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domingo, 26 de febrero de 2012

La Predicación Ayer y Ahora: ¿Difieren? Filipenses 1:15-18


biblias y miles de comentarios
 
Algunos, por cierto, predican a Cristo por envidia y rivalidad; pero otros lo hacen de buena voluntad. Filipenses 1:15-18
    Es completamente lógico (y jamás debiera haber sido negado) que cuando Pablo habla aquí de los que “predican a Cristo por envidia y rivalidad … por ambición personal no con sinceridad, pensando causar tribulación (para mí) en mis cadenas”, no se refiere, en modo alguno, a aquellos para quienes sólo tiene motivos de alabanza por haber sido “alentados en el Señor por mis cadenas y están mostrando mucho más valor para hablar sin temor el mensaje de Dios”. El apóstol enfoca ahora el asunto desde un ángulo diferente. El ha indicado ya los dos resultados favorables de las experiencias de su encarcelamiento:
a. el verdadero asunto se ha aclarado para los de afuera (la guardia pretoriana, etc.), de manera que estos ahora dan perfecta cuenta de que las cadenas de Pablo son por Cristo;
 b. la mayor parte de los creyentes de la gran metrópoli, sacudiendo sus primeros temores, proclaman, al fin, el mensaje de Dios animosamente. Ahora él acentúa una tercera razón que también es causa de su optimismo (una razón que en realidad está implícita en a. y b.), es a saber,
c. ¡Que Cristo es proclamado!
Así pues, con este pensamiento que embarga toda su mente, ahora declara que esta predicación de Cristo no siempre se hace, triste es decirlo, por motivos apropiados.
Todos aquellos en los que Pablo piensa proclaman a Cristo  (véase los versículos 15, 17, 18). Ellos son sus embajadores y lo proclaman con autoridad y públicamente como el único nombre dado a los hombres por el cual podamos ser salvos. (Para este verbo proclamar o predicar y sus sinónimos véase C.N.T. sobre las Epístolas Pastorales, pp. 349–350). Hasta donde se puede entender del texto, ninguno de estos predicadores enseña una falsa doctrina.
Ninguno de ellos, por ejemplo, concede una importancia indebida a la observancia de la ley como medio de salvación. Ninguno de los que se mencionan en Fil. 1:15–18 “predica otro evangelio” (Gá. 1:6; cf. 5:1–6) “u otro Jesús” (2 Co. 11:4). Ninguno de ellos es “perro” o “mal obrero” (Fil. 3:2). Pero a pesar de que todos proclaman el verdadero evangelio, no todos lo hacen por un motivo digno. ¡Y esa es la cuestión!, en consideración de la cual Pablo divide a los predicadores de Roma en dos grupos.
El primer grupo está compuesto por aquellos que anuncian a Cristo por envidia y rivalidad. (Para esta misma combinación véase también 1 Ti. 6:4). Para un estudio de la palabra envidia véase C.N.T. sobre las Epístolas Pastorales,  No debe olvidarse que en Roma había una iglesia mucho antes que Pablo llegase allí. Y por lo tanto, casi sin lugar a dudas, es lógico pensar que ciertos predicadores habían adquirido cierta fama entre los hermanos. Es fácil imaginar que, con la llegada de Pablo y especialmente con la divulgación de su fama por toda la ciudad (véase los vv. 13 y 14), estos conocidos predicadores comenzaron a perder algo de su reconocido prestigio. No pasó mucho tiempo sin que sus nombres se fueran empalideciendo, y que en consecuencia se despertase en ellos la envidia hacia Pablo.
Su predicación de Cristo no era, pues, por motivos puros y nobles.
El segundo grupo estaba compuesto por los que eran movidos por buena voluntad (palabra que se usa aquí en el sentido de buena voluntad humana; mientras que en Fil. 2:13; Lc. 2:14; 10:21; Ef. 1:5, se emplea significando el beneplácito divino). Es evidente que la esencia de esta buena intención o buena voluntad era el amor por Pablo y por el evangelio que éste proclamaba, porque las palabras que siguen a continuación dicen: éstos lo hacen por amor, sabiendo que  estoy puesto para la defensa del evangelio. A estos no les molestaba la autoridad que Pablo ejercía por mandato divino, ni los grandes dones que había recibido de Dios, ni el honor que muchos le dispensaban. Ellos anunciaban a Cristo por amor, (véase sobre el v. 9), un amor por Cristo, y por consiguiente también por su evangelio y por el hombre que ellos sabían que había sido puesto, destinado, comisionado (para este verbo véase en 1 Ts. 3:3; cf. Lc. 2:34) para la defensa (véase lo dicho en el v. 7) del evangelio. 
Aquellos predican a Cristo por ambición personal. Como el siervo asalariado desprecia muchas veces el idealismo, y solo vive pendiente del pago que ha de recibir, así también estos predicadores envidiosos son movidos únicamente por motivos egoístas (cf. Fil. 2:21). Buscan el honor y la fama, o, cuando menos, han permitido que este motivo controle los más nobles incentivos. Por tanto, Pablo continúa: estos predican a Cristo no con sinceridad, es decir, no con motivos puros y apropiados, pensando causar tribulación (para mí) en mis cadenas. No les importaba, en absoluto, agravar las aflicciones de Pablo, con tal de satisfacer sus propios y mezquinos intereses.
18a. Pero, ¿qué importa? Que de todas maneras, sea hipócrita, o sinceramente, Cristo es proclamado, y en esto me regocijo. La abnegación de Pablo provoca una cariñosa admiración. Nosotros lo amamos tanto más por haber escrito este bello pasaje. Alma sensible como él era, no siente piedad de sí mismo, porque ciertos predicadores envidiosos tratan de ganar el aplauso a expensas de él. Lo que realmente le importa no es lo que ellos le hacen a él, sino lo que hacen por el evangelio. Pero, ¿es posible que individuos tan egoístas pudieran prestar algún servicio al evangelio? Sí, porque los que los escuchaban no sabían lo que Pablo sabía. Los oyentes oían solamente la buena predicación, pero no veían la causa reprobable que la motivaba. Lo que importaba, pues, era que de todas maneras, sea hipócrita—como aquellos que sabían encubrir sus intereses egoístas—o sinceramente—como aquellas cuya única aspiración era la verdadera gloria de su Señor y Salvador—Cristo era anunciado.
Y en esto, dice Pablo, me regocijo (véase también 1:25; 2:2, 17, 18, 28, 29; 3:1; 4:1, 4, 10).
Parece que el gozo del apóstol es tan grande que desplaza cualquier otra consideración.
18b Sí, me regocijaré. Porque sé que por medio de vuestras oraciones y por la ayuda provista por el Espíritu de Jesucristo, esto redundará en mi salvación,  conforme a mi ardiente anhelo y esperanza, de que jamás en nada seré avergonzado; sino que ahora, como siempre, por mi valor inagotable Cristo será glorificado en mi persona, ya sea por vida o por muerte.  Pues para mí el vivir (es) Cristo, y el morir (es) ganancia.  Ahora bien, si (lo que me espera es) el vivir en la carne, esto (significa) para mí una labor fructífera; no obstante, no puedo decir qué escogeré.  Por ambas partes me siento apremiado, teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, ya que eso es muchísimo mejor;  sin embargo, permanecer en la carne es más necesario por causa de vosotros.  Y estando convencido de esto, sé que permaneceré, sí, permaneceré con todos vosotros para vuestro progreso y gozo en la fe,  a fin de que por mí, es decir, por razón de mi visita a vosotros otra vez, vuestro gozo en Cristo abunde.

