jueves, 8 de enero de 2015

No podemos evitar el error que propagan los falsos maestros a menos que sepamos lo que es la verdad

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información

El conocimiento es el antídoto para el error
2 Pedro 1:1–4
 
Sin importar cuál sea la vocación de cada uno, la vida está llena de preguntas, dudas y decisiones. El albañil se preocupa de que la pared esté derecha, el que escribe una carta, un ensayo o un libro, se inquieta por que sus palabras estén bien escritas. En la cocina, la mujer se preocupa por la combinación exacta de las especias del platillo que está cocinando. 

En todos los casos, la única forma de saber lo que es correcto es consultando la norma escrita. Entonces, para la ortografía está el diccionario, para la pared está la plomada, y para el ama de casa, una receta o ¡tal vez el paladar!

Ahora bien, ¿qué de la vida moral y espiritual? Uno no puede evitar el error que propagan los falsos maestros a menos que sepa lo que es la verdad. La ignorancia es un camino que conduce a toda clase de percances, equivocaciones, esclavitud y rebeldía. 

En sus días, el apóstol Pedro vio esos síntomas en el horizonte y escribió la carta que estamos por estudiar, con el objeto de amonestar a los creyentes contra los falsos maestros. A la luz de un porvenir amenazador, les ofreció el antídoto: el conocimiento de la verdad. 

Su epístola nos hace recordar lo dicho por el Señor Jesucristo: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31–32). No se refiere sólo a la educación o a la acumulación de más información en un archivo. Tiene que haber una aceptación y asimilación de la verdad que Dios ha revelado y que nos motive a la obediencia. 

Nuestro Señor citó este principio cuando dijo: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:17).
 
EL CONOCIMIENTO SIN LA PRÁCTICA NO NOS DA MEJOR CALIFICACIÓN QUE AL DIABLO
 
El resumen que Pedro ofrece al final de la carta es muy acertado: “Antes bien creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo…” (2 Pedro 3:18). Este es un consejo que convenía tanto a sus lectores de aquel entonces como nosotros, porque los falsos maestros siempre han existido.

INTRODUCCIÓN A LA EPÍSTOLA
 
Autor y fecha
A primera vista, no debería ser difícil determinar quién es el autor de una carta que lleva el saludo: “Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo…” (2 Pedro 1:1). En el contexto novotestamentario, el nombre “Simón Pedro” es único. Sin embargo, a través de los siglos, la epístola de 2 Pedro ha sufrido cierta cantidad de ataques, e inclusive hasta el día de hoy tiene divididos a los eruditos conservadores.

Algunos postulan que se escribió a mediados del segundo siglo de nuestra era, lo que obviamente desmentiría la paternidad literaria de Pedro, porque para entonces él ya habría muerto. Es interesante que esos críticos no duden del origen del material de la carta. Es decir, no niegan que los pensamientos y conceptos procedan de Pedro, sólo dicen que el autor verdadero de la carta fue otro. Según ellos, tal vez un discípulo de Pedro tomó el material, que venía de la mente, corazón y enseñanza de su maestro, y lo puso por escrito como un tributo a él después de su muerte.

En el otro extremo, pero siempre dentro del campo de la doctrina conservadora, hay quienes afirman que sí hay evidencias de la autenticidad de la paternidad literaria petrina porque:

 1. En ella se notan ciertos factores que van totalmente de acuerdo con la vida y ministerio del apóstol pescador. Por ejemplo:
    a.      Se menciona la transfiguración como el suceso culminante de la vida del autor (2 Pedro 1:16–18).
    b.      Escribió con sentimiento profundo acerca de “la purificación de sus antiguos pecados” (2 Pedro 1:9).
    c.      Alude a su muerte inminente (2 Pedro 1:13–14).
   d.      El autor dice que el apóstol Pablo era uno de sus contemporáneos más respetados, pero no dice que era un santo de una época pasada (2 Pedro 3:15–16).

 2. De la misma manera, puede aceptarse la autoría petrina por lo que la carta no dice. Por ejemplo:
    a.      No está adornada con detalles supuestamente autobiográficos, pero que serían evidentemente espurios si se considera el estilo de muchísima literatura apócrifa equivocadamente atribuida a Pedro.

    b.      No contiene ningún rasgo de herejía, milagro absurdo o leyenda, características de toda la literatura apócrifa.

 3. La fecha de composición de 2 Pedro está íntimamente ligada a la cuestión de su paternidad literaria. Naturalmente, si uno fija una fecha del segundo siglo, el apóstol Pedro no pudo haber sido el autor, porque se cree que fue martirizado en Roma durante las persecuciones del malvado emperador Nerón, quien murió en el año 68 de nuestra era.

 Además, como Pedro no se menciona en 2 Timoteo, que fue la última misiva de san Pablo escrita desde Roma durante las mismas persecuciones de Nerón, se cree que Pedro murió antes que Pablo.

Lógicamente, la carta tuvo que haberse escrito:
    a.      Después de la circulación de algunas (pero no necesariamente todas) las cartas de Pablo (2 Pedro 3:15).

    b.      Con suficiente tiempo para que la carta circulara y formara así la base (la fuente y en cierto sentido la causa) de la creación de las falsificaciones apócrifas (por ejemplo, El Apocalipsis de Pedro) que surgieron en la primera parte del segundo siglo.

    c.      Antes del desarrollo mayor de los errores citados, que de hecho ocurrió en el segundo siglo. En 2 Pedro, la referencia a los errores se hace con verbos en tiempo futuro.

En conclusión, esos factores se combinan para indicar que probablemente el apóstol escribió 2 Pedro alrededor del año 65 de nuestra era.
 
LA BIBLIA ES DE ORIGEN DIVINO. LE TOCÓ AL HOMBRE RECONOCER SU AUTORIDAD, NO CREARLA

¡PENSEMOS! 
Es muy importante considerar lo siguiente:

 Durante los primeros 20 años después de la ascensión de nuestro Señor Jesucristo, no se escribió ninguno de los libros novotestamentarios. Quiere decir que la Biblia de la cual predicaron y enseñaron los apóstoles en aquel entonces consistía sólo del Antiguo Testamento. 

Pedro predicó su famoso mensaje en el día de Pentecostés (Hechos 2) con base en la revelación del Antiguo Testamento. Esteban revisó la historia antigua de Israel ante sus acusadores en Hechos 7, y Felipe predicó el mensaje de Cristo al etíope (Hechos 8) con base en Isaías 53. 

Aun los gentiles que aceptaron a Cristo durante ese período de veinte años no tenían más que el Antiguo Testamento como su Biblia.


¿Cuál fue el proceso mediante el cual la iglesia llegó confiadamente a reconocer los libros que Dios quiso que formaran parte del Nuevo Testamento? 

Se consideraron cuatro elementos:

1. Apostolicidad: ¿Fue escrita por un apóstol o por alguien que sostenía una relación cercana con él?

2. Contenido: Tenía que manifestar un carácter verídico, histórico, espiritual y, sobre todo, de acuerdo con la sana doctrina.

3. Universalidad: ¿Aceptaban la obra las iglesias en general?

4. Inspiración. Esta era la prueba final. Sería totalmente incongruente que el mismo Espíritu Santo, quien supervisó la escritura de una obra, no ayudara a la iglesia a discernir entre lo genuino y lo espurio. Ese ministerio del Espíritu condujo a la aceptación armoniosa y al final unánime, de los libros del Nuevo Testamento.

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