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Tipo de Archivo: PDF | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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Las epístolas pastorales
I. ¿Por qué debiéramos estudiarlas?
Es necesario estudiar acabadamente las Epístolas Pastorales por las siguientes razones:
(1) Porque arrojan mucha luz sobre el importante problema de la administración eclesiástica. ¿Contienen estas cartas algunas instrucciones acerca del culto público que nosotros haríamos bien en tener en cuenta? ¿Qué cualidades debe poseer un hombre con el fin de ser un buen pastor? ¿Un anciano digno? ¿Un diácono concienzudo? ¿Hasta qué punto debieran participar las mujeres en la obra de la iglesia? ¿Sobre quién descansa la responsabilidad primaria de proveer para los necesitados? ¿Cómo debe tratar el ministro a los varones de edad avanzada que necesitan consejo pastoral? ¿a las ancianas? ¿a los jóvenes? ¿a las jóvenes?
(2) Porque ponen énfasis en la sana doctrina. ¿Es cierto que no importa lo que una persona crea mientras sea sincera en lo que cree? ¿Es la Biblia “la Palabra de Dios” tal como está presentada, o simplemente se convierte en Palabra de Dios cuando te “toca”? ¿Cómo debe uno enfrentarse con los herejes? ¿Es posible prestar demasiada atención a sus errores?
(3) Porque exigen una vida consagrada. ¿Es posible que una persona sea “doctrinalmente sana” pero “corrompida en práctica”? ¿Deben ser disciplinados los hombres malos? ¿Con cuánta prontitud? ¿Con qué propósito en mente?
(4) Porque responden a la pregunta: “¿Tienen valor los credos?” ¿Creyó la iglesia, en el período de transición, en la formulación de credos, en las declaraciones concisas y en otros medios de transmitir la verdad del evangelio a los interesados y a la juventud? ¿Existían himnos? ¿Está en armonía con la enseñanza de las Pastorales el slogan, “Credos no, Cristo sí”?
(5) Porque nos cuentan acerca de las actividades finales en la vida del gran apóstol Pablo. ¿Da el libro de Hechos un relato completo de todos sus viajes? ¿Hubo realmente dos encarcelamientos en Roma?
(6) Porque son una valiosa fuente para la comprensión de la historia de la iglesia en el tercer cuarto del primer siglo d. C. (Véase M. C. Tenney, Nuestro Nuevo Testamento, p. 383ss).
(7) Porque en estas epístolas, tanto como en las demás, Dios nos habla.
II. ¿Quién escribió las Pastorales?
La expresión “epístolas pastorales”, como un título común para I Timoteo, 2 Timoteo y Tito, data de la primera parte del siglo dieciocho1. Ahora bien, estas cartas ciertamente dan importantes instrucciones a pastores. Sin embargo, el título no es exacto. Timoteo y Tito no eran “pastores” en el sentido general y actual de la palabra. No eran ministros de una congregación local, sino más bien, vicarios apostólicos, enviados especiales o comisionados del apóstol Pablo, enviados por él a cumplir misiones específicas. Se les encomendó tareas concretas según la necesidad del momento. La tarea de ellos era cumplir su ministerio espiritual aquí o allá, llevando a cabo la obra que se había iniciado, para luego informar al apóstol sus actuaciones y logros.
Marción, a mediados del segundo siglo, rechazó estas tres cartas. Tertuliano afirma: “Sin embargo, estoy sorprendido que mientras él (Marción) aceptó esta carta (Filemón) que fuera dirigida a un solo hombre, haya rechazado las dos epístolas a Timoteo y la dirigida a Tito, las cuales tratan de disciplina eclesiástica” (Contra Marción V. xxi). Ahora bien, era natural que un hombre como Marción, que predicaba el ascetismo más estricto, negaba la legalidad del matrimonio y estableció rígidas reglas para el ayuno, rechazara las Epístolas Pastorales en que se condena el ascetismo (1 Ti. 4:3, 4; Tit. 1:14, 15). A un hereje no le gusta un escrito en que directa o indirectamente se condena su herejía o alguna que sea similar.
En el siglo diecinueve (1807 para ser más preciso) F. Schleirmacher negó que Pablo fuese el autor de 1 Timoteo. F. C. Baur en su obra sobre las Epístolas Pastorales (Stuttgart y Tübingen, 1835) defendió la posición de que no es congruente aceptar 2 Timoteo y Tito y rechazar 1 Timoteo. Las tres debían ser consideradas como literatura pseudoepigráfica. Muchos discípulos entusiastas—la Escuela de Tübingen—acogieron este punto de vista. Actualmente esta posición es aceptada por muchos, aunque algunos han adoptado puntos de vista algo más conservadores (véase p. 24).
¿Se puede sostener en forma cierta que en esta actitud negativa los críticos son tan objectivos como pretenden serlo? ¿Es posible que la forma en que estas tres pequeñas joyas tratan “algunos de los más queridos lemas de la mente moderna”2 tenga algo que ver con la forma decidida en que niegan que Pablo sea el autor? Las Epístolas Pastorales ponen un énfasis especial en asuntos tales como la realidad e importancia de los oficios eclesiásticos (1 Ti. 3; Tit. 1), la inspiración de la palabra escrita (2 Ti. 3:16), la necesidad de mantener la pureza doctrinal (1 Ti. 4:1–6; 2 Ti. 3:14; 4:3; Tit. 2:1), la realidad de la resurrección (2 Ti. 2:18), y la exigencia divina de que la fe se haga manifiestamente militante (2 Ti. 4:2, 7, 8).
Ahora bien, sea que se haya manifestado en ello un prejuicio subjetivo o no, al examinar los hechos, una conclusión se hace ineludiblemente clara: los críticos no han podido probar su tesis que afirma que Pablo no pudo haber escrito las Pastorales.
(1) En cuanto a vocabulario, las tres epístolas son muy similares entre sí, pero son enteramente diferentes de las otras diez epístolas tradicionalmente atribuidas a Pablo, a saber, Romanos, 1 Corintios, 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 Tesalonicenses, 2 Tesalonicenses y Filemón4.
Bajo este encabezamiento general se enfatizan los siguientes puntos, algunos por ciertos críticos y otros por otro:
a. La gran similitud en el vocabulario de las tres pastorales.
b. Contraste entre el vocabulario de las Pastorales y el de las otras diez epístolas.
A veces casi parecería que una simple mirada a los famosos diagramas de Harrison (en su libro The Problem of the Pastoral Epistles, Oxford, 1921) sería suficiente para convencer a algunos que Pablo no podría haber escrito 1 Timoteo, 2 Timoteo y Tito. El número de palabras nuevas por página (!) de texto griego que el autor introduce en estas tres cartas, ¿no está totalmente fuera de proporción en relación con la cantidad mucho menos de palabras nuevas por página usadas por Pablo en las otras diez epístolas? Si el apóstol escribió las diez, ¿es posible que haya escrito las Pastorales?
Además, ¿no señalan hacia un autor distinto de Pablo expresiones como las siguientas: “guarda lo que se te ha encomendado” τὴν παραθήκην φύλαξον (1 Ti. 6:20; 2 Ti. 1:12, 14); “seguir doctrina” (una forma de παρακολουθέω, con τῇ διδασκαλίᾳ, 1 Ti. 4:6; 2 Ti. 3:10); “profanas platicas” (βέβηλοι κενοφωνίας 1 Ti. 6:20; 2 Ti. 2:16); “hombre de Dios” (ἄνθρωπος θεοῦ, 1 Ti. 6:11; 2 Ti. 3:17)?
Y, por otra parte, ¿no es verdad que muchas palabras que se usan repetidas veces en las diez no aparecen en las tres: “hacer injusticia” (ἀδικέω, que en Reina Valera además se traduce “pecar”, “agraviar”, “hacer mal”), “sangre” (αἷμα), “incircuncisión (ἀκροβυστία), “obras de la ley” (ἔργα νόμου), etc.? Burton Scott Easton señala que el verdadero Pablo usa la palabra “Espíritu” unas 80 veces; el autor de las Pastorales, sólo 3 veces.
c. La presencia en las Pastorales de familias de palabras enteramente nuevas o grandemente expandidas.
¿No es verdad que las Pastorales presentan por primera vez o con ramificaciones sin paralelos, no solamente muchas palabras particulares, sino familias completas de palabras? Para dar solamente un ejemplo: la familia de compuestos que se centra en torno a la idea común de la enseñanza o la didáctica:
Las siguientes no aparecen en las diez:
διδακτικός
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apto para enseñar, 1 Ti. 3:2, 2 Ti. 2:24
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νομοδιδάσκαλος
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doctor de la ley, 1 Ti. 1:7
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καλοδιδάσκαλος
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maestro del bien, Tit. 2:3
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ἑτεροδιδασκαλεῖν
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enseñar otra cosa, enseñar diferente doctrina, 1 Ti. 1:3; 6:3
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Aparecen también en dos o tres de las diez:
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διδάσκαλος
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maestro, 1 Ti. 2:7; 2 Ti. 1:11; 4:3
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διδασκαλία
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enseñanza, que aparece con gran frecuencia en las Pastorales en sentido activo y pasivo (doctrina)
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διδαχή
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doctrina, 2 Ti. 4:2; enseñanza, Tit. 1:9
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Aparece también en seis de las diez:
διδάσκω
enseñar, 1 Ti. 2:12; 4:11; 6:2; 2 Ti. 2:2; Tit. 1:11.
d. La ausencia de familias de palabras paulinas.
Es lo inverso a lo anterior.
e. El hecho de que varias palabras que se encuentran en 1 Timoteo, 2 Timoteo y Tito, pero no en las diez, aparecen en el vocabulario de los Padres Apostólicos, y el hecho complementario de que un alto porcentaje de palabras genuinamente paulinas no aparecen en las tres, tampoco aparece en el vocabulario de los Padres Apostólicos. Se alega que esto indica que las Pastorales corresponden a principios del segundo siglo.
En conexión con esto generalmente se señala que durante el segundo siglo hubo un renacimiento de la dicción clásica. Se sostiene que esto explica la presencia de un número considerable de palabras clásicas en estas cartas.
f. El uso frecuente de palabras y expresiones latinas. Se dice que esto indica que el autor de las Pastorales no pudo haber sido Pablo, sino que debió de ser alguien que vivía en Roma o cerca de Roma. O, si esta conclusión no se expresa con tantas palabras, el argumento de los latinismos que ocurren en las Pastorales al menos se encuentra en la lista de las causas del escepticismo al respecto.
g. El sentido completamente diferente que se da en las Pastorales a las palabras que son comunes a ellas y a las diez.
Ejemplos: fe, se usa objetivamente en las Pastorales = lo que se cree, la verdadera religión; pero Pablo la usa en el sentido de confianza subjetiva.
tomar, usada en 1 Ti. 3:16 para la ascensión de Cristo, pero en Ef. 6:13, 16 para “tomar” las armas espirituales.
letra, usado en sentido desfavorable por Pablo, pero letras (escrituras, RV60) en sentido favorable en 2 Ti. 3:15 = las sagradas escrituras.
h. Finalmente, el hecho de que no solamente las “piedras” difieren de las usadas por Pablo, sino también “la mezcla y la arena” (partículas de transición e inferencia, que abundan en las diez, pero son escasas en las Pastorales).
No es difícil demostrar que el valor de este argumento y de sus ramificaciones ha sido excesivamente sobreestimado.
En lo que respecta a “a.”, hasta cierto punto la verdad es exactamente lo contrario. De las palabras nuevas (nuevas en el sentido que no aparecen en las diez) muy pocas se encuentran en las tres en conjunto; ¡solamente nueve de un total de 306! De aquí que, si la falta de similitud en vocabulario es prueba de que el autor es otro, habría que concluir de que hay un autor diferente para cada epístola pastoral. 1 Timoteo tiene 127 palabras nuevas; 2 Timoteo otras 81, y Tito otras 45. En conjunto, 1 Timoteo y 2 Timoteo tienen solamente 17; 1 Timoteo y Tito solamente 20; 2 Timoteo y Tito solamente 7; las tres en conjunto, solamente 9. (Sin embargo, tanto el vocabulario como el estilo, tomados en conjunto, indican más bien hacia un solo autor.)
Con respecto a “b.”, el hecho es que poco más de un cuarto del vocabulario total de la Epístola de Pablo a los Romanos es “nuevo” en el sentido que no se usa en las otras nueve epístolas. El porcentaje de palabras nuevas, en proporción al total del vocabulario empleado en 2 Timoteo (palabras que no aparecen en las diez), es apenas superior al de Romanos. Lo mismo vale para Tito. En 1 Timoteo alrededor de un tercio de las palabras son nuevas. Ciertamente, sobre la base de estos hechos, la tesis de los críticos, a saber, que Pablo no pudo haber escrito las Pastorales, se hace insostenible5.
En cada epístola Pablo usa las palabras (inspiradas por el Espíritu) que necesita a fin de expresar sus pensamientos (inspirados por el Espíritu) acerca del tema específico que está considerando. Por esta razón no es sorprendente que ciertas palabras, encontradas en las diez, falten en las tres. Por ejemplo, tomemos las primeras tres palabras mencionadas por Harrison en su lista de la p. 31, tomándolas en el orden que aparecen. La primera es ἀδικέω: hacer mal, hacer injusticia. La segunda es αἷμα: sangre. La tercera es ἀκποβυστία: incircuncisión. Ahora bien, todo el tema de la justicia, obtenida por el pecador por la sangre de Cristo y no por ritos tales como la circuncisión, corresponde a epístolas tales como Romanos, Gálatas y en alguna medida a 1 Corintios. Por esto, es en estas epístolas que nosotros debemos buscar estas palabras y otras similares. Pero, desde luego, ¡Pablo no necesitaba exponer en detalle a Timoteo y Tito, sus amigos íntimos y colaboradores en la obra, la doctrina de la justificación por la fe! De aquí que sea completamente natural que estas tres palabras no aparezcan aquí, aunque la doctrina misma no está completamente ausente; véase Tito 3:5–7. Lo mismo vale para las demás palabras dadas por Harrison en las pp. 31 y 32 de su libro. La ausencia de ninguna de ellas es extraña en las Pastorales, aunque se ve más claramente por qué no debe hallarse en un caso que en otros. Aun más, si debemos negar que Pablo sea el autor de las Pastorales debido a que la palabra “Espíritu” aparece solamente tres veces, ¿no deberíamos también rechazar la paternidad literaria paulina de Colosenses, 2 Tesalonicenses y Filemón?
En cuanto a “c.” y “d.”, es un cuchillo de dos filos, porque uno también podría decir que la presencia misma de familias enteras de palabras aquí en las Pastorales como en las diez, indica hacia un mismo autor. Se puede explicar fácilmente que la palabra básica en torno a la cual se ha desarrollado la familia de palabras no sea la misma en las diferentes epístolas: en las cartas a Timoteo y Tito, que tenían necesidad específica de buen consejo con respecto a su tarea específica de impartir instrucción, de ningún modo sorprende que la familia de palabras se desarrolle en torno a la idea de enseñanza.
Además, se puede demostrar que si la presencia o la ausencia de ciertas palabras y familias de palabras es decisiva en la determinación del autor, no sería fácil para los críticos defender la posición de que Pablo es autor de las diez, porque en la lista que Harrison da, de 41 palabras que aparecen en cinco epístolas paulinas pero no en las Pastorales (op. cit. P. 31), solamente una palabra de las primeras 22 aparece en 2 Tesalonicenses. Desde luego, ¡algunos estarían bien dispuestos de deshacerse de 2 Tesalonicenses también!
En cuanto a “e.”, nuestro conocimiento del verdadero vocabulario que se usaba durante la segunda mitad del primer siglo d. C., en comparación con el de la primera mitad del segundo siglo d. C., es demasiado escaso como para que sirva como criterio fidedigno. ¿Con cuánta frecuencia ha ocurrido que palabras consideradas de tiempo posterior de pronto aparecen en escritos recién descubiertos y que son de una fecha mucho anterior? La idea de que el uso de palabras “clásicas” es indicio de un autor del segundo siglo d. C. es dar por concedido lo que se tiene que probar. ¿Por qué debe parecer irrazonable suponer que Pablo mismo haya escrito las Pastorales, y que haya obtenido su conocimiento de vocabulario “clásico” de su propia lectura y de haberlo oído? ¿No había sido estudiante en su juventud? ¿No contemplaba el currículo de Gamaliel nada en cuanto a literatura antigua y contemporánea? ¿No es cierto que el Pablo que hemos aprendido a conocer a través de las diez epístolas debe de haber tenido un conocimiento extenso (directo o indirecto) de autores griegos, de modo que podía citar a Menandro (1 Co. 15:33) y Arato (Hch. 17:28)? ¿Es absurdo considerar la posibilidad de que durante su largo primer encarcelamiento (y según algunos, quizás durante su segundo encarcelamiento, cf. 2 Ti. 4:13) el apóstol haya añadido a su conocimiento haciendo incursiones de vez en cuando en la literatura extracanónica? De todos modos, sabemos que algunas palabras que no se usan en otros lugares del Nuevo Testamento pero que son usadas por el autor de las Pastorales y por escritores del segundo siglo d. C. fueron también usadas por contemporáneos de los apóstoles. ¿Quién se atreverá a sostener que muchas otras palabras podrían no haber sido de uso común en fecha tan antigua como el primer siglo d. C. o aún antes6?
La similitud de vocabulario que se nota al comparar las Pastorales con los escritos cristianos del segundo siglo d. C. no significa necesariamente que quienquiera que haya escrito 1 Timoteo, 2 Timoteo y Tito haya florecido en los días de los padres apostólicos y de los apologistas. También podría significar que los autores cristianos del siglo segundo habían leído, estudiado y, en cierta medida, copiado y parafraseado a Pablo.
