domingo, 6 de octubre de 2013

Los Ángeles: Enigma ¿Mito o Realidad?

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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VIDRIO OPACO: EL ENIGMA DE LA REALIDAD
Los ángeles pertenecen a una dimensión única y diferente de la creación la cual nosotros, seres limitados al orden natural, difícilmente podemos comprender.
Billy Graham
¿Eso fue un ángel? ¿Qué ocurrió? ¿Sucedió algo? Muchas experiencias espirituales son intangibles. Ahora las ve, después quién sabe si pueda verlas.
Y a veces ni siquiera son experiencias espirituales.
Hace algunos años, después del servicio vespertino del domingo, una anciana se acercó para hablar conmigo. Se veía algo preocupada.
—Unos objetos brillantes, como estrellas—me informó de la manera más baja que pudo—, andan flotando a través de la ventana de mi baño. ¿Considera que esté viendo visiones? ¿Serán ángeles? ¿Cree que esto tenga algún significado espiritual?
Sus preguntas me parecieron un poco extrañas. Ella misma parecía un tanto extraña. Pero siempre tengo cuidado de no menospreciar las experiencias espirituales de otras personas. Sabiendo que la Biblia misma está llena de historias fuera de lo común respecto a dimensiones del cielo que interceptan la tierra, la mayoría albergamos genuinamente la esperanza de tener un encuentro real con Dios y sus ángeles. Sin embargo, en este caso de la mujer anciana, presentía que no se trataba de uno de estos encuentros.
—¿Tiene usted vidrio opaco en las ventanas de su baño?—le pregunté de manera cautelosa y cortés.
—Sí, por qué … creo que sí tengo—me respondió con timidez.
—Verifíquelo—le dije—. Si tiene ese tipo de vidrio en su baño, lo que ha estado viendo podría ser la luz que reflejan los carros al pasar por la calle. A lo mejor me equivoco, pero no creo que esto que ha visto sea algo fuera de lo común.
Las experiencias espirituales son misteriosas. A menudo algo que pareciera sobrenatural o paranormal puede explicarse fácilmente. O si algo inusual ocurre, el momento puede ser tan pasajero que no podamos recordar con exactitud lo sucedido. A veces, sin embargo, la realidad del ámbito espiritual irrumpe a través de las barreras del tiempo y el espacio.
El servicio terminó. Y apenas al abrir mis ojos después de la oración de clausura noté a una joven madre que se encaminaba apresurada por el pasillo de la iglesia. No podía ocultar su emoción. Su hijo de doce años, me anunció, acababa de ver a dos ángeles (conmigo) en la plataforma.
—¿Le puedo hacer una preguntas a Matt?—inquirí. Su hijo estaba inmóvil en la parte trasera del templo, viendo un poco avergonzado el entusiasmo de su madre.
Conocía a esa familia bastante bien. Este jovencito era sensible y no extremadamente religioso.
—Eran dos de ellos—me informó con un balbuceo de emoción.
—¿Estaban parados o sentados? ¿Dónde estaban exactamente?—le pregunté, pues quería saber los detalles. Quizás sólo estaba inventando todo esto.
—Los ángeles estaban parados, uno a cada lado de usted.
—¿Eran grandes o pequeños?—le presioné un poco.
—Grandes.
—¿Cuán grandes?
Muy grandes.
—¿Más grandes que yo?
—Ah sí, mucho más grandes que usted.
Su cara sincera y sus respuestas rápidas y precisas me indicaron que este jovencito verdaderamente había visto algo. Por un momento transitorio, Dios descorrió la cortina del tiempo y el espacio y le permitió ver seres celestiales de luz.
Una cosa bastante similar sucedió años más tarde. Hace un tiempo conté una de estas historias en uno de mis sermones. Una hermana miembro de nuestra iglesia, Tina Esman, me escribió poco después de este acontecimiento:
Tan pronto como terminó de contar la historia del jovencito que vio ángeles cerca de usted en la plataforma, fue como si mis ojos se abrieran y vi dos ángeles, dos o tres veces más grandes que un ser humano, en túnicas blancas con cabello blanco, sentados uno a cada lado de usted.
