jueves, 13 de noviembre de 2014

La amargura: Algo fuerte, pesado y punzante

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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LA DEFINICIÓN DE LA AMARGURA
En el griego del Nuevo Testamento, “amargura” proviene de una palabra que significa punzar. Su raíz hebrea agrega la idea de algo pesado. Finalmente, el uso en el griego clásico revela el concepto de algo fuerte. La amargura, entonces, es algo fuerte y pesado que punza hasta lo más profundo del corazón.

La amargura no tiene lugar automáticamente cuando alguien me ofende, sino que es una reacción no bíblica (es decir pecaminosa) a la ofensa o a una situación difícil y por lo general injusta. No importa si la ofensa fue intencional o no. Si el ofendido no arregla la situación con Dios, la amargura le inducirá a imaginar más ofensas de la misma persona. La amargura es una manera de responder que a la larga puede convertirse en norma de vida. Sus compañeros son la autocompasión, los sentimientos heridos, el enojo, el resentimiento, el rencor, la venganza, la envidia, la calumnia, los chismes, la paranoia, las maquinaciones vanas y el cinismo.

La amargura es resultado de sentimientos muy profundos, quizá los más profundos de la vida. La razón por la que es tan difícil de desarraigar es triple: En primer lugar, el ofendido considera que la ofensa es culpa de otra persona (y muchas veces es cierto) y razona: “El/ella debe venir a pedirme disculpas y arrepentirse ante Dios. Yo soy la víctima".

El cristiano se siente culpable cuando comete un pecado. Sin embargo, no nos sentimos culpables de pecado por habernos amargado cuando alguien peca contra nosotros, pues la percepción de ser víctima eclipsa cualquier sentimiento de culpa. Por lo tanto este pecado de amargura es muy fácil justificar.

En segundo lugar, casi nadie nos ayuda a quitar la amargura de nuestra vida. Por lo contrario, los amigos más íntimos afirman: “Tú tienes derecho… mira lo que te ha hecho", lo cual nos convence aun más de que estamos actuando correctamente.

Finalmente, si alguien cobra suficiente valor como para decirnos: “Amigo, estás amargado; eso es pecado contra Dios y debes arrepentirte", da la impresión de que al consejero le falta compasión (recuerde, que el ofendido piensa que es víctima). Me pasó recientemente en un diálogo con una mujer que nunca se ha podido recuperar de un gran mal cometido por su padre.1 Ella lleva más de 30 años cultivando una amargura que hoy ha florecido en todo un huerto. Cuando compasivamente (Gálatas 6:1) le mencioné que era hora de perdonar y olvidar lo que queda atrás (Filipenses 3:13), me acusó de no tener compasión. Peor todavía, más tarde descubrí que se quejó a otras personas, diciendo que como consejero carecía de “simpatía” y compasión.

Hasta es posible perder la amistad de la persona amargada por haberle aconsejado que quite la amargura de su vida (Efesios 4:31). 

El siguiente ejemplo ilustra cómo la amargura puede dividir a amigos y familiares. Florencia, una joven de 21 años, pertenece a una familia que durante años ha sufrido una contienda familiar. Ella es la única que no desea culpar a los demás ni demostrar que tiene razón sino que anhela ver reconciliación. 
La pelea comenzó poco después del nacimiento de Florencia, sobre lo que al principio fue algo insignificante. Veinte años más tarde, alimentada por imaginaciones vanas, rencor y paranoia, existe una gran brecha entre dos grupos de la familia. A pesar de que casi todos son cristianos, la lucha es más fuerte que nunca. 
Florencia, tomando en serio lo que dice la palabra de Dios sobre la amargura, con toda el alma quiere que la familia se reconcilie. Se siente impotente, sin embargo, porque está bajo la amenaza de no poder volver a casa de sus padres si pisa la propiedad de su hermana y su cuñado.

Finalmente, el lector notará una característica interesante en casi todos los ejemplos de este libro: por regla general nos amargamos con las personas más cercanas a nosotros.


LAS CONSECUENCIAS DE LA AMARGURA
Para motivar a una persona a cumplir con el mandamiento bíblico “despréndanse de toda amargura…” (Efesios 4:31 NVI), veamos las múltiples consecuencias (todas negativas) de este pecado.

1) El espíritu amargo impide que la persona entienda los verdaderos propósitos de Dios en determinada situación. Job no tenía la menor idea de que, por medio de su sufrimiento, el carácter de Dios estaba siendo vindicado ante Satanás. Somos muy cortos de vista.

2) El espíritu amargo contamina a otros. En uno de los pasajes más penetrantes de la Biblia, el autor de Hebreos exhorta: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (12:15). La amargura nunca se queda sola en casa; siempre busca amigos. Por eso es el pecado más contagioso. Si no la detenemos puede llegar a contaminar a toda una congregación, o a toda una familia.

Durante la celebración de la pascua, los israelitas comían hierbas amargas. Cuando un huerto era invadido por estas hierbas amargas, no se lo podía limpiar simplemente cortando la parte superior de las plantas. Cada pedazo de raíz debía extraerse por completo, ya que de cada pequeña raíz aparecerían nuevos brotes. El hecho de que las raíces no se vean no significa que no existan. Allí bajo tierra germinan, se nutren, crecen, y los brotes salen a la superficie y no en un solo lugar sino en muchos. Algunas raíces silvestres son casi imposibles de controlar si al principio uno no las corta por lo sano. El escritor de Hebreos advierte que la amargura puede quedar bajo la superficie, alimentándose y multiplicándose, pero saldrá a la luz cuando uno menos lo espera.

Aun cuando la persona ofendida y amargada enfrente su pecado de la manera prescrita por Dios,2 no necesariamente termina el problema de la contaminación. Los compañeros han tomado sobre sí la ofensa y posiblemente se irriten con su amigo cuando ya no esté amargado.

