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sábado, 8 de agosto de 2015

Subí según una revelación, y para no correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación el evangelio que predico entre los gentiles.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 


CONSTRUCCIÓN DE SERMONES
GÁLATAS 2:1-10

1 Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando                también   conmigo a Tito. 
2 Pero subí según una revelación, y para no correr o haber corrido en vano, expuse en            privado a los que tenían cierta reputación el evangelio que predico entre los gentiles. 
3 Mas ni aun Tito, que estaba conmigo, con todo y ser griego, fue obligado a circuncidarse; 4 y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para            espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, 
5 a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del                  evangelio permaneciese con vosotros. 
6 Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me    importa; Dios no hace acepción de personas), a mí, pues, los de reputación nada nuevo      me comunicaron. 
7 Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la        incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión 
8 (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí        para con los gentiles), 
9 y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran                considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de                compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión. 
10 Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré          con diligencia hacer.


En el capítulo 1 el apóstol demostró que había recibido su evangelio directamente de Cristo, y no de hombres ni a través de este u otro hombre. Ahora pasa a mostrar que, en virtud de este mismo hecho, el evangelio que proclama es independiente de la evaluación humana. Un evangelio dado por Dios no necesita de la validación de los hombres. Puede “valerse por sí mismo”. 

Y por esta precisa razón, tan pronto como las “columnas” de Jerusalén entendieron que Dios mismo les había encomendado el evangelio a Pablo y Bernabé, les extendieron la diestra en señal de compañerismo y acordaron dividir la obra. ¡Jacobo, Cefas y Juan reconocieron la mano de Dios cuando la vieron!

1. El párrafo empieza de la siguiente manera: Entonces después de un intervalo de catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también a Tito conmigo. En 1:15, 16, Pablo, habló en tono conmovedor sobre su conversión. En el versículo 18 de ese mismo capítulo relató como después de tres años fue a Jerusalén para conocer a Pedro. Habiendo dejado Jerusalén, estuvo algún tiempo en Siria y Cilicia (v. 21). 

Ahora bien, cuando Pablo continúa, él dice, “Entonces, después de un intervalo de catorce años, subí a Jerusalén”, es natural interpretar su afirmación como si indicara que el viaje a Jerusalén del que habla ocurrió catorce años después de la otra visita que describió en 1:18, y no catorce años después de su conversión. 

Si Pablo se convirtió en el año 34 d.C., entonces el primer viaje a Jerusalén, “después de tres años”, aconteció cerca del año 37 d.C. No obstante, como ya hemos dicho, es imposible ser preciso, ya que estos “tres años” podrían no haber sido tres años completos tal como ahora los computamos. Por eso, la fecha podría haber sido el año 36 d.C. 

En forma similar, lo único que podemos decir sobre la expresión “después de un intervalo de catorce años” es que probablemente ese viaje a Jerusalén, descrito aquí en el capítulo dos, se llevó a cabo más o menos por el año 50 d.C.

Entre el viaje a Jerusalén del que se habla en 1:18 y el mencionado en 2:1, Pablo estuvo en Tarso, trabajó con Bernabé en Antioquía de Siria, y por el tiempo en que Herodes Agripa murió (44 d.C.) acompañó a Bernabé a Jerusalén en una misión de ayuda, volvió a Antioquía, y desde allí Pablo y Bernabé—después de estos catorce años—hicieron su viaje a Jerusalén. Fueron enviados a Jerusalén para asegurar la libertad de los gentiles en contra de la insistente demanda de los judaizantes que los gentiles deberían ser circuncidados (Hch. 15:1, 2; Gá. 5:1). 

Dentro de las mentes de Pablo y Bernabé el asunto estaba bien claro, pero si era necesario probarían a toda la asamblea que el punto de vista que ellos tenían como también el curso que habían seguido era el único correcto.

Es evidente que, al igual que muchos intérpretes, acepto el punto de vista que identifica el viaje de Gá. 2 con el de Hch. 15. Mis razones son las siguientes:
(1) La gran pregunta de ambos relatos era esta: “¿Es Cristo suficiente para la salvación?”
Expresada de otra forma, esta pregunta la podemos colocar en estas palabras, “Es necesario exigir a los gentiles que han abrazado a Cristo con fe viva que, además de eso, y para conseguir su salvación, guarden las ordenanzas de Moisés?” Específicamente, “¿es necesario que sean circuncidados?” (cf. Hch. 15:1–3, 10 con Gá. 2:3; 4:10; 5:2–4; 6:12, 13).

(2) Hechos menciona a quienes fueron los oradores principales, a saber, Pedro, Bernabé, Pablo y Jacobo (15:7, 12, 13). Estos cuatro también son mencionados en Gálatas como los líderes junto con Juan (2:7, 9).

(3) Según Hechos, Bernabé y Pablo relataron delante de toda la asamblea “cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles” (15:12). Y en Gálatas, Pablo informa, “expuse delante de ellos el evangelio que acostumbro predicar entre los gentiles”. También, “el que obraba (Dios) … también operó en mí a favor de los gentiles” (2:2a, 8).

(4) Según Hechos, “algunos de la secta de los fariseos” dijeron a la asamblea que la circuncisión también era una necesidad para los gentiles (15:5). En gálatas también se dejan oír las voces de estos judaizantes (2:4, 5).

(5) En el relato de Lucas no se registra ninguna rendición a los deseos y opiniones de los judaizantes (Hch. 15:8–19). Esto se afirma claramente en 15:10. La declaración de Gálatas es tan fuerte como la de Hechos: “a quienes (esto es, a los falsos hermanos) ni por un momento accedimos a someternos” (2:5).

(6) Según Hechos, había perfecta armonía entre los líderes (15:8–29). Así lo es también en Gálatas, si se sigue la interpretación más razonable: Jacobo, Cefas y Juan extendieron la diestra a Pablo y Bernabé (2:5, 9).

Otros prefieren identificar la visita registrada en Gá. 2 con la de Hch. 11:27–30; 12:25. Las razones que tienen para esto pueden deducirse de la nota 45, especialmente del punto (7).
Con el debido respeto a la erudición de todos los hombres eminentes que favorecen esta teoría y a sus muchas obras valiosas, que ellos (como también los que están en desacuerdo con ellos) han producido, a continuación presentaré las razones por las que no puedo concordar con ellos:
(1) Los dos relatos difieren en su tema principal. Gálatas capítulo 2 trata con la cuestión de si los gentiles que se vuelven a Cristo deben o no circuncidarse; en Hechos 11 y 12 se narra una misión de ayuda o socorro, y (en la sección mencionada) no se dice una palabra sobre la circuncisión.

(2) En Hch. 11:27–30; 12:25 es Bernabé el que toma la delantera (note, “Bernabé y Saúl” en 11:30 y 12:25). En Gálatas 2 Bernabé no tiene el papel principal (véase 2:1, 6, 8, 9).

(3) Si la visita registrada en Gá. 2:1–10 es la misma de Hch. 11:27–30; 12:25, entonces el asunto de si los gentiles debían o no recibir la circuncisión fue decidido en forma oficial mucho antes del tiempo del concilio de Jerusalén descrito en Hechos 15. En base a esta suposición, ¿no habría sido superfluo dicho concilio?

(4) Hch. 11:30 sólo menciona a los ancianos (“enviándolo a los ancianos”). No se hace referencia a ningún “apóstol”, sea como grupo o en forma individual. De modo que en este punto Gá. 2 (véase el v. 9) nuevamente se asemeja a Hch. 15 (véanse los vv. 7, 12, 22) mucho más que Hch. 11:27–30; 12:25.

(5) Cronológicamente, el identificar la visita registrada en Gá. 2 con la misión de ayuda descrita en Hch. 11:27–30; 12:25, presenta dificultades insuperables, ya que en ese caso, la visita debió haber ocurrido por el tiempo en que Herodes Agripa I muriera, es decir, cerca del año 44 d.C. 

Esto significaría que la primera visita que el apóstol hizo a Jerusalén después de su conversión—catorce años atrás—debió ocurrir alrededor del año 30 o 31 d.C., y la conversión misma “tres años” antes que eso; esto es, durante el ministerio terrenal del Señor. 

Esta conclusión sólo podŕa evitarse mediante una explicación muy poco natural de Gá. 2:1. Quizá la observación de Lenski no sea demasiado fuerte, “La suposición de que (en Gá. 2:1) Pablo está hablando de la visita que él y Bernabé hicieran a Jerusalén para llevar ayuda … (Hch. 11:27–30; 12:25) es cronológicamente imposible” (op. cit., p. 68).

Ahora bien, cuando Pablo dice que después de un intervalo de catorce años, subió otra vez a Jerusalén, la expresión otra vez no significa necesariamente “por segunda vez”. Puede significar simplemente “nuevamente”, sin indicar cuantos viajes se hicieron antes a Jerusalén.49 

Además, no es de ninguna forma extraño que Pablo, aquí en el segundo capítulo de Gálatas, no diga ni una palabra sobre la misión de ayuda registrada en Hch. 11:27–30; 12:25. El hecho simple es que ya no está hablando per se acerca de la fuente de su evangelio sino más bien acerca de lo que implica el hecho que lo haya recibido de Dios directamente; y la verdad sobreentendida es que su evangelio es independiente, no necesita presentarse con el sombrero en la mano para rogar la aprobación humana para que pueda existir y operar adecuadamente.

Debemos recordar que sea lo que haya ocurrido en el año 44 d.C.—sea que haya habido una misión de ayuda o lo que sea—no hubiera tenido relación con el asunto de cómo Pablo había recibido originalmente el evangelio, ¡ya que por ese tiempo él había sido un apóstol por algunos diez años! No sólo había estado predicando el evangelio en Damasco y en Jerusalén, pero también en (¿Tarso? y) Antioquía de Siria. 

El asunto es exactamente como lo plantea Greijdanus: “La pregunta de si Pablo, al obtener su ministerio en el evangelio, había dependido de los otros apóstoles sólo puede hacerse en conexión con el primer período de ese ministerio”. Ni siquiera es estrictamente necesario discutir que en la misión de ayuda Pablo y Bernabé sólo se encontraron con los “ancianos”, y no con los “apóstoles” de Jerusalén, puesto que si alguno de los apóstoles estuvo presente en la recepción, y aunque Pablo quedara con ellos por todo un año ¡no podrían haberle entregado el evangelio que él ya tenía, y que ya había estado proclamando por un período tan largo! Esta es la respuesta a la objeción (7).

Entre los hombres que fueron a Jerusalén, se señalan definidamente a tres, Pablo, Bernabé y Tito.