sábado, 29 de octubre de 2011

Sermones: El Estudio de Las Escrituras



TEMA:      El Estudio de las Escrituras
TEXTO:    2 Timoneo 2:15
Introducción:         La Santa Biblia (Biblia: griego=libros) está distinta de cualquier otro libro escrito porque todos de sus 66 Libros son inspirados por Dios el Espíritu Santo.  La Biblia es una revelación de Dios el Creador al hom­bre.  Él tuvo que revelar a Sí mismo a nosotros porque no hay otra manera en que el hombre puede conocer a Dios.
      El Libro contiene la historia de la ruina completa del hombre en pecado... la rebelión contra la voluntad perfec­ta de Dios... y acerca del plan perfecto de Dios a redimir al hombre perdido de su condición caída por medio de la obra final de Jesucristo, Dios el Hijo, en la cruz.
      El Libro es único, en que es una revelación completa que consiste de 66 revelaciones distintas, pero todo en armonía, escritos por unos cuarenta autores humanos, todos guiados por Dios el Espíritu Santo, y durante un período de más de mil quinientos años.
      El Libro, aunque sus contenidos son muy profundos, es tan sencillo que hasta un niño puede leerlo, todavía tan complejo que el hombre más sabio no puede com­prenderlo.
      Vez tras vez los hombres impíos han tratado de des­truirlo, pero todavía está en existencia y es el Libro con más venta de todos los libros del mundo año tras año.  La Santa Biblia es la Palabra de Dios infalible, inalte­rable, sin errores e inspirada por el Dios Trino y Uno.
I. ¿Qué es la Biblia?
1.   Su Autor, 2 Timoteo 3:16.
2.   ¿Cómo fue escrito? 2 Pedro 1:21.
3. ¿Puede cambiar? Salmo 119:89; Mateo 24:35.
II. ¿Cuánto tiempo durará las Escrituras? 1 Ped. 1:25.
III. ¿Cuál es el propósito de las Escrituras?
1.     Para enseñar que Jesús es el Mesías prometido, Juan 20:31.
2.     Para que el creyente tenga esperanza, Rom. 15:4.
3.     Para nuestra instrucción, 1 Corintios 10:11.
4.     Para que sepáis que tenéis vida eterna, 1 Jn 5:13.
5.     Para que el creyente pueda crecer en relación de su salvación, 1 Pedro 2:2.
6.     Para que no tengamos vergüenza de las Buenas Noti­cias, Romanos 1:16.
IV. ¿Por qué debemos estudiar las Escrituras? 2 Timoteo 3:16; 17.  Son útiles:
1.     Para la enseñanza.  Las Escrituras proveen un cuerpo completo de la verdad Divina necesaria para vida y para una vida pía, Sal. 119:97-105.
2.     Para la reprensión.  Reproche para el comportamiento malo o creencia mala.  Las Escrituras revelan el pecado, Hebreos 4:12, 13 y por medio de confesión y arrepenti­miento tales pecados pueden ser eliminados.
3.     Para la corrección.  La restauración de algo a su con­dición propia, Juan 15:1, 2.
4.     Para la instrucción en justicia.  Las Escrituras proveen una enseñanza positiva en el comportamiento pío, 1 Ti­moteo 4:6.
5.     Para que el hombre de Dios sea completo, capaz, apto, maduro, Colosenses 2:10.
6.     Para que el hombre de Dios sea capacitado para toda buena obra, Efesios 4:11-13.
V. David, en Salmo 119, pagó tributo al Libro completo.  Este capítulo muestra el significado que David puso en los primeros cinco Libros del A. T.
VI. Cada creyente debe leer y estudiar las Escrituras diariamente, comenzando con el Libro de Juan, luego 1 de Juan, entonces Los Hechos, Romanos y seguir hasta el N.T.  Leyendo los textos, mirando y anotando:
1.     Que pecados en su vida Ud. tiene que abandonar.
2.     Que promesas exigir.
3.     Que mandatos obedecer.
4.     Que obstáculos evitar.
VII. Estudiando el Libro quince minutos cada día le re­vela tantas cosas.  En un año Ud. puede terminar con la lectura del N.T.  Siempre pida al Espíritu Santo, que le guíe en su estudio, Juan 14:26.  Use un lápiz de color rojo para subrayar los textos que tienen una significación especial en su vida.

