viernes, 18 de marzo de 2011

PANORAMA HISTÓRICO PARA LA EDUCACIÓN MINISTERIAL: Los Comienzos para Capacitarse

PANORAMA HISTÓRICO PARA LA EDUCACIÓN MINISTERIAL CRISTIANA:
Los Comienzos para Capacitarse
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 1.3MBytes | Idioma: Spanish |Categoría: Educación Ministerial
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Observamos  seis  épocas  de  educación  ministerial: 
  1. el  discipulado  bíblico; 
  2. el  desarrollo patrístico,
  3. la tradición eclesiocéntrica,
  4. la protesta reformadora,
  5. el enfoque evangélico y
  6. los desafíos misioneros.
De estas seis épocas, hemos desarrollado siete tesis.
 
1.  La educación ministerial del pueblo de Dios de los tiempos bíblicos es dirigida por Dios por medio de los líderes y creyentes, basada en la revelación de la Palabra de Dios dada al pueblo de Dios en el contexto de la historia de salvación. El método del discipulado  asegura que  la  enseñanza pasa  de una  generación  a la  otra  y que Dios será glorificado en las transformaciones de vidas y relaciones humanas y en la extensión del reino de Dios.
 
2.  El contenido de la educación ministerial de la iglesia patrística fue expresado en la literatura  didáctica  de  los  apologistas,  por  los  credos  eclesiásticos  y  en  las prácticas  de  la  tradición  eclesiástica.  La  iglesia  fue  responsable  por  el entrenamiento de los líderes cristianos.
 
3.  La  educación  ministerial  medieval  fue  dominada  por  el  sistema  tradicional  del catolicismo.  Surge  la  acumulación  de  tradición  eclesiástica.  Sin  embargo,  la teología de teólogos como de Agustín y Aquino es más bíblica y dinámica. Hay una influencia  marcada  del  sistema  papal  y  jerárquico  sobre  la  educación  teológica.
Aparece la Inquisición. El sistema monástico comienza a desarrollar. Un remanente de fieles perseguidos por la ICR mantuvo el testimonio del evangelio.
 
4.  La  educación  ministerial  de  la  Reforma  en  Europa  es  definida  por  un  anti-catolicismo,  el  confesionalismo  provincial,  la  teología  bíblica,  persecución  y piedad, sistemas de evangelización, misión de grupos marginados y la centralidad de la predicación.  La educación académica y ministerial es desarrollada.
 
5.  La educación ministerial de los evangélicos tiene un enfoque en la piedad, el poder del  Espíritu  Santo,  el  sacrificio  y  sufrimiento  ministerial  y  la  predicación evangelística.    Aunque  la  educación  académica  es  apreciada,  el  entrenamiento ministerial es considerado como la responsabilidad de los líderes de la iglesia.
 
6.  El desafío  para la educación ministerial es ser fiel a  la base bíblica, aprender de la historia eclesiástica y responder a la gran necesidad misionológica
 
7.  La  estructura para  la educación ministerial del protestantismo  se divide en dos: el sistema  tradicional  de  las  iglesias  protestantes  histórica  y  el  sistema  no tradicional de  las sociedades misioneras, grupos de  renovación,  los evangélicos y los pentecostales.
 
8.  SÍNTESIS  FINAL.  La  educación  ministerial  es  la  preparación  espiritual  y vocacional de los siervos de Dios para presentar y practicar la voluntad de Dios en su contexto por medio de  la  iglesia. La educación ministerial es para  la gloria del Padre,  tiene  un  enfoque  Cristocéntrico,  una  base  bíblica  y  es  dirigida  por  la presencia  y  el  poder  del  Espíritu  Santo.  En  la  historia  de  las  iglesias  cristianas vemos tanto la obediencia como las distorsiones de la educación ministerial.
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¿Algo Aberrante? o ¿Avance Humano?: Clonación Humana - Discernimiento...

