martes, 15 de octubre de 2013

Samuel: ¿Con qué autoridad haces las cosas? Muestra de la soberanía de Dios

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Samuel: un niño especial
1 Samuel 1–4:1a
¿Alguna vez ha dicho: “¿Quién manda aquí?” Esta es la pregunta que los israelitas se hacían cuando terminaron los eventos de la época de los jueces. Muchas veces también se hace en nuestros días. Por naturaleza, la gente busca ampararse bajo una autoridad establecida.
Otra pregunta que se escucha es: “¿Con qué autoridad manda fulano?” No sólo queremos saber quién manda, sino también en qué se basa para ponerse por encima de los demás. La verdad es que de vez en cuando debemos detenernos y contestar estas preguntas, porque si la autoridad reinante no se deriva de alguien superior, entonces ésta se vicia.
Cuando los libros de Samuel se escribieron, el pueblo de Israel enfrentaba una situación semejante. El reino se había dividido y existía mucha rivalidad entre los grupos. ¿Quién podía afirmar que tenía la bendición divina?
Actualmente no vivimos la misma situación, pero nos urge saber quién controla todo. ¿A quién tenemos que responder? Cualquiera que sea el caso, la contestación se encuentra en los libros de Samuel.
SITUACION HISTORICA
Los eruditos están de acuerdo en que los primeros capítulos de Samuel son una continuación del período de los jueces. Es probable que haya habido un traslape entre los gobiernos de Sansón, Elí y Samuel. El texto bíblico enseña claramente que Elí (4:18b) y Samuel (7:6b, 15, 17) fueron los dos últimos jueces. Al final del libro de Jueces se describe la situación que imperaba en Israel, misma que continuaba al comenzar los libros de Samuel. ¿Cómo podemos describirla?
Caos político
De acuerdo al testimonio de los capítulos finales de Jueces, aprendemos que políticamente Israel vivía una situación caótica. Cuatro veces encontramos la frase “no había rey en Israel” (Jueces 17:6; 18:1; 19:1; 21:25). Parece que el sistema de jueces no funcionaba y que el período de los reyes todavía no había llegado. No existía gobierno centralizado.
La falta de éste dejaba al pueblo sintiéndose políticamente inseguro, aunque sabían que tenía que resolverse de alguna manera. Dos veces el autor de Jueces declara que “cada uno hacía lo que bien le parecía” (17:6; 21:25). El pueblo vivía en anarquía y sufría un caos que le debilitaba tanto, que no podía enfrentar a los filisteos, sus enemigos principales.
Parece que desde el final del período de los jueces, el autor bíblico anticipaba el establecimiento de la monarquía como solución al problema político que aquejaba a Israel.
Decadencia religiosa
Los primeros capítulos de 1 Samuel enseñan con claridad que religiosamente Israel pasaba por problemas muy agudos. La decadencia se manifestaba de dos maneras:
El sacerdocio indigno. El capítulo dos revela en forma muy patente cómo los sacerdotes principales, Elí, Ofni y Finees, pervertían el culto a Jehová. Si ellos violaban la clara instrucción del Señor acerca de los sacrificios (vv. 12–17) y fornicaban con las mujeres que servían en el tabernáculo (v. 22), ¿cómo sería el comportamiento del pueblo? Si Elí no corregía a sus hijos, ¿lo harían los demás padres del pueblo? La decadencia sacerdotal afectaba a todos los israelitas.
El fetichismo popular. Este fenómeno se ve en los capítulos 4–6. El tema principal es el arca del pacto de Jehová. El problema era que ese artefacto tan importante en el culto se había vuelto en fetiche. Representaba la presencia del Señor, pero a esas alturas, los israelitas creían que la presencia del arca con los ejércitos les garantizaba la victoria en la batalla. En vez de confiar en el Dios del arca, confiaban en el mueble mismo. Eso es fetichismo. Tenían que aprender que la confianza debía depositarse no en el objeto, sino en la persona. Al fin y al cabo, el pueblo cometía idolatría al poner el arca en el lugar que solamente el Señor debía ocupar.