En cuanto a “f.”, el uso frecuente de palabras y expresiones derivadas del latín, es un argumento que pende de un hilo muy débil. Los críticos pueden señalar solamente dos palabras latinas y no más, en las tres pastorales, a saber:
μεμβράνα (latín membrana), pergamino, 2 Ti. 4:13; φελόνης latín paenula), en el mismo pasaje, y que ha sido interpretada como capote (RV60), cubierta para libros, maletín. Pero también aparecen palabras latinas en las epístolas que aun los críticos atribuyen a Pablo: θριαμβεύω, llevar en triunfo (cf. latín triumphus), 2 Co. 2:14; Col. 2:15; μάκελλον, carnicería (latín macellum), 1 Co. 10:25; y πραιτώριον, guardia pretoriana (latín praetorium), Fil. 1:13. Además, en su Evangelio y Hechos, Lucas, que había sido compañero de Pablo y que según 2 Ti. 4:11 estaba nuevamente con él durante el segundo encarcelamiento del apóstol, usa casi la mitad de un total de alrededor de 30 palabras latinas que se usan en el Nuevo Testamento. Si el compañero frecuente de Pablo puede usar palabras latinas, ¿por qué no puede Pablo hacer lo mismo?
Es cierto que también se oyen ecos del latín en expresiones como las siguientes:
δεσπότης
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(dominus), 1 Ti. 6:1, 2; 2 Ti. 2:21; Tit. 2:9, amo, señor
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δίλογος
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(bilinguis en uno de sus significados), 1 Ti. 3:8, doblez
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ἑδραίωμα
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(firmamentum), 1 Ti. 3:15, baluarte, apoyo, fundamento
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εὑσέβεια
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(pietas), 1 Ti. 2:2; 4:7, 8, piedad, reverencia, devoción, vida pía, religión
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ματαιολογία
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(vaniloquium), 1 Ti. 1:6, vana palabrería
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οἱ ἡμέτεροι
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(nostri). Tit. 3:14, los nuestros, nuestra gente
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πρόσκλισις
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(inclinatio), 1 Ti. 5:21, inclinación, parcialidad
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πρόκριμα
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(praeiudicium), 1 Ti. 5:21, prejuicio
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σεμνότης
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(gravitas), 1 Ti. 2:2; 3:4; Tit. 2:7, honestidad, seriedad, dignidad, respetabilidad, gravedad
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χάριν ἔχειν
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(gratiam habere), 1 Ti. 1:12, dar gracias
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Pero, en conexión con esto, obsérvese lo siguiente:
1. También se encuentran en otros escritos del Nuevo Testamento7 palabras y frases que hacen recordar expresiones paralelas en latín.
2. Ya durante el primer siglo d. C. el griego y el latín habían alcanzado una posición de intercambio y de traducción de uno al otro idioma.
3. Lo que pudiera parecer una expresión copiada, bien podría ser solamente el resultado de un desarrollo paralelo de cognados.
Además, aun cuando se reconociera una considerable medida de influencia del latín sobre el griego de las Pastorales, ¿probaría esto de algún modo que Pablo no pudo haberlas escrito? ¿No es enteramente natural que el hombre que había llegado a la metrópoli del mundo, donde muy recientemente había pasado no menos de dos años, un hombre, además, que era altamente susceptible a las influencias del medio ambiente y que estaba deseoso de hacerse todo a todos los hombres, empezara a hacer un uso más completo de la dicción “romana” y de su fraseología que lo que hasta entonces lo había hecho? En este punto el argumento de los críticos parece derrumbarse completamente.
Con respecto a “g.”, estas ilustraciones se desvanecen prontamente al examinarse con más detención. Así, se alega que Pablo usa la palabra fe en sentido subjetivo (confianza en Dios y en sus promesas), pero que el autor de las Pastorales la usa en el sentido objetivo (credo, cuerpo de doctrina). Pero, para comenzar por las Pastorales, la expresión “la fe y el amor que es en Cristo Jesús” (1 Ti. 1:14) indica el ejercicio de estas virtudes. “Permanecer en fe, amor y santificación” (véase 1 Ti. 2:15) también ilustra el uso subjetivo. Y cuando el autor enseña que uno recibe la “salvación por la fe que es en Cristo Jesús”, todos inmediatamente entienden que está hablando de la actitud de confianza en el Redentor y del ejercicio de ella (por lo tanto, nuevamente en sentido subjetivo). Véase también 1 Ti. 3:13; 6:11, 12 y 2 Ti. 1:13; 3:10; 4:7. Y en cuanto a las diez epístolas, el autor de ellas no siempre usa la palabra en sentido subjetivo. Así, en Gá. 1:23 habla de “predicar la fe”. En Gá. 6:10 usa la expresión “los de la familia de la fe”. En Fil. 1:27: “combatiendo unánimes por la fe del evangelio”, tenemos otro excelente ejemplo de uso objetivo. Además, no es del todo sorprendente que en las Pastorales, Pablo, siendo un hombre que está a punto de partir de esta vida, esté preocupado de la preservación de “la verdad”, y, consecuentemente, emplee frecuentemente la palabra “fe” en este sentido objetivo (1 Ti. 1:19; 3:9; 4:1; 5:8; 6:10; 2 Ti. 3:8; Tit. 1:13).
Respecto de los demás ejemplos que se supone demuestran que cuando el autor de las tres usa una palabra paulina lo hace con un sentido completamente distinto, demostrando así que el apóstol no pudo haber escrito las tres, no es del todo claro por qué un autor no podría usar el mismo verbo griego en el sentido de “tomar” las armas espirituales y en el de “recibido arriba” al referirse a Jesús y su ascensión. En forma similar, el hecho de que la expresión “la letra”, en singular, sea usada en un sentido, pero la palabra “letras”, (escrituras), plural, en sentido diferente, no es extraño. Muchos idiomas contienen expresiones de este carácter: por ejemplo, es muy necesario tomar aire puro (en singular), pero no es aconsejable “darse aires” (plural). Y, ¿no es verdad que en las epístolas que aun los críticos atribuyen a Pablo, las palabras “carne” y “ley” se usan en más de un sentido, así como el autor del cuarto evangelio usa la palabra “mundo” en varios sentidos?
Finalmente, en cuanto a “h.”, en los discursos expositivos o argumentativos—piénsense especialmente en Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas—podemos esperar naturalmente un uso mucho más extenso de partículas de transición e inferencia que en un manual de advertencias e instrucciones para “pastores”. En ésta buscamos y encontramos el modo imperativo.
En resumen, estamos ante Pablo, “ya anciano” (denominación que se da ya en Flm. 9), escribiendo una carta. ¿Usa un hombre de edad avanzada el mismo vocabulario de un joven? A pesar de las vigorosas negaciones, ¿no es posible que la edad y la experiencia de estar en prisión, sea reciente en el pasado o en el momento mismo de escribir, tenga algo que ver con el vocabulario, con la gramática, o con ambos?
El autor de las Pastorales está escribiendo a colaboradores muy íntimos, comisionados por él mismo. Hoy en día, cuando el ministro de una congregación grande da consejo a su ayudante, con quien tiene un trato amistoso, ¿emplea el estilo oratorio del púlpito que usa los domingos?
Al escribirles a sus ayudantes, el autor les aconseja sobre la forma de organizar la iglesia, qué clase de ancianos se deben designar, qué se debe hacer con los herejes, etc. Temas de esta naturaleza, ¿requieren el vocabulario que uno usaría al exponer ante la congregación la doctrina de la “justificación por fe” (Romanos) o de “la unidad de todos los creyentes en Cristo” (Efesios)? N. J. D. White, op. cit., pp. 63, 65, 66, da razón de algunas palabras nuevas que aparecen en las Pastorales demostrando que su presencia es completamente natural en cartas que condenan las herejías. Esas expresiones las pone bajo el encabezamiento “Fraseología polémica referente a enseñanzas falsas”. Un ejemplo es “pláticas profanas”.
En conclusión, nos gustaría preguntar a los críticos: Al comienzo de su carrera como escritor, ¿se le entregó al apóstol una lista de palabras con la exigencia de que, no importa cuáles fuesen las circunstancias suyas o de sus lectores, y sin importar el propósito de la epístola o del tema que fuese a escribir, usara invariablemente esas palabras, y solamente esas, y además, distribuirlas en igual proporción en todas sus cartas, como los lunares en un traje o vestido de lunares? En volumen real, físico, la herencia literaria que Pablo nos ha legado no es en modo alguno imponente: solamente 138 páginas pequeñas en el texto griego de N. N. (para las diez epístolas). ¿Tenemos derecho a suponer que lo que está escrito en estas 138 páginas (reducidas a 63 páginas en castellano en RV60) contiene todo el vocabulario y la sintaxis de Pablo, de modo que cualquier desviación (en palabras o gramática) que uno encuentra en las Pastorales demuestra que éstas deben ser atribuidas a otro autor? ¿Tiene alguien el derecho de aplicar a los escritos de Pablo un criterio que, aplicado a Milton, Shelley y Carlyle, los despojaría de gran parte de su obra?
El argumento basado en el vocabulario y la gramática no conduce a ninguna parte. Aun el más celoso defensor de la autenticidad de las Pastorales reconocerá con prontitud que hay una notable diferencia en vocabulario, cuando se comparan las tres con las diez, así como hay una variación considerable cuando cada una de las tres se compara con una o con las otras dos. Es enteramente posible que las explicaciones que se han dado—tales como, la edad de Pablo y su encarcelamiento (pasado o presente), el carácter de los lectores, los temas abarcados, el propósito—no sean razón suficiente para estas diferencias. También pueden haber afectado otros factores, por ejemplo, el rápido avance y desarrollo de la iglesia como una nueva entidad, creciente, cambiante y vigorosa, y la necesidad de crear una nueva fraseología. Expresiones tales como “guardar el depósito”, “seguir la doctrina” y “hombre de Dios” son consideradas como pertenecientes a esta categoría por White. Podemos suponer que aquí Pablo está usando fraseología que oye alrededor de él. Además se ha sugerido que en cierta medida el “secretario” o los “secretarios” pudieron haber influido en el producto final. Al respecto, véase nota 193 al final del capítulo 2 de Tito.
Sin embargo, cabe señalar esto: la obligación de la prueba queda enteramente sobre los críticos negativos. No es el creyente conservador el que pretende que el vocabulario y la gramática demuestran que Pablo fue el autor, sino que son los críticos quienes proclaman en voz alta que el vocabulario y la gramática indican que Pablo no pudo haber sido el autor. Los críticos literarios de los primeros siglos, que estaban bien conscientes de las peculiaridades gramaticales y del estilo, y por lo tanto pudieron poner en duda que Pablo fuera el autor de Hebreos, jamás tuvieron dificultades con las Pastorales. El crítico moderno ha fracasado completamente en su intento de demostrar siquiera que una sola palabra del total del vocabulario de las Pastorales no haya sido escrita por Pablo. He tratado esto en detalle en conexión con el vocabulario del segundo capítulo de Tito. Véase nota 193.
(2) El estilo de las Pastorales delata su falso origen.
Al hablar de estilo, algunos usan la palabra en un sentido que se aproxima a “vocabulario”, “dicción”. Esto ya se ha discutido. Sin embargo, otros le dan una connotación más amplia y bajo este encabezamiento discuten lo que el autor de las Pastorales dice y en especial cómo lo dice, el carácter general de sus pensamientos y particularmente el modo en el cual los expresa. Aquí tomaremos la palabra en este sentido más amplio.
En un asunto están de acuerdo los críticos, a saber, en la afirmación que el estilo de las Pastorales indica en dirección opuesta a Pablo. Pero en cuanto se plantea la pregunta. “¿por qué?”, las respuestas se dividen y se hacen contradictorias, algunos afirmando que el estilo mismo es del todo no paulino: otros, que en tantos puntos les hace recordar a Pablo, que tiene que haber habido un falsificador, un imitador consciente. Debió de tener una copia de las epístolas genuinas de Pablo ante sí. De estas copió una y otra frase, actuando como si fuese Pablo.
De esta confusión en el campo de los críticos hay solamente una forma segura de retirarse airoso, esto es, con un examen imparcial de los hechos mismos. Estos indican a Pablo como autor. Obsérvense los siguientes:
En estas breves cartas encontramos la misma clase de persona que se revela en las diez. Lo que aquí se refleja es el carácter de Pablo, al igual que, por ejemplo, en 1 Tesalonicenses y 2 Tesalonicenses. Véase C.N.T. sobre 1 y 2 Tesalonicenses, p. 22. El autor de las Pastorales está profundamente interesado en las personas a las cuales se dirige, esto es, en Timoteo y Tito, demostrando un cálido afecto por ellos (1 Ti. 1:2; 5:23; 6:11, 12; 2 Ti. 1:2, 5, 6, 7; 2:1, 2, 15, 16; 4:1, 2, 15; Tit. 1:4). Los hace partícipes de sus experiencias y le gusta elogiar cualquier cosa buena que ve en ellos (1 Ti. 1:8; 3:10–15; 4:5–8; Tit. 1:4). Atribuye a la gracia de Dios cualquier bien que haya en sí o en las personas a quienes se dirige (1 Ti. 1:12–17; 4:14; 2 Ti. 1:6, 7, 13, 14; 2:1). Muestra un tacto maravilloso en sus consejos (1 Ti. 1:18; 4:6, 11–16; 5:1; 6:11–16; 2 Ti. 1:2–7; Tit. 1:4; 2:7). Trata una por una las materias de especial preocupación para Timoteo y Tito (evidentes a todo aquel que lea estas tres breves cartas de comienzo a fin). Está ansioso de verlos (2 Ti. 1:4; 4:9, 11; Tit. 3:12).
Además, es aficionado a la figura llamada litote, esto es, afirmación de algo negando lo opuesto. Puede ser considerada una especie de proposición en que se dice menos que lo que realmente hay. Así, en vez de decir que está orgulloso de predicar a Cristo, declara que “no se avergüenza” de aquel en quien ha creído (2 Ti. 1:12; cf. 1:8, 16). En forma similar declara que la Palabra de Dios “no está presa” (2 Ti. 2:9) y que Dios es Aquel que “no miente” (Tit. 1:2). Esto recuerda poderosamente a Pablo, el hombre que declaró ser ciudadano de “una ciudad no insignificante” (Hch. 21:39); que “no fue rebelde” a la visión celestial (Hch. 26:19); que “no se avergüenza del evangelio” (Ro. 1:16); que su visita a los tesalonicenses “no resultó vana” (1 Ts. 2:1); que su exhortación “no procedió de error” (1 Ts. 2:3); que “no quiere que los lectores estén ignorantes” (1 Ts. 4:13); y les dice: “no os canséis de hacer el bien” (2 Ts. 3:13).
Le gustan las enumeraciones. Así, agrupa las virtudes o vicios, haciendo listas de ellos en forma de serie (1 Ti. 3:1–12; 6:4, 5; 2 Ti. 3:2–5; 3:10–11; Tit. 3:3). Esto es exactamente lo que Pablo hace en las demás epístolas (véase Ro. 1:29–32; 2 Co. 12:20; Gá. 5:19–23).
No es renuente a introducir aquí o allá un “juego de palabras”. Así amonesta al rico a poner su esperanza en el que da ricamente (“en abundancia”, RV60, 1 Ti. 6:17). Pone en contraste a los “amadores de los deleites” con los “amadores de Dios” (2 Ti. 3:4). Nos informa que uno de los propósitos de las escrituras inspiradas es que “el hombre de Dios sea perfecto, perfectamente preparado (o completo, completamente equipado) para toda buena obra” (2 Ti. 3:17, pasaje en que RV60, al traducir pierde el juego intencionado de palabras). Amonesta a Timoteo que al predicar la Palabra “inste a tiempo y fuera de tiempo”.
Aquí uno nuevamente piensa inevitablemente en Pablo y su afición al mismo estilo característico. Es Pablo quien, conocedor del hecho de que el nombre judío (cf. Judá) significa “que El (Dios) sea alabado”, escribe, “sino que es judío … la alabanza del cual no viene de los hombres sino de Dios” (Ro. 2:29). También es Pablo que se vale del hecho de que el nombre de un esclavo fugitivo sea Onésimo, que significa útil, provechoso, beneficioso: “Te ruego por mi hijo Onésimo … el cual en otro tiempo te fue inútil (no provechoso), pero ahora a ti y a mí nos es útil (provechoso)”.
Además, a Pablo le gustan los “compuestos breves” (E. K. Simpson). Con frecuencia escoge palabras que están compuestas por varias palabras (a veces una o más preposiciones con un verbo). Así, él es quien dice que el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad. Ahora bien, esta palabra ayudar originalmente significa él toma (λαμβάνεται, junto con (σύν) una persona, ya sea en frente de esa persona o tomando su lugar, de modo que lleva la carga en vez (ἀντί) de esa persona. El verbo completo es συναντιλαμβάνεται8.
Aquí también las Pastorales se parecen a las diez, con compuestos tales como καταστρηνιάσωσιν (impulsadas por sus deseos, 1 Ti. 5:11), διαπαρατριβαί (altercados mutuos o fricciones incesantes, 1 Ti. 6:5), εὑμετάδοτοι (dispuesto a compartir con otros, generoso, 1 Ti. 6:18), θεόπνευστος (inspirado por Dios, 2 Ti. 3:16), y αὑτοκατάκριτος (condenado por su propio juicio, Tit. 3:11).
Es bien conocido el amor de Pablo por las frases en aposición—véase por ejemplo, Ro. 12:1 “que os presentéis en sacrificio vivo … (que es) vuestro culto racional”—y puede ser ilustrado por varios pasajes de las diez epístolas. Casos similares de aposición ocurren a través de las Pastorales. Véase, por ejemplo, 1 Ti. 1:17; 3:15, 16; 4:10, 14; 6:14, 15; 2 Ti. 1:2; 2:1; Tit. 1:1, 10; 2:14.
