Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
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La cultura y la Biblia
Cuando Herman Melville escribió su novela Redburn, contó la historia de un joven que salió al mar por primera vez. Cuando salió con rumbo a Inglaterra, el padre de Redburn le dio un viejo mapa de la ciudad de Liverpool. Tras el largo viaje Redburn entró en Liverpool confiado en que el mapa de su padre le guiaría a través de la ciudad. Pero el mapa le falló. Se habían efectuado demasiados cambios desde que aquel mapa había sido hecho. Las viejas señales habían desaparecido, las calles habían cambiado de nombre y las viejas residencias ya no existían.
Algunos ven en la historia de Redburn la protesta privada de Melville en cuanto a la deficiencia de las antiguas Escrituras para guiarle a través de la vida. Aquel mismo sentido de protesta que nace de la frustración se halla en muchas personas hoy día.
El condicionamiento cultural y la Biblia
Un tema candente en el mundo cristiano se halla en relación con el sentido y grado en que la Biblia está condicionada por la cultura. ¿Fue escrita la Biblia solamente para los cristianos del primer siglo? ¿O fue escrita para gentes de toda época? Podríamos responder rápidamente en acuerdo con lo segundo, pero ¿podemos decirlo sin reserva? ¿Hay alguna parte de la Escritura que se encuentre limitada a su medio cultural y por ende limitada en su aplicación a su propio medio cultural?
A no ser que afirmemos que la Biblia cayó del cielo en un paracaídas, grabada por una pluma celestial en un lenguaje divino peculiar, singularmente adaptada como un vehículo para la revelación divina, o que la Biblia fue dictada directa e inmediatamente por Dios sin referencia a ninguna costumbre local, estilo, o perspectiva, tendremos que enfrentarnos a la zanja cultural. Es decir, la Biblia refleja la cultura de su época. Entonces la pregunta es: ¿Cómo puede tener autoridad sobre nosotros en esta época?
Una controversia eclesiástica de los años 1960 ilustra el problema de la cultura. En 1967 la Iglesia Presbiteriana Unida en los Estados Unidos adoptó una nueva confesión con la siguiente declaración con respecto a la Biblia:
Las Escrituras, dadas bajo la guía del Espíritu Santo, son no obstante palabras de hombre, condicionadas por el hombre, formas de pensamiento, y estilos literarios de los lugares y tiempos en que fueron escritas. Reflejan puntos de vista en cuanto a la vida, historia, y el cosmos que eran entonces actuales. Por tanto, la iglesia tiene la obligación de acercarles a las Escrituras con un entendimiento literario e histórico. Así como Dios ha dado su palabra en diversas situaciones culturales, la iglesia está confiada en que continuará hablando a través de las Escrituras en un mundo cambiante y en toda forma de cultura humana.
Estas palabras de la Confesión de 1967 engendraron mucho diálogo, debate, y controversia durante la década de los sesenta. El debate estaba centrado no tanto en lo que la Confesión decía como en lo que no decía. Desgraciadamente la Confesión no detallaba lo que implicaba dicha declaración. Quedó mucho campo para extraer implicaciones y deducciones. Tomando en cuenta la declaración meramente en términos de lo que las palabras dicen explícitamente, ni el ortodoxo B. B. Warfield ni el existencialista Rudolf Bultmann podrían aprobarla. La autoridad que sería vista en la Escritura dependería grandemente de cómo se entendiera la palabra condicionado en el credo. Al tiempo del debate muchos conservadores manifestaron gran aflicción al pensar que la Biblia estuviera “condicionada” en cualquier sentido por la cultura antigua. Muchos liberales argüían que la Escritura no era solamente “condicionada” por la cultura sino que estaba “sujeta” a ella.
Además de la cuestión del sentido y grado de “condicionamiento” de la cultura en la Biblia se halla la cuestión del sentido y grado por el cual las Escrituras “reflejan los puntos de vista de la vida, historia, y cosmos” de la antigüedad. ¿Significa reflejar que la Biblia enseña como ciertos puntos de vista pasados de moda e incorrectos acerca de la vida, historia, y cosmos? ¿Es esta perspectiva cultural parte de la esencia del mensaje de la Escritura? ¿O significa reflejar que podemos leer entre líneas la Escritura notando cosas tales como el lenguaje fenomenal y ver un ambiente cultural en el que se da un mensaje que trasciende las formas de cultura? La manera en que contestemos estas preguntas revela mucho en cuanto a nuestro punto de vista general de la Escritura. Insistiendo la naturaleza de la Escritura nos afecta en su interpretación. Lo principal aquí es esto: ¿Hasta qué punto se encuentra limitada su aplicabilidad y autoridad por el cambio de las estructuras y perspectivas humanas en el texto bíblico?
Como ya hemos visto, para poder producir una exégesis exacta de un texto bíblico y entender lo que fue dicho y lo que se quiso decir, un estudiante debe tratar con cuestiones de lenguaje (griego, hebreo, arameo), estilo, sintaxis, contexto histórico y geográfico, autor, destino, y género literario. Este tipo de análisis es necesario para interpretar cualquier tipo de literatura, incluso la literatura contemporánea.
En pocas palabras, cuanto mejor entienda yo la cultura palestina del primer siglo, tanto más fácil me resultará obtener un entendimiento exacto de lo que se está diciendo. Pero la Biblia fue escrita hace mucho tiempo y en un ambiente cultural bastante diferente al nuestro, y no resulta siempre fácil unir el ancho abismo del tiempo entre el siglo primero y el siglo XX.
El condicionamiento cultural y el lector
El problema se vuelve más agudo cuando me doy cuenta de que no solamente la Biblia está condicionada a su ambiente cultural sino que yo también lo estoy. Con frecuencia me resulta difícil oír y entender lo que dice la Biblia porque le añado muchas suposiciones extrabíblicas. Este probablemente sea el problema más grande de “condicionamiento cultural” al que nos enfrentamos. Ninguno de nosotros escapa totalmente a ser una criatura de nuestra era. Estoy seguro de que sostengo y enseño puntos de vista que nada tienen que ver con el pensamiento cristiano pero son intrusiones en mi mente de mi propio fondo cultural. Si yo supiera cuáles de mis ideas no armonizan con la Escritura trataría de cambiarlas. Pero el seleccionar mis propios puntos de vista no resulta siempre fácil. Todos nosotros somos susceptibles de cometer los mismos errores vez tras vez. Nuestros puntos ciegos se llaman así debido a que no estamos conscientes de ellos.
El problema con los puntos ciegos subjetivos me llegó con un incidente que tuve relacionado con un proyecto para armar un aparato estereofónico. Compré el equipo y le pedí a un amigo, experto en electrónica, que me ayudara a armarlo. A la vez que yo leía las instrucciones, él unía componentes siguiendo más de doscientos pasos. Cuando terminamos, procedimos a conectarlo y nos sentamos a disfrutar de la música. Lo que oíamos parecía de otro mundo. ¡De hecho sonaba más como música de Venus que algo terrenal! La rara discordancia de sonidos era evidencia de que habíamos cometido un error.
Cuidadosamente, volvimos sobre cada paso. Repasamos la gráfica y la lista de verificación con las instrucciones un total de ocho veces. No encontramos ningún error. Al fin, desesperados, decidimos cambiar nuestras funciones. En esta ocasión mi amigo leyó las instrucciones y yo (todo un novato) verifiqué los alambres. Aproximadamente a la altura del paso número 134 encontré el error. Un alambre había quedado soldado a la terminal equivocada. ¿Qué sucedió? Mi amigo el experto cometió un error la primera vez. Cometió el mismo error ocho veces más. Lo más probable es que su perspectiva equivocada le cegó al error una y otra vez.
Esta es la forma en que con frecuencia nos acercamos a la Escritura. Esta es una razón por la cual debemos mitigar nuestro ardor al criticar la Escritura, permitiendo que la Escritura nos critique a nosotros: necesitamos darnos cuenta de que la perspectiva que le damos a la Palabra bien podría ser una distorsión de la verdad.
Estoy convencido de que el problema de la influencia de la mentalidad secular del siglo XX es un obstáculo mucho más tremendo para la interpretación bíblica exacta que el problema del condicionamiento de la cultura antigua. Esta es una de las razones básicas por la cual los reformadores trataban de acercarse a la exégesis en términos del ideal de la tabula rasa. Se esperaba que el intérprete se esforzara lo más posible por leer objetivamente el texto a través del método gramático-histórico. A pesar de que las influencias subjetivas siempre presentan un peligro de distorsión, se esperaba que el estudiante de la Biblia utilizara toda salvaguarda posible en la búsqueda del ideal, escuchando el mensaje de la Escritura sin mezclar sus propios prejuicios.
En años recientes nuevas formas de interpretación bíblica compiten por ser reconocidas. Uno de los enfoques más significativos es el “método existencial”. El método existencial se ha separado abruptamente del método clásico por medio de una nueva hermenéutica. Bultmann, por ejemplo, no sólo afirma que el planteamiento de la tabula rasa es inalcanzable sino que insiste en que es indeseable. Debido a que la Biblia fue escrita en una era precientífica y es sustancialmente el resultado de una influencia formativa de la situación en que se encontraba la comunidad cristiana primitiva, debe ser modernizada antes de que nos afecte. Bultmann demanda un “entendimiento previo” necesario antes de llegar al texto. Si el hombre moderno espera obtener respuestas válidas a sus preguntas acerca de la Biblia, primeramente deherá venir a la Biblia con las preguntas adecuadas. Esas preguntas solamente pueden venir a través de un entendimiento filosófico adecuado de la existencia humana. Sin embargo, tal entendimiento no debe ser extraído de la Escritura, sino que debe ser formulado antes de acercarse a ella.
Aquí la mentalidad del siglo XX flagrantemente condiciona y constriñe los textos del primer siglo (Bultmann encuentra su propio entendimiento anterior, dentro del mismo sistema de filosofía existencial o fenomenológico de Martín Heidegger.) El resultado neto es un método que avanza inexorablemente hacia una Biblia subjetiva apartada de su propia historia. Aquí el mensaje del primer siglo es tragado y absorbido por la mentalidad del siglo XX.
Aunque los intérpretes de la Biblia pudiesen llegar a un método de exégesis e incluso pudiesen estar de acuerdo con la exégesis misma, aún nos quedan las preguntas en cuanto a la aplicabilidad y la obligación impuesta por el texto. Si estamos de acuerdo en que la Biblia es inspirada por Dios y no meramente el producto de autores precientíficos, aun debemos afrontar las preguntas de su aplicación. ¿Puede aplicarse a nosotros hoy lo que la Biblia le ordena a los cristianos del primer siglo? ¿En qué sentido las Escrituras hoy en día tienen autoridad sobre nuestra conciencia?
El principio y la costumbre
En muchos círculos hoy en día el tema de discusión es el principio y la costumbre. A no ser que concluyamos que toda la Escritura es princìpio y por tanto obliga a personas de cualquier edad, o que toda la Escritura es costumbre local sin más aplicación que su contexto histórico inmediato nos veremos forzados a establecer alguna categoría y guías para discernir la diferencia.
Para ilustrar el problema veamos lo que sucede cuando afirmamos que toda la Escritura es principio y nada es un mero reflejo de la costumbre local. Si este es el caso, entonces deberán llevarse a cabo algunos cambios radicales en el evangelismo si vamos a ser obedientes a la Escritura. Jesús dice: “No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino” (Lc. 10:4). Si convertimos este texto en un principio transcultural, ¡entonces es hora de que Billy Graham empiece a predicar descalzo! Obviamente, lo principal de este texto no es el establecer un requisito perenne de evangelizar con los pies desnudos.