Pablo era un hombre de una ilimitada energía, firme determinación, con profunda devoción a su Señor, celoso en ganar almas, y con una resuelta renuencia a que la gran causa de la evangelización de los gentiles fuese estorbada de cualquier manera. No sólo era un gigante intelectual, sino que era un hombre profundamente emocional y con mucho tacto. Sin embargo, dado que estas cualidades ya han sido expuestas en algún detalle en otros comentarios de esta serie, no es necesario repetir lo mismo aquí.Pablo era verdaderamente un “hombre en Cristo”, y por todas estas razones la persona apropiada para ser enviada a Jerusalén con el fin ya indicado.

Muchas de estas características también se aplican a Bernabé, el levita de la isla de Chipre. Por medio de las muchas referencias que la Biblia hace de él—aproximadamente treinta—podemos llegar a tener un cuadro más o menos completo. Era “varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe” (Hch. 11:24). 

Su nombre mismo, Bernabé, esto es, “hijo de profecía” (Hch. 4:36), y así “de consolación” (VRV) o “exhortación” (BJer., A.R.V., N.E.B.) o “aliento” (R.S.V., Williams), fue un sustituto apropiado de su nombre José, que le dieron al nacer. Era un hombre con mucha elocuencia espiritual. Cuando se le menciona por primera vez (Hch. 4:36, 37) había cambiado su residencia de Chipre a Jerusalén, donde compró una propiedad. 

Pero cuando se daba cuenta que muchos de los santos de esa ciudad y sus alrededores eran pobres, una condición debida a una gran hambre en la región, pero también posiblemente a su fe en Cristo, él, que también era creyente y lleno de generosidad, vendió un campo que tenía y trajo el dinero a los pies de los apóstoles. 

Este mismo espíritu de generosidad, unido ahora a una agradable confiabilidad, también se manifestó en una forma totalmente distinta. Le llevó a disipar las sospechas de los discípulos cuando Saulo de Tarso, conocido como un mordaz perseguidor de la iglesia, repentinamente entró en la ciudad de Jerusalén y afirmó que él había experimentado una dramática conversión. Cuando nadie creía su historia, sólo Bernabé estuvo de parte del convertido, consiguiendo su entrada a la comunión de los discípulos (Hch. 9:26–28). A estos rasgos de la elocuencia, la generosidad, y la confianza debemos añadir el de una mentalidad misionera, que quiere decir comprensivo y de un criterio amplio (en el mejor sentido de la palabra). 

No tenía ningún escrúpulo en dejar entrar a los gentiles a la iglesia en base a su sola fe en Cristo, “sin las obras de la ley”. Por consiguiente, cuando, en Antioquía de Siria, a causa de la predicación de sus propios compatriotas y de otros más, un gran número de griegos “se convirtió al Señor”, fue Bernabé el que fue enviado por la iglesia de Jerusalén para guiar y dirigir esta nueva comunidad cristiana (Hch. 11:19–22). Es verdaderamente conmovedora la descripción que se da de la reacción que este ardiente misionero tuvo al ver la grandiosa obra de Dios en Antioquía: “Cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor” (Hch. 11:23). ¡Qué cuadro más genuino de un cariño paternal! 

Agreguemos también la sabiduría, una sabiduría que en cierto sentido sobrepasaba a la de Moisés (véase Ex. 18; Nm. 11:17). Mientras que Moisés se recargó de trabajo y se le tuvo que aconsejar que debía compartir su responsabilidad con otros, Bernabé, al enfrentarse con una situación parecida, por su propia iniciativa se puso en acción inmediatamente y consiguió la ayuda de Pablo, a quien buscó y halló en Tarso. De esta forma, los dos trabajaron juntos por todo un año en aquel campo fructífero (Hch. 11:25, 26). Y el Señor bendijo sus esfuerzos. También fueron enviados los dos a Jerusalén, llevando las ofrendas para los necesitados (Hch. 11:27–30; 12:25). 

Y, habiendo regresado a Antioquía, los dos eran comisionados como misioneros y empezaron un viaje que llegó a ser conocido como el “primer viaje misionero” de Pablo (Hch. 13:lss). En este punto fue que otra virtud de Bernabé se dio a conocer, pues tenía muchas; nos referimos a su marcada humildad; porque, a pesar de que el hombre (Pablo), que al principio era su ayudante, poco a poco tomó la dirección, “el hijo de exhortación” (Bernabé) jamás mostró el más mínimo resentimiento en cuanto a este respecto. Y coronando todas sus virtudes, podemos añadir la paciencia, la disposición de dar a un desertor otra oportunidad. 

Esta característica se mostraría un poco después del concilio de Jerusalén, al que se refiere Gá. 2, pero lo mencionamos aquí para completar el cuadro. El desertor fue Juan Marcos, quien, habiendo empezado el primer viaje misionero junto con Pablo y Bernabé, les abandonó a la mitad del viaje para regresar a casa. Debido a este acto de deslealtad y cobardía, Pablo rechazó la sugerencia de Bernabé poco después del concilio, que Marcos les acompañe en el segundo viaje misioncro. Se levantó “un desacuerdo muy grande” entre los dos líderes (Hch. 15:36–41). 

Mas Bernabé se puso al lado de Juan Marcos, aun si eso significara separarse de la compañía de Pablo. Y su paciencia fue premiada magníficamente, ya que este mismo Marcos más trade llegó a ser “un consuelo” para Pablo (Col. 4:10b, 11), “muy útil” en la obra del reino (2 Ti. 4:11), ¡y el escritor del segundo Evangelio!

El propósito que tenemos al dar esta descripción no es exaltar a Bernabé por sobre Pablo, como si el primero fuera el mejor de los dos. En cuanto a Marcos, ¿no tenía necesidad de la fuerte disciplina de Pablo como de la incansable paciencia de Bernabé … y, además, de la supervisión paternal de Pedro?. Además, el hecho de que Bernabé también tuvo sus momentos de debilidad está claro por Gá. 2:13. 

Y en cuanto a capacidad de liderazgo, una penetración profunda en la verdad redentora y una consistencia en aplicar esta verdad a las condiciones del diario vivir, ¿había alguien en el tiempo de los apóstoles que superara a Pablo? No había ninguno, ¡ni aun Bernabé! Por tanto, el verdadero propósito de la descripción que hicimos de Pablo y Bernabé era mostrar cuan idóneos eran estos dos grandes hombres, idóneos para realizar la tarea que tenían de asegurar en Jerusalén que los gentiles que habían sido traídos al rebaño de Cristo no perdieran su libertad, que otros, judíos y gentiles, también fueran agregados a la multitud de los salvados, y que la gloria de Cristo como el todosuficiente Salvador no fuera debilitada.

También estaba Tito, quien asistiera por iniciativa de Pablo, tal come lo indica el v. 1, “llevando también conmigo a Tito”. Para una descripción de su carácter, véase C.N.T. sobre 1 y 2 Timoteo y Tito, pp. 45–48. Por esa descripción podemos darnos cuenta que el apóstol no podría haber llevado a un hermano en el Señor mejor que él, pues siempre estaba dispuesto y deseoso de cooperar en cualquier forma, y quien, siendo de raza gentil pura, y por consiguiente incircunciso, era un caso de prueba, un desafío definido contra los judaizantes, como ya lo explicamos. 

Pablo continúa, Además, subí como resultado de una revelación. Cualquier duda que pudiera haber habido de parte de Pablo cuando él junto con otros más fuera delegado por la iglesia de Antioquía para ir a Jerusalén con el propósito que ya indicamos, fue quitada por esta revelación divina. Véase la nota 45, punto (4). El Señor sabía que la conferencia que iba a realizarse sería de inmenso valor, no sólo para Pablo, Bernabé, Tito, etc., sino que para Jacobo, Cefas y Juan; y, de hecho, para toda la asamblea; sí, aun para toda la iglesia sobre la tierra, tanto de ese entonces como la de los siglos venideros. 

Continúa, y expuse delante de ellos el evangelio que acostumbro predicar entre los gentiles. Para un comentario sobre esta declaración, véase Hch. 15:4, 12. Con mucho entusiasmo y sinceridad Pablo y Bernabé contaron a toda la asamblea su proceder en cuanto a la proclamación a los gentiles del evangelio de la salvación gratuita, libre de toda ordenanza ceremonial. Se deleitaron especialmente al referirles cuán maravillosamente el Señor había colocado su sello de aprobación en la obra que habían realizado por medio de conversiones, señales y prodigios.

Además de la reunión a que asistieron “los apóstoles y los ancianos y toda la iglesia” (Hch. 15:22), también hubo una reunión privada, una reunión de los líderes: Pablo, Bernabé, Jacobo, Cefas y Juan. Tomando un término que los judaizantes usaban con mucho apego para referirse a los últimos tres de la lista de cinco hombres, a saber, “los de fama o reputación”, Pablo continúa, pero (lo hice) en privado a “los de reputación”. No es de gran importancia que lleguemos a saber con exactitud en qué momento se realizaó esta reunión, o si estos líderes se reunieron una o más veces. 

No obstante, es razonable creer que cuando la delegación de Antioquía llegó a Jerusalén, lo primero que hicieron fue reunirse con los líderes de la iglesia local. Ya que el término “los de reputación” no aparece sólo una vez sino cuatro veces de una forma u otra (2:2, 6a, 6b, 9), es muy probable que el apóstol esté usando la forma de expresarse que tenían sus oponentes. Sin embargo, Pablo no está tratando de restarle importancia a los hombres eminentes de la iglesia de Jerusalén. No está usando la frase “los de reputación” con el fin de burlarse de ellos o para ridiculizarlos. 

Es cierto que la frase tiene cierto grado de resentimiento, pero Pablo no dirige esas palabras a Jacobo, Cefas y Juan, sino a los legalistas que se habían hecho el hábito de exaltar a estos tres hombres a expensas de Pablo, un hombre que según su parecer era insignificante, un apóstol de segunda mano, e indigno de ser llamado “apóstol”. ¡Recordemos siempre que lo básico de su ataque a Pablo era un ataque al evangelio que predicaba! Lo que Pablo defiende aquí, entonces, es la dignidad e independencia de este evangelio.

Continúa, para dejar en claro que no estaba corriendo ni había corrido en vano; o, en forma un poco más literal, “no sea que de alguna manera corriera o hubiera corrido en vano”. Si los demás apóstoles (al mismo tiempo que Pablo predicaba el evangelio de la justificación por la sola fe y sin las obras de la ley) hubieran estado de acuerdo con él en principio, pero si también hubiesen sido “blandos” en su actitud hacia aquellos que seriamente ponían en duda la posición y predicación del apóstol, la causa de la obra misionera entre los gentiles habría sido seriamente dañada. La eficacia del trabajo que Pablo había realizado en el pasado y que todavía realizaba habría sido decisivamente debilitada.