Creo que el Señor me reveló que estaban allí para proteger las palabras de Dios que hablaría a su pueblo. Fue como si la gloria de Dios o una nube dorada descendiera desde los cielos en medio de los ángeles pasando a través de usted hasta la congregación.
Al principio quise decírselo, pero luego me contuve. Pensé que creería que yo era algo extraña, pero tan cierto como que todavía puedo verlos ahora en mi mente, sé que Dios está aún protegiendo su Palabra a través de usted, a pesar de que nunca más los he vuelto a ver.
¿Existen los ángeles? Sin dudas. ¿«Prueban» estos incidentes la existencia de ángeles? No. De la misma manera que no prueban ni sugieren que yo sea alguien especial porque otras personas hayan visto ángeles acompañándome cuando predico. Desafortunadamente, o quizás por fortuna, jamás los he visto. Sin embargo, ¿podríamos decir que historias como estas afirman lo que sabemos de la Biblia acerca de la realidad espiritual? Sí.
Oh palabra invisible, nosotros te contemplamos
Oh palabra intangible, nosotros te palpamos
Oh palabra insondable, nosotros te conocemos
Imperceptible, nosotros te poseemos.
Francis Thompson
Dietrich Bonhoeffer, uno de los más grandes pensadores cristianos de este siglo, una vez escribió sobre milagros y hechos providenciales: «Los creyentes ven una señal. Los incrédulos no ven nada». El apóstol Pablo vio a Cristo cara a cara, sin embargo: «Los hombres que iban con Saúl se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie» (Hechos 9:7). Un hombre, que vio la luz, cambio el curso de la historia. Otros sólo se pararon parpadeantes y confusos.
Lo que para alguien es un hecho auténtico que puede cambiar su vida, para otro es una evidencia de inestabilidad mental. Cuando Pablo se defendía después de su arresto y contaba su impresionante experiencia de conversión, Festo, el gobernador romano de Judea, lo interrumpió con un grito: «Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco» (Hechos 26:24).
Las experiencias espirituales son intangibles. Pablo lo dice de la siguiente manera: «Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara» (1 Corintios 13:12). Escribir acerca de los ángeles es como ver a través de un vidrio opaco: Sabemos que hay algo del otro lado, pero no siempre estamos seguros de qué se trata. Nuestra humanidad tiene limitaciones. No podemos ver las cosas del mundo espiritual cada vez que lo deseemos, ni ver tan siquiera uno de sus millones de seres espirituales a nuestro antojo. Tampoco podemos ver los campos magnéticos, ni la electricidad ni el sol en un día nublado. La realidad no se basa únicamente en lo que podemos o no ver, o en lo que podemos o no entender.
El autor cristiano Frederick Buechner escribe:
La magia que opera en base a la habilidad de manos se fundamenta en el hecho demostrable de que, como regla general, la gente ve únicamente lo que espera ver. Los ángeles son espíritus poderosos a quienes Dios envía al mundo para desearnos bienestar. Y puesto que no esperamos verlos, no los vemos. Un ángel extiende sus brillantes alas sobre nosotros, y decimos cosas tales como: «Fue uno de esos días que te hacen sentir bien por el simple hecho de estar con vida», o «Tengo la corazonada de que todo me va a salir bien».1
El dominio espiritual es tan enigmático que algunas personas, aun las que creen en Dios, se han preguntado si de verdad los ángeles existen. Algunos teólogos creen, por ejemplo, que los ángeles pueden entenderse mejor si los consideramos como metáforas de la presencia de Dios y que en realidad no son ángeles en un estado perpetuo de existencia celestial. En lugar de eso, los ángeles van y vienen como los sueños, pedacitos holográficos de la voluntad de Dios. Que, al Dios crearlos por uno o dos segundos, llevan mensajes y después se esfuman para siempre.
