viernes, 18 de marzo de 2011

Guía de Preparación para el Liderazgo Cristiano: Liderazgo - Para Crecer


Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 33MBytes | Idioma:Spanish | Categoría: Liderazgo Training
Información
CONTENIDO
Introducción v
PRIMERA PARTE: PABLO ENCADENADO:
LlDERAZGO EN ACCIÓN
1. Gánese la confianza 3
2. Tome la iniciativa 15
3. Reciba ánimo 31
4. Tome el control 45
SEGUNDA PARTE: PABLO EN CORINTO:
LlDERAZGO BAJO FUEGO
5. La devoción de un líder por su pueblo 61
6. Pablo defiende su sinceridad 75
7. «Para estas cosas, ¿quién es suficiente?» 87
8. Un líder hecho de barro 105
9. La batalla del líder 123
TERCERA PARTE: UN OBRERO APROBADO:
EL LlDERAZGO MEDIDO CON EL ESTANDARD BÍBLICO
10. Cómo no ser descalificado 145
11. ¿Quién puede dirigir? 161
CUARTA PARTE: EPÍLOGO12. La medida del éxito del líder 181
Acerca del autor 207
Apéndice: Veintiséis características de un verdadero líder 209
Notas 211

Una persona llena de orgullo y de autopromoción no es un buen líder de acuerdo a los parámetros de Cristo, sin importar cuánta influencia pueda tener. Aquellos dirigentes que miran a Cristo como su líder y su modelo supremo de liderazgo tendrán corazones de siervo. Ellos ejemplificarán en sacrificio.
Sé que esas no son las características que la mayoría de las personas asocian con el liderazgo, pero son cualidades esenciales de un enfoque bíblico del liderazgo, y esa es la clase de liderazgo que me interesa.

En el cristiano, el liderazgo siempre tiene una dimensión espiritual. La tarea de dirigir a las personas contiene ciertas aplicaciones espirituales.
Este principio es el mismo para un presidente cristiano de una compañía secular como para el ama de casa cuya esfera de liderazgo quizás no se extienda más allá de sus propios hijos.
Cada cristiano en cualquier tipo de liderazgo es llamado a ser un líder espiritual.
En este libro estaré hablando acerca de la dimensión espiritual del liderazgo pero, por favor, no piense que sólo les estoy escribiendo a los pastores, a los misioneros o a los líderes de la iglesia. Le escribo a cada líder que sea cristiano incluyendo al gerente de una fábrica, al entrenador de fútbol o a la maestra de escuela.

Todos necesitamos recordar que el papel de liderazgo es una responsabilidad espiritual y que a las personas que dirigimos las administramos para Dios, y es a Él a quien daremos cuenta un día (Mateo
25.14-30). Si comprende bien su responsabilidad ante Dios como líder, usted puede empezar a ver por qué Cristo representó al líder como un siervo.
El no estaba sugiriendo, como muchos lo suponen, que la modestia por sí sola es la esencia del liderazgo. Existen muchas personas humildes, mansas, tiernas, serviciales que no son líderes. El verdadero líder inspira
a sus seguidores.
Alguien que no tiene seguidores difícilmente puede ser llamado líder. Porque aunque ciertamente el liderazgo demanda un corazón de siervo, no significa que todos los que tienen corazón de siervo son líderes. El liderazgo es mucho más que eso.
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martes, 15 de marzo de 2011

Sermones Escogidos: Justificados Para Romper el Poder del Pecado


Romanos 6:5-10
Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; 6sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. 7Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. 8Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; 9sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. 10Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. 11Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Hoy quisiera comenzar con una afirmación general acerca de la unión del creyente con Cristo:

Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El seguramente también resucitaremos con El de entre los muertos.

Quizás al momento de escuchar esta afirmación usted preguntará: ¿Está usted seguro de lo que está diciendo? ¿No querrá decir: Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El y hemos resucitado con El; no: seguramente también resucitaremos con El? ¿No querrá usted decir: “Como estamos unidos a Cristo y El ha resucitado, nosotros estábamos en El y también resucitamos con El”? ¿No está esa experiencia presente de la resurrección implícita en el versículo 4b: como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva? ¿Y el versículo 11: Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro? ¿Y el 13b: presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia?
¿No dice acaso Ef.2:5: aun estando nosotros muertos en pecados, (Dios) nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó? ¿Y Col. 3:1: Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios (ver también Col.2:12? Pastor John, seguramente usted lo que quiere decir es que: “Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El y hemos sido resucitados con El.”
Mi respuesta es SI. Yo quiero honrar la verdad bíblica que nuestra unión con Cristo implica que ahora “andamos en nueva vida” (Rom.6:4); y que estamos “vivos para Dios (6:11); y vivos de entre los muertos (6:13); y que “y juntamente con él nos resucitó” (Ef.2:6; Col.3:1). Pero también quiero prestar atención a la verdad bíblica  de Rom. 6:5 y 8. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Eso suena futurista. Lo mismo sucede con el versículo 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Otra vez aquí nuestra resurrección es futura. Quisiera también enfatizar el significado de Rom. 8:11, “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”. Una vez más vemos que nuestra unión con Cristo por su Espíritu garantiza nuestra resurrección futura. Y sucede lo mismo con 2Cor.4:14: “sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús”.
Y una de las razones por las que quiero decirlo como Pablo en Rom. 6 es porque él pudiera estar protegiéndose a sí mismo de la “herejía” al principio de este sermón. Escuchen su descripción de la herejía en 2Tim. 2:17-18. El advierte contra aquellos que hablan: Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, 18que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos”. La herejía era la siguiente: “La resurrección es un hecho pasado”. Así que es posible tomar la verdad bíblica de Efesios 2:6, Colosenses 3:1 y Romanos 6:4, 11, 13 y transformarla en una doctrina tan mortífera como la gangrena.
Por tanto, ¿Cómo podemos evitar esto? Respuesta: Diremos lo que dice el texto en Rom. 6:5 y 8 y luego veremos como esto se ajusta al resto de la verdad. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Vers. 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con El.” Asi que quisiera confirmar mi afirmación inicial de hoy: "Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con él, y seguramente vamos a resucitar con él de entre los muertos."
Ahora, he aquí lo que esto significa: Una manera en que nuestra muerte con cristo renueva nuestra vida ahora (libertad presente del pecado) es por el efecto que esta muerte tiene en nuestro futuro. Esta conclusión la saco de la lógica de los versículos 5 y . Asegúrese de verla. Ambos versículos son condicionales. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Versículo 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Así que, un punto crucial para Pablo es que la muerte con Cristo garantiza la vida y la gloria de nuestro futuro.
Creer esto es sumamente importante para experimentar el poder presente de la resurrección de Cristo en nuestras vidas. Creer que nuestro futuro esta gloriosa y felizmente guardado en Cristo, es una manera de nosotros experimentar el poder de Cristo ahora, el poder que nos libera del pecado.

Pablo desarrolla esta idea en dos sentidos diferentes: uno en los versículo 5-7, y el otro del 8-10.