El repentino brote de doxologías, rasgo encontrado al estudiar las diez (véase Ro. 9:5; 11:36; 16:27; Ef. 1:3ss; 3:20), aparece una vez más en las Pastorales (1 Ti. 1:17; 6:15, 16; 2 Ti. 4:18; y cf. otros casos de estilo elevado—“casi doxologías”—en 1 Ti. 3:16; Tit. 2:13, 14).
La expresión de su indignidad personal (Ef. 3:8; 1 Co. 15:9) recurre en 1 Ti. 1:13; la fraseología “si no … ¿cómo …?” (1 Co. 14:6, 7, 9) se encuentra también en 1 Ti. 3:5; además, ¿quién sino el Pablo que conocemos de las diez epístolas podría haber escrito esa línea intensamente personal y exuberante: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”, etc. (2 Ti. 4:7, 8)?
Una mirada a las frases de las Pastorales que Harrison subrayó (para indicar que también se encuentran en las diez) añade a la acumulación de evidencia en favor de Pablo como autor, aunque no era la intención de Harrison apoyar esa conclusión.
El argumento según el cual Pablo no pudo haber escrito las Pastorales porque el estilo de ciertos pasajes en las diez no es característico de 1 Timoteo, 2 Timoteo, y Tito prueba demasiado o no prueba nada. ¿Existe algún escritor de nota que siempre, bajo todas las circunstancias, en todas las épocas de su vida, y sin importar a quiénes escribe o sobre qué tema escribe, emplee el mismo estilo sin variación?
Desde luego, reconocemos que hay un notable contraste entre las oraciones de estructura larga y complicada de pasajes como Ef. 1:3–14; Fil. 2:5–8, por una parte, y las muchas amonestaciones breves y llenas de contenido de las Pastorales, por la otra. Pero, ¿es justa esta comparación? Las oraciones largas no están completamente ausentes de las Pastorales (véase 1 Ti. 1:5–7; 1:8–11; 1:18–20; 2:5–7; etc.). Las declaraciones breves abundan en las diez.
Tampoco es justo comparar el tono exuberante de ciertos párrafos en las diez con el modo de expresión más calmado y prosaico que caracteriza gran parte del material de las Pastorales. Uno no debiera comparar 1 Ti. 2:8–15 con el vigoroso clímax de Romanos 8, sino con un pasaje más o menos similar: 1 Co. 11:1–16. Tampoco debiera uno poner Tit. 3:9–14 al lado de 1 Co. 13, sino junto a 1 Ts. 5:12–22 para comparación. ¡Si las variaciones en el estilo demuestran la mano de otro autor, el autor de 1 Co. 13 no puede haber escrito la epístola a Filemón, y el autor de Romanos 8 no podría haber escrito siquiera Romanos 13!
Además, ¿no es enteramente natural que el hombre que estaba bien entrado en años al escribir las Pastorales, ahora, cuando la carrera toca a su fin, emplee un estilo más reservado? ¿Nos sorprende que con frecuencia en las pastorales notemos que ese rudo fervor y fogoso vigor de los primeros años haya desaparecido?
Cuando se comparan las Pastorales con aquellas secciones de las diez que forman la base de una comparación legítima, se hace evidente—como se ha señalado por numerosos ejemplos—que su estilo es característicamente paulino. En realidad, tan señaladamente paulino es el estilo de estas tres breves cartas, que varios críticos están dispuestos a hacer una concesión. Conceden que en uno y otro lugar se encuentra material genuinamente paulino; por ejemplo, las notas personales que se encuentran en 2 Ti. 4:6–22. En ese párrafo se le pide a Timoteo que venga antes del invierno y traiga el “capote” del prisionero y los libros, especialmente los pergaminos. Demas es representado como un renegado, Lucas como leal. Hay un breve boceto de su “primera defensa”. Se dan saludos personales a varios individuos. Un pasaje algo similar es Tit. 3:12.
Ahora bien, aunque algunos críticos (especialmente algunos de los primeros) han sido tan osados como para considerar que esas notas personales son obra de un astuto falsificador (que trató de dar color y verosimilitud a su hábil producto literario, y que inventó situaciones irreales—pero de apariencia real—con el fin de lograr su objetivo, mientras que al mismo tiempo mostraba un profundo respeto por la verdad), esta solución no ha encontrado una aceptación general.
Es objetable desde muchos ángulos. Es difícilmente probable que un falsificador usara tantos nombres personales. Además, se habría visto apremiado en hacer que sus notas de toque personal tuviesen un aspecto tan real y vívido. Seguramente no habría hablado en un tono tan desfavorable de Demas (2 Ti. 4:10), que en ninguna otra parte es descrito por Pablo como un desertor, un hombre que se había enamorado del mundo (compárese con Col. 4:14; Flm. 24).
Pero, ¿es mejor la alternativa propuesta por otros críticos negativos? Esa alternativa convierte al autor de las Pastorales en un armador de rompecabezas que tomó ciertos pasajes genuinamente paulinos, los acomodó en su propia composición, y de ese modo creó la impresión de que Pablo era el autor de todo.
Pero esta teoría no explica cómo es que los pasos del material genuino al falsificado se hace en forma tan fluida. Como se ha hecho notar, ¡uno podría esperar que se notaran las costuras! Además, ¿no es extraño que de la correspondencia original entre el gran apóstol y sus asociados hayan quedado solamente unas pocas notas personales genuinas? En resumen, la teoría es vulnerable desde diversos aspectos, y actualmente la rechazan muchos de los mismos críticos negativos. Albert Schweitzer, que como era de esperar niega que Pablo sea autor de las Pastorales, señala que los repetidos intentos de descubrir en ellas “las cortas notas escritas por Pablo” son “vanos”9.
Ahora bien, la verdadera alternativa a la teoría de “las tijeras y el pegamento” o del “rompecabezas” de los críticos, no es negar completamente que Pablo fuera autor, sino, en conformidad con los datos presentados, la aceptación de Pablo como el autor de todo el contenido. El argumento del estilo, cuando se tienen en cuenta todos los hechos, señala solamente un sentido, a saber, que Pablo es el autor de las Pastorales.
(3) La teología no es la de Pablo. La cruz ya no ocupa el centro. Hay un énfasis indebido en las buenas obras.
Causa asombro que todavía se use este argumento. Cualquier lector de la Biblia RVR que estudie cuidadosamente las Pastorales de principio a fin y que esté familiarizado con la doctrina de Pablo como se presenta en las otras diez epístolas, puede responder fácilmente a los críticos en este punto.
Desde luego, es cierto que en las Pastorales no hay una exposición detallada de la doctrina de la salvación por la fe en Cristo, sin las obras de la ley. Sin embargo, esa doctrina se declara en forma inequívoca en más de un pasaje, y se da por sentado en el todo.
La verdad es que la doctrina que se enseña en las Pastorales y que se presupone es claramente la misma que se ha sustentado en las diez:
Los redimidos han sido escogidos desde la eternidad. Se les llama escogidos (2 Ti. 2:10; cf. Ef. 1:4; 1 Ts. 1:4).
La salvación de ellos se debe a la gracia de Dios en Cristo, y no a las obras humanas (1 Ti. 1:14; 2 Ti. 1:9; Tit. 3:5; cf. Gá 2:16; Ro. 3:21–24).
Cristo es Dios (Tit. 2:13; cf. Ro. 9:5; Fil. 2:6; Col. 2:9).
El es mediador entre Dios y el hombre, siendo el mismo Señor Jesucristo un hombre (1 Ti. 2:5; cf. Ro. 9:5; 1 Co. 8:4, 6).
Su propósito al venir al mundo y asumir la humanidad fue salvar pecadores, de los cuales Pablo se considera el primero (1 Ti. 1:15; cf. 2 Co. 8:9; 1 Co. 15:9; Ef. 3:8).
Los hombres son salvos por fe en este Mediador divino y humano, Jesucristo (2 Ti. 1:12; cf. Ro. 1:17; Ef. 2:8).
Esta fe implica la unión mística con Cristo: morir con él, vivir con él; sufrir con él; reinar con él (2 Ti. 2:11, 12; cf. Ro. 6:8; 8:17).
Las buenas obras son necesarias (1 Ti. 2:10; 6:11, 18; 2 Ti. 2:22; 3:17), y deben considerarse como fruto de la gracia de Dios (por lo tanto, fruto de la fe) que obra en el creyente (Tit. 2:11–14; 3:4–8; cf. Gá. 5:22–24; Ef. 2:10).
La gloria de Dios es el propósito principal del hombre (1 Ti. 6:16; 2 Ti. 4:18; cf. Ro. 11:36; 16:27).
En todo esto, ¿dónde está el contraste en doctrina, contraste supuestamente tan marcado y definido que el autor de las diez no podría haber sido autor de las tres? Cuando en la literatura, aun en la reciente, todavía se defiende una posición tan completamente insostenible y no se proporciona evidencia de ningún tipo, uno se siente llevado a preguntar, “¿es la alta crítica verdaderamente científica?”
Dios, en su providencia, en forma muy apropiada ha velado para que en las tres epístolas finales de Pablo se enfatice el fruto (buenas obras) de la fe, puesto que en las cartas precedentes se había presentado la naturaleza de la fe y la necesidad de ella en contraste con las obras de la ley. Primero es el árbol; luego viene el fruto.
(4) Las Pastorales atacan el gnosticismo del segundo siglo, especialmente el marcionismo. Ahora bien, Marción fue expulsado de la iglesia de Roma el año 144 d. C. Por lo tanto, las Pastorales deben de haber sido escritas alrededor de esa fecha, esto es, no antes del segundo cuarto del siglo segundo. Esto demuestra que Pablo no puede haber sido su autor.
A fin de dar apoyo al punto de vista de que quienquiera que haya escrito las Pastorales aquí está combatiendo el punto de vista de los gnósticos del segundo siglo, generalmente se hace énfasis en los siguientes puntos:
(a) Las “genealogías” (1 Ti. 1:4; Tit. 3:9) son los “eones”, que emanan del seno de Dios, de los gnósticos del segundo siglo.
(b) Las “fábulas” (Tit. 1:14) o “mitos” representan especulaciones gnósticas del segundo siglo.
(c) Las prácticas ascéticas contra las que el autor hace una advertencia al condenar los puntos de vista de quienes prohíben el matrimonio e imponen la abstinencia de alimentos (1 Ti. 4:3) señalan a Marción que practicó el más estricto de los ascetismos, rebelándose contra el matrimonio, la carne y el vino.
(d) La negación de la resurrección corporal (2 Ti. 2:18) era una característica del dualismo gnóstico del segundo siglo.
(e) Las afirmaciones que toda la Escritura es inspirada y útil (2 Ti. 3:16), y que hay un solo Dios (1 Ti. 2:5) no pueden dejar de recordar a Marción, que rechazaba todos los libros del Antiguo Testamento y establecía una aguda antítesis entre el Jehová puramente justo del Antiguo Testamento y el Dios de gracia del Nuevo Testamento (e. d., de la edición mutilada del N. T. hecha por Marción).
(f) La aparición “del título mismo del libro de Marción” (Antítesis= “argumentos”, RV60) en 1 Ti. 6:20, confirma el argumento. Ciertamente quien menciona el titulo de la obra de un autor que floreció en el segundo siglo no puede haber sido Pablo que murió en el primer siglo.
En verdad, es muy extraño que algunos todavía estén repitiendo este argumento de seis puntos que tan a menudo ha sido refutado, ya sea como un todo o en parte, como si tuvieran por lo menos un considerable elemento de valor. La respuesta es clara y sencilla:
Con respecto a (a): Las “genealogías”, a la luz de todo el contexto, son claramento judías en carácter. A uno se le vienen de inmediato las que se encuentran en el libro de Génesis (cf. también Crónicas). En el Libro de Jubileos abundan las especulaciones que adornan nombres e historias del Antiguo Testamento. Los judíos eran maestros consumados en el arte de la eisegesis (introducir los pensamientos y sentimientos del lector en el pasaje; opuesto a exégesis: extraer el sentido que el autor le dio). Ahora bien, Marción mismo no discute los eones. Uno no debe confundir su enseñanza con la de Valentino. Pero en ningún lugar de la literatura gnóstica se usa la palabra “genealogía” como sinónimo de eón.
Con respecto a (b): Las “fábulas” o “mitos” definitivamente son llamadas judaicos (Tit. 1:14). Por tanto, sencillamente no es justo igualarlas con las extravagancias del gnosticismo del siglo segundo.
Con respecto a (c): Los críticos parecen olvidar que el apóstol Pablo advirtió contra tendencias ascéticas similares en Col. 2:16–23. Entonces, ¿debemos concluir que Colosenses también pertenece al segundo siglo?
Además, podríamos conceder gustosamente que 1 Ti. 4:3 advierte contra el gnosticismo ascético, tal como el de Marción. Pero eso no prueba que el autor era contemporáneo de Marción. Aquí no hay nada que esté contra el hecho de que un autor del primer siglo, a saber, Pablo, pudo, bajo la dirección del Espíritu, predecir el desarrollo de un error en el segundo siglo que, en forma incipiente, ya existía en su propio tiempo.
Con respecto a (d): La negación de la resurrección del cuerpo “es tan vieja como las colinas”. Se manifestó en formas diferentes. A veces se rechazó franca y directamente la idea de la resurrección del cuerpo. En otras ocasiones el rechazo era por implicación, como en nuestro tiempo: se asignaba un sentido espiritual a la palabra resurrección. Por ejemplo, esto lo hacían los herejes descritos en 2 Ti. 2:18. En todo caso, en vista del extenso argumento de Pablo en 1 Co. 15 contra los que decían: “No hay resurrección de los muertos”, es evidente que la afirmación: “la resurrección ya se efectuó” (2 Ti. 2:18) no prueba lo que los críticos están tratando de probar. No prueba que Pablo no escribió las Pastorales.
Con respecto a (e): Los pasajes a que se hace referencia debieran leerse a la luz de sus propios contextos específicos. Entonces queda claro que cuando el autor está hablando de un Dios, no está contrastando un Dios del Nuevo Testamento con un “demiurgo” del Antiguo Testamento. Tampoco está poniendo el Antiguo Testamento en una relación antitética con el Nuevo cuando usa la expresión “toda la Escritura”. Está contrastando el uso incorrecto con el uso correcto de las Escrituras. Si se hace uso correcto de las Escrituras de modo que uno permanezca en su clara enseñanza, la conclusión ineludible será que “toda la Escritura es inspirada por Dios y útil”.
Finalmente, con respecto a (f): Si tiene algún valor, equivaldría al siguiente silogismo:
Premisa mayor: El autor de las Pastorales hace uso de la palabra “antítesis”.
Premisa menor: Marción, hereje del siglo segundo, también hace uso de la palabra “antítesis”, en el título de un libro que él escribió.
Conclusión: Por lo tanto, el autor de las Pastorales debió de conocer el libro de Marción.
En forma similar uno podría decir:
Premisa mayor: El autor del libro de Génesis escribe sobre el Paraíso, el río, el árbol de la vida, la serpiente.
Premisa menor: El apóstol Juan, autor de fines del siglo primero d. C., emplea las mismas palabras en su libro de Apocalipsis.
Conclusión: Por lo tanto, el autor del libro de Génesis debe de haber leído Apocalipsis.
Ahora, quienquiera que lea 1 Ti. 6:20 con la mente libre de prejuicios y a la luz de toda la epístola, fácilmente llegará a la conclusión de que al hablar de “antítesis”, lo que el autor está pensando no es en el contraste que Marción hacía entre el cristianismo y el judaísmo, sino en las opiniones conflictivas de quienes especulaban con las genealogías judías. Por cierto, se trata de una pura coincidencia verbal entre una palabra usada por un autor y un título usado por otro, y no se puede emplear como argumento convincente para determinar el autor.
Además de lo dicho en respuesta al argumento de los críticos, nótese lo siguiente:
Cada vez más, se reconoce en la actualidad que el gnosticismo no surgió repentinamente en el segundo siglo sino que tuvo su origen mucho antes en la historia. Además, no es un sistema orgánicamente unificado sino un sincretismo o acreción, a la cual contribuyeron no solamente la filosofía platónica, sino también el misticismo oriental, el judaísmo cabalístico y el cristianismo. Por lo tanto, aunque es cierto que la herejía condenada por las Pastorales tenía ciertos rasgos en común con el gnosticismo del segundo siglo, esto de ningún modo las identifica como una sola.
El error contra el cual advierten las Pastorales es presente (1 Ti. 1:3–7, 19; 4:7; 6:4, 5, 9, 10, 17; 2 Ti. 2:16–18; Tit. 1:10–16; 3:9) y al mismo tiempo futuro (1 Ti. 4:1–3; 2 Ti. 3:1–9)—tomados en conjunto abarcan toda la nueva dispensación hasta la venida de Cristo—; es al mismo tiempo principalmente doctrinal (1 Ti. 4) y principalmente moral (2 Ti. 3); se produce dentro y fuera de las puertas.
Sin embargo, un hecho es muy evidente, a saber, que en lo principal el error que aquí se condena tiene que ver con la ley del Antiguo Testamento y su interpretación (véase 1 Ti. 1:7; cf. 6:4, 5; 2 Ti. 4:4; Tit. 1:14; 3:9). En ello está el énfasis. Y fue exactamente esta ley con la que nada tuvo que ver el gnosticismo del segundo siglo. Por lo tanto, nada hay aquí que lo impulse a uno a buscar un autor del segundo siglo. Por el contrario, todo señala hacia el primer siglo y al tiempo y la época de Pablo.