Sin embargo, otros asuntos no son tan obvios. Por ejemplo, los cristianos siguen divididos con respecto al rito del lavamiento de los pies. ¿Es este un mandato perpetuo para la iglesia de todos los tiempos o una costumbre local que ilustra un principio de servilismo humilde? ¿Permanece el principio y se desvanece la costumbre en una cultura calzada? ¿O permanece la costumbre con el principio sin tomar en cuenta el calzado?
Para ver la complejidad del dilema, examinemos el famoso pasaje de 1 Corintios 11 en cuanto a cubrirse la cabeza. Una versión en inglés traduce que a la mujer se le exige cubrirse la cabeza con un velo cuando profetiza. Al aplicar este mandato a nuestra cultura nos enfrentamos a cuatro opciones distintas:
1. Es enteramente costumbre. Todo el pasaje refleja una costumbre cultural que no tiene aplicabilidad hoy en día. El velo es una costumbre local; la cabeza descubierta refleja un signo de prostitución. El símbolo de la mujer subordinada al hombre es una costumbre judía que está pasada de moda a la luz de la enseñanza general del Nuevo Testamento. Ya que vivimos en una cultura diferente, deja de ser necesario para la mujer el cubrirse la cabeza con un velo; ya no es necesario que la mujer se cubra la cabeza con ninguna cosa; ya no es necesario que la mujer se someta a un hombre.
2. Es totalmente principio. En este caso todo el pasaje se considera como principio culturalmente trascendente. Esto significaría en la práctica que (a) la mujer debe ser sumisa al hombre durante la oración; (b) la mujer debe demostrar siempre esa sumisión cubriéndose la cabeza; (c) la mujer debe cubrirse la cabeza con un velo como el único símbolo apropiado.
3. Es parcialmente principio / parcialmente costumbre (opción A). En este acercamiento, una parte del pasaje se considera principio y por lo tanto obliga a todas las generaciones y, otra parte es vista como costumbre que ya no obliga. El principio de la sumisión femenina es transcultural, pero los medios para expresarlo (cubriéndose la cabeza con un velo) es costumbre y puede ser cambiada.
4. Es parcialmente principio (opción B). En esta última opción el principio de la sumisión femenina y el acto simbólico de cubrirse la cabeza deben ser perpetuos. El objeto para cubrirse puede variar de una cultura a otra. El velo puede ser reemplazado por una pañoleta o sombrero.
¿Cuál de estas alternativas agradaría más a Dios? Realmente desconozco la respuesta decisiva a esta pregunta. Preguntas como esta suelen ser exageradamente complejas y no se prestan a soluciones simplistas. No obstante, una cosa está clara. Necesitamos alguna clase de guías prácticas que nos ayuden a desenredar estos problemas. Estas preguntas frecuentemente requieren algún tipo de decisión activa y no pueden dejarse a un lado esperando que las futuras generaciones las resuelvan. Las siguientes guías prácticas podrán ayudarnos.
Guías prácticas
1. Examine la Biblia misma buscando aparentes áreas de costumbre. Escudriñando cuidadosamente las Escrituras podremos ver que muestran cierta latitud de costumbre. Por ejemplo, los principios divinos de la cultura del Antiguo Testamento son expuestos en forma modificada en el Nuevo Testamento, vemos que el núcleo común del principio supera la costumbre, cultura y convenio social. Al mismo tiempo, vemos algunos principios del Antiguo Testamento (tales como las leyes dietéticas del Pentateuco) revocados en el Nuevo Testamento. Esto no significa que las leyes dietéticas del Antiguo Testamento eran meramente asuntos de costumbre judía. Pero observamos una diferencia en la situación histórico-redentora en la cual Cristo abroga la ley antigua. Lo que debemos tener cuidado en observar es que ni la idea de traspasar todos los principios del Antiguo al Nuevo Testamento ni la de no guardar ninguno de ellos pueden ser justificadas por la Biblia misma.
¿Qué tipo de costumbres son capaces de adaptación cultural? El lenguaje es un factor obvio de fluidez cultural. Las leyes del Antiguo Testamento pudieron ser traducidas del hebreo al griego. Este asunto nos da cuando menos una pista de la naturaleza variable de la comunicación. Es decir, el lenguaje es un aspecto cultural abierto al cambio; no que el contenido de la Biblia pueda ser alterado lingüísticamente, sino que el evangelio puede ser predicado tanto en español como en griego.
Segundo, vemos que las modas en el vestir en el Antiguo Testamento no quedan perpetuamente fijadas para los hijos de Dios. Los principios de la modestia prevalecen, pero los estilos locales en cuanto a la ropa pueden cambiar. El Antiguo Testamento no establece un uniforme devoto que deba ser usado por los creyentes de todas las épocas. Otras diferencias culturales normales, tales como los sistemas monetarios, están claramente abiertos al cambio. Los cristianos no están obligados a utilizar denarios en vez del dólar u otra moneda.
Estos análisis en cuanto a estilos culturales de expresión pueden ser sencillos con respecto a la moda y el dinero, pero los asuntos de instituciones culturales resultan más difíciles. Por ejemplo, la esclavitud ha sido introducida con frecuencia en las controversias modernas con respecto a la obediencia civil, así como en debates relacionados con las estructuras de autoridad marital. En el mismo contexto en que Pablo pide a las mujeres que sean sumisas a sus maridos, les pide a los esclavos que sean sumisos a sus patronos. Algunos han alegado que ya que las semillas de la abolición de la esclavitud están sembradas en el Nuevo Testamento, asimismo lo están las semillas de la abolición de la subordinación femenina. De acuerdo con esta línea de razonamiento, ambas representan estructuras institucionales que están culturalmente condicionadas.
Aquí debemos tener cuidado de distinguir entre instituciones que la Biblia meramente reconoce como existentes, tales como “las autoridades que hay” (Ro. 13:1, VRV), y aquellas que la Biblia instituye positivamente, respalda, y ordena. El principio de la sumisión a las estructuras autoritarias existentes (tales como el gobierno romano) no conllevan una implicación necesaria de que Dios apruebe esas estructuras sino que meramente hace un llamado a la humildad y a la obediencia civil. Dios, en su máxima providencia secreta, puede ordenar que haya un César Augusto sin apoyar al César como un modelo de virtud cristiana. Aun así, la institución de las estructuras y los patrones de autoridad del matrimonio se dan en el contexto de institución positiva y respaldo en ambos Testamentos. El situar las estructuras bíblicas del hogar al mismo nivel de la cuestión de la esclavitud es oscurecer las muchas diferencias que existen entre ambos. Es decir, las Escrituras proporcionan una base para el comportamiento cristiano en medio de situaciones opresivas o perversas, así como las estructuras ordenadas que reflejan los buenos designios de la creación.
2. Considere las distinciones cristianas del primer siglo. Una cosa es buscar un entendimiento más lúcido del contenido bíblico investigando la situación cultural del primer siglo; otra es interpretar el Nuevo Testamento como si se tratara meramente de un eco de la cultura del primer siglo. Hacer esto sería no dar razón del serio conflicto que experimentó la iglesia cuando se enfrentó al mundo del primer siglo. Los cristianos no fueron arrojados a los leones por su inclinación a la conformidad.
Algunas formas muy sutiles de relativizar el texto ocurren cuando leemos en él consideraciones culturales que no deberían estar allí. Por ejemplo, con respecto al asunto de cubrirse la cabeza en Corinto, numerosos comentaristas de la epístola señalan que un símbolo local de la prostituta en Corinto era el descubrirse la cabeza. Por tanto, el argumento postula la razón por la que Pablo quería que las mujeres se cubriesen la cabeza: era para evitar una apariencia escandalosa en la mujer cristiana con una semejanza externa a la de las prostitutas.
¿Qué sucede con este tipo de especulación? Aquí el problema básico es que nuestro conocimiento reconstruido en cuanto al Corinto del primer siglo nos ha llevado a suministrarle a Pablo una razón fundamental ajena a la que él da. En otras palabras, no solamente estamos poniendo palabras en la boca del apóstol sino además ignorando las palabras que estaban allí. Si Pablo simplemente les dijo a las mujeres de Corinto que se cubriesen la cabeza sin darles una razón por la que ordenaba esto, nos veríamos fuertemente inclinados a proporcionarla con nuestro conocimiento cultural. Sin embargo, en este caso Pablo proporciona un motivo, el cual se basa en una apelación a la creación, no a la costumbre de las rameras corintias. Debemos tener cuidado y no permitir que nuestro celo por el conocimiento de la cultura oscurezca lo que realmente fue dicho. El sujetar la razón declarada por Pablo bajo nuestra razón concebida especulativamente es calumniar al apóstol y convertir la exégesis en eiségesis.
3. Las ordenanzas de la creación son indicadores del principio transcultural. Si hay principios bíblicos que traspasan los límites de la costumbre local, son las apelaciones derivadas de la creación. Las apelaciones a las ordenanzas de la creación reflejan estipulaciones, un pacto que Dios hace con el hombre como hombre. Las leyes de la creación no le son dadas al hombre como hebreo o como cristiano o como corintio sino que están arraigadas en la responsabilidad humana básica hacia Dios. El relegar los principios de la creación a costumbres locales es la peor clase de relativización y deshistorización del contenido bíblico. Pero es precisamente en este punto en el que muchos eruditos han relativizado los principios de la Escritura. Aquí vemos el método existencial operando de la manera más abierta.
Para ilustrar la importancia de las ordenanzas de la creación podemos examinar el trato que Jesús le da al divorcio. Cuando los fariseos tentaron a Jesús preguntándole si el divorcio era legal bajo alguna circunstancia, Jesús respondió citando la ordenanza de la creación del matrimonio: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará …? Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mt. 19:4–6).
Si reconstruimos la situación de esta narración es fácil ver que la prueba de los fariseos era hacer que Jesús diera su opinión sobre un tema que dividía rigurosamente las escuelas rabínicas de Shammai e Hillel. En lugar de ponerse completamente de parte de uno, Jesús retrollevó el asunto a la creación para poner en perspectiva las normas del matrimonio. Es cierto que reconoció la modificación mosaica de la ley de la creación, pero rehusó debilitar más la norma cediendo a la presión del público o a las opiniones culturales de sus contemporáneos. La conclusión es que las ordenanzas de la creación son normativas a no ser que hayan sido modificadas explícitamente por revelación bíblica posterior.
4. En áreas de incertidumbre utilice el principio de la humildad. ¿Qué sucede si, tras una consideración cuidadosa de un mandato bíblico, seguimos dudando de su carácter como principio o costumbre? Si debemos decidirnos a tratarlo en una forma u otra pero no tenemos medios conclusivos para tomar la decisión, ¿qué podemos hacer? Aquí el principio bíblico de la humildad puede ser útil. El asunto es sencillo. ¿Sería mejor tratar una posible costumbre como un principio y pecar de ser excesivamente escrupulosos en nuestro propósito de obedecer a Dios? ¿O sería mejor tratar un posible principio como una costumbre y ser culpables de tener pocos escrúpulos degradando un requisito de Dios trascendente al nivel de un mero convenio humano? Espero que la respuesta sea obvia.
Si el principio de la humildad se aísla de otras guías mencionadas podría ser fácilmente interpretado como pretexto para el legalismo. No tenemos derecho a legislar las conciencias de los cristianos cuando Dios las ha dejado libres. No puede ser aplicado en forma absoluta donde la Escritura guarda silencio. El principio se aplica donde tenemos mandatos bíblicos cuya naturaleza queda incierta (como con las costumbres y los principios) cuando ya toda la ardua labor de la exégesis ha sido agotada.
Tomar un atajo en este asunto por medio de una escrupulosidad general oscurecería la diferencia entre la costumbre y el principio. Esta es una guía que se utiliza como último recurso y sería destructiva si se aplicara de entrada.