1. Veamos primeramente los segundos, Rom. 6:8-10.
Observen cuán importante es creer que nuestro futuro está seguro en Cristo. Note el uso de la palabra “creemos” en el v.8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Esto es lo que creemos. Esta es nuestra confianza. Que nuestro futuro se encuentra firme, inconmovible y felizmente seguro en Cristo. Esta es la manera en que experimentamos de forma consciente los beneficios de nuestra unión con Cristo, y los creemos. Confiamos y descansamos en ellos. Y ellos nos satisfacen.
Veamos pues cómo Pablo fundamenta esta fe futura. Su argumento en los versículos del 9 al 10 tiene cinco pasos.
1) Cristo murió al pecado de una vez y para siempre. V.10a: “Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas”. Esto significa que Cristo realmente murió y cuando murió destruyó el pecado de tal manera que su muerte no tiene que repetirse. Ocurrió una vez y para siempre. El resolvió el problema del pecado en lugar de todos los que ahora estamos en El.
2) Luego resucitó de entre los muertos. V. 9ª: “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos…” La obra ya fue hecha. El pecado fue destruido. Para eso es que el murió. Para que no hubiera razón para estar muertos. El resucitó.
3) Ahora la vida que El vive, la vive para Dios. V. 10b: “mas en cuanto vive, para Dios vive”. Al morir, Cristo satisfizo las exigencias del pecado; al resucitar, las de Dios. La vida en su resurrección está definitivamente orientada hacia y para la gloria de Dios, habiendo acabado con el pecado.
4) Por tanto, Cristo es victorioso sobre la muerte. V. 9b: “la muerte no se enseñorea más de él.” La muerte es un enemigo vencido. Cristo es Señor de la muerte y no al revés. El tiene las llaves de la muerte y del infierno. La muerte sirve a sus propósitos y ya no tiene ninguna autoridad final sobre El.
5) Por tanto, Jesús nunca morirá. El es indestructible, para siempre. V. 9ª: “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere”. Jesús nunca morirá.
Pablo nos da todo este gran argumento para respaldar el punto del versículo 8b: “creemos que también viviremos con él”. El quiere que nosotros también sintamos la firmeza de estos cinco pasos en nuestra alma por la fe. Debemos creer, confiar y estar seguros de que “viviremos con El para siempre”. Si estamos unidos a Cristo por esta fe, hemos muerto con El; el problema del pecado ha sido resuelto; resucitaremos; viviremos para Dios; la muerte ya no se enseñoreará de nosotros; nunca moriremos; compartiremos la indestructibilidad de Cristo.
Esto es precisamente lo que Pablo quiere que creamos y vivamos. Esa confianza. Esa esperanza. Esa seguridad. Esa satisfacción. Para eso es que está Dios en nosotros en Cristo Jesús. Y creerlo es lo que hace de nuestra unión con Cristo una experiencia poderosa y efectiva ahora, y no solo en el futuro.
Es por esto que Pablo enfatiza el efecto que la muerte con Cristo tiene en nuestro futuro. Porque al creerlo, al vivir llenos de esperanza, satisfechos y confiados de que nuestro futro está seguro en Cristo, el poder del pecado se rompe en el presente. El pecado no puede esclavizar a alguien que está totalmente confiado y seguro en la felicidad infinita de la vida futura con Cristo. Es por eso que Pablo resalta en el v. 8 que nuestra muerte con cristo nos asegura una resurrección triunfante con El en el futuro. Ese es el punto de los versículos 9-10. Creer esto es la manera en que nuestra muerte con Cristo se hace poderosa en el presente. 
Ahora bien, esa es una manera en que Pablo desarrolla la relación entre la muerte con Cristo y nuestro futuro (vv. 8-10). También lo hace, pero de otra manera en los versículos 5-7. Así que observemos finalmente la manera en que Pablo defiende la conexión que existe entre nuestra muerte con Cristo y nuestra futura resurrección con El.
2. Romanos 6:5-7
Ahora quiero que noten cómo la unidad comienza de la misma manera que los versos 8-10, o sea, con la conexión entre nuestra muerte con Cristo y nuestra futura resurrección con El.
V. 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección.” Esto es presentado como la base de nuestro andar en vida nueva del versículo 4. Por tanto, es poderosamente crucial para Pablo que nosotros sepamos que seremos unidos a Cristo en una resurrección como esta. Creer eso y esperarlo es esencial, como veíamos en el versículo 8.
Pero ahora Pablo defiende el nexo entre nuestra muerte y resurrección con Cristo en una manera totalmente diferente a como lo hace en los versículos 9-10. Allí se enfocaba en la vida indestructible de Cristo; aquí, en nuestra vida transformada.
Pablo dice: ustedes van a estar unidos en una resurrección como la de Cristo (v. 6) “sabiendo esto (o lo que es igual, porque ustedes saben esto), que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. En otras palabras, Pablo plantea que nuestra muerte con Cristo certifica y garantiza nuestra futura resurrección porque esta asegura nuestra libertad de la esclavitud del pecado. Nuestro viejo hombre fue crucificado. Esto significa que nuestro cuerpo ya no es cómplice irremediable del pecado. Por el contrario, somos libertados de la esclavitud del pecado y el cuerpo ahora puede convertirse en un instrumento de justicia.
El versículo 6 apoya la certeza de nuestra resurrección con Cristo al mostrar que la muerte con Cristo nos santifica, nos cambia y rompe el poder del pecado en nuestras vidas. Esto no significa que el pago de la santificación (santidad) sea la resurrección, pero queda claro que no habrá resurrección sin ella. (v. 22: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin [de esta santificación], la vida eterna.”)
Lo cual trae a colación la siguiente pregunta: ¿Y qué  de la justificación? No somos ya absueltos, aceptados y declarados justos solo por la fe? ¿No es esto lo que asegura nuestra resurrección final con Cristo? ¿Cómo y dónde entra la justificación en todo esto?
Pablo nos da la respuesta en el versículo 7, pero en las versiones de la Escritura al inglés nos es difícil apreciar esto porque traducen el término “justificado” como “libertado”. El versículo 7 dice: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” En todo el resto de los escritos de Pablo (26 usos del verbo dikaiow) el significado de esta palabra es “justificar”, “absolver” o “vindicar.” En ninguna parte Pablo la usa con el significado de “libre” de algo, desde el sentido moral de la libertad del pecado.
Así  que, ¿Cómo pudiera el versículo 7 sustentar el 6?. El v. 6 dice: “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.”; mientras que el 7 afirma: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” ¡Cuán fácil es llegar apresuradamente a la conclusión que ya puesto que la justificación del pecado exige el no ser más esclavos del pecado, esta no debe tener el significado que usualmente tiene (el de la declaracion de inocencia), sino más bien el la transformación real del comportamiento de un individuo!
Sin embargo, esto me parece algo superficial. Por la siguiente razón: ¿Cómo puede alguien ser esclavizado por el pecado? Una manera es por la poderosa influencia de este. Porque es atractivo. Y si esa es la única manera en que el pecado nos esclaviza, entonces el versículo 7 debería tener el siguiente significado: “El que ha muerto ha sido liberado de la poderosa atracción del pecado.” Y de esa manera, “justificado” no tendría su significado ordinario.
Porque existe una manera más profunda en que el pecado esclaviza al hombre y lo mantiene cautivo. Y yo lo he visto obrar de esta manera tan terrible en anos recientes. El pecado crea una culpa que enceguece, haciendo que la persona se sienta sin la esperanza de alguna vez ser incluida entre los justos. Esto mucho más profundo y terrible que ser esclavizado por lo atractivo del pecado. Esto es ser esclavos de la desesperación cegadora del pecado.
Por ejemplo, usted le pregunta a este tipo de personas: ¿No te das usted cuenta que la promesa del pecado es una mentira, y que te está llevando a un callejón sin salida? Es sorprendente como incluso pudiera estar de acuerdo con usted y quizás hasta decir algo como: “Yo lo sé, pero eso no hace ninguna diferencia. De todos modos estoy perdido y no tengo esperanzas.” Aquí tenemos a alguien que no solo es cautivo de la atracción del pecado, sino que, y esto es aun más terrible, es esclavo de la cegadora desesperación de la culpa por el pecado. No pueden progresar en su lucha contra lo atractivo del pecado porque no pueden escapar a la culpa que este produce.
Ahora bien, si tal modo de esclavitud existe, entonces el versículo 7 está perfectamente diseñado para describir su remedio. Veámoslo de esta manera. V. 6: “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. ¿Cómo es esto? ¿De qué manera nuestra muerte con Cristo nos libera de la esclavitud del pecado? La respuesta en el versículo 7 nos muestra que este va primeramente a las raíces profundas de la esclavitud del pecado, no a lo atractivo de este, sino a la fuerza destructora de la culpa que produce, al decir: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” La culpa es borrada antes de romperse el poder de la atracción.
Lo cual, resumiendo, significa que: Al vencer el poder del pecado en nuestras vidas, en principio no se nos da la habilidad moral para romper la atracción del pecado; en su lugar, se nos da el derecho legal y personal de destruir la desesperación que me dice que no puedo ser ni perdonado ni declarado justo. Lamamos a esto justificación. En otras palabras, la justificación es el fundamento para la santificación, la cual, en pago, es la certificación de que estamos en camino hacia una resurrección con Cristo en unión con El. 
Por tanto, podemos decir que el punto principal de los versículos 5-10 es que la unión con Cristo el resucitar a una vida eterna de gozo con Cristo. Y lo hace de dos maneras: 1) nos une a Cristo, quien está vivo con una vida indestructible y no puede morir; y 2) nos une a Cristo, quien nos justifica nos libera de la cegadora desesperación de que estamos sin esperanza en nuestro pecado. Y desde este lugar de esperanza inquebrantable, crecemos en nuestra habilidad para vencer los tentadores lazos del pecado, entregando nuestras vidas en amor.