Cuando combinamos el caos político con la decadencia religiosa, vemos que Israel estaba en una encrucijada histórica: o se arrepentían, o vendría destrucción. Por causa del ministerio de Samuel, la primera opción se hizo realidad y el pueblo escapó de la aniquilación.
El marco cronológico
El primer libro de Samuel comienza con el relato del nacimiento de éste y el segundo, termina con las postrimerías del reinado de David. Los expertos calculan que el primer evento sucedió por el año 1120 a.C. y que David terminó de gobernar por 971 a.C. Así que concluimos que los eventos que relatan estos libros abarcan aproximadamente 150 años de historia en Israel.
FECHA DE COMPOSICION
Es imposible poner fecha exacta a la composición de estos libros, pero hay cierta evidencia interna que nos ayuda a calcularla. El hecho de que 2 Samuel relata acontecimientos del final del reinado de David implica que fue compuesto después de 971 a.C. Dado que no se hace mención de la cautividad asiria que empezó en el año 722 a.C., damos por sentado que el autor no tenía conocimiento de ella. Así que sabemos que fue escrito antes de esta última fecha. Entonces, surge la pregunta: dentro del período comprendido entre 971 y 722 a.C., ¿cuándo se escribieron estos libros?
Hay otra evidencia interna que nos ayuda a contestarla. Es obvio que el autor sabía de la división del reino que sucedió en 931 a.C. porque constantemente hace referencia a Israel (el reino del norte) y a Judá (el reino del sur). Véase por ejemplo 1 Samuel 11:8 y 2 Samuel 5:5. La evidencia más contundente se encuentra en 1 Samuel 27:6 donde el autor menciona: “los reyes de Jndá”. Entonces, concluimos con los expertos que 1 y 2 Samuel fueron compuestos poco después de 931 a.C. cuando el reino se acababa de dividir.
¿QUIEN ES EL AUTOR?
Aunque los libros llevan su nombre, podemos estar seguros de que Samuel no fue el autor de la totalidad de los escritos. En 1 Samuel 25:1 encontramos la noticia de su muerte. Es probable que él haya escrito 1 Samuel 1–24, pero ¿qué del resto? La misma Biblia nos auxilia para encontrar la respuesta. Primero de Crónicas 29:29 dice:
Y los hechos del rey David, primeros y postreros, están escritos en el libro de las crónicas de Samuel vidente, en las crónicas del profeta Natán, y en las crónicas de Gad vidente.
Segundo de Samuel 1:18 menciona el libro de Jaser. Lo más seguro es que después de 931 a.C. un redactor guiado por el Espíritu Santo, haya seleccionado de esas cuatro fuentes los eventos necesarios para comunicar el mensaje de Dios a su pueblo. El redactor queda en el anonimato, pero se especula que era del reino de Judá.
PROPOSITO
Cuando uno inicia el estudio de un libro bíblico, siempre debe averiguar las razones por las cuales se escribió; su propósito siempre debe estar en la mente del intérprete. ¿Por qué se escribieron los dos libros de Samuel? Detectamos cuatro propósitos bien definidos.
El histórico
Esta es la razón más obvia. El pueblo de Israel necesitaba conocer su historia. El autor relata lo acontecido desde la época de los jueces hasta los últimos años del rey David. Por medio de su narración, el autor contesta cómo Israel pasó de ser una agrupación de tribus sin gobierno central a ser una nación unificada bajo un rey. ¿Cómo se dio el cambio de jueces a reyes?
El político
Tomando en cuenta que el autor redactó estos libros después de la división del reino, y que probablemente radicaba en Judá, es posible que hubiera tenido una motivación política. Quería dejar claro que Judá era la facción que seguía las pisadas de Samuel y David, y por eso podía esperar la bendición divina. Identificaba a su pueblo con los fieles del Señor.