El problema del condicionamiento cultural es un problema real. Las barreras de tiempo, lugar, y lenguaje con frecuencia dificultan la comunicación. Con todo, las barreras de la cultura no son tan severas que nos conduzcan al escepticismo o la desesperanza de entender la Palabra de Dios. Es reconfortante saber que este libro realmente manifiesta una facultad peculiar para hablar a nuestras más profundas necesidades y comunicar el evangelio en forma efectiva a personas de todas las épocas, lugares, y costumbres. El obstáculo de la cultura no puede anular el poder de esta Palabra.
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Pasos a seguir en el estudio bíblico
Usualmente se reconoce que la observación, la interpretación y la aplicación representan tres pasos básicos en el estudio de la Biblia. La observación tiene que ver con notar las características de un libro de la Biblia, una sección, un párafo o un versículo. Los maestros comunmente dicen que la observación responde a la pregunta ¿Qué es lo que veo? Es decir, en este paso se esfuerza uno por examinar el texto bíblico detenida y comprensivamente a fin de reunir la información que ha de ser interpretada. De la misma manera, los que enseñan la Biblia reconocen que el próximo paso, la interpretación responde a la pregunta ¿qué significa? Para llegar a entender el sentido del texto bíblico uno hace preguntas interpretativas que ayudan a reconocer el significado de lo que hemos visto en el primer paso. Por fin cuando hemos interpretado el texto bíblico con precisión nos queda la tarea de aplicar los principios bíblicos que se hallan allí. La aplicación representa la meta del estudio de la Biblia y responde a la pregunta ¿qué debo hacer? Dios desea que hagamos lo que dice Su Palabra y no sólo que la entendamos.
Cada paso en el proceso edifica sobre el anterior. Para obedecer las Escrituras debemos comprenderlas. Y resulta imposible comprender sin primero reconocer la información que debemos entender. La buena interpretación se basa en observaciones precisas y resulta en y la aplicación edificativa de los principios bíblicos. Interesantemente estos pasos se usan en otras áreas de la vida. Por ejemplo, los doctores los utilizan cuando tratan con un paciente. ¿Qué pensaría de un médico que le recete medicinas sin primero hacerle un examen para determinar de que sufre usted? El doctor bueno primero examina cuidadosamente al paciente notando los síntomas y la condición del paciente. También hace varias pruebas. Esto corresponde al paso de observación. Después de reunir toda la información el médico la interpreta cuidadosamente hasta llegar a una conclusión. El paso de comprender lo que se ha observado representa la interpretación. Es sólo después de estos dos pasos que él entonces receta la medicina u ordena el tratamiento necesario. El comenzar con el último paso pudiera resultar en consecuencias graves. De la misma manera debemos realizar el estudio de la Biblia siguiendo los pasos en su órden debido y cuidadosamente. Así podremos facilitar la interpretación sana de las Escrituras.
La importancia de leer un libro por completo
El paso de la interpretación debe comenzar con la lectura de un libro completo de la Biblia sin interrupción. A primera vista parece ser un requisito difícil. Sin embargo es absolutamente esencial si vamos a comprender la Palabra de Dios. Además resultará ser una experiencia agradable (aunque requiere esfuerzo) ya que tal vez por primera vez usted comprenderá la Biblia como nunca antes. Qué tal si tres amigos suyos le envían a usted una carta cada uno. Piense que ocurriría si usted habre la primera carta y sólo lee las primeras cuatro líneas. Entonces toma la segunda carta y decide unicamente leer la conclusión de la misma. Al fin. habre la tercera carta y lee la porción en el medio sin considerar ni el principio ni el final. ¿Qué carta va a comprender? La respuesta debe ser obvia. ¡Ninguna de las tres! Sin embargo la mayoría de nosotros leemos la Biblia de la misma manera. Leemos unas pocos versículos por aquí y un capítulo o dos por allá. No nos debe sorprender que no entendamos las Escrituras. De la misma manera si deseamos ver alguna película cristiana o escuchar algún predicador favorito a todos nos gusta llegar al principio y escuchar o mirar sin interrupción hasta el final. Es la única manera de no perder el hilo. No hay otra opción.
Hay un sinnúmero de interpretaciones equivocadas que existen sencillamente por no tomar este paso esencial en la observación. Como ejemplo una vez escuché a un pastor predicar sobre el primer capítulo del libro del profeta Jonás en el Antiguo Testamento. Dios había ordenado a Jonás a ir a Nínive, ciudad de los asirios, enemigos de Israel reconocidos por su crueldad e idolatría. El predicador explicó que Jonás huyó a Tarsis, otro sitio al que Dios no le había enviado porque temía morir en Níneve a mano de los ninivitas feroces. Pero el pastor se equivocó. Cuando leemos el libro por completo aprendemos que Jonás no temía la muerte. Al contrario deseaba morir. No descubrimos hasta el último capítulo del libro la razón por la cual Jonás no quería ir a Nínive: él sabía que Dios en Su misericordia iba a salvar a los ninivitas. Sin embargo, Jonás quería que Dios los juzgara. Resultó estar tan molesto con las acciones misericordiosas del Señor que aun pide que Dios le quite su vida. Más bién que temer la muerte, Jonás prefería morir al ver que Dios le mostrara a los ninivitas Su misericordia. Si el pastor hubiera llegado hasta el último capítulo del libro de Jonás hubiera comprendido correctamente el primero. Nosotros podemos equivocarnos al igual que él.
Para poder cumplir con este paso debemos comenzar con un libro relativamente pequeño o uno que usted pueda completar sin interrupción. Se ha dicho que muchos libros de la Biblia caben la primera página de un diario o un períodico cualquiera. Rut, Ester, Jonás y Malaquías son libros relativamente cortos en el Antiguo Testamento y Tito, Santiago, Efesios, y Filemón del Nuevo Testamento se pueden leer facilmente. Vaya a algún sitio donde no tenga interrupciones de teléfonos o amigos que vengan a visitar. ¡Usted tal vez se maraville de las distracciones que surgen cuando tratamos de acercarnos al Señor por medio de Su Palabra! Por Fin, ore y comienze con el primer versículo del primer capítulo hasta llegar a la última línea del libro. Si usted tiene una Biblia de estudio con notas explicativas no interrumpa su lectura para leerlas. Mantenga su atención sobre el texto de la Biblia y reconozca que no todo lo que los eruditos escriben es confiable ni representa necesariamente la interpretación correcta de un pasaje. También debe llevar consigo un cuaderno para escribir observaciones que descubre o ideas que se le ocurran, pero no deje de leer. Siga adelante hasta lograr terminar el libro. Al final verá que bien se sentirá y cuanto más ha comprendido de la Biblia. Hay estudiantes de la Biblia que se leen los libros de la Biblia por completo varias veces antes de comenzar a estudiar de manera más detallada. Esto también lo recomendamos. Sin embargo lo mínimo que debe hacer es leerlo por completo una vez. Cuando haya completado este paso puede pasar al próximo paso en el proceso de la observación.
La ayuda que prestan las preguntas
Por años se ha reconocido que las preguntas representan algunos de nuestros mejores amigos en la tarea del aprendizaje. Hay ocho preguntas en particular que nos ayudan a examinar el texto bíblico que estamos estudiando y que a la vez dirigen el proceso de la observación. Por medio de dichas preguntas podemos ver detalles en el texto que de otra manera tal vez no notaríamos. Las ocho preguntas son: ¿Quién?, ¿Cómo?, ¿Qué?, ¿Cuándo?, ¿Hasta qué medida?, ¿Dónde?, ¿Por qué?, y ¿Cuánto? Después que practiquemos la interpretación de la Biblia por un tiempo estas preguntas llegarán a formar parte del proceso natural de nuestra investigación del texto bíblico. Sin embargo, al principio es buena idea tener una lista de ellas a mano a fin de que puedan guiarnos en nuestra observación de los libros que estamos estudiando. También debemos recordar que en este paso estamos tratando de examinar la Biblia sin prejuicios e ideas preconcebidas. La meta de la observación es descubrir lo que el texto dice en realidad antes de tratar de interpretarlo. Es decir nos acercamos a las Escrituras con una mente abierta y un corazón dispuesto a descubrir lo que la Biblia dice.
Para ver cómo estas preguntas nos ayudan en la interpretación miremos al siguiente texto a la luz de las mismas: Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en Aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia (Romanos 4:4–5)
¿Quién?: El texto habla de aquel que obra, de aquel que no obra sino cree, de Aquel que justifica, y del impío.
¿Cómo?: La justificación no viene por obras, sino por fe a quien cree. El salario llega no como regalo, sino como deuda al que obra. La justificación llega como regalo al pecador que cree en Aquel que justifica al impío.
¿Qué?: El texto habla de un salario, del obrar, de la justificación del impío, y de la fe.
¿Cuándo?: Cuando “el que no obra” cree, en ese momento su fe es contada por justicia. Cuando el que obra trabaja, debe recibir su salario.
¿Hasta que medida?: La justicia es perfecta ya que Dios es quien la otorga. Por lo tanto, dicha justicia que Dios da es completa. La persona que cree es justificada por completo al creer. Este punto se acerca más a la interpretación que a la observación. Sin embargo, el texto aclara que Dios otorga la justicia por medio de la fe, sin mirar las obras. Estas tienen que incluir obras hechas ya sea antes, durante, o después de la fe. Si la justicia llegará a base de obras hechas antes de creer, entonces Dios no pudiera contar la fe por justicia. Tendría que contar o las obras o una mezcla de estas con la fe a fin de poder justificar al impío. Sin embargo, el texto hace un contraste definido entre el salario merecido por obras y la gracia inmerecida sin obras. Las palabras no permiten una mezcla de fe y obras. De la misma manera, si fuera a base de obras que ocurren simultáneas con la fe, esto también niega la afirmación del versículo cuatro. Al igual, si Dios justifica al impío a base de las obras subsiguientes a la fe, tampoco pudiera Dios contar sólo la fe del impío por justicia. La justicia de nuevo estaría basada en una mezcla de fe y obras. En cualquiera de los tres casos, la fe no sería suficiente para la justificación del impío. Pero el texto dice “su fe le es contada por justicia”.
¿Dónde?: Estos versículos no responden directamente a esta pregunta. Sin embargo la implicación es que donde quiera que alguien trabaja su salario no es un regalo sino algo merecido por el cual obró. De la misma manera el texto implica que en cualquier lugar en el cual el impío cree en Aquel que lo justifica, recibirá la justicia. Sin embargo, el texto no habla de un lugar en sí. Más bién habla de verdades aplicables universalmente.
¿Por qué?: La respuesta a esta pregunta se encuentra en parte en el versículo dos del mismo capítulo donde dice: “Porque si Abrahám fue justificado por las obras, tiene de que gloriarse, pero no para con Dios” Es decir, la respuesta incluye la realidad que la justicia por fe remueve cualquier motivo para gloriarse delante de Dios. Ya que la justicia es inmerecida, no hay ocasión para la jactancia de parte de la persona justificada. Dios merece toda la gloria.
¿Cuánto?: Todo el salario del que obra se le cuenta como deuda. De la misma manera, nada de la justificación del impío llega a base de las obras. Toda su justicia es a base de la fe. (En otra porción de la epístola a los Romanos [capítulo tres] aprendemos qué Dios nos puede ofrecer la justificación gratuitamente a base de la obra sacrificial de Jesucristo en la cruz. Alguien tuvo que pagar el precio por nuestra salvación. La Biblia claramente expresa que dicho pago lo hizo Jesús una vez para siempre en el cruz del Calvario. Cualquier intención de agregarle a ese sacrificio perfecto es implicar que tenemos que suplementar Su obra con las nuestras y que lo que Jesucristo hizo no fue suficiente para salvarnos.)