Sermones Escogidos: ¿Cómo Puede Ser Correcto Para Dios Justificar al Impío?


Romanos 3:20-4:5
En el corazón de nuestro evangelio hay una verdad que a primera vista ofende el sentido judicial de las personas perspicaces. Ese sentido judicial está expresado por el sabio del Antiguo Testamento en Proverbios  17:15 el cual dice, “El que justifica al impío, y el que condena al justo, Ambos son igualmente abominación a Jehová”. (cf. Proverbios 24:24). Nosotros derribamos llenos de indignación a los jueces que absuelven al culpable. Nuestra sensibilidad moral es ultrajada cuando al mal y la culpa no se le dan sanciones legales. Sin embargo en el corazón de nuestro evangelio permanece la oración: Dios justifica al impío que cree en Él. Dios absuelve al culpable. ¡Esto es el evangelio! ¿Pero cómo puede ser correcto para Dios hacer esto?

¿Por qué Se Debe Reflexionar Sobre Esta Cuestión?

Alguien podría decir, ‘No te preocupes con el por qué Dios es justo cuando hace lo que hace. Si dice que lo hace, sólo confía en que es lo correcto. No dudes de tu Creador’. Ahora bien, yo admiro una confianza tan fuerte en la justicia de Dios. Y es cierto que Dios es bastamente más sabio, más elevado, y más profundo que nosotros, tanto que lo que a primera vista para nosotros puede parecer incorrecto, es correcto cuando todo lo que Dios conoce es tomado en cuenta. Pero el deseo de conocer cómo puede ser correcto para Dios absolver al culpable, no fluye necesariamente de la duda. Existen al menos otras dos razones que nos mueven a hacer esta pregunta:
Una es las ansias de admirar la profundidad de la sabiduría de Dios. Cuando usted admira la perspicacia fisiológica dentro de los misterios del cuerpo humano, sus preguntas “¿cómo puede ser esto?, ¿cómo puede ser aquello?” no necesariamente vienen de la duda. Pueden venir del puro deleite que nos proporciona ver la asombrosa complejidad de la forma en nuestros cuerpos funcionan. Considero una señal muy importante de que una persona ama a Dios, si desea conocer mejor a Dios, ver aun más profundo dentro del corazón divino, para admirar y adorar y disfrutar de Dios más intensamente.
La otra razón para querer saber cómo es correcto para Dios justificar al impío, es el deseo de eliminar tantas piedras de tropiezo innecesarias como sea posible, que nos impidan aprobar razonablemente la manera de actuar de Dios. El deseo de exonerar a Dios no es malo mientras no distorsionamos su verdad para hacerlo aceptable ante las personas de mente mundana. Si Dios ha revelado el ‘cómo’ y ‘por qué’ de su acción, entonces no deberíamos vacilar en explicarlos claramente, para ayudar a las personas a ver, y así, sincera y razonablemente aprobar la sabiduría y justicia de Dios.
Es obvio por Romanos 3:21-26 que Dios ha dado una respuesta a nuestra pregunta y por tanto debe querer que la consideremos. Eso es lo que quiero que hagamos ahora en la preparación de nuestro servicio de Santa Cena. Sigamos el pensamiento de Pablo aquí en estos versículos.

El Problema de la Justicia de Dios

Hasta el versículo 21 de Romanos 3, Pablo ha mostrado que todos los hombres están bajo pecado y quedan bajo el juicio de Dios (ese también ha sido el punto de nuestros dos últimos mensajes de los domingos por la mañana). Ahora Pablo dirige su atención hacia el remedio de la enfermedad universal, que es el pecado, y al juicio. “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él”. Esta es la mejor noticia del mundo para quienes sentimos nuestra culpa ante Dios y conocemos que nuestra justicia es completamente inadecuada para ganar el favor de Dios. La buena noticia es que Dios, en su gran amor, ha provisto una justicia disponible para todo aquel que encuentre su confianza para la vida, en Jesucristo. No podemos trabajar para ganarnos este regalo, ameritarlo, o merecerlo; pero está allí para todo aquel que ponga su esperanza en Cristo. Romanos 4:4-5 deja esto claro: “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; 5mas al que no obra [i.e. no trata de ganar, ameritar, o merecerse el regalo de Dios], sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”. La buena noticia es que existe un indulto gratuito para el culpable que deja de tratar de impresionar a Dios y a los hombres, y en lugar de eso, descansa en Jesús. No existe medicamento humano o recreo que pueda tranquilizar a la conciencia culpable como puede hacerlo esta verdad. Anhelo que usted la tome para sí y salga hoy de este lugar con la verdad de Cristo.
Pero ahora esta inmensamente buena noticia creaba un problema para el apóstol Pablo, con el cual, con la ayuda de Dios, lidia en los versículos 24-26. El versículo 24 dice “…siendo justificados gratuitamente por su gracia”. Pero no se detiene ahí. Va más profundo y da las bases o los cimientos de la justificación. La absolución del culpable tiene lugar sobre las bases de una transacción divina que ocurre en la experiencia de Cristo. Esta transacción es llamada “redención” en el versículo 24, es decir, compra o rescate. Algo ocurrió en la muerte de Jesús que es tan estupendo que sirve como base para perdonar a millones y millones de pecadores que confían en Cristo. ¿Qué fue lo que ocurrió?
Pablo da la respuesta en los versículos 25 y 26:   “… a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”.
 Aquí vemos el problema que la justificación del impío causaba para Pablo. La justicia de Dios está llamada a ser cuestionada por haber pasado por alto los pecados. Dios está ahora pasando por alto los pecados de aquellos que confían en Jesús. Y el capítulo 4 en los versículos 6 al 8 muestra que Dios ha estado haciendo lo mismo durante generaciones, a los que confían en él. “Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, 7diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”. Dios ha pasado por alto los pecados de ancianos cuando justificó a Abraham y a David por fe, y ahora está pasando por alto los pecados de todos los que confíen en Jesús. Y Pablo dice en el versículo 25 que a causa de esto la justicia de Dios está siendo cuestionada, tanto que tiene que demostrar su justicia poniendo a Cristo como propiciación mediante la fe en su sangre.
Pero ¿por qué está siendo cuestionada la justicia de Dios cuando pasa por alto los pecados y justifica al impío? La razón no es que esto confirmará a los pecadores en su perversidad y perpetuará su pecado, fue evidente por el mensaje del domingo pasado que la fe salvadora siempre transforma al pecador. Dios siempre santifica a aquellos que justifica. Por tanto, el perdón del culpable no regresa a los violadores a las calles, produce transformación mediante el Espíritu Santo (lo que es el tema de que quiero hablar el próximo domingo). Así que la justificación del impío no llama a la justicia del Dios a ser cuestionada porque podría perpetuar el pecado. La verdadera razón, pienso yo, es que el pecado siempre es un desprecio hacia la gloria de Dios, y por tanto al Dios pasarlo por alto, parece como si estuviera de acuerdo en que su gloria carece de valor. Ello hace que Dios parezca como si no fuera honesto consigo mismo. Ello hace ver a Dios como si ya no tuviera el propósito de demostrar su gloria o preservar su honra. Pero si  Dios niega su propio infinito valor, entonces no solo está dejando de ser verdadero consigo mismo, sino que también la gloria por la que su pueblo ha esperado es devaluada de su valor supremo. Esto sería el ultraje supremo y colmo de la injusticia.
La razón por la que pienso que es esta horrible posibilidad la que llama a la justicia de Dios a ser cuestionada es que en Romanos 3:23 y 1:21, la esencia del pecado parece ser rehusarnos a glorificar y honrar a Dios. El versículo 23 dice: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos [o privados] de la gloria de Dios” Romanos 1:21-23 explica lo que esto quiere decir, “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias […] profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”. El hombre natural siempre se deleita más en la gloria de las cosas creadas que en la gloria de Dios. Y al hacer eso cambia la gloria de Dios y por lo tanto queda destituido o privado de ella. 
Por tanto, cuando Dios pasa por alto un pecado que tanto menosprecia su gloria parece como si considerara que su gloria carece de valor. Pero sería incorrecto que Dios no preservara su honra, ni la mostrara. Él estaría siendo injusto si actuara de esta manera. Ese es el meollo del problema de Pablo con la justificación del impío. Esto hace ver a Dios (al absolver a personas que han pisoteado su gloria en el lodo) como si ya no valorara su gloria.