Por las razones señaladas, no es sorprendente que aun entre críticos los autores más cuidadosos ya no mencionen “el argumento basado en la herejía que aquí se condena”. Parece que les gustaría olvidar que se usó en forma seria para negar que Pablo es el autor de las Pastorales.
(5) Las Pastorales revelan un marcado progreso en la organizacion eclesiástica, mucho más que en el tiempo de Pablo. En su tiempo todavía no existía un ministerio oficial. Por otra parte, en el tiempo en que se escribieron las Pastorales había una organización más bien compleja, con personal asalariado cuyos requisitos se habían reglamentado.
Un crítico lo denomina “el principal argumento” que demuestra que Pablo no pudo haber escrito las Pastorales. Algunos tratan de “reforzarlo” afirmando que el inicio de la organización piramidal es evidente por el hecho de que las Pastorales reconocen solamente un “obispo” (1 Ti. 3:1, 2; Tit. 1:7), y hablan de varios “presbíteros” o “ancianos” (Tit. 1:5) que evidentemente estaban sirviendo bajo su dirección.
Sin embargo, otros críticos evitan escrupulosamente la referencia a este argumento en cualquiera de sus formas. Aparentemente también en este caso quisieran olvidar que alguien lo elaboró. Y, por cierto, entre los muchos argumentos pobres que se han presentado en defensa de la teoría de que Pablo no pudo haber escrito las Pastorales, este es uno de los peores. Los hechos son los siguientes:
(a) Toda la concepción de que el oficio eclesiástico (comisión divina que implicaba autoridad sobre vida y doctrina) fue surgiendo con el paso del tiempo es errónea. Es simplemente incorrecto decir que al principio sólo había liderazgo espontáneo basado solamente en los dones espirituales, y que en un tiempo posterior esto dio paso a los oficios electivos. Véase C.N.T. sobre el Evangelio de Juan, vol. II, pp. 461, 462. Desde luego, es cierto que los oficios extraordinarios fueron gradualmente dando paso a los ordinarios. Las Pastorales son los últimos escritos de Pablo. Por lo tanto, no es sorprendente que el oficio “ordinario” de “sobreveedor” (obispo) o “anciano” aquí se haga prominente.
(b) La noción de que en el tiempo de Pablo no había aún un ministerio oficial está en conflicto con los hechos mencionados en las Escrituras. Jerusalén tenía sus diáconos (hombres que “servían las mesas”) mucho antes que Pablo emprendiera sus viajes misioneros (Hch. 6:1–6). Desde sus primeros tiempos la iglesia tenía ancianos (Hch. 11:30), oficio que en un sentido fue una prolongación natural de la institución de ancianos en el Israel antiguo. Ya en su primer viaje misionero Pablo había constituido “ancianos en cada iglesia” (Hch. 14:23). Se ha indicado que en una de las primeras cartas escritas por Pablo se menciona definidamente “a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan” (véase C.N.T. sobre 1 Ts. 5:12, 13). Al regresar de su tercer viaje misionero, Pablo “hizo llamar a los ancianos de la iglesia” (de Efeso o de Efeso y sus alrededores). Los caracteriza como obispos sobre el rebaño, la iglesia “del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hch. 20:17, 28). En una epístola escrita desde la prisión se mencionan “obispos y diáconos” (Fil. 1:1).
Ahora, basados en todo esto, seguramente no debiera causar sorpresa que en las epístolas que el apóstol escribió poco antes de su muerte sea bien conocido el oficio de “obispo” o “anciano”. También es muy natural que Pablo, a punto de partir de la esfera terrenal, especifique ciertos requisitos y normas para el oficio, de modo que la iglesia pueda cuidarse de los ataques del error, tanto doctrinal como moral.
(c) En las Pastorales las expresiones “anciano” (o “presbítero”) y “obispo” son sinónimas, como lo demuestra Tit. 1:5–7 (cf. 1 Ti. 3:1–7; Fil. 1:1; 1 P. 5:1, 2). Véase el comentario sobre ese pasaje.
(d) El sistema de gobierno episcopal, en que el obispo tiene autoridad sobre los presbíteros, parece haber surgido durante un oscuro período de transición: el fin del primer siglo y los principios del segundo. Surge paso a paso y se hace evidente por primera vez en las epístolas de Ignacio de Antioquía (que sufrió el martirio aproximadamente el año 110 d. C.), donde aparece como un episcopado congregacional (no diocesano)10. Ahora este mismo hecho indica que las Pastorales, en que el “obispo” es sencillamente otro nombre para el “anciano” o “presbítero”, corresponden al primer siglo y no al segundo.
(6) Puesto que Pablo no fue puesto en libertad de su primer y único encarcelamiento en Roma, sino que fue muerto, y puesto que el libro de Hechos, que cuenta la historia de su vida desde que perseguía la iglesia hasta el final de su encarcelamiento, no deja lugar para los viajes que están implícitos en las Pastorales, Pablo no pudo haber escrito estas epístolas.
J. Moffatt declara atrevidamente que en realidad Pablo no salió de su encarcelamiento11. Este punto de vista ha sido defendido por muchos antes y después de él.
Ahora bien, si esto fuera correcto, los críticos han ganado su argumento, porque es cierto que las Pastorales implican una cantidad de viajes que no pueden encuadrarse en los itinerarios de Pablo que se relatan en el libro de Hechos, y, para los cuales en realidad no se puede hallar lugar en el espacio de la vida del apóstol que cubre Hechos. Lo siguiente aclarará esto:
En lo que respecta a 1 Timoteo, el autor recuerda a Timoteo que le ordenó quedarse en Efeso mientras él se dirigía al noroeste desde Efeso a Macedonia (1 Ti. 1:3). También informa a Timoteo que él (el autor) espera ir pronto a verlo (1 Ti. 3:14).
Ahora bien, según Hechos, en su primer viaje misionero Pablo no pasó a Europa (hacia Macedonia). En el segundo viaje: en el viaje de ida el Espíritu Santo le prohibió hablar la palabra en Asia (Hch. 16:6); por lo tanto, no estuvo en Efeso; y en el viaje de regreso fue de Corinto hacia el oriente a Efeso, luego hacia el sudeste, vía Cesarea a Antioquía (Hch. 18:18–23). En el tercer viaje, en la ida, Pablo realizó una poderosa tarea en Efeso (Hch. 19). Continuó allí largo tiempo (tres años, Hch. 20:31) y también cruzó después hacia Macedonia (Hch. 20:1). Pero esta vez Timoteo no fue dejado en Efeso, sino que fue a Macedonia y Corinto (Hch. 19:21, 22; 1 Co. 4:17; 16:10), y pronto estuvo de regreso en Macedonia junto a Pablo (2 Co. 1:1). Luego va con Pablo a Corinto, regresa con él a Macedonia, le espera en Troas, y probablemente está con él en Jerusalén (Ro. 16:21; Hch. 20:3–5; 1 Co. 16:3). Finalmente, en su viaje a Roma, Efeso quedó a larga distancia al norte. Llegando a Roma siguieron dos años de encarcelamiento. Y el libro de Hechos termina con el relato de ese acontecimiento. Es claro que en este relato del libro de Hechos no hay lugar para el viaje que supone 1 Timoteo.
Con respecto a Tito la situación es similar. Según esta Epístola Pastoral, el escritor dejó a Tito en Creta para completar la organización de las iglesias en esa isla (Tit. 1:5). Ahora le ordena que se reúna con él en Nicópolis (en Epiro en la costa oriental del mar Jónico), donde espera pasar el invierno (Tit. 3:12).
Pero, según Los Hechos, en ninguno de los tres viajes misioneros Pablo se acercó a Creta. Y en el viaje a Roma, aunque él y Lucas navegaron “a sotavento de Creta”, y llegaron a Buenos Puertos, el apóstol es presentado como un prisionero, que no desarrolla actividad de evangelización de ninguna especie en la isla y que no podía decir nada acerca del lugar donde esperaba pasar el invierno o dónde deseaba encontrar a Tito (véase Hch. 27:7–15).
Y, finalmente, 2 Timoteo describe a un prisionero (en Roma, cf. 2 Ti. 1:17), considerado “malhechor” (2 Ti. 2:9), en la víspera de su ejecución. Humanamente hablando, las perspectivas son muy tristes (¡pero véase 2 Ti. 4:7, 8!). Solamente después de buscarlo diligentemente, pudo Onesíforo encontrarlo (2 Ti. 1:16, 17). En ninguna parte se ve su liberación. Casi todos lo han abandonado. Solamente Lucas está con él (2 Ti. 1:15; 4:10, 11). Ha llegado (o está a punto de llegar) el momento de su partida del escenario terrenal (2 Ti. 4:6, 18).
En agudo contraste con esto, la descripción del encarcelamiento romano que se relata en Hechos y en las epístolas de Pablo de la prisión (en relación con esto ciertamente no entran en este cuadro los encarcelamientos previos) termina con esperanza (véase también p. 34f). El apóstol vive en una casa alquilada a sus expensas, y tiene esperanzas de ser puesto en libertad en breve (Hch. 28:30; Fil. 1:25, 26; 2:24; Flm. 22).
La conclusión es ineludible: si Pablo escribió las Pastorales, debe de haber sido puesto en libertad del encarcelamiento romano relatado en Hechos. Debe de haber hecho más viajes y tuvo que haber sido encarcelado una vez más.
Por largo tiempo los críticos (¿intimidados por el prestigio de Moffatt?) o negaron la historicidad de su liberación o por lo menos se declararon ignorantes al respecto. Sin embargo, más recientemente parece haberse iniciado el retorno a la posición conservadora. En una edición de la revista Journal of Biblical Literature, L. P. Pherigo alega enfáticamente en favor de la posición de que Pablo fue puesto en libertad del encarcelamiento relatado en Hechos y que trabajó unos pocos años más12.
Ahora bien, cualquiera que esté dispuesto a examinar la evidencia, se dará cuenta que los argumentos contra la posición de que Pablo fue puesto en libertad son muy débiles. Por ejemplo, el argumento que afirma que si Pablo hubiera sido puesto en libertad el autor de Hechos lo habría anotado—¡como si Hechos fuese la biografía de Pablo!—tiene que enfrentarse con el contra argumento, “si no hubiese sido puesto en libertad, Lucas ciertamente lo habría indicado así, porque la nota favorable con que termina su relato había hecho que los lectores esperasen su liberación” (Hch. 28:30, 31). Y no tiene apoyo la conclusión de que Pablo jamás volvió a Efeso y por lo tanto no pudo haber escrito 1 Ti. 1:3, inferencia que se deriva de la declaración del apóstol a los ancianos efesios, esto es, “Yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro” (Hch. 20:25, cf. v. 38). En ese pasaje de Hechos el apóstol no dijo: “Yo sé que nunca volveré a Efeso”, sino que no volvería a reasumir personalmente la tarea de hacer giras por Asia Menor, de confirmar las iglesias y de ir de lugar en lugar predicando el evangelio del reino y de ese modo no volvería a ver los creyentes de todos los lugares donde había estado. Pablo ni siquiera dijo: “Yo sé que ninguno de vosotros, ancianos que estáis en Efeso, verá nuevamente mi rostro”, sino: “Yo sé que todos vosotros entre quienes he andado predicando el evangelio del reino ya no veréis más mi rostro”. El apóstol se estaba dirigiendo a los ancianos como representantes de las iglesias de Asia Menor. Con estas palabras no excluía la posibilidad de una breve visita a Efeso. Lo que queda excluido es algo comparable con la actividad diaria de obra del reino en la región de Efeso durante tres años (véase el contexto, Hch. 20:31)13.
Los siguientes son los argumentos en favor de la posición tradicional (y que consideramos correcta) de que Pablo en realidad fue puesto en libertad de su primer encarcelamiento romano, hizo algunos otros viajes, en uno de los cuales escribió 1 Timoteo y Tito, fue tomado preso por segunda vez, encarcelamiento al final del cual escribió 2 Timoteo y luego fue ejecutado:
a. El libro de Hechos hace que el lector espere la liberación de Pablo, y podría aun implicar su liberación.
Lucas constantemente enfatiza la relativa justicia, y a veces las cualidades de amistad y cooperación de las autoridades romanas. Rescatado por el tribuno militar de las manos de la turba asesina en Jerusalén, se permite a Pablo defenderse, primero delante del pueblo y luego ante el concilio judío (Hch. 21:31–23:9). Una vez más es rescatado por el tribuno, esta vez de las manos de fariseos y saduceos que disputan entre sí (Hch. 23:10); y aun una tercera vez, ahora de una banda de más de cuarenta judíos ligados por un voto. Es trasladado a Cesárea. Claudio Lisias escribe una carta en su favor (Hch. 23:12–35), dirigida al gobernador Félix. Este también permite que Pablo se defienda, pero, deseando hacer un favor a los judíos, lo deja en prisión. Cuando Festo sucede a Félix, el apóstol apela a César. Festo le dice al rey Agripa que Pablo nada ha hecho que sea digno de muerte, y le permite hacer su defensa delante del rey. En el barco, rumbo a Roma, el apóstol es tratado humanamente por el centurión Julio (Hch. 27:3), que después también le salva la vida (Hch. 27:43). Después de la tormenta y el naufragio, habiendo sido acogidos hospitalariamente por el jefe de la isla de Malta (Hch. 28:7), y luego de haber cubierto la etapa final del viaje, llega a Roma, donde se le permite vivir aparte custodiado por un soldado (Hch. 28:16). Aunque se trata de un prisionero que espera su juicio, se le concede una considerable libertad personal así como la oportunidad de predicar el evangelio (Hch. 20:30, 31). Ciertamente la noción de que fuera entonces condenado y ejecutado desentona completamente con todo el relato precedente. En realidad, aun se ha sugerido (véase el artículo de Pherigo antes mencionado) que la expresión “permaneció dos años enteros” en una casa alquilada (o “a sus expensas”) podría tener un sentido legal, esto es, que esperó los dos años enteros (¿límite establecido por la ley?) durante los cuales los acusadores tenían la oportunidad de insistir con sus cargos. Al no aparecer ninguno (¿es una indicación en ese sentido Hch. 28:21?) el juicio teminó por falta de méritos, y Pablo fue puesto en libertad, cumplido el requisito legal de los dos años. No se ha establecido si esta interpretación es correcta. El argumento principal es éste: los capítulos finales de Hechos sugieren una liberación y no una ejecución.
b. Las epístolas de Pablo escritas desde la prisión muestran que él esperaba ser puesto en libertad (Fil. 1:25–27; 2:24; Flm. 22).
c. El hecho mismo de que las Epístolas Pastorales, que presuponen viajes que requieren la liberación y un segundo encarcelamiento, hayan sobrevivido y hayan sido aceptadas por la iglesia primitiva como auténticas e inspiradas, parece señalar en dirección de una firme y antigua tradición al afecto.
d. Aun mucho antes del encarcelamiento en Roma que aparece en Hechos, el apóstol había acariciado el deseo de ir a España (Ro. 15:24, 28).
e. Que fue puesto en libertad, fue a España, después fue encarcelado por segunda vez y, habiendo dado testimonio delante de las autoridades, fue ejecutado, es por cierto la interpretación más natural del muy discutido pasaje de Clemente de Roma, que escribiendo en la última década del primer siglo d. C. desde Roma, el centro del imperio, a los corintios, amonestándoles a poner fin a sus luchas engendradas por los celos, dice:
“Pablo … habiendo enseñado la justicia a todo el mundo, y habiendo alcanzado hasta los límites del occidente, y habiendo dado testiminio delante de los gobernadores, dejó este mundo y fue llevado al Lugar Santo, habiendo dejado un ejemplo sobresaliente de paciencia” (Primera Epístola de Clemento a los Corintios, V. vii).
La expresión “los límites del occidente”, especialmente cuando la usa alguien que escribe desde Roma, el corazón y centro del imperio, se refiere naturalmente al extremo occidental de Europa.14
En forma similar, el fragmento muratorio menciona el viaje de Pablo a España15. Y el gran historiador de la iglesia, Eusebio, declara significativamente:
“Además Lucas, que nos entregó por escrito los Hechos de los Apóstoles, llevó su relato a su fin declarando que Pablo pasó dos años enteros en Roma en libertad, y que predicaba la palabra de Dios sin impedimento. La tradición sostiene que el apóstol, habiéndose defendido, volvió a ser enviado en su ministerio de predicación, y al volver por segunda vez a la misma ciudad, sufrió el martirio bajo Nerón. Mientras era tenido en la prisión, compuso la segunda epístola a Timoteo, significando al mismo tiempo que ya había ocurrido su primera defensa y que su martirio estaba cerca” (Historia Eclesiástica II. xxii. 1, 2). La tradición posterior acepta un segundo encarcelamiento en Roma (Crisóstomo, Jerónimo, Teodoro de Mopsuesta, etc.).
En consecuencia, ha quedado claro que el así llamado argumento “histórico” contra la posiblildad de que Pablo escribiera las Pastorales no tiene más sustancia que la que los demás tienen. Habrá que encontrar mejores razones, si se ha de anular el peso de la tradición.
Ya se ha dicho bastante para indicar lo inadecuado de los argumentos de los críticos. Suponiendo que las Pastorales fueron las últimas epístolas de Pablo, escritas después de su primer encarcelamiento en Roma, con un propósito completamente diferente del de las otras diez epístolas, queda resuelto el principal problema, por lo menos en gran medida.
De acuerdo con la información proporcionada por las Epístolas mismas, el autor era:
(1) Un hombre llamado “Pablo, apóstol de Jesucristo” (1 Ti. 1:1; 2 Ti. 1:1), o “Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo” (Tit. 1:1). Así vemos que estas tres cartas identifican su autor, en contraste con Hebreos que no menciona el nombre de su autor. En este respecto, las tres son como las diez.