Por lo tanto podemos ver cómo es que estas ocho preguntas nos ayudan a poder interpretar la Biblia. Sin embargo, estas observaciones no nos dan la interpretación completa del pasaje. Aunque ya hemos interpretado un poco, ahora comenzamos a interpretar en serio. Para realizar este paso procedemos con preguntas adicionales. Dichas preguntas no intentan descubrir lo que contiene un pasaje sino más bien determinar el significado de la información contenida allí. Por lo tanto son preguntas interpretativas que enfatizan más el por qué de la información que vemos en los textos bíblicos más que dicha información en sí. Estas preguntas surgen a medida que examinamos el texto. Por esto es bueno tener un cuaderno a mano en el cual anotamos tanto nuestras observaciones como también estas preguntas que nos ayudarán a enfocar más en la interpretación.
El papel de las preguntas interpretativas
El buen estudiante de la Biblia, al igual que el detective eficaz sabe hacer preguntas, y hace bastantes. Estas preguntas le ayudan a determinar qué recursos adicionales necesita saber o qué información adicional necesita adquirir a fin de descubrir la interpretación correcta de un pasaje. Si tomamos el mismo pasaje que examinamos anteriormente (junto con el contexto más amplio de la epístola de Pablo a los Romanos) pudieramos hacer las siguientes preguntas:
¿Quién es “Aquel que justifica al impío”?
¿Qué significa ser justificado?
¿Cómo es posible que la fe sea contada por justicia sin tener que hacer obras?
¿Qué tiene que ver este pasaje con los trabajos y los salarios?
Y así pudieramos hacer muchas preguntas. La calidad y cantidad de nuestras observaciones nos ayudarán a responder a ellas. Las respuestas a estas preguntas merecen que reflexionemos antes de contestarlas. Para poder alcanzar las respuestas debemos leer la epístola completa (preferiblemente varias veces) y usar todos los recursos posibles con la excepción de uno. En este paso del proceso no debemos utilizar comentarios acerca de la Biblia o pedirle ayuda al pastor. Recuerde que es deseable llegar al texto bíblico con la mente abierta. Si comenzamos desde el principio a buscar opiniones de otros esto arruina el proceso del estudio personal. Después de haber llegado a algunas conclusiones e interpretaciones, sí debemos consultar los comentarios bíblicos siempre tomando en cuenta que no son inerrantes en sus respuestas. Es muy posible que usted tenga una interpretación mejor que algún erudito. De cualquier modo usted ya ha trabajado con el texto biblico de manera directa, y así estará en mejor posición para evaluar lo que otros piensan. Por tanto debemos hacer la mayor cantidad de trabajo en el estudio personal y dejar los comentarios hasta los últimos pasos en la interpretación de un pasaje. Ahora, aunque los comentarios acerca de la Biblia se utilizan al final del proceso interpretativo hay otros recursos que sí debemos usar antes que nos ayudan con la observación y la interpretación.
Recursos adicionales para el estudio de la Biblia
Los recursos más sencillos en el estudio de las Sagradas Escrituras son un cuaderno, un lapiz o bolígrafo, una Biblia (preferiblemente sin notas), un corazón y una mente abiertos al Señor y Su Palabra y el tiempo necesario para estudiar. No debemos utilizar una Biblia que sea un paráfrasis (como la Biblia al día) o alguna versión popularizada (como Dios habla hoy). La razón es que estas versiones son más interpretativas que otras y nosotros queremos ejercer el privilegio y la responsabilidad de la interpretación privada de la cual se habla en el capítulo 2. Por lo tanto la versión Reina Valera 1960 o 1995, la Antigua versión, y La Biblia de las Américas representan las mejores opciones para el estudio personal de la Biblia. También se puede utilizar la Nueva versión internacional aunque esta Biblia es más interpretativa que las otras y por lo tanto es menos preferible. Ya que tengamos nuestra Biblia, nuestro cuaderno, bolígrafo o lápiz, y el corazón y la mente preparados con la oración debemos tener suficiente tiempo para estudiar y reflexionar sobre el texto bíblico. A medida que hagamos esto nos vamos a dar cuenta que hay tres recursos más que necesitamos a fin de sacar el mayor provecho de nuestros estudios: una concordancia, un atlas bíblico, y un diccionario de la Biblia.
La concordancia es una herramienta que nos ayuda a encontrar palabras o frases específicas en la Biblia. Una concordancia exhaustiva contiene todas las palabras que aparecen en dada versión de la Biblia. Es decir, una concordancia de la versión Reina Valera por ejemplo, sirve para ayudarnos con dicha traducción pero no necesariamente nos ayuda con La Biblia de las Américas ya que son diferentes. La concordancia nos ayuda a comprender cómo un autor utiliza algún vocabulario específico en la Biblia. Es importante reconocer que la misma palabra puede tener un significado diferente en diferentes libros de la Biblia. Es igual en nuestro idioma popular. Si un chileno utiliza la palabra guagua es probable que está haciendo referencia a un bebé. Sin embargo, cuando un cubano dice guagua está hablando de un autobús. Si un chileno la habla a un cubano acerca de cambiarle los pañales a una guagua deben clarificar de qué se trata la conversación. Lo mismo ocurre en la Biblia. Cómo aprendimos en el capítulo cuatro la palabra salvación no solo significa el ser rescatado del infierno sino que puede señalar el ser librado de otros peligros. Por lo tanto debemos leer un libro por completo y considerar el contexto con cuidado para determinar el significado preciso en dado contexto. La epístola de Pablo a los Filipenses usa la palabra salvación en tres sentidos diferentes. Tengamos cuidado de no equivocarnos por confundir un sentido con otro aunque sea la misma palabra.
Por otro lado a veces los traductores traducen palabras que son diferentes en los idiomas originales de las Escrituras con la misma palabra en castellano. Como ejemplo hay dos palabras griegas diferentes que se traducen con el verbo “dormir”. Sin embargo, la palabra dormir se utiliza en tres maneras diferentes en las Escrituras: hace referencia al sueño físico, a la muerte de un cristiano, y al estar “dormido” moralmente. Esto es significativo porque en 1 Tesalonicenses por ejemplo, la palabra dormir se utiliza en dos de estos sentidos. En el 4:14 Pablo dice “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él”. Aquí Pablo hace referencia a cristianos que han muerto y el contexto aclara el significado cuando dice “y los muertos en Cristo resucitarán primero” (4:16). Sin embargo, en el capítulo cinco Pablo usa una palabra diferente que también se traduce dormir. Allí Pablo escribe: “Por lo tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él” (5:6–10). Queda en claro cuando consideramos el contexto que cuando Pablo dice “no durmamos como los demás” no está diciendo “no muramos como los demás”. La advertencia tiene que ver con el lapso moral y no con la muerte física. Esto se hace aun más aparente cuando observamos que Jesús “murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él”. El contraste no es entre vivir y morir sino entre velar, es decir vivir en obediencia y dormer, estar en desobediencia. Una buena concordancia muestra cual de las palabras que se traducen dormir se ha usado en dado contexto. Para asegurar que nuestro estudio resulte bien debemos seguir los siguientes pasos: En primer lugar debemos determinar la palabra precisa que deseamos estudiar, examinarla en su contexto inmediato, y hallarla en la concordancia (asegurándonos de buscar el término que representa la palabra en su idioma original. Esto garantiza que estamos estudiando la misma palabra y no diferentes palabras que son traducidas por el mismo término en castellano. En segundo lugar buscamos la misma palabra en el mismo libro de la Biblia que estamos estudiando. Esto es necesario porque a veces una palabra tiene un sentido técnico en un libro y otro diferente en otra parte de la Biblia. También se debe hacer porque a veces la misma palabra también se utiliza en diferentes sentidos en el mismo libro. Si queremos hacer un estudio más profundo entonces averiguamos cómo el mismo autor utiliza la palabra en otros de sus libros. Por ejemplo es interesante hacer un estudio de cómo Pablo usa la palabra “ira” en sus escritos. Además, averiguamos cómo otros autores bíblicos utilizan la misma palabra en otro de sus libros. Si hacemos bien el estudio descubriremos el significado de la palabra en su contexto inmediato (el uso más determinativo), la manera en la cual el autor la utiliza en su libro, la forma en qué la usa en todos sus escritos, y la manera en la cuál difiere de cómo otros escritores bíblicos la utilizan. La concordancia nos facilita en hacer estas tareas.
Otras ayudas necesarias son el atlas, los diccionarios bíblicos y los comentarios. Los diccionarios nos ayudan con información histórica, agrícola, política y del mundo de la naturaleza. Por ejemplo, si queremos saber en qué clase de casa o habitación vivían las personas en los tiempos de Jesús un buen diccionario bíblico nos daría esa información. Si queremos averiguar para qué se utilizaba el aposento alto en un hogar también pudiéramos descubrir algo acerca de esto. Por otro lado si deseamos saber dónde queda Capernaúm y dónde está Jerusalén necesitamos tener un atlas bíblico que nos dé esta información. También necesitamos ayuda para determinar cómo cambiaron los territorios en la Tierra Santa en los tiempos de Abraham por ejemplo comparados con la época de Pablo y la iglesia primitiva. Es interesante por ejemplo buscar a Nínive en un mapa de las tierras bíblicas a fin de saber dónde pudiera haber sido que el pez echó a Jonás de nuevo a tierra. Los diccionarios y los atlases bíblicos nos dan mucha información que nos ayuda en los pasos de observación e interpretación. Pero como ya hemos mencionado, los comentarios se utilizan después de que usted haya hecho la mayor cantidad de estudio usando los recursos descritos arriba. Es bueno considerar a los comentarios como compañeros con los cuales discutimos nuestras conclusiones después de haber nosotros hecho nuestros propios estudios en un libro de la Biblia. Consultamos los comentarios para comparar nuestros descubrimientos con aquellos de otros estudiantes. En el uso de los comentarios debemos evitar tres errores. Por un lado tenemos el error de depender tanto de los comentarios que no hacemos nuestro propio estudio personal. Por otro lado está el error de pensar que ya que tenemos la Biblia y el Espíritu Santo no necesitamos ni maestros ni comentarios. Debemos reconocer que Dios ha dotado a algunos en la iglesia con dones de enseñanza. El no prestar atención a los buenos maestros es una manera de despreciar los recursos que el Espíritu Santo ha provisto para nuestra edificación. Muchos buenos maestros han escrito sus conocimientos en los comentarios y por tanto debemos usar estos recursos. El tercer error está en pensar que todo lo que está escrito en un comentario bíblico está preciso y libre de error. Dios sólo inspiró los manuscritos originales de la Biblia. Por lo tanto los comentarios no son inerrantes. Sin embargo, pueden ser de gran ayuda si los usamos sabiamente dependiendo sobre todo en el Señor.
Conclusión
Es cierto que tenemos el privilegio y la responsabilidad de la interpretación privada. Para ayudarnos a sacar el mayor provecho de este gran privilegio debemos ser intérpretes sabios. Hay sabiduría en utilizar los principios de interpretación que han sido detallados en los capítulos anteriores. Recordemos que antes de interpretar debemos observar el texto a fin de reunir la información necesaria para la interpretación. También podemos adquirir información adicional en los diccionarios y atlases bíblicos. Además hay ocho preguntas que nos ayudan en el proceso de la observación y estas nos dirigen a preguntas interpretativas acerca de la información que destapamos. Las reglas de la interpretación, la reflexión, y la oración nos ayudan en el proceso de interpretación que le sigue a la observación. Después de haber determinado una interpretación a base de nuestro propio estudio es sabio comparar nuestras conclusiones con la de maestros sabios de la Biblia. Por fin, debemos realizar la meta del estudio de la Biblia: la aplicación o la obediencia a los principios que descubrimos en la Biblia. De esta manera seremos cada vez más como nuestro Señor Jesucristo.