Hace poco un médico muy respetado y supuestamente cristiano había abandonado a su esposa y a sus tres hijos, yéndose con una de las enfermeras del centro médico donde trabajaba. Después de la sacudida inicial, entró en toda la familia la realización de que el hombre no iba a volver. Puesto que era una familia muy unida, se enojaron juntos, se entristecieron juntos, sufrieron juntos y planearon la venganza juntos, hasta que sucedió algo sorprendente: la esposa, Silvia, perdonó de corazón a su (ahora) ex esposo y buscó el consuelo del Señor. Ella todavía tiene momentos de tristeza y de soledad, pero por la gracia de Dios no está amargada. Sin embargo, los demás familiares siguen amargados y hasta molestos con Silvia porque ella no guarda rencor.3

3) El espíritu de amargura hace que la persona pierda perspectiva. Nótese la condición del salmista cuando estaba amargado: “… entonces era yo torpe y sin entendimiento; era como una bestia delante de ti” (Salmo 73:21, 22 BLA). La persona amargada toma decisiones filtradas por su profunda amargura. Tales decisiones no provienen de Dios y generalmente son legalistas. Cuando la amargura echa raíces y se convierte en norma de vida, la persona ve, estima, evalúa, juzga y toma decisiones según su espíritu amargo.

Nótese lo que pasó con Job. En su amargura culpó a Dios de favorecer los designios de los impios (Job 10:3). Hasta lo encontramos a aborreciéndose a sí mismo (Job 9:21; 10:1).

En el afán de buscar alivio o venganza, quien está amargado invoca los nombres de otras personas y exagera o generaliza: “…todo el mundo está de acuerdo…” o bien “nadie quiere al pastor…” Las frases “todo el mundo” y “nadie” pertenecen al léxico de la amargura.

Cuando la amargura llega a ser norma de vida para una persona, ésta por lo general se vuelve paranoica e imagina que todos están en su contra. Un pastor en Brasil me confesó que tal paranoia tomó control de su vida, y empezó a defenderse mentalmente de adversarios imaginarios.
4) El espíritu amargo se disfraza como sabiduría o discernimiento. Es notable que Santiago emplea la palabra “sabiduría” en 3:14–154 al hablar de algunas de las actitudes más carnales de la Biblia. La amargura bien puede atraer a muchos seguidores. ¡Quién no desea escuchar un chisme candente acerca de otra persona!5 La causa que presentó Coré pareció justa a los oyentes, tanto que 250 príncipes renombrados de la congregación fueron engañados por sus palabras persuasivas.6 A pesar de que la Biblia aclara que el corazón de Coré estaba lleno de celos amargos, ni los más preparados lo notaron.

5) El espíritu amargo da lugar al diablo (Efesios 4:26). Una persona que se acuesta herida, se levanta enojada; se acuesta enojada, y se levanta resentida; se acuesta resentida, y se levanta amargada. El diablo está buscando a quien devorar (1ª Pedro 5:8). Pablo nos exhorta a perdonar “…para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Corintios 2:11). Satanás emplea cualquier circunstancia para dividir el cuerpo de Cristo.7

6) El espíritu amargo puede causar problemas físicos. La amargura está ligada al resentimiento, término que porviene de dos palabras que significan “decir de nuevo". Cuando uno tiene un profundo resentimiento, no duerme bien o se despierta varias veces durante la noche, y vez tras vez en su mente repite la herida como una grabadora. Es un círculo vicioso de no dormir bien, no sentirse bien al siguiente día, no encontrar solución para el espíritu de amargura, no dormir bien, ir al médico, tomar pastillas, etc. Algunas personas terminan sufriendo una gran depresión; otros acaban con úlceras u otras enfermedades.
7) El espíritu amargo hace que algunos dejen de alcanzar la gracia de Dios (Hebreos 12:15). En el contexto de Hebreos, los lectores estaban a punto de volver al legalismo y a no valerse de la gracia de Dios para su salvación. La persona amargada sigue la misma ruta porque la amargura implica vivir con recursos propios y no con la gracia de Dios. Tan fuerte es el deseo de vengarse que no permite que Dios, por su maravillosa gracia, obre en la situación.


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1 La palabra “recuperar” no es la más adecuada porque da la impresión de que con el tiempo la amargura se soluciona por sí sola. Dejar pasar el tiempo jamás puede solucionar el problema del pecado. Sólo la sangre de Cristo limpia de pecado (1ª Juan 1:7).

Ver sección VI.
Se puede entender (no justificar) la actitud de los familiares porque ellos querían castigar al esposo de Silvia. Hay una gran diferencia entre consolar, proteger, ayudar, simpatizar y tomar sobre sí la ofensa. Proverbios 26:17 explica lo que pasa cuando se acepta como propia la ofensa de otro: “El que pasando se deja llevar de la ira en pleito ajeno es como el que toma al perro por las orejas”. El perro se vuelve enemigo si uno lo toma por las orejas; haría cualquier cosa para que la persona lo suelte. Cuando tomo sobre mí la ofensa de otro me vuelvo chismoso (porque la propago), juez (porque juzgo y condeno al ofensor), y dejo entrar amargura en mi corazón.
“…pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica” ––por más intelectual que parezca.
Proverbios 18:826:2026:21
Números 16Judas 11. Nótese que Coré invocó a “toda la congregación”, alegando que no solamente la mayoría sino también Dios estaba de su lado.
2ª Corintios 11:14.

