jueves, 13 de noviembre de 2014

EL CONOCIMIENTO SIN LA PRÁCTICA NO NOS DA MEJOR CALIFICACIÓN QUE AL DIABLO

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 

 
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El conocimiento es el antídoto para el error
2 Pedro 1:1–4
Sin importar cuál sea la vocación de cada uno, la vida está llena de preguntas, dudas y decisiones. El albañil se preocupa de que la pared esté derecha, el que escribe una carta, un ensayo o un libro, se inquieta por que sus palabras estén bien escritas. En la cocina, la mujer se preocupa por la combinación exacta de las especias del platillo que está cocinando. En todos los casos, la única forma de saber lo que es correcto es consultando la norma escrita. Entonces, para la ortografía está el diccionario, para la pared está la plomada, y para el ama de casa, una receta o ¡tal vez el paladar!
Ahora bien, ¿qué de la vida moral y espiritual? Uno no puede evitar el error que propagan los falsos maestros a menos que sepa lo que es la verdad. La ignorancia es un camino que conduce a toda clase de percances, equivocaciones, esclavitud y rebeldía. En sus días, el apóstol Pedro vio esos síntomas en el horizonte y escribió la carta que estamos por estudiar, con el objeto de amonestar a los creyentes contra los falsos maestros. A la luz de un porvenir amenazador, les ofreció el antídoto: el conocimiento de la verdad. Su epístola nos hace recordar lo dicho por el Señor Jesucristo: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31–32). No se refiere sólo a la educación o a la acumulación de más información en un archivo. Tiene que haber una aceptación y asimilación de la verdad que Dios ha revelado y que nos motive a la obediencia. Nuestro Señor citó este principio cuando dijo: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:17).
El resumen que Pedro ofrece al final de la carta es muy acertado: “Antes bien creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo…” (2 Pedro 3:18). Este es un consejo que convenía tanto a sus lectores de aquel entonces como nosotros, porque los falsos maestros siempre han existido.
Fuente del conocimiento para el creyente. 1:1–4
La carta: De quién y para quién (1:1–2). Siguiendo la forma acostumbrada en que se enviaban misivas en la época del primer siglo, ésta también empieza dando el nombre de su autor. Sin embargo, no es como las demás cartas del Nuevo Testamento, porque empieza dando dos nombres de la misma persona. Desde el principio, 2 Pedro es única.
Este hecho naturalmente refuerza la identidad del autor, sobre todo, cuando se considera que en un buen número de textos, aparece la forma original de “Simón” es decir, la forma hebraica “Simeón”. Ningún falsificador del segundo siglo hubiera introducido la forma no hebrea que aparece en la epístola. Por otro lado, sería muy natural que Pedro el apóstol sí la usara.
Pero si los nombres en sí no son suficientes para establecer la identidad del autor, ¿qué tal sus dos credenciales mencionadas en seguida, siervo y apóstol? “Siervo” es traducción de la palabra que se usaba para hablar de un esclavo. Sin embargo, no se refiere aquí a la servidumbre involuntaria, sino a alguien que con muy buena voluntad y hasta entusiasmo se rinde a su amo, en este caso el Maestro, el Señor Jesucristo. A esas alturas, Pedro ya no era el pescador impetuoso e independiente, sino un hombre maduro, totalmente sumiso a su Salvador y Señor.
La palabra “apóstol” coloca al autor en compañía muy selecta. Fueron pocos los que podían adjudicarse semejante título. Efectivamente, Pedro estaba entre los primeros escogidos por el Señor, juntamente con Juan y Jacobo. Él presenció los milagros del Jesucristo, escuchó sus grandes discursos, así como sus parábolas y sencillas lecciones. Anduvo con Cristo por las veredas de Tierra Santa, entró con él a Samaria y subió con él al monte de la Transfiguración. En la última semana de la vida terrenal de nuestro Señor, Pedro estuvo presente durante las grandes enseñanzas del aposento alto, y poco después, descendió al valle más oscuro de su vida, cuando entre los enemigos de Cristo negó a su Señor. Gracias a Dios, su biografía no termina allí.
También fue testigo de la resurrección triunfante y posteriormente fue totalmente restaurado. Entonces, cuando los apóstoles estudiaron (Hechos 1) el dilema de quién tomaría el lugar del traidor Judas, fue Pedro quien hizo una lista de los requisitos de apóstol. Luego, en el siguiente capítulo (Hechos 2), el mismo apóstol llegó a ser el intenso predicador del día de Pentecostés. Años después y estando a más de 2,300 kilómetros de distancia, en la ciudad de Roma, escribió la carta que estamos estudiando, cuyo autor es Pedro, apóstol de Jesucristo.