3–5. Sin embargo, todo temor que Pablo podría haber tenido en este respecto, rápidamente se desvaneció. Y escribe, Con todo, ni siquiera Tito que estaba conmigo, fue obligado a circuncidarse, a pesar de ser griego; (en realidad, nunca se habría levantado esa sugerencia), si no fuera por los falsos hermanos entremetidos. 

¡Ni siquiera Tito! Si un cristiano totalmente de raza gentil no fue obligado a circuncidarse, a pesar de estar en la tierra misma de los judíos y en una asamblea en la que los líderes cristianos eran judíos, con toda seguridad, entonces, nadie podría objetar que se anularía este requisito en el caso de otros convertidos que no eran judíos y que vivían en un medio ambiente que es en parte o totalmente gentil. 

Los líderes de Jerusalén estuvieron de acuerdo desde el principio con la posición de Pablo y Bernabé en cuanto al asunto de la circuncisión de los gentiles que aceptaban a Cristo. ¿No fue Pedro el que (en medio de la sesión plenaria de la asamblea) pronunció estas palabras enfáticas: “Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” (Hch. 15:10). ¿Y no apoyó inmediatamente esa posición de Jacobo al decir que no se debiera inquietar a los gentiles que se convierten a Dios? (15:19). No es que todo haya sido fácil en esa reunión pública. 

Está impícito por Hch. 15:5, 7 y Gá. 2:4, 5 que los judaizantes expresaron su opinión en términos inequívocos. Pero el punto es este: según los dos relatos, ¡los líderes en ningún momento vacilaron! La sugerencia de que Tito debía ser circuncidado nunca se hubiera introducido a no ser que los judaizantes la mencionaran. Ellos—y ellos sólo—fueron los que empezaron con el problema. 

Pablo dice ahora que fueron ellos, los intrusos que no habían sido invitados, quienes se habían infiltrado en la asamblea por algún lado, los que se habían infiltrado en nuestras líneas para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús. Los intrusos se mezclaron con los verdaderos creyentes con el propósito de espiar, esto es, para descubrir la situación estratégica de sus oponentes—sus lados fuertes y débiles—y específicamente, su libertad, esto es, su libertad de la maldición de la ley, de la ley como el camino de la salvación, y del cumplimiento ceremonial que esa ley exige. Esta es la libertad que los creyentes gozan “en Cristo”, porque si no hubiera sido por su expiación estarían desprovistos de ella (véase sobre Gá. 3:13). 

Continúa, para de este modo reducirnos a esclavitud. La palabra esclavitud, tal como aquí se usa, no es un término demasiado fuerte, puesto que las demandas de la ley constituyeron un yugo insoportable, lo que no sólo fue expresado por Pedro (Hch. 15:10), sino por Pablo también (Gá. 5:1). El esfuerzo para tratar de cumplir con estas demandas equivale a un afán a sangre para alcanzar a Dios con las fuerzas propias, un tremendo esfuerzo para obtener la salvación por las obras de la ley, sólo para descubrir después que es un esfuerzo inútil, y que, al igual que la mosca en la tela de araña, mientras más se lucha más se esclaviza.

Así que, en cuanto a estos seudohermanos, estos infiltrados, el apóstol afirma, a quienes ni siquiera por un momento55 accedimos a someternos. El significado es evidente y sencillo: en ningún momento durante la conferencia—sea en la entrevista en privado o en la reunión pública; sea al comienzo, en el medio, o al terminar—se sometió a los deseos de los enemigos del único y verdadero evangelio. 

Fue el mismísimo evangelio, sea que fuera predicado por Pablo o Bernabé; por Cefas, Jacobo o Juan. Y no dependía de ninguna cosa que los hombres pudieran decir sobre él. Los apóstoles no podían añadirle nada ni restarle nada. Ni tampoco querían hacerlo: para que la verdad del evangelio—esto es, el evangelio en toda su pureza—pudiera continuar con vosotros. Aquellos que se oponen a la teoría de Galacia del sur a veces interpretan esta cláusula como queriendo decir, “para la verdad del evangelio pudiera continuar con vosotros, creyentes (en general) de los gentiles”. No obstante, debiera ser evidente de que en una carta escrita específicamente a los gálatas, una misiva con rasgos marcadamente locales, la otra explicación suena mucho más natural: “para que la verdad del evangelio pudiera continuar con vosotros gálatas”. 

Los gálatas ya habían sido evangelizados en el primer viaje misionero de Pablo. Poco después surgió el problema: los judaizantes habían tratado de cambiar el evangelio de Pablo, el evangelio de la salvación por la sola gracia a través de la fe, por el “evangelio” (¿?) de ellos, el de la salvación por gracia más las obras de la ley (probablemente enfatizando la última). ¿Cuál sería el punto de vista que prevalecería? 

La posición firme de Pablo y Bernabé, apoyada de principio a fin por las “columnas” de Jerusalén, tenía como fin que desde ahora en adelante los judaizantes ya no pudieran decir a los gálatas: “Pablo les ha engañado. Los que realmente son los “líderes eminentes” de la iglesia madre de Jerusalén están de acuerdo con nosotros y no con él”. De este modo, la posición inflexible que se tomó en Jerusalén contribuiría significativamente a que el verdadero evangelio se perpetuara entre los gálatas.

He aquí una lección para todos los tiempos. Pablo de ninguna manera era un hombre testarudo o inflexible. Por el contrario, estaba dispuesto a amoldarse él y a acomodar su mensaje a toda situación, haciéndose judío a los judíos, gentil a los gentiles (1 Co. 9:19–23). En Hch. 16:3; 21:17–26 se narran algunos ejemplos sorprendentes en cuanto a esto. 

Pero no estaba dispuesto a colocar ningún obstáculo en el camino del evangelio de Cristo (1 Co. 9:12). Por cierto, si se le juzga correctamente, era a causa de su inflexibilidad en cuanto a hacer cualquier cosa que estuviese en su poder para promover el sencillo evangelio de la gracia de Dios en toda su inmaculada pureza que era tan flexible en todo asunto de menor importancia.

6. Volviendo otra vez a “los de reputación” (para el significado de esta expresión, véase sobre el v. 2), Pablo prosigue, Ahora bien, de aquellos que tenían “la reputación” de ser algo—lo que hayan sido alguna vez a mí no me importa, Dios no hace acepción de personas—estos “de reputación” nada me impartieron a mí. La interrupción de la secuencia gramatical (“anacoluto”) es clara: cuando Pablo empieza diciendo “ahora bien, de aquellos que tenían ‘reputación’ de ser algo”, esperamos que concluya diciendo, “nada recibí”. En lugar de eso, se interrumpe a sí mismo. 

La comparación totalmente injusta que sus oponentes constantemente estaban haciendo entre él y “los de reputación”, como si él y su evangelio fueran definitivamente inferiores, hizo que él incluyera una observación parentética con referencia a estos líderes adulados, las “columnas” de Jerusalén, no para faltarles el respeto debido a ellos, sino desaprobando la comparación. Hecho esto, vuelve a entrar en materia, pero en lugar de completar la oración colocando el predicado, introduce otra cláusula independiente, en la cual las palabras “estos de reputación” constituyen el sujeto: “estos de reputación nada me impartieron a mí”. 

Por cierto, esta interrupción de la secuencia gramatical no produce ninguna diferencia en la esencia del significado de la frase. De haber alguna diferencia, se podría indicar en esta forma quizá: “no sólo yo, por mi parte, no recibí ni acepté ninguna doctrina u ordenanza nueva de estos hombres eminentes, sino que quiero enfatizar que ellos por su parte, tampoco trataron de imponerme ningún precepto a mí”. 

No obstante, el punto principal que debe enfatizarse en relación con esto, es el hecho que el anacoluto, junto con el paréntesis, muestra una fuerte emoción. Nos revela hasta qué grado Pablo era afectado por cualquier intento de degradar su misión divina y/o su evangelio. Por tanto, él desea poner en relieve el hecho de que los líderes de Jerusalén no trataron de imponer en ninguna forma ningún cambio en el evangelio (de la salvación por la sola gracia a través de la fe) que él había estado proclamando. 

Específicamente, ellos no aconsejaron a Pablo que él debía enseñar a los gentiles que además de creer en Jesucristo debían ser circuncidados. Es posible que las palabras del apóstol también deseen dar a entender que estos líderes tampoco le instaron a imponer sobre los gentiles que habían creído ninguna regla nueva de conducta. Para que los convertidos del paganismo pudieran vivir en paz con los creyentes judíos, el concilio de Jerusalén les pidió que observaran las reglas mencionadas en Hch. 15:20, 28, 29: evitar la carne sacrificada a los ídolos o la carne que no había sido bien desangrada, y que evitaran los matrimonios que estuviesen dentro de los grados de afinidad o consanguinidad ofensiva para los judíos o contrarios a los preceptos de Lv. 18. 

Pero Pablo no consideró estas reglas como innovaciones molestas, imposiciones que se colocaban sobre él o los creyentes gentiles. En realidad, en Ro. 12:18; 14:1ss; 1 Co. 8:1ss; 9:19ss; 10:14ss; 10:23ss, se indica claramente que Pablo tenía la costumbre de insistir que por amor a la paz y la armonía, como también para poder promover la causa del evangelio, el creyente debía, por iniciativa propia, negarse ciertos privilegios. Como ya dijimos (véase sobre Gá. 1:6–9), aunque Pablo era completamente inflexible en asuntos de principios, en otras cosas estaba dispuesto a acomodarse y conformarse a las costumbres y deseos de los demás. Es natural, entonces, que a los que el Señor había colocado bajo su cuidado espiritual, les enseñase a tener la misma disposición.

En cuanto al paréntesis, si Pablo fue nombrado divinamente para su cargo y recibió su evangelio directamente del Cristo exaltado en la gloria celestial, ¿cómo podría, entonces, afectarle el que “los de reputación” hayan estado íntimamente asociados con Cristo durante su ministerio aquí en la tierra? ¿Por qué es que los judaizantes siempre estaban enfatizando ese compañerismo terrenal, como si a causa de él hombres como Cefas, Jacobo, Juan, etc., fueran intrínsecamente mejores que Pablo y, por tanto, de mayor confiabilidad? “Lo que (esto es, de qué índole) hayan sido una vez” no produce ninguna diferencia en la opinión de Pablo. 