La Reivindicación de la Justicia de Dios

Su solución, en una palabra, es la muerte de Cristo. Según el versículo 25, Dios pone a Cristo como propiciación “por medio de […] su sangre”, i.e. por medio de su muerte. ¿Cómo podría Dios mantener el valor de su propia gloria y todavía ser justo; y, sin embargo, justificar al impío cuyo pecado ha mancillado y despreciado esa gloria? La respuesta dada en los versículos 25 y 26 es: Enviando a Cristo a morir y demostrando así la justicia de Dios. Pero ¿cómo la muerte del Hijo de Dios demostraba la justicia de Dios, su lealtad al valor de su propia gloria?
Pablo no nos explica esto claramente, en detalles, pero pienso que podemos unir brevemente las piezas. Conocemos de otras Escrituras que todo lo que Jesús hizo en su vida y muerte, lo hizo para la gloria de su Padre. Por ejemplo, cuando Jesús se aproxima a la hora  de Su muerte, dice, “Hora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez” (Juan 12:27-28). Luego, cuando Judas había partido de la Última Cena, y su muerte era inminente. Dijo, “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él” (Juan 13:31). Finalmente en la gran oración de Jesús en Juan 17, ve su muerte como casi completa y dice “o te he glorificado en la tierra [Padre]; he acabado la obra que me diste que hiciese” (17:4).
Lo que vemos en este texto es que todo lo que Jesús sufrió, lo sufrió para el bien de la gloria de Dios. Por tanto, todo su dolor, vergüenza, deshonra, y humillación sirvió para magnificar la gloria del Padre, porque mostró cuan infinitamente valiosa es la gloria de Dios, de manera que una perdida como esa debía ser sufrida por su bien. Cuando miramos a la terrible muerte que sufrió el perfectamente inocente e infinitamente valioso Hijo de Dios en la cruz, y escuchamos que sufrió todo eso para que la gloria de su Padre pudiera ser restaurada, entonces sabemos que Dios no ha negado el valor de su propia gloria. Dios no ha dejado de ser verdadero consigo mismo, no ha dejado de defender su honra y mostrar su gloria, él es justo. La horrible muerte del Hijo es el medio por el cual el Padre puede ser ambas cosas, justo, y el único que justifica al impío que tiene fe en Jesús.
Este es un pensamiento glorioso. Nuestra justificación no está basada en una sentimentalidad débil. Está basada en la inconmovible Roca de la inaccesible justicia de Dios, demostrada en la muerte y certificada en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Oro para que la Palabra sea una raíz profunda y una gran fortaleza a nuestra fe cuando conmemoremos la muerte de nuestro Señor juntos.

Sermones Escogidos: La Vida Eterna ha Aparecido en Cristo

La Vida Eterna ha Aparecido en Cristo


1 Juan 1:1-4
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos, acerca del Verbo de vida 2(pues la vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó); 3lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4Os escribimos estas cosas para que nuestro gozo sea completo.
Las únicas cartas en el Nuevo Testamento que no mencionan el nombre del autor son las tres cartas de Juan y la epístola a los Hebreos. La iglesia añadió el título (Primera Epístola del Apóstol San Juan) después. Pero hay tres buenas razones para creer que el apóstol Juan escribió la carta.
Primero, porque los primeros escritores cristianos aceptaron que Juan era el escritor—Ireneo (200 d. de J.C.), Clemente de Alejandría (215 d. de J.C.) y Tertuliano (220 d. J.C.). Segundo, porque el escritor se identifica como un testigo ocular de la vida terrenal de Jesús (1:1): “lo que hemos visto con nuestros ojos…lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos”. Tercero, el estilo y la terminología son casi iguales al estilo y la terminología del Evangelio de Juan.
Al final del Evangelio de Juan (21:24) es escrito explícitamente que el apóstol que lo escribió fue el discípulo amado’’, es decir, el discípulo que tenía la más intima amistad personal con Jesús, el que en la última cena se reclinó en el pecho de Jesús (13:23), a quién Jesús le encomendó a su madre, el que corrió más aprisa que Pedro al sepulcro vacío (20:2-4).
Pero el discípulo amado nunca se nombra. Tuvo que ser uno de los tres íntimos: Pedro, Jacobo o Juan. ¡No pudo haber sido Pedro porque corrió más aprisa que Pedro! Y según Hechos 12:1 Jacobo fue muerto por Herodes aproximadamente diez años después de la muerte de Jesús. No es probable que el Evangelio según San Juan fuera escrito en una fecha tan cercana. Entonces la conclusión más probable es que el discípulo amado y el autor del Evangelio y las epístolas fue el apóstol Juan.
En un sentido esto no es importante, puesto que el autor bajo la inspiración del Espíritu Santo no nos dijo su nombre, y en última instancia el significado del libro no depende del conocimiento de quién fue el autor.
Pero en otro sentido es importante, porque un rechazo de la profesión del autor (la paternidad literaria) de Juan casi siempre va junto con el rechazo de su aserción de ser un testigo ocular del Señor. Tácitamente ningún erudito dice que “No fue Juan. Fue otro de los doce”. Todos saben que si el autor de esta carta estaba tan cerca a Jesús para tocarlo, entonces fue Juan. No hay otros candidatos probables entre los discípulos de aquellos días.
Entonces rechazar de Juan como el autor es virtualmente siempre un rechazo de la verdad del primer versículo de la carta: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto,…lo que han palpado nuestras manos…”. Si no fue Juan, no fue un testigo ocular, y la integridad del autor (que reclama ser un testigo ocular) es impugnada desde el principio.
Por tanto la razón por la que empiezo con estos pensamientos de la paternidad literaria de esta carta es para reforzar el asunto con que el autor empieza: había oído, había visto y había palpado al Hijo de Dios.
En el día del juicio Dios preguntará a las personas que han leído esta carta y que no han creído su testimonio: “¿Por qué no creíste el testimonio de mi siervo Juan? ¿Manifestó las cualidades características de un mentiroso o un lunático? ¿Contradijo el mensaje de su carta verdades razonablemente establecidas en la historia? ¿No estaba de acuerdo su testimonio con los otros testimonios de mi Hijo? ¿Por qué no creíste su testimonio?
En ese día de la verdad será una sola respuesta: “Todo el que hace lo malo odia la luz, y no viene a la luz para que sus acciones no sean expuestas” (Juan 3:20). No es porque nos falta testimonio confiable de la verdad de Cristo que estamos lentos para creer. Es porque creer es ser quebrantado y permitir que la oscuridad de nuestros corazones sea expuesta a la luz de la santidad de Dios.
Los exhorto a Uds. a que no cierren los rincones escondidos de pecado en sus vidas sino a que vengan a la luz y consideren con diligencia la realidad que en esta carta tenemos que tratar con el mensaje del que en verdad vio y tocó al Señor de gloria.
Para desempacar el significado de estos cuatro versículos, he intentado poner en orden lógico las aserciones principales que veo.
  1. Cristo, nuestra Vida, ha existido eternamente con el Padre.
  2. Cristo, nuestra Vida, se manifestó en la carne.
  3. Por medio de la encarnación de Jesús, Juan ha obtenido comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
  4. Por tanto, Juan hace de la proclamación de Cristo la base de su comunión con los otros creyentes.
  5. Juan anhela la plenitud de gozo que viene cuando los demás comparten su deleite en la comunión del Padre y del Hijo.
El manantial de donde el río de este texto fluye es Cristo que nunca tuvo un principio sino que ha existido eternamente con el Padre. Y el océano a donde el río de este texto fluye es el gozo de nuestra comunión entre nosotros y con el Padre y el Hijo.
Por consiguiente, esta mañana me gustaría caminar junto al río de este texto y tomar brevemente en estos cinco lugares. Mi meta es que Dios use el agua de su palabra para refrescar tu confianza en Cristo y para intensificar tu deseo para el gozo de su comunión.