Los receptores de ésta, su última obra, se catalogan como “los que habéis alcanzado… una fe igualmente preciosa que la nuestra” (1:1). El versículo establece que eran creyentes, pero no indica directamente si eran gentiles o judíos. Tampoco establece el lugar geográfico donde se encontraban.
Si 2 Pedro 3:1, que dice: “Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento”, se refiere a 1 Pedro, entonces los destinatarios son los mismos que se mencionan en 1 Pedro 1:1: “…los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia”. En ese caso, quienes recibieron la segunda carta eran creyentes judíos (“los expatriados”) de Asia Menor.
Por otro lado, es posible que 2 Pedro 3:1 se refiera a otra carta (una ya perdida), es decir, a una que no llegó a formar parte del canon del Nuevo Testamento. Varios eruditos piensan de este modo. Si así fuera, no tendríamos ni la menor idea de quienes fueron los recipientes de 2 Pedro. Sabríamos de ellos únicamente por lo poco que la carta revela, que aunque es “poco”, es muy importante.
Habiendo “alcanzado… una fe” (1;1) indica que eran creyentes que lógicamente, habían aceptado a Cristo hacía relativamente poco tiempo, pero cuya salvación era igual a la de los que aceptaron antes; igual en el sentido de que tenía la misma fuente (la obra de Dios) y los mismos resultados.
Hay una importantísima expresión teológica en la frase “nuestro Dios y Salvador Jesucristo”. Pocas, pero fuertes, son las referencias novotestamentarias donde se identifican directamente a “Dios” con “Jesucristo”. (Véase Juan 1:1; 20:28; Tito 2:13 y la explicación de Pablo en Colosenses 2:9.) No debe extrañar al estudiante del Nuevo Testamento que sea Pedro el que lo dice, reforzando lo que dice en su doxología de 3:18. Es de interés notar que en el Nuevo Testamento el término “Salvador” se aplica a Jesucristo unas 16 veces, 5 de las cuales aparecen en 2 Pedro.
El saludo “Gracia y paz os sean multiplicadas” (1:2) es igual al de 1 Pedro, pero como los saludos de Pedro no hay igual en todo el Nuevo Testamento. En los de Pablo, no se incluye el verbo como aquí, cuando dice: “sean multiplicadas”, siguiendo el estilo formal de los griegos. El uso del verbo, que es un estilo de composición más oriental, en este caso parece indicar que los destinatarios ya habían recibido esos elementos, pero, que a la luz de los maestros falsos que estaban entrando en el cuadro, los hermanos necesitarían una mayor cantidad de esos importantes ingredientes, la gracia y la paz.
No se debe pasar por alto la primera aparición en la carta de la palabra “conocimiento”. La palabra, los derivados de ella o términos análogos, se encuentran unas 16 veces en 2 Pedro, lo cual enfoca lo que él consideraba que era el antídoto para el veneno de los maestros falsos.
La causa: De dónde viene la vida (1:3)
La fuerza del versículo se capta en la paráfrasis, “¡Todos, absolutamente todos los recursos necesarios para disfrutar y demostrar la relación que el creyente sostiene con su Dios, él los ha dado ya!” Dios, siempre de acuerdo con todas sus demás perfecciones, planificó, ejecutó y soberanamente aplicó al individuo todo su poder. Y no le entregó solamente lo requerido para el inicio de la vida eterna, sino que también le proveyó todos los recursos necesarios para garantizar y desarrollar esa vida. Dios nos ha reclutado para ser sus soldados y para que entremos en la milicia bien equipados para la pelea.
Entonces, ¿a quiénes se refiere específicamente el pronombre “nos” (1:3)? Debido a la frase “por su gloria” se cree que el “nos” se refiere a los mismos apóstoles. Por cierto, los relativamente recién convertidos (en comparación con los apóstoles) a quienes Pedro escribió, no podían formar parte de ese “nos” por razón de tiempo y geografía. Ellos no habían visto la “gloria” del Señor Jesucristo. En cambio los apóstoles sí la vieron, algunos en el monte de la Transfiguración y todos en el Cristo resucitado. Por otro lado, la fuente de vida es la misma, ya se trate de los apóstoles, de los lectores de la carta, o de nosotros de la edad presente.
Por segunda vez en sólo dos versículos, el autor menciona “conocimiento”. La vida que complace a Dios no le pertenece al hombre caído por naturaleza; es un don de Dios. Y sus detalles se encuentran en la Biblia.