Dios no hace acepción de personas, o más literalmente no toma en cuenta el “rostro” o la “persona” de ningún hombre. Las circunstancias externas de un individuo—sea, por ejemplo, que haya estado íntimamente asociado con Jesús como su discípulo (Cefas y Juan) o que sea su hermano (Jacobo); sea que ocupe una posición importante, o que sea de reputacion—nada valen para Dios; por tanto, tampoco tienen valor para Pablo. Este tipo de cosas jamás podrán determinar el valor intrínseco del evangelio que Pablo predica. Cf. 1 S. 16:7; Mt. 22:16; Mr. 12:14; Lc. 20:21; 2 Co. 12:5.

7–9. Pero aunque Pablo no se queda impresionado por la propaganda de los judaizantes, quienes constantemente están haciendo alarde de “los de reputación” en contra de Pablo, sí se queda impresionado por la influencia divina sobre Jacobo, Cefas y Juan, los cuales fueron llevados a recibir gozosos la gracia de Dios cuando la vieron manifestada en el apóstol de los gentiles. 

Habiendo dicho que los líderes de Jerusalén nada le impartieron, agrega: Por el contrario, cuando vieron que se me había encomendado el evangelio a los incircuncisos, así como a Pedro (el evangelio) a los circuncidados—porque el que obraba a través de Pedro en la actividad misionera apostólica a favor de los circuncidados, también obraba en mí a favor de los gentiles—y cuando percibieron la gracia que se me había dado, Jacobo y Cefas y Juan, “los que tenían la reputación” de ser columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros (fuésemos) a los gentiles, y ellos a los circuncidados.

Cuando en Jerusalén “los de reputación” (véase sobre el v. 2) se dieron cuenta de la pureza del evangelio que Pablo proclamaba, cuando vieron el entusiasmo con que hablaba sobre él, al manera en que el Señor había puesto su sello de aprobación sobre la proclamación efectuada entre los gentiles, aprobación que se manifestó en conversiones, señales y prodigios (cf. Hch. 15:4, 12: 1 Co. 9:2; 2 Co. 12:12), entusiasta y sinceramente le apoyaron a él y a su colaborador Bernabé. Literalmente, Pablo habla de “el evangelio de la incircuncisión así como Pedro el de la circuncisión”. Este es el mismísimo evangelio (cf. Gá. 1:6–9), y los términos “la incircuncisión” y “la circuncisión” usan el abstracto por el concreto (cf. Ro. 3:30; 4:9; Ef. 2:11; Col. 3:11). La distinción que se hace está entre el evangelio “al mundo gentil” y el que “es el mundo judío”.

Es claro que a Pedro y a Pablo es acordado el mismo honor. Ya que en esta combinación nada se dice acerca de Juan (aunque sabemos, sin embargo, que la expresión “los de reputación”, tomada de los judaizantes, incluye a Juan) sería una conclusión justa deducir que Pedro representaba a los doce (cf. Mt. 16:15, 16; Hch. 2:37), incluyendo a Juan. Por cierto, muchas veces hallamos a Pedro y a Juan juntos (Jn. 1:35–41; 13:23; 18:15, 16; 20:1–10; 21:2, 7, 20–22; Hch. 3:1–4, 11ss; 4:13ss; 8:14ss). El hecho de que Pedro sea colocado primero en todas las listas de los apóstoles es una indicación clara de que él era el líder reconocido entre los doce (Mt. 10:2–4; Mr. 3:16–19; Lc. 6:14–16; Hch. 1:13).

Pasajes como Hch. 1:15ss; 2:14ss; 2:37ss; 3:1ss; 4:8ss; 5:3ss (notablemente en 5:15); 11:2ss; 12:1ss; 15:7ss; y por implicación Gá. 1:18, muestran claramente que no sólo Gá. 2:7, 8 es una indicación clara de que el Señor estaba obrando—con energía poderosa—en Pedro, y especialmente (aunque no exclusivamente) en relación con su “actividad misionera apostólica” a favor de los judíos. El mismo Señor que dio poder a Pedro, también estaba vigorizando a Pablo, pero en su caso especialmente (aunque de ningún modo exclusivamente) en la actividad misionera apostólica que desarrollaba para beneficio de los gentiles. Este hecho ahora se estaba dejando bien en claro en Jerusalén donde, tanto en la entrevista privada como en la reunión pública, Pablo y Bernabé dieron sus informes de los maravillosos resultados logrados.

El resultado fue que Jacobo, Cefas y Juan, las “columnas”, reconocieron claramente que el ministerio que Pablo y Bernabé habían llevado a cabo con un respeto tan grande a la voluntad y revelación de Dios, con un fin tan recto y piadoso, una energía tan ilimitada, un amor tan tierno por las almas y, por último, con resultados tan maravillosos, debía ser el producto de “la gracia que les había sido dada” a los instrumentos usados por el Señor. Ellos vieron la maravillosa manifestación del inmerecido pero poderoso favor de Dios.

De los tres líderes de Jerusalén, Jacobo se menciona primero. Véase sobre 1:19. Como ya hemos visto, él se identificaba con Jerusalén mucho más que Pedro y Juan. De ahí que no sorprenda que se le mencione primero. Aunque no propiamente un apóstol (en el sentido pleno), su posición como “el hermano del Señor”, su moderación, sabiduría y simpatía, le aseguraron un lugar de especial importancia en esta plaza fuerte judía, en la cual mucha gente había aceptado a Cristo y muchos se estaban añadiendo (Hch. 2:41; 4:4; 21:20). Pedro, el líder de los doce, ya fue descrito. 

Véase también sobre Gá. 2:11ss. Es probable que se le llame por su nombre arameo Cephas debido a que la influencia y actividad que desarrollaba en Jerusalén se están enfatizando aquí. El que sigue es Juan, el compañero de Pedro, como ya hemos visto. Aunque por un tiempo también estuvo ligado a Jerusalén, es probable que dejara Jerusalén al empezar la guerra judía y que escogiera Efeso como su centro de operaciones. Después de haber sido desterrado a la isla de Patmos, más tarde se le permitió regresar a Efeso. 

Según la tradición, él, “el discípulo amado”, vivió más tiempo que todos los otros apóstoles.
Los judaizantes consideraban a estos tres hombres como “columnas” (cf. 1 Ti. 3:15; Ap. 3:12), esto es, como los que daban a la iglesia su estabilidad, como sus líderes genuinos, y les gustaba compararlos con Pablo para hacerlo a él sufrir. Pablo no toma de mala gana el honor que se les da a los tres. El punto verdadero de su argumento es mostrar que estas “columnas”, lejos de estar en desacuerdo con él, le aprueban con entusiasmo y reconocen el hecho que su evangelio y el de ellos era uno y el mismo, al cual nada podía añadirse ni restarse.
Los apóstoles siguieron el ejemplo de la “gente común” de Judea que eran creyentes (1:22–24). De tal forma que confirmaron su respaldo entusiasta en una forma singularmente notable, la cual se describe en estas palabras: “cuando vieron que se me había encomendado el evangelio a los incircuncisos … y cuando percibieron la gracia que se me había dado … me dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo”. Nótese que fueron ellos mismos—Jacobo, Cefas y Juan—quienes tomaron la iniciativa. 

Por cierto, este apretón de manos era una señal de mutuo acuerdo y reconocimiento; y más que eso, de comunión (koinonía), uno de los términos más ricos del Nuevo Testamento. Para un análisis detallado de este término, véase C.N.T. sobre Fil. 1:5 y la nota 31, pp. 106–109. Pero también sirvió como la confirmación de un pacto solemne en el que entraron estos cinco hombres al dividirse el trabajo: “para que nosotros (Pablo y Bernabé) (fuésemos) a los gentiles, y ellos (Jacobo, Cefas y Juan) a los circuncidados”. 

Esta distribución de la obra debe interpretarse en términos generales. Equivalía a ratificar lo que ya había comenzado; porque, como ya hemos indicado, Pablo y Bernabé estaban atendiendo a los gentiles; Jacobo, Cefas y Juan a los judíos. Esto no prohibía a los dos misioneros dirigirse a los judíos, dondequiera hubiese una sinagoga, ni tampoco a los otros tres de llegar también a los que no eran judíos. 

De este modo, Pedro no tuvo que disculparse por haber estado trabajando con los samaritanos (Hch. 8:14ss) y por haber predicado a Cornelio el centurión romano y a sus amigos y conocidos (Hch. 10:1ss; 11:1ss; ¡especialmente 15:7!). No obstante, desde ese momento y hasta donde las circunstancias lo permitiesen, los judíos y su tierra serían la responsabilidad principal de los tres y de aquellos que ellos representaban, mientras que Pablo y Bernabé proclamarían el evangelio “lejos a los gentiles” (cf. Hch. 22:21).

Las siguientes lecciones se destacan en los vv.7–9:
(1) Bajo la autoridad de Dios, el evangelio de Pablo es independiente; esto es, es capaz de mantenerse firme ante amigos o enemigos. Puede vencer todos los argumentos de sus enemigos, y es defendido con mucho entusiasmo por sus amigos que reconocen que es el mismo evangelio que ellos aprecian.

(2) Un solo evangelio es suficiente para toda época y todo clima. El método de presentarlo puede variar, pero esencialmente el evangelio para el primer siglo es el evangelio para el día de hoy. Aquellos que afirman que “no es pertinente” para este tiempo y era están cometiendo un error trágico. Sólo cuando el mensaje del amor de Dios en Cristo haya penetrado en el corazón y la mente, dando por resultado una vida entregada a Dios y una obediencia agradecida de los principios de conducta que nos ha dejado en su Palabra, podrán hallarse soluciones a los problemas que en el día de hoy acosan al individuo, a la familia, a la sociedad, a la iglesia, a la nación y al mundo.

(3) El Nuevo Testamento no es una mezcolanza de teologías en desacuerdo—la teología de Juan, la teología de Pablo, etc.—sino una unidad armoniosa y hermosamente matizada. Es un hecho notable que estos cinco hombres, cuyo apretón de manos se describe aquí como una proclamación retumbante de su armonía, ¡produjeron no menos que veintiún libros de los veintisiete libros del Nuevo Testamento!

10. Se añadió una estipulación más al acuerdo principal que tenía que ver con la esencia del evangelio y la distribución del campo de trabajo: Solamente, tendríamos que continuar recordando a los pobres, cosa que también con diligencia traté de hacer. La difícil situación por la que estaban pasando los pobres de Judea requería que se tomaran medidas especiales para socorrerles. Al parecer, esta situación, aunque unas veces más severa que otras, era algo constante (Hch. 11:27–30; 12:25; 2 Co. 8:14). Hacía algunos años Pablo y Bernabé habían sido enviados en una misión de socorro. 