(2) No solamente el autor da su nombre; también da una descripción de sí. Esta descripción concuerda con lo que encontramos en Hechos y en las diez acerca de Pablo:
a. El “Pablo” de ambas era blasfemo y perseguidor de la iglesia (1 Ti. 1:12–17; cf. Hch. 8:3; 9:1, 2; 22:4, 5; 26:9–11; 1 Co. 15:9).
b. Convertido, fue designado divinamente para ser predicador y apóstol (1 Ti. 1:1, 11; 2:7; 2 Ti. 1:1, 11; Tit. 1:1; cf. Hch. 9:15; 22:14, 15; 26:16–18; 2 Co. 12:12; Gá. 1:1; 2:7).
c. Sufrió mucho en defensa de la verdad, por ejemplo, en su viaje por Antioquía, Iconio y Listra (2 Ti. 1:12, 13; 3:10, 11; cf. Hch. 14; 2 Co. 11; 1 Ts. 1:6; 2:2).
(3) Este hombre escribe tres cartas, que con variaciones menores, son similares en estructura con las diez epístolas paulinas. Sobre la naturaleza del plan epistolar de Pablo, véase C.N.T. sobre 1 y 2 Tesalonicenses, p. 20. Como un ejemplo, tomemos 2 Timoteo. Aquí encontramos:
a. La mención del nombre y el oficio del autor (1:1).
b. La designación de la persona a la cual se dirige la carta (1:2a), con una breve descripción de la persona.
c. Salutación inicial (1:2b).
d. La acción de gracias, que se adentra en el cuerpo de la carta (1:3ss).
e. Salutación final, que en el presente caso es más bien detallada (4:19–21).
f. La bendición.
Aun en detalles menores como en “e” (la presencia o ausencia de palabras de saludo al final de la carta) estas tres epístolas se parecen en sus variaciones a lo que se encuentra en las otras diez. Así Timoteo tiene una bendición final (6:21b: “La gracia sea contigo”) y no un saludo. Esto nos recuerda a Gálatas (6:18). En 2 Timoteo se menciona uno por uno a los que se quiere recordar, y se dan varios nombres (4:19–21). Esto se asemeja a lo que se halla al final de Romanos (capítulo 16) y de 1 Corintios (16:19–21). En Tito, la salutación final es muy general (3:15: “Todos los que están conmigo te saludan”). Uno podría comparar esto con 2 Corintios (13:13).
(4) Estas tres cartas señalan a una misma relación entre el autor y el destinatario (Timoteo y Tito) que la conocida a través de las cartas comunmente atribuidas a Pablo y (en el caso de Timoteo) del libro de Hechos.
Era la relación de uno que escribe con autoridad a quien reconoce su autoridad, la de “padre” espiritual a “hijo” espiritual, de amigo a amigo (implicando afecto y confianza).
En relación con esto, sobre la relación de Pablo con Timoteo uno debiera comparar 1 Ti. 1:2; 2 Ti. 1:2 con 1 Co. 4:17; 16:10; Fil. 2:19–23; Col. 1:1; 1 Ts. 3:2; y Flm. 1; y sobre su relación con Tito uno debiera comparar Tit. 1:4 con 2 Co. 2:13; 7:6, 13; y 8:17, 23.
(5) Estas tres cartas mencionan por nombre a ciertos individuos a quienes, por otras fuentes, hemos aprendido a reconocer como compañeros y colaboradores de Pablo. Véase el comentario sobre 2 Ti. 4 y Tit. 3.
(6) Revelan un autor cuyo cálido interés en las iglesias que ha establecido, cuyo estilo, y cuya teología señalan directamente hacia Pablo, como se ha demostrado (véase pp. 20–27).
El testimonio de la iglesia primitiva está en armonía con la conclusión que ha sido derivada de las tres epístolas mismas.
Así Eusebio, habiendo hecho una completa investigación de la literatura que tenía a su alcance, declara: “Pero claramente evidentes y simples son las catorce (epístolas) de Pablo; sin embargo, no tenemos derecho de ignorar que algunos ponen en duda la (epístola) a los Hebreos” (Historia Eclesiástica, III. iii.4,5). Obviamente Eusebio, al escribir al principio del cuarto siglo, sabía que toda la iglesia ortodoxa aceptaba las Pastorales como obra escrita por Pablo. Ya hemos observado que hace mención específica de 2 Timoteo como composición del gran apóstol “mientras era tenido en prisión”, al haber venido por segunda vez a la misma ciudad (Historia Eclesiástica II. xxii. 1,2; y cf. III.ii). La actitud negativa de unos pocos herejes (Basílides y Marción) con respecto a las tres, y de Taciano y algunos otros que tenían un modo de pensar similar con respecto a 1 y 2 Timoteo se debió, probablemente, al hecho de que la enseñanza de estos hombres estaba lejos de armonizar con la enseñanza de las Pastorales. Por lo menos, esa es la explicación dada por Tertuliano, Clemente y Jerónimo. Ciertamente la opinión de unos pocos herejes no debe ponerse por sobre el juicio de toda la iglesia.
De Eusebio podemos retroceder a Orígenes (floreció entre 210–250), que cita muchísimos pasajes de las Pastorales (por ejemplo, en su obra Contra Celso: 1 Ti. 2:1, 2; 3:15, 16; 4:1–5, 10; 5:17, 18; 6:20; 2 Ti. 1:3, 10; 2:5; 3:6–8; 4:7, 11, 15, 20, 21; Tit. 1:9, 10, 12; 3:6, 10, 11), y las atribuye a Pablo: “Además, Pablo, que después llegó él mismo a ser un apóstol de Jesús, dice en su epístola a Timoteo: Este es un dicho fiel, que Jesucristo vino al mundo pecadores a salvar, de los cuales soy el primero” (citando 1 Ti. 3:15, Contra Celso I. lxiii).
De Orígenes podemos ir aún más atrás, a su maestro, Clemente de Alejandría (floreció de 190–200). Este cita el pasaje con referencia a “la falsamente llamada ciencia” (1 Ti. 6:20, 21), atribuyendo este pasaje al “apóstol” (Stromata II. xi). También cita la predicción de que “en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe” (1 Ti. 4:1, 3), refiriéndola al “bendito Pablo” (Stromata III. vi). Un vistazo al Indice de Textos de las obras de Clemente (por ejemplo, en The Ante-Nicene Fathers, reimpresión en inglés de 1951, Grand Rapids, Mich., vol. II) y la lectura de estos pasajes en el original o aun en una buena traducción basta para probar que en las obras de este padre de la iglesia hay numerosas referencias—y citas directas—a las Pastorales, consideradas como obra escrita por el apóstol Pablo.
Casi al mismo tiempo, Tertuliano (floreció de 193–216), en el breve espacio de unas pocas líneas, cita varios pasajes de 1 y 2 Timoteo (1 Ti. 6:20; 2 Ti. 1:14; 1 Ti. 1:18; 6:13; 2 Ti. 2:2, en Prescription Against Heretics, XXV), declarando definidamente que “Pablo dirigió esta expresión a Timoteo”. Ya hemos visto que él le pone mala cara a Marción por el rechazo de las Pastorales (Contra Marción V.xxi).
Ireneo precedió por unos pocos años a Clemente de Alejandría y a Tertuliano, pero todavía fue contemporáneo de ellos por largo tiempo. Empieza su obra Contra las Herejías (alrededor de 182–188) con una cita de 1 Ti. 1:4 (el pasaje sobre las “genealogías interminables” que no edifican), la que definitivamente atribuye al apóstol (véase el Prefacio de la ya mencionada obra de Ireneo). En la misma obra cita o alude a varios otros pasajes, por ejemplo, 1 Ti. 1:9 (IV. xvi.3); 2:5 (V. xvii.1); 3:15 (III. i.1); 4:2 (II. xxi.2), y no solamente de la primera sino también de la segunda epístola a Timoteo (2 Ti. 2:23; cf. Contra las Herejías, IV. Prefacio, 3), y de Tito (Tit. 3:10; cf. op. cit., I. xvi.3). Nótese especialmente que en el último pasaje Ireneo declara que es Pablo quien nos ordena apartarnos de los que prestan atención a fábulas.
Ahora bien, cuando Ireneo atribuye las Pastorales al “apóstol”, esto es, a “Pablo”, su palabra debiera tener un peso considerable. Había viajado extensamente y estaba íntimamente relacionado con casi toda la iglesia de su tiempo, y había sido discípulo de un discípulo (Policarpo) de uno de los apóstoles (Juan).
El Fragmento de Muratori (alrededor de 180–200), síntesis de los libros del Nuevo Testamento, declara que el “bendito Pablo … escribe … producto del amor y el afecto, una a Filemón, una a Tito y dos a Timoteo … que la honorable estima de la iglesia universal considera sagradas en la regulación de la disciplina eclesiástica”.
Entre los escritores ortodoxos que florecieron en uno u otro momento durante el período comprendido entre los años 90 y 180, encontramos hacia el final de esa era a Teófilo de Antioquía que se refiere al “agua y lavamiento de la regeneración” (A Autólico II. xvi), que se puede considerar una fusión de Ef. 5:26 y Tit. 3:5. Cita definitivamente 1 Ti. 2:2: “para que vivamos quieta y reposadamente” (Op. cit., III. xiv).
Atenágoras—llamado a veces “el filósofo cristiano del Agora ateniense” (cf. su nombre Aten-ágora)—, era un ateniense del que se dice que paseando un día llegó al mercado donde se estaban burlando de los cristianos y, entonces, movido por la curiosidad, comenzó a leer las Escrituras con el fin de refutarlas. Se dice que se convirtió en el proceso de estudiar las Escrituras con este fin. Contemporáneo de Teófilo, describe a Dios como “luz inaccesible” (Defensa de los cristianos XVI). Esto ciertamente nos recuerda 1 Ti. 6:16.
Justino Mártir, escribiendo entre 155 y 161, demuestra conocer las Pastorales. Es cierto que no todas las semejanzas aparentes entre ciertos pasajes de sus escritos y las Pastorales tienen valor de evidencia. Así, por ejemplo, la expresión “este mismo Cristo … el Juez de todos los vivos y los muertos” (Diálogo con Trifón CXVIII), que aunque le recuerda a uno 2 Ti. 4:1 (“Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos”), del cual, por cierto, podría haberse derivado, era probablemente una “palabra fiel” que se había popularizado en una de las primeras etapas de la fe cristiana (véase también Hch. 10:42; 1 P. 4:5; cf. Mt. 25:31–46; Jn. 5:25–29; 2 Co. 5:10), de modo que en ella no se puede basar argumento alguno para demostrar que Justino conocía las Pastorales. Sin embargo, su referencia a “la bondad de Dios y su amor para con los hombres”—nótese la filantropía de Dios—es casi seguro que la tomó de Tit. 3:4 (“Pero cuando se manifestó la bondad de Dios … y su amor para con los hombres”).
También, cuando llegamos a Policarpo (que escribe probablemente en algún momento entre 100 y 135), sentimos que pisamos terreno firme. El hecho de que conocía las Pastorales y las citaba parece ser indiscutible. Juzgue el lector por sí mismo:
POLICARPO
(A los Filipenses)
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LAS PASTORALES
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“Pero el principio de todos los males es el amor al dinero” (IV).
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“Porque raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Ti. 6:10).
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“Por lo tanto, sabiendo que nada trajimos al mundo y que nada podemos llevarnos de él, vistámonos con la armadura de justicia” (IV).
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“Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar” (1 Ti. 6:7).
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“Asimismo los diáconos deben ser sin doblez, no amantes del dinero, temperantes en todo …” (V).
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“Los diáconos asimismo deben ser … sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas” (1 Ti. 3:8).
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“Reinaremos con él, si, por cierto, tenemos fe” (V).
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“Si sufrimos, también reinaremos con él” (2 Ti. 2:12).
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“Porque no amaron este mundo” (IX).
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“Porque Demas me ha desamparado, amando este mundo” (2 Ti. 4:10).
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“Que el Señor les conceda verdadero arrepentimiento” (XI Lat.).
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“… por si quizá Dios les conceda que se arrepientan” (2 Ti. 2:25).
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“Ora también por los gobernantes, los potentados y por los príncipes …” (XII Lat.).
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“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en eminencia” (1 Ti. 2:1, 2).
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Aquí es claro que un autor está usando las palabras del otro, variando un poco el lenguaje de acuerdo con la necesidad. Es de lo más natural llegar a la conclusión de que cuando un autor dice: “Demas … amando este mundo”, y el otro se refiere a personas que “no amaron este mundo”, es el segundo escritor que está usando expresiones del primero y no lo contrario. Además, si el discípulo, Ireneo, atribuyó las Pastorales a Pablo, como hemos demostrado, ¿no es probable que el maestro, Policarpo, también lo hiciera?
Ignacio (no posterior a 110), al exhortar a Policarpo a que agrade al que lo llamó por soldado (A Policarpo VI), inmediatamente hace que uno recuerde 2 Ti. 2:4. (Otras supuestas semejanzas son menos convincentes).
Debido a su carácter conflictivo, pasamos por alto unas pocas alusiones probables a las Pastorales en la Epístola de Bernabé, y pasamos a considerar, finalmente, a Clemente de Roma (90–100). Las similitudes más claras son las siguientes:
CLEMENTE DE ROMA (A los Corintios)
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LAS PASTORALES
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“Estábais dispuestos para toda buena obra” (II).
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“Recuérdales … que estén dispuestos a toda buena obra” (Tit. 3:1).
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“… los que con limpia conciencia sirven a su excelente nombre” (XLV).
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“Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia” (2 Ti. 1:3).
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Al resumir todo el argumento acerca del autor, podemos ahora decir sin temor lo siguiente:
(1) Los argumentos de los críticos negativos han sido examinados en detalle y han sido hallados faltos; esto es, los críticos no han podido demostrar que Pablo no pudo haber escrito las Pastorales.
(2) De acuerdo con la evidencia de las epístolas mismas el autor no fue otro que el apóstol Pablo.
(3) Dentro de la iglesia ortodoxa hay una tradición uniforme que atribuye las Pastorales al apóstol Pablo. Esta tradición puede seguirse desde Eusebio al comienzo del cuarto siglo, hacia atrás hasta Ireneo y el fragmento de Muratori a fines del segundo siglo. Además, las Pastorales se encuentran incluidas no solamente en esta lista (de Muratori) sino en todas las listas antiguas de epístolas paulinas, y también en todos los manuscritos y versiones que han llegado hasta nosotros.
(4) Aun en el período comprendido entre 90 y 180 d. C. hallamos clara evidencia de que 1 y 2 Timoteo y Tito ya existían, eran tenidas en alta estima como palabra misma de Dios, y se las citaba con frecuencia en forma directa o en paráfrasis. Es cierto que estos primeros testigos no mencionan a Pablo por nombre como el autor. Es más bien característico de ellos no mencionar los autores de los libros del Nuevo Testamento. Ellos y sus lectores vivían tan cerca del tiempo de los apóstoles que esto no se consideraba necesario.
El hecho mismo de que en el tiempo de los testigos más antiguos—Teófilo de Antioquía, Atenágoras, Justino Mártir, Policarpo, Ignacio y Clemente de Roma—las Pastorales hubieran alcanzado alta fama y amplia circulación demuestra que la fecha de su origen debe retroceder a un período anterior por muchos años. De aquí que toda la evidencia histórica señale a Pablo como la persona que, durante el período 63–67 d. C., fue en sentido real el autor responsable de estas tres pequeñas joyas de la verdad inspirada.
III. ¿A Quienes Fueron Dirigidas?
Es natural pasar del remitente a los destinatarios: Timoteo y Tito.
Timoteo o Timotheus era una persona muy notable. Su nombre significa “honrar o adorar a dios”, originalmente un nombre pagano muy común16, que era adoptado por judíos y cristianos con cambio de referencia, esto es, a su Dios. Su carácter era una mezcla de afecto y fidelidad a pesar de su natural timidez. Pablo amaba a Timoteo y admiraba sus sobresalientes rasgos de personalidad.
En cuanto al carácter afectuoso de Timoteo, es sobre él que el apóstol escribió estas conmovedoras palabras: “Espero en el Señor enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús. Pero ya conocéis los méritos de él, que como (un) hijo (sirve) a (su) padre ha servido conmigo en el evangelio” (Fil. 2:19–22). Verdaderamente, Timoteo era el “amado hijo” del apóstol (2 Ti. 1:2).
En cuanto a su invariable fidelidad y decidida disposición de sacrificar cualquier cosa que pareciera serle de interés personal inmediato por la causa del evangelio, esto se hace evidente no solo por el pasaje citado, sino también por el hecho de que ninguno de los compañeros de Pablo se menciona con tanta frecuencia y como estando con él tan constantemente como Timoteo. En el último capítulo escrito desde la prisión, el gran apóstol escribe: “Procura venir pronto a verme … Procura venir antes del invierno” (2 Ti. 4:9, 21). Pablo sabía que podía contar con Timoteo, así como sabía que podía hacerlo con Lucas (2 Ti. 4:11).
Esta confiabilidad también se hace evidente del hecho de que a pesar de su juventud—era menor que Pablo en varios años (cf. 1 Ti. 4:12; 2 Ti. 2:22)—, su natural reserva y timidez (1 Co. 16:10; 2 Ti. 1:7), y sus “frecuentes enfermedades” (1 Ti. 5:23), estaba dispuesto a dejar su hogar para acompañar al apóstol en peligrosos viajes misioneros, a ser enviado en comisiones difíciles y aun peligrosas, y a seguir siendo hasta el mismo fin un siervo digno de Jesucristo (Ro. 16:21; véase también el comentario sobre 1 Ts. 3:2).