¿Algo Aberrante? o ¿Avance Humano?: Clonación Humana - Discernimiento...
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 8MBytes | Idioma: Spanish |Categoría: Ciencia y Religión
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Después del anuncio de la clonación de la oveja Dolly, en los primeros meses de 1997 (como se recordará, se trató precisamente de la clonación por fusión de un ovocito desnucleado con una célula somática extraída de la ubre de una oveja adulta de seis años y cultivado en un laboratorio), la alarma se concentró inmediatamente en la posibilidad de transladar ese procedimiento al hombre. Las condenas morales de esta posibilidad fueron numerosas: desde diversas partes, remitiendo a una valoración prudente y competente el juicio sobre el empleo de este procedimiento sobre los animales, se solicitaron normas de ley claras y definitivas en lo referente a la clonación humana.
Ya desde el primer momento, en los diversos comunicados de los organismos internacionales  (Unesco, Parlamento europeo, Consejo de Europa, Organización Mundial de la Salud.), se notaban expresiones y matices diversos, que en cualquier caso ponían el énfasis en una condena general de la clonación humana, condena que unas veces era fruto de un acuerdo entre diferentes concepciones antropológicas y éticas, y otras se basaba sólo en posibles consecuencias de dichos procedimientos.
A este respecto se difundían en la opinión pública hipótesis y expresiones que pretendían configurar procedimientos particulares encaminados a la producción de células y tejidos para sucesivos empleos de medicina experimental y clínica, sobre todo en la línea de los trasplantes terapeúticos. Se habló de la producción de líneas celulares multipotentes a partir de células estaminales de origen embrional (precisamente células de la masa celular interna del blastocito), procedentes de embriones humanos producidos mediante clonación.
La opinión pública, por motivos de comunicación y por el deseo de ganar fácilmente consenso, fue inducida a creer que se podían producir células y tejidos por clonación de otras células y tejidos, sin considerar por el contrario, que ese procedimiento implicaría necesariamente la generación de embriones humanos, aunque sólo sea en la fase de blastocitos, no destinados a ser trasladados al cuerpo de una madre para su sucesivo desarrollo, sino solamente con la finalidad de usar sus células y así destruirlos. Este "malentendido" indujo a muchos a considerar que esos procedimientos debían considerarse lícitos, dado que tenían una finalidad terapeútica de gran valor para la curación de determinadas enfermedades y no dañarían la integridad del individuo humano.
Entretanto, llegaba el anuncio de que el mismo centro de Escocia que había clonado a Dolly estaba dispuesto a colaborar con una industria estadounidense en la producción de células y tejidos humanos mediante procedimientos de clonación y la formación de bancos de este precioso material.
En el caso se pidió la opinión de la Licensing Authority del Reino Unido, que respondió de forma afirmativa: en los primeros días del mes de diciembre de 1998 dio el visto bueno para ese procedimiento, es decir, se mostró favorable a una clonación con finalidad terapéutica considerada una especie de fruto de la biotecnología "de rostro humano".
Así, como a menudo acontece en estas situaciones, se planteó un dilema: o dar el visto bueno a esa producción, "benéfica", o impedir el avance de la ciencia hacia la victoria sobre enfermedades degenerativas (como la de Parkinson), metabólicas (como la diabetes mellitus con dependencia de la insulina) u oncológicas (como la leucemia).
En esta situación resulta urgente aclarar los términos de la cuestión y examinar de cerca la pertinencia de ese dilema.
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Guía de Preparación para el Liderazgo Cristiano: Liderazgo - Para Crecer


Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 33MBytes | Idioma:Spanish | Categoría: Liderazgo Training
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CONTENIDO
Introducción v
PRIMERA PARTE: PABLO ENCADENADO:
LlDERAZGO EN ACCIÓN
1. Gánese la confianza 3
2. Tome la iniciativa 15
3. Reciba ánimo 31
4. Tome el control 45
SEGUNDA PARTE: PABLO EN CORINTO:
LlDERAZGO BAJO FUEGO
5. La devoción de un líder por su pueblo 61
6. Pablo defiende su sinceridad 75
7. «Para estas cosas, ¿quién es suficiente?» 87
8. Un líder hecho de barro 105
9. La batalla del líder 123
TERCERA PARTE: UN OBRERO APROBADO:
EL LlDERAZGO MEDIDO CON EL ESTANDARD BÍBLICO
10. Cómo no ser descalificado 145
11. ¿Quién puede dirigir? 161
CUARTA PARTE: EPÍLOGO12. La medida del éxito del líder 181
Acerca del autor 207
Apéndice: Veintiséis características de un verdadero líder 209
Notas 211

Una persona llena de orgullo y de autopromoción no es un buen líder de acuerdo a los parámetros de Cristo, sin importar cuánta influencia pueda tener. Aquellos dirigentes que miran a Cristo como su líder y su modelo supremo de liderazgo tendrán corazones de siervo. Ellos ejemplificarán en sacrificio.
Sé que esas no son las características que la mayoría de las personas asocian con el liderazgo, pero son cualidades esenciales de un enfoque bíblico del liderazgo, y esa es la clase de liderazgo que me interesa.