Ahora Pablo y Bernabé están de acuerdo en que esa ayuda debía continuar. Pablo afirma que fue con diligencia—se empeñó esmeradamente, hizo todo lo que pudo—en cumplir con este compromiso. Por cierto, fue tan diligente al entregarse a esta labor, que en su tercer viaje misionero, el que seguiría inmediatamente después del presente—segundo—viaje, durante el cual se escribió Gálatas tuvo, como uno de sus fines principales, tal como el mismo apóstol lo afirma, “hacer limosnas para mi nación” (Hch. 24:17). Las palabras, “tendríamos que continuar recordando” probablemente no sólo significan que la obra que se había comenzado debería reanudarse y así continuarse, sino también que la ayuda a los pobres debe ser y permanecer como una práctica permanente de la iglesia. 1 Co. 16:1, 2 apunta con toda seguridad en esa dirección.

Una obra de esta naturaleza debe ser impulsada con toda la fuerza disponible. Es algo requerido por la ley de Dios (Ex. 23:10, 11; 30:15; Lv. 19:10; Dt. 15:7–11), las exhortaciones de los profetas (Jer. 22:16; Dn. 4:27; Am. 2:6, 7), y la enseñanza de Jesús (Mt. 7:12; Lc. 6:36, 38; cf. 21:1–4; Jn. 13:29; Gá. 6:2), es algo que pertenece a la expresión de gratitud que el creyente tiene por los beneficios recibidos. Aquellos que han recibido misericordia deben ser misericordiosos. Pablo señala al hecho de que si los gentiles han recibido tantas bendiciones espirituales de los santos de Jerusalén, ellos deben servirles a ellos en lo material (Ro. 15:26, 27). ¡Y con toda seguridad, el texto más grande de todos en conexión con esto es 2 Co. 8:9! Al hombre generoso le espera una gran recompensa (Mt. 25:31–40).

Es notable que Pablo, el gran pensador, es a la vez el benefactor cristiano que cree con todo corazón en hacer “bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”, como él dice en esta misma carta (6:10). Así es el cristianismo. Si es cristianismo genuino, se preocupa por los pobres, su salud y sus viviendas, su bienestar espiritual pero también material. Hace todo a su alcance para ayudar a los menesterosos, los analfabetos, los malnutridos, los emigrantes y los que pertenecen a las “minorías”. 

¡Lleno del amor de Dios en Cristo, con diligencia anhela hacerlo! Los cinco hombres que hicieron este acuerdo deben haber sentido una felicidad profunda cuando juntos dieron la diestra de compañerismo el uno al otro, hermanos en causa común. De modo que Pablo y Bernabé acordaron solemnemente con los otros, prometiendo recordarles a los gentiles a que ayudasen a los pobres; particularmente en el caso presente, a los santos en Jerusalén. ¡Uno de los cinco era Jacobo (o sea Santiago) hermano del Señor, cuyas palabras inolvidables respecto a los ricos y los pobres tenemos en el segundo y quinto capítulos de su epístola!

Bosquejo homilético
Llamados para ser apóstoles
Gálatas 2:6–10
Introducción: 
Los llamados de Dios siempre buscan lugares para servir. En el caso de Pablo el lugar no era importante. Sintió que su misión era a los gentiles, que en este pasaje se llama la incircuncisión. Pedro y otros apóstoles concentraron su ministerio en los judíos, que aquí abarca a los de la circuncisión. 

  I.      La fuente del llamado es Dios.
    1.      El llamado fue dado a Pedro y los otros apóstoles.
    2.      El llamado fue dado también a Pablo.

  II.      El propósito del llamado de Dios.
    1.      El llevar el evangelio a los judíos primeramente (de la circuncisión).
    2.      El llevar el evangelio a los gentiles (incircuncisos).

  III.      El alcance del llamado de Dios, v. 10. 
    1.      Enfocar en lo esencial del evangelio y no en los aspectos periféricos.
    2.      Acordar las obras sociales para ayudar a los pobres.

Conclusión: 
La aplicación práctica del pasaje hoy en día nos lleva a enfocar a los grupos étnicos en distintas partes del mundo, que nunca han escuchado el evangelio. No importa su raza; lo importante es que son personas por las cuales Cristo murió y Dios quiere que entren en su reino. 



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viernes, 7 de agosto de 2015

...a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




 
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Información 


CONSTRUCCIÓN DE SERMONES EXPOSITIVOS
GÁLATAS 2: 1-10

1Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusaléna con Bernabé, llevando también conmigo a Tito. 2Pero subí según una revelación, y para no correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación el evangelio que predico entre los gentiles. 

3Mas ni aun Tito, que estaba conmigo, con todo y ser griego, fue obligado a circuncidarse; 4y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, 5a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros. 

6Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personasb), a mí, pues, los de reputación nada nuevo me comunicaron. 

7Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión 8(pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles), 9y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión. 10Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré con diligencia hacer.
a a 2.1: Hch. 11.30; 15.2.
b b 2.6: Dt. 10.17.


La aceptación apostólica, 
GÁLATAS 2:1-10

Después de haber argumentado su independencia de los apóstoles en relación con el origen de su evangelio, Pablo comienza a escribir acerca de la unidad que existía entre él y los apóstoles de Jerusalén. En contra de las acusaciones de los judaizantes que decían que el evangelio de Pablo no era igual al dado por Jesús a los doce apóstoles, Pablo argumenta que es el mismo evangelio.

El Apóstol continúa su narración histórica y menciona que después de catorce años él subió a Jerusalén (v. 1. Aquí se menciona por tercera vez la palabra griega epéita 1899 que se traduce después). Es lógico asumir que Pablo se refiere a catorce años después de la visita a Jerusalén mencionada en 1:18. Hay dos razones por que tomar este punto de vista. Primera, la palabra griega epéita que se traduce después en 1:18 tiene referencia al versículo anterior (v. 17) que incluye la salvación de Pablo y su viaje a Arabia y Damasco. El después en 2:1 tiene que ver con la visita a Jerusalén mencionada en 1:18 y no a su salvación remota. Segundo, la palabra griega pálin 3825 (otra vez) en 2:1 tiene referencia a su visita a Jerusalén y no a su conversión.

Es de importancia escribir un poco acerca de la visita de Pablo a Jerusalén según 2:1. Entre los eruditos de las Sagradas Escrituras hay un debate en cuanto a esta visita. Sería de ayuda presentar un esquema de las visitas de Pablo a Jerusalén según Hechos y las que Pablo menciona en Gálatas.
Según Lucas Según Pablo
Hechos 9:26–30 Gálatas 1:18–24
Hechos 11:27–30 Gálatas 2:1–10
Hechos 15
Hechos 18:22
Hechos 27:17 s.
El argumento entre los eruditos es dónde poner la visita de Pablo a Jerusalén mencionada en Gálatas 2:1–10 con las cinco referencias mencionadas por Lucas en Hechos. Las dos interpretaciones más comunes son: Gálatas 2:1–10 es la misma visita mencionada por Lucas en Hechos 11:27–30 (algunos exponentes de este punto de vista son F. F. Bruce y William Ramsey). El segundo punto de vista es que Gálatas 2:1–10 es la narración de Lucas en Hechos 15 (algunos exponentes de este punto de vista son J. B. Lightfoot y A. T. Robertson). En realidad los dos enfoques tienen sus argumentos fuertes y sus problemas pero es mejor seguir el punto de vista tradicional, que afirma que Gálatas 2:1–10 es la misma visita en Hechos 15

Algunos de los argumentos que hacen esta interpretación más fuerte son los siguientes. Los participantes son los mismos. Pablo y Bernabé son prominentes en Hechos 15 y Gálatas 2. También Pedro y Jacobo estaban envueltos en este evento. Un problema en relación a los participantes es: ¿Por qué Tito no es mencionado en Hechos 15? Este problema se puede contestar diciendo que Tito fue incluido con los otros en Hechos 15:2. Otro argumento que favorece este punto de vista es que el problema es el mismo. En las dos narraciones el problema era el de la circuncisión de los gentiles convertidos. Pablo estaba en un conflicto serio con los judaizantes acerca de la circuncisión, lo que llevó al concilio de Jerusalén en Hechos 15. Finalmente, la cronología apoya este punto de vista. Si sumamos los tres años de 1:18 con los catorce años en 2:1, el resultado encaja mejor con el tiempo del concilio en Hechos 15.

Un argumento fuerte que vale la pena mencionar contra el primer punto de vista (Gál. 2:1–10 es el mismo incidente que Hech. 11:27–30) es que en Hechos 11 Pablo trajo ayuda para los pobres y sería una falta de cortesía que los apóstoles insistieran a Pablo que recordara a los pobres (Gál. 2:10).

