de lo que está adentro”. El contexto hace contraste entre la limpieza ritual y la externa de los vasos y platos, tan valorada en la agenda de los fariseos, y su avaricia y maldad internas (Lc. 11:39). Este contraste entre lo externo y lo interno sugiere que “dar lo que está adentro del plato” es principalmente una metáfora para referirse a la espiritualidad, con referencia a la bondad que emana del corazón. Pero, como vimos tantas veces en las parábolas, una de las principales maneras de demostrar una preocupación espiritual es por medio de la ayuda material: en este contexto, la limosna. La caridad a favor del pobre viene siendo “una expresión de lo que está adentro”, así como “la limosna, si bien se debe interpretar literalmente, resulta siendo al mismo tiempo un símbolo de la devoción a Dios y no a la seguridad lograda en este mundo por medios humanos”.
Al proseguir a pronunciar un ay sobre los fariseos porque diezman aun de sus hierbas y especias más diminutas pero abandonan la justicia y el amor de Dios, Jesús agrega: “Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello” (Lc. 11:42; cp. Mt. 23:23). Durante los tiempos intertestamentarios cada vez más se requería el diezmo de todo producto agrícola. Más tarde el tratado de la Misna titulado Masa‘oth menciona hasta las hierbas más insignificantes. Este es el único pasaje en todo el Nuevo Testamento que se podría tomar como una exhortación a diezmar. Pero es crucial notar que en este contexto Jesús habla de “lo más importante de la ley” (Mt. 23:23), la cual estaba todavía vigente hasta el establecimiento del nuevo pacto de Dios en Pentecostés, sobre todo para los líderes judíos que la estudiaban tan cuidadosamente. Mientras la era del Antiguo Testamento seguía en vigencia, el diezmo era obligatorio para el pueblo de Dios. Si se requiere todavía en la era del pacto nuevo, se debe establecer en base a otros pasajes. Parece significativo que ningún otro texto del Nuevo Testamento lo ordena, mientras los principios de generosidad y sacrificio que comentaremos más adelante sugieren que el porcentaje que los individuos deben dar variará según sus circunstancias particulares. Aquéllos que están por lo menos relativamente acomodados deben dar bastante más que la décima parte de sus ingresos brutos a la obra de Dios. “Debemos ir incluso un paso más allá: la exigencia de que el cristiano diezme puede hasta llegar a ser peligrosa, porque da cabida a la conclusión falsa que el problema de mamón ha sido confrontado y conquistado”.


El joven rico y Zaqueo (Marcos 10:17–31 y paralelos; Lucas 19:1–10)