EL CONOCIMIENTO SIN LA PRÁCTICA NO NOS DA MEJOR CALIFICACIÓN QUE AL DIABLO

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 

 
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El conocimiento es el antídoto para el error
2 Pedro 1:1–4
Sin importar cuál sea la vocación de cada uno, la vida está llena de preguntas, dudas y decisiones. El albañil se preocupa de que la pared esté derecha, el que escribe una carta, un ensayo o un libro, se inquieta por que sus palabras estén bien escritas. En la cocina, la mujer se preocupa por la combinación exacta de las especias del platillo que está cocinando. En todos los casos, la única forma de saber lo que es correcto es consultando la norma escrita. Entonces, para la ortografía está el diccionario, para la pared está la plomada, y para el ama de casa, una receta o ¡tal vez el paladar!
Ahora bien, ¿qué de la vida moral y espiritual? Uno no puede evitar el error que propagan los falsos maestros a menos que sepa lo que es la verdad. La ignorancia es un camino que conduce a toda clase de percances, equivocaciones, esclavitud y rebeldía. En sus días, el apóstol Pedro vio esos síntomas en el horizonte y escribió la carta que estamos por estudiar, con el objeto de amonestar a los creyentes contra los falsos maestros. A la luz de un porvenir amenazador, les ofreció el antídoto: el conocimiento de la verdad. Su epístola nos hace recordar lo dicho por el Señor Jesucristo: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31–32). No se refiere sólo a la educación o a la acumulación de más información en un archivo. Tiene que haber una aceptación y asimilación de la verdad que Dios ha revelado y que nos motive a la obediencia. Nuestro Señor citó este principio cuando dijo: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:17).
El resumen que Pedro ofrece al final de la carta es muy acertado: “Antes bien creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo…” (2 Pedro 3:18). Este es un consejo que convenía tanto a sus lectores de aquel entonces como nosotros, porque los falsos maestros siempre han existido.
Fuente del conocimiento para el creyente. 1:1–4
La carta: De quién y para quién (1:1–2). Siguiendo la forma acostumbrada en que se enviaban misivas en la época del primer siglo, ésta también empieza dando el nombre de su autor. Sin embargo, no es como las demás cartas del Nuevo Testamento, porque empieza dando dos nombres de la misma persona. Desde el principio, 2 Pedro es única.
Este hecho naturalmente refuerza la identidad del autor, sobre todo, cuando se considera que en un buen número de textos, aparece la forma original de “Simón” es decir, la forma hebraica “Simeón”. Ningún falsificador del segundo siglo hubiera introducido la forma no hebrea que aparece en la epístola. Por otro lado, sería muy natural que Pedro el apóstol sí la usara.
Pero si los nombres en sí no son suficientes para establecer la identidad del autor, ¿qué tal sus dos credenciales mencionadas en seguida, siervo y apóstol? “Siervo” es traducción de la palabra que se usaba para hablar de un esclavo. Sin embargo, no se refiere aquí a la servidumbre involuntaria, sino a alguien que con muy buena voluntad y hasta entusiasmo se rinde a su amo, en este caso el Maestro, el Señor Jesucristo. A esas alturas, Pedro ya no era el pescador impetuoso e independiente, sino un hombre maduro, totalmente sumiso a su Salvador y Señor.
La palabra “apóstol” coloca al autor en compañía muy selecta. Fueron pocos los que podían adjudicarse semejante título. Efectivamente, Pedro estaba entre los primeros escogidos por el Señor, juntamente con Juan y Jacobo. Él presenció los milagros del Jesucristo, escuchó sus grandes discursos, así como sus parábolas y sencillas lecciones. Anduvo con Cristo por las veredas de Tierra Santa, entró con él a Samaria y subió con él al monte de la Transfiguración. En la última semana de la vida terrenal de nuestro Señor, Pedro estuvo presente durante las grandes enseñanzas del aposento alto, y poco después, descendió al valle más oscuro de su vida, cuando entre los enemigos de Cristo negó a su Señor. Gracias a Dios, su biografía no termina allí.
También fue testigo de la resurrección triunfante y posteriormente fue totalmente restaurado. Entonces, cuando los apóstoles estudiaron (Hechos 1) el dilema de quién tomaría el lugar del traidor Judas, fue Pedro quien hizo una lista de los requisitos de apóstol. Luego, en el siguiente capítulo (Hechos 2), el mismo apóstol llegó a ser el intenso predicador del día de Pentecostés. Años después y estando a más de 2,300 kilómetros de distancia, en la ciudad de Roma, escribió la carta que estamos estudiando, cuyo autor es Pedro, apóstol de Jesucristo.
Los receptores de ésta, su última obra, se catalogan como “los que habéis alcanzado… una fe igualmente preciosa que la nuestra” (1:1). El versículo establece que eran creyentes, pero no indica directamente si eran gentiles o judíos. Tampoco establece el lugar geográfico donde se encontraban.
Si 2 Pedro 3:1, que dice: “Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento”, se refiere a 1 Pedro, entonces los destinatarios son los mismos que se mencionan en 1 Pedro 1:1: “…los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia”. En ese caso, quienes recibieron la segunda carta eran creyentes judíos (“los expatriados”) de Asia Menor.
Por otro lado, es posible que 2 Pedro 3:1 se refiera a otra carta (una ya perdida), es decir, a una que no llegó a formar parte del canon del Nuevo Testamento. Varios eruditos piensan de este modo. Si así fuera, no tendríamos ni la menor idea de quienes fueron los recipientes de 2 Pedro. Sabríamos de ellos únicamente por lo poco que la carta revela, que aunque es “poco”, es muy importante.
Habiendo “alcanzado… una fe” (1;1) indica que eran creyentes que lógicamente, habían aceptado a Cristo hacía relativamente poco tiempo, pero cuya salvación era igual a la de los que aceptaron antes; igual en el sentido de que tenía la misma fuente (la obra de Dios) y los mismos resultados.
Hay una importantísima expresión teológica en la frase “nuestro Dios y Salvador Jesucristo”. Pocas, pero fuertes, son las referencias novotestamentarias donde se identifican directamente a “Dios” con “Jesucristo”. (Véase Juan 1:1; 20:28; Tito 2:13 y la explicación de Pablo en Colosenses 2:9.) No debe extrañar al estudiante del Nuevo Testamento que sea Pedro el que lo dice, reforzando lo que dice en su doxología de 3:18. Es de interés notar que en el Nuevo Testamento el término “Salvador” se aplica a Jesucristo unas 16 veces, 5 de las cuales aparecen en 2 Pedro.
El saludo “Gracia y paz os sean multiplicadas” (1:2) es igual al de 1 Pedro, pero como los saludos de Pedro no hay igual en todo el Nuevo Testamento. En los de Pablo, no se incluye el verbo como aquí, cuando dice: “sean multiplicadas”, siguiendo el estilo formal de los griegos. El uso del verbo, que es un estilo de composición más oriental, en este caso parece indicar que los destinatarios ya habían recibido esos elementos, pero, que a la luz de los maestros falsos que estaban entrando en el cuadro, los hermanos necesitarían una mayor cantidad de esos importantes ingredientes, la gracia y la paz.
No se debe pasar por alto la primera aparición en la carta de la palabra “conocimiento”. La palabra, los derivados de ella o términos análogos, se encuentran unas 16 veces en 2 Pedro, lo cual enfoca lo que él consideraba que era el antídoto para el veneno de los maestros falsos.
La causa: De dónde viene la vida (1:3)
La fuerza del versículo se capta en la paráfrasis, “¡Todos, absolutamente todos los recursos necesarios para disfrutar y demostrar la relación que el creyente sostiene con su Dios, él los ha dado ya!” Dios, siempre de acuerdo con todas sus demás perfecciones, planificó, ejecutó y soberanamente aplicó al individuo todo su poder. Y no le entregó solamente lo requerido para el inicio de la vida eterna, sino que también le proveyó todos los recursos necesarios para garantizar y desarrollar esa vida. Dios nos ha reclutado para ser sus soldados y para que entremos en la milicia bien equipados para la pelea.
Entonces, ¿a quiénes se refiere específicamente el pronombre “nos” (1:3)? Debido a la frase “por su gloria” se cree que el “nos” se refiere a los mismos apóstoles. Por cierto, los relativamente recién convertidos (en comparación con los apóstoles) a quienes Pedro escribió, no podían formar parte de ese “nos” por razón de tiempo y geografía. Ellos no habían visto la “gloria” del Señor Jesucristo. En cambio los apóstoles sí la vieron, algunos en el monte de la Transfiguración y todos en el Cristo resucitado. Por otro lado, la fuente de vida es la misma, ya se trate de los apóstoles, de los lectores de la carta, o de nosotros de la edad presente.
Por segunda vez en sólo dos versículos, el autor menciona “conocimiento”. La vida que complace a Dios no le pertenece al hombre caído por naturaleza; es un don de Dios. Y sus detalles se encuentran en la Biblia.



