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martes, 1 de mayo de 2012

Sermones: El trabajo en la Biblia

biblias y miles de comentarios
 
¿Quién inventó el trabajo y por qué? ¿Fue una bendición o una maldición? ¿Parte intrínseca de nuestra naturaleza o una idea de último momento para mantenernos ocupados?

Desde el principio de la Biblia, vemos que Dios es el que ha inventado el trabajo. En primer lugar, Dios trabaja, como afirmó Jesús: "Mi Padre hasta ahora trabaja y yo trabajo" (Juan 5:17).


"Dios —dice Samuel Escobar en
Una actitud cristiana ante el trabajo— ...es un Dios activo; no es un aristócrata griego que vive en estática contemplación o en absurdas bacanales en el Olimpo". Dios, al encarnarse, también escogió "la vida de un trabajador pobre en una aldea pobre".

Es más,
él creó al hombre y a la mujer intrínsecamente trabajadores, en oposición a la idea difundida que "El origen del trabajo es la maldición bíblica" y "el individuo...no considera el trabajo lógica consecuencia de su existencia, sino como una condena, que él tiene que cumplir sin culpa alguna", como dice Fernando Díaz-Plaja en El español y los siete pecados capitales.

Lejos de imponer una condena, Dios dio a Adán y a Eva las instrucciones de su tarea
como parte de su bendición: llenar la tierra, sojuzgarla, señorear (Génesis 1:28). Puede que estas tres funciones no parezcan tener mucho que ver con el trabajo que hacemos de día a día pero en realidad lo tienen, más de lo que pensamos. Un día normal en la vida de Adán y Eva trataría de plantar semillas, cultivar la tierra, "cortar el césped", hacer una "base de datos" con los nombres de los animales... porque eso era lo que Dios les mandó hacer en Génesis (cuidar del jardín del Edén). Al recibir estas tareas (trabajos), en ese momento se convirtieron en colaboradores de Dios, "trabajadores con y para Él", una posición que continuará en la eternidad (Apocalipsis 22:3).

Por lo tanto, una perspectiva bíblica del trabajo es aquella que lo ve de por sí como algo creado por Dios para la humanidad. El trabajo lícito, independientemente del que sea, glorifica a Dios; es el plan original para la humanidad. Es más, aquellos que no creen, también creados a imagen y semejanza de Dios, glorifican a Dios con su trabajo, ¡y ni siquiera lo saben!


Lo que sí que apareció en escena después de la caída fueron las complicaciones y el dolor que encontramos en el trabajo (Génesis 3:17-19). Aún con estas espinas añadidas, sin embargo, el trabajo lícito es algo positivo para nuestras vidas. Conlleva fruto por su misma naturaleza (Proverbios 14:23), beneficiándonos de las siguientes maneras:


proveyendo para nuestras necesidades físicas y las de nuestra familia;
proveyendo recursos para que podamos dar a otros;
manteniendo nuestra mente y manos ocupadas en tareas constructivas, alejándonos del vicio;
desarrollando nuestro carácter: así teniendo la oportunidad de aprender responsabilidad, gratitud, obediencia, atención, diligencia, justicia, sacrificio;
desarrollando nuesras capacidades mentales y físicas, nuestros talentos;
preparándonos para tareas más amplias o difíciles que Dios tiene para nosotros(Mateo 25:21);
acercándonos a Dios, al ver que el trabajo en sí no llena, que necesitamos sus fuerzas ante retos específicos, que él finalmente es quien provee para nuestras necesidades.
supliendo un medio para aportar a la sociedad y servir a otros;
abriendo nuestra esfera de influencia y testimonio.

Entender tanto el origen del trabajo como sus propósitos y beneficios es el primer paso hacia una actitud cristiana ante el trabajo.

viernes, 4 de noviembre de 2011

El Arte de Ilustrar Sermones: Una Herramienta Indispensable para Construir Sermones

El Arte de Ilustrar Sermones: Una Herramienta Indispensable  para Construir Sermones
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Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 9MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información
Agradecimientos
Introducción
Capítulo 1:
En busca de una ilustración
Capítulo 2:
El mal, y el buen uso de las ilustraciones
Capítulo 3:
Misión imposible
Capítulo 4:
El humor en las ilustraciones
Capítulo 5:
Un sermón ilustrativo
Capítulo 6:
Las partes de un sermón debidamente ilustradas
Capítulo 7:
¿Por qué necesitamos buenos predicadores hoy?
Apéndice
Acerca de las ilustraciones: Dr. Osvaldo Mottesi


Luego de abrir la Biblia, lo primero que hacía mi padre era levantar la vista. Esa mirada fija parecía absorber la congregación. Los ojos azules parecían poder penetrar instantáneamente hasta el fondo de cada alma, obligando a aquellos que habían pecado durante la semana a sonrojar o agachar la cabeza en vergüenza. Esa 
mirada, además, parecía demandar de cada individuo la debida reverencia y respeto durante todo el sermón. La mirada también era como una proclama de que había llegado el momento más trascendental de la semana: Dios estaba por hablar de su santa Palabra por medio de su siervo. 

Fue el no hacerle caso a esa mirada que en un domingo inolvidable me busqué un reventón. Niño que era, con el refunfuñar del sermón me olvidé del lugar en que estaba y me bajé de la banca para jugar a los autos pretendidos. De inmediato oí del púlpito el anuncio de mi nombre. Volteé la cabeza para encontrar los ojos furiosos de mi padre. «Leslie, estamos en la casa de Dios», me dijo. «Siéntate tranquilo al lado de tu madre y escucha.» Pero el sermón era largo y mi memoria corta. De nuevo, soñadoramente, los autos y camiones se convirtieron en realidad y nuevamente abandoné mi asiento para usar la banca como carretera. Tan absorto 
estaba en mi juego que no me di cuenta de que papá había dejado de predicar. 


Fueron las suelas de sus zapatos acercándose a la banca que por fin que me sacaron de mi trance —muy, pero muy tarde. Con una mano me levantó. Me giró en posición boca abajo, mi posterior indefenso ahora expuesto a la otra mano. Allí mismo, con el público numeroso de testigo, me dio lo que siempre he recordado 
como «una “santa” paliza». Testifico que me sirvió de gran beneficio espiritual, ya que desde aquel día jamás he podido dormir en una iglesia, no importa lo aburrido de un sermón. 

Como venía diciendo, la misma voz con que mi padre pronunciaba sus palabras —voz sonora y clara como de clarín— llamaban a ese acto especial y único de adoración pública. Desde la primera palabra hasta al sagrado «amén» al final, lo que se sentía y se oía desde aquel púlpito villaclareño eran los pronunciamientos del Dios de los cielos. 

Han de haber habido muy pocos los domingos en que los asistentes saldrían de esos servicios con un sentido de desilusión, pues, a mi criterio, eran encuentros profundamente espirituales. Eran mensajes poderosos —ungidos poderosamente del Espíritu Santo. Ahora que también soy predicador y me encuentro en el deber de 
descifrar el texto sagrado, avaloro grandemente la manera brillante en que mi padre desenlosaba el texto bíblico. Sus mensajes siempre eran sencillos y claros, ocultando las muchas horas de preparación. Su proclamación era fluida y sus frases importantes puntualizadas con fuertes clamores. La aplicación del texto inescapable. 

Pero también había un genio en su predicación que hacía sus sermones imborrables: ¡esas inolvidables ilustraciones! ¡Qué habilidad extraordinaria tenía papá para ilustrar! Tan precisas e interesantes eran que cuando uno las escuchaba sabía de inmediato no solo lo que el texto bíblico decía, pero cómo aplicar las 
verdades aprendidas al diario vivir. 

Recuerdo un sermón que predicó basado en Hebreos 11:6: Y sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan. Remachó papá la verdad del texto contando una experiencia que tuvo en los comienzos del seminario Los Pinos Nuevos. Los bancos en Cuba se habían quebrado y con esa quiebra papá había perdido todo el dinero que había acumulado para el comienzo del nuevo curso en septiembre. Ilustró la lucha de la fe, contando: 

Cada día iba al correo. Esperaba que Dios supliera mi necesidad a través de un amigo en Norteamérica. Pero al apartado de correo 131 en Placetas no llegó ninguna carta. El día antes del comienzo de las clases fui una vez más, seguro de que ese día llegaría la carta esperada conteniendo el dinero en respuesta a mis oraciones. Que desalentado me sentí. No había carta. Todo lo que llegó fue un periódico cristiano de Moody en Chicago. 