Innumerables generaciones de lectores han quedado perplejos ante el mandato de Jesús al joven rico: “Anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo” (Marcos 10:21b). ¿Fue quizás un mandato singular para un solo individuo? ¿Deben hacer lo mismo todos los cristianos? ¿O sería más adecuada alguna aplicación intermedia? Como en tantos otros casos, Jesús tiene un discernimiento especial de la situación de un individuo particular. Sabe que la riqueza de este hombre obstaculiza el discipulado. A la sección del Decálogo citada en el v. 19 hay un agregado: el “no defraudes”. Quizás sea un indicio que el hombre había pecado con su dinero.
Por eso, al llegar al v. 21b, debemos tener cuidado de leerlo todo. El mandato de vender todo y darlo a los pobres no se puede separar de la orden culminante que le acompaña: “Ven, sígueme”. La única caridad que cuenta es la que da como parte del costo del discipulado (cp. también 1 Co. 13:3). La aflicción del hombre (10:22) sugiere que aquí por lo menos se presupone el esquema pactal que concebía las riquezas como recompensa por la obediencia. Si este dirigente de la sinagoga era una persona respetable en su comunidad, se puede entender por qué él (y otros) pensarían que su riqueza era un premio por la obediencia y no algo de que se debe despojar. La reacción asustada de los discípulos frente a la respuesta de Jesús sobre lo difícil que es para los ricos entrar en el reino sigue lógicamente (10:23–24a). ¿Si las personas ricas y piadosas no se pueden salvar, ¿quién podrá ser salvo? Jesús sólo reitera su declaración (10:24b) y luego agrega: “Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (10:25). Las interpretaciones que aluden a una supuesta puerta en el muro de Jerusalén conocida como “el Ojo de la Aguja”, o a una variante textual que sustituye “camello” por “cuerda”, tropiezan en el diálogo subsecuente. Mientras el asombro de los discípulos crece (10:26), Jesús contesta: “Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios” (10:27). Jesús realmente ha descrito una imposibilidad literal al referirse al animal más grande generalmente conocido y a la apertura más pequeña de su mundo cotidiano. Pero con Dios, las imposibilidades humanas se vuelven posibles.
Sea por una curiosidad auténtica o por un velado egoísmo, Pedro trae a colación el radical ministerio itinerante de los discípulos (10:28). ¿Qué recompensa pueden esperar por su sacrificio? La respuesta de Jesús proporciona tanto una seguridad como un desafío. Cualquiera que ha abandonado familia o propiedad por causa del evangelio (10:29) seguramente recibirá “cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras …” (10:29–30a). Dado que Jesús indica que estas posesiones están disponibles “en este tiempo” en contraste con la vida eterna “en el siglo venidero” (10:30b), el texto se debe entender como una enseñanza que los discípulos de Jesús pueden esperar recompensa material por su sacrificio en esta vida. No obstante, ¿en qué consiste esta recompensa, y cómo la reciben? Los hermanos, hermanas, madres e hijos sin número que ganan son, sin duda, la parentela espiritual que adquieren cuando se unen a la gran familia del pueblo de Dios. No hay razón alguna por qué tomar las “casas” y “tierras” de manera diferente. Como en el Sermón del Monte, la familia nueva significa una comunidad nueva de personas que comparten el uno con el otro. Las casas y tierras nuevas son aquellas que el pueblo de Dios comparte con quienes están en necesidad.
La historia de la conversión de Zaqueo (Lc. 19:1–10) viene poco después del relato del joven rico, y marcadamente se contrasta con él. Zaqueo era un cobrador de impuestos de alto rango, quizás uno de los publicanos romanos que trabajaba directamente para el gobierno imperial, a diferencia de los intermediarios, como Leví/Mateo. Por consiguiente, era bastante probable que él era inmensamente rico, pero en parte a costas del pueblo judío común y, sin duda, mediante la extorsión. No es de sorprender, entonces, que la multitud murmurara cuando Jesús fue huésped de un hombre “pecador” (19:7). Llama la atención que Cristo no manda a Zaqueo que deje todo y lo siga. De hecho, no le manda hacer cosa alguna. Zaqueo, sin embargo, se pone en pie y ofrece dar la mitad de sus posesiones a los pobres y restituir cuadruplicado a todos los que él ha defraudado (19:8). De manera que la restitución resulta siendo la señal de un arrepentimiento verdadero, así como en el pensamiento rabínico, aun cuando la cantidad halla paralelo sólo en la pena por el robo de ganado (Ex. 22:1). Además, los rabinos normalmente prohibían obsequiar más del 20% del haber personal, no sea que uno se empobreciera y llegara a ser una carga para otros (b. Ketub. 50a).
Sin embargo, así como no debemos usar el 100% exigido del joven rico para crear un legalismo nuevo, tampoco lo debemos hacer con el 50% dado por Zaqueo. Pero el hecho de que éste dio más de lo que cualquier combinación de diezmos e impuestos judíos requería muestra que su ofrenda no fue meramente simbólica. Zaqueo no llega a ser salvo por su mayordomía, sino por su encuentro personal con el Hijo del Hombre. Notemos que es Jesús quien toma la iniciativa en el v. 5, aunque Zaqueo había estado ansioso de verlo en el v. 4. No obstante, una vez más lo que Zaqueo hace con su dinero ofrece un ejemplo de primera de las buenas obras que fluyen del arrepentimiento genuino.