1. Cristo, nuestra Vida, ha existido eternamente con el Padre.

v. 2 – “La vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó”.
Primero, notemos que Cristo simplemente se llama “la Vida”. “La vida fue manifestada”. Cristo fue el que fue hecho manifiesto. Cristo apareció en forma humana. Pero como dice 1 Juan 5:11, 12: “Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida”. Entonces el Hijo de Dios, Cristo Jesús, es nuestra Vida. Cuando tenemos comunión con él, compartimos la vida.
Segundo, notemos que esta vida es eterna. “La vida fue manifestada…y os anunciamos la vida eterna”. Este es el mejor comentario sobre la primera frase del primer versículo: Lo que existía desde el principio… “Desde el principio” quiere decir que Cristo nuestra Vida estaba allá cuando la creación empezó. Él es eterno. No tuvo principio. No tendrá fin. No es parte de la creación. En el principio él es la fuente de la creación. Toda vida sale de él. Él es el manantial, no parte del río. “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de él, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3).
La aserción más fundamental de este texto es que Cristo nuestra Vida ha existido eternamente con el Padre. Todo lo demás fluye de esto. Hacemos bien si meditamos frecuentemente y profundamente en la realidad majestuosa que Cristo ha existido sin principio desde toda eternidad.

2. Cristo, nuestra Vida, se manifestó en la carne.

Otra vez el versículo 2 hace muy sencillo este punto: La vida fue manifestada. Es decir, el Cristo eterno llegó a ser visible. Se apareció. Y el sentido en que apareció es hecho comprensible en versículo 1: Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos…
La realidad que Juan reclama haber tocado lo que existía desde el principio, es decir, la Vida eterna manifestada, muestra claramente que el punto aquí es la encarnación. El Cristo eterno, quien estaba con el Padre desde el principio y en verdad era Dios —este Cristo apareció en la carne. Llegó a ser hombre—.
Aquí está la gran piedra de tropiezo. La gente ha tropezado sobre ella desde los días de Juan hasta nuestros propios días. (Cf. EL MITO DE DIOS ENCARNADO). Juan dice en su segunda carta (v. 7): “Muchos engañadores han salido al mundo que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Ese es el engañador y el anticristo”.
Muchos están dispuestos a creer en Cristo si él solamente se queda como una realidad espiritual (para ellos). Pero cuando predicamos que Cristo ha llegado a ser hombre particular en un lugar particular impartiendo órdenes particulares y muriendo en una cruz particular exponiendo los pecados particulares de nuestras vidas particulares, entonces la predicación deja de ser aceptable para muchos.
No creo que sea tanto el misterio de una naturaleza divina y humana en una persona que causa a la mayoría de la gente que tropiece sobre la doctrina de la encarnación. La piedra de tropiezo es que si la doctrina es verdadera, cada persona en el mundo debe obedecer este hombre judío particular. Todo lo que dice es la ley. Todo lo que hizo es perfecto. Y la particularidad de su obra y palabra brota en la historia en la forma de un libro inspirado particular (escrito en los idiomas particulares griego y hebreo) que reclama una autoridad universal sobre cualquier libro que jamás haya sido escrito.
Esta es la piedra de tropiezo de la encarnación —cuando Dios llega a ser hombre, él quita toda pretensión del hombre para ser Dios—. Ya no podemos hacer más lo que queremos. Debemos hacer lo que este único hombre judío quiera que hagamos. Ya no podemos fingir más que somos autosuficientes, porque este único hombre judío dice que todos estamos enfermos con el pecado y debemos venir a él para ser curados. Ya no podemos depender más de nuestra propia sabiduría para encontrar vida, porque este único hombre judío, que vivió por 30 años obscuros en un país pequeño en el Medio Oriente, dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”.
Cuando Dios llega a ser hombre, el hombre cesa de ser la medida de todas las cosas, y Este Hombre llega a ser la medida de todas las cosas. Simplemente es intolerable al corazón de los hombres y las mujeres. La encarnación es una violación del proyecto de derechos humanos escrita por Adán y Eva en el huerto del Edén. ¡Es totalitario! ¡Es autoritario! ¡Imperialismo! ¡Despotismo! ¡Usurpación! ¡Absolutismo! ¿Quién piensa Él que es?
¡DIOS!
Por lo tanto la doctrina de la encarnación ha sido desde el principio un examen (criterio de prueba) de la ortodoxia y la autenticidad espiritual. 1 Juan 4:2, 3: “En esto conocéis el Espíritu de Dios; todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios”.
Solo el Espíritu de Dios puede romper nuestra rebelión contra la particularidad autoritaria de la encarnación y hacernos someter con gozo a este hombre judío como nuestro soberano absoluto. Y por lo tanto la confesión que Dios ha venido en la carne es el examen doctrinal de Juan si somos de Dios.