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martes, 15 de marzo de 2011

Sermones Escogidos: Justificados Para Romper el Poder del Pecado


Romanos 6:5-10
Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; 6sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. 7Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. 8Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; 9sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. 10Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. 11Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Hoy quisiera comenzar con una afirmación general acerca de la unión del creyente con Cristo:

Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El seguramente también resucitaremos con El de entre los muertos.

Quizás al momento de escuchar esta afirmación usted preguntará: ¿Está usted seguro de lo que está diciendo? ¿No querrá decir: Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El y hemos resucitado con El; no: seguramente también resucitaremos con El? ¿No querrá usted decir: “Como estamos unidos a Cristo y El ha resucitado, nosotros estábamos en El y también resucitamos con El”? ¿No está esa experiencia presente de la resurrección implícita en el versículo 4b: como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva? ¿Y el versículo 11: Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro? ¿Y el 13b: presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia?
¿No dice acaso Ef.2:5: aun estando nosotros muertos en pecados, (Dios) nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó? ¿Y Col. 3:1: Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios (ver también Col.2:12? Pastor John, seguramente usted lo que quiere decir es que: “Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El y hemos sido resucitados con El.”
Mi respuesta es SI. Yo quiero honrar la verdad bíblica que nuestra unión con Cristo implica que ahora “andamos en nueva vida” (Rom.6:4); y que estamos “vivos para Dios (6:11); y vivos de entre los muertos (6:13); y que “y juntamente con él nos resucitó” (Ef.2:6; Col.3:1). Pero también quiero prestar atención a la verdad bíblica  de Rom. 6:5 y 8. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Eso suena futurista. Lo mismo sucede con el versículo 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Otra vez aquí nuestra resurrección es futura. Quisiera también enfatizar el significado de Rom. 8:11, “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”. Una vez más vemos que nuestra unión con Cristo por su Espíritu garantiza nuestra resurrección futura. Y sucede lo mismo con 2Cor.4:14: “sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús”.
Y una de las razones por las que quiero decirlo como Pablo en Rom. 6 es porque él pudiera estar protegiéndose a sí mismo de la “herejía” al principio de este sermón. Escuchen su descripción de la herejía en 2Tim. 2:17-18. El advierte contra aquellos que hablan: Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, 18que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos”. La herejía era la siguiente: “La resurrección es un hecho pasado”. Así que es posible tomar la verdad bíblica de Efesios 2:6, Colosenses 3:1 y Romanos 6:4, 11, 13 y transformarla en una doctrina tan mortífera como la gangrena.
Por tanto, ¿Cómo podemos evitar esto? Respuesta: Diremos lo que dice el texto en Rom. 6:5 y 8 y luego veremos como esto se ajusta al resto de la verdad. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Vers. 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con El.” Asi que quisiera confirmar mi afirmación inicial de hoy: "Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con él, y seguramente vamos a resucitar con él de entre los muertos."
Ahora, he aquí lo que esto significa: Una manera en que nuestra muerte con cristo renueva nuestra vida ahora (libertad presente del pecado) es por el efecto que esta muerte tiene en nuestro futuro. Esta conclusión la saco de la lógica de los versículos 5 y . Asegúrese de verla. Ambos versículos son condicionales. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Versículo 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Así que, un punto crucial para Pablo es que la muerte con Cristo garantiza la vida y la gloria de nuestro futuro.
Creer esto es sumamente importante para experimentar el poder presente de la resurrección de Cristo en nuestras vidas. Creer que nuestro futuro esta gloriosa y felizmente guardado en Cristo, es una manera de nosotros experimentar el poder de Cristo ahora, el poder que nos libera del pecado.

Pablo desarrolla esta idea en dos sentidos diferentes: uno en los versículo 5-7, y el otro del 8-10.