¿Es bíblica la palabra DEBEMOS?: ESTUDIAR, ES MEJOR

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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ALGUNOS «DEBEMOS» DE LA BIBLIA
(Juan 3:7)
1. Debemos orar siempre (Lc. 18:1; Sal. 91:1; Mt. 6:6).
2. Debemos leer las Escrituras (Col. 3:16; 1 P. 2:2).
3. Debemos asistir a los cultos de la iglesia (He. 10:25).
4. Debemos dar testimonio (Ro. 10:9, 10).
5. Debemos traer nuestras ofrendas al Señor (Mal. 3:7–12; 2 Co. 9:7).
6. Debemos ser sinceros (Jn. 4:24; Mt. 5:8).
7. Debemos comparecer ante el Tribunal de Cristo (2 Co. 5:10).


domingo, 9 de noviembre de 2014

No había nadie allí para advertirles del peligro: Era como la garganta del infierno mismo

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 

 
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Un sueño espantoso
Los tambores redoblaron durante toda la noche. La oscuridad me rodeaba cual poder viviente. No me podía dormir, así que abrí los ojos, y lo que vi fue lo siguiente:
Me encontraba en una parcela de verde césped, y directamente delante de mí se abría un abismo infinito, absolutamente oscuro. Intenté descubrir su fondo pero no lo logré. Sólo vi nubarrones y vacías sombras cuyas profundidades eran interminables. Me tuve que retirar enseguida porque sentía vértigo estando en el borde.
De repente, descubrí que venía avanzando hacia el precipicio una multitud de personas. Todas se acercaban al extremo del abismo. Pude observar a una madre con su hijito en brazos y otro niño que se aferraba a su vestido. Al llegar ella cerca del borde me di cuenta de que era ciega. Dio un paso más y cayó al precipicio, junto a sus niños. ¡Qué espantoso grito se oyó! Entonces pude ver más hombres y mujeres que venían como ríos desde todas partes y lugares. Todos eran ciegos y todos se dirigían directamente hacía las fauces del abismo. Los gritos que proferían cuando caían al vacío eran aterradores. Las manos de algunos estaban enhiestas de la desesperación, tratando de agarrarse del aire, aunque otros caían tranquilos, sin proferir ningún gemido.
Me embargó un horror inexpresable, al darme cuenta de que no había nadie allí para advertirles del peligro. Yo nada podía hacer pues me encontraba como clavada al suelo, y ni siquiera podía gritar. A pesar de que lo intenté con el mayor de los esfuerzos, apenas pude emitir un débil quejido. Vi luego que en un extremo del precipicio se habían colocado dos vigilantes, separados a cierta distancia uno del otro. Pero esas distancias eran demasiado grandes, ya que había mucho espacio para vigilar, y los ciegos seguían precipitándose. Me pareció que la verde hierba se volvía roja como la sangre y que el espantoso abismo era como la garganta del infierno mismo.
Entonces pude apreciar un cuadro distinto, pequeño y sereno. Había un grupo reducido de personas sentadas bajo la sombra de un árbol, vueltas sus espaldas al abismo, que estaban tejiendo guirnaldas de flores. De tanto en tanto, cuando un grito especialmente fuerte llenaba el aire en calma y les llegaba a ellos, se sentían muy molestos y expresaban disgusto. Si a alguno de los que estaban sentados se le ocurría levantarse en procura de ayuda lo retenían diciéndole: «¿Por qué te afliges tanto por eso? Tienes que aguardar hasta recibir un llamado especial. A fin de cuentas, no has terminado aún tus guirnaldas. Sería egoísta de tu parte que nos dejaras hacer solos la tarea».
Había allí un grupo más, compuesto por gente que estaba buscando afanosamente más vigilantes, pero hallaban a muy pocos dispuestos a hacer esa labor. Por eso eran tan pocos los vigilantes para cubrir las enormes brechas al borde del abismo. En eso, vi que una joven estaba en pie vigilando, pero su madre y otros parientes le insistían que ya era hora de tomarse las vacaciones, que no debería romper las reglas, que ella estaba cansada y que necesitaba reposo por un tiempo. Pero no hubo nadie que quisiera cubrir su puesto, mientras la gente seguía precipitándose al abismo como una catarata de almas.
Había allí también un niño que se estaba aferrando al borde del césped con gran esfuerzo, mientras gritaba desesperado, pero a nadie parecía importarle. Luego, cedieron las raíces del arbusto y el niño cayó gritando despavorido, sosteniendo todavía unas ramas entre sus manitas. Aquella joven, que de buena gana hubiera vuelto al puesto vacío que dejó, oyó el grito del niño, dio un salto con la intención de correr en su auxilio, pero los demás la exhortaron diciéndole que nadie era insustituible, y que la vacante que había dejado sería oportunamente cubierta por alguien. Y comenzaron a entonar un cántico. Mientras lo hacían se oyó un estrépito, como el de millones de corazones desgarrados y me sobrecogió el terror por la densa oscuridad. Sabía que se trataba del grito de la sangre. Luego tronó una voz, la voz del Señor: «¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra».
Los tambores retumbaban aún con monotonía, y la oscuridad nos mantenía todavía sitiados.
¿A qué viene todo esto? Así ha sido por años, y así continuará… ¿Por qué afligirse, entonces? ¡Que Dios nos perdone! ¡Que Dios nos sacuda de nuestra modorra y nos levante de nuestra indiferencia y pecado! Hay sitios, sí, muchos sitios desprotegidos a lo largo del borde del abismo. Muchos lugares sin que haya vigilantes que los atiendan. Tal vez tú fuiste llamado para cubrir uno de ellos. Si fuera así y tú no vas, continuará sucediendo como ha sido desde tiempos inmemorables: ríos de almas seguirán cayendo al abismo.
¿Qué empezaremos a hacer ahora? No estoy preguntando qué empezamos a decir, cantar o sentir, sino: ¿qué empezamos a h–a–c–e–r?