Sin embargo, esto no es lo que encontramos en la Biblia. Las Escrituras siempre dicen que los ángeles son seres espirituales reales con existencia individual, como examinaremos en detalles a través de este libro. C. Fred Dickason observa que nunca, aun en los primeros escritos de la Biblia, «los ángeles se consideraron simples ilusiones o figuras de estilo. Los ángeles son una parte integral de la historia de Dios en su trato con los seres humanos».2
A pesar de todo, abunda mucho la especulación filosófica acerca de la existencia y la naturaleza de los ángeles. Y esto es natural, supongo, porque los seres humanos somos inquisitivos hasta lo más profundo de nuestro ser, especialmente cuando se trata de asuntos misteriosos y sin total explicación. Un libro sobre ángeles no estaría completo sin mencionar La jerarquía celestial, escrita por Dionisio, algunas veces llamado San Denis. Dionisio, una figura poco conocida de la historia de los inicios de la Iglesia, se dedicó a examinar y clasificar ángeles con minucioso detalle. Comenzando con la Biblia, Dionisio agregó un buen pedazo de superstición medieval acerca del mundo de los espíritus. Lo que resultó fue una elaborada pero imaginativa jerarquía de seres espirituales que en esencia forjaron la visión cristiana sobre los ángeles durante muchos siglos.
Los escritos de Dionisio influyeron grandemente en Tomás de Aquino, por lo general conocido como «el padre de la teología católica romana» y a veces también llamado «el ángel doctor». Este dedicó una gran parte de su obra clásica Suma Teológica (que significa, vagamente, todo lo que siempre has querido saber de teología) a escudriñar y refinar la visión de Dionisio, incluyendo aspectos tales como «la predicación, multiplicación y la individualidad de la naturaleza de los ángeles».
Hubo algunos teólogos a quienes no lograron impresionar los escritos de estos hombres. Karl Barth llamó a los escritos de Dionisio «irritantes» y, en respuesta a los complicados escritos de Tomás de Aquino sobre los ángeles, declaró: «Las Sagradas Escrituras nos dan suficiente información para pensar respecto a los ángeles».3
En otras palabras, por lo que la Biblia revela, hay algunas cuestiones acerca de los ángeles que podemos saber con certeza, pero hay otras con las cuales sólo podemos especular. Lo mejor que puede suceder con las nebulosas acerca de los ángeles es que resulten interesantes y de ayuda, y lo peor es que nos guíen a equivocaciones. Si vamos a entender a los ángeles de las tinieblas y de la luz, necesitamos identificar lo verdadero y lo falso, lo seguro y lo peligroso. Lo que los cristianos creen acerca de los ángeles, o cualquier otra cosa sobre la materia, debe ser firmemente fundamentado en la Biblia. Pablo advierte a la iglesia de Colosas:
Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal.
Colosenses 2:18
Pablo nos dice aquí que, si no somos cuidadosos, la verdad tal como se nos revela en la Biblia puede ser confusa si le prestamos demasiada atención a las cosas vanas. De manera que a través de este libro analizaremos, a la luz de las Sagradas Escrituras, todo respecto a los ángeles, y lo que diferentes personas dicen y creen acerca de ellos. Algunas cosas son claras. Muchas otras no los son.
Dios creó a los ángeles para servirle y para que sirvan a su pueblo. Si hay algo que podemos aprender de la Biblia acerca de ellos, es que son reales. Los ángeles existen. Y a pesar de todo, hay teólogos que se han cuestionado al respecto (aunque, como tal vez usted sabe, los teólogos se cuestionan respecto a muchas cosas). Como los ángeles van y vienen como una nube de humo en un día de viento, hay quienes han especulado que ellos en realidad no tienen una «naturaleza» ni una existencia independiente. Algunos teólogos creen que los ángeles existen momentáneamente, sólo para dar algún mensaje. O para decirlo de otro modo, el ángel es el mensaje. Una vez que el mensaje se ha dicho, el ángel desaparece para siempre o hasta que Dios lo vuelva a «crear» para enviar otro mensaje. Los ángeles, de acuerdo a esta perspectiva, no existen en «realidad».