1. Veamos primeramente los segundos, Rom. 6:8-10.
Observen cuán importante es creer que nuestro futuro está seguro en Cristo. Note el uso de la palabra “creemos” en el v.8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Esto es lo que creemos. Esta es nuestra confianza. Que nuestro futuro se encuentra firme, inconmovible y felizmente seguro en Cristo. Esta es la manera en que experimentamos de forma consciente los beneficios de nuestra unión con Cristo, y los creemos. Confiamos y descansamos en ellos. Y ellos nos satisfacen.
Veamos pues cómo Pablo fundamenta esta fe futura. Su argumento en los versículos del 9 al 10 tiene cinco pasos.
1) Cristo murió al pecado de una vez y para siempre. V.10a: “Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas”. Esto significa que Cristo realmente murió y cuando murió destruyó el pecado de tal manera que su muerte no tiene que repetirse. Ocurrió una vez y para siempre. El resolvió el problema del pecado en lugar de todos los que ahora estamos en El.
2) Luego resucitó de entre los muertos. V. 9ª: “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos…” La obra ya fue hecha. El pecado fue destruido. Para eso es que el murió. Para que no hubiera razón para estar muertos. El resucitó.
3) Ahora la vida que El vive, la vive para Dios. V. 10b: “mas en cuanto vive, para Dios vive”. Al morir, Cristo satisfizo las exigencias del pecado; al resucitar, las de Dios. La vida en su resurrección está definitivamente orientada hacia y para la gloria de Dios, habiendo acabado con el pecado.
4) Por tanto, Cristo es victorioso sobre la muerte. V. 9b: “la muerte no se enseñorea más de él.” La muerte es un enemigo vencido. Cristo es Señor de la muerte y no al revés. El tiene las llaves de la muerte y del infierno. La muerte sirve a sus propósitos y ya no tiene ninguna autoridad final sobre El.
5) Por tanto, Jesús nunca morirá. El es indestructible, para siempre. V. 9ª: “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere”. Jesús nunca morirá.
Pablo nos da todo este gran argumento para respaldar el punto del versículo 8b: “creemos que también viviremos con él”. El quiere que nosotros también sintamos la firmeza de estos cinco pasos en nuestra alma por la fe. Debemos creer, confiar y estar seguros de que “viviremos con El para siempre”. Si estamos unidos a Cristo por esta fe, hemos muerto con El; el problema del pecado ha sido resuelto; resucitaremos; viviremos para Dios; la muerte ya no se enseñoreará de nosotros; nunca moriremos; compartiremos la indestructibilidad de Cristo.
Esto es precisamente lo que Pablo quiere que creamos y vivamos. Esa confianza. Esa esperanza. Esa seguridad. Esa satisfacción. Para eso es que está Dios en nosotros en Cristo Jesús. Y creerlo es lo que hace de nuestra unión con Cristo una experiencia poderosa y efectiva ahora, y no solo en el futuro.
Es por esto que Pablo enfatiza el efecto que la muerte con Cristo tiene en nuestro futuro. Porque al creerlo, al vivir llenos de esperanza, satisfechos y confiados de que nuestro futro está seguro en Cristo, el poder del pecado se rompe en el presente. El pecado no puede esclavizar a alguien que está totalmente confiado y seguro en la felicidad infinita de la vida futura con Cristo. Es por eso que Pablo resalta en el v. 8 que nuestra muerte con cristo nos asegura una resurrección triunfante con El en el futuro. Ese es el punto de los versículos 9-10. Creer esto es la manera en que nuestra muerte con Cristo se hace poderosa en el presente. 
Ahora bien, esa es una manera en que Pablo desarrolla la relación entre la muerte con Cristo y nuestro futuro (vv. 8-10). También lo hace, pero de otra manera en los versículos 5-7. Así que observemos finalmente la manera en que Pablo defiende la conexión que existe entre nuestra muerte con Cristo y nuestra futura resurrección con El.
2. Romanos 6:5-7
Ahora quiero que noten cómo la unidad comienza de la misma manera que los versos 8-10, o sea, con la conexión entre nuestra muerte con Cristo y nuestra futura resurrección con El.
V. 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección.” Esto es presentado como la base de nuestro andar en vida nueva del versículo 4. Por tanto, es poderosamente crucial para Pablo que nosotros sepamos que seremos unidos a Cristo en una resurrección como esta. Creer eso y esperarlo es esencial, como veíamos en el versículo 8.
Pero ahora Pablo defiende el nexo entre nuestra muerte y resurrección con Cristo en una manera totalmente diferente a como lo hace en los versículos 9-10. Allí se enfocaba en la vida indestructible de Cristo; aquí, en nuestra vida transformada.
Pablo dice: ustedes van a estar unidos en una resurrección como la de Cristo (v. 6) “sabiendo esto (o lo que es igual, porque ustedes saben esto), que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. En otras palabras, Pablo plantea que nuestra muerte con Cristo certifica y garantiza nuestra futura resurrección porque esta asegura nuestra libertad de la esclavitud del pecado. Nuestro viejo hombre fue crucificado. Esto significa que nuestro cuerpo ya no es cómplice irremediable del pecado. Por el contrario, somos libertados de la esclavitud del pecado y el cuerpo ahora puede convertirse en un instrumento de justicia.
El versículo 6 apoya la certeza de nuestra resurrección con Cristo al mostrar que la muerte con Cristo nos santifica, nos cambia y rompe el poder del pecado en nuestras vidas. Esto no significa que el pago de la santificación (santidad) sea la resurrección, pero queda claro que no habrá resurrección sin ella. (v. 22: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin [de esta santificación], la vida eterna.”)
Lo cual trae a colación la siguiente pregunta: ¿Y qué  de la justificación? No somos ya absueltos, aceptados y declarados justos solo por la fe? ¿No es esto lo que asegura nuestra resurrección final con Cristo? ¿Cómo y dónde entra la justificación en todo esto?
Pablo nos da la respuesta en el versículo 7, pero en las versiones de la Escritura al inglés nos es difícil apreciar esto porque traducen el término “justificado” como “libertado”. El versículo 7 dice: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” En todo el resto de los escritos de Pablo (26 usos del verbo dikaiow) el significado de esta palabra es “justificar”, “absolver” o “vindicar.” En ninguna parte Pablo la usa con el significado de “libre” de algo, desde el sentido moral de la libertad del pecado.
Así  que, ¿Cómo pudiera el versículo 7 sustentar el 6?. El v. 6 dice: “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.”; mientras que el 7 afirma: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” ¡Cuán fácil es llegar apresuradamente a la conclusión que ya puesto que la justificación del pecado exige el no ser más esclavos del pecado, esta no debe tener el significado que usualmente tiene (el de la declaracion de inocencia), sino más bien el la transformación real del comportamiento de un individuo!
Sin embargo, esto me parece algo superficial. Por la siguiente razón: ¿Cómo puede alguien ser esclavizado por el pecado? Una manera es por la poderosa influencia de este. Porque es atractivo. Y si esa es la única manera en que el pecado nos esclaviza, entonces el versículo 7 debería tener el siguiente significado: “El que ha muerto ha sido liberado de la poderosa atracción del pecado.” Y de esa manera, “justificado” no tendría su significado ordinario.
Porque existe una manera más profunda en que el pecado esclaviza al hombre y lo mantiene cautivo. Y yo lo he visto obrar de esta manera tan terrible en anos recientes. El pecado crea una culpa que enceguece, haciendo que la persona se sienta sin la esperanza de alguna vez ser incluida entre los justos. Esto mucho más profundo y terrible que ser esclavizado por lo atractivo del pecado. Esto es ser esclavos de la desesperación cegadora del pecado.
Por ejemplo, usted le pregunta a este tipo de personas: ¿No te das usted cuenta que la promesa del pecado es una mentira, y que te está llevando a un callejón sin salida? Es sorprendente como incluso pudiera estar de acuerdo con usted y quizás hasta decir algo como: “Yo lo sé, pero eso no hace ninguna diferencia. De todos modos estoy perdido y no tengo esperanzas.” Aquí tenemos a alguien que no solo es cautivo de la atracción del pecado, sino que, y esto es aun más terrible, es esclavo de la cegadora desesperación de la culpa por el pecado. No pueden progresar en su lucha contra lo atractivo del pecado porque no pueden escapar a la culpa que este produce.
Ahora bien, si tal modo de esclavitud existe, entonces el versículo 7 está perfectamente diseñado para describir su remedio. Veámoslo de esta manera. V. 6: “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. ¿Cómo es esto? ¿De qué manera nuestra muerte con Cristo nos libera de la esclavitud del pecado? La respuesta en el versículo 7 nos muestra que este va primeramente a las raíces profundas de la esclavitud del pecado, no a lo atractivo de este, sino a la fuerza destructora de la culpa que produce, al decir: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” La culpa es borrada antes de romperse el poder de la atracción.
Lo cual, resumiendo, significa que: Al vencer el poder del pecado en nuestras vidas, en principio no se nos da la habilidad moral para romper la atracción del pecado; en su lugar, se nos da el derecho legal y personal de destruir la desesperación que me dice que no puedo ser ni perdonado ni declarado justo. Lamamos a esto justificación. En otras palabras, la justificación es el fundamento para la santificación, la cual, en pago, es la certificación de que estamos en camino hacia una resurrección con Cristo en unión con El. 
Por tanto, podemos decir que el punto principal de los versículos 5-10 es que la unión con Cristo el resucitar a una vida eterna de gozo con Cristo. Y lo hace de dos maneras: 1) nos une a Cristo, quien está vivo con una vida indestructible y no puede morir; y 2) nos une a Cristo, quien nos justifica nos libera de la cegadora desesperación de que estamos sin esperanza en nuestro pecado. Y desde este lugar de esperanza inquebrantable, crecemos en nuestra habilidad para vencer los tentadores lazos del pecado, entregando nuestras vidas en amor.

Sermones Escogidos: ¿Cómo Puede Ser Correcto Para Dios Justificar al Impío?


Romanos 3:20-4:5
En el corazón de nuestro evangelio hay una verdad que a primera vista ofende el sentido judicial de las personas perspicaces. Ese sentido judicial está expresado por el sabio del Antiguo Testamento en Proverbios  17:15 el cual dice, “El que justifica al impío, y el que condena al justo, Ambos son igualmente abominación a Jehová”. (cf. Proverbios 24:24). Nosotros derribamos llenos de indignación a los jueces que absuelven al culpable. Nuestra sensibilidad moral es ultrajada cuando al mal y la culpa no se le dan sanciones legales. Sin embargo en el corazón de nuestro evangelio permanece la oración: Dios justifica al impío que cree en Él. Dios absuelve al culpable. ¡Esto es el evangelio! ¿Pero cómo puede ser correcto para Dios hacer esto?

¿Por qué Se Debe Reflexionar Sobre Esta Cuestión?

Alguien podría decir, ‘No te preocupes con el por qué Dios es justo cuando hace lo que hace. Si dice que lo hace, sólo confía en que es lo correcto. No dudes de tu Creador’. Ahora bien, yo admiro una confianza tan fuerte en la justicia de Dios. Y es cierto que Dios es bastamente más sabio, más elevado, y más profundo que nosotros, tanto que lo que a primera vista para nosotros puede parecer incorrecto, es correcto cuando todo lo que Dios conoce es tomado en cuenta. Pero el deseo de conocer cómo puede ser correcto para Dios absolver al culpable, no fluye necesariamente de la duda. Existen al menos otras dos razones que nos mueven a hacer esta pregunta:
Una es las ansias de admirar la profundidad de la sabiduría de Dios. Cuando usted admira la perspicacia fisiológica dentro de los misterios del cuerpo humano, sus preguntas “¿cómo puede ser esto?, ¿cómo puede ser aquello?” no necesariamente vienen de la duda. Pueden venir del puro deleite que nos proporciona ver la asombrosa complejidad de la forma en nuestros cuerpos funcionan. Considero una señal muy importante de que una persona ama a Dios, si desea conocer mejor a Dios, ver aun más profundo dentro del corazón divino, para admirar y adorar y disfrutar de Dios más intensamente.
La otra razón para querer saber cómo es correcto para Dios justificar al impío, es el deseo de eliminar tantas piedras de tropiezo innecesarias como sea posible, que nos impidan aprobar razonablemente la manera de actuar de Dios. El deseo de exonerar a Dios no es malo mientras no distorsionamos su verdad para hacerlo aceptable ante las personas de mente mundana. Si Dios ha revelado el ‘cómo’ y ‘por qué’ de su acción, entonces no deberíamos vacilar en explicarlos claramente, para ayudar a las personas a ver, y así, sincera y razonablemente aprobar la sabiduría y justicia de Dios.
Es obvio por Romanos 3:21-26 que Dios ha dado una respuesta a nuestra pregunta y por tanto debe querer que la consideremos. Eso es lo que quiero que hagamos ahora en la preparación de nuestro servicio de Santa Cena. Sigamos el pensamiento de Pablo aquí en estos versículos.