El teológico
Veremos en la exposición que el hilo teológico que se observa a través de la narración es el hecho de que Jehová es el verdadero rey de Israel. Los jueces y reyes vienen y van, pero el Señor siempre permanece como el verdadero rey del pueblo. Uno de los enfoques principales de estos libros es la relación que hay entre el rey humano y el divino.
El práctico
El Señor usó estos libros para enseñar en forma muy patente que la obediencia trae bendición y la desobediencia acarrea maldición. El que es fiel al pacto, será colmado de todo tipo de bienes, pero el que se rebela contra Dios puede esperar la disciplina y el castigo del Altísimo. Este principio es muy válido, aún en nuestros días.
LA DESOBEDIENCIA ACARREA MALDICION
BOSQUEJO BREVE
Debemos notar que en la Biblia hebrea los dos libros de Samuel forman uno solo. Es una narración continua de principio a fin. Fue en la Septuaginta (primera versión griega del Antiguo Testamento) que por primera vez se hizo la división en dos tomos. El enfoque del autor es definitivamente biográfico porque todo gira alrededor de los personajes principales. Así que el bosquejo más sencillo del libro es el que sigue:
I.SAMUEL     1 Samuel 1:1–12:25
II.SAUL     1 Samuel 13:1–15:35
III.DAVID Y SAUL     1 Samuel 16:1–31:13
IV.DAVID     2 Samuel 1:1–24:25
LA PREPARACION DE SAMUEL 1:1–4:1A
Jehová tenía grandes planes para su pueblo, pero para poder realizarlos era necesario preparar a un líder especial. El juez-sacerdote Elí ya no podía con la situación. El caos político y la decadencia religiosa requerían de un personaje excepcional para ejecutar los cambios con objeto de que la nación regresara a la fidelidad. En su gracia y soberanía, Dios eligió a Samuel para encabezar este regreso hacia el Omnipotente. Su preparación comenzó aún antes de nacer.
El nacimiento de Samuel 1:1–20
Considerando el hecho de que Samuel desempeñaría un papel extraordinario en el plan de Dios, éste obró en forma inusitada desde antes de su nacimiento. En esos acontecimientos apreciamos la importancia de la devoción en el hogar.
La situación vv. 1–8. El relato comienza diciendo que había un varón devoto al Señor que manifestaba su dedicación yendo a Silo cada año para presentar su ofrenda de acción de gracias. Este sitio había sido centro del culto israelita desde el tiempo de Josué (Josué 18:1). Debido a que era un buen padre, Elcana llevaba consigo a toda la familia para inculcar en todos ellos la adoración a Jehová de los ejércitos (v. 3). (Esta es la primera vez que se usa este título divino.)
A pesar de su espiritualidad, Elcana seguía la práctica de aquel entonces y tenía dos esposas: Ana y Penina. Como siempre, la poligamia causa problemas, máxime porque Ana no tenía hijos.
No obstante este problema, Elcana amaba más a Ana que a Penina, y ésta se encargaba de mantener viva la rivalidad entre ellas al grado que la vida de Ana era un suplicio. Aun en la fiesta después del sacrificio, tiempo de gran júbilo, la esposa predilecta lloraba y no comía. Era una mujer angustiada, ya que en aquella cultura el no tener hijos era señal de desaprobación divina.
La súplica vv. 9–18. No sabemos si lo que sigue era una práctica anual de Ana o no. Lo que sí conocemos es que en esta ocasión acudió a la única fuente de poder, Jehová de los ejércitos. Delante de él derramó su corazón suplicando que interviniese a su favor. Su oración fue tan intensa, que Elí pensó que estaba ebria. Habiendo escuchado la defensa de Ana, el sacerdote pronunció una bendición sobre ella (v. 18a).
Observe que Ana no sólo se dedicó a pedir. También prometió consagrar al servicio del Señor durante toda su vida al hijo que había pedido. Antes de nacer, su madre prometió que sería nazareo (Números 6:1–21). La preparación de Samuel comenzó aun antes de ser concebido.