Timoteo es mencionado por primera vez en Hch. 16:1, pasaje del cual podría inferirse con probabilidad que era habitante de Listra (cf. Hch. 20:4). Procedía de un “matrimonio mixto”: un padre griego pagano y una devota madre judía, Eunice (Hch. 16:1; 2 Ti. 1:5). Desde su niñez había sido instruido en las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento (2 Ti. 3:15). Con toda probabilidad, en su primer viaje misionero (alrededor del año 47 d.C.), Pablo había sido el medio para la conversión de Timoteo, así que desde ese día se le podía llamar “hijo” (espiritual) de Pablo (1 Co. 4:17; 1 Ti. 1:2; 2 Ti. 1:2). Por esto, no es extraño leer que estaba familiarizado con las persecuciones y sufrimientos que los misioneros habían experimentado en su primer viaje (2 Ti. 3:11), esto es, antes que Timoteo mismo se hubiera unido a la obra activa de Pablo. Aunque Pablo era el padre espiritual de Timoteo, no es del todo improbable que la abuela Loida y la madre Eunice, la conversión de las cuales al cristianismo precedió a la de Timoteo (2 Ti. 1:5), hayan cooperado muy efectivamente a que llegara a ocurrir este feliz acontecimiento.
Cuando, en el segundo viaje misionero, Pablo y Silas llegaron a Derbe y Listra, Timoteo respondió favorablemente a la petición del apóstol de unirse al grupo en las tareas misioneras. Esto debe de haber ocurrido alrededor del año 51. Por Hch. 16:2 sabemos que “daban buen testimonio de él” las personas de su comunidad. Puesto que era bien sabido que el padre de Timoteo era griego, de modo que la influencia del joven entre los judíos pudiera haberse visto reducida a cero a menos que se hiciera algo que demostrara públicamente su devoción a las Sagradas Escrituras del pueblo del pacto, fue circuncidado (Hch. 16:3). En este tiempo, probablemente haya ocurrido otro acontecimiento importante: Timoteo fue ordenado por los ancianos de la iglesia local (que había sido establecida y organizada en el primer viaje) para su nueva tarea, participando Pablo mismo en la solemne “imposición de las manos” (Hch. 14:23; y véase comentario sobre 1 Ti. 1:18; 4:14; 2 Ti. 1:6).
Después Timoteo pasó a Europa con los demás misioneros, habiéndose unido Lucas al grupo. Ya hemos declarado nuestras razones para creer que aunque Lucas se quedó en Filipo (contraste el “nosotros” de Hch. 16:11, 13 con el “ellos” de Hch. 17:1), Timoteo siguió viaje con Pablo y Silas a Tesalónica (o por lo menos se reunió muy pronto con ellos allí; véase C.N.T. sobre 1 y 2 Tesalonicenses, p. 5). También los ayudó en el siguiente lugar al que arribaron, esto es, Berea, donde él y Silas fueron dejados con el fin de dar ayuda espiritual a la iglesia recién nacida, mientras Pablo mismo, acompañado por algunos de sus amigos, se dirigía a la costa llegando finalmente a Atenas (Hch. 17:10–15). Actuando a pedido de Pablo, Timoteo dejó Berea y se reunió con el apóstol mientras éste todavía estaba en Atenas (1 Ts. 3:1, 2). Fue enviado de regreso a Tesalónica con el fin de fortalecer y alentar a los hermanos (véase C.N.T. sobre 1 Ts. 3:1, 2). Después que Pablo partió de Atenas y comenzó la obra en Corinto, Silas y Timoteo “vinieron de Macedonia” para reunirse con el apóstol (Hch. 18:1, 5; véase comentario sobre 1 Ts. 3:6).
En Corinto, Timoteo realizó sus labores misioneras con Pablo y Silas. Por esta razón (y porque era conocido en Tesalónica) su nombre se asocia con el de ellos en el encabezamiento de las dos epístolas a los Tesalonicenses, enviadas desde Corinto (véase el comentario sobre 1 Ts. 1:1; 2 Ts. 1:1).
En el tercer viaje misionero (53/54–57/58 d.C), Timoteo está con el apóstol durante el extenso ministerio de éste en Efeso. De aquí es enviado a Macedonia y a Corinto (Hch. 19:21, 22; 1 Co. 4:17; 16:10). Como Timoteo fue por vía terrestre—es decir, a Corinto vía Macedonia—Pablo esperaba que su colaborador llegara a Corinto después que 1 Corintios hubiese llegado a sus destinatarios.
Cuando Pablo llega a Macedonia, Timoteo se ha reunido con él, como es evidente del hecho de que se asocia su nombre con el del apóstol en la epístola que ahora envía a los Corintios (2 Co. 1:1). También es claro que este ayudante y socio acompaño al apóstol a Corinto (Ro. 16:21), y que junto con otros está con Pablo cuando regresa a Macedonia (Hch. 20:3, 4), y está esperándolo en Troas (Hch. 20:5). Probablemente estuvo también con el apóstol en Jerusalén (1 Co. 16:3).
Por un poco perdemos de vista a Timoteo, pero durante el primer encarcelamiento de Pablo en Roma los dos están en íntimo contacto nuevamente, como es evidente por Fil. 1:1; Col. 1:1; Flm. 1. Cuando el apóstol espera ser puesto en libertad en el futuro cercano (Fil. 2:24), dice a los filipenses que espera enviarles pronto a Timoteo (Fil. 2:19).
Nuevamente hay un vacío en la información que hemos recibido. La siguiente oportunidad en que oímos de él, Timoteo está en Efeso, donde Pablo se ha reunido con él. Al partir, el apóstol pide a Timoteo que se quede en su lugar (1 Ti. 1:3). Mientras estaba allí, Timoteo recibe un día la carta que ahora llamamos 1 Timoteo.
Pasan muchos meses, durante los cuales nada se oye con referencia a Timoteo. Luego llega otra carta, en la cual Pablo, escribiendo desde Roma como prisionero que espera la muerte, exhorta a su amigo a hacer todo lo posible por ir a verlo antes del invierno (2 Ti. 4:9, 21). No hay un relato que diga si los dos llegaron realmente a verse de nuevo. (La enigmática declaración acerca de Timoteo en Heb. 13:23 no puede ser discutida aquí). Puede tomarse por concedido que Timoteo trató de ver al apóstol. Está de acuerdo con todo su carácter. Aunque es vacilante y reservado, su amor por Pablo y más aún, por el Señor Jesucristo y su causa, siempre triunfaban al fin. Quizás se estremeciera por un momento (cf. 1 Co. 16:10), pero nunca se niega. Es un carácter el suyo que es digno de admiración. La dinámica agresividad del apóstol Pablo encuentra una verdadera contrapartida en su timidez propia. ¡No es sorprendente que Pablo y Timoteo fueran amigos!
Timoteo y Tito tienen en común la inamovible lealtad a la causa del evangelio, la disposición de ser enviados en comisiones difíciles y un alto concepto y respeto por su amigo y superior, Pablo. Sin embargo, en un aspecto ambos difieren. Tito es más líder; Timoteo es un seguidor. Tito es el tipo de hombre que puede no sólo recibir órdenes sino también puede proceder según su propio criterio (2 Co. 8:16, 17). Timoteo necesita que lo aguijoneen un poco (2 Ti. 1:6), aunque aquí el énfasis está puesto en “un poco” y no en “aguijoneen”. Tito es un hombre de recursos propios, un hombre con iniciativa en una buena causa. Uno ve en él algo de la agresividad de Pablo. Timoteo es cooperador, un hombre que muestra este espíritu aun cuando tal cooperación le exige hacer cosas que van contra su natural timidez. Esta es la forma en que estos dos personajes se exhiben el la Galería de Arte de las Sagradas Escrituras.
Ahora bien, en lo que respecta a Tito, su nombre no aparece en el libro de los Hechos, pero en otros lugares del Nuevo Testamento se encuentra trece veces: dos en Gálatas (2:1; 2:3), una en 2 Timoteo (4:10), una vez en Tito (1:4), y no menos de nueve veces en 2 Corintios (2:13; 7:6; 7:13; 7:14; 8:6; 8:16; 8:23; 12:18; y nuevamente en 12:18). Sin embargo, la primera referencia tácita a Tito se encuentra en el libro de los Hechos, aunque allí no se menciona su nombre. Comparando Hch. 15:2 (“algunos otros”) con Gá. 2:1, 3 (“llevando también conmigo a Tito” … “aun Tito, que estaba conmigo”) aprendemos que después del primer viaje misionero, Pablo y Bernabé fueron enviados a Jerusalén para ayudar a la iglesia a llegar a una conclusión respecto de si los cristianos gentiles debían circuncidarse, fueron acompañados por “algunos otros”, entre los cuales estaba “Tito”. Con toda probabilidad, Tito era uno de los convertidos por medio del apóstol, que lo llama “verdadero hijo en la común fe” (Tit. 1:4). Algunos opinan que su hogar estaba en Antioquía de Siria y que se había convertido durante la especialmente bendecida campaña de evangelización realizada por Pablo y Bernabé en ese lugar (Hch. 11:19–26; cf. Hch. 14:26; 15:2; Gá 2:1, 3), pero ésta es sólo una conjetura plausible.
Luego, Tito se convierte en una persona de gran importancia para el progreso del evangelio. Es llevado ante “los apóstoles y ancianos” a Jerusalén como un caso de ensayo, un claro desafío a los judaizantes. Tito es griego (Gá 2:3) y ambos padres son griegos (en contraste con Timoteo, cuya madre era judía). Naturalmente el partido judaizante de Jerusalén exige que sea circuncidado. Pero Pablo no accede a someterse ni por un momento (Gá. 2:5), y la cuestión en discusión queda decidida en favor de la libre admisión de los gentiles en la iglesia, sobre la base de la pura fe en Cristo, sin que se les exija guardar la ley judía (Hch. 15:13–29). La importancia de esta victoria para la libertad cristiana y para el progreso del cristianismo difícilmente podrá sobreestimarse.
Nada más se oye de Tito hasta el tercer viaje misionero de Pablo (fecha probable 53/54–57/58). Durante este viaje el fiel ayudante de Pablo es enviado a Corinto en más de una ocasión, aunque los comentaristas difieren respecto de si fue enviado dos o tres veces17. Probablemente la más sencilla reconstrucción de sus viajes es también la mejor. Supondré que en el tercer viaje misionero Tito hizo solamente dos viajes a Corinto, uno desde Efeso (¿fue el portador de 1 Corintios?) y uno desde Macedonia, cuando llevó 2 Corintios a sus destinatarios.
Volviendo ahora al primer viaje (Efeso a Corinto), fue Tito quien recibió el encargo de realizar la delicada y difícil tarea de solucionar “la situación corintia” (rivalidad de partidos, fornicación, etc.; véase 1 Co. 1:11; 5:6; 16:17). Es cierto que su llegada a Corinto parece haber sido seguida casi de inmediato por la de Timoteo, pero nada se informa en relación con lo que este haya hecho en la ciudad. Sin embargo, se dice a los corintios que cuando llegue Timoteo miren que esté entre ellos “con tranquilidad” (1 Co. 16:10). En cuanto a Tito, el apóstol había esperado encontrar a su emisario de regreso en Troas. Cuando Pablo no lo encontró allí, no tuvo reposo en su espíritu. Así que partió de Troas y entró en Europa (Macedonia, 2 Co. 2:13). Su espíritu fue confortado y su corazón lleno de gozo cuando no sólo encontró a Tito, sino que oyó de sus labios un informe que en conjunto era favorable (2 Co. 7:6, 13, 14).
La misión que Tito había sido llamado a cumplir había sido exitosa en una medida considerable. Parece que en Corinto había actuado sobre el principio de que la mejor manera de vencer el mal es con el bien. Así que, mientras estuvo allí, había comenzado a poner en acción nuevamente la obra de recolección de fondos para los santos necesitados de Jerusalén. Esta importante obra, que había sido iniciada varios meses antes (2 Co. 8:10), se estaba retrasando. Tito, con el dinamismo que lo caracterizaba, le había dado nuevos impulsos.
Como ya se ha indicado, el informe que Tito trajo no era del todo favorable. Los enemigos de Pablo no habían tomado en buena forma la reprensión que habían recibido. Atacaron el apostolado de Pablo, y lo acusaron de voluble porque había cambiado los planes de viaje (2 Co. 1:15–24); que había mostrado un valor jactancioso que velaba una cobardía oculta; y que aun cuando predicaba el evangelio sin remuneración, sus motivos no eran puros. En conformid con esto, desde Macedonia (¿Filipos?) Pablo ahora escribe 2 Corintios la cual es llevada por Tito (¿el mismo que llevó a sus destinatarios 1 Corintios?). Era el hombre adecuado para tratar una situación difícil. Al mismo tiempo, podría completar la obra de reunir fondos para los pobres de Jerusalén. Esta vez Tito es acompañado por otros dos, uno de los cuales era un destacado predicador (2 Co. 8:16–24). Tito, fiel a su carácter, estaba deseoso de ir en esta misión (2 Co. 8:16, 17). En él no se descubren vacilaciones.
Sigue un largo intervalo (quizás de más o menos 56 d.C. a aproximadamente 63 d.C.) durante el cual nada sabemos de Tito. La siguiente mención de su nombre es cuando está a cargo de una iglesia en Creta (o de un grupo de iglesias). Puesto en libertad de su primer encarcelamiento en Roma y de viaje en dirección al oriente, Pablo lo dejó allí con el fin de que llevara a cabo el mandato descrito en Tit. 1:5 (véase en ese pasaje). Encontraremos a Tito nuevamente (véase puntos 2, 5, 6 y 10, pp. 48–50).
Una comparación entre 1 Ti. 4:12 (“Ninguno tenga en poco tu juventud”) y Tit. 2:15 (“Exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie”) parecería indicar que Tito era mayor que Timoteo. Amaba a los corintios, amaba a su Señor. Amaba la obra del Señor, y daba amplia evidencia de esto en la forma espontánea en que asumió su tarea en Corinto. Alentaba el mismo espíritu que Pablo, y seguía de cerca sus pisadas (2 Co. 12:18). Era original, prudente, valiente, leal, un amigo íntimo y de confianza del gran apóstol, el verdadero representante de éste en la causa de Cristo.
IV. ¿Cual es su Trasfondo Historico y su Proposito?
Se ha establecido (véase pp. 31–36) que toda la evidencia histórica apunta en dirección a que Pablo fue liberado de su primer encarcelamiento en Roma. ¿Dónde fue inmediatamente después de ser puesto en libertad? Simplemente no lo sabemos con ningún grado de certeza. Desde luego, las Pastorales implican una serie de viajes, pero estos son solamente “eslabones” que pueden ser unidos de muchas maneras diferentes. ¿Fue Pablo al fin a España? ¿Fue de Roma a Filipos y de allí a Efeso, como sostienen algunos o fue a la inversa (Roma-Efeso-Filipos), como sostienen otros. ¿Cuándo viajó a España? ¿Pidió Timoteo permiso a Pablo para salir de Efeso, permiso que le fue negado? Si es así, ¿dónde estaba el apóstol cuando le llegó esta petición? ¿Estaba en algún lugar viajando de España a Macedonia, como algunos han supuesto? O, y esto me parece preferible, ¿debemos desechar la idea de una petición procedente de Timoteo, y debemos quizás poner a Pablo en Efeso con Timoteo, cuando le pide al joven que se quede en su puesto, mientras el apóstol sigue viaje a Europa? Se pueden fácilmente hacer más preguntas como éstas. Entre las muchas combinaciones posibles, el siguiente esquema es tan bueno como cualquiera. Tiene la ventaja de sugerir una línea natural de viaje. Véase un buen mapa bíblico del mundo romano del tiempo de Pablo (sugiero A.H.W.B., lámina XV); también es excelente el mapa de la edición de Diciembre de 1956 de The National Geographic Magazine, el mapa que lleva el título “Tierras de la Biblia en la actualidad”. Sin embargo, enfatizo que no hay ninguna seguridad:
1. Inmediatamente después de su excarcelación, Pablo envía a Timoteo a Filipos con esta buena noticia (Fil. 2:19–23). No puede ser muy desacertada la fecha 63 d.C. Después del 19 al 24 de julio del año 64 (incendio de Roma) la liberación hubiera sido muy improbable.
2. Pablo mismo comienza su viaje en dirección al Asia Menor, y al pasar por Creta con ese destino, deja a Tito en la isla a fin de completar la organización de la iglesia (o las iglesias) que habían sido establecidas allí (cf. Hch. 2:11; Tit. 1:5).
3. El apóstol llega a Efeso, viaja hasta llegar a Colosas como se lo había propuesto (Flm. 22) y regresa a Efeso.
4. Aquí se le reúne Timoteo que trae noticias de la congregación de Filipos (véase 1). Al partir, Pablo pide a Timoteo que se quede en Efeso, lo cual era necesario para su ministerio (1 Ti. 1:3, 4).
5. Pablo mismo va a Macedonia, como lo había planeado (Fil. 2:24; 1 Ti. 1:3). Espera regresar a Efeso en breve, pero más bien espera que su ausencia sea prolongada (1 Ti. 3:14, 15). De Macedonia (¿Filipos?) escribe dos epístolas que se parecen mucho entre sí: 1 Timoteo y Tito. En su epístola a Tito pide a este amado hermano que lo encuentre en Nicópolis (Tit. 3:12).
6. Según lo planeado, el apóstol viaja a Nicópolis (en Epiro), situado en la costa oriental del mar Jónico. Allí pasa el invierno (Tit. 3:12) y Tito se reúne con él.