En el cristiano, el liderazgo siempre tiene una dimensión espiritual. La tarea de dirigir a las personas contiene ciertas aplicaciones espirituales.
Este principio es el mismo para un presidente cristiano de una compañía secular como para el ama de casa cuya esfera de liderazgo quizás no se extienda más allá de sus propios hijos.
Cada cristiano en cualquier tipo de liderazgo es llamado a ser un líder espiritual.
En este libro estaré hablando acerca de la dimensión espiritual del liderazgo pero, por favor, no piense que sólo les estoy escribiendo a los pastores, a los misioneros o a los líderes de la iglesia. Le escribo a cada líder que sea cristiano incluyendo al gerente de una fábrica, al entrenador de fútbol o a la maestra de escuela.

Todos necesitamos recordar que el papel de liderazgo es una responsabilidad espiritual y que a las personas que dirigimos las administramos para Dios, y es a Él a quien daremos cuenta un día (Mateo
25.14-30). Si comprende bien su responsabilidad ante Dios como líder, usted puede empezar a ver por qué Cristo representó al líder como un siervo.
El no estaba sugiriendo, como muchos lo suponen, que la modestia por sí sola es la esencia del liderazgo. Existen muchas personas humildes, mansas, tiernas, serviciales que no son líderes. El verdadero líder inspira
a sus seguidores.
Alguien que no tiene seguidores difícilmente puede ser llamado líder. Porque aunque ciertamente el liderazgo demanda un corazón de siervo, no significa que todos los que tienen corazón de siervo son líderes. El liderazgo es mucho más que eso.
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martes, 15 de marzo de 2011

Sermones Escogidos: Justificados Para Romper el Poder del Pecado


Romanos 6:5-10
Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; 6sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. 7Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. 8Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; 9sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. 10Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. 11Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Hoy quisiera comenzar con una afirmación general acerca de la unión del creyente con Cristo:

Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El seguramente también resucitaremos con El de entre los muertos.

Quizás al momento de escuchar esta afirmación usted preguntará: ¿Está usted seguro de lo que está diciendo? ¿No querrá decir: Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El y hemos resucitado con El; no: seguramente también resucitaremos con El? ¿No querrá usted decir: “Como estamos unidos a Cristo y El ha resucitado, nosotros estábamos en El y también resucitamos con El”? ¿No está esa experiencia presente de la resurrección implícita en el versículo 4b: como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva? ¿Y el versículo 11: Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro? ¿Y el 13b: presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia?
¿No dice acaso Ef.2:5: aun estando nosotros muertos en pecados, (Dios) nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó? ¿Y Col. 3:1: Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios (ver también Col.2:12? Pastor John, seguramente usted lo que quiere decir es que: “Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El y hemos sido resucitados con El.”
Mi respuesta es SI. Yo quiero honrar la verdad bíblica que nuestra unión con Cristo implica que ahora “andamos en nueva vida” (Rom.6:4); y que estamos “vivos para Dios (6:11); y vivos de entre los muertos (6:13); y que “y juntamente con él nos resucitó” (Ef.2:6; Col.3:1). Pero también quiero prestar atención a la verdad bíblica  de Rom. 6:5 y 8. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Eso suena futurista. Lo mismo sucede con el versículo 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Otra vez aquí nuestra resurrección es futura. Quisiera también enfatizar el significado de Rom. 8:11, “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”. Una vez más vemos que nuestra unión con Cristo por su Espíritu garantiza nuestra resurrección futura. Y sucede lo mismo con 2Cor.4:14: “sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús”.
Y una de las razones por las que quiero decirlo como Pablo en Rom. 6 es porque él pudiera estar protegiéndose a sí mismo de la “herejía” al principio de este sermón. Escuchen su descripción de la herejía en 2Tim. 2:17-18. El advierte contra aquellos que hablan: Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, 18que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos”. La herejía era la siguiente: “La resurrección es un hecho pasado”. Así que es posible tomar la verdad bíblica de Efesios 2:6, Colosenses 3:1 y Romanos 6:4, 11, 13 y transformarla en una doctrina tan mortífera como la gangrena.
Por tanto, ¿Cómo podemos evitar esto? Respuesta: Diremos lo que dice el texto en Rom. 6:5 y 8 y luego veremos como esto se ajusta al resto de la verdad. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Vers. 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con El.” Asi que quisiera confirmar mi afirmación inicial de hoy: "Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con él, y seguramente vamos a resucitar con él de entre los muertos."
Ahora, he aquí lo que esto significa: Una manera en que nuestra muerte con cristo renueva nuestra vida ahora (libertad presente del pecado) es por el efecto que esta muerte tiene en nuestro futuro. Esta conclusión la saco de la lógica de los versículos 5 y . Asegúrese de verla. Ambos versículos son condicionales. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Versículo 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Así que, un punto crucial para Pablo es que la muerte con Cristo garantiza la vida y la gloria de nuestro futuro.
Creer esto es sumamente importante para experimentar el poder presente de la resurrección de Cristo en nuestras vidas. Creer que nuestro futuro esta gloriosa y felizmente guardado en Cristo, es una manera de nosotros experimentar el poder de Cristo ahora, el poder que nos libera del pecado.