El Problema de la Justicia de Dios

Hasta el versículo 21 de Romanos 3, Pablo ha mostrado que todos los hombres están bajo pecado y quedan bajo el juicio de Dios (ese también ha sido el punto de nuestros dos últimos mensajes de los domingos por la mañana). Ahora Pablo dirige su atención hacia el remedio de la enfermedad universal, que es el pecado, y al juicio. “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él”. Esta es la mejor noticia del mundo para quienes sentimos nuestra culpa ante Dios y conocemos que nuestra justicia es completamente inadecuada para ganar el favor de Dios. La buena noticia es que Dios, en su gran amor, ha provisto una justicia disponible para todo aquel que encuentre su confianza para la vida, en Jesucristo. No podemos trabajar para ganarnos este regalo, ameritarlo, o merecerlo; pero está allí para todo aquel que ponga su esperanza en Cristo. Romanos 4:4-5 deja esto claro: “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; 5mas al que no obra [i.e. no trata de ganar, ameritar, o merecerse el regalo de Dios], sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”. La buena noticia es que existe un indulto gratuito para el culpable que deja de tratar de impresionar a Dios y a los hombres, y en lugar de eso, descansa en Jesús. No existe medicamento humano o recreo que pueda tranquilizar a la conciencia culpable como puede hacerlo esta verdad. Anhelo que usted la tome para sí y salga hoy de este lugar con la verdad de Cristo.
Pero ahora esta inmensamente buena noticia creaba un problema para el apóstol Pablo, con el cual, con la ayuda de Dios, lidia en los versículos 24-26. El versículo 24 dice “…siendo justificados gratuitamente por su gracia”. Pero no se detiene ahí. Va más profundo y da las bases o los cimientos de la justificación. La absolución del culpable tiene lugar sobre las bases de una transacción divina que ocurre en la experiencia de Cristo. Esta transacción es llamada “redención” en el versículo 24, es decir, compra o rescate. Algo ocurrió en la muerte de Jesús que es tan estupendo que sirve como base para perdonar a millones y millones de pecadores que confían en Cristo. ¿Qué fue lo que ocurrió?
Pablo da la respuesta en los versículos 25 y 26:   “… a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”.
 Aquí vemos el problema que la justificación del impío causaba para Pablo. La justicia de Dios está llamada a ser cuestionada por haber pasado por alto los pecados. Dios está ahora pasando por alto los pecados de aquellos que confían en Jesús. Y el capítulo 4 en los versículos 6 al 8 muestra que Dios ha estado haciendo lo mismo durante generaciones, a los que confían en él. “Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, 7diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”. Dios ha pasado por alto los pecados de ancianos cuando justificó a Abraham y a David por fe, y ahora está pasando por alto los pecados de todos los que confíen en Jesús. Y Pablo dice en el versículo 25 que a causa de esto la justicia de Dios está siendo cuestionada, tanto que tiene que demostrar su justicia poniendo a Cristo como propiciación mediante la fe en su sangre.
Pero ¿por qué está siendo cuestionada la justicia de Dios cuando pasa por alto los pecados y justifica al impío? La razón no es que esto confirmará a los pecadores en su perversidad y perpetuará su pecado, fue evidente por el mensaje del domingo pasado que la fe salvadora siempre transforma al pecador. Dios siempre santifica a aquellos que justifica. Por tanto, el perdón del culpable no regresa a los violadores a las calles, produce transformación mediante el Espíritu Santo (lo que es el tema de que quiero hablar el próximo domingo). Así que la justificación del impío no llama a la justicia del Dios a ser cuestionada porque podría perpetuar el pecado. La verdadera razón, pienso yo, es que el pecado siempre es un desprecio hacia la gloria de Dios, y por tanto al Dios pasarlo por alto, parece como si estuviera de acuerdo en que su gloria carece de valor. Ello hace que Dios parezca como si no fuera honesto consigo mismo. Ello hace ver a Dios como si ya no tuviera el propósito de demostrar su gloria o preservar su honra. Pero si  Dios niega su propio infinito valor, entonces no solo está dejando de ser verdadero consigo mismo, sino que también la gloria por la que su pueblo ha esperado es devaluada de su valor supremo. Esto sería el ultraje supremo y colmo de la injusticia.
La razón por la que pienso que es esta horrible posibilidad la que llama a la justicia de Dios a ser cuestionada es que en Romanos 3:23 y 1:21, la esencia del pecado parece ser rehusarnos a glorificar y honrar a Dios. El versículo 23 dice: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos [o privados] de la gloria de Dios” Romanos 1:21-23 explica lo que esto quiere decir, “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias […] profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”. El hombre natural siempre se deleita más en la gloria de las cosas creadas que en la gloria de Dios. Y al hacer eso cambia la gloria de Dios y por lo tanto queda destituido o privado de ella. 
Por tanto, cuando Dios pasa por alto un pecado que tanto menosprecia su gloria parece como si considerara que su gloria carece de valor. Pero sería incorrecto que Dios no preservara su honra, ni la mostrara. Él estaría siendo injusto si actuara de esta manera. Ese es el meollo del problema de Pablo con la justificación del impío. Esto hace ver a Dios (al absolver a personas que han pisoteado su gloria en el lodo) como si ya no valorara su gloria.

La Reivindicación de la Justicia de Dios

Su solución, en una palabra, es la muerte de Cristo. Según el versículo 25, Dios pone a Cristo como propiciación “por medio de […] su sangre”, i.e. por medio de su muerte. ¿Cómo podría Dios mantener el valor de su propia gloria y todavía ser justo; y, sin embargo, justificar al impío cuyo pecado ha mancillado y despreciado esa gloria? La respuesta dada en los versículos 25 y 26 es: Enviando a Cristo a morir y demostrando así la justicia de Dios. Pero ¿cómo la muerte del Hijo de Dios demostraba la justicia de Dios, su lealtad al valor de su propia gloria?
Pablo no nos explica esto claramente, en detalles, pero pienso que podemos unir brevemente las piezas. Conocemos de otras Escrituras que todo lo que Jesús hizo en su vida y muerte, lo hizo para la gloria de su Padre. Por ejemplo, cuando Jesús se aproxima a la hora  de Su muerte, dice, “Hora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez” (Juan 12:27-28). Luego, cuando Judas había partido de la Última Cena, y su muerte era inminente. Dijo, “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él” (Juan 13:31). Finalmente en la gran oración de Jesús en Juan 17, ve su muerte como casi completa y dice “o te he glorificado en la tierra [Padre]; he acabado la obra que me diste que hiciese” (17:4).
Lo que vemos en este texto es que todo lo que Jesús sufrió, lo sufrió para el bien de la gloria de Dios. Por tanto, todo su dolor, vergüenza, deshonra, y humillación sirvió para magnificar la gloria del Padre, porque mostró cuan infinitamente valiosa es la gloria de Dios, de manera que una perdida como esa debía ser sufrida por su bien. Cuando miramos a la terrible muerte que sufrió el perfectamente inocente e infinitamente valioso Hijo de Dios en la cruz, y escuchamos que sufrió todo eso para que la gloria de su Padre pudiera ser restaurada, entonces sabemos que Dios no ha negado el valor de su propia gloria. Dios no ha dejado de ser verdadero consigo mismo, no ha dejado de defender su honra y mostrar su gloria, él es justo. La horrible muerte del Hijo es el medio por el cual el Padre puede ser ambas cosas, justo, y el único que justifica al impío que tiene fe en Jesús.
Este es un pensamiento glorioso. Nuestra justificación no está basada en una sentimentalidad débil. Está basada en la inconmovible Roca de la inaccesible justicia de Dios, demostrada en la muerte y certificada en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Oro para que la Palabra sea una raíz profunda y una gran fortaleza a nuestra fe cuando conmemoremos la muerte de nuestro Señor juntos.