El ungimiento de Jesús por María de Betania (Marcos 14:3–9 y paralelos)

Hemos llegado a las vísperas del “Domingo de Ramos”. La historia del ungimiento de Jesús por María de Betania ha proporcionado a muchos el texto clásico para justificar el gasto pródigo en el nombre de Cristo. Esta interpretación parece recibir aun más apoyo por el uso que Jesús hace de Deuteronomio 15:11, cuando declara: “Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis” (Mr. 14:7). Sin embargo, la oración “y cuando queráis les podréis hacer bien” seguramente significa que los discípulos deben tener un ministerio constante a los pobres. La segunda parte de Deuteronomio 15:11 resulta ser aun más explícito: “Por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra”. Indudablemente hoy también habrá oportunidades únicas, no frecuentes, para hacer un gasto extraordinario en el servicio de Cristo—quizás la construcción de unos pocos edificios que particularmente glorifican a Dios por medio de la adoración que fomentan. Pero, como en el caso de Jesús, tales gastos deben ser las excepciones, no la norma.
La generosidad a los pobres es el mandato común en el Nuevo Testamento, así como lo fue en el Antiguo. Escobar tiene razón, por consiguiente, al insistir en una hermeneútica de sospecha cuando la exégesis de los occidentales ricos frecuentemente conduce a la implicación: ¡“A los ricos siempre los tendréis con vosotros”!


Purificación del templo (Marcos 11:15–17 y paralelos; cp. Juan 2:13–17)

Menos de una semana antes de su muerte, Jesús hace estragos entre los vendedores y cambistas en el templo de Jerusalén. Casi todos los estudiosos concuerdan que el punto principal, particularmente en los relatos sinópticos, no tiene que ver con una “purificación”, sino con una profecía de la destrucción inminente del templo y una mirada a la edad nueva que Jesús espera después. No cabe duda que le molesta la corrupción de los cambistas. Es bastante posible que Caifás y los saduceos recientemente han trasladado este negocio del Barranco de Cedrón al templo y que han aumentado enormemente sus riquezas mediante tasas de cambio vergonzosas. El relato de Juan, que puede o no describir un episodio distinto, más claramente señala el problema del comercio que ha desplazado el culto en el templo (Jn. 2:16). El hecho que esto ocurrió en el Patio de los Gentiles especialmente ilumina la reacción escandalizada de Jesús; al fin y al cabo, el profeta Isaías había subrayado que el templo debería ser una “casa de oración para todas las naciones” (Mr. 11:17a; Is. 56:7). Puede haber insinuaciones más amplias, sin embargo, en Marcos 11:17b, donde Jesús cita la frase “cueva de ladrones” de Jeremías 7:11 para describir una fortaleza nacionalista. El etnocentrismo del judaísmo del primer siglo ha convertido el templo en un santuario para el mismo espíritu exclusivista y nacionalista que este patio debería atenuar. En una época de tribalismo desenfrenado alrededor del mundo, además de la confusión manifiesta entre actividades espirituales y económicas, la indignación justa de Jesús puede tener numerosas aplicaciones contemporáneas. De hecho, la búsqueda de la seguridad económica muchas veces se encubre con el lenguaje del patriotismo o “interés nacional”.