3. Por medio de la encarnación de Jesús, Juan ha obtenido comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

La última parte del versículo 3 dice: “Nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. La comunión (koinonia) es una experiencia personal de compartir algo significativo al igual que los demás. Es la alegría de estar en un grupo cuando están de acuerdo sobre lo que importa mucho. Es lo que hace trabajar con Tom y Steve y Dean y Char uno de los deleites más grandes de mi vida. Es lo que da raíz y fibra (carácter) y fruto al matrimonio cristiano.
Entonces decir que tienes comunión con el Padre y con su Hijo significa que compartes sus valores. Crees lo que creen y amas lo que aman. Por lo tanto te deleitas al pasar tiempo junto con ellos. Te encanta incluirlos en todo lo que haces. Aprecias la idea de pasar la eternidad conociéndolos mejor.
Muy prácticamente lo que quiere decir es que repetidamente recordamos porciones memorizadas de la palabra de Dios; y mientras el Señor nos habla una palabra de aviso o de promesa o de guía, oramos por su ayuda para responder apropiadamente y en seguida confiamos en él mientras andamos con él en la luz. Él se te acerca por su palabra. Tú te acercas a él por la oración, y en el poder de la comunión haces su voluntad.
Juan sabe que el regalo de esta comunión es debido a Jesús. Cristo vino y se hizo el amigo de recaudadores de impuestos y pecadores. Ofreció su comunión a cualquiera que estuviera dispuesto a cambiar sus valores y a estimar todo del mismo modo que él. No puedes tener comunión con Jesús si no confías en su juicio. Pero si confías en Jesús, no solo tienes comunión con él, sino también con Dios el Padre. Juan dice en 2:23: “Todo aquel que niega al Hijo tampoco tiene al Padre; el que confiesa al Hijo tiene también al Padre”. La comunión con Dios solo es posible por medio de Jesucristo su Hijo.
Entonces cada vez que alguien da testimonio de la verdad de Jesucristo —quién fue, lo que hizo y lo que estima— la oportunidad existe para que los que oyen el testimonio terminen de rebelarse contra la voluntad de Cristo, acepten sus valores, y comiencen a tener comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo.

4. Por tanto, Juan hace de la proclamación de Cristo la base de su comunión con los otros creyentes.

El versículo 3 dice: “Lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo”. O al leer el versículo al revés: “Puesto que nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo, la única manera en que podemos cultivar comunión con vosotros es proclamaros lo que sabemos sobre el Hijo a quién hemos visto y oído”.
En la Iglesia Bautista Belén hablamos sobre tres prioridades del ministerio: el compromiso con Dios en la adoración, el compromiso de los unos con los otros en el crecimiento mutuo, el compromiso con el mundo en el testimonio. Note que este versículo sustenta claramente la relación entre los primeros dos compromisos. Para experimentar comunión con sus lectores Juan les dice lo que cree sobre Jesucristo. En otras palabras, no hay comunión significativa entre las personas que no creen igual con respecto a Jesucristo. La doctrina compartida [que tenemos en común] es la base de la comunión cristiana.
Cuando Juan quería cultivar comunión con un grupo de personas, les escribe una carta llena de teología. Cuando Pablo quería preparar una comunión misionera para apoyarlo y para enviarlo a España, escribió un libro teológico que se llama Romanos. Si deseas que tu comunión sea más profunda y más fuerte, debes compartir más teología.

Hay muchas lecciones para nosotros aquí. Permítame mencionar tres.

Primero, el gran peligro del movimiento carismático alrededor del mundo hoy (con todo el bien que veo en él) es que a menudo procura preservar la comunión entre creyentes a base de una experiencia compartida antes que a base de la teología compartida. Este no es el camino bíblico, y con el tiempo resultará en la muerte de una experiencia mal cimentada o en el desarrollo de una teología herética para suavizar las deferencias.
Segundo, con seguridad este texto implica que ningún cristiano se debe casar con un incrédulo. La comunión profunda de las cosas más importantes no es posible donde no compartimos el mismo entendimiento y afecto por Cristo.
Tercero, es una gran y triste ironía que como una Convención (Bautista General), que profesa estimar la Biblia, tengamos la reputación de procurar preservar la unidad de la comunión no por exaltar las grandes doctrinas de la Escritura, sino por evitarlas. Cuando Juan quiso cultivar y preservar la comunión de sus lectores, se hizo teólogo. Cuando la Convención quiere cultivar y preservar la comunión, se hace ateóloga. En muchas maneras estamos pagando el precio por esto. Y es una gran tristeza.
Si Dios quiere, escogemos una dirección diferente en Belén. Seremos explícitamente teológicos y siempre a plena vista proclamamos nuestra doctrina. La última cosa que quiero es atraer o mantener miembros por ocultar las mismas características que nos llenan de pasión y celo para la gloria de Dios. Diluir la teología al denominador menos común de la aceptabilidad es la señal de la muerte para la adoración, la ortodoxia, las misiones, la moralidad y el crecimiento. Y la Convención Bautista General tiene problemas en todas esas áreas.
Seamos como Juan. Versículo 3: “Lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros”. ¡Esto es lo que creemos sobre Cristo! ¿Estiman Uds. lo que estimamos?

5. Juan anhela la plenitud de gozo que viene cuando los demás comparten su deleite en la comunión del Padre y del Hijo.

Versículo 4: “Os escribimos estas cosas para que nuestro gozo sea completo”. Yo creo que la Biblia de Las Américas está en lo correcto al aceptar la lectura “nuestro gozo” en vez de la lectura de la Reina Valera 1960 “vuestro gozo”.
Por supuesto, en una iglesia donde una de nuestras características es el hedonismo cristiano, esto no es ninguna sorpresa. Primero sale el gozo tremendo de conocer a Dios y experimentar comunión con él. Pero después tenemos hambre de algo más. No que algo se le pueda añadir a Dios, sino que más de Dios se podría experimentar en la comunión de los santos (Cf. Salmo 16:1-3). Si no fuera la verdad, el anhelo de la comunión sería idolatría. Nuestro gozo en la comunión de Dios se hace completo en el gozo que los demás tienen en la comunión de Dios.
Esta es la esencia del hedonismo cristiano —la doctrina que no solo es permitido sino que es necesario perseguir tu propia alegría en la alegría santa de los demás—. Si hicieras tu meta guiar a un amigo en la comunión de Dios, pero en tu corazón dijeras: “No me importa si él encuentra la comunión con Dios”, serías malo. Dios no quiere que nuestro corazón sea indiferente al bien que buscamos. Dios quiere que nos regocijemos en el bien. Quiere que persigamos nuestro gozo en el bien como Juan lo hizo. “Os escribimos estas cosas para que nuestro gozo sea completo”.
Que doctrina devastadora —enseñar que es incorrecto que un cristiano persiga su propia alegría—. Esta doctrina insulta a Dios que nos manda a deleitarnos en el Señor y estimarlo como gozo cuando pongamos nuestras vidas para compartir ese gozo con los demás.

En resumen:

  1. Cristo, nuestra Vida, ha existido eternamente con el Padre.
  2. Cristo, nuestra Vida, se manifestó en la carne.
  3. Por medio de esta encarnación obtenemos comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
  4. Por tanto, debemos hacer del entendimiento bíblico de Cristo la base de la comunión con los otros creyentes.
  5. Debemos procurar traer a los demás a esta comunión porque anhelamos la plenitud de gozo que viene cuando los demás comparten la delicia que tenemos en la comunión del Padre y del Hijo.

Ejemplo de Sermón Bíblico: ¿Quién Nos Separará Del Amor De Cristo?

¿Quién Nos Separará Del Amor De Cristo?


Romanos 8:28-39
Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. 29 Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos; 30 y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó. 31 Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? 32 El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con El todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36 Tal como está escrito: Por causa tuya somos puestos a muerte todo el día; somos considerados como ovejas para el matadero. 37 Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Comienzo esta mañana con dos preguntas. No le pediré que levante su mano. Pero deberá responderle a Dios. Dé una respuesta silenciosa a Dios por cada pregunta. Y hago esto porque según usted responda estas preguntas así el resto de este mensaje será una realidad en su vida, o solo una invitación para que venga al banquete de la fe.
Las preguntas están basadas en Romanos 8:28. Esta es una de las promesas más grandes del amor de Dios en toda la Biblia. Pero tiene dos requisitos adjuntos. No es una promesa para todos, solo para los descritos en este verso: “Y sabemos que [1] para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, [2] para los que son llamados conforme a su propósito”.