Sermones Escogidos: La Vida Eterna ha Aparecido en Cristo

La Vida Eterna ha Aparecido en Cristo


1 Juan 1:1-4
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos, acerca del Verbo de vida 2(pues la vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó); 3lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4Os escribimos estas cosas para que nuestro gozo sea completo.
Las únicas cartas en el Nuevo Testamento que no mencionan el nombre del autor son las tres cartas de Juan y la epístola a los Hebreos. La iglesia añadió el título (Primera Epístola del Apóstol San Juan) después. Pero hay tres buenas razones para creer que el apóstol Juan escribió la carta.
Primero, porque los primeros escritores cristianos aceptaron que Juan era el escritor—Ireneo (200 d. de J.C.), Clemente de Alejandría (215 d. de J.C.) y Tertuliano (220 d. J.C.). Segundo, porque el escritor se identifica como un testigo ocular de la vida terrenal de Jesús (1:1): “lo que hemos visto con nuestros ojos…lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos”. Tercero, el estilo y la terminología son casi iguales al estilo y la terminología del Evangelio de Juan.
Al final del Evangelio de Juan (21:24) es escrito explícitamente que el apóstol que lo escribió fue el discípulo amado’’, es decir, el discípulo que tenía la más intima amistad personal con Jesús, el que en la última cena se reclinó en el pecho de Jesús (13:23), a quién Jesús le encomendó a su madre, el que corrió más aprisa que Pedro al sepulcro vacío (20:2-4).
Pero el discípulo amado nunca se nombra. Tuvo que ser uno de los tres íntimos: Pedro, Jacobo o Juan. ¡No pudo haber sido Pedro porque corrió más aprisa que Pedro! Y según Hechos 12:1 Jacobo fue muerto por Herodes aproximadamente diez años después de la muerte de Jesús. No es probable que el Evangelio según San Juan fuera escrito en una fecha tan cercana. Entonces la conclusión más probable es que el discípulo amado y el autor del Evangelio y las epístolas fue el apóstol Juan.
En un sentido esto no es importante, puesto que el autor bajo la inspiración del Espíritu Santo no nos dijo su nombre, y en última instancia el significado del libro no depende del conocimiento de quién fue el autor.
Pero en otro sentido es importante, porque un rechazo de la profesión del autor (la paternidad literaria) de Juan casi siempre va junto con el rechazo de su aserción de ser un testigo ocular del Señor. Tácitamente ningún erudito dice que “No fue Juan. Fue otro de los doce”. Todos saben que si el autor de esta carta estaba tan cerca a Jesús para tocarlo, entonces fue Juan. No hay otros candidatos probables entre los discípulos de aquellos días.
Entonces rechazar de Juan como el autor es virtualmente siempre un rechazo de la verdad del primer versículo de la carta: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto,…lo que han palpado nuestras manos…”. Si no fue Juan, no fue un testigo ocular, y la integridad del autor (que reclama ser un testigo ocular) es impugnada desde el principio.
Por tanto la razón por la que empiezo con estos pensamientos de la paternidad literaria de esta carta es para reforzar el asunto con que el autor empieza: había oído, había visto y había palpado al Hijo de Dios.
En el día del juicio Dios preguntará a las personas que han leído esta carta y que no han creído su testimonio: “¿Por qué no creíste el testimonio de mi siervo Juan? ¿Manifestó las cualidades características de un mentiroso o un lunático? ¿Contradijo el mensaje de su carta verdades razonablemente establecidas en la historia? ¿No estaba de acuerdo su testimonio con los otros testimonios de mi Hijo? ¿Por qué no creíste su testimonio?
En ese día de la verdad será una sola respuesta: “Todo el que hace lo malo odia la luz, y no viene a la luz para que sus acciones no sean expuestas” (Juan 3:20). No es porque nos falta testimonio confiable de la verdad de Cristo que estamos lentos para creer. Es porque creer es ser quebrantado y permitir que la oscuridad de nuestros corazones sea expuesta a la luz de la santidad de Dios.
Los exhorto a Uds. a que no cierren los rincones escondidos de pecado en sus vidas sino a que vengan a la luz y consideren con diligencia la realidad que en esta carta tenemos que tratar con el mensaje del que en verdad vio y tocó al Señor de gloria.
Para desempacar el significado de estos cuatro versículos, he intentado poner en orden lógico las aserciones principales que veo.
  1. Cristo, nuestra Vida, ha existido eternamente con el Padre.
  2. Cristo, nuestra Vida, se manifestó en la carne.
  3. Por medio de la encarnación de Jesús, Juan ha obtenido comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
  4. Por tanto, Juan hace de la proclamación de Cristo la base de su comunión con los otros creyentes.
  5. Juan anhela la plenitud de gozo que viene cuando los demás comparten su deleite en la comunión del Padre y del Hijo.
El manantial de donde el río de este texto fluye es Cristo que nunca tuvo un principio sino que ha existido eternamente con el Padre. Y el océano a donde el río de este texto fluye es el gozo de nuestra comunión entre nosotros y con el Padre y el Hijo.
Por consiguiente, esta mañana me gustaría caminar junto al río de este texto y tomar brevemente en estos cinco lugares. Mi meta es que Dios use el agua de su palabra para refrescar tu confianza en Cristo y para intensificar tu deseo para el gozo de su comunión.

1. Cristo, nuestra Vida, ha existido eternamente con el Padre.

v. 2 – “La vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó”.
Primero, notemos que Cristo simplemente se llama “la Vida”. “La vida fue manifestada”. Cristo fue el que fue hecho manifiesto. Cristo apareció en forma humana. Pero como dice 1 Juan 5:11, 12: “Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida”. Entonces el Hijo de Dios, Cristo Jesús, es nuestra Vida. Cuando tenemos comunión con él, compartimos la vida.
Segundo, notemos que esta vida es eterna. “La vida fue manifestada…y os anunciamos la vida eterna”. Este es el mejor comentario sobre la primera frase del primer versículo: Lo que existía desde el principio… “Desde el principio” quiere decir que Cristo nuestra Vida estaba allá cuando la creación empezó. Él es eterno. No tuvo principio. No tendrá fin. No es parte de la creación. En el principio él es la fuente de la creación. Toda vida sale de él. Él es el manantial, no parte del río. “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de él, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3).
La aserción más fundamental de este texto es que Cristo nuestra Vida ha existido eternamente con el Padre. Todo lo demás fluye de esto. Hacemos bien si meditamos frecuentemente y profundamente en la realidad majestuosa que Cristo ha existido sin principio desde toda eternidad.

2. Cristo, nuestra Vida, se manifestó en la carne.

Otra vez el versículo 2 hace muy sencillo este punto: La vida fue manifestada. Es decir, el Cristo eterno llegó a ser visible. Se apareció. Y el sentido en que apareció es hecho comprensible en versículo 1: Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos…
La realidad que Juan reclama haber tocado lo que existía desde el principio, es decir, la Vida eterna manifestada, muestra claramente que el punto aquí es la encarnación. El Cristo eterno, quien estaba con el Padre desde el principio y en verdad era Dios —este Cristo apareció en la carne. Llegó a ser hombre—.
Aquí está la gran piedra de tropiezo. La gente ha tropezado sobre ella desde los días de Juan hasta nuestros propios días. (Cf. EL MITO DE DIOS ENCARNADO). Juan dice en su segunda carta (v. 7): “Muchos engañadores han salido al mundo que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Ese es el engañador y el anticristo”.
Muchos están dispuestos a creer en Cristo si él solamente se queda como una realidad espiritual (para ellos). Pero cuando predicamos que Cristo ha llegado a ser hombre particular en un lugar particular impartiendo órdenes particulares y muriendo en una cruz particular exponiendo los pecados particulares de nuestras vidas particulares, entonces la predicación deja de ser aceptable para muchos.
No creo que sea tanto el misterio de una naturaleza divina y humana en una persona que causa a la mayoría de la gente que tropiece sobre la doctrina de la encarnación. La piedra de tropiezo es que si la doctrina es verdadera, cada persona en el mundo debe obedecer este hombre judío particular. Todo lo que dice es la ley. Todo lo que hizo es perfecto. Y la particularidad de su obra y palabra brota en la historia en la forma de un libro inspirado particular (escrito en los idiomas particulares griego y hebreo) que reclama una autoridad universal sobre cualquier libro que jamás haya sido escrito.
Esta es la piedra de tropiezo de la encarnación —cuando Dios llega a ser hombre, él quita toda pretensión del hombre para ser Dios—. Ya no podemos hacer más lo que queremos. Debemos hacer lo que este único hombre judío quiera que hagamos. Ya no podemos fingir más que somos autosuficientes, porque este único hombre judío dice que todos estamos enfermos con el pecado y debemos venir a él para ser curados. Ya no podemos depender más de nuestra propia sabiduría para encontrar vida, porque este único hombre judío, que vivió por 30 años obscuros en un país pequeño en el Medio Oriente, dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”.
Cuando Dios llega a ser hombre, el hombre cesa de ser la medida de todas las cosas, y Este Hombre llega a ser la medida de todas las cosas. Simplemente es intolerable al corazón de los hombres y las mujeres. La encarnación es una violación del proyecto de derechos humanos escrita por Adán y Eva en el huerto del Edén. ¡Es totalitario! ¡Es autoritario! ¡Imperialismo! ¡Despotismo! ¡Usurpación! ¡Absolutismo! ¿Quién piensa Él que es?
¡DIOS!
Por lo tanto la doctrina de la encarnación ha sido desde el principio un examen (criterio de prueba) de la ortodoxia y la autenticidad espiritual. 1 Juan 4:2, 3: “En esto conocéis el Espíritu de Dios; todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios”.
Solo el Espíritu de Dios puede romper nuestra rebelión contra la particularidad autoritaria de la encarnación y hacernos someter con gozo a este hombre judío como nuestro soberano absoluto. Y por lo tanto la confesión que Dios ha venido en la carne es el examen doctrinal de Juan si somos de Dios.