El suceso vv. 19–20. Poco después de regresar a Ramá, el Señor obró en forma especial y Ana concibió su primogénito. Nueve meses más tarde, dio a luz al varón que había pedido y a quien puso por nombre Samuel. Los expertos dicen que quiere decir “el nombre [de Dios] es EL”. El título divino, EL, expresa la grandeza del poder divino. Este significado no se relaciona con la petición de la madre, sino con el poderío de Jehová. Ana se había dirigido al único que le podía socorrer. Bajo estas circunstancias especiales, nació el que llegaría a ser el principal agente de cambio en la transformación de Israel.
¡PENSEMOS!
¿A quién acude usted cuando se angustia? Ana sabía a quién recurrir y también cómo pedir. Analice el texto de su oración. ¿Cómo describiría su petición? Subraye en su Biblia las frases importantes en los versículos 9–20. Apunte dos principios prácticos que aprendemos acerca de la oración y póngalos por obra esta semana.
LA DEDICACION DE SAMUEL 1:21–28A
La promesa se había hecho en el versículo 11, ahora tenía que seguir el cumplimiento. Analicemos la consagración de Samuel bajo dos puntos.
La dedicación demorada 1:21–23
Unos tres meses después del nacimiento de Samuel les tocó subir a Silo para hacer el sacrificio anual. Esta vez no subió Ana con Elcana porque decidió no ir hasta después de destetar al pequeño. Es probable que Ana lo terminara de criar cuando tenía entre tres y cuatro años.
La dedicación realizada 1:24–28a
Llegó el día indicado. Samuel tenía unos cuatro años pero Ana no titubeó. Con su esposo se presentó ante Elí, hizo los sacrificios ordenados y lo dedicó al servicio de Jehová. ¿Cómo se sentiría la madre en esa situación? No obstante sus sentimientos, tuvo que cumplir la promesa hecha, y el Señor la bendijo por ello. Desde ese día, Samuel pasó su vida en la presencia de Jehová y del sacerdote Elí.
LA ADORACION RESULTANTE 1:28B–2:10
La de Elcana 1:28b
La última frase del capítulo 1 dice: “Y adoró allí a Jehová” La adoración es la reacción correcta cuando uno ha entregado su posesión más preciada al Señor. Se piensa que el sujeto que realizó la adoración en este caso fue el padre de Samuel.
La de Ana 2:1–10
El cántico de Ana es uno de los poemas más preciosos de toda la Biblia. Es muy semejante al Magnificat de María que se encuentra en Lucas 1:46–55. Su canto de alabanza tiene tres estrofas:
1. La doxología vv. 1–2
2. Una advertencia a los enemigos de Jehová vv. 3–8
3. La confianza del creyente vv. 9–10
El final del versículo 10 es muy importante porque allí es donde el autor indica por primera vez el propósito teológico de su libro. El soberano Señor tenía dentro de sus planes poner un rey sobre su pueblo. Con las palabras: “Dará poder a su Rey, y exaltará el poderío de su Ungido”, Ana estaba profetizando el establecimiento de la monarquía.
Parte de la preparación de Samuel consistió en la dicha de ser criado en un hogar con padres creyentes que lo amaron intensamente en su más tierna infancia y le inculcaron la devoción al Señor. Dichoso el que se cría en situación similar.
SAMUEL VS. LOS HIJOS DE ELI 2:11–36
El resto del capítulo 2 contiene una serie de contrastes entre Samuel y los hijos de Elí, Ofni y Finees. El autor va alternando entre el primero y los segundos. Se habla de Samuel en 2:11; 2:18–21 y 2:26. En 2:12–17; 2:22–25 y 2:27–36 encontramos textos que describen a Elí y sus hijos.
Siempre se escribe algo positivo acerca de Samuel y algo negativo de Ofni y Finees. Los contrastes tan marcados son una técnica que usa el autor para enseñar que el que obedece, recibe bendición y el desobediente se acarrea el castigo.