Así que estas son mis preguntas:

Pregunta Nº1: ¿Ama usted a Dios? En esta vida nadie ama perfectamente a Dios. Esa no es la pregunta. Todos sabemos que puede existir un amor unificador entre un esposo y una esposa, una madre, un padre, o un amigo querido sin que ese amor sea perfecto. De hecho, el amor más grande y auténtico e intenso tiene sus imperfecciones. La pregunta no tiene que ver con la perfección. La pregunta es: ¿Es Dios su tesoro? Jesús dijo: “donde esté vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón” (Lucas 12:34). Es decir: allí estará tu amor. Él estaba tratando de persuadirnos para que pusiéramos nuestro tesoro en los cielos, no en la tierra. Nos estaba exhortando a atesorar a Dios por encima de todas las cosas. Porque lo que usted atesora es lo que aprecia y ama su corazón. Por tanto la pregunta ¿Ama usted a Dios? Significa ¿Es Dios su tesoro? ¿Es Dios la realidad más valiosa de su vida?
Pregunta Nº2: ¿Ha sido usted llamado por Dios conforme a su propósito? Esto no significa: ¿Ha escuchado el evangelio? O: ¿Ha escuchado una invitación para arrepentimiento y fe? El verso 30 explica cuál es el llamado de que se habla aquí: “a los que [Dios] predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó”. Todos los llamados son justificados. Así que este llamado de Dios no es solo una invitación, sino una convocatoria poderosa y efectiva que le despierta del letargo de la ignorancia y la rebelión, y como resultado usted es capaz de ver a Jesús y someterse alegremente ante él.

Llamados por Cristo: Una ilustración

Permítanme explicarme con una ilustración. Pero antes, consideremos 1ra a los Corintios 1:23-24:
nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles; 24 mas para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios.
Muchos consideran que el Cristo crucificado es necedad. Pero los llamados ven en él el poder y la sabiduría de Dios. Algo les ha sucedido: han sido llamados.
Imagíneselo de esta manera: antes de que ser llamado por Dios usted estaba literalmente durmiendo en su cama. Jesús llega a su cuarto. Él se posiciona en el cuarto con toda la gloria del amor de su Calvario y el poder de su Resurrección. Pero usted está dormido, de hecho está soñando. Y en el sueño (que es su vida ordinaria) ve a Jesús. En el sueño Jesús parece necedad, no es atractivo. Usted se pregunta por qué otros hacen tanto escándalo con él. En el sueño la televisión era más emocionante, la pareja era más real, el trabajo satisfacía mucho más.
Entonces el Espíritu de Dios –el Espíritu Santo- viene a la habitación donde Jesús está con toda la gloria del amor de su Calvario y el poder de su Resurrección. Y el Espíritu revolotea sobre la cabeza soñadora de usted y le llama con una voz lo suficientemente fuerte: « ¡Despierta!» Y eso le estremece. Y abre sus ojos. Y allí delante está el verdadero Jesucristo. Y su gloria es inconfundible. Y entonces comprende que (toda su vida) había estado soñando –que todos sus pensamientos acerca de la necedad, lo irreal, y la fealdad de Cristo eran puras fantasías e imágenes vacías de una mente dormida. Pero ahora el velo del letargo fue removido y la “luz del evangelio de la gloria de Cristo” fue irresistiblemente cierta. El Cristo crucificado es ahora para usted lo que realmente es: el poder y la sabiduría de Dios. Esto es lo que significa ser llamado.
Así que pregunto: ¿Ha sido llamado por Dios? ¿Es Cristo para usted el poder y la sabiduría de Dios en su muerte por los pecadores? ¿O está usted aún durmiendo en un mundo fantástico de sueños e ilusiones donde Jesús es necedad, aburrimiento y fealdad? ¿Puede usted decir honestamente en esta mañana: «El Cristo crucificado es verdadero poder y el Cristo crucificado es verdadera sabiduría»?
Ahora, si ha respondido SÍ y con honestidad a estas dos preguntas, entonces el resto de este mensaje es una gloria verdadera para usted. Y si no pudo responder: SÍ, entonces este mensaje puede ser aún más relevante, porque pudiera ocurrir que Jesús y el Espíritu Santo se acercaran a su cama por medio de él.