3. Por medio de la encarnación de Jesús, Juan ha obtenido comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

La última parte del versículo 3 dice: “Nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. La comunión (koinonia) es una experiencia personal de compartir algo significativo al igual que los demás. Es la alegría de estar en un grupo cuando están de acuerdo sobre lo que importa mucho. Es lo que hace trabajar con Tom y Steve y Dean y Char uno de los deleites más grandes de mi vida. Es lo que da raíz y fibra (carácter) y fruto al matrimonio cristiano.
Entonces decir que tienes comunión con el Padre y con su Hijo significa que compartes sus valores. Crees lo que creen y amas lo que aman. Por lo tanto te deleitas al pasar tiempo junto con ellos. Te encanta incluirlos en todo lo que haces. Aprecias la idea de pasar la eternidad conociéndolos mejor.
Muy prácticamente lo que quiere decir es que repetidamente recordamos porciones memorizadas de la palabra de Dios; y mientras el Señor nos habla una palabra de aviso o de promesa o de guía, oramos por su ayuda para responder apropiadamente y en seguida confiamos en él mientras andamos con él en la luz. Él se te acerca por su palabra. Tú te acercas a él por la oración, y en el poder de la comunión haces su voluntad.
Juan sabe que el regalo de esta comunión es debido a Jesús. Cristo vino y se hizo el amigo de recaudadores de impuestos y pecadores. Ofreció su comunión a cualquiera que estuviera dispuesto a cambiar sus valores y a estimar todo del mismo modo que él. No puedes tener comunión con Jesús si no confías en su juicio. Pero si confías en Jesús, no solo tienes comunión con él, sino también con Dios el Padre. Juan dice en 2:23: “Todo aquel que niega al Hijo tampoco tiene al Padre; el que confiesa al Hijo tiene también al Padre”. La comunión con Dios solo es posible por medio de Jesucristo su Hijo.
Entonces cada vez que alguien da testimonio de la verdad de Jesucristo —quién fue, lo que hizo y lo que estima— la oportunidad existe para que los que oyen el testimonio terminen de rebelarse contra la voluntad de Cristo, acepten sus valores, y comiencen a tener comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo.

4. Por tanto, Juan hace de la proclamación de Cristo la base de su comunión con los otros creyentes.

El versículo 3 dice: “Lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo”. O al leer el versículo al revés: “Puesto que nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo, la única manera en que podemos cultivar comunión con vosotros es proclamaros lo que sabemos sobre el Hijo a quién hemos visto y oído”.
En la Iglesia Bautista Belén hablamos sobre tres prioridades del ministerio: el compromiso con Dios en la adoración, el compromiso de los unos con los otros en el crecimiento mutuo, el compromiso con el mundo en el testimonio. Note que este versículo sustenta claramente la relación entre los primeros dos compromisos. Para experimentar comunión con sus lectores Juan les dice lo que cree sobre Jesucristo. En otras palabras, no hay comunión significativa entre las personas que no creen igual con respecto a Jesucristo. La doctrina compartida [que tenemos en común] es la base de la comunión cristiana.
Cuando Juan quería cultivar comunión con un grupo de personas, les escribe una carta llena de teología. Cuando Pablo quería preparar una comunión misionera para apoyarlo y para enviarlo a España, escribió un libro teológico que se llama Romanos. Si deseas que tu comunión sea más profunda y más fuerte, debes compartir más teología.

Hay muchas lecciones para nosotros aquí. Permítame mencionar tres.

Primero, el gran peligro del movimiento carismático alrededor del mundo hoy (con todo el bien que veo en él) es que a menudo procura preservar la comunión entre creyentes a base de una experiencia compartida antes que a base de la teología compartida. Este no es el camino bíblico, y con el tiempo resultará en la muerte de una experiencia mal cimentada o en el desarrollo de una teología herética para suavizar las deferencias.
Segundo, con seguridad este texto implica que ningún cristiano se debe casar con un incrédulo. La comunión profunda de las cosas más importantes no es posible donde no compartimos el mismo entendimiento y afecto por Cristo.
Tercero, es una gran y triste ironía que como una Convención (Bautista General), que profesa estimar la Biblia, tengamos la reputación de procurar preservar la unidad de la comunión no por exaltar las grandes doctrinas de la Escritura, sino por evitarlas. Cuando Juan quiso cultivar y preservar la comunión de sus lectores, se hizo teólogo. Cuando la Convención quiere cultivar y preservar la comunión, se hace ateóloga. En muchas maneras estamos pagando el precio por esto. Y es una gran tristeza.
Si Dios quiere, escogemos una dirección diferente en Belén. Seremos explícitamente teológicos y siempre a plena vista proclamamos nuestra doctrina. La última cosa que quiero es atraer o mantener miembros por ocultar las mismas características que nos llenan de pasión y celo para la gloria de Dios. Diluir la teología al denominador menos común de la aceptabilidad es la señal de la muerte para la adoración, la ortodoxia, las misiones, la moralidad y el crecimiento. Y la Convención Bautista General tiene problemas en todas esas áreas.
Seamos como Juan. Versículo 3: “Lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros”. ¡Esto es lo que creemos sobre Cristo! ¿Estiman Uds. lo que estimamos?

5. Juan anhela la plenitud de gozo que viene cuando los demás comparten su deleite en la comunión del Padre y del Hijo.

Versículo 4: “Os escribimos estas cosas para que nuestro gozo sea completo”. Yo creo que la Biblia de Las Américas está en lo correcto al aceptar la lectura “nuestro gozo” en vez de la lectura de la Reina Valera 1960 “vuestro gozo”.
Por supuesto, en una iglesia donde una de nuestras características es el hedonismo cristiano, esto no es ninguna sorpresa. Primero sale el gozo tremendo de conocer a Dios y experimentar comunión con él. Pero después tenemos hambre de algo más. No que algo se le pueda añadir a Dios, sino que más de Dios se podría experimentar en la comunión de los santos (Cf. Salmo 16:1-3). Si no fuera la verdad, el anhelo de la comunión sería idolatría. Nuestro gozo en la comunión de Dios se hace completo en el gozo que los demás tienen en la comunión de Dios.
Esta es la esencia del hedonismo cristiano —la doctrina que no solo es permitido sino que es necesario perseguir tu propia alegría en la alegría santa de los demás—. Si hicieras tu meta guiar a un amigo en la comunión de Dios, pero en tu corazón dijeras: “No me importa si él encuentra la comunión con Dios”, serías malo. Dios no quiere que nuestro corazón sea indiferente al bien que buscamos. Dios quiere que nos regocijemos en el bien. Quiere que persigamos nuestro gozo en el bien como Juan lo hizo. “Os escribimos estas cosas para que nuestro gozo sea completo”.
Que doctrina devastadora —enseñar que es incorrecto que un cristiano persiga su propia alegría—. Esta doctrina insulta a Dios que nos manda a deleitarnos en el Señor y estimarlo como gozo cuando pongamos nuestras vidas para compartir ese gozo con los demás.