Si yo hablara las lenguas de los nativos, y no tengo amor: Amor transcultural

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1 Corintios 13 transcultural
Anónimo
(1) Si yo hablara las lenguas de los nativos,
y no tengo amor,
vengo a ser como metal que resuena
o címbalo que retiñe.
(2) Y si vistiera como ellos
y entendiera su cultura y modales,
y si copiara todas sus costumbres
al punto de pasar desapercibido,
y no tengo amor, nada soy.
(3) Y si repartiera todos mis bienes
para dar de comer a los pobres,
y consumiera todas mis energías,
y no tengo amor, de nada me sirve.
(4) El amor soporta largas horas de estudio del idioma,
y es amable con los que se ríen del acento;
el amor no envidia a los que quedaron en casa;
el amor no exalta la cultura propia;
el amor no siente superioridad racial;
(5) no se jacta de como se hacen las cosas en la patria,
no busca sus propios ideales,
no se estimula rápidamente a ponderar la belleza del terruño,
no piensa negativamente sobre la cultura local.
(6) El amor soporta toda crítica a la cultura propia,
cree todo lo bueno que tiene la nueva,
(7) confía en llegar a sentirse como en casa,
aguanta cualquier inconveniente.
(8) El amor nunca deja de ser;
pero la antropología cultural acabará,
cesará la lingüística,
y la contextualización que lleva al sincretismo.
(9) En parte conocemos la cultura
y en parte llegaremos a ministrar;
(10) pero cuando Él llegue a ser implantado en ellos,
entonces nuestras ineptitudes desaparecerán.
(11) Cuando yo vivía en Latinoamérica,
hablaba como latino,
pensaba como latino,
juzgaba como latino;
pero cuando me fui de Latinoamérica,
dejé atrás lo que me ataba.
(12) Ahora nos adaptamos a esta cultura, torpemente;
pero un día presenciaremos
cómo Él vivirá entre ellos, íntimamente.
Ahora hablo con acento extranjero,
pero entonces será Él quien hable a los corazones,
directamente.
(13) Ahora permanecen la adaptación transcultural,
el estudio del idioma y el amor, estos tres;
pero el mayor de ellos es el amor.


Usted no es apto para ser misionero: ¡Rechazado!