El Amor De Cristo: La Raíz De Nuestro Amor Mutuo

Lo más importante que quiero que veamos en esta mañana está en el verso 35: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”. La respuesta a esa pregunta es: nada ni nadie. Mi propósito en esta mañana es recordarles y despertarles nuevamente al imperturbable amor que Cristo tiene por nosotros –por los que hemos respondido SÍ a esas dos preguntas. “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación [o algún tipo de problema o presión], o angustia [o algún tipo de dificultad o crisis], o persecución [o algún tipo de oposición o burlas], o hambre [o cualquier sufrimiento o escasez], o desnudez [o algún asalto o vergüenza], o peligro [o cualquier riesgo o amenaza], o espada [o cualquier herida o violencia, o muerte]?”. ¿Podrá alguna de estas cosas separarnos del amor de Cristo? Pablo responde: No. Por el contrario, como dice el verso 37: “Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.
No solo es imposible que seamos separados del amor que Cristo tiene para nosotros, sino que ese amor es tan poderoso a nuestro favor, que convierte cada circunstancia en triunfo. “en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. Así que mi propósito en esta mañana es recordarles y mostrarles esta gran verdad, y orar con ustedes a fin de que nos podamos aferrar a ella, y que ella se aferre a nosotros.
La relación que tiene esta verdad con el conjunto de la serie “El Mayor De Ellos Es El Amor” es que una y otra vez en la Biblia el amor de Dios por nosotros es la raíz de nuestro amor mutuo. La realidad es que si no descansamos en el amor de Dios por nosotros, no podremos amarnos unos a otros. Por ejemplo, Jesús dijo en Juan 13:34:
Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros.
Su amor por nosotros es primero, y el nuestro es un eco resultante. Juan 15:12-13:
Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado. 13 Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos.
Su amor por nosotros viene antes y sustenta nuestro amor mutuo. Y el amor del Calvario.es un amor profundo, profundo.
Efesios 4:32-5:1:
Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo.
Todo amor verdadero comienza así: Dios nos amó en Cristo y nos perdonó. Luego nos adoptó a fin de que fuéramos llamados sus hijos. Y derrochó su amor sobre nosotros en la familia. Y ahora –solo ahora, sobre esa base- dice «Imítenme»: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”. ¡Y subraye esto! Ser un imitador de Dios –no como un peón que admira desde la audiencia. No como un niñito inseguro que se come con los ojos anhelando la inmensa ropa de un jugador de pelota. No como un músico principiante escuchando el CD de su maestro favorito, pero desconocido. Sino como “hijos amados”: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”. El amor de Dios por nosotros en Cristo es quien dirige y habilita nuestro amor imitador de los unos por los otros. Y esto es porque amamos de la misma forma en que nuestro Padre es, eso es lo que nos hace querer ser así.
O de nuevo en 1ra de Juan 3:16:
En esto conocemos el amor: en que El puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
Disfruto mucho hablar acerca del cristianismo radical, del cristianismo que pone su vida por otros, y muestra cuán radicalmente seguros estamos en el amor de Dios. Pero todo comienza con él, no con nosotros. 1ra de Juan 4:10-11:
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. 11 Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
Así que esta es la razón por la que hoy hemos predicado así: Si Dios nos amó, debemos amarnos unos a otros. Y por ende necesitamos ver que Dios efectivamente nos amó –y nos ama efectivamente. Porque, a menos que yo esté terriblemente equivocado, hay un anhelo inmenso en esta congregación por descubrir las nuevas profundidades del amor mutuo entre los cristianos y por los que nos visitan y por aquellos a quienes es difícil amar. ¿No correrían las lágrimas por nuestros ojos al leer cartas como estas que recibí el 26 de febrero de un pastor de Iowa?
Hace dos semanas, mientras estaba de vacaciones regresé a Bethlehem. Estaba lleno de gozo por el poder y la presencia del Espíritu Santo. Este poder se había manifestado en formas que nunca antes había experimentado en Bethlehem. Desde 1988 y en cada año siguiente he adorado con usted y me he sentado bajo su ministerio. A pesar de que su predicación siempre ha alimentado mi alma, la congregación me parecía poco amigable; nunca alguien nos saludó, o nos dio la bienvenida en ninguna de las ocasiones en que visitamos y siempre el servicio de adoración estuvo rodeado de frialdad.
Pero el domingo pasado fue diferente. Tanto mi esposa y [yo] vimos que algunos se nos acercaron y nos dieron la bienvenida. Un amigo llamado John Fast dedicó una buena parte de su tiempo para acercarse a mí y agradecerme por venir. El servicio de adoración y el grupo de adoración estaban glorificando a Dios sin enfocarse en el hombre.
Solo puedo imaginar la oscuridad que usted debió experimentar el año pasado. Sin embargo, veo a Dios haciendo una obra mucho más grande aún por medio suyo y la iglesia. Me percaté de ello escuché durante la predicación de la Palabra. Lo experimenté en la alabanza centrada en Dios. Lo disfruté en el esplendor y el calor de la congregación. La providencia de Dios había ordenado un tiempo de oscuridad para purificar a la congregación. Una mayor gloria de Dios ahora está siendo revelada.
Recibí estas palabras con una gran sensación de amor a Dios, en lugar de sentir autosatisfacción. No dudo que haya mucho en mí que todavía necesite purificación. Y por eso lo tomo primeramente para mí mismo. Es la única forma en que seremos lo que Dios nos ha llamado a ser –como en el matrimonio: si constantemente me enfoco en que lo que creo que debe ser cambiado en mi esposa en lugar de enfocarme en las maneras en que puedo amarle mejor, haré que ambos seamos miserables durante décadas.
Lo más precioso de esta carta que atesoro para mí es la combinación. Él habló de la adoración a Dios de nuestra iglesia «sin enfocarse en el hombre» en el mismo momento en que habló acerca del «esplendor y calor de la congregación». Este es el clamor de nuestro corazón ¿no es cierto? «Ellos sabrán que somos cristianos por nuestro amor». Esto es lo que estaba anhelando yo en el mensaje de la semana pasada cuando dije que anhelamos una combinación fresca y balanceada de la santidad de Dios y el amor de Dios.
El mensaje de hoy es que si debemos crecer en amor mutuo, debemos experimentar el amor de Cristo de forma profunda e imperturbable –el amor de Romanos 8:35: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”. Debemos estar maravillados porque el amor de Cristo nos sostiene. Que Cristo nos sostiene firmemente aferrados a su amor. Esta profunda y maravillosa verdad –que Cristo, el Hijo de Dios nos ama- debe enlazarnos y sujetarnos e inundar nuestras mentes. Debemos poner esta verdad en nuestra mente, al comienzo del día (él me ama), y a media mañana (él me ama), y luego al mediodía (él me ama), y a media tarde (él me ama) y a la hora de la cena (él me ama), y antes de dormir (él me ama).
Y a medida que leemos textos como Romanos 8:35 debemos orar por esto. Esto es lo que llamaré el “Los Cuarenta Ayunos” para enfocarnos a medida que repartimos tarjetas nuevas el próximo domingo. Para orar a fin de que esta sensación de ser amados por Cristo no inunde y rebose en nuestros corazones.
Vayamos a una de las oraciones de Pablo para ver cuán crucial era este asunto para Pablo cuando oraba por la iglesia (Efesios 3:14-19). Y quiero mirarlo cuando ahora que estamos terminando porque he visto que este pasaje nos lleva de una forma diferente que hacia el mismo sentido de Romanos 8:35: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”.
Por esta causa, pues, doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra, 16 que os conceda, conforme a las riquezas de su gloria, ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior; 17 de manera que Cristo more por la fe en vuestros corazones; y que arraigados y cimentados en amor, 18 seáis capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, 19 y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios.
Note que la meta de esta oración está en el verso 18: “[que] seáis capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, 19 y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento”. Pablo quería para los efesios, lo que yo quiero para ustedes en esta mañana: la capacidad de comprender cuán alto y profundo y ancho y grande es el amor de Cristo. Él admite que ese conocimiento está más allá de la comprensión humana. Nunca llegaremos a su cima o fondo o alcanzaremos su final en ninguna dirección en que nos movamos. Siempre habrá mucho más para descubrir y disfrutar (vea Efesios 2:7). Pero él quiere que probemos la inmensidad del amor de Cristo por experiencia, no solo por doctrina.
Pero ¿cómo quiere que seamos “capaces de [literalmente: suficientemente fuertes como para] comprender” este amor? ¿Debemos pararnos desde fuera mirando de la misma forma en que lo haríamos con una edificación a fin de que podamos apreciar cuán alta y ancha es? No. Vayamos al verso 17 para tener la respuesta: “de manera [...] que arraigados y cimentados en amor” puedan comprender el amor de Cristo. La palabra para “cimentados” es “descansando sobre un fundamento”. Así que Pablo utiliza dos metáforas: una, la de un árbol con raíces [arraigados], la otra la de una edificación con un fundamento [cimentados].
Él lo dice, para comprender el amor de Cristo y probar su altura y profundidad, debiéramos estar arraigados a él. Es decir, las raíces de nuestras vidas debieran estar sumergidas a una profundidad del amor de Cristo cada vez mayor. De allí obtenemos nuestra vida. Y dijimos que deberíamos estar cimentados en él. Es decir el cimiento de nuestras vidas debería estar esparcido sobre la roca sólida del amor de Cristo por nosotros.
Es así como probamos en la experiencia que la profundidad y amplitud del amor de Cristo son infinitas. Nuestras raíces nunca llegarán al fondo de ese amor, y nuestro amplio cimiento nunca se quedará sin Roca para edificar. Creo que estas dos ilustraciones están pensadas para expresar la misma idea de Romanos 8:35 «Nada nos podrá separar del amor de Cristo». Las raíces de nuestras vidas están firmemente sostenidas en las profundidades del amor de Cristo. Y el fundamento de nuestra vida es firmemente sostenido por la Roca del amor de Cristo. No podremos ser desarraigados o removidos. Ese es el mensaje principal de Romanos 8:35 «Nada nos podrá separar del amor de Cristo».
Dios nos está llamando a experimentar nuevas profundidades de amor mutuo entre los creyentes y por aquellos que no lo son. Si eso debe suceder, (y está sucediendo) algo más debe suceder primero (y está sucediendo). La oración de Pablo deberá ser contestada:
[Quiera Dios que podamos estar] arraigados y cimentados en amor, 18 [y que seamos] capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, 19 y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento.
Quisieran unírseme, y hacer una ferviente oración para que todos podamos aferrarnos más y más a la experiencia de ser amados por Cristo –nada nos podrá separar de su amor. Entonces, el poder de amar a otros fluirá libremente.

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