Una pregunta que hay que contestar es: ¿Por qué Pablo solamente menciona aquí dos de sus cinco visitas a Jerusalén según Hechos? Esta pregunta se puede contestar diciendo que el propósito de Pablo no era el mencionar todas sus visitas a Jerusalén sino sólo algunas que podían apoyar su argumento contra los judaizantes.
El Apóstol subió a Jerusalén acompañado por Bernabé y Tito (2:1). Bernabé no era su nombre original sino José; los apóstoles le pusieron el nombre de Bernabé, que traducido es "hijo de consolación". Este nombre mostraba su carácter (Hech. 4:36). Bernabé era un levita nacido en Chipre (Hech. 4:36) y su primo era Marcos (Col. 4:10). 
No sabemos nada acerca de su conversión, pero mucho en cuanto a su naturaleza espiritual. Bernabé era un hombre con una naturaleza muy generosa, y vendió su heredad para ayudar a los pobres (Hech. 4:37). También Bernabé probó en su vida que en realidad era un hijo de consolación. El tomó a Pablo en el comienzo de su vida cristiana y lo llevó a los apóstoles en Jerusalén para que tuviesen compañerismo con él. Fue Bernabé quien también buscó a Pablo para que fuera a Antioquía y ministrara allí por un año (Hech. 11:25, 26). El ministerio de Bernabé y Pablo creció y después la iglesia de Antioquía los envió a Jerusalén con una ayuda para los pobres (Hech. 11:29, 30). Después Pablo y Bernabé fueron comisionados por la iglesia como misioneros (Hech. 13:2–4). Bernabé fue con Pablo en el primer viaje misionero y más tarde regresaron a Antioquía (Hech. 14:24–28). 
En Antioquía, la iglesia reconoció el liderazgo de Pablo. (Lucas mencionaba primero a Pablo y después a Bernabé según Hech. 15:2, 35.) El trabajo unido de estos dos grandes siervos terminó por una discusión que tuvieron en relación con Marcos, el primo de Bernabé, antes del segundo viaje misionero (Hech. 15:36–41). Pablo no quería llevarlo porque Marcos no quiso seguir en el primer viaje misionero y regresó a Jerusalén (Hech. 13:13). 
Bernabé quería llevar a Marcos en un programa de discipulado y ánimo, pero Pablo no estuvo de acuerdo. Entonces Bernabé tomó a Marcos y se fue a Chipre. Pablo partió con Silas en su segundo viaje misionero. Bernabé tuvo éxito en el discipulado de Marcos. El apóstol Pablo más tarde reconoció el cambio en Marcos. 
Personalmente pide que le ayude en su ministerio (Col. 4:10; 2 Tim. 4:11; Flm. 24). Después de esta discusión, Bernabé sale del retrato narrativo de Lucas en Hechos. Si alguien hubiese escrito un libro acerca de la vida de Bernabé, yo creo que tendría muchos relatos de personas que testificarían de la influencia que Bernabé tuvo en ellos; el apóstol Pablo sería uno de ellos. Este desacuerdo no terminó la amistad entre Pablo y Bernabé. En 1 Corintios 9:6 Pablo menciona a Bernabé como colaborador.
Compañeros en el ministerio
(Pablo y Bernabé)
Las experiencias de estos dos siervos del Señor nos dan ejemplo de las maneras en que podemos experimentar el compañerismo en la obra del Señor.
1.     Ambos habían tenido experiencias dramáticas de conversión.
2.     Ambos cambiaron el rumbo de su vida al convertirse, para ser misioneros.
3.     Ambos tenían carácter fuerte, que se prestaba para diferencias de opinión en cuanto a la estrategia en la obra (Hech. 13:13).
4.     Ambos llegaron a madurar en la fe, para ser más amplios en aceptar los puntos de vista de otros (1 Cor. 9:6).
Algunos se pueden preguntar: ¿Quién tuvo la razón, Pablo o Bernabé? La respuesta es que los dos la tuvieron. El punto de vista de Pablo era expandir el reino de Dios; en este enfoque no hay mucho tiempo para equipar y animar. El punto de vista de Bernabé era el equipar y animar a los hijos del reino y ésto toma tiempo. Los dos puntos de vista son correctos y deben ser ejercitados en las iglesias. Lo bueno de esta discusión fue que Pablo siguió en lo que el Señor le había llamado y Bernabé siguió en su ministerio. También continuaron como amigos y hermanos en Cristo según 1 Corintios 9:6. Este debe ser un ejemplo cuando hay discusiones entre hermanos; seguir como amigos y hermanos en el Señor y lo más importante es seguir en la obra donde el Señor les ha colocado.

Otra persona que Pablo menciona que fue con él a Jerusalén es Tito. El era un gentil incircunciso (Gál. 2:3). También fue un colaborador con Pablo. Tito era pastor (2 Cor. 8:23; 12:18). No sabemos cuando Tito se juntó con Pablo en las actividades misioneras. La referencia más temprana de Tito está en Gálatas 2:1, 3. Una de las epístolas pastorales fue enviada a Tito, que estaba trabajando como pastor en Creta (vea la epístola de Tito).

El apóstol Pablo explica que subió a Jerusalén de acuerdo a una revelación (v. 2). Algunos eruditos argumentan que Gálatas 2 no es el mismo incidente que el concilio de Hechos 15, porque Lucas no menciona nada acerca de esta revelación. Podemos decir que fue posible que el Espíritu Santo haya podido hablar por medio de los líderes de Antioquía y también por Pablo, como lo había hecho antes cuando comisionó a Pablo y Bernabé a ir a Jerusalén para llevar ayuda a los pobres (Hech. 11:17–30; 12:24, 25). El silencio de Hechos 15 acerca de la revelación de Pablo no la niega, pero sencillamente no fue mencionada por Lucas. Un ejemplo de una exclusión de Lucas es Hechos 9:29, 30 donde Pablo huye de Jerusalén. Aquí no se menciona nada de una revelación pero en Hechos 22:17–21 Pablo explica que fue por una visión que salió de Jerusalén. De la misma manera Pablo subió a Jerusalén porque sabía que era la voluntad de Dios (Dios se lo manifestó por medio de una revelación); aunque Lucas no la menciona, no quiere decir que no ocurrió.

La pregunta en este versículo (2:2) es: ¿Qué quiso decir Pablo cuando escribió: ... no corro ni he corrido en vano? Pablo no quiso decir que él no estaba seguro de su evangelio y por eso fue a Jerusalén para recibir una confirmación apostólica. El estaba totalmente convencido del evangelio y estaba dispuesto a no ceder ni un centímetro de su mensaje (Gál. 2:3–5). Es mejor interpretarlo como que el Apóstol tenía miedo de que el evangelio que él predicaba fuera mal entendido y eliminado públicamente por los líderes de Jerusalén. Si ésto sucedía, su evangelio vendría a estar en la lista negra y los judaizantes ganarían la acreditación para predicar un evangelio contaminado. El ministerio de Pablo sería perjudicado y todo su trabajo vendría a ser en vano. La unidad del evangelio sería dividida entre salvación más la ley o salvación más nada. El Apóstol menciona la misma idea cuando exhorta a los filipenses en cuanto a su carácter cristiano (Fil. 2:16).

Antes del concilio público en Hechos 15, el Apóstol expuso su evangelio previamente. Pablo lo hizo así para conocer la posición de los líderes en Jerusalén y que ellos también supieran más acerca del evangelio que él predicaba entre los gentiles. Además el Apóstol quería evitar conversaciones y decisiones públicas que podían ser de estorbo para la obra entre los gentiles. Algunos podían preguntarse: ¿Por qué la reunión en privado no es mencionada por Lucas en Hechos 15? Hechos 15:4, 5 nos dice que hubo una reunión en la cual Pablo y Bernabé dieron un informe de su ministerio y más tarde en los vv. 6–12 comenzó la reunión más formal.

Otra pregunta que se puede hacer en este punto es: ¿Por qué Pablo no resolvió este problema cuando fue a Jerusalén por primera vez? Posiblemente el problema de los judaizantes no había sido de una gran oposición en el ministerio temprano de Pablo. También la naturaleza de la primera visita era de conocer a los apóstoles y saber más acerca de Jesús cuando estuvo en el mundo.

Pablo continúa diciendo que Tito (que era un gentil incircunciso) no fue obligado a ser circuncidado, mas fue recibido como hermano en la fe. Posiblemente Pablo llevó a Tito para mostrar lo que el Espíritu Santo estaba haciendo entre los gentiles. 

Pablo menciona a Tito en este punto para argumentar contra la pretensión de los judaizantes que querían que los gentiles fuesen circuncidados para ser salvos. Si la circuncisión es importante, entonces: ¿Por qué Tito no fue forzado a hacerlo por los de reputación en Jerusalén?

Sería buena idea explicar brevemente qué es la circuncisión. Circuncidar quiere decir "cortar" circularmente una porción del prepucio. La circuncisión en el AT era una señal del pacto que Dios tuvo con Abraham (Gén. 17:10, 11). Este rito externo era observado por el pueblo de Dios en el AT (Gén. 17; Exo. 4; Jos. 5) y debía ser una señal de un cambio interno hecho por Dios (Deut. 10:16; 30:6). En el NT este rito externo no tenía ningún significado en la vida espiritual de una persona (Rom. 4:10, 11; Gál. 5:6). Sabiendo la influencia tremenda que la circuncisión tenía en el pueblo de Israel por siglos, podemos entender el celo ferviente que los judaizantes tenían por la ley y la circuncisión.

Una pregunta que algunos lectores se pueden hacer es: ¿Por qué Pablo animó a Timoteo a circuncidarse (Hech. 16:3) y también defendió a Tito para que no se circuncidara (Gál. 2:5)? ¿Era Pablo inconsecuente? La contestación es que Pablo no fue inconsecuente. El caso de Timoteo es diferente al de Tito. 

Timoteo se circuncidó para evitar pleitos entre los judíos no salvos en Jerusalén; Timoteo no quería ser piedra de tropiezo para ellos. Se hizo como ellos para ganarlos para Cristo. En el caso de Timoteo la circuncisión no era para salvación sino para evitar pleitos, siendo él en parte judío (Hech. 16:1). El caso de Tito era totalmente diferente. Pablo se opuso a la enseñanza de que hay que circuncidar a los cristianos gentiles para salvación. Pablo quería mostrar que los gentiles eran salvos sin la circuncisión. El caso de Tito tenía más que ver con el mensaje de salvación y la ley.

Los judaizantes, a quienes Pablo se refiere en el cap. 2, eran falsos hermanos. El Apóstol no estaba diciendo que ellos eran hermanos en la fe sino al contrario, eran hombres que se hacían pasar como hermanos pero en realidad eran falsos. Estos hombres falsos se infiltraron secretamente (v. 4). La idea aquí es que estos falsos hermanos eran puestos en las congregaciones por algún grupo de afuera. Pablo no dice quiénes eran pero los gálatas sabían quiénes eran los responsables. Posiblemente el grupo que investigaba esta clase de actividad eran ex fariseos o ex sacerdotes judíos que se llamaban cristianos en Jerusalén. Estos falsos hermanos tenían un lema que era: Si no os circuncidáis de acuerdo con el rito de Moisés, no podéis ser salvos (Hech. 15:1). 

Según Pablo, los falsos hermanos tenían dos objetivos. El primero era de espiar la libertad que los cristianos gentiles tenían en Cristo. Cuando Pablo menciona la palabra libertad (v. 4), él no se está refiriendo a una libertad de hacer lo que le venga en gana, sino a una libertad de los ritos y reglamentos de la ley que eran impuestos por los líderes judíos. El segundo objetivo era de esclavizar a los cristianos más dé-biles a observar las leyes y ceremonias del AT.

