Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
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Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 2.9MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información
Richard Wurmbrand, nació en Bucarest el 24 de Marzo de 1909. Fue un pastor evangélico que paso catorce años en cárceles comunistas de Rumania, su patria. Fue uno de sus más renombrados dirigentes cristianos, autores y educadores. Pocos nombres son tan conocidos en su país.
En 1945, cuando los comunistas ocuparon Rumania, e intentaron controlar a las iglesia para sus propios fines, Richard Wurmbrand comenzó de inmediato un efectivo y vigoroso “ministerio subterráneo” entre sus compatriotas esclavizados y los soldados invasores rusos. Finalmente fue arrestado en 1948, en compañía de su esposa Sabina. Ella fue condenada a tres años de trabajos forzados. Richard Wurmbrand pasó tres años de confinamiento solitario, sin ver a nadie, con excepción de sus guardias comunistas. Después de tres años fue trasferido a una celda común por cinco años más, donde continuaron las torturas.
Debido a su prestigio internacional como líder cristiano, algunos diplomáticos de las embajadas de los países occidentales comenzaron a interesarse por su seguridad. Se les informo que había huido de Rumania. Por otro lado Policías Secretos, haciéndose pasar por ex – compañeros de cárcel, contaron a su esposa como habían presenciado su entierro en el cementerio de la cárcel. Tanto a su familia en Rumania como a sus amigos en el exterior se les aconsejo que era mejor olvidarlo, ya que, según estas falsas noticias, estaba muerto.
Después de ocho años fue puesto en libertad e inmediatamente reanudo su labor en la Iglesia Subterránea. Dos años más tarde, en 1959, fue vuelto a arrestar y sentenciado a veinticinco años de cárcel.
Richard Wurmbrand fue puesto en libertad otra vez en una amnistía general en 1964, y continuo su ministerio subterráneo. Conscientes del peligro que significaba para él un tercer arresto. Cristianos de Noruega negociaron su salida de Rumania con las autoridades comunistas. El gobierno comunista había comenzado a “vender” a sus presos políticos. El precio habitual de rescate por un preso era de 2.000 dólares; pero por el pidieron 10.000 dólares.
En mayo de 1966, mientras prestaba declaraciones ante el Sub-Comité de Seguridad Interior del Senado norteamericano en Washington, se desnudo hasta la cintura para que pudieran ver las dieciocho profundas cicatrices que le habían dejado las atroces torturas a que fue sometido durante su encarcelamiento. Los periódicos norteamericanos, europeos y asiáticas contaron al mundo su dramática historia. En el mes de Septiembre de ese mismo año se le advirtió que el régimen comunista de Rumania había dispuesto su asesinato. Mas, ni siquiera aquellas amenazas de muerte pudieron silenciar su voz.
Richard Wurmbrand ha sido llamado “la voz de la Iglesia Subterránea”. Líderes cristianos lo han llamado “un mártir viviente” y “el Pablo de la Cortina de Hierro”.
Richard Wurmbrand, encontró el eterno descanso en los brazos de su Amado Salvador el 17 de Febrero de 2001, Sabina su esposa, se le había adelantado, el 11 de Agosto de 2000.
Fui criado en una familia donde ninguna religión era reconocida. Por lo tanto, en mi niñez no tuve ninguna instrucción religiosa. A los catorce años era ya un convencido y empedernido ateo. Era el lógico resultado de mi amarga niñez. Quede huérfano a muy temprana edad y conocí la pobreza en aquellos difíciles años de la Primera Guerra Mundial. De allí que, a mis catorce años, fuera un ateo tan convencido como lo son hoy los comunistas. Había leído libros sobre ateismo y ello no significaba meramente que no creyese en Dios o en Cristo… odiaba esos conceptos por considerarlos perjudiciales a la mente humana. Y así crecí sintiendo amargura y resentimiento hacia la religión.
Pero, como llegue a entender mas tarde, había sido elegido por la gracia de Dios, por razones que no alcanzaba a comprender. Esas razones no tenían nada que ver con mi carácter, pues este era muy malo.