El niño Samuel
Samuel se aprecia como un niño que ministró a Jehová desde temprana edad y siguió sirviendo hasta su llamamiento a ser profeta del Señor cuando llegó a joven (2:11; 3:1). Toda su infancia y adolescencia las pasó trabajando en la casa de Dios bajo la tutela de Elí, el sacerdote-juez. Todos estos años estuvo ministrando, creciendo y recibiendo anualmente la visita de sus padres y hermanos, porque con el paso del tiempo Jehová había bendecido a Ana y Elcana con cinco hijos más. La obediencia siempre trae fruto agradable. El versículo 26 revela que Samuel gozaba de aceptación general en la esfera espiritual y en la social. Era un chico ejemplar.
ERA ACEPTO DELANTE DE DIOS Y DE LOS
HOMBRES
Elí y sus hijos
En contraste, Elí se pinta como un sacerdote anciano (v. 22) e indulgente (vv. 23–25) que había perdido todo control sobre sus hijos. Estos hacían lo que se les antojaba con los sacrificios (vv. 13–17) y cometían fornicación con las mujeres que servían en el tabernáculo (v. 22). La descripción inicial de ellos es escueta y muy franca: “eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová” (v. 12). Su comportamiento había afectado negativamente a todo el culto israelita. Por causa de ellos “los hombres menospreciaban las ofrendas de Jehová” (v. 17).
El Altísimo no podía quedarse con los brazos cruzados frente a esta situación, por lo que envió un profeta a Elí para reclamarle su negligencia al no disciplinar a sus hijos (vv. 27–30) y avisarle del castigo que vendría sobre su casa (vv. 31–33). La señal de que esto sucedería era que sus dos hijos morirían en el mismo día (v. 34).
En vez de la casa rebelde de Elí, el Señor levantaría una casa firme y fiel que sirviera adecuadamente a su ungido (v. 35). Esta es la segunda alusión al rey que vendría. En estos libros, el rey siempre se conoce como el Ungido de Jehová. Esta nueva dinastía de siervos sería encabezada por un sacerdote fiel puesto por Dios mismo. Históricamente, esta promesa se cumplió primero en la persona de Samuel y después cuando Salomón destituyó a Abiatar, bisnieto de Elí, y puso en bu lugar a Sadoc (1 Reyes 2:27, 35).
Lecciones que aprendió Israel
El judío de aquel entonces que leyera esta porción, sacaría de ella varias lecciones prácticas
Deduciría que el rey debía ser obediente como Samuel y no rebelde como Elí y sus hijos. Este principio nunca cambió en toda la historia de Israel. Todo rey debía ser obediente al Rey divino.
Vería la soberanía divina trabajando en su pueblo. Los hijos de Elí “no oyeron la voz de su padre, porque Jehová había resuelto hacerlos morir” (v. 25). El tenía su plan perfecto. Habiéndolos eliminado, llevaría a cabo su propósito de establecer otra casa sacerdotal que le fuera fiel (v. 35). Jehová controla la historia.
Aprendería que Dios usa a la persona que actúa conforme a su corazón y alma (v. 35). Al Señor le interesa lo que está dentro del ser humano; lo que es un hombre, no lo externo y lo que hace. Este principio so repite en 1 Samuel 13:14; 16:7b y Hechos 13:22b.
¡PENSEMOS!
Tome unos minutos para analizar su vida a la luz de las tres lecciones presentadas. Dios no sólo quiere reyes obedientes sino que todos sus hijos lo seamos. Saber que el Señor es soberano debe llenarnos de confianza y aliento. ¿Qué de su corazón? Cuídelo mucho porque de él mana la vida (Proverbios 4:23).