La cultura y la Biblia
Cuando Herman Melville escribió su novela Redburn, contó la historia de un joven que salió al mar por primera vez. Cuando salió con rumbo a Inglaterra, el padre de Redburn le dio un viejo mapa de la ciudad de Liverpool. Tras el largo viaje Redburn entró en Liverpool confiado en que el mapa de su padre le guiaría a través de la ciudad. Pero el mapa le falló. Se habían efectuado demasiados cambios desde que aquel mapa había sido hecho. Las viejas señales habían desaparecido, las calles habían cambiado de nombre y las viejas residencias ya no existían.
Algunos ven en la historia de Redburn la protesta privada de Melville en cuanto a la deficiencia de las antiguas Escrituras para guiarle a través de la vida. Aquel mismo sentido de protesta que nace de la frustración se halla en muchas personas hoy día.
El condicionamiento cultural y la Biblia
Un tema candente en el mundo cristiano se halla en relación con el sentido y grado en que la Biblia está condicionada por la cultura. ¿Fue escrita la Biblia solamente para los cristianos del primer siglo? ¿O fue escrita para gentes de toda época? Podríamos responder rápidamente en acuerdo con lo segundo, pero ¿podemos decirlo sin reserva? ¿Hay alguna parte de la Escritura que se encuentre limitada a su medio cultural y por ende limitada en su aplicación a su propio medio cultural?
A no ser que afirmemos que la Biblia cayó del cielo en un paracaídas, grabada por una pluma celestial en un lenguaje divino peculiar, singularmente adaptada como un vehículo para la revelación divina, o que la Biblia fue dictada directa e inmediatamente por Dios sin referencia a ninguna costumbre local, estilo, o perspectiva, tendremos que enfrentarnos a la zanja cultural. Es decir, la Biblia refleja la cultura de su época. Entonces la pregunta es: ¿Cómo puede tener autoridad sobre nosotros en esta época?
Una controversia eclesiástica de los años 1960 ilustra el problema de la cultura. En 1967 la Iglesia Presbiteriana Unida en los Estados Unidos adoptó una nueva confesión con la siguiente declaración con respecto a la Biblia:
Las Escrituras, dadas bajo la guía del Espíritu Santo, son no obstante palabras de hombre, condicionadas por el hombre, formas de pensamiento, y estilos literarios de los lugares y tiempos en que fueron escritas. Reflejan puntos de vista en cuanto a la vida, historia, y el cosmos que eran entonces actuales. Por tanto, la iglesia tiene la obligación de acercarles a las Escrituras con un entendimiento literario e histórico. Así como Dios ha dado su palabra en diversas situaciones culturales, la iglesia está confiada en que continuará hablando a través de las Escrituras en un mundo cambiante y en toda forma de cultura humana.
Estas palabras de la Confesión de 1967 engendraron mucho diálogo, debate, y controversia durante la década de los sesenta. El debate estaba centrado no tanto en lo que la Confesión decía como en lo que no decía. Desgraciadamente la Confesión no detallaba lo que implicaba dicha declaración. Quedó mucho campo para extraer implicaciones y deducciones. Tomando en cuenta la declaración meramente en términos de lo que las palabras dicen explícitamente, ni el ortodoxo B. B. Warfield ni el existencialista Rudolf Bultmann podrían aprobarla. La autoridad que sería vista en la Escritura dependería grandemente de cómo se entendiera la palabra condicionado en el credo. Al tiempo del debate muchos conservadores manifestaron gran aflicción al pensar que la Biblia estuviera “condicionada” en cualquier sentido por la cultura antigua. Muchos liberales argüían que la Escritura no era solamente “condicionada” por la cultura sino que estaba “sujeta” a ella.
Además de la cuestión del sentido y grado de “condicionamiento” de la cultura en la Biblia se halla la cuestión del sentido y grado por el cual las Escrituras “reflejan los puntos de vista de la vida, historia, y cosmos” de la antigüedad. ¿Significa reflejar que la Biblia enseña como ciertos puntos de vista pasados de moda e incorrectos acerca de la vida, historia, y cosmos? ¿Es esta perspectiva cultural parte de la esencia del mensaje de la Escritura? ¿O significa reflejar que podemos leer entre líneas la Escritura notando cosas tales como el lenguaje fenomenal y ver un ambiente cultural en el que se da un mensaje que trasciende las formas de cultura? La manera en que contestemos estas preguntas revela mucho en cuanto a nuestro punto de vista general de la Escritura. Insistiendo la naturaleza de la Escritura nos afecta en su interpretación. Lo principal aquí es esto: ¿Hasta qué punto se encuentra limitada su aplicabilidad y autoridad por el cambio de las estructuras y perspectivas humanas en el texto bíblico?
Como ya hemos visto, para poder producir una exégesis exacta de un texto bíblico y entender lo que fue dicho y lo que se quiso decir, un estudiante debe tratar con cuestiones de lenguaje (griego, hebreo, arameo), estilo, sintaxis, contexto histórico y geográfico, autor, destino, y género literario. Este tipo de análisis es necesario para interpretar cualquier tipo de literatura, incluso la literatura contemporánea.
En pocas palabras, cuanto mejor entienda yo la cultura palestina del primer siglo, tanto más fácil me resultará obtener un entendimiento exacto de lo que se está diciendo. Pero la Biblia fue escrita hace mucho tiempo y en un ambiente cultural bastante diferente al nuestro, y no resulta siempre fácil unir el ancho abismo del tiempo entre el siglo primero y el siglo XX.
El condicionamiento cultural y el lector
El problema se vuelve más agudo cuando me doy cuenta de que no solamente la Biblia está condicionada a su ambiente cultural sino que yo también lo estoy. Con frecuencia me resulta difícil oír y entender lo que dice la Biblia porque le añado muchas suposiciones extrabíblicas. Este probablemente sea el problema más grande de “condicionamiento cultural” al que nos enfrentamos. Ninguno de nosotros escapa totalmente a ser una criatura de nuestra era. Estoy seguro de que sostengo y enseño puntos de vista que nada tienen que ver con el pensamiento cristiano pero son intrusiones en mi mente de mi propio fondo cultural. Si yo supiera cuáles de mis ideas no armonizan con la Escritura trataría de cambiarlas. Pero el seleccionar mis propios puntos de vista no resulta siempre fácil. Todos nosotros somos susceptibles de cometer los mismos errores vez tras vez. Nuestros puntos ciegos se llaman así debido a que no estamos conscientes de ellos.
El problema con los puntos ciegos subjetivos me llegó con un incidente que tuve relacionado con un proyecto para armar un aparato estereofónico. Compré el equipo y le pedí a un amigo, experto en electrónica, que me ayudara a armarlo. A la vez que yo leía las instrucciones, él unía componentes siguiendo más de doscientos pasos. Cuando terminamos, procedimos a conectarlo y nos sentamos a disfrutar de la música. Lo que oíamos parecía de otro mundo. ¡De hecho sonaba más como música de Venus que algo terrenal! La rara discordancia de sonidos era evidencia de que habíamos cometido un error.
Cuidadosamente, volvimos sobre cada paso. Repasamos la gráfica y la lista de verificación con las instrucciones un total de ocho veces. No encontramos ningún error. Al fin, desesperados, decidimos cambiar nuestras funciones. En esta ocasión mi amigo leyó las instrucciones y yo (todo un novato) verifiqué los alambres. Aproximadamente a la altura del paso número 134 encontré el error. Un alambre había quedado soldado a la terminal equivocada. ¿Qué sucedió? Mi amigo el experto cometió un error la primera vez. Cometió el mismo error ocho veces más. Lo más probable es que su perspectiva equivocada le cegó al error una y otra vez.
Esta es la forma en que con frecuencia nos acercamos a la Escritura. Esta es una razón por la cual debemos mitigar nuestro ardor al criticar la Escritura, permitiendo que la Escritura nos critique a nosotros: necesitamos darnos cuenta de que la perspectiva que le damos a la Palabra bien podría ser una distorsión de la verdad.
Estoy convencido de que el problema de la influencia de la mentalidad secular del siglo XX es un obstáculo mucho más tremendo para la interpretación bíblica exacta que el problema del condicionamiento de la cultura antigua. Esta es una de las razones básicas por la cual los reformadores trataban de acercarse a la exégesis en términos del ideal de la tabula rasa. Se esperaba que el intérprete se esforzara lo más posible por leer objetivamente el texto a través del método gramático-histórico. A pesar de que las influencias subjetivas siempre presentan un peligro de distorsión, se esperaba que el estudiante de la Biblia utilizara toda salvaguarda posible en la búsqueda del ideal, escuchando el mensaje de la Escritura sin mezclar sus propios prejuicios.
En años recientes nuevas formas de interpretación bíblica compiten por ser reconocidas. Uno de los enfoques más significativos es el “método existencial”. El método existencial se ha separado abruptamente del método clásico por medio de una nueva hermenéutica. Bultmann, por ejemplo, no sólo afirma que el planteamiento de la tabula rasa es inalcanzable sino que insiste en que es indeseable. Debido a que la Biblia fue escrita en una era precientífica y es sustancialmente el resultado de una influencia formativa de la situación en que se encontraba la comunidad cristiana primitiva, debe ser modernizada antes de que nos afecte. Bultmann demanda un “entendimiento previo” necesario antes de llegar al texto. Si el hombre moderno espera obtener respuestas válidas a sus preguntas acerca de la Biblia, primeramente deherá venir a la Biblia con las preguntas adecuadas. Esas preguntas solamente pueden venir a través de un entendimiento filosófico adecuado de la existencia humana. Sin embargo, tal entendimiento no debe ser extraído de la Escritura, sino que debe ser formulado antes de acercarse a ella.
Aquí la mentalidad del siglo XX flagrantemente condiciona y constriñe los textos del primer siglo (Bultmann encuentra su propio entendimiento anterior, dentro del mismo sistema de filosofía existencial o fenomenológico de Martín Heidegger.) El resultado neto es un método que avanza inexorablemente hacia una Biblia subjetiva apartada de su propia historia. Aquí el mensaje del primer siglo es tragado y absorbido por la mentalidad del siglo XX.
Aunque los intérpretes de la Biblia pudiesen llegar a un método de exégesis e incluso pudiesen estar de acuerdo con la exégesis misma, aún nos quedan las preguntas en cuanto a la aplicabilidad y la obligación impuesta por el texto. Si estamos de acuerdo en que la Biblia es inspirada por Dios y no meramente el producto de autores precientíficos, aun debemos afrontar las preguntas de su aplicación. ¿Puede aplicarse a nosotros hoy lo que la Biblia le ordena a los cristianos del primer siglo? ¿En qué sentido las Escrituras hoy en día tienen autoridad sobre nuestra conciencia?
El principio y la costumbre
En muchos círculos hoy en día el tema de discusión es el principio y la costumbre. A no ser que concluyamos que toda la Escritura es princìpio y por tanto obliga a personas de cualquier edad, o que toda la Escritura es costumbre local sin más aplicación que su contexto histórico inmediato nos veremos forzados a establecer alguna categoría y guías para discernir la diferencia.
Para ilustrar el problema veamos lo que sucede cuando afirmamos que toda la Escritura es principio y nada es un mero reflejo de la costumbre local. Si este es el caso, entonces deberán llevarse a cabo algunos cambios radicales en el evangelismo si vamos a ser obedientes a la Escritura. Jesús dice: “No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino” (Lc. 10:4). Si convertimos este texto en un principio transcultural, ¡entonces es hora de que Billy Graham empiece a predicar descalzo! Obviamente, lo principal de este texto no es el establecer un requisito perenne de evangelizar con los pies desnudos.