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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MISIÓN FORÁNEA
Dpto. de Admisiones
Rev.:
Saulo Pablo
Corinto, Grecia
Estimado hermano Pablo:
Recientemente hemos recibido su solicitud para ingresar a nuestra misión. Le agradecemos por ella, quisiéramos expresarle en primer lugar, que es política de nuestra misión ser tan francos y abiertos como sea posible con todos nuestros solicitantes. En su caso, hemos llevado a cabo una investigación minuciosa de todos sus antecedentes y, francamente, nos sorprende cómo usted haya pasado hasta ahora por un misionero hecho y derecho.
Se nos ha dicho que usted padece de un serio problema ocular, lo cual encierra un gran obstáculo para un ministerio efectivo (nuestra misión requiere visión 20/20).
En Antioquía, nos enteramos que usted se opuso al Dr. Simón Pedro, un apreciado secretario denominacional, y lo reprendió públicamente, causando tal alboroto que tuvimos que enviar a un grupo especial desde Jerusalén. No podemos aprobar semejante atropello a uno de nuestros dignatarios.
Por otro lado, ¿cree que es correcto dedicarse al trabajo secular como misionero? Hemos sabido que en ocasiones usted pierde su tiempo fabricando carpas. En una carta que dirigió a la iglesia de Filipos admitió que esa era la única congregación que lo mantenía. Nos preguntamos: ¿Por qué tan sólo una? ¿Es cierto que tiene abierto un prontuario en la policía? Ciertos hermanos nos informaron que pasó dos años preso en Cesarea, y que también lo estuvo en Roma. Causó tantos problemas para la Cámara de Comercio de Efeso que lo han tildado como «trastorna mundos». Ningún sensacionalismo debe tener lugar en las misiones. Deploramos también el vergonzoso episodio de la huida de Damasco con una canasta.
Nos asombra su comportamiento: hombres que se saben manejar con diplomacia no son apedreados, ni expulsados de las ciudades ni asaltados por un gentío furioso. ¿Nunca pensó que unas palabras más suaves podrían brindarle más amigos? Le adjunto una copia del libro de Dale Carnegios Cómo alcanzar judíos e influenciar griegos.
Entendemos, igualmente, que es dado a fantasías y sueños. En Troas dijo que tuvo la visión de un varón macedónico, y en otra oportunidad, que fue transportado hasta el tercer cielo y que el Señor había estado a su lado. Créame: en la misión mundial se necesitan mentes más realistas y prácticas.
Ha causado problemas dondequiera que ha ido. Se opuso a las damas honorables de Berea y al principal liderazgo religioso de su raza en Jerusalén. Si alguien no se lleva bien con su propia gente, ¿cómo podrá servir a los extranjeros? A Timoteo le escribió que había «peleado la buena batalla». Pelear no es recomendación para ningún misionero. Hasta nos enteramos de que manosea serpientes, como aquella venenosa que levantó en Malta, situación en la cual aparentemente no sufrió ningún daño.
Admitió que estando en Roma «todos lo abandonaron». ¿Nunca pensó que los hombres correctos tienen siempre amigos a su lado y jamás son dejados solos? Ha escrito muchas cartas a iglesias donde fue pastor, y en una de ellas acusó a un miembro de convivir con su madrastra, causando una conmoción en la congregación y haciendo que ese miembro fuera expulsado.
También gastó demasiado tiempo tratando el debatible tema de la segunda venida. En las cartas que envió a Tesalónica casi fue el tema excluyente. Por favor, ¡ponga las cosas en su lugar de ahora en adelante!
Su ministerio se ha caracterizado por la inconstancia: primero fue Asia Menor, después Macedonia, luego Grecia, más adelante Italia, y ahora fantasea con España. Sus sermones son demasiado largos para estos tiempos. En cierto lugar predicó hasta pasada la medianoche y por su culpa hubo un lamentable accidente con un joven que se quedó dormido. Nadie puede aguantar un sermón de más de veinte minutos. «Párese, hable y cállese», es nuestra consigna.
Nuestro médico auditor, el Dr. Lucas, nos informó que es bajo de estatura, delgado, calvo, enfermizo y que duerme con sobresaltos por la preocupación que siente por sus iglesias. Y asimismo nos informan que, frecuentemente, se pasa horas enteras caminando y orando, hasta altas horas de la madrugada. Nuestro ideal para los candidatos que se ofrecen es el conocido «mente sana en un cuerpo sano».
La experiencia nos ha enseñado que lo mejor es enviar casados al extranjero. Deploramos, por eso, su política de celibato. Le hacemos saber, por si le interesa, que Simón (el ex mago) ha establecido una agencia matrimonial en Samaria, donde seguramente podrá encontrar algunas viudas excelentes.
Lamento tener que decirle todas estas cosas, hermano Pablo, pero lo hago para su propio bien. En mis veinticinco años de ministerio jamás encontramos a alguien más opuesto al perfil que buscamos. Si lo aceptáramos, estaríamos rompiendo el Reglamento Interno de nuestra misión.
Cordialmente suyo,
Flavio Cabezahueca
Secretario de Admisiones


sábado, 8 de noviembre de 2014

Las deudas...Dolor de cabeza constante: Más tememos al hombre que a Dios - Ayuda espiritual