En resumen:

  1. Cristo, nuestra Vida, ha existido eternamente con el Padre.
  2. Cristo, nuestra Vida, se manifestó en la carne.
  3. Por medio de esta encarnación obtenemos comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
  4. Por tanto, debemos hacer del entendimiento bíblico de Cristo la base de la comunión con los otros creyentes.
  5. Debemos procurar traer a los demás a esta comunión porque anhelamos la plenitud de gozo que viene cuando los demás comparten la delicia que tenemos en la comunión del Padre y del Hijo.

sábado, 22 de enero de 2011

El Falso Avivamiento de las Naciones: Un Sermón para Meditar - Una Crítica- Una Denuncia contra la corrupción religiosa




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¿A quién da la gloria?
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Análisis de una realidad que no se corresponde con la verdad bíblica: el falso avivamiento de las naciones 



Por: Pr. Miguel Rosell* 

“Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el cristo (el ungido); y a muchos engañarán… Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes” (Mateo 24:1-5,11,24,25). 
Introducción 

Quiero denunciar desde estas líneas el engaño que está tomando lugar por parte de muchos apóstoles y profetas falsos, en relación a la cuestión del llamado avivamiento. En los términos del Neo Pentecostalismo, lo que voy a estar enseñando no es nada popular, sino todo lo contrario, pero es necesario que algunos nos levantemos para decir la verdad. 

Ricardo y Patty Rodríguez de Colombia, anunciaron un congreso de avivamiento: “Como un viento recio, 2009”. Me gustaría en este ensayo ir desgranando paso a paso la cuestión del tan manido avivamiento desde la Biblia, y tomaré como ejemplo parte de las declaraciones de esas dos personas, así como de otras que aparecen en su vídeo promocional del citado congreso, como Bill Hamon, Cindy Jacobs, Alberto Motessi. 

Nos damos cuenta que el falso mover apostólico y profético; el G12, el D12, y similares, van de la mano con el llamado “avivamiento de las naciones” y sus consecuentes congresos. Todo es lo mismo, con el fin de seducir y engañar al verdadero cristiano. No en vano el Señor Jesús mismo lo advirtió de forma vehemente (Mateo 24:24,25). 

Empecemos por los conceptos. 

1. ¿Avivamiento? 

La palabra que usan para definir su creencia es “avivamiento”. Todo el potencial de su discurso y actuación, está basado en esa palabra, la cual usan constante y repetitivamente. Pero, curiosamente, la palabra “avivamiento” ni siquiera viene en la Biblia. No está.

En cambio, La Palabra nos enseña a cómo proceder como verdaderos cristianos, y nos habla de crecer en la piedad, en la verdad, en la pureza, en la virtud, en lo que es justo, en la honestidad, en lo amable (Filipenses 4:8), en el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22,23), sin dejar de lado los dones del Espíritu (1 Corintios 12:8-11). 

El poder, ya lo tenemos si es que somos de Cristo y vivimos llenos del Espíritu Santo:
“…antes sed llenos del Espíritu” (Efesios 5:18). Ahora bien, ese poder no lo es en apariencia, sino que lo es en verdad y conforme a la verdad, con el fin de vivir en la plenitud de la voluntad de Dios. A ese poder, la Biblia le llama GRACIA, y actúa en nosotros para salvación (Efesios 2:8), y para santificación (1 Tesalonisenses 4:7; 2 Tesalonisenses 2:13; 1 Pedro 1:2). 
Así pues, ¿Cómo definiríamos a un cristiano verdaderamente avivado?, ¿Uno que cae de espaldas y hasta se revuelca cuando el “ungido” de turno le toca o sopla sobre él? ¿Uno que se estremece sin control, no pudiendo tener control sobre su cuerpo? ¿Uno que juntamente con muchos otros, montan una especie de circo, ante la mirada atónita de los indoctos o incrédulos que dirán que están locos, echando de ese modo el evangelio por el suelo (1 Corintios 14:23) ¿Uno que va siempre en busca del ungido (a) de turno para que le profetice y le tire al piso? ¿Uno que busca el “poder” para esto o aquello?… (los brujos también buscan poder). 

No. Un cristiano verdaderamente ungido (es decir, lleno del Espíritu Santo), no hace esas cosas extravagantes, algunas indecentes (1 Corintios 14:40). Un cristiano como es debido teme a Dios. Un cristiano como debe ser, vive en el verdadero poder del Espíritu Santo, para la santidad en Cristo. 

El caso de Elías en Horeb 



Elías en Horeb, en su celo por Dios, se dio cuenta de que Dios no estaba en el viento grande y poderoso que rompía los montes, y quebraba las peñas. Se dio cuenta de que Dios no estaba en el terremoto, y tampoco en el fuego, pero Dios sí estaba en el silbo apacible y delicado (1 Reyes 19:9ss). 
¿Saben cuál es el problema? El confundir la unción y la presencia de Dios con lo que es la apariencia de poder y en definitiva, de espectáculo, vistosidad, show, apariencia, y cosas semejantes. 

2. Torciendo la Escritura 
Pero la cosa tiene su miga. Estos falsos maestros tuercen la Escritura para probar sus teorías pseudo espirituales; el resto es obra de las emociones, la carne y de los demonios. Veamos entonces qué enseñan para justificar sus detracciones. 
El asunto tramposo aquí es comparar la venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés sobre los discípulos que aguardaban en el aposento alto, con este falso mover del espíritu, a lo cual llaman “avivamiento”, y que con ese “poder” – entre otras falacias – pretenden conquistar las ciudades y las naciones “para Cristo”. 

En el video promocional del avivamiento de los Rodríguez, escuchamos: 
“En Pentecostés un viento recio cambió la historia de la humanidad. En el 2009 ese mismo viento recio cambiará la nuestra”. 

Esto no es conforme a la verdad escritural. La venida del Espíritu Santo en su manifestación de poder, lo que denominamos comúnmente Pentecostés, “no cambió la historia de la humanidad”, como dice Ricardo Rodríguez. La humanidad ha seguido igual de pecadora, y el mundo todavía está bajo el maligno (1 Juan 5:19). Pero, ¿por qué utiliza Rodríguez ese cebo, esa expresión tan conforme a los términos del marketing?, pues porque en ese cebo se esconde el anzuelo que hace que a muchos se les hinque bien adentro: “En el 2009 ese mismo viento recio cambiará la nuestra”. En otras palabras, Rodríguez al más puro estilo de marketing nos vende la idea de que en su congreso de avivamiento la misma manifestación de aquel día de Pentecostés, tendrá lugar. 

Rodríguez le ha puesto lugar y fecha al Espíritu Santo. Rodríguez tiene la osadía de convocar al Espíritu de Dios para hacer, lo que nunca el bendito Espíritu de Dios hará, por mucho que se pretenda: el escándalo y el ridículo. 

Rodríguez obvia el hecho de que ese Espíritu Santo que vino en Pentecostés, todavía está en los verdaderos y santos hijos de Dios, los que componen la Iglesia de Jesucristo, y por tanto “no cambiará nuestra historia” en su congreso, sino que lo hace día a día, y seguirá haciéndolo hasta el día en que seamos arrebatados, y siempre en el contexto de la verdadera piedad y santidad. 

Respecto al uso interesado de la Escritura por parte de esos falsos maestros de la unción, Ricardo Rodríguez, en ese mismo vídeo, al cual se le ve predicando ante miles, exclama: 
. 
“Necesitamos la unción, necesitamos la unción. Jesús dijo no vayan al ministerio sin la unción, quédense en Jerusalén hasta recibir la unción, ser investidos de poder de lo alto…”. 

Como decimos, Ricardo Rodríguez es como muchos otros, tales como Cash Luna, César Castellanos, Rony Chaves, Fernando Sosa, Benny Hinn, Cindy Jacobs, y cientos famosos más, un hábil tergiversador de la Palabra. 

Veamos. Lo que Jesús les dijo a los discípulos justo antes de su ascensión a los cielos en cuanto a permanecer en Jerusalén hasta recibir poder de lo alto (Hechos 1:4), fue para esos discípulos en ese tiempo, y en ese lugar. 

Una vez llegó el bautismo del Espíritu Santo (Hechos 2:4), no sólo llegó para aquellos discípulos de aquel día de Pentecostés, sino que a partir de aquel día vino a todos los discípulos de todas las edades, y se quedó. 

Otra vez, Rodríguez pretende vendernos una entrada para su congreso de avivamiento, donde – según él – recibiremos poder de lo Alto, ¡¡Cuando ese poder ya está en nosotros desde el momento en que nos entregamos a Cristo, y actúa por la fe!! 