Aun cuando me consideraba un ateo, algo incomprensible dentro de mí me atraía hacia las iglesias. Me resultaba difícil pasar frente a una iglesia sin sentir necesidad de entrar. No obstante, nunca podía entender lo que sucedía dentro de esos lugares. Escuchaba los sermones, pero estos no apelaban a mi corazón y no me sentía ni afectado ni conmovido por ellos. Tenía la absoluta seguridad de que Dios no existía. Aborrecía el concepto errado que tenia de Dios como un amo al que había que obedecer. Sin embargo, mucho me habría agradado saber que en algún lugar en el centro de este universo existiera un corazón de amor. Había conocido tan pocos de los goces de la niñez y la juventud, que anhelaba encontrar en alguna parte un corazón que estuviera latiendo de amor por mi también.
Sabia que Dios no existia, pero me lamentaba que no existiera tal Dios de amor. En cierta oportunidad, movido por este conflicto espiritual interior, entre en una Iglesia Católica. Observe la gente arrodillada, y me di cuenta que estaban murmurando algo. Pensé, me arrodillare cerca de ellos y tratare de captar lo que dicen, y repetiré sus oraciones a ver si algo sucede. Rezaban una plegaria a la Santa Virgen: “Ave Maria, llena eres de gracia”. Repetí esas palabras y otra vez, mirando a la imagen de la Virgen Maria, pero no sucedió nada, lo que me causo gran pesar.
Un día, a pesar de ser un ateo convencido, ore a Dios. Mas o menos mi oración fue así: “Dios tengo el convencimiento absoluto que Tu no existes, pero por si acaso existieras, cosa que dudo, no es deber creer en Ti, pero si es Tu obligación revelarte a mi”. Si, yo era ateo, pero eso no traía paz a mi corazón.
Durante ese periodo de conflicto interior, como lo vine a descubrir mas tarde en un pueblito situado en las montañas de Rumania, un carpintero anciano oraba de esta manera: “Mi Dios, te he servido aquí en la tierra y te pido que me des una recompensa tanto aquí como en el cielo. La recompensa que quiero es que no muera sin antes haber traído a Ti a un Judío, puesto que Jesús era Judío. Pero soy pobre y estoy viejo y enfermo, no puedo salir de aquí en busca de uno de ellos, y bien sabes que en este pueblo no vive ninguno. Trae, Señor un judio hasta acá, haré todo lo que este en mi para llevarlo a Cristo”
Algo irresistible me trajo a ese pueblo. Yo no tenía nada que hacer allá. Existen doce mil pueblos semejantes en Rumania. Sin embargo, yo viaje a ese pueblo. Viendo el carpintero que yo era judío, me lleno de atenciones como nunca una hermosa muchacha se vio atendida. En mi había visto la respuesta a su oración y me obsequio una Biblia. Yo había leído muchas veces la Biblia, pero solo por interés cultural. En cambio, la Biblia que me obsequiara aquel anciano me dio la impresión de ser totalmente diferente. Esta parecía no estar escrita simplemente con letras, sino con las llamas de amor de sus ardientes oraciones. Según me confeso mas tarde, el y su esposa habían pasado horas enteras orando por mi conversión y la de mi mujer. Me resultaba difícil leerla, pues solo atinaba a llorar cuando comparaba mi vida con la vida de Jesús; mis impurezas con su pureza; mi odio con su amor. Mas a pesar de eso me acepto como uno de los suyos.
Al poco tiempo se convirtió mi esposa. Ella atrajo a otras almas a Cristo, las que a su vez atraían a otros a nuestra fe. De esta manera nació una nueva congregación luterana en Rumania.
Entonces llego el Nazismo. Teníamos mucho que sufrir. El Nazismo tomo la forma de una dictadura de elementos ultra – ortodoxos que persiguieron a los grupos protestantes además de los judíos.