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Información
¿Por qué nos
endeudamos?
Nadie se convierte en un esclavo de las deudas y de los acreedores por voluntad propia. En general, uno comienza a endeudarse de a poco y casi sin quererlo. Ocurren ciertos eventos en nuestra vida que nos llevan a tomar préstamos porque creemos que no hay ninguna otra opción. No vemos otro camino, y para cuando nos damos cuenta, estamos casi al borde del precipicio, si es que ya no hemos caído.
En general, hay varias razones por las que nos endeudamos, y después de tantos años de viajar por el continente y de hablar con miles de familias e individuos, creo que las más comunes son:
     Violamos los Principios de la Prosperidad.
     No ahorramos con regularidad.
     Vivimos en un estatus social al que no pertenecemos.
     No confiamos en Dios.
     Nos rebelamos contra la voluntad de Dios y su provisión.
Aquí voy a hacer una aclaración: cuando enumero estas razones, no estoy incluyendo las calamidades, el robo organizado ni el abuso y malversación de fondos a nivel del gobierno, que en algunos casos, como en Argentina, Brasil, Ecuador o México ha causado a los ahorristas la pérdida repentina de grandes sumas de dinero.1
Sin embargo, yo creo que si uno pone en práctica los principios y valores que compartiremos a continuación y hace un serio esfuerzo por vivir una vida libre de deudas durante la época de las vacas gordas, cuando vengan los tiempos de las vacas flacas va a estar mucho mejor posicionado para sobrevivir al desastre.
Los principios de la prosperidad
«¿Qué es el hombre …?
Lo hiciste señorear sobre las obras de Tus manos;
todo lo pusiste debajo de sus pies …»
—Rey David2
Una de las primeras actitudes que debemos cambiar en nuestra vida es la forma en la que nos vemos a nosotros mismos en relación con las cosas que nos rodean. Para eso es importante contestar a la pregunta filosófica de por qué existimos y cuál es nuestra tarea en el mundo.
Obviamente, esa pregunta es demasiado abarcativa para un libro tan pequeño como éste. Sin embargo, en cuanto al área de manejo económico, es interesante saber que de las tres religiones monoteístas con más extensión del planeta—la de los pueblos cristiano, musulmán y judío—, todas tienen la misma respuesta para esta pregunta: existe un Creador, y nosotros, sus criaturas, hemos sido colocados en este mundo para administrarlo.
Sea usted religioso o no, es sugestivo que este principio de administración se encuentre tejido en nuestra humanidad como una fibra que tenemos en común más allá de las culturas y trasfondos sociales. Este es un Principio con mayúscula. El primer Principio de la Prosperidad.
A lo largo de los años he notado que la capacidad de una determinada persona para verse a sí misma como administrador, gerente o mayordomo de las cosas que posee es determinante en el proceso de tomar las decisiones adecuadas para alcanzar la prosperidad integral.
Cuando se encuentre frente a una casa que quiere comprar, o a un automóvil que está pensando adquirir, esta actitud hacia la vida será determinante para que lleve a cabo esa transacción con éxito o que fracase en el proceso.
Permítame aclararle el concepto con un ejemplo …
Suponga que tengo un amigo que se llama Roberto. Vive en Venezuela y lo han elegido gerente general de una cadena de supermercados. Esta empresa tiene más de 50 negocios en todo el país. Al llegar el fin de año Roberto nota que uno de los supermercados en Maracaibo no está andando bien. Tiene pérdidas desde hace 3 años y a pesar de los esfuerzos hechos para reavivar el negocio en esa zona de la ciudad, este año ha cerrado nuevamente con pérdidas. Entonces, ¿qué es lo que debe hacer Roberto como gerente de esa cadena de supermercados? Probablemente debe cerrar ese negocio con problemas y estudiar la posibilidad de abrir otro en alguna otra parte, ¿no es cierto?
Por otro lado está Federico. Vive en Puerto Rico. Tiene una tienda que fundó su abuelo. El abuelo se la dio en heredad a su padre y este se la pasó en herencia a él. El problema es que en los últimos tres años el negocio no ha andado muy bien. El año pasado dio serias pérdidas y este año no mejora.
La pregunta clave, ahora, es: ¿a quién le va a costar más, emocionalmente, cerrar el negocio? ¿A Roberto o a Federico?
Si bien Roberto debe manejar una suma millonaria de dinero para cerrar el supermercado en Maracaibo, probablemente no va a sufrir emocionalmente tanto como sufrirá Federico en el proceso.
¿Por qué? Porque Roberto es simplemente un gerente, un administrador de una cadena de negocios. Para él la decisión ha sido clara y la ha tomado con la cabeza fría. Tendrá problemas, será complicado, pero la historia con Federico será muy, muy diferente. La diferencia está en que la tienda de Federico es de él, él es el dueño.
Esa es la gran diferencia entre ser dueños y ser administradores. El primer principio que debemos aplicar a nuestra vida es que nosotros tenemos que aprender a ser administradores de las cosas que tenemos, NO dueños. La mayoría de la gente se ve a sí misma como dueña.
El dueño está emocionalmente apegado a sus posesiones. El administrador está emocionalmente desprendido de las cosas materiales que maneja.
El dueño tiene dificultad en tomar las decisiones difíciles que se necesitan tomar y, muchas veces, las toma demasiado tarde. El administrador sabe que las posesiones que maneja no son suyas y, por lo tanto, despegado de las emociones, puede tomar las decisiones difíciles fríamente y a tiempo.
Esta, a veces, es la diferencia entre la vida y la muerte económica.
A veces la gente me dice: «Andrés, teníamos tantas deudas que perdimos la casa». A lo que me gusta contestar: «¿Sabes por qué la perdiste? ¡Porque era tuya!» Si uno no se siente dueño de la propiedad, nunca la puede «perder». Simplemente está transfiriendo un activo a un pasivo: tenía una propiedad y la vendió para saldar una deuda. Fue una transacción económica hecha con la cabeza fría.
Si usted no puede mirar las cosas materiales que tiene con la cabeza fría, entonces debe tener mucho cuidado en la forma en que arriesga su capital. Recuerde que uno debe morir para vivir, dar para recibir y perder para ganar. Es importantísimo vernos a nosotros mismos como administradores de las cosas que Dios ha puesto en nuestras manos y no como dueños de ellas.3
Creo que el desprendernos emocionalmente de las cosas materiales que tenemos es el primer paso en la dirección correcta para disfrutar de lo que he llamado en otros libros la prosperidad integral.
Aprenda el arte del contentamiento
«No hay crimen más grande que el tener demasiados deseos; no hay un mayor desastre que el no aprender a estar contento; no hay una peor desdicha que el ceder frente a la codicia».
—Tao Te Ching4
El segundo Principio de la Prosperidad es el Principio del Contentamiento. Este principio nos enseña que debemos aprender a estar contentos y a disfrutar de la vida sin importar el lugar en el que estemos colocados en la escala social.
Hay que notar que he dicho contentos y no conformes. Hay una importante diferencia entre la persona conformista—que puede llegar a tener tendencias de haragán—, y aquella que ha aprendido a ser feliz en el nivel social en el que se encuentre, gane 100, 1.000 o 10.000 pesos por mes. Uno debe tener el profundo compromiso de hacer las cosas con excelencia y de avanzar económicamente en la vida. Pero, al mismo tiempo, debe aprender a disfrutar con intensidad del lugar en el que se encuentra hoy.