Dad a César … (Marcos 12:13–17 y paralelos)

Un día después del “torbellino en el templo”, los herodianos y los fariseos unieron fuerzas para tenderle trampa a Jesús, aunque normalmente los dos grupos no cooperaban el uno con el otro. La pregunta que le plantean va al corazón de la tensión entre Israel y Roma. Pagar el tributo era la señal máxima de lealtad al gobierno imperial que les dominaba con su presencia militar. Si Jesús negaba la validez del impuesto romano, los herodianos sin duda le delatarían a las autoridades; si lo apoyaba, los fariseos se escandalizarían por su deslealtad a Dios. De cualquier modo, parece que no le queda a Jesús ninguna salida. Sin embargo, Él se libra de la trampa al proferir las palabras famosas: “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mr. 12:17). Históricamente, el dicho de Jesús jugó un papel destacado en los debates de la Reforma sobre la separación de los reinos de la iglesia y el estado, e influyó aún más en la historia más reciente del establecimiento de la Constitución de los Estados Unidos de Norte América y la Declaración de Derechos plasmada en sus primeras diez enmiendas, documentos que levantaron un alto “muro de separación” entre el gobierno y la religión. Es casi imposible que Jesús específicamente tuviera en mente estos movimientos posteriores en una edad de totalitarismo y regímenes imperiales, los cuales muchas veces reclamaban para sí mismos autoridad divina, y dada la habilidad del pueblo de Dios de acatar estos mandatos bajo las monarquías de siglos subsiguientes. Eso no significa, sin embargo, que no se puede ver los movimientos históricos posteriores como congruentes con el espíritu de la enseñanza inicial de Jesús. De todos modos, en su contexto original el dicho de Jesús niega el derecho de los gobernantes de recibir adoración, y así deja abierta la puerta para los debates acerca de la desobediencia civil, incluso la resistencia a pagar impuestos, si se puede demostrar que tal pago obligaría al individuo a violar las normas morales o teológicas de Dios.


La ofrenda de la viuda (Marcos 12:41–44 y paralelos)

Justo antes de salir del templo por última vez, Jesús ve a la muchedumbre echando sus ofrendas en el arca. Así se despliega la historia famosa de la viuda y sus “blancas” (VRV; Versión Popular: “dos moneditas de cobre”, Mr. 12:42). El tesoro del templo constaba de los diezmos y ofrendas, pero la mayor parte provenía de los ricos (cp. 12:41). Sería muy raro encontrar a una mujer pobre dando lo último de sus escasas posesiones. Si esta mujer pudiera tener acceso a otros recursos, no lo sabemos; pero queda como un modelo que demuestra que es el porcentaje o cantidad de sacrificio, no la ofrenda neta, lo que cuenta ante los ojos de Dios.


CONCLUSIONES

Las buenas nuevas del evangelio son un mensaje uniformemente integral, según la enseñanza de Jesús. El sustento material sin la salvación espiritual es vano, pero la liberación que Dios en Cristo concede normalmente incluye una dimensión física o material también. La única manera en que el pueblo de Dios puede obedecer continuamente todos sus mandamientos es si toda la comunidad cristiana mundial, y cada expresión local de ella, más y más capta la visión de compartir sus recursos con sus hermanos necesitados. Cuando los creyentes se dan cuenta que otros se cuidarán de ellos si inesperadamente se hallan empobrecidos, entonces pueden ser librados a dar más generosamente en tiempos de abundancia. Toda una gama de condiciones socioeconómicas surge entre Jesús y sus discípulos y la gente con quien se relacionan. Sin embargo, hay un énfasis claro en el ministerio y enseñanza de Jesús que insta a suplir las necesidades de los marginados y menesterosos. Los enemigos de Jesús no son los ricos en sí, sino representantes importantes del liderazgo judío, de los cuales muchos resultan siendo un poco más acomodados que las masas. Jesús no es crucificado por su enseñanza acerca de las posesiones materiales, pero las controversias con los líderes judíos que se vuelven cada vez más agudas incluyen elementos de la mayordomía como una esfera principal en la cual no agradan a Dios.
Como Proverbios 30:8–9, Jesús se preocupa por moderar los extremos. Pero el enfoque principal de su ministerio, el camino a la cruz y su llamado a que sus discípulos lo imiten sacrificándose abnegadamente en vez de viviendo con comodidad y gloria, sugiere que el paradigma abarcador para aquel que quisiera seguir a Cristo fielmente no es un “materialismo piadoso”, sino el desprendimiento generoso.


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