Pablo desarrolla esta idea en dos sentidos diferentes: uno en los versículo 5-7, y el otro del 8-10.

1. Veamos primeramente los segundos, Rom. 6:8-10.
Observen cuán importante es creer que nuestro futuro está seguro en Cristo. Note el uso de la palabra “creemos” en el v.8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Esto es lo que creemos. Esta es nuestra confianza. Que nuestro futuro se encuentra firme, inconmovible y felizmente seguro en Cristo. Esta es la manera en que experimentamos de forma consciente los beneficios de nuestra unión con Cristo, y los creemos. Confiamos y descansamos en ellos. Y ellos nos satisfacen.
Veamos pues cómo Pablo fundamenta esta fe futura. Su argumento en los versículos del 9 al 10 tiene cinco pasos.
1) Cristo murió al pecado de una vez y para siempre. V.10a: “Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas”. Esto significa que Cristo realmente murió y cuando murió destruyó el pecado de tal manera que su muerte no tiene que repetirse. Ocurrió una vez y para siempre. El resolvió el problema del pecado en lugar de todos los que ahora estamos en El.
2) Luego resucitó de entre los muertos. V. 9ª: “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos…” La obra ya fue hecha. El pecado fue destruido. Para eso es que el murió. Para que no hubiera razón para estar muertos. El resucitó.
3) Ahora la vida que El vive, la vive para Dios. V. 10b: “mas en cuanto vive, para Dios vive”. Al morir, Cristo satisfizo las exigencias del pecado; al resucitar, las de Dios. La vida en su resurrección está definitivamente orientada hacia y para la gloria de Dios, habiendo acabado con el pecado.
4) Por tanto, Cristo es victorioso sobre la muerte. V. 9b: “la muerte no se enseñorea más de él.” La muerte es un enemigo vencido. Cristo es Señor de la muerte y no al revés. El tiene las llaves de la muerte y del infierno. La muerte sirve a sus propósitos y ya no tiene ninguna autoridad final sobre El.
5) Por tanto, Jesús nunca morirá. El es indestructible, para siempre. V. 9ª: “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere”. Jesús nunca morirá.
Pablo nos da todo este gran argumento para respaldar el punto del versículo 8b: “creemos que también viviremos con él”. El quiere que nosotros también sintamos la firmeza de estos cinco pasos en nuestra alma por la fe. Debemos creer, confiar y estar seguros de que “viviremos con El para siempre”. Si estamos unidos a Cristo por esta fe, hemos muerto con El; el problema del pecado ha sido resuelto; resucitaremos; viviremos para Dios; la muerte ya no se enseñoreará de nosotros; nunca moriremos; compartiremos la indestructibilidad de Cristo.
Esto es precisamente lo que Pablo quiere que creamos y vivamos. Esa confianza. Esa esperanza. Esa seguridad. Esa satisfacción. Para eso es que está Dios en nosotros en Cristo Jesús. Y creerlo es lo que hace de nuestra unión con Cristo una experiencia poderosa y efectiva ahora, y no solo en el futuro.
Es por esto que Pablo enfatiza el efecto que la muerte con Cristo tiene en nuestro futuro. Porque al creerlo, al vivir llenos de esperanza, satisfechos y confiados de que nuestro futro está seguro en Cristo, el poder del pecado se rompe en el presente. El pecado no puede esclavizar a alguien que está totalmente confiado y seguro en la felicidad infinita de la vida futura con Cristo. Es por eso que Pablo resalta en el v. 8 que nuestra muerte con cristo nos asegura una resurrección triunfante con El en el futuro. Ese es el punto de los versículos 9-10. Creer esto es la manera en que nuestra muerte con Cristo se hace poderosa en el presente. 
Ahora bien, esa es una manera en que Pablo desarrolla la relación entre la muerte con Cristo y nuestro futuro (vv. 8-10). También lo hace, pero de otra manera en los versículos 5-7. Así que observemos finalmente la manera en que Pablo defiende la conexión que existe entre nuestra muerte con Cristo y nuestra futura resurrección con El.
2. Romanos 6:5-7
Ahora quiero que noten cómo la unidad comienza de la misma manera que los versos 8-10, o sea, con la conexión entre nuestra muerte con Cristo y nuestra futura resurrección con El.
V. 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección.” Esto es presentado como la base de nuestro andar en vida nueva del versículo 4. Por tanto, es poderosamente crucial para Pablo que nosotros sepamos que seremos unidos a Cristo en una resurrección como esta. Creer eso y esperarlo es esencial, como veíamos en el versículo 8.
Pero ahora Pablo defiende el nexo entre nuestra muerte y resurrección con Cristo en una manera totalmente diferente a como lo hace en los versículos 9-10. Allí se enfocaba en la vida indestructible de Cristo; aquí, en nuestra vida transformada.
Pablo dice: ustedes van a estar unidos en una resurrección como la de Cristo (v. 6) “sabiendo esto (o lo que es igual, porque ustedes saben esto), que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. En otras palabras, Pablo plantea que nuestra muerte con Cristo certifica y garantiza nuestra futura resurrección porque esta asegura nuestra libertad de la esclavitud del pecado. Nuestro viejo hombre fue crucificado. Esto significa que nuestro cuerpo ya no es cómplice irremediable del pecado. Por el contrario, somos libertados de la esclavitud del pecado y el cuerpo ahora puede convertirse en un instrumento de justicia.