Una buena cantidad de problemas que la gente sufre como resultado de haber adquirido una gran cantidad de deudas proviene porque han hecho una mala inversión en alguna compra mayor—casa, auto, etc.—o porque están insatisfechos con el nivel de vida que le proveen sus ingresos.
Esa gente, en algún momento, pega un salto en la escala social comprando una casa más grande de la que puede pagar, un auto más caro que el que debería tener o mudándose a un barrio más costoso del que le convendría vivir. Ese salto, con el tiempo, le trae serios problemas porque sus recursos económicos no le alcanzan para sostenerse en el nuevo nivel social y hacer un mantenimiento preventivo de sus finanzas, como por ejemplo ahorrar con regularidad.
Muchos en nuestro continente creen que, aunque el dinero no hace la felicidad, al menos ayuda. Eso lo decimos porque, en general, los latinoamericanos no vivimos en una sociedad de abundancia como la europea o la norteamericana.
Si lo hiciéramos, nos daríamos cuenta de que esta idea, a veces citada en un contexto un tanto jocoso, proviene de una premisa equivocada, de un paradigma erróneo: la creencia de que los bienes materiales pueden satisfacer nuestras necesidades emocionales y espirituales como, por ejemplo, la necesidad de la alegría, del amor o de la paz. Esa es la base filosófica de lo que comúnmente llamamos el materialismo.
Es cierto que tener dinero es más divertido que no tenerlo. Ahora que tengo amigos de muchos recursos económicos me doy cuenta de lo divertido que es tener dinero: uno puede comprarse las cosas que siempre le han gustado, puede vivir en la casa de sus sueños, puede viajar con regularidad y puede entretener y hacer fiestas para sus amigos. Sin embargo, es importante notar la diferencia entre diversión y felicidad. Son dos cosas realmente diferentes.
Con dinero se puede comprar una casa, pero no se puede construir un hogar; se puede pagar una educación, pero no se puede adquirir sabiduría; pueden facilitarse los medios para un trasplante de corazón, pero no proveernos de amor.
A lo largo de los años he notado, contrariamente a las creencias populares, que no es la pobreza la que desintegra a las familias. Desde el punto de vista económico, son las malas decisiones financieras y las deudas acumuladas las que crean tensiones tan altas que, eventualmente, terminan en el rompimiento de la relación matrimonial.
Cuando uno es pobre—y mi esposa y yo somos testigos de ello—, la pareja se une más y trabaja duramente para lograr la supervivencia de la familia. Cuando uno acumula deudas y maneja incorrectamente su dinero, los fondos empiezan a faltar y las acusaciones comienzan a hacerse oír más frecuentemente. Luego siguen los insultos, los maltratos y, finalmente, la separación.
La vida abundante, otra de las formas de llamar a la prosperidad integral, no depende exclusivamente de nuestra capacidad económica. Depende de la forma en la que elegimos vivir cada día y tiene más que ver con una actitud del corazón que con el estado de una cuenta bancaria.
Jesús nuestro Señor dice en el capítulo seis del Evangelio según San Mateo: «¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?»
Algo muy importante para recordar, entonces, es que la tarea más importante en la vida es, justamente, vivir. Donde vivir significa mucho más que meramente existir. Significa dejar de correr detrás de las cosas materiales y superficiales y comenzar a perseguir las cosas más profundas de la vida.
Tengo un examen para probar nuestros conocimientos sobre este tema.
En un interesante estudio realizado recientemente por la televisión educacional estadounidense sobre el consumismo en aquel país y publicado en Internet,5 se descubrió que el porcentaje de estadounidenses que contestó diciendo tener vidas muy felices llegó a su punto más alto en el año … (elija una de las siguientes fechas):
A) 1957
B) 1967
C) 1977
D) 1987
La respuesta correcta está en la letra «A». La cantidad de gente que se percibía a sí misma como muy feliz llegó a su pico máximo en 1957, y se ha mantenido bastante estable o a declinado un poco desde entonces. A mí me resulta interesante notar que la sociedad estadounidense de nuestros días consume el doble de bienes materiales de los que consumía la sociedad de la década del 1950. Sin embargo, y a pesar de tener menos bienes materiales, aquellos se sentían igualmente felices.
Entonces, el tamaño de la casa, el estatus del barrio donde se encuentra o el tipo de automóvil que manejamos puede que nos divierta mucho, pero tiene muy poco que ver con la felicidad en la vida.
Vivir nuestra vida, y vivirla en abundancia, es aprender a disfrutar viendo a nuestros niños jugar en el fondo de la casa. Es la lágrima derramada después de rezar el Padre Nuestro junto a sus camas. Es darles a nuestros niños el besito de las buenas noches. Es preocuparnos por la vida de la gente, ayudar a pintar la casa del necesitado, arreglarle el auto a una madre sin esposo y escuchar en silencio hasta cualquier hora de la noche el corazón del amigo herido.
Vivir en abundancia significa extender la mano amiga a los pobres, aprender a restaurar al caído y a sanar al herido. Significa, para los varones, poder mirar a nuestra esposa a los ojos y decirle sinceramente «te amo». Poder llegar a ser un modelo de líder-siervo para nuestros niños. Significa dejar una marca más allá de nuestra propia existencia.
Poco tiene que ver este concepto de la felicidad y la satisfacción personal con las enseñanzas de los comerciales televisivos o con los evangelistas del materialismo. Poco tiene que ver con lo que se enseña en los círculos afectados por los medios de comunicación social de hoy en día. Si en algo estoy de acuerdo con aquella frase del comienzo es que el dinero no hace la felicidad y, sinceramente, no sé cuánto ayuda.
Propóngase hoy darle una mirada honesta al lugar en el que se encuentra en la escala social de su país. Pregúntese: ¿tengo paz en mi vida económica? Si no tiene paz en el contexto económico en el que le toca vivir, quizás es hora de tomar algunas decisiones importantes, tanto financieras como personales y familiares. Ajuste su nivel de vida y, en lugar de correr detrás de la acumulación económica, decida ser feliz. Usted es el único que puede hacerlo. Yo no puedo cambiar su actitud frente a la vida. Lo tiene que hacer usted hoy mismo.
Para poner en práctica
Escriba, aquí mismo, su decisión de ser feliz en el lugar en el que se encuentra. Disfrute de los ascensos en su trabajo, déle la bienvenida a los incrementos de salario, pero no pierda el sueño por ellos. Decida ser feliz hoy mismo con los recursos que Dios le ha provisto.
 





 
Firma y fecha
1 Rey Salomón, libro de los Proverbios, capítulo 22, verso 7. Siglo X a. C.
2 Rey David, Siglo X a. C. libro de los Salmos, capítulo 8, versos 4 y 6.
3 San Pablo. Primera Carta a los Corintios, capítulo 2, verso 4.
4 Taoísmo. Tao Te Ching 46. Andrew Wilson, Editor. World Scripture, A Comparative Anthology Of Sacred Texts. International Religious Foundation, Paragon House, New York, 1991.
5 http://www.pbs.org/kcts/affluenza/diag/what.html.



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