Aun antes de mi ordenación formal y de que estuviera preparado para el pastorado, era el líder virtual de una Iglesia recién fundada. Tenía la responsabilidad por ella. Mi esposa y yo fuimos arrastrados varias veces a los tribunales. El terror Nazi fue muy grande, empero era solamente un anticipo de lo que vendría: el Comunismo. Mihai, mi hijito, debió adoptar un nombre no judío para poder escapar de la muerte.
A pesar de todo, la era del Nazismo nos proporciono una gran ventaja, pues nos enseño que los golpes físicos podían ser soportados, puesto que el espíritu humano, con la ayuda de Dios, puede sobrevivir a las más horribles torturas. Además nos obligaron a adoptar los métodos del trabajo cristiano en secreto, que nos sirvieron como entrenamiento para la prueba aun mas terrible que estaba por venir y que, sin saberlo, ya se aproximaba. Volver atrás
Mi ministerio con los rusos
El remordimiento de mi pasado ateo me hizo anhelar desde el primer día de mi conversión el testificar de mi fe a los rusos. Ellos son un pueblo criado desde la infancia en el ateismo. Mis deseos de alcanzar a los rusos para Cristo se han cumplido. Su cumplimiento comenzó en los años del Nazismo, pues había muchos prisioneros de guerra rusos en Rumania, entre los cuales podíamos hacer nuestra obra.
Fue una labor conmovedora y dramática. Jamás olvidare mi primer encuentro con un prisionero ruso, quien me contó que era ingeniero. Le pregunte si creía en Dios. Si me hubiera dicho “no”, no me habría importado tanto, pues que cada hombre tiene el derecho de creer o no creer. Pero ante mi pregunta si creía en Dios levanto sus ojos sin comprender y me respondió: “Mis superiores militares no me han dado ninguna orden para creer. Si tuviera una orden, creería”.
Las lágrimas corrieron por mis mejillas, y sentí como si el corazón se destrozara dentro de mí. Allí, frente a mi, había un hombre cuya mente estaba como muerta. Un hombre que había perdido el don más preciado que Dios concede al ser humano: tener su propia personalidad. Era solo un instrumento, con el cerebro lavado, en manos de los comunistas, dispuesto a creer o no, según se lo ordenaran. No tenia capacidad de pensar por si mismo. ¡Era un ruso típico después de tantos años de dominación comunista! Después del impacto de ver lo que el comunismo había hecho con los seres humanos, prometí a Dios dedicar mi vida a esos hombres, para ayudarles a recuperar su personalidad y llevarles a la fe en Dios y en Jesucristo.
No necesite ir a Rusia para alcanzar a los rusos.
A partir del 23 de agosto de 1944, un millón de soldados rusos entraron en Rumania, y poco después los comunistas llegaron al poder en nuestro país. Entonces comenzó la horrenda pesadilla, ante la cual el sufrimiento bajo el Nazismo parecía poca cosa.
En ese momento en Rumania, que ahora tiene diecinueve millones de habitantes, el Partido Comunista tenía solamente mil miembros. Sin embargo, Vishinsky, Ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética, irrumpió en la oficina de nuestro muy amado rey Michael I, golpeo en la mesa con los puños y dijo: “Ud. debe nombrar comunistas para el gobierno” Nuestro ejercito y policía fueron desarmados y así, por la violencia, y odiados por casi todos, los comunistas llegaron al poder. Esto sucedió con la pasiva cooperación de los gobernantes ingleses y norteamericanos de aquel tiempo.
Los hombres son responsables ante Dios no solamente por sus propios pecados sino también por los de su nación. La tragedia de todos los países cautivos constituye una responsabilidad en los corazones de los cristianos ingleses y norteamericanos. Los norteamericanos deben saber que en algunas oportunidades han ayudado, sin darse cuenta, a que los rusos nos hayan impuesto regimenes de terror y muerte. Los norteamericanos deben expiar estas faltas, ayudando a los pueblos cautivos para que llegue hasta ellos la luz de Cristo.
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