¿Es bíblica la palabra DEBEMOS?: ESTUDIAR, ES MEJOR

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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ALGUNOS «DEBEMOS» DE LA BIBLIA
(Juan 3:7)
1. Debemos orar siempre (Lc. 18:1; Sal. 91:1; Mt. 6:6).
2. Debemos leer las Escrituras (Col. 3:16; 1 P. 2:2).
3. Debemos asistir a los cultos de la iglesia (He. 10:25).
4. Debemos dar testimonio (Ro. 10:9, 10).
5. Debemos traer nuestras ofrendas al Señor (Mal. 3:7–12; 2 Co. 9:7).
6. Debemos ser sinceros (Jn. 4:24; Mt. 5:8).
7. Debemos comparecer ante el Tribunal de Cristo (2 Co. 5:10).


domingo, 9 de noviembre de 2014

No había nadie allí para advertirles del peligro: Era como la garganta del infierno mismo

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 

 
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Un sueño espantoso
Los tambores redoblaron durante toda la noche. La oscuridad me rodeaba cual poder viviente. No me podía dormir, así que abrí los ojos, y lo que vi fue lo siguiente:
Me encontraba en una parcela de verde césped, y directamente delante de mí se abría un abismo infinito, absolutamente oscuro. Intenté descubrir su fondo pero no lo logré. Sólo vi nubarrones y vacías sombras cuyas profundidades eran interminables. Me tuve que retirar enseguida porque sentía vértigo estando en el borde.
De repente, descubrí que venía avanzando hacia el precipicio una multitud de personas. Todas se acercaban al extremo del abismo. Pude observar a una madre con su hijito en brazos y otro niño que se aferraba a su vestido. Al llegar ella cerca del borde me di cuenta de que era ciega. Dio un paso más y cayó al precipicio, junto a sus niños. ¡Qué espantoso grito se oyó! Entonces pude ver más hombres y mujeres que venían como ríos desde todas partes y lugares. Todos eran ciegos y todos se dirigían directamente hacía las fauces del abismo. Los gritos que proferían cuando caían al vacío eran aterradores. Las manos de algunos estaban enhiestas de la desesperación, tratando de agarrarse del aire, aunque otros caían tranquilos, sin proferir ningún gemido.
Me embargó un horror inexpresable, al darme cuenta de que no había nadie allí para advertirles del peligro. Yo nada podía hacer pues me encontraba como clavada al suelo, y ni siquiera podía gritar. A pesar de que lo intenté con el mayor de los esfuerzos, apenas pude emitir un débil quejido. Vi luego que en un extremo del precipicio se habían colocado dos vigilantes, separados a cierta distancia uno del otro. Pero esas distancias eran demasiado grandes, ya que había mucho espacio para vigilar, y los ciegos seguían precipitándose. Me pareció que la verde hierba se volvía roja como la sangre y que el espantoso abismo era como la garganta del infierno mismo.
Entonces pude apreciar un cuadro distinto, pequeño y sereno. Había un grupo reducido de personas sentadas bajo la sombra de un árbol, vueltas sus espaldas al abismo, que estaban tejiendo guirnaldas de flores. De tanto en tanto, cuando un grito especialmente fuerte llenaba el aire en calma y les llegaba a ellos, se sentían muy molestos y expresaban disgusto. Si a alguno de los que estaban sentados se le ocurría levantarse en procura de ayuda lo retenían diciéndole: «¿Por qué te afliges tanto por eso? Tienes que aguardar hasta recibir un llamado especial. A fin de cuentas, no has terminado aún tus guirnaldas. Sería egoísta de tu parte que nos dejaras hacer solos la tarea».
Había allí un grupo más, compuesto por gente que estaba buscando afanosamente más vigilantes, pero hallaban a muy pocos dispuestos a hacer esa labor. Por eso eran tan pocos los vigilantes para cubrir las enormes brechas al borde del abismo. En eso, vi que una joven estaba en pie vigilando, pero su madre y otros parientes le insistían que ya era hora de tomarse las vacaciones, que no debería romper las reglas, que ella estaba cansada y que necesitaba reposo por un tiempo. Pero no hubo nadie que quisiera cubrir su puesto, mientras la gente seguía precipitándose al abismo como una catarata de almas.
Había allí también un niño que se estaba aferrando al borde del césped con gran esfuerzo, mientras gritaba desesperado, pero a nadie parecía importarle. Luego, cedieron las raíces del arbusto y el niño cayó gritando despavorido, sosteniendo todavía unas ramas entre sus manitas. Aquella joven, que de buena gana hubiera vuelto al puesto vacío que dejó, oyó el grito del niño, dio un salto con la intención de correr en su auxilio, pero los demás la exhortaron diciéndole que nadie era insustituible, y que la vacante que había dejado sería oportunamente cubierta por alguien. Y comenzaron a entonar un cántico. Mientras lo hacían se oyó un estrépito, como el de millones de corazones desgarrados y me sobrecogió el terror por la densa oscuridad. Sabía que se trataba del grito de la sangre. Luego tronó una voz, la voz del Señor: «¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra».
Los tambores retumbaban aún con monotonía, y la oscuridad nos mantenía todavía sitiados.
¿A qué viene todo esto? Así ha sido por años, y así continuará… ¿Por qué afligirse, entonces? ¡Que Dios nos perdone! ¡Que Dios nos sacuda de nuestra modorra y nos levante de nuestra indiferencia y pecado! Hay sitios, sí, muchos sitios desprotegidos a lo largo del borde del abismo. Muchos lugares sin que haya vigilantes que los atiendan. Tal vez tú fuiste llamado para cubrir uno de ellos. Si fuera así y tú no vas, continuará sucediendo como ha sido desde tiempos inmemorables: ríos de almas seguirán cayendo al abismo.
¿Qué empezaremos a hacer ahora? No estoy preguntando qué empezamos a decir, cantar o sentir, sino: ¿qué empezamos a h–a–c–e–r?