Un escritor ha hecho notar lo siguiente: «Con frecuencia se ha hecho ver que los ángeles no tienen biografías. Que no tienen una extensión narrativa horizontal, histórica. No son[…] progresivos. Irrumpen fragmentando el tiempo y la secuencia, y luego, como lo dice la historia en Lucas, desaparecen sin dejar rastro alguno, dejando solamente una canción o una imagen».4 Esta idea la encuentro difícil de aceptar, porque la Biblia enseña que los ángeles existen en la presencia de Dios, aunque no estén ocupados trayendo mensajes a la tierra.
El gran reformador Juan Calvino rechazó severamente «esa filosofía trivial concerniente a los santos ángeles que enseña que ellos no son nada más que inspiraciones o buenas motivaciones de Dios puestas en la mente de los seres humanos».5
No obstante, la Biblia guarda silencio respecto a «la “naturaleza” de los ángeles, si son o no personas, o de cuál es su relación con respecto al mundo físico».6 Todo lo que sabemos es que son seres espirituales invisibles que ministran a Dios y a su pueblo.
Descartando la idea del matrimonio en el cielo, lo más cercano que Jesús dijo respecto a «la naturaleza» de los ángeles fue cuando explicó: «Mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento. Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles».7 Esto sólo nos dice que la «naturaleza» de los ángeles es inmortal, nada más. E implica que los ángeles tienen una existencia separada, que continúa.
Los ángeles, entonces, son reales. Son seres espirituales, semejantes a Dios, pero no son Dios. Tampoco son humanos, ni de carne y hueso, si bien es posible que aparezcan en forma humana. La «sustancia» precisa de su naturaleza se desconoce. Son inmortales. No son omnipresentes: presentes en todas partes al mismo tiempo, como Dios, pero sí son inmediatamente presentes. En Mateo 4:11 se nos dice que los ángeles «vinieron» y servían a Jesús después de la tentación en el desierto, sugiriendo así que estos no estaban presentes cuando unos minutos antes el diablo apareció. Dios estaba ahí, en la encarnación del Hijo, pero los ángeles no. Los ángeles no están en todas partes.
SI EL CIELO ESTÁ TAN CERCA,
¿POR QUÉ DIOS PARECE TAN DISTANTE?
Vemos el cielo a través del vidrio opaco. Esto quizás sea la más terrible y frustrante consecuencia del pecado humano. Cuando Dios creó al principio a Adán y a Eva, el compañerismo inmediato y la conversación directa con el cielo era algo «normal». No había barreras. Pero la serpiente que «era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho», desafió a la mujer … y a Dios: «¡Mentira!—silbó la serpiente—. ¡No morirán! Dios sabe muy bien que en el momento que lo coman se les abrirán los ojos para distinguir entre el bien y el mal».8
Se les abrirán los ojos. ¿Qué ojos? ¿Qué verán? Pareciera como si el diablo le estuviera haciendo una oferta para hacerse más perceptiva espiritualmente, como Dios. Es irónico, pero Adán y Eva no obtuvieron lo que veían, ni vieron lo que iban a obtener. Esa es siempre la naturaleza de la ilusión: la carnada de la verdad siempre esconde el anzuelo de la decepción. Así como el diablo predijo: «fueron abiertos los ojos de ambos».
Pero no se volvieron más semejantes a Dios. Al contrario, por primera vez «conocieron que estaban desnudos». El foco de la percepción humana retrocedió de la primacía de la dimensión espiritual al de las limitaciones del tiempo y el espacio de la creación física. El mundo material entró en acción. La dimensión espiritual se esfumó en una niebla espesa. En esencia, la naturaleza humana dio un vuelco total.
Ahora vemos los cielos, y a los ángeles, a través de un vidrio opaco. McCandlish Phillips, antiguo reportero del New York Times, hizo la observación de que los «hombres pueden saber sólo lo que Dios determina revelarles sobre lo espiritual y lo sobrenatural[…]. No podemos saber nada de los ángeles[…] sino por revelación».9 «Rumores de ángeles» es como un autor recientemente ha descrito a los seres difusos del mundo espiritual.10
Es como si nuestros ojos espirituales necesitaran una cirugía de cataratas, mientras que la capa lechosa siguiera engrosándose. En lo que va de las dos últimas generaciones, nuestra cultura occidental ha desdeñado las experiencias espirituales. Para aquellos de nosotros que crecimos bajo la influencia del materialismo científico, el vidrio opaco se ha tornado negro. Cada misterio se evapora en el matraz de ácido de la duda científica. Aunque creemos en Dios teóricamente, en la práctica el ámbito espiritual no es real para nosotros. Incluso nuestro lenguaje, un componente vital de nuestra cultura, traiciona nuestro escepticismo acerca de las «cosas espirituales». Los términos «sobrenatural» y «paranormal» son, en realidad, creaciones occidentales. Estas expresiones sugieren que hemos creado una distinción artificial entre lo «natural» y lo «sobrenatural», lo «normal» y lo «paranormal».