El versículo 6 apoya la certeza de nuestra resurrección con Cristo al mostrar que la muerte con Cristo nos santifica, nos cambia y rompe el poder del pecado en nuestras vidas. Esto no significa que el pago de la santificación (santidad) sea la resurrección, pero queda claro que no habrá resurrección sin ella. (v. 22: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin [de esta santificación], la vida eterna.”)
Lo cual trae a colación la siguiente pregunta: ¿Y qué  de la justificación? No somos ya absueltos, aceptados y declarados justos solo por la fe? ¿No es esto lo que asegura nuestra resurrección final con Cristo? ¿Cómo y dónde entra la justificación en todo esto?
Pablo nos da la respuesta en el versículo 7, pero en las versiones de la Escritura al inglés nos es difícil apreciar esto porque traducen el término “justificado” como “libertado”. El versículo 7 dice: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” En todo el resto de los escritos de Pablo (26 usos del verbo dikaiow) el significado de esta palabra es “justificar”, “absolver” o “vindicar.” En ninguna parte Pablo la usa con el significado de “libre” de algo, desde el sentido moral de la libertad del pecado.
Así  que, ¿Cómo pudiera el versículo 7 sustentar el 6?. El v. 6 dice: “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.”; mientras que el 7 afirma: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” ¡Cuán fácil es llegar apresuradamente a la conclusión que ya puesto que la justificación del pecado exige el no ser más esclavos del pecado, esta no debe tener el significado que usualmente tiene (el de la declaracion de inocencia), sino más bien el la transformación real del comportamiento de un individuo!
Sin embargo, esto me parece algo superficial. Por la siguiente razón: ¿Cómo puede alguien ser esclavizado por el pecado? Una manera es por la poderosa influencia de este. Porque es atractivo. Y si esa es la única manera en que el pecado nos esclaviza, entonces el versículo 7 debería tener el siguiente significado: “El que ha muerto ha sido liberado de la poderosa atracción del pecado.” Y de esa manera, “justificado” no tendría su significado ordinario.
Porque existe una manera más profunda en que el pecado esclaviza al hombre y lo mantiene cautivo. Y yo lo he visto obrar de esta manera tan terrible en anos recientes. El pecado crea una culpa que enceguece, haciendo que la persona se sienta sin la esperanza de alguna vez ser incluida entre los justos. Esto mucho más profundo y terrible que ser esclavizado por lo atractivo del pecado. Esto es ser esclavos de la desesperación cegadora del pecado.
Por ejemplo, usted le pregunta a este tipo de personas: ¿No te das usted cuenta que la promesa del pecado es una mentira, y que te está llevando a un callejón sin salida? Es sorprendente como incluso pudiera estar de acuerdo con usted y quizás hasta decir algo como: “Yo lo sé, pero eso no hace ninguna diferencia. De todos modos estoy perdido y no tengo esperanzas.” Aquí tenemos a alguien que no solo es cautivo de la atracción del pecado, sino que, y esto es aun más terrible, es esclavo de la cegadora desesperación de la culpa por el pecado. No pueden progresar en su lucha contra lo atractivo del pecado porque no pueden escapar a la culpa que este produce.
Ahora bien, si tal modo de esclavitud existe, entonces el versículo 7 está perfectamente diseñado para describir su remedio. Veámoslo de esta manera. V. 6: “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. ¿Cómo es esto? ¿De qué manera nuestra muerte con Cristo nos libera de la esclavitud del pecado? La respuesta en el versículo 7 nos muestra que este va primeramente a las raíces profundas de la esclavitud del pecado, no a lo atractivo de este, sino a la fuerza destructora de la culpa que produce, al decir: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” La culpa es borrada antes de romperse el poder de la atracción.
Lo cual, resumiendo, significa que: Al vencer el poder del pecado en nuestras vidas, en principio no se nos da la habilidad moral para romper la atracción del pecado; en su lugar, se nos da el derecho legal y personal de destruir la desesperación que me dice que no puedo ser ni perdonado ni declarado justo. Lamamos a esto justificación. En otras palabras, la justificación es el fundamento para la santificación, la cual, en pago, es la certificación de que estamos en camino hacia una resurrección con Cristo en unión con El. 
Por tanto, podemos decir que el punto principal de los versículos 5-10 es que la unión con Cristo el resucitar a una vida eterna de gozo con Cristo. Y lo hace de dos maneras: 1) nos une a Cristo, quien está vivo con una vida indestructible y no puede morir; y 2) nos une a Cristo, quien nos justifica nos libera de la cegadora desesperación de que estamos sin esperanza en nuestro pecado. Y desde este lugar de esperanza inquebrantable, crecemos en nuestra habilidad para vencer los tentadores lazos del pecado, entregando nuestras vidas en amor.