Si yo hablara las lenguas de los nativos, y no tengo amor: Amor transcultural

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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1 Corintios 13 transcultural
Anónimo
(1) Si yo hablara las lenguas de los nativos,
y no tengo amor,
vengo a ser como metal que resuena
o címbalo que retiñe.
(2) Y si vistiera como ellos
y entendiera su cultura y modales,
y si copiara todas sus costumbres
al punto de pasar desapercibido,
y no tengo amor, nada soy.
(3) Y si repartiera todos mis bienes
para dar de comer a los pobres,
y consumiera todas mis energías,
y no tengo amor, de nada me sirve.
(4) El amor soporta largas horas de estudio del idioma,
y es amable con los que se ríen del acento;
el amor no envidia a los que quedaron en casa;
el amor no exalta la cultura propia;
el amor no siente superioridad racial;
(5) no se jacta de como se hacen las cosas en la patria,
no busca sus propios ideales,
no se estimula rápidamente a ponderar la belleza del terruño,
no piensa negativamente sobre la cultura local.
(6) El amor soporta toda crítica a la cultura propia,
cree todo lo bueno que tiene la nueva,
(7) confía en llegar a sentirse como en casa,
aguanta cualquier inconveniente.
(8) El amor nunca deja de ser;
pero la antropología cultural acabará,
cesará la lingüística,
y la contextualización que lleva al sincretismo.
(9) En parte conocemos la cultura
y en parte llegaremos a ministrar;
(10) pero cuando Él llegue a ser implantado en ellos,
entonces nuestras ineptitudes desaparecerán.
(11) Cuando yo vivía en Latinoamérica,
hablaba como latino,
pensaba como latino,
juzgaba como latino;
pero cuando me fui de Latinoamérica,
dejé atrás lo que me ataba.
(12) Ahora nos adaptamos a esta cultura, torpemente;
pero un día presenciaremos
cómo Él vivirá entre ellos, íntimamente.
Ahora hablo con acento extranjero,
pero entonces será Él quien hable a los corazones,
directamente.
(13) Ahora permanecen la adaptación transcultural,
el estudio del idioma y el amor, estos tres;
pero el mayor de ellos es el amor.


Usted no es apto para ser misionero: ¡Rechazado!