7. Pablo viaja a España (Ro. 15:24); según algunos “llevando a Tito consigo”, pero no hay indicación alguna en ese sentido. Si Pablo fue a España en esa ocasión, la pura posibilidad de que Tito fue con él, es algo que se debe conceder. Acerca de Tito no hay nada definido hasta que llegamos a 2 Ti. 4:10 (véase número 10).
8. Habiendo regresado de España, Pablo sigue con destino a Asia Menor (véase 5), y deja a Trófimo enfermo en Mileto, al sur de Efeso (2 Ti. 4:20). ¿Se encontró el apóstol nuevamente con Timoteo, y se produjo la separación con lágrimas (2 Ti. 1:4) en esta oportunidad o muy poco después?
9. En Troas visita a Carpo, en cuya casa deja el capote (2 Ti. 4:13). Se dirige a Roma vía Corinto, donde se queda Erasto (2 Ti. 4:20). Vuelve a ser arrestado. (No se sabe dónde ocurrió—Troas, Corinto, Roma u otro lugar.) Reina el cruel Nerón. Es el monstruo que asesinó a su hermanastro, a su propia madre, a su esposa (Octavia), a su tutor (Séneca), y a muchos otros. Cuando se incendió Roma el año 64, el pueblo acusó a Nerón de haber prendido fuego a la ciudad. El trató de desviar de sí la atención y culpó a los cristianos. El carnaval de sangre que siguió fue terrible.
10. En conformidad con esto, al regresar de España, Pablo no gozó ya de la protección política. Su segundo encarcelamiento es severo y breve (2 Ti. 1:16, 17; 2:9). Solamente Lucas está con él. Demás lo ha desamparado, amando este mundo y se ha ido a Tesalónica. Crescente ha ido a Galacia o a Galia (Gaul), Tito a Dalmacia (véase comentario sobre 2 Ti. 4:10, 11). Al rogar a Timoteo que vaya pronto, le pide que lleve consigo a Marcos. Estos detalles se encuentran en 2 Timoteo, la carta que fue escrita cuando la muerte ya estaba mirando al apóstol a los ojos (2 Ti. 4:6–11). Es condenado a muerte y lo decapitan en la Vía Ostia, casi cinco kilómetros fuera de la capital. No sabemos si Timoteo y Marcos llegaron a Roma antes de la muerte del apóstol.
Volvamos ahora a los números 4 y 5. En Efeso los judaizantes estaban esparciendo sus extrañas doctrinas, poniendo gran énfasis en cosas tales como las genealogías interminables y las fábulas profanas y de viejas, y el dárselas de doctores de la ley (1 Ti. 1:4, 7: 4:7). Según varios intérpretes—y podrían tener razón—estos seguidores del error también suponían que la materia era mala, o por lo menos, el asiento del mal, y por lo tanto, reconocían una resurrección solamente espiritual (2 Ti. 2:18). Pronto también prohibirían el casamiento y el uso de ciertos alimentos (1 Ti. 4:3). Ya hemos mostrado que los errores condenados eran en parte presentes, en parte futuros, y en parte presentes y futuros (véase p. 28f).
Además, al abogar en favor de una ética y doctrina falsas, estos siniestros maestros (y quizás otros con ellos) parecen haber hecho necesario que Pablo estableciera algunas reglas claras acerca de la conducta apropiada en el culto público (véase especialmente el capítulo 2). Las damas también necesitaban instrucción especial con respecto a este punto.
La situación era muy grave. Esto se hace evidente cuando se tiene en cuenta dos hechos adicionales: a. de pasajes tales como 1 Ti. 1:6, 20; 3:3, 6; 5:17–25 podría asumirse probablemente que miembros prominentes de la iglesia—incluyendo a algunos con “complejo de superioridad” (personas “hinchadas”)—estaban entre los seguidores del error; y b. Timoteo mismo, como hemos visto, era por naturaleza una persona de disposición muy diferente. Parece haber sido una persona con “complejo de inferioridad”. Era realmente difícil que un hombre tal pudiera hacer frente a tal situación.
Por esto, alrededor del año 63, Pablo, recientemente alejado de Efeso donde había dejado a Timoteo, y estando ahora en Macedonia (1 Ti. 1:3), le dice a Timoteo cómo administrar los asuntos de la iglesia. Específicamente, escribe con el fin de:
(1) Fortalecer el espíritu de Timoteo, recordándole el “don” que había recibido (véase comentario sobre 1 Ti. 4:14), su “buena profesión” (véase comentario sobre 6:12), y el depósito que se le ha encomendado (véase comentario sobre 6:20).
(2) Impartir orientación en el crítico conflicto contra los errores destructores del alma que se estaban difundiendo en la iglesia de Efeso, y exhortar a Timoteo a que continúe en la “sana doctrina” (1:3–11; 1:18–20; cap. 4; cap. 6). Tal orientación se haría absolutamente más necesaria si la ausencia del apóstol se prolongaba (véase comentario sobre 1 Ti. 3:14, 15). En conexión con esta batalla contra la difusión del error, se pone énfasis en la importancia de la organización adecuada: elección del tipo adecuado de líderes (especialmente ancianos y diáconos), y de amonestarlos si se extravían (cap. 3; cap. 5).
(3) Dar órdenes para la conducta apropiada en el culto público (véase comentario sobre el cap. 2).
Volviendo una vez más al punto 5, notamos que Pablo, ahora en Macedonia (¿Filipos?), también le escribe a Tito, a quien había dejado en Creta y a quien desea ver en Nicópolis. La reputación de los cretenses no era buena. La necesidad de una santificación total en la vida congregacional, individual, familiar y pública tenía que ser enfatizada aquí más que en cualquier otro lugar. Los ancianos que se iban a nombrar debían ser “irreprensibles” (1:5, 6). Era necesario tapar la boca de individuos contumaces, habladores de vanidades y engañadores (1:10). Había que enseñar a la gente (¡especialmente a los miembros de la iglesia!) que debían abstenerse de los deseos mundanos y vivir sobria, justa y piadosamente en el mundo actual, esperando la gloriosa manifestación del Redentor (2:11–14). En la vida pública, ellos debían ser obedientes a las autoridades y conducirse correctamente con todos (3:1, 2). Los causantes de divisiones que no se arrepintiesen debían ser disciplinados (3:10). Por otra parte, los obreros del evangelio que eran sinceros (como Zenas y Apolos), cuyo itinerario podría incluir Creta, y que probablemente llevaban la carta de Pablo a Tito, debían recibir toda clase de ayuda (3:13).
En consecuencia, la carta a Tito fue escrita con este triple propósito:
(1) Pedirle a Tito que fuera a ver a Pablo a Nicópolis, tan pronto algún reemplazante se hiciera cargo de la obra en Creta (3:12).
(2) Encaminar a Zenas, intérprete de la ley, y a Apolos, el evangelista elocuente (3:13).
(3) Dar instrucciones para la promoción del espíritu de santificación en las relaciones congregacionales, individuales, familiares y sociales.
De estos tres propósitos enunciados, el último es el que cubre el mayor campo.
Cuando dejamos 1 Timoteo y Tito y nos volvemos a 2 Timoteo, inmediatamente notamos que toda la atmósfera ha cambiado. Cuando escribió 1 Timoteo y Tito, el apóstol era un hombre libre. que podía hacer planes de viajes. Cuando escribe 2 Timoteo, es un prisionero que se enfrenta con la muerte. Creta (Tit. 1:5), Efeso (1 Ti. 1:3), Macedonia (1 Ti. 1:3; cf. Fil. 2:24), y Nicópolis (Tit. 3:12) son los lugares mencionados por nombre en 1 Timoteo y Tito (en conjunto), y forman una ruta fácilmente trazable en el mapa. Aunque nadie sabe si el apóstol realmente pasó por esos lugares en ese orden, todos tendrán que reconocer que esta línea de viaje es natural. Mileto (2 Ti. 4:20), Troas (2 Ti. 4:13), Corinto (2 Ti. 4:20; cf Ro. 16:23), son los lugares que Pablo visitó en el viaje—o los viajes—que 2 Timoteo presupone, hasta que llegó a Roma y al encarcelamiento final (cf. 2 Ti. 1:8; 4:6). Aquí también, si el orden en que hemos colocado estas estaciones es correcto, la ruta es lógica. Por tanto, es natural suponer que el viaje a España occurió entre estos dos viajes, esto es, entre la ruta supuesta en 1 Timoteo y Tito, por una parte, y la que probablemente indica 2 Timoteo, por la otra18.
Por la razón dada, es probablemente incorrecto decir que Tit. 3:12 y 2 Ti. 4:21 se refieren al mismo “invierno”, y luego fijar según ello la fecha de Tito poniéndola lo más cerca posible de 2 Timoteo. Se debe recordar que el apóstol había hecho planes definidos en cuanto al lugar donde él, como un hombre libre, pasaría el invierno a que se refiere Tit. 3:12 (esto es, Nicópolis). Ninguno de esos planes era posible en cuanto al lugar dónde Pablo, el prisionero, pasaría el “invierno” a que se refiere 2 Ti. 4:21. Estos dos inviernos no son el mismo. Cuando se escribe 2 Timoteo, ha cambiado todo el cuadro. Véase la situación descrita bajo el punto 10 (p. 49f). Este es el invierno del año 65, 66 ó 67. Es el último invierno de Pablo sobre la tierra. El gran apóstol, escribiendo desde la prisión en la metrópoli del mundo, y dudando que su ayudante pueda llegar a Roma antes de su muerte, amonesta a Timoteo a que, sea lo que fuere que ocurra, debe aferrarse a la sana doctrina y debe defenderla incesantemente contra todo adversario.
Aunque 2 Timoteo no declara donde estaba Timoteo cuando fue escrita, sin embargo hay varios pasajes que indican hacia Efeso. Así Pablo dice a Timoteo que sabe que “todos los que están en Asia” lo han abandonado (1:15). Si la persona a quien se dirige estaba en Efeso, que estaba en “Asia”, es comprensible que tenía que saber de esta situación. En igual forma, Pablo escribe que Timoteo “sabe mejor” que el apóstol, o “sabe muy bien”, los servicios que Onesíforo prestó, y da por concedido que Timoteo “en Efeso” (1:18). puede llevar los saludos de Pablo a la familia de este “dador de provecho” (4:19). Hay otra referencia a Efeso en 4:12: “A Tíquico lo envié a Efeso”. Además, si Timoteo está viviendo en Efeso, no le será demasiado difícil llevarle el capote que Pablo dejó “en Troas en casa de Carpo” (4:13). No nos sorprendería en ningún modo encontrar a Priscila (o Prisca) y Aquila (4:19) de vuelta en Efeso (aunque el lugar no se menciona). donde habían vivido anteriormente (Hch. 18:18, 19, 24, 26; cf. 1 Co. 16:19). Es cierto que después de su estadía en Efeso habían vuelto a Roma (Ro. 16:3), pero no es extraño que habiendo una furiosa persecución en Roma hayan abandonado nuevamente la capital. Anteriormente y por razones similares, se habían ido de Italia (Hch. 18:2).
Un punto adicional de la evidencia circunstancial que vincula a Timoteo con Efeso al escribirse esta carta es la naturaleza de la herejía que aquí se condena (véase el comentario sobre 2 Ti. 2:14–18). Hasta cierto punto se parece con la que se denuncia en 1 Timoteo (dirigida a Timoteo mientras estaba en Efeso, 1 Ti. 1:3).
Entonces, podríamos suponer que Timoteo aún no se había ido de Efeso, donde estaban en su apogeo el error y la persecución de los creyentes (1:8; 2:3, 12, 14–18, 23; 3:8, 12).
En consecuencia, el propósito de Pablo al escribir 2 Timoteo se puede resumir como sigue:
(1) Pedir a Timoteo que vaya a Roma en cuanto le sea posible en vista de la inminente partida del apóstol de esta vida (4:9, 21; cf. 4:6–8).
(2) Amonestarle a que persista en la sana doctrina, defendiéndola contra todo error y soportando penalidades como buen soldado.
El segundo punto es característico de toda la carta.
1 P. Anton llamó su obra “Exegetische Abhandlung der Pastoralbriefe”. Sugirió la expresión primero en 1726.
3 Quienquiera que lea la siguiente literatura—una selección hecha de entre centenares de libros y artículos sobre este tema—tendrá tanto los argumentos de los críticos como las respuestas de quienes sustentan el punto de vista tradicional con referencia al autor de las Pastorales. Reconocemos nuestra deuda a todos los que siguen: (véase la lista en páginas siguientes).
4 Véase, por ejemplo, E. F. Scott, Literature of the New Testament, Nueva York, 1932, p. 193. También del mismo autor, The Pastoral Epistles (en The Moffatt Commentary), p. xxi.
RV60 La Santa Biblia. C de Reina (1569) y C de Valera (1602). Revisión de 1960. SBU.
5
Proporción de palabras nuevas con respecto al total del vocabulario, dada por Michaelis y Greydanus:
Romanos: 261:993 = 26.3%
2 Timoteo: 114:413 = 27.6%
Tito: 81:293 = 27.6%
1 Timoteo: 173:529 = 32.7%
Véase Michaelis, el artículo citado, p. 73; Greydanus, obra citada, p. 210. Esto armoniza con las cifras dadas por Harrison, op. cit. p. 140. Bouma, Kommentaar op het Nieuwe Testament, p. 54, enfatiza el hecho de que de las 582 palabras que aparecen en las diez pero no en las pastorales, no menos de 469 se hallan en solamente una epístola; y que, por lo tanto, estas 469 faltan en las otras nueve al igual que en las Pastorales.
6 Véase W. Lock, op. cit., p. xxix, y especialmente E. K. Simpson, The Pastoral Epistles, pp. 16–18; 103, 104.
193
Debido a las muchas palabras o expresiones que aparecen una sola vez—hapax legómena—el capítulo 2 de Tito está entre las porciones de las pastorales en las que los críticos se concentran con el fin de probar que Pablo no pudo en ningún sentido haber sido su autor. Pero, ¿apoyan los hechos esta conclusión? Estoy convencido que no. Una lista larga de tales palabras puede parecer impresionante, pero en el análisis final no es solamente el número de tales palabras lo que cuenta, sino su naturaleza.
Por medio del resumen que sigue, yo deseo mostrar que cada palabra de este capítulo es de tal naturaleza o carácter, que nadie tiene derecho a decir: “Pablo no pudo haberlo escrito”. El vocabulario de Tit. 2 puede resumirse de la siguiente manera:
(1) Muchas de las palabras usadas en este capítulo son más o menos comunes en el idioma griego o por lo menos en el griego koiné. Ciertamente, ningún argumento contra la paternidad paulina de la epístola se puede basar en ellas.
(2) Luego, entre las palabras restantes, existen aquéllas que en otros lugares del Nuevo Testamento las usa solamente Pablo. ¿Cómo pueden ellas demostrar que Pablo no pudo haber escrito las Pastorales?
(3) Además, hay las que en otros lugares son usadas solamente por el compañero frecuente e íntimo amigo de Pablo, Lucas, o sólo por Lucas y por Pablo. De ellas tampoco puede derivarse argumento alguno contra la paternidad literaria de Pablo, como es obvio.
(4) Entre las palabras que en el Nuevo Testamento aparecen solamente aquí en el segundo capítulo de Tito o solamente en las Pastorales, hay las que se sabe han sido usadas por otros autores que vivían en el tiempo de Pablo o muy cerca de él. ¿Cómo se puede argumentar que Pablo no podría haber usado las palabras que oía alrededor suyo? O, algunas de las palabras eran familiares para Pablo porque las había encontrado en la LXX.
(5) También hay palabras que, aunque aparecen solamente una vez o muy pocas veces en las Pastorales y en ningún otro lugar del Nuevo Testamento, son cognados muy cercanos de palabras usadas por Pablo y Lucas o por éste solamente. Ahora bien, si un autor ha escrito “hermosamente”, ¿es imposible que escriba “hermoso” también?
En esta misma conexión hay palabras que aunque aparecen únicamente aquí siguen un patrón típicamente paulino. Supongamos que un autor, Juan González, en obras que por reconocimiento general se atribuyen a él, ha estado usando una serie de expresiones en que usa como componente básico la palabra nieve, por ejemplo, “copo de nieve”, “agua nieve”, “flor de nieve”, “tormenta de nieve”, etc. Ahora bien, en un escrito de dudosa paternidad literaria (atribuido por algunos a él) aparece la expresión “bola de nieve”. ¿Sería razonable decir en tal caso “Juan González no pudo haber escrito este, libro, porque la expresión bola de nieve no aparece en ninguno de sus productos literarios reconocidos como tales”? ¿No sería más razonable decir: “Ciertamente es posible que Juan González haya escrito este libro, porque es muy dado a las combinaciones que contienen la palabra nieve”?
Análisis de las palabras que aparecen en Tito cap. 2
A. Palabras de uso más o menos común
Todas las palabras del v. 1 pertenecen a esta clase. Palabras tales como “Pero”, “tú”, “hablar” y “la” son, desde luego, muy comunes.
En cuanto a “ser sano”, también es una expresión que de ningún modo está limitada a las Pastorales. Lucas y Juan también la usan. Sin embargo, se ha dado demasiada importancia a los tres argumentos siguientes:
(1) En las Pastorales se usa esta palabra en un sentido inmaterial; en otros escritos en un sentido puramente físico.
(2) En las Pastorales tiene un sentido filosófico. Significa “de acuerdo con la razón”. Es en ese sentido que la enseñanza o la doctrina de uno debe ser “sana”. Por eso, Pablo no pudo haber escrito las Pastorales, porque declaró que su evangelio no está basado en la razón humana, sino que es “locura” para el mundo (1 Co. 2:6, 14). Un autor desconocido tomó palabras y conceptos de la literatura helenística de su tiempo. (Véase M. Dibelius, Die Pastoralbriefe, segunda edición, Tübingen, 1931, p. 14.)