Sermones Escogidos: ¿Cómo Puede Ser Correcto Para Dios Justificar al Impío?


Romanos 3:20-4:5
En el corazón de nuestro evangelio hay una verdad que a primera vista ofende el sentido judicial de las personas perspicaces. Ese sentido judicial está expresado por el sabio del Antiguo Testamento en Proverbios  17:15 el cual dice, “El que justifica al impío, y el que condena al justo, Ambos son igualmente abominación a Jehová”. (cf. Proverbios 24:24). Nosotros derribamos llenos de indignación a los jueces que absuelven al culpable. Nuestra sensibilidad moral es ultrajada cuando al mal y la culpa no se le dan sanciones legales. Sin embargo en el corazón de nuestro evangelio permanece la oración: Dios justifica al impío que cree en Él. Dios absuelve al culpable. ¡Esto es el evangelio! ¿Pero cómo puede ser correcto para Dios hacer esto?

¿Por qué Se Debe Reflexionar Sobre Esta Cuestión?

Alguien podría decir, ‘No te preocupes con el por qué Dios es justo cuando hace lo que hace. Si dice que lo hace, sólo confía en que es lo correcto. No dudes de tu Creador’. Ahora bien, yo admiro una confianza tan fuerte en la justicia de Dios. Y es cierto que Dios es bastamente más sabio, más elevado, y más profundo que nosotros, tanto que lo que a primera vista para nosotros puede parecer incorrecto, es correcto cuando todo lo que Dios conoce es tomado en cuenta. Pero el deseo de conocer cómo puede ser correcto para Dios absolver al culpable, no fluye necesariamente de la duda. Existen al menos otras dos razones que nos mueven a hacer esta pregunta:
Una es las ansias de admirar la profundidad de la sabiduría de Dios. Cuando usted admira la perspicacia fisiológica dentro de los misterios del cuerpo humano, sus preguntas “¿cómo puede ser esto?, ¿cómo puede ser aquello?” no necesariamente vienen de la duda. Pueden venir del puro deleite que nos proporciona ver la asombrosa complejidad de la forma en nuestros cuerpos funcionan. Considero una señal muy importante de que una persona ama a Dios, si desea conocer mejor a Dios, ver aun más profundo dentro del corazón divino, para admirar y adorar y disfrutar de Dios más intensamente.
La otra razón para querer saber cómo es correcto para Dios justificar al impío, es el deseo de eliminar tantas piedras de tropiezo innecesarias como sea posible, que nos impidan aprobar razonablemente la manera de actuar de Dios. El deseo de exonerar a Dios no es malo mientras no distorsionamos su verdad para hacerlo aceptable ante las personas de mente mundana. Si Dios ha revelado el ‘cómo’ y ‘por qué’ de su acción, entonces no deberíamos vacilar en explicarlos claramente, para ayudar a las personas a ver, y así, sincera y razonablemente aprobar la sabiduría y justicia de Dios.
Es obvio por Romanos 3:21-26 que Dios ha dado una respuesta a nuestra pregunta y por tanto debe querer que la consideremos. Eso es lo que quiero que hagamos ahora en la preparación de nuestro servicio de Santa Cena. Sigamos el pensamiento de Pablo aquí en estos versículos.