Sin embargo, otros asuntos no son tan obvios. Por ejemplo, los cristianos siguen divididos con respecto al rito del lavamiento de los pies. ¿Es este un mandato perpetuo para la iglesia de todos los tiempos o una costumbre local que ilustra un principio de servilismo humilde? ¿Permanece el principio y se desvanece la costumbre en una cultura calzada? ¿O permanece la costumbre con el principio sin tomar en cuenta el calzado?
Para ver la complejidad del dilema, examinemos el famoso pasaje de 1 Corintios 11 en cuanto a cubrirse la cabeza. Una versión en inglés traduce que a la mujer se le exige cubrirse la cabeza con un velo cuando profetiza. Al aplicar este mandato a nuestra cultura nos enfrentamos a cuatro opciones distintas:
1. Es enteramente costumbre. Todo el pasaje refleja una costumbre cultural que no tiene aplicabilidad hoy en día. El velo es una costumbre local; la cabeza descubierta refleja un signo de prostitución. El símbolo de la mujer subordinada al hombre es una costumbre judía que está pasada de moda a la luz de la enseñanza general del Nuevo Testamento. Ya que vivimos en una cultura diferente, deja de ser necesario para la mujer el cubrirse la cabeza con un velo; ya no es necesario que la mujer se cubra la cabeza con ninguna cosa; ya no es necesario que la mujer se someta a un hombre.
2. Es totalmente principio. En este caso todo el pasaje se considera como principio culturalmente trascendente. Esto significaría en la práctica que (a) la mujer debe ser sumisa al hombre durante la oración; (b) la mujer debe demostrar siempre esa sumisión cubriéndose la cabeza; (c) la mujer debe cubrirse la cabeza con un velo como el único símbolo apropiado.
3. Es parcialmente principio / parcialmente costumbre (opción A). En este acercamiento, una parte del pasaje se considera principio y por lo tanto obliga a todas las generaciones y, otra parte es vista como costumbre que ya no obliga. El principio de la sumisión femenina es transcultural, pero los medios para expresarlo (cubriéndose la cabeza con un velo) es costumbre y puede ser cambiada.
4. Es parcialmente principio (opción B). En esta última opción el principio de la sumisión femenina y el acto simbólico de cubrirse la cabeza deben ser perpetuos. El objeto para cubrirse puede variar de una cultura a otra. El velo puede ser reemplazado por una pañoleta o sombrero.
¿Cuál de estas alternativas agradaría más a Dios? Realmente desconozco la respuesta decisiva a esta pregunta. Preguntas como esta suelen ser exageradamente complejas y no se prestan a soluciones simplistas. No obstante, una cosa está clara. Necesitamos alguna clase de guías prácticas que nos ayuden a desenredar estos problemas. Estas preguntas frecuentemente requieren algún tipo de decisión activa y no pueden dejarse a un lado esperando que las futuras generaciones las resuelvan. Las siguientes guías prácticas podrán ayudarnos.
Guías prácticas
1. Examine la Biblia misma buscando aparentes áreas de costumbre. Escudriñando cuidadosamente las Escrituras podremos ver que muestran cierta latitud de costumbre. Por ejemplo, los principios divinos de la cultura del Antiguo Testamento son expuestos en forma modificada en el Nuevo Testamento, vemos que el núcleo común del principio supera la costumbre, cultura y convenio social. Al mismo tiempo, vemos algunos principios del Antiguo Testamento (tales como las leyes dietéticas del Pentateuco) revocados en el Nuevo Testamento. Esto no significa que las leyes dietéticas del Antiguo Testamento eran meramente asuntos de costumbre judía. Pero observamos una diferencia en la situación histórico-redentora en la cual Cristo abroga la ley antigua. Lo que debemos tener cuidado en observar es que ni la idea de traspasar todos los principios del Antiguo al Nuevo Testamento ni la de no guardar ninguno de ellos pueden ser justificadas por la Biblia misma.
¿Qué tipo de costumbres son capaces de adaptación cultural? El lenguaje es un factor obvio de fluidez cultural. Las leyes del Antiguo Testamento pudieron ser traducidas del hebreo al griego. Este asunto nos da cuando menos una pista de la naturaleza variable de la comunicación. Es decir, el lenguaje es un aspecto cultural abierto al cambio; no que el contenido de la Biblia pueda ser alterado lingüísticamente, sino que el evangelio puede ser predicado tanto en español como en griego.
Segundo, vemos que las modas en el vestir en el Antiguo Testamento no quedan perpetuamente fijadas para los hijos de Dios. Los principios de la modestia prevalecen, pero los estilos locales en cuanto a la ropa pueden cambiar. El Antiguo Testamento no establece un uniforme devoto que deba ser usado por los creyentes de todas las épocas. Otras diferencias culturales normales, tales como los sistemas monetarios, están claramente abiertos al cambio. Los cristianos no están obligados a utilizar denarios en vez del dólar u otra moneda.
Estos análisis en cuanto a estilos culturales de expresión pueden ser sencillos con respecto a la moda y el dinero, pero los asuntos de instituciones culturales resultan más difíciles. Por ejemplo, la esclavitud ha sido introducida con frecuencia en las controversias modernas con respecto a la obediencia civil, así como en debates relacionados con las estructuras de autoridad marital. En el mismo contexto en que Pablo pide a las mujeres que sean sumisas a sus maridos, les pide a los esclavos que sean sumisos a sus patronos. Algunos han alegado que ya que las semillas de la abolición de la esclavitud están sembradas en el Nuevo Testamento, asimismo lo están las semillas de la abolición de la subordinación femenina. De acuerdo con esta línea de razonamiento, ambas representan estructuras institucionales que están culturalmente condicionadas.
Aquí debemos tener cuidado de distinguir entre instituciones que la Biblia meramente reconoce como existentes, tales como “las autoridades que hay” (Ro. 13:1, VRV), y aquellas que la Biblia instituye positivamente, respalda, y ordena. El principio de la sumisión a las estructuras autoritarias existentes (tales como el gobierno romano) no conllevan una implicación necesaria de que Dios apruebe esas estructuras sino que meramente hace un llamado a la humildad y a la obediencia civil. Dios, en su máxima providencia secreta, puede ordenar que haya un César Augusto sin apoyar al César como un modelo de virtud cristiana. Aun así, la institución de las estructuras y los patrones de autoridad del matrimonio se dan en el contexto de institución positiva y respaldo en ambos Testamentos. El situar las estructuras bíblicas del hogar al mismo nivel de la cuestión de la esclavitud es oscurecer las muchas diferencias que existen entre ambos. Es decir, las Escrituras proporcionan una base para el comportamiento cristiano en medio de situaciones opresivas o perversas, así como las estructuras ordenadas que reflejan los buenos designios de la creación.
2. Considere las distinciones cristianas del primer siglo. Una cosa es buscar un entendimiento más lúcido del contenido bíblico investigando la situación cultural del primer siglo; otra es interpretar el Nuevo Testamento como si se tratara meramente de un eco de la cultura del primer siglo. Hacer esto sería no dar razón del serio conflicto que experimentó la iglesia cuando se enfrentó al mundo del primer siglo. Los cristianos no fueron arrojados a los leones por su inclinación a la conformidad.
Algunas formas muy sutiles de relativizar el texto ocurren cuando leemos en él consideraciones culturales que no deberían estar allí. Por ejemplo, con respecto al asunto de cubrirse la cabeza en Corinto, numerosos comentaristas de la epístola señalan que un símbolo local de la prostituta en Corinto era el descubrirse la cabeza. Por tanto, el argumento postula la razón por la que Pablo quería que las mujeres se cubriesen la cabeza: era para evitar una apariencia escandalosa en la mujer cristiana con una semejanza externa a la de las prostitutas.
¿Qué sucede con este tipo de especulación? Aquí el problema básico es que nuestro conocimiento reconstruido en cuanto al Corinto del primer siglo nos ha llevado a suministrarle a Pablo una razón fundamental ajena a la que él da. En otras palabras, no solamente estamos poniendo palabras en la boca del apóstol sino además ignorando las palabras que estaban allí. Si Pablo simplemente les dijo a las mujeres de Corinto que se cubriesen la cabeza sin darles una razón por la que ordenaba esto, nos veríamos fuertemente inclinados a proporcionarla con nuestro conocimiento cultural. Sin embargo, en este caso Pablo proporciona un motivo, el cual se basa en una apelación a la creación, no a la costumbre de las rameras corintias. Debemos tener cuidado y no permitir que nuestro celo por el conocimiento de la cultura oscurezca lo que realmente fue dicho. El sujetar la razón declarada por Pablo bajo nuestra razón concebida especulativamente es calumniar al apóstol y convertir la exégesis en eiségesis.
3. Las ordenanzas de la creación son indicadores del principio transcultural. Si hay principios bíblicos que traspasan los límites de la costumbre local, son las apelaciones derivadas de la creación. Las apelaciones a las ordenanzas de la creación reflejan estipulaciones, un pacto que Dios hace con el hombre como hombre. Las leyes de la creación no le son dadas al hombre como hebreo o como cristiano o como corintio sino que están arraigadas en la responsabilidad humana básica hacia Dios. El relegar los principios de la creación a costumbres locales es la peor clase de relativización y deshistorización del contenido bíblico. Pero es precisamente en este punto en el que muchos eruditos han relativizado los principios de la Escritura. Aquí vemos el método existencial operando de la manera más abierta.
Para ilustrar la importancia de las ordenanzas de la creación podemos examinar el trato que Jesús le da al divorcio. Cuando los fariseos tentaron a Jesús preguntándole si el divorcio era legal bajo alguna circunstancia, Jesús respondió citando la ordenanza de la creación del matrimonio: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará …? Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mt. 19:4–6).
Si reconstruimos la situación de esta narración es fácil ver que la prueba de los fariseos era hacer que Jesús diera su opinión sobre un tema que dividía rigurosamente las escuelas rabínicas de Shammai e Hillel. En lugar de ponerse completamente de parte de uno, Jesús retrollevó el asunto a la creación para poner en perspectiva las normas del matrimonio. Es cierto que reconoció la modificación mosaica de la ley de la creación, pero rehusó debilitar más la norma cediendo a la presión del público o a las opiniones culturales de sus contemporáneos. La conclusión es que las ordenanzas de la creación son normativas a no ser que hayan sido modificadas explícitamente por revelación bíblica posterior.
4. En áreas de incertidumbre utilice el principio de la humildad. ¿Qué sucede si, tras una consideración cuidadosa de un mandato bíblico, seguimos dudando de su carácter como principio o costumbre? Si debemos decidirnos a tratarlo en una forma u otra pero no tenemos medios conclusivos para tomar la decisión, ¿qué podemos hacer? Aquí el principio bíblico de la humildad puede ser útil. El asunto es sencillo. ¿Sería mejor tratar una posible costumbre como un principio y pecar de ser excesivamente escrupulosos en nuestro propósito de obedecer a Dios? ¿O sería mejor tratar un posible principio como una costumbre y ser culpables de tener pocos escrúpulos degradando un requisito de Dios trascendente al nivel de un mero convenio humano? Espero que la respuesta sea obvia.
Si el principio de la humildad se aísla de otras guías mencionadas podría ser fácilmente interpretado como pretexto para el legalismo. No tenemos derecho a legislar las conciencias de los cristianos cuando Dios las ha dejado libres. No puede ser aplicado en forma absoluta donde la Escritura guarda silencio. El principio se aplica donde tenemos mandatos bíblicos cuya naturaleza queda incierta (como con las costumbres y los principios) cuando ya toda la ardua labor de la exégesis ha sido agotada.
Tomar un atajo en este asunto por medio de una escrupulosidad general oscurecería la diferencia entre la costumbre y el principio. Esta es una guía que se utiliza como último recurso y sería destructiva si se aplicara de entrada.