(3) Esta palabra se usa con gran frecuencia en las Pastorales.
Pero contrapuesto a este triple argumento contra la paternidad literaria de Pablo, está lo siguiente:
En respuesta a (1). Véase Pr. 13:13 (LXX). Aquí “ser sano” no se puede restringir a lo físico del hombre.
En respuesta a (2). En las Pastorales “ser sano” no es un antónimo de “ser irracional”, sino de “ser moral y espiritualmente pervertido”, como se ve más claramente en Tit. 1:12, 13. Desde luego, es cierto que el intelecto del hombre también está oscurecido cuando resiste a la voluntad de Dios.
En respuesta a (3). La frecuencia con que se usa cierta palabra no prueba necesariamente una diferencia de autor. Simplemente prueba una diferencia en tema y situación general. ¿Es realmente imposible imaginar a Pablo, ya anciano, profundamente preocupado sobre si la iglesia va a seguir siendo leal a la “sana” doctrina?
La palabra final del v. 1, “doctrina”, también es más bien común. Mateo y Marcos la usan. También Pablo en Ro. 12:7; 15:4; Ef. 4:14 y Col. 2:22.
Por eso, nada puede basarse en ninguna de las palabras del versículo 1 contra Pablo como autor de las Pastorales. Lo mismo es válido con respecto a las “palabras más o menos comunes” que se usan en el resto del capítulo. Sería un desperdicio de tiempo prestar más atención a las palabras de esta clase en este breve resumen.
B. Palabras que en otros lugares del Nuevo Testamento aparecen solamente en las epístolas de Pablo.
Así “dignos” u “honorables”, aparte de su uso en Tit. 2:2 y 1 Ti. 3:8, en el Nuevo Testamento aparece solamente en Fil. 4:8; “aparición” (Tit. 2:13; cf. 1 Ti. 6:14; 2 Ti. 1:10; 4:1, 8) aparece únicamente en 2 Ts. 2:8; y la palabra traducida “autoridad” (Tit. 2:15; cf. 1:3; 1 Ti. 1:1) se encuentra solamente en Ro. 16:26; 1 Co. 7:6, 25; 2 Co. 8:8, aunque el verbo cognado aparece también en Marcos, Lucas y Hechos.
Estas palabras parecen señalar hacia Pablo y no en dirección opuesta.
C. Palabras que en otros lugares del Nuevo Testamento se encuentran solamente en Lucas o solamente en Pablo y Lucas.
La palabra “ancianos” (Tit. 2:2) se encuentra solamente en Flm. 9 y en Lc. 1:18; “defraudar” o “hurtar” (Tit. 2:10) aparece solamente en Hch. 5:2, 3; “aparecido” (Tit. 2:11; cf. 3:4) se encuentra solamente en Lc. 1:79; y “trayendo salvación” (Tit. 2:11) aparece solamente en Ef. 6:17; Lc. 2:30; 3:6; Hch. 28:28, aunque en estos varios casos es nuestro como sustantivo, “salvación”.
Interesante, aunque no del todo confinada a Pablo y Lucas, es también la palabra “esperando” (véase comentario sobre el v. 13). ¿Denuncia la influencia de Lucas el sentido en que aquí se usa?
Este grupo de palabras nada ofrece en apoyo de la teoría de que Pablo no pudo haber escrito las Pastorales.
D. Palabras que en el Nuevo Testamento no aparecen en otro lugar aparte de las Pastorales, pero que aparecen en fuentes anteriores o contemporáneas.
El v. 3 contiene la palabra “comportamiento”. Aparece también en Josefo, Jewish Antiquities XV.vii.5. Hace mención del alegado comportamiento intrépido de Mariamne, la esposa de Herodes el Grande. Fue una de las causas que la llevaron a la muerte por orden de su cruel marido. Plutarco (46–120 d.C.) también usa la palabra.
En el v. 7 se usa la palabra “incorruptibilidad” o “incorrupción”. “Sin mácula”, “pureza” sería otra buena traducción. En Est. 2:2 (LXX) se encuentra el adjetivo cognado en el sentido de pura o casta: “Busquen para el rey jóvenes vírgenes (castas), de buen parecer”.
El v. 14 tiene la expresión “pueblo propio”. Aquí περιουσιος es del verbo περίειμι estar sobre y por encima; de donde, ser dejado sobre. Indica lo que queda para uno; por ejemplo, después que se ha pagado el precio; por eso se aplica a todo aquello que uno puede llamar “propio”. La expresión es una cita que aparece repetidas veces en la LXX (Ex. 19:5; 23:22; Dt. 7:6; 14:2; 26:18). En Dt. 7:6 el original hebreo sobre el que se basa la LXX tiene ‘am s egullah, peculiar tesoro”. Como ese pasaje demuestra, el término indica que Israel es “posesión especial” de Jehová, su “santo pueblo”, porque lo ha escogido. Ese acto de la gracia divina levantó a Israel por sobre todas las demás naciones.
Desde luego, Pablo estaba bien familiarizado con la LXX. Por eso, esta cita (cf. Ef. 1:14; luego 1 P. 2:9) no ofrece gran problema.
E. Palabras que en el Nuevo Testamento no aparecen en otro lugar aparte de las Pastorales, pero que siguen un patrón paulino en la formación de palabras.
Casi todas las palabras que siguen podrían haberse incluido bajo D. Pero, además de ser corrientes en el mundo de habla griega de aquel tiempo, como lo eran la mayoría de ellas, siguen un patrón de formación netamente paulino, como se demostrará:
El v. 3 contiene la palabra “ancianas” (πρεσβῦτις). Pero esta es solamente el femenino de πρεσβύτης. Véase también nota 196. Esta forma femenina no sólo se encuentra también en 4 Macabeos 16:14 (LXX) y en diversas otras fuentes anteriores y posteriores, sino que Pablo mismo usó el masculino en Flm. 9 (cf. Tit. 2:2).
El mismo versículo (Tit. 2:3) también contiene la palabra ἰεροπρεπής “como es propio para quienes están empleados en el servicio del templo” (o en servicio sagrado); de donde, reverente, piadosa. Esta palabra se encuentra en la emocionante historia macabea de la madre y sus siete hijos que fueron martirizados por su lealtad a Jehová. En conexión con la muerte del hijo mayor, leemos: “Y habiendo dicho esto, el piadoso joven murió” (4 Macabeos 9:25; cf. 11:20; cf. Josefo, Jewish Antiquities XI.viii.5). Aunque las dos expresiones no tienen exactamente el mismo sentido, la de Tito (“como conviene a quienes se emplean en el servicio del templo”) y la de Ef. 5:3 (“como conviene a santos”, y cf. 1 Co. 11:13) tienen lo suficiente en común como para que uno no pueda decir que el autor de la segunda no pudo haber sido también autor de la primera.
Volviendo una vez más al v. 3 encontramos la palabra καλοδιδάσκαλος “maestra de lo que es excelente”. Ahora bien, era precisamente Pablo quien era aficionado a tales compuestos, y no estuvieron limitados a ningún período particular de su vida como autor. Véase p. 22f. Así que, ¿por qué no podía el que escribió en 2 Ts. 3:13 “hacedores de lo que es excelente” también escribir “maestras de lo que es excelente”?
El v. 4 contiene el verbo σωφρονίζω, moderar, refrenar, sosegar; entonces, como aquí, “enseñar”. Fue Jenofonte (430–355 a.C.), quien usando como ilustración el adiestramiento de caballos, dijo: “El temor a los lanceros los refrena” (The Tyrant X). En el Nuevo Testamento el verbo se encuentra solamente aquí. Y el cognado περιφρονέω también aparece únicamente en el v. 15. Otra palabra de la misma raíz, que también aparece una sola vez en el Nuevo Testamento, es σωφρόνως “con dominio propio”, “sobriedad” (v. 12). Podría añadir que el adjetivo cognado “sobrio” se encuentra solamente en 1 Ti. 3:2; Tit. 1:8; 2:2, 5 y que el sustantivo cognado “dominio propio” se encuentra solamente en 2 Ti. 1:7.
Pero, ¿significa esto que Pablo no pudo haber escrito las Pastorales? Por el contrario, encuentro que la mitad de las palabras que aparecen en listas separadas en el léxico, y basadas en la raíz φρήν esto es, corazón, mente, pensamiento, aparecen en una o más de las diez epístolas comúnmente atribuidas a Pablo. El apóstol era muy aficionado a las palabras formadas en base a esta raíz (véase por ejemplo, los siguientes pasajes en el original: Ro. 2:4; 2:20; 8:6; 12:3; 1 Co. 10:15; 13:11; 14:20; 2 Co. 2:2; 11:1, 23; Gá. 6:3; Ef. 1:8 y Fil. 2:3). ¿Es lógico creer que un autor que en Ro. 12:3 usó la palabra ὑπερφρονέω y que en Fil. 2:3–5 usa φρονέω y ταπεινοφροσύνη no podía usar περιφρονέω en Tit. 2:15? En cuanto a la última, Plutarco describe a Fabla como que a veces está obviamente desdeñando ser convincente (Vidas paralelas. Teseo I). La palabra también se encuentra en 4 Macabeos 6:9; 14:1 (LXX). Pero mucho antes de esto. Tucidides ya la usaba.
El versículo 4 también contiene la expresión φίλανδρος καί φιλότεκνος aquí plural, “amantes con sus maridos y que amen a sus hijos”. Plutarco usó ambas palabras en el sentido aquí indicado. Y véase Deissmann, Light From the Ancient East, p. 315. Ahora bien, las Pastorales contienen muchos compuestos basados en φιλ y entre ellos hay varios que no se encuentran en otro lugar en el Nuevo Testamento (φιλήδονος, φιλόθεος, φιλανδρος, φιλότεκνος, φιλάγαθος, ἀφιλάγαθος, φιλαργυρία, y φίλαυτος. Pero este uso de palabras basadas en φιλ parece también haber sido característica de Pablo y de Lucas. Por ejemplo, Pablo en sus demás epístolas, es el único autor del Nuevo Testamento que usa las siguientes: φιλόνεικος, φιλοσοφία, φιλόστοργος, y φιλοτιμέομαι; mientras que su buen amigo y frecuente compañero, Lucas, es el único autor del Nuevo Testamento en cuyos escritos encontramos φιλανθρώπως, φιλονεικία, φιλόσοφος, y φιλοφρόνως.
Ciertamente es poco convincente decir que Pablo no pudo haber escrito las Pastorales porque contienen muchos compuestos basados en la raíz φιλ-.
El v. 5 contiene el sustantivo οἰκουργός, trabajadora en el hogar, hacendosa. (Consideraré ésta como la mejor lectura, puesto que parece ser la que concuerda mejor con el contexto.) Ahora bien, ¿es ésta realmente una palabra ajena a Pablo, que demuestra que Pablo no pudo haber escrito las Pastorales? (Podemos sin temor permitir que el autor médico del segundo siglo que también la usó descanse en paz.) Era precisamente Pablo a quien le gustaba la formación de palabras con ἐργ- ya sea usándolas libremente dondequiera que las encontrara o quizás acuñándolas él mismo. En cuanto a compuestos con ἐργ- en los escritos de Pablo, examínese en el original las siguientes referencias (cada una indica una forma distinta): Hch. 14:17 (Pablo está hablando); Ro. 4:15; 15:16; 16:3; 1 Co. 3:9; 2 Co. 1:11; 12:16; 2 Ts. 3:11. Ciertamente parece una posición indefendible mantener que el único escritor en el Nuevo Testamento que usó πανοῦργος (2 Co. 12:16) no podría haber escrito οἰκουργός. A Lucas también le gustaban los compuestos con ἐργ. i Lucas y Pablo eran amigos!
Igualmente, el v. 8 presenta el único caso en el Nuevo Testamento de la palabra ἀκατάγνωστος no censurable, irreprochable. La palabra aparece en el sentido de no condenado o inocente en 2 Macabeos 4:47 (LXX): “El (el rey) absolvió de todos sus crímenes a Menelao, autor de toda maldad, y condenó a muerte a aquellos desdichados, que, si ante los escitas hubieran tenido que defender su causa, habrían sido dados por inocentes” (N.C.). Pero, ¿por qué habría de ser imposible que el mismo autor que en Gá. 2:11 empleó el verbo καταγινώσκω use la palabra ἀκατάγνωστος en Tit. 2:8? ¿Es una palabra ajena a Pablo? ¡De ninguna manera!
Un razonamiento similar es válido con respecto a otras palabras que en su uso neotestamentario aparecen solamente aquí en Tito 2 y en las otras Pastorales; palabras tales como templados o sobrios (Tit. 2:2; cf. 1 Ti. 3:2, 11); piedad (Tit. 2:12, 2 Ti. 3:12); y dignidad o seriedad (Tit. 2:7; cf. 1 Ti. 2:2; 3:4). ¿Desea alguien realmente sostener que un autor que escribió impío (Ro. 4:5; 5:6) e impiedad (Ro. 1:18; 11:26) no podría haber escrito piedad? ¿Qué uno que escribó digno u honorable (Fil. 4:8) no podría haber usado dignidad? ¿Y que quien escribió despertad a la sobriedad (velad, 1 Co. 15:34) no podría haber escrito sobrio o templado?
CONCLUSION: Cuando todas las palabras del segundo capítulo de Tito se han examinado debidamente, se llega a esta clara conclusión: no hay una sola que Pablo no podría haber escrito.
Nótese también que aquí, en Tito 2, hay varios conceptos que, aunque también se encuentran en varios otros lugares del Nuevo Testamento, son tratados más plenamente por Pablo en las diez epístolas que por cualquier otro escritor del Nuevo Testamento. Me refiero a conceptos tales como los de aquí en Tito 2 que están señalados por las palabras: a. buenas (o excelentes, admirables) obras (Tit. 2:7, 14; cf. 3:8; 1 Ti. 3:1; 5:10, 25; 6:18), con la cual uno debiera comparar la expresión buena obra (Tit. 1:16; 3:1; cf. 1 Ti. 2:10; 5:10; 2 Ti. 2:21; 3:17); b. gracia (Tit. 2:11, etc.); y c. el aquí y ahora o la era presente (Tit. 2:12, en distinción de la era futura o venidera).
Es cierto que a veces se encuentra un sinónimo además o en lugar de la palabra usada en epístolas anteriores. Así, en las pastorales encontramos obras nobles (cf. Mr. 14:6) y buenas obras, mientras en las epístolas anteriores encontramos solamente la última expresión. Pero ciertamente no es admisible asentar sobre una base tan débil como ésta la afirmación de que Pablo no pudo haber sido el autor responsable de las Pastorales. ¿Por qué sería imposible suponer que, puesto que ambas expresiones eran comunes, al escribir extensamente sobre el tema como lo hace aquí en las Pastorales, o el autor prefiere variar en la terminología, o que aquí o allí el “secretario” está usando su propio vocabulario con la plena aprobación de Pablo? Aun en este caso, el autor real y responsable bien podría ser Pablo.
Cuando a todo esto se suman las diversas características del estilo paulino de Tito 2, a las cuales he llamado la atención en el comentario mismo (y véase también pp.20–26), se hará evidente que la responsabilidad de presentar pruebas recae completamente sobre quien rechaza la paternidad literaria de Pablo.
8 He discutido este verbo en mi disertación doctoral: “El significado de la preposición antí en el Nuevo Testamento”, pp. 83, 84.
9 A. Schweitzer, The Mysticism of Paul the Apostle, versión inglesa de William Montgomery, Nueva York, 1931, p. 42.
10 Véase un resumen de todo el argumento acerca del surgimiento del episcopado en P. Schaff, History of the Christian Church, Nueva York, 1924, Vol. 2, pp. 132–148.
12 L. Pherigo, “Paul’s Life After the Close of Acts”, JBL LXX (Diciembre, 1951), 277–284. Véase también la disertación doctoral de N. G. Veldhoen, “Het Proces van den Apostel Paulus”, Leiden, 1924. Y véase GThT, vol. 55, No. 2, 3 (1955), pp. 60, 61.
13 Así también F. W. Gosheide en sus comentarios sobre este pasaje en Korte Verklaring. Para una solución diferente del problema de Hch. 20:25, véase R. C. H. Lenski, Interpretation of the Acts, pp. 843, 844.
14 Así Heródoto, en el siglo 5 a.C., describió a los celtas como la nación occidental. Teodoreto, en el siglo 5 d.C., habla de los pueblos de España, Galia y Bretaña como “los que habitan en los límites de occidente”. El uso de Strabo es similar. Véase el artículo de Pherigo, mencionado antes; también Lightfoot, St. Clement of Rome, Londres, 1869, pp. 49, 50. Véase también E. G. Kraeling, Rand McNally Bible Atlas, Nueva York, Chicago, San Francisco, 1956, p. 462.
15 El latín está corrompido: lucas obtime theofile comprimdit (en vez de: Lucas optimo Theophilo comprehendit) quia sub praesentia eius singula gerebantur sicuti et semote (semota) passione petri (Petri) evidenter declarat sed et profec tione pauli (Pauli) ad urbe ad spania (Spaniam) proficiscenti (proficisentis); esto es, “Lucas las relata para el excelentísimo Teófilo porque en su presencia ocurrieron los hechos particulares, como lo declara claramente al omitir la pasión de Pedro así como la partida de Pablo cuando éste fue de la ciudad a España”. “La ciudad” es Roma, por supuesto.
17 Este no es el lugar adecuado para discutir la cuestión en detalle. Comprende la exégesis de pasajes tales como 2 Co. 2:4; 8:6, 10.
A.H.W.B. Atlas histórico Westminster de la Biblia
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