El Problema de la Justicia de Dios

Hasta el versículo 21 de Romanos 3, Pablo ha mostrado que todos los hombres están bajo pecado y quedan bajo el juicio de Dios (ese también ha sido el punto de nuestros dos últimos mensajes de los domingos por la mañana). Ahora Pablo dirige su atención hacia el remedio de la enfermedad universal, que es el pecado, y al juicio. “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él”. Esta es la mejor noticia del mundo para quienes sentimos nuestra culpa ante Dios y conocemos que nuestra justicia es completamente inadecuada para ganar el favor de Dios. La buena noticia es que Dios, en su gran amor, ha provisto una justicia disponible para todo aquel que encuentre su confianza para la vida, en Jesucristo. No podemos trabajar para ganarnos este regalo, ameritarlo, o merecerlo; pero está allí para todo aquel que ponga su esperanza en Cristo. Romanos 4:4-5 deja esto claro: “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; 5mas al que no obra [i.e. no trata de ganar, ameritar, o merecerse el regalo de Dios], sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”. La buena noticia es que existe un indulto gratuito para el culpable que deja de tratar de impresionar a Dios y a los hombres, y en lugar de eso, descansa en Jesús. No existe medicamento humano o recreo que pueda tranquilizar a la conciencia culpable como puede hacerlo esta verdad. Anhelo que usted la tome para sí y salga hoy de este lugar con la verdad de Cristo.
Pero ahora esta inmensamente buena noticia creaba un problema para el apóstol Pablo, con el cual, con la ayuda de Dios, lidia en los versículos 24-26. El versículo 24 dice “…siendo justificados gratuitamente por su gracia”. Pero no se detiene ahí. Va más profundo y da las bases o los cimientos de la justificación. La absolución del culpable tiene lugar sobre las bases de una transacción divina que ocurre en la experiencia de Cristo. Esta transacción es llamada “redención” en el versículo 24, es decir, compra o rescate. Algo ocurrió en la muerte de Jesús que es tan estupendo que sirve como base para perdonar a millones y millones de pecadores que confían en Cristo. ¿Qué fue lo que ocurrió?
Pablo da la respuesta en los versículos 25 y 26:   “… a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”.
 Aquí vemos el problema que la justificación del impío causaba para Pablo. La justicia de Dios está llamada a ser cuestionada por haber pasado por alto los pecados. Dios está ahora pasando por alto los pecados de aquellos que confían en Jesús. Y el capítulo 4 en los versículos 6 al 8 muestra que Dios ha estado haciendo lo mismo durante generaciones, a los que confían en él. “Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, 7diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”. Dios ha pasado por alto los pecados de ancianos cuando justificó a Abraham y a David por fe, y ahora está pasando por alto los pecados de todos los que confíen en Jesús. Y Pablo dice en el versículo 25 que a causa de esto la justicia de Dios está siendo cuestionada, tanto que tiene que demostrar su justicia poniendo a Cristo como propiciación mediante la fe en su sangre.
Pero ¿por qué está siendo cuestionada la justicia de Dios cuando pasa por alto los pecados y justifica al impío? La razón no es que esto confirmará a los pecadores en su perversidad y perpetuará su pecado, fue evidente por el mensaje del domingo pasado que la fe salvadora siempre transforma al pecador. Dios siempre santifica a aquellos que justifica. Por tanto, el perdón del culpable no regresa a los violadores a las calles, produce transformación mediante el Espíritu Santo (lo que es el tema de que quiero hablar el próximo domingo). Así que la justificación del impío no llama a la justicia del Dios a ser cuestionada porque podría perpetuar el pecado. La verdadera razón, pienso yo, es que el pecado siempre es un desprecio hacia la gloria de Dios, y por tanto al Dios pasarlo por alto, parece como si estuviera de acuerdo en que su gloria carece de valor. Ello hace que Dios parezca como si no fuera honesto consigo mismo. Ello hace ver a Dios como si ya no tuviera el propósito de demostrar su gloria o preservar su honra. Pero si  Dios niega su propio infinito valor, entonces no solo está dejando de ser verdadero consigo mismo, sino que también la gloria por la que su pueblo ha esperado es devaluada de su valor supremo. Esto sería el ultraje supremo y colmo de la injusticia.
La razón por la que pienso que es esta horrible posibilidad la que llama a la justicia de Dios a ser cuestionada es que en Romanos 3:23 y 1:21, la esencia del pecado parece ser rehusarnos a glorificar y honrar a Dios. El versículo 23 dice: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos [o privados] de la gloria de Dios” Romanos 1:21-23 explica lo que esto quiere decir, “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias […] profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”. El hombre natural siempre se deleita más en la gloria de las cosas creadas que en la gloria de Dios. Y al hacer eso cambia la gloria de Dios y por lo tanto queda destituido o privado de ella. 
Por tanto, cuando Dios pasa por alto un pecado que tanto menosprecia su gloria parece como si considerara que su gloria carece de valor. Pero sería incorrecto que Dios no preservara su honra, ni la mostrara. Él estaría siendo injusto si actuara de esta manera. Ese es el meollo del problema de Pablo con la justificación del impío. Esto hace ver a Dios (al absolver a personas que han pisoteado su gloria en el lodo) como si ya no valorara su gloria.