El Apóstol explica que esta clase de enseñanza no fue tolerada ni practicada en su ministerio para que el evangelio de libertad se siguiera proclamando (v. 5). Algunos eruditos piensan que Tito sí fue circuncidado. 
Ellos argumentan que en algunos manuscritos las palabras ni por no aparecen (en el griego son las palabras hois oude y no aparecen en el texto occidental); la lectura de este versículo sin las palabras "ni por" tiene el significado de que Tito se circuncidó para no traer problema. Tito no fue forzado pero aceptó la circuncisión y así el Apóstol y Tito accedieron por un tiempo. Este punto de vista es inconsecuente con la firmeza de Pablo acerca de su evangelio de libertad. También el tono de la epístola es totalmente contrario a la idea de la circuncisión para los gentiles. Es mejor interpretar este versículo como que Tito no se circuncidó.
“Los importantes”
2:6
Hace unos años un líder en la obra cristiana en un país se jactó de estar entre los importantes, cuando se señaló a sí mismo y dijo: “Aquí está uno de los ‘big wig’ (más importantes) de la obra.” Desgraciadamente, después de unos años, se descubrió que este mismo hermano estaba involucrado en actos de deshonestidad que causaron tristeza para todos los cristianos. No debemos pensar que somos los “importantes” en la obra; Dios nos llama a servir con fidelidad, y él se encargará de dar la recompensa. Nuestro llamado es a ser fieles en servir, no buscar los títulos de importancia.
El apóstol Pablo regresa a lo que dijo en el v. 2 acerca de exponer su evangelio a aquellos con reputación en Jerusalén y llega a la conclusión de que ellos no agregaron nada nuevo a su evangelio dado directamente por Cristo (v. 6). El Apóstol no tenía falta de respeto para los apóstoles en Jerusalén, al contrario, él fue para que ellos escucharan su evangelio. Pablo estaba reaccionando contra aquellos judaizantes que ponían a los apóstoles de Jerusalén como la máxima autoridad y a Pablo como un apóstol falso, que tenía un evangelio inventado por él. Estos grandes hombres tenían una reputación de haber caminado con Jesús y de ser apóstoles en Jerusalén, donde se originó el mensaje verdadero y el cristianismo. Posiblemente los judaizantes usaban estas credenciales para mezclar el evangelio con la ley. Pablo reacciona contra tales hombres (no contra los apóstoles) y menciona que el hecho de que estos apóstoles hubieran caminado con Jesús en otros tiempos no les daba más favor ante Dios que a él, que llegó a ser apóstol más tarde. Los judaizantes sabían que Dios no hace acepción de personas. En el concilio de Jerusalén Pedro confirmó esta verdad (Hech. 15:9).
El Apóstol regresa al concilio de Jerusalén y menciona una de las decisiones que se tomó (v. 7). Se reconoció que el evangelio dado a Pablo venía de Cristo y se tomó la decisión de que a Pablo se le había encomendado el evangelio por Cristo para ser predicado a los gentiles (Hech. 15:12) y a Pedro, que era un líder destacado entre los apóstoles en Jerusalén, el evangelio para los judíos (Hech. 15:7–11). Cuando Pablo menciona el evangelio para la incIrcuncisión y para la circuncisión, él no se está refiriendo a que hay dos evangelios, sino que el mismo evangelio se predicase a dos grupos diferentes. El mismo Espíritu Santo que actuó en Pedro también actuó en Pablo (v. 8). En otras palabras, el evangelio tenía que ser uno porque el autor es uno y es el mismo Espíritu Santo que llamó a estos dos grandes siervos a un ministerio diferente. Cuando se dice que Pablo es apóstol a los gentiles y Pedro a los judíos, no necesariamente se eliminaba la evangelización a los otros grupos, sino que en general el ministerio de Pablo era para los gentiles y el de Pedro para los judíos.
El Apóstol continúa su defensa contra los judaizantes y menciona a tres personas que los judaizantes usaban para combatir el evangelio de gracia que Pablo predicaba. Les dice que ellos (Jacobo, Pedro y Juan) aprobaron el ministerio del apóstol Pablo (v. 9). No sabemos de seguro por qué Pablo menciona a Jacobo primero. Posiblemente Jacobo llegó a ser el más prominente en la iglesia de Jerusalén. Pedro y Juan también fueron mencionados. Pablo escribe liberalmente el nombre de Cefas en vez de Pedro; posiblemente Pablo usaba los dos nombres intercambiadamente. El Juan que Pablo menciona es probablemente el hijo de Zebedeo (Mat. 10:2–4). Esta es la única oportunidad en que el nombre Juan es mencionado en las epístolas paulinas. Según el libro de Hechos, Juan estuvo con Pedro en diferentes ocasiones (Hech. 3:1–4:22; 8:14–25). Estos apóstoles eran pilares en la obra de Jerusalén. El término columna (v. 9) es simbólico de una persona que muestra apoyo y defensa (en el sentido de enseñanza) por los suyos. Entre los judíos, la palabra columna tenía que ver con un gran maestro. Apocalipsis 3:12 menciona la palabra columna para aquellos que son vencedores. Fueron estos hermanos de gran prestigio en Jerusalén los que dieron la mano de compañerismo a Pablo y Bernabé. La mano derecha (déxios 1188, "la mano"), tenía que ver como un acto simbólico que representaba un acuerdo o amistad entre dos grupos o personas. Estos líderes estaban de acuerdo con el ministerio de Pablo para los gentiles. Lo único que los hermanos le pidieron fue el recordar a los pobres, lo cual Pablo estaba haciendo. En la reunión no hubo ninguna indicación de que el evangelio paulino tenía defectos sino al contrario hubo unidad entre los líderes de Jerusalén y Pablo.

La petición de recordar a los pobres por los líderes de Jerusalén no es mencionada por Lucas en Hechos. Tenemos que concluir que aunque no fue mencionada por Lucas, esta fue una petición que los apóstoles hicieron, posiblemente en la reunión privada en Hechos 15:4. Esta petición no cambiaba nada en el evangelio de Pablo, al contrario lo apoyaba.
Semillero homilético
Llamados para ser apóstoles
2:6–10
Introducción: Los llamados de Dios siempre buscan lugares para servir. En el caso de Pablo el lugar no era importante. Sintió que su misión era a los gentiles, que en este pasaje se llama la incircuncisión. Pedro y otros apóstoles concentraron su ministerio en los judíos, que aquí abarca a los de la circuncisión.
I.     La fuente del llamado es Dios.
1.     El llamado fue dado a Pedro y los otros apóstoles.
2.     El llamado fue dado también a Pablo.
II.     El propósito del llamado de Dios.
1.     El llevar el evangelio a los judíos primeramente (de la circuncisión).
2.     El llevar el evangelio a los gentiles (incircuncisos).
III.     El alcance del llamado de Dios, v. 10.
1.     Enfocar en lo esencial del evangelio y no en los aspectos periféricos.
2.     Acordar las obras sociales para ayudar a los pobres.
Conclusión: La aplicación práctica del pasaje hoy en día nos lleva a enfocar a los grupos étnicos en distintas partes del mundo, que nunca han escuchado el evangelio. No importa su raza; lo importante es que son personas por las cuales Cristo murió y Dios quiere que entren en su reino.
Una pregunta que se puede hacer en este punto es: ¿Por qué el Apóstol no incluyó el contenido del decreto en Hechos 15 en su argumento contra los judaizantes? Tenemos que entender que una de las cosas que Pablo quería argumentar era su independencia de los apóstoles de Jerusalén y que su evangelio era dado totalmente por Cristo. Al mencionar el decreto, su evangelio perdía credibilidad. Es interesante que en 1 Corintios 8, que se refiere a comidas sacrificadas a los ídolos, el Apóstol tampoco menciona el decreto de Hechos 15 para reforzar su argumento.

c. La exhortación a Pedro según el evangelio, 2:11–21. Hemos visto que el evangelio dado a Pablo por Cristo en realidad es genuino. Este evangelio fue dado a Pablo por revelación directa y fue totalmente independiente de la autoridad apóstolica en Jerusalén. También fue por el evangelio que su vida fue transformada para predicar a los gentiles. El evangelio predicado por Pablo fue también aceptado por los apóstoles en Jerusalén. Ahora el apóstol Pablo da un ejemplo de la autoridad de su evangelio y es en ocasión de la confrontación que tuvo con Pedro. Esto pasó después del concilio de Jerusalén relatado en Hechos 15; Pedro decidió visitar a los hermanos en Antioquía (v. 11). Fue en esta visita que Pedro fue resistido por Pablo (el verbo griego anthístemi 436 tiene que ver con un ataque inicial del otro lado y así ser resistido. En la mente de Pablo, Pedro era culpable de un acto original de agresión contra el evangelio de la gracia). Pablo menciona que lo que Pedro hizo era reprensible. 

El ser reprendido por Pablo no significa que éste era superior sino que los hechos de Pedro no eran según el evangelio. El Apóstol explica lo que pasó (v. 12). Pedro comía con los gentiles (eran gentiles cristianos convertidos por medio del evangelio predicado por Pablo). Cuando Pedro estaba teniendo compañerismo con ellos, algunos de parte de Jacobo vinieron a ellos, (posiblemente en el tiempo de la comida también participaban del partimiento del pan y el vino, para recordar la muerte del Señor). Ciertas personas de parte de Jacobo (v. 12): Estos judíos eran cristianos, y venían de parte de Jacobo. Este es el mismo Jacobo que Pablo mencionó en 1:19. Posiblemente fueron a Antioquía para llevar luego un informe a Jacobo. Estos no eran los falsos hermanos que el apóstol menciona en el v. 4. Pero eran hombres de prestigio en la iglesia en Jerusalén y por ello Pedro tuvo temor. Estos hombres que venían de parte de Jacobo eran judíos estrictos que se habían convertido al cristianismo.

Es importante mencionar que a Pedro y a los judíos cristianos, especialmente los de Jerusalén, no les era cosa fácil dejar atrás una enseñanza que había predominado anteriormente en sus vidas. La tradición de sus padres era algo que predominaba en su sociedad. Pedro tuvo problemas en la transición de la ley a la gracia. Un ejemplo clásico de esto fue la visión que Pedro tuvo de parte de Dios para enseñarle que ya no hay diferencia entre judíos y gentiles (Hech. 10).

Cuando llegaron los de Jerusalén, Pedro se retraía y apartaba, temiendo... (v. 12). Estas palabras juntas describen a una persona tímida que se aparta cuidadosamente para no ser observada. El verbo "retraer" (upostéllo 5288) se usaba para cuando un ejército planeaba retirarse para ir a buscar protección. Por miedo a los de la circuncisión Pedro comenzó a separarse de los hermanos gentiles. Pablo los menciona como los de la circuncisión (v. 12). La idea aquí es la misma que en el v. 7, en el cual se menciona que el ministerio de Pedro era para aquellos de la circuncisión o judíos. Estos hermanos eran judíos cristianos. El temor de Pedro era como en Hechos 11:1, 2 donde los cristianos judíos conocidos como los de la circuncisión argumentaban con Pedro y le reclamaban su compañerismo con los gentiles.

Una pregunta que puede estar en algunos de los lectores es: ¿Por qué tenía Pedro temor de estas personas si el concilio (Hech. 15) claramente había dado a los judíos "luz verde" para el compañerismo? Simplemente que el decreto de Hechos 15 fue anunciado en teoría y no en práctica. Lo que le pasó a Pedro fue un error suyo en la práctica. La tensión de la ley predominaba entre los cristianos judíos en Jerusalén. No fue algo que desapareció totalmente después del decreto. Con su manera de actuar, Pedro influyó en otros, para hacer lo mismo (los otros judíos eran judíos cristianos que vivían en Antioquía). Tanta fue su hipocresía que hasta Bernabé lo siguió en sus hechos (v. 13). El apóstol Pablo llama hipocresía a esta acción de parte de Pedro y sus seguidores, porque representaban una comedia que no estaba de acuerdo con sus convicciones. Esto sucedió por un período de tiempo, seguramente durante la estadía de los de la circuncisión.