El problema del condicionamiento cultural es un problema real. Las barreras de tiempo, lugar, y lenguaje con frecuencia dificultan la comunicación. Con todo, las barreras de la cultura no son tan severas que nos conduzcan al escepticismo o la desesperanza de entender la Palabra de Dios. Es reconfortante saber que este libro realmente manifiesta una facultad peculiar para hablar a nuestras más profundas necesidades y comunicar el evangelio en forma efectiva a personas de todas las épocas, lugares, y costumbres. El obstáculo de la cultura no puede anular el poder de esta Palabra.
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Pasos a seguir en el estudio bíblico
Usualmente se reconoce que la observación, la interpretación y la aplicación representan tres pasos básicos en el estudio de la Biblia. La observación tiene que ver con notar las características de un libro de la Biblia, una sección, un párafo o un versículo. Los maestros comunmente dicen que la observación responde a la pregunta ¿Qué es lo que veo? Es decir, en este paso se esfuerza uno por examinar el texto bíblico detenida y comprensivamente a fin de reunir la información que ha de ser interpretada. De la misma manera, los que enseñan la Biblia reconocen que el próximo paso, la interpretación responde a la pregunta ¿qué significa? Para llegar a entender el sentido del texto bíblico uno hace preguntas interpretativas que ayudan a reconocer el significado de lo que hemos visto en el primer paso. Por fin cuando hemos interpretado el texto bíblico con precisión nos queda la tarea de aplicar los principios bíblicos que se hallan allí. La aplicación representa la meta del estudio de la Biblia y responde a la pregunta ¿qué debo hacer? Dios desea que hagamos lo que dice Su Palabra y no sólo que la entendamos.
Cada paso en el proceso edifica sobre el anterior. Para obedecer las Escrituras debemos comprenderlas. Y resulta imposible comprender sin primero reconocer la información que debemos entender. La buena interpretación se basa en observaciones precisas y resulta en y la aplicación edificativa de los principios bíblicos. Interesantemente estos pasos se usan en otras áreas de la vida. Por ejemplo, los doctores los utilizan cuando tratan con un paciente. ¿Qué pensaría de un médico que le recete medicinas sin primero hacerle un examen para determinar de que sufre usted? El doctor bueno primero examina cuidadosamente al paciente notando los síntomas y la condición del paciente. También hace varias pruebas. Esto corresponde al paso de observación. Después de reunir toda la información el médico la interpreta cuidadosamente hasta llegar a una conclusión. El paso de comprender lo que se ha observado representa la interpretación. Es sólo después de estos dos pasos que él entonces receta la medicina u ordena el tratamiento necesario. El comenzar con el último paso pudiera resultar en consecuencias graves. De la misma manera debemos realizar el estudio de la Biblia siguiendo los pasos en su órden debido y cuidadosamente. Así podremos facilitar la interpretación sana de las Escrituras.
La importancia de leer un libro por completo
El paso de la interpretación debe comenzar con la lectura de un libro completo de la Biblia sin interrupción. A primera vista parece ser un requisito difícil. Sin embargo es absolutamente esencial si vamos a comprender la Palabra de Dios. Además resultará ser una experiencia agradable (aunque requiere esfuerzo) ya que tal vez por primera vez usted comprenderá la Biblia como nunca antes. Qué tal si tres amigos suyos le envían a usted una carta cada uno. Piense que ocurriría si usted habre la primera carta y sólo lee las primeras cuatro líneas. Entonces toma la segunda carta y decide unicamente leer la conclusión de la misma. Al fin. habre la tercera carta y lee la porción en el medio sin considerar ni el principio ni el final. ¿Qué carta va a comprender? La respuesta debe ser obvia. ¡Ninguna de las tres! Sin embargo la mayoría de nosotros leemos la Biblia de la misma manera. Leemos unas pocos versículos por aquí y un capítulo o dos por allá. No nos debe sorprender que no entendamos las Escrituras. De la misma manera si deseamos ver alguna película cristiana o escuchar algún predicador favorito a todos nos gusta llegar al principio y escuchar o mirar sin interrupción hasta el final. Es la única manera de no perder el hilo. No hay otra opción.
Hay un sinnúmero de interpretaciones equivocadas que existen sencillamente por no tomar este paso esencial en la observación. Como ejemplo una vez escuché a un pastor predicar sobre el primer capítulo del libro del profeta Jonás en el Antiguo Testamento. Dios había ordenado a Jonás a ir a Nínive, ciudad de los asirios, enemigos de Israel reconocidos por su crueldad e idolatría. El predicador explicó que Jonás huyó a Tarsis, otro sitio al que Dios no le había enviado porque temía morir en Níneve a mano de los ninivitas feroces. Pero el pastor se equivocó. Cuando leemos el libro por completo aprendemos que Jonás no temía la muerte. Al contrario deseaba morir. No descubrimos hasta el último capítulo del libro la razón por la cual Jonás no quería ir a Nínive: él sabía que Dios en Su misericordia iba a salvar a los ninivitas. Sin embargo, Jonás quería que Dios los juzgara. Resultó estar tan molesto con las acciones misericordiosas del Señor que aun pide que Dios le quite su vida. Más bién que temer la muerte, Jonás prefería morir al ver que Dios le mostrara a los ninivitas Su misericordia. Si el pastor hubiera llegado hasta el último capítulo del libro de Jonás hubiera comprendido correctamente el primero. Nosotros podemos equivocarnos al igual que él.
Para poder cumplir con este paso debemos comenzar con un libro relativamente pequeño o uno que usted pueda completar sin interrupción. Se ha dicho que muchos libros de la Biblia caben la primera página de un diario o un períodico cualquiera. Rut, Ester, Jonás y Malaquías son libros relativamente cortos en el Antiguo Testamento y Tito, Santiago, Efesios, y Filemón del Nuevo Testamento se pueden leer facilmente. Vaya a algún sitio donde no tenga interrupciones de teléfonos o amigos que vengan a visitar. ¡Usted tal vez se maraville de las distracciones que surgen cuando tratamos de acercarnos al Señor por medio de Su Palabra! Por Fin, ore y comienze con el primer versículo del primer capítulo hasta llegar a la última línea del libro. Si usted tiene una Biblia de estudio con notas explicativas no interrumpa su lectura para leerlas. Mantenga su atención sobre el texto de la Biblia y reconozca que no todo lo que los eruditos escriben es confiable ni representa necesariamente la interpretación correcta de un pasaje. También debe llevar consigo un cuaderno para escribir observaciones que descubre o ideas que se le ocurran, pero no deje de leer. Siga adelante hasta lograr terminar el libro. Al final verá que bien se sentirá y cuanto más ha comprendido de la Biblia. Hay estudiantes de la Biblia que se leen los libros de la Biblia por completo varias veces antes de comenzar a estudiar de manera más detallada. Esto también lo recomendamos. Sin embargo lo mínimo que debe hacer es leerlo por completo una vez. Cuando haya completado este paso puede pasar al próximo paso en el proceso de la observación.
La ayuda que prestan las preguntas
Por años se ha reconocido que las preguntas representan algunos de nuestros mejores amigos en la tarea del aprendizaje. Hay ocho preguntas en particular que nos ayudan a examinar el texto bíblico que estamos estudiando y que a la vez dirigen el proceso de la observación. Por medio de dichas preguntas podemos ver detalles en el texto que de otra manera tal vez no notaríamos. Las ocho preguntas son: ¿Quién?, ¿Cómo?, ¿Qué?, ¿Cuándo?, ¿Hasta qué medida?, ¿Dónde?, ¿Por qué?, y ¿Cuánto? Después que practiquemos la interpretación de la Biblia por un tiempo estas preguntas llegarán a formar parte del proceso natural de nuestra investigación del texto bíblico. Sin embargo, al principio es buena idea tener una lista de ellas a mano a fin de que puedan guiarnos en nuestra observación de los libros que estamos estudiando. También debemos recordar que en este paso estamos tratando de examinar la Biblia sin prejuicios e ideas preconcebidas. La meta de la observación es descubrir lo que el texto dice en realidad antes de tratar de interpretarlo. Es decir nos acercamos a las Escrituras con una mente abierta y un corazón dispuesto a descubrir lo que la Biblia dice.
Para ver cómo estas preguntas nos ayudan en la interpretación miremos al siguiente texto a la luz de las mismas: Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en Aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia (Romanos 4:4–5)
¿Quién?: El texto habla de aquel que obra, de aquel que no obra sino cree, de Aquel que justifica, y del impío.
¿Cómo?: La justificación no viene por obras, sino por fe a quien cree. El salario llega no como regalo, sino como deuda al que obra. La justificación llega como regalo al pecador que cree en Aquel que justifica al impío.
¿Qué?: El texto habla de un salario, del obrar, de la justificación del impío, y de la fe.
¿Cuándo?: Cuando “el que no obra” cree, en ese momento su fe es contada por justicia. Cuando el que obra trabaja, debe recibir su salario.
¿Hasta que medida?: La justicia es perfecta ya que Dios es quien la otorga. Por lo tanto, dicha justicia que Dios da es completa. La persona que cree es justificada por completo al creer. Este punto se acerca más a la interpretación que a la observación. Sin embargo, el texto aclara que Dios otorga la justicia por medio de la fe, sin mirar las obras. Estas tienen que incluir obras hechas ya sea antes, durante, o después de la fe. Si la justicia llegará a base de obras hechas antes de creer, entonces Dios no pudiera contar la fe por justicia. Tendría que contar o las obras o una mezcla de estas con la fe a fin de poder justificar al impío. Sin embargo, el texto hace un contraste definido entre el salario merecido por obras y la gracia inmerecida sin obras. Las palabras no permiten una mezcla de fe y obras. De la misma manera, si fuera a base de obras que ocurren simultáneas con la fe, esto también niega la afirmación del versículo cuatro. Al igual, si Dios justifica al impío a base de las obras subsiguientes a la fe, tampoco pudiera Dios contar sólo la fe del impío por justicia. La justicia de nuevo estaría basada en una mezcla de fe y obras. En cualquiera de los tres casos, la fe no sería suficiente para la justificación del impío. Pero el texto dice “su fe le es contada por justicia”.
¿Dónde?: Estos versículos no responden directamente a esta pregunta. Sin embargo la implicación es que donde quiera que alguien trabaja su salario no es un regalo sino algo merecido por el cual obró. De la misma manera el texto implica que en cualquier lugar en el cual el impío cree en Aquel que lo justifica, recibirá la justicia. Sin embargo, el texto no habla de un lugar en sí. Más bién habla de verdades aplicables universalmente.
¿Por qué?: La respuesta a esta pregunta se encuentra en parte en el versículo dos del mismo capítulo donde dice: “Porque si Abrahám fue justificado por las obras, tiene de que gloriarse, pero no para con Dios” Es decir, la respuesta incluye la realidad que la justicia por fe remueve cualquier motivo para gloriarse delante de Dios. Ya que la justicia es inmerecida, no hay ocasión para la jactancia de parte de la persona justificada. Dios merece toda la gloria.
¿Cuánto?: Todo el salario del que obra se le cuenta como deuda. De la misma manera, nada de la justificación del impío llega a base de las obras. Toda su justicia es a base de la fe. (En otra porción de la epístola a los Romanos [capítulo tres] aprendemos qué Dios nos puede ofrecer la justificación gratuitamente a base de la obra sacrificial de Jesucristo en la cruz. Alguien tuvo que pagar el precio por nuestra salvación. La Biblia claramente expresa que dicho pago lo hizo Jesús una vez para siempre en el cruz del Calvario. Cualquier intención de agregarle a ese sacrificio perfecto es implicar que tenemos que suplementar Su obra con las nuestras y que lo que Jesucristo hizo no fue suficiente para salvarnos.)