La Reivindicación de la Justicia de Dios

Su solución, en una palabra, es la muerte de Cristo. Según el versículo 25, Dios pone a Cristo como propiciación “por medio de […] su sangre”, i.e. por medio de su muerte. ¿Cómo podría Dios mantener el valor de su propia gloria y todavía ser justo; y, sin embargo, justificar al impío cuyo pecado ha mancillado y despreciado esa gloria? La respuesta dada en los versículos 25 y 26 es: Enviando a Cristo a morir y demostrando así la justicia de Dios. Pero ¿cómo la muerte del Hijo de Dios demostraba la justicia de Dios, su lealtad al valor de su propia gloria?
Pablo no nos explica esto claramente, en detalles, pero pienso que podemos unir brevemente las piezas. Conocemos de otras Escrituras que todo lo que Jesús hizo en su vida y muerte, lo hizo para la gloria de su Padre. Por ejemplo, cuando Jesús se aproxima a la hora  de Su muerte, dice, “Hora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez” (Juan 12:27-28). Luego, cuando Judas había partido de la Última Cena, y su muerte era inminente. Dijo, “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él” (Juan 13:31). Finalmente en la gran oración de Jesús en Juan 17, ve su muerte como casi completa y dice “o te he glorificado en la tierra [Padre]; he acabado la obra que me diste que hiciese” (17:4).
Lo que vemos en este texto es que todo lo que Jesús sufrió, lo sufrió para el bien de la gloria de Dios. Por tanto, todo su dolor, vergüenza, deshonra, y humillación sirvió para magnificar la gloria del Padre, porque mostró cuan infinitamente valiosa es la gloria de Dios, de manera que una perdida como esa debía ser sufrida por su bien. Cuando miramos a la terrible muerte que sufrió el perfectamente inocente e infinitamente valioso Hijo de Dios en la cruz, y escuchamos que sufrió todo eso para que la gloria de su Padre pudiera ser restaurada, entonces sabemos que Dios no ha negado el valor de su propia gloria. Dios no ha dejado de ser verdadero consigo mismo, no ha dejado de defender su honra y mostrar su gloria, él es justo. La horrible muerte del Hijo es el medio por el cual el Padre puede ser ambas cosas, justo, y el único que justifica al impío que tiene fe en Jesús.
Este es un pensamiento glorioso. Nuestra justificación no está basada en una sentimentalidad débil. Está basada en la inconmovible Roca de la inaccesible justicia de Dios, demostrada en la muerte y certificada en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Oro para que la Palabra sea una raíz profunda y una gran fortaleza a nuestra fe cuando conmemoremos la muerte de nuestro Señor juntos.
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