El apóstol Pablo vio que no andaban rectamente (v. 14; orthopodéo 3716 tiene que ver con seguir un camino derecho en contraste con una línea torcida). Con su testimonio, ellos se estaban alejando de la verdad del evangelio. Aquí hay una lección muy importante que tenemos que considerar y es que a veces sabemos la verdad del evangelio (en teoría) pero por presiones externas actuamos en forma contraria a la verdad de lo que la palabra nos indica. El saber de la Palabra y el vivirla debe ser una sola cosa. Pablo exhortó a Pedro cara a cara delante de todos (v. 14). La razón por la que Pablo lo exhortó en público fue que, como líder, estaba siendo piedra de tropiezo a muchos hermanos. Esta no fue una ofensa personal, sino que involucraba a muchos hermanos.

Pablo comienza su exhortación con una pregunta (v. 14b). No sabemos de seguro en qué versículo terminó la exhortación de Pablo. Algunos piensan que terminó en el v. 14, pero es mejor concluir que su exhortación siguió hasta el final del capítulo. La pregunta de Pablo era: Si Pedro, que era judío, vivía como gentil, (tenía la libertad de vivir en la manera de los gentiles, como lo estaba haciendo en Antioquía) ¿cómo podía él obligar a los gentiles a vivir como los judíos? Con su testimonio, Pedro estaba diciendo a los gentiles que hasta que ellos se conformaran a las prácticas judías no podían tener compa-ñerismo con él y sus compañeros judíos. En esencia, ésto era una obligación para que los gentiles se judaizaran.

La respuesta de Pedro no está registrada; él era culpable delante de la acusación de Pablo, pues sus acciones no eran iguales a sus convicciones.

El apóstol Pablo continúa su argumento basado en la acción de Pedro (vv. 15–21). La refutación del Apóstol va dirigida a los judíos de nacimiento (incluyendo a Pedro y sus seguidores). Aunque tuvieron privilegios por ser judíos, ellos tienen que venir a Cristo por la fe como los gentiles. Pablo menciona un pensamiento que prevalecía entre el judaísmo y era que los judíos de nacimiento eran parte del pacto de Dios y no los gentiles que eran pecadores por naturaleza (v. 15). Aunque Pablo y Pedro sabían que al haber nacido judíos tenían una bendición y algunas ventajas en ello, sin embargo esto no incluía la salvación (v. 16). 

Las obras de la ley (que eran importantes para los judaizantes) no traen salvación. La palabra "justificar" en el v. 16 (dikaióo 1344) no tiene que ver con un cambio ético o hacer que alguien viva una vida santa, sino que es una declaración judicial de Dios por la cual la persona se cuenta como justa y aceptable delante de Dios. Las obras de la ley no producen esta justificación. La fe en Cristo trae justificación, sea para judíos o gentiles. 

La palabra fe (pístis 4102) tiene que ver con aceptar lo que ella misma acredita como verdad. En este caso es Jesucristo. Es esta verdad que se cree y domina las vidas y conductas de los cristianos. Lo que Pablo dice aquí (v. 16) es que los judíos no pueden ser justificados por la ley sino solamente por la fe. Entonces, ¿por qué dar la impresión a los gentiles de que algo más allá de tener fe en Jesús (como la ley de los judíos) trae salvación?

El v. 17 es una porción del cap. 2 que no es fácil de entender. Hay dos explicaciones que son las más lógicas a la luz del contexto. Algunos eruditos sugieren que Pablo estaba contestando una objeción hipotética que toma dos proposiciones correctas y una conclusión incorrecta.
1. Objeción correcta: Pablo dice que los judíos son justificados en Cristo aparte de la ley.
2. Pablo dice que al abandonar la ley para ser salvo por medio de la fe, los judíos tienen que reconocer que ellos mismos están en la misma categoría de pecadores como los gentiles (lo cual es correcto).

Conclusión incorrecta: Entonces Cristo es el servidor o el promotor del pecado. El requiere que los hombres abandonen la ley para ser justificados. El abandonar la ley de Dios que es buena y moverse hacia los principios sin la ley es pecar.
El Apóstol trae a luz este pensamiento totalmente equivocado y horrorizado, exclama: ¡De ninguna manera! (v. 17).

La segunda manera en que se puede explicar este versículo es que Pedro había dejado la ley y dependía de la fe solamente para ser justificado al tener compañerismo con los gentiles. Después vaciló y regresó a la ley cuando vio a los judíos de Jerusalén. En esta manera él estaba insinuando que la ley era necesaria para la salvación. Al regresar a los principios de la ley, en esencia estaba diciendo que él había pecado por haber dejado la ley judía. Esto implicaba que Cristo estuvo equivocado (estaba animando el pecar) al presentarse como el único que justifica fuera de la ley. Cristo engañó a los judíos al enseñarles que no necesitaban la ley; por ello es un servidor del pecado al animarles a dejar la ley. En esencia Pablo estaba diciendo: nosotros buscamos ser justificados por Cristo pero nos hicimos pecadores al dejar la ley; entonces, Cristo es el servidor del pecado. La respuesta es: ¡De ninguna manera! (v. 17).

El Apóstol continúa con el mismo pensamiento del v. 17 y aclara que la culpa no es de Cristo. Entonces, ¿de quién es la culpa? Es de la misma persona (v. 18). El se incluye, por cortesía a Pedro y expone su caso como judío. Lo que Pablo dice aquí (v. 18) es: Si yo dejé la ley y vine a Cristo sólo por la fe y después quiero regresar a aquello que dejé, me hago un transgresor. La palabra griega parábates 3848, que se traduce transgresor, es más específica que la palabra pecadores en los vv. 15 y 17. Quiere decir "uno que quebranta la ley", no tanto un estatuto de ella sino el significado verdadero o la intención de la ley. La razón por la que una persona se hace un transgresor es por el propósito de la ley. La ley no salva pero confirma que el hombre es pecador (comp. Rom. 6–8).

El apóstol Pablo sigue explicando su relación con la ley cuando vino al conocimiento de Cristo (v. 19). En el plan redentor de Dios, la ley tenía un trabajo legítimo y era el de mostrar que el hombre es pecador y señala hacia Cristo. El Apóstol menciona que él ha muerto a la ley. Esto quiere decir que el propósito de la ley terminó en su vida cuando él aceptó a Jesús. En la analogía de la muerte, el Apóstol no responde más a ella porque el propósito de la ley no es de salvar. En su vida nueva Pablo responde a Dios para servirle en espíritu y verdad.

Pablo explica cómo él vive en la nueva vida (v. 20). Lo primero que Pablo dice acerca de esta nueva vida es que él está juntamente crucificado con Cristo (v. 20). (El tiempo del verbo es perfecto, que significa una acción en el pasado y que continúa en el presente. También la voz del verbo es pasiva, que significa "yo no lo hago ahora; ya lo han hecho por mí", lit. se puede traducir, "yo he sido crucificado y sigo siendo crucificado en Cristo".) El verbo "crucificar" explica por qué Pablo había muerto a la ley y se identifica con la muerte del Salvador (él tomó nuestros pecados y no la ley); es la muerte de Cristo la que todo cristiano experimenta (Rom. 6:1–6; 1 Cor. 12:13). 

El resultado de esta unidad con Cristo es que no se vive para uno mismo, ya no se vive para tratar de obtener méritos por observar la ley; pero el vivir, en la vida de Pablo, era que Cristo vivía en él. Todo lo que el Apóstol hacía en la carne lo vivía agradando a Cristo. 

La palabra carne no tiene que ver con la vida de pecado que Pablo menciona en otras epístolas (Rom. 8:8 ss.), sino que tiene la idea del cuerpo mortal (ver 2 Cor. 10:3). El oxígeno en la nueva vida en Cristo es la fe en el Hijo de Dios (Pablo usa este título para hacer hincapié en la nueva revelación de Dios en contraste con el AT). Fue el Hijo de Dios que amó y se entregó a morir en una cruz por Pablo. (El Apóstol usa la primera persona singular, lo que muestra el afecto profundo que él tenía por su Se-ñor. Esto no significa que él estaba excluyendo a otros, si así fuese, el caso iría contra sus enseñanzas del cuerpo de Cristo.)

Pablo explica el propósito de la ley; la ley no tiene nada que ver con la vida eterna. El caminar con el Señor va más allá que los preceptos externos, es una nueva vida en el espíritu y somos motivados a servirle por el amor que Jesús nos tiene.

El apóstol Pedro con su conducta de vacilación eliminaba la gracia de Dios. En sus hechos de apartarse de sus hermanos gentiles, él estaba diciendo que la ley suplementa la justicia alcanzada por Cristo. El apóstol Pablo comenta que él no ha puesto a un lado la gracia de Dios (v. 21). Si una persona puede tener justicia delante de Dios por guardar la ley, entonces la muerte de Cristo fue en vano. Cualquier persona que agregue un requisito más a la muerte de Cristo, en esencia está diciendo que el sacrificio de Cristo no fue suficiente para la salvación.
BOSQUEJO HOMILÉTICO TEXTUAL
Crucificado con Cristo
2:20
Introducción: Pablo explica en este versículo lo que significa para el cristiano estar en relación con Cristo. Representa un nivel de consagración que pocos cristianos alcanzan, pero ofrece una recompensa especial. ¿Qué efecto tiene el estar crucificado con Cristo?
I.     Trae perdón del pecado.
1.     La cruz hace posible nuestro perdón, porque así Cristo pagó por nuestros pecados.
2.     La cruz fue necesaria para expiar los pecados de la humanidad.
II.     Trae poder para vivir frente a las dificultades.
1.     En tiempos de persecución abierta.
2.     En tiempos de experimentar pruebas en la vida.
III.     Trae propósito en vivir día tras día.
1.     Podemos identificarnos con la misión mundial de compartir este mensaje.
2.     Podemos vivir la vida en el espíritu y no en la carne.
IV.     Trae seguridad y tranquilidad en cuanto a la eternidad.
Conclusión: Pablo no apela a otros a entrar en este nivel de consagración. Simplemente testifica que él ha alcanzado este nivel de sentir una relación especial con Cristo y de poder vivir la fe en la seguridad del amor de Cristo. Esto apela a los cristianos y los motiva a buscar esta experiencia.
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