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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MISIÓN FORÁNEA
Dpto. de Admisiones
Rev.:
Saulo Pablo
Corinto, Grecia
Estimado hermano Pablo:
Recientemente hemos recibido su solicitud para ingresar a nuestra misión. Le agradecemos por ella, quisiéramos expresarle en primer lugar, que es política de nuestra misión ser tan francos y abiertos como sea posible con todos nuestros solicitantes. En su caso, hemos llevado a cabo una investigación minuciosa de todos sus antecedentes y, francamente, nos sorprende cómo usted haya pasado hasta ahora por un misionero hecho y derecho.
Se nos ha dicho que usted padece de un serio problema ocular, lo cual encierra un gran obstáculo para un ministerio efectivo (nuestra misión requiere visión 20/20).
En Antioquía, nos enteramos que usted se opuso al Dr. Simón Pedro, un apreciado secretario denominacional, y lo reprendió públicamente, causando tal alboroto que tuvimos que enviar a un grupo especial desde Jerusalén. No podemos aprobar semejante atropello a uno de nuestros dignatarios.
Por otro lado, ¿cree que es correcto dedicarse al trabajo secular como misionero? Hemos sabido que en ocasiones usted pierde su tiempo fabricando carpas. En una carta que dirigió a la iglesia de Filipos admitió que esa era la única congregación que lo mantenía. Nos preguntamos: ¿Por qué tan sólo una? ¿Es cierto que tiene abierto un prontuario en la policía? Ciertos hermanos nos informaron que pasó dos años preso en Cesarea, y que también lo estuvo en Roma. Causó tantos problemas para la Cámara de Comercio de Efeso que lo han tildado como «trastorna mundos». Ningún sensacionalismo debe tener lugar en las misiones. Deploramos también el vergonzoso episodio de la huida de Damasco con una canasta.
Nos asombra su comportamiento: hombres que se saben manejar con diplomacia no son apedreados, ni expulsados de las ciudades ni asaltados por un gentío furioso. ¿Nunca pensó que unas palabras más suaves podrían brindarle más amigos? Le adjunto una copia del libro de Dale Carnegios Cómo alcanzar judíos e influenciar griegos.
Entendemos, igualmente, que es dado a fantasías y sueños. En Troas dijo que tuvo la visión de un varón macedónico, y en otra oportunidad, que fue transportado hasta el tercer cielo y que el Señor había estado a su lado. Créame: en la misión mundial se necesitan mentes más realistas y prácticas.
Ha causado problemas dondequiera que ha ido. Se opuso a las damas honorables de Berea y al principal liderazgo religioso de su raza en Jerusalén. Si alguien no se lleva bien con su propia gente, ¿cómo podrá servir a los extranjeros? A Timoteo le escribió que había «peleado la buena batalla». Pelear no es recomendación para ningún misionero. Hasta nos enteramos de que manosea serpientes, como aquella venenosa que levantó en Malta, situación en la cual aparentemente no sufrió ningún daño.
Admitió que estando en Roma «todos lo abandonaron». ¿Nunca pensó que los hombres correctos tienen siempre amigos a su lado y jamás son dejados solos? Ha escrito muchas cartas a iglesias donde fue pastor, y en una de ellas acusó a un miembro de convivir con su madrastra, causando una conmoción en la congregación y haciendo que ese miembro fuera expulsado.
También gastó demasiado tiempo tratando el debatible tema de la segunda venida. En las cartas que envió a Tesalónica casi fue el tema excluyente. Por favor, ¡ponga las cosas en su lugar de ahora en adelante!
Su ministerio se ha caracterizado por la inconstancia: primero fue Asia Menor, después Macedonia, luego Grecia, más adelante Italia, y ahora fantasea con España. Sus sermones son demasiado largos para estos tiempos. En cierto lugar predicó hasta pasada la medianoche y por su culpa hubo un lamentable accidente con un joven que se quedó dormido. Nadie puede aguantar un sermón de más de veinte minutos. «Párese, hable y cállese», es nuestra consigna.
Nuestro médico auditor, el Dr. Lucas, nos informó que es bajo de estatura, delgado, calvo, enfermizo y que duerme con sobresaltos por la preocupación que siente por sus iglesias. Y asimismo nos informan que, frecuentemente, se pasa horas enteras caminando y orando, hasta altas horas de la madrugada. Nuestro ideal para los candidatos que se ofrecen es el conocido «mente sana en un cuerpo sano».
La experiencia nos ha enseñado que lo mejor es enviar casados al extranjero. Deploramos, por eso, su política de celibato. Le hacemos saber, por si le interesa, que Simón (el ex mago) ha establecido una agencia matrimonial en Samaria, donde seguramente podrá encontrar algunas viudas excelentes.
Lamento tener que decirle todas estas cosas, hermano Pablo, pero lo hago para su propio bien. En mis veinticinco años de ministerio jamás encontramos a alguien más opuesto al perfil que buscamos. Si lo aceptáramos, estaríamos rompiendo el Reglamento Interno de nuestra misión.
Cordialmente suyo,
Flavio Cabezahueca
Secretario de Admisiones


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