Si usted, querido hermano es verdadero hermano en la fe, usted tiene el Espíritu Santo, y no debe quedarse esperando en “Jerusalén”, sino que ya está listo para vivir una vida que agrade a Dios. 

Mientras que Rodríguez habla, el vídeo muestra escandalosamente a la gente regada por el piso, cayéndose sin control, en total desorden, y se oye a Rodríguez exclamar: “¡Recibirán poder, recibirán poder, recibirán poder!…” 

Para ellos ser llenos del Espíritu Santo resulta en manifestar esos comportamientos que en ninguna parte se encuentran en la Biblia. 

3. Usando la profecía personal como instrumento
     para el error 

En ese mismo vídeo promocional, aparece Cindy Jacobs “profetizando” al matrimonio Rodríguez, diciéndoles que “Dios les dice: ustedes dos serán usados de una manera extraordinaria para la reevangelización de Europa…”. Recuerdo cuando la Jacobs vino a Madrid, España en el 2002, y les “profetizó” a los cristianos gitanos que irían a Irak ¡en plena guerra! a evangelizar a los iraquíes… 

Cuando uno que se deja llevar, escucha ese tipo de “profecías”, le embarga una emoción, un sentimiento de euforia “santa” impresionante, pero sólo es euforia; pura vanidad. 

Alberto Motessi, en ese mismo vídeo exclama: “Me uno a la palabra profética para proclamar a Bogotá y Avivamiento, capital del más grande movimiento del Espíritu Santo”. 

No sabía que el Espíritu Santo tenía una capital. Eso es como decir que Jesucristo tiene por capital… ¿Bogotá?… Saben ese tipo de profecías me recuerdan a las de los falsos profetas del tiempo del rey Acab, que eran como cuatrocientos hombres, Sedequías entre ellos (véanlo en 1 Reyes 22). 

Son profecías que gusta escuchar, que son agradables a los oídos, como la de aquellos falsos profetas, pero siempre, siempre, en medio de ellos, se levanta un Micaías que profetiza la verdad, para desagrado de los muchos Acabs que pretenden conquistar lo que Dios no les ha dado a conquistar. En cuanto a Acab, una porción de Siria; en cuanto a estos modernos Acabs, el mundo entero. 

En ese mismo vídeo, el falso apóstol Bill Hamon, profetizando a Ricardo Rodríguez y su esposa, les dice de “parte del Señor”: “…os he levantado en el reino para un tiempo como este para levantar esa nueva generación para que vayan a poseer el reino”. O sea, que los Rodríguez del “Centro de Avivamiento Mundial” (nombre bastante presuntuoso, por cierto), son los encargados de parte de Dios de “levantar una nueva generación que poseerá el Reino¿?¿?” 

La Biblia dice que el Reino está en nosotros: “Sabemos que somos de Dios” (1 Juan 5:19a); pero que el Reino visible y tangible, no vendrá, hasta que vuelva el Rey (Daniel 2:34,35,44,45; 7:13,14). Nadie en este tiempo poseerá el Reino, que sólo poseerá Cristo en su venida gloriosa (Apocalipsis 20). 

¿Por qué ese esfuerzo continuo en hacernos creer una mentira como esa? 
Patty de Rodríguez, en el vídeo aludido declara lo siguiente: “Esta es la hora, no es mañana, no es pasado mañana, es hoy, hoy, hoy Dios ha declarado que entraremos a poseer esta tierra”. 

Tomando el ejemplo que no viene al caso, de los israelitas que debían tomar la tierra que Dios les prometió, estos falsos maestros dicen en voz en cuello que la Iglesia tiene que poseer la tierra hoy, menospreciando el hecho de que la Biblia dice que nuestra ciudadanía no es de este mundo (Filipenses 3:20). Esa postura es puro y simple dominionismo. 

La Biblia es muy clara al respecto del asunto de la manifestación visible y tangible del Reino. Leemos en Daniel 7, que una vez se siente el Juez (Cristo) y le haya quitado a la Bestia Anticristo su dominio, el que tendrá por tres años y medio (Daniel 7:25); “…los santos recibieron (recibirán) el Reino” (Daniel 7:22). 

Son los santos los que reciben el Reino, y no conquistan el Reino. Quien lo conquista es Cristo (ver Apocalipsis 11:15); los santos lo reciben, y eso en su día. Es un asunto todavía del futuro. 

Es en todo este tipo de profecías, donde uno que tenga un poco de conocimiento de la Biblia, se da cuenta de la intencionalidad de esos falsos ministros. Es el de hacer creer a los hijos de Dios dos cosas que van de la mano: 

a) El del establecimiento del Reino por parte de la Iglesia. 

b) El del “avivamiento de las naciones” en esta dispensación. 

Ambos conceptos son falsos. Son falsos y altamente peligrosos para la salud espiritual del creyente. 

“La guardia está alarmantemente baja, y eso se traduce en lo siguiente: Casi cualquier manifestación de poder sobrenatural, por sistema, se le atribuye a Dios; no se plantea duda alguna acerca de que todos los ministros que aparecen en los medios “cristianos”, conferencias, congresos de avivamiento, plataformas multitudinarias, etc. son de Dios. Toda nueva revelación o visión acompañada de poder, deberá ser de Dios; en definitiva todo se cree, porque, si el avivamiento y la reforma mundiales son realidades que el Espíritu Santo a través de la Iglesia está haciendo sin dilación, ¿cómo y por qué esperar algo negativo en el camino?… El espíritu de los bereanos (Hechos 17:10,11), queda anulado, y consecuentemente, uno queda a merced del engaño”. 

En ese mismo vídeo, Ricardo Rodríguez exclama: 

“Yo te digo; si no renuevas la unción tienes que añadir más fuerza, tienes que desarrollar más estrategias, más métodos para ver como crecer, pero si renuevas la fuerza, de un solo golpe vas a tomar tu país, vas a tomar tu ciudad, esa es la unción, esa es la unción, esa es la unción”. 

No es necesario tomarse el esfuerzo de comentar esas palabras tan faltas de verdad escritural, pero lo haremos. 

En primer lugar, ¿qué es eso de “renovar la unción”? ¿Es que la unción se puede quedar vieja, o desgastada, o qué? Si por unción estamos hablando del bautismo en el Espíritu Santo, este permanece en uno, por la fe y por no contristarle, por vivir en santidad (Efesios 4:30). Pero para estos falsos maestros, renovar la unción significa ir a esos congresos de avivamiento y prestarse a esa manipulación; manipulación aun mediática, que es escándalo y piedra de tropiezo para muchos. 

Ahora, fíjense ustedes que Rodríguez asegura que si uno “renueva esa fuerza”, entonces de un solo intento usted y yo “tomaremos nuestro país”, y (o) “tomaremos nuestra ciudad”… ¿Cómo entender esto? ¿Es que la gente se convertirá a Cristo por vernos tan llenos de esa fuerza? Fíjense que aun Pablo, lleno como estaba del Espíritu Santo, al final de su ministerio fue abandonado casi por todos. ¿Fracasó Pablo?, ¡No! Fue fiel hasta el final. 

Si lo que dice Rodríguez es verdad:
  •  ¿Por qué Colombia y su capital, Bogotá no están ya tomadas para Cristo? Y puesto que no es verdad lo que dice Rodríguez,
  •  ¿por qué miente?, y más aún 
  • ¿Por qué tantos le creen? 
Porque han caído bajo el hechizo de esas palabras y de ese espíritu que no es el Dios, sino que es el del diablo, disfrazado como ángel de luz (2 Corintios 11:14). 

¿Qué les parecen fuertes mis palabras? Es posible, pero la verdad es una, y Dios es un Dios de orden y es Dios de una sola Palabra, la cual no puede ser contradicha. 

4. Concluyendo 

Habrá que dirán que son muchos los que creen en el “avivamiento” en comparación de los que creemos estrictamente lo que la Biblia enseña. Seguramente eso es cierto, pero no es menos cierto que, volviendo al caso de Elías, el se sentía tremendamente solo, aislado y hasta abandonado en Horeb (1 Reyes 19:10), “Pero ¿qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal” (Romanos 11:4). 

Dios tiene reservado para sí un pueblo, que Él conoce (2 Timoteo 2:19), que es el que viene a rescatar, y lo hará pronto. 

Mientras tanto, huyamos de los falsos avivamientos y de las falsas y continuamente renovables “unciones”. Mejor vivamos en este tiempo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo (Tito 2:12,13). 

Dios les bendiga. 
© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España. 
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