Quizás resulte sorprendente que la palabra «sobrenatural» no tiene equivalente ni en el hebreo del Antiguo Testamento ni en el griego del Nuevo Testamento. Para los escritores de la Biblia, aun y cuando también vieron a través de un oscuro opaco, las barreras entre tiempo y eternidad no fue tan específicamente definida. Tampoco está muy bien definida en las culturas no occidentales. En la India, por ejemplo, no hay equivalente de la palabra «paranormal» o «sobrenatural» en ninguna de sus catorce lenguas principales.11
Esa borrosa barrera entre tiempo y eternidad fue precisamente el tema de la muy aclamada película, Field of Dreams [Campo de sueños]. En esta película, una sonora voz como si fuera Dios guía al actor estrella, Kevin Costner, a construir un diamante de béisbol a mitad de un maizal en Iowa. Varios grandes jugadores del béisbol, todos muertos, comienzan a materializarse a partir de las crecidas filas de maíz al margen del campo de juego.
Uno de los jugadores, literalmente un fantasma del pasado, le pregunta a Kevin Costner con incredulidad: «¿Es aquí el cielo?»
La respuesta de Costner se inmortalizó: «No», le dice con la misma incredulidad, «¡esto es Iowa!»
Las barreras entre el cielo y la tierra se han esfumado. La película, por supuesto, no es cristiana. Su base central es la filosofía del movimiento de la Nueva Era12, pero los seguidores de la Nueva Era nos quieren decir que podemos redescubrir, si lo intentamos, la realidad de la dimensión espiritual. Está se encuentra más allá de la próxima hilera de maíz.
Esto es, por cierto, muy cercano a la visión del mundo que encontramos en la Biblia, no es que podamos conversar con los muertos, sino que «el reino de los cielos se ha acercado». El cielo está tan cercano como nuestro aliento. Los ángeles están tan cercanos como si estuvieran al otro lado de la habitación … y algunas veces aún más.
CUATRO CLASES DE ENCUENTROS CERCANOS
La falsa imagen del cielo está al otro lado del vidrio opaco. ¡Sabemos que algo hay allí! ¿Qué vemos? ¿Y cómo lo vemos? He llegado a creer, para usar la terminología de los OVNI, que hay cuatro clases de «encuentros cercanos» sobrenaturales.
Primero, a veces Dios pone pensamientos en nuestras cabezas. Este tipo de encuentro espiritual más común no es abiertamente sobrenatural, pero la Biblia contiene muchos ejemplos. En una ocasión, cuando Jesús estaba solo con sus discípulos, les preguntó qué era lo que la gente estaba decía de Él:
—¿Quién dice la gente que soy?
—Bueno—le respondieron—, algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que eres Elías; y otros, que eres Jeremías o alguno de los profetas.
—¿Y quién creen ustedes que soy?
—¡Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo del Dios viviente!—respondió Simón Pedro.
—Dios te ha bendecido, Simón, hijo de Jonás—le dijo Jesús—, porque esto no lo aprendiste de labios humanos. ¡Mi Padre celestial te lo reveló personalmente!13
Jesús le explicó, dejando bien en claro que los pensamientos de Pedro, por cierto, no eran de él. Vino del cielo. El Padre celestial puso ese pensamiento en la mente de Pedro.
Ahora bien, Dios no controla nuestros pensamientos, pero sí nos habla de vez en cuando. Y aunque esta clase de iluminaciones espirituales no se convierten en grandes titulares, que no son