EL LLAMAMIENTO DE SAMUEL 3:1–4:1A
Los expertos calculan que Samuel tenía entre 12 y 16 años cuando sucedieron los eventos del capítulo tres. La palabra “joven” de 3:1 se puede usar para un infante (1:24–25; 2:11) o un adolescente (2:21, 26; 3:1). Había pasado todos estos años preparándose para lo que iba a suceder en la madrugada: “antes que la lámpara de Dios fuese apagada” (3:3b), del día con que comienza este capítulo. Este época también se caracterizó porque el Señor no se revelaba: su palabra “escaseaba en aquellos días; no haía visión con frecuencia” (v. 1b). Desde los días de Moisés no había habido profeta en la tierra.
El llamamiento en sí 3:1–10
Hasta ese punto en su vida, Samuel no había tenido un encuentro personal con Jehová ni había recibido revelación especial (v. 7). Entre los versículos 4 y 10 se dice que escuchó la voz de Dios cuatro veces y en cada una de ellas el mensaje fue muy claro: “¡Samuel, Samuel!” Esta madrugada marcó el inicio de su conocimiento personal de Jehová.
Su respuesta al llamado divino fue muy adecuado, “Habla, porque tu siervo oye” (v. 10b). Una traducción libre sería, “Manda, Señor, porque tu esclavo está dispuesto a obedecer”. Cuando Dios escuchó esta reacción, el escenario estaba listo para que Samuel recibiera su primera profecía.
LO MAS IMPORTANTE ES LA ENTREGA TOTAL
DE LA VIDA
Su primer mensaje 3:11–14
Cuando el nuevo profeta recibió su primera revelación especial, su mensaje inicial fue dictar un juicio proveniente de Dios en 2:27–36. Elí y su familia serían disciplinados severamente y el castigo vendría pronto.
El inicio de su ministerio profético 3:15–4:1a
El profeta no sólo recibió la revelación especial, sino que tuvo que proclamar el mensaje revelado al pueblo. El profeta es un portavoz de Dios, el agente que lleva la palabra divina a los que la necesitan. Samuel anunció el mensaje primeramente a Elí y después a Israel.
El mensaje a Elí vv. 15–18. Samuel amaba mucho a Elí porque había sido como un padre para él durante su niñez y adolescencia y no quería lastimarlo transmitiéndole la revelación que había recibido, pero Elí intuyó que las palabras recibidas por su discípulo esa madrugada eran para él y por eso lo instó a que le declarase todo el mensaje. Este cumplió con su responsabilidad y aquél se entregó a la voluntad soberana de Dios.
El mensaje al pueblo vv. 19–4:1a. Jehová confirmó el llamamiento de Samuel a ser su profeta. Todas sus palabras se cumplieron al pie de la letra y toda la nación reconoció que era fiel. Con el ministerio de Samuel Jehová comenzó a revelarse de nuevo en el santuario de Silo. Una nueva época de revelación había empezado. La primera frase del capítulo cuatro pertenece realmente al capítulo tres. Enfoca el hecho de que el ministerio profético de Samuel abarcó a todo Israel. El silencio se había terminado. Una vez más Jehová de los ejércitos se manifestaba a su pueblo.
El Señor tardó unos 16 años en la preparación del instrumento que iba a usar para transformar a su pueblo. Comenzó antes de su nacimiento con la devoción de sus padres y terminó con su llamamiento a ser profeta. Todo estaba bajo el control del Dios quien todo lo hace bien y dio como resultado el inicio del ministerio de uno de los hombres más destacados del Antiguo Testamento: el profeta Samuel.
¡PENSEMOS!
En todas las épocas de la historía, el Todopoderoso busca hombres y mujeres obedientes que pueda usar y bendecir: padres como Elcana y Ana y jóvenes dedicados como Samuel. ¿Son ustedes el tipo de padres que experimentan la benevolencia divina en su vida diaria? ¿Inculcan en sus hijos el temor del Señor y la necesidad de vivir completamente dedicados a él? Apunte tres cosas que va a hacer esta semana para mejorar su relación personal con Dios y para ayudar a sus hijos a ser más dedicados.

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