Por lo tanto podemos ver cómo es que estas ocho preguntas nos ayudan a poder interpretar la Biblia. Sin embargo, estas observaciones no nos dan la interpretación completa del pasaje. Aunque ya hemos interpretado un poco, ahora comenzamos a interpretar en serio. Para realizar este paso procedemos con preguntas adicionales. Dichas preguntas no intentan descubrir lo que contiene un pasaje sino más bien determinar el significado de la información contenida allí. Por lo tanto son preguntas interpretativas que enfatizan más el por qué de la información que vemos en los textos bíblicos más que dicha información en sí. Estas preguntas surgen a medida que examinamos el texto. Por esto es bueno tener un cuaderno a mano en el cual anotamos tanto nuestras observaciones como también estas preguntas que nos ayudarán a enfocar más en la interpretación.
El papel de las preguntas interpretativas
El buen estudiante de la Biblia, al igual que el detective eficaz sabe hacer preguntas, y hace bastantes. Estas preguntas le ayudan a determinar qué recursos adicionales necesita saber o qué información adicional necesita adquirir a fin de descubrir la interpretación correcta de un pasaje. Si tomamos el mismo pasaje que examinamos anteriormente (junto con el contexto más amplio de la epístola de Pablo a los Romanos) pudieramos hacer las siguientes preguntas:
¿Quién es “Aquel que justifica al impío”?
¿Qué significa ser justificado?
¿Cómo es posible que la fe sea contada por justicia sin tener que hacer obras?
¿Qué tiene que ver este pasaje con los trabajos y los salarios?
Y así pudieramos hacer muchas preguntas. La calidad y cantidad de nuestras observaciones nos ayudarán a responder a ellas. Las respuestas a estas preguntas merecen que reflexionemos antes de contestarlas. Para poder alcanzar las respuestas debemos leer la epístola completa (preferiblemente varias veces) y usar todos los recursos posibles con la excepción de uno. En este paso del proceso no debemos utilizar comentarios acerca de la Biblia o pedirle ayuda al pastor. Recuerde que es deseable llegar al texto bíblico con la mente abierta. Si comenzamos desde el principio a buscar opiniones de otros esto arruina el proceso del estudio personal. Después de haber llegado a algunas conclusiones e interpretaciones, sí debemos consultar los comentarios bíblicos siempre tomando en cuenta que no son inerrantes en sus respuestas. Es muy posible que usted tenga una interpretación mejor que algún erudito. De cualquier modo usted ya ha trabajado con el texto biblico de manera directa, y así estará en mejor posición para evaluar lo que otros piensan. Por tanto debemos hacer la mayor cantidad de trabajo en el estudio personal y dejar los comentarios hasta los últimos pasos en la interpretación de un pasaje. Ahora, aunque los comentarios acerca de la Biblia se utilizan al final del proceso interpretativo hay otros recursos que sí debemos usar antes que nos ayudan con la observación y la interpretación.
Recursos adicionales para el estudio de la Biblia
Los recursos más sencillos en el estudio de las Sagradas Escrituras son un cuaderno, un lapiz o bolígrafo, una Biblia (preferiblemente sin notas), un corazón y una mente abiertos al Señor y Su Palabra y el tiempo necesario para estudiar. No debemos utilizar una Biblia que sea un paráfrasis (como la Biblia al día) o alguna versión popularizada (como Dios habla hoy). La razón es que estas versiones son más interpretativas que otras y nosotros queremos ejercer el privilegio y la responsabilidad de la interpretación privada de la cual se habla en el capítulo 2. Por lo tanto la versión Reina Valera 1960 o 1995, la Antigua versión, y La Biblia de las Américas representan las mejores opciones para el estudio personal de la Biblia. También se puede utilizar la Nueva versión internacional aunque esta Biblia es más interpretativa que las otras y por lo tanto es menos preferible. Ya que tengamos nuestra Biblia, nuestro cuaderno, bolígrafo o lápiz, y el corazón y la mente preparados con la oración debemos tener suficiente tiempo para estudiar y reflexionar sobre el texto bíblico. A medida que hagamos esto nos vamos a dar cuenta que hay tres recursos más que necesitamos a fin de sacar el mayor provecho de nuestros estudios: una concordancia, un atlas bíblico, y un diccionario de la Biblia.
La concordancia es una herramienta que nos ayuda a encontrar palabras o frases específicas en la Biblia. Una concordancia exhaustiva contiene todas las palabras que aparecen en dada versión de la Biblia. Es decir, una concordancia de la versión Reina Valera por ejemplo, sirve para ayudarnos con dicha traducción pero no necesariamente nos ayuda con La Biblia de las Américas ya que son diferentes. La concordancia nos ayuda a comprender cómo un autor utiliza algún vocabulario específico en la Biblia. Es importante reconocer que la misma palabra puede tener un significado diferente en diferentes libros de la Biblia. Es igual en nuestro idioma popular. Si un chileno utiliza la palabra guagua es probable que está haciendo referencia a un bebé. Sin embargo, cuando un cubano dice guagua está hablando de un autobús. Si un chileno la habla a un cubano acerca de cambiarle los pañales a una guagua deben clarificar de qué se trata la conversación. Lo mismo ocurre en la Biblia. Cómo aprendimos en el capítulo cuatro la palabra salvación no solo significa el ser rescatado del infierno sino que puede señalar el ser librado de otros peligros. Por lo tanto debemos leer un libro por completo y considerar el contexto con cuidado para determinar el significado preciso en dado contexto. La epístola de Pablo a los Filipenses usa la palabra salvación en tres sentidos diferentes. Tengamos cuidado de no equivocarnos por confundir un sentido con otro aunque sea la misma palabra.
Por otro lado a veces los traductores traducen palabras que son diferentes en los idiomas originales de las Escrituras con la misma palabra en castellano. Como ejemplo hay dos palabras griegas diferentes que se traducen con el verbo “dormir”. Sin embargo, la palabra dormir se utiliza en tres maneras diferentes en las Escrituras: hace referencia al sueño físico, a la muerte de un cristiano, y al estar “dormido” moralmente. Esto es significativo porque en 1 Tesalonicenses por ejemplo, la palabra dormir se utiliza en dos de estos sentidos. En el 4:14 Pablo dice “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él”. Aquí Pablo hace referencia a cristianos que han muerto y el contexto aclara el significado cuando dice “y los muertos en Cristo resucitarán primero” (4:16). Sin embargo, en el capítulo cinco Pablo usa una palabra diferente que también se traduce dormir. Allí Pablo escribe: “Por lo tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él” (5:6–10). Queda en claro cuando consideramos el contexto que cuando Pablo dice “no durmamos como los demás” no está diciendo “no muramos como los demás”. La advertencia tiene que ver con el lapso moral y no con la muerte física. Esto se hace aun más aparente cuando observamos que Jesús “murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él”. El contraste no es entre vivir y morir sino entre velar, es decir vivir en obediencia y dormer, estar en desobediencia. Una buena concordancia muestra cual de las palabras que se traducen dormir se ha usado en dado contexto. Para asegurar que nuestro estudio resulte bien debemos seguir los siguientes pasos: En primer lugar debemos determinar la palabra precisa que deseamos estudiar, examinarla en su contexto inmediato, y hallarla en la concordancia (asegurándonos de buscar el término que representa la palabra en su idioma original. Esto garantiza que estamos estudiando la misma palabra y no diferentes palabras que son traducidas por el mismo término en castellano. En segundo lugar buscamos la misma palabra en el mismo libro de la Biblia que estamos estudiando. Esto es necesario porque a veces una palabra tiene un sentido técnico en un libro y otro diferente en otra parte de la Biblia. También se debe hacer porque a veces la misma palabra también se utiliza en diferentes sentidos en el mismo libro. Si queremos hacer un estudio más profundo entonces averiguamos cómo el mismo autor utiliza la palabra en otros de sus libros. Por ejemplo es interesante hacer un estudio de cómo Pablo usa la palabra “ira” en sus escritos. Además, averiguamos cómo otros autores bíblicos utilizan la misma palabra en otro de sus libros. Si hacemos bien el estudio descubriremos el significado de la palabra en su contexto inmediato (el uso más determinativo), la manera en la cual el autor la utiliza en su libro, la forma en qué la usa en todos sus escritos, y la manera en la cuál difiere de cómo otros escritores bíblicos la utilizan. La concordancia nos facilita en hacer estas tareas.
Otras ayudas necesarias son el atlas, los diccionarios bíblicos y los comentarios. Los diccionarios nos ayudan con información histórica, agrícola, política y del mundo de la naturaleza. Por ejemplo, si queremos saber en qué clase de casa o habitación vivían las personas en los tiempos de Jesús un buen diccionario bíblico nos daría esa información. Si queremos averiguar para qué se utilizaba el aposento alto en un hogar también pudiéramos descubrir algo acerca de esto. Por otro lado si deseamos saber dónde queda Capernaúm y dónde está Jerusalén necesitamos tener un atlas bíblico que nos dé esta información. También necesitamos ayuda para determinar cómo cambiaron los territorios en la Tierra Santa en los tiempos de Abraham por ejemplo comparados con la época de Pablo y la iglesia primitiva. Es interesante por ejemplo buscar a Nínive en un mapa de las tierras bíblicas a fin de saber dónde pudiera haber sido que el pez echó a Jonás de nuevo a tierra. Los diccionarios y los atlases bíblicos nos dan mucha información que nos ayuda en los pasos de observación e interpretación. Pero como ya hemos mencionado, los comentarios se utilizan después de que usted haya hecho la mayor cantidad de estudio usando los recursos descritos arriba. Es bueno considerar a los comentarios como compañeros con los cuales discutimos nuestras conclusiones después de haber nosotros hecho nuestros propios estudios en un libro de la Biblia. Consultamos los comentarios para comparar nuestros descubrimientos con aquellos de otros estudiantes. En el uso de los comentarios debemos evitar tres errores. Por un lado tenemos el error de depender tanto de los comentarios que no hacemos nuestro propio estudio personal. Por otro lado está el error de pensar que ya que tenemos la Biblia y el Espíritu Santo no necesitamos ni maestros ni comentarios. Debemos reconocer que Dios ha dotado a algunos en la iglesia con dones de enseñanza. El no prestar atención a los buenos maestros es una manera de despreciar los recursos que el Espíritu Santo ha provisto para nuestra edificación. Muchos buenos maestros han escrito sus conocimientos en los comentarios y por tanto debemos usar estos recursos. El tercer error está en pensar que todo lo que está escrito en un comentario bíblico está preciso y libre de error. Dios sólo inspiró los manuscritos originales de la Biblia. Por lo tanto los comentarios no son inerrantes. Sin embargo, pueden ser de gran ayuda si los usamos sabiamente dependiendo sobre todo en el Señor.
Conclusión
Es cierto que tenemos el privilegio y la responsabilidad de la interpretación privada. Para ayudarnos a sacar el mayor provecho de este gran privilegio debemos ser intérpretes sabios. Hay sabiduría en utilizar los principios de interpretación que han sido detallados en los capítulos anteriores. Recordemos que antes de interpretar debemos observar el texto a fin de reunir la información necesaria para la interpretación. También podemos adquirir información adicional en los diccionarios y atlases bíblicos. Además hay ocho preguntas que nos ayudan en el proceso de la observación y estas nos dirigen a preguntas interpretativas acerca de la información que destapamos. Las reglas de la interpretación, la reflexión, y la oración nos ayudan en el proceso de interpretación que le sigue a la observación. Después de haber determinado una interpretación a base de nuestro propio estudio es sabio comparar nuestras conclusiones con la de maestros sabios de la Biblia. Por fin, debemos realizar la meta del estudio de la Biblia: la aplicación o la obediencia a los principios que descubrimos en la Biblia. De esta manera seremos cada vez más como nuestro Señor Jesucristo.