sábado, 30 de abril de 2011

Sermones Cuyo Tema Es El Apocalipsis: Ayuda para los Ministros y Obreros Cristianos


Sermones Cuyo Tema Es El Apocalipsis: Ayuda para los Ministros y Obreros Cristianos
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 800KBytes | Idioma: Spanish |Categoría: Homilética
Información
INTRODUCCION¿Quién no ha sido el ser humano que se ha sentido atraído a desentrañar los misterios del libro del Apocalipsis?  Recién me convertí en cristiano, fueron muchos los encuentros con personas de diferentes grupos religiosos que siempre durante el transcurso de la conversación hacían cita de este libro de la Biblia.
La mayoría de las veces tuve que guardar silencio y resignarme a escucharlos puesto que nunca me había atrevido a estudiarlo.
Leyendo una vez el versículo tres del capítulo uno de Apocalipsis que dice,  “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”; quise de verdad hacer un estudio de este libro.  Muchos de ustedes ya han de tener una copia del comentario sobre Apocalipsis por el hermano Bill H. Reeves, y me imagino que también de otros comentaristas.  Pues bien, queriendo saber más, encontré en una publicación de los hermanos, llamada The Gospel Anchor; éste comentario sobre el Apocalipsis.  Ha sido tanta la atracción mía por este libro, que he querido compartir con el resto de mis hermanos lo que he aprendido de este material publicado por este periódico y escrito por nuestro hermano Ken Green.  Por quien pido la bendición de Dios para que le siga ayudando en su gran obra de predicación de la Palabra y ayude como lo ha hecho hasta ahora con sus escritos para la mejor comprensión de la misma por parte de otros.
Es mi anhelo que cada uno de ustedes también sea  bienaventurado al leer y oir las palabras de esta profecía y guardar las cosas en ella escritas.  No resta por demás recordar estas palabras:

“El que da testimonio de estas cosas dice:
Ciertamente vengo en breve.  Amén;
si, ven, Señor Jesús”
                  - Apocalipsis 22:20

Tabla de Contenido
Introducción
El Libro del Apocalipsis (I)
La Revelación de Jesucristo
La Iglesia Que Cayó del Amor
La Iglesia Pobre Que Era Rica
La Iglesia Que Vivía Muy Cerca de Satanás
La Iglesia Que Comulgaba Con Jezabel
La Iglesia Muerta Con Nombre
La Iglesia Con Una Puerta
La Iglesia Que Asqueaba al Señor
Aún En Control
El Es Digno
¿Quién Podrá Sostenerse en Pie?
¡Los Santos Se Sostendrán en Pie!
El Ajenjo
Las Calamidades (Ayes) del Pecado
Un Librito
Los Dos Testigos
El Gran Conflicto
Aliados de Satanás
Los Aliados de Dios
Introduciendo las 7 Plagas Postreras
La Batalla del Armagedón
La Bestia Que Era y No Es, y Será
Ha Caído Babilonia
Rey de Reyes y Señor de Señores
Victoria en Jesús
La Ciudad Cuadrangular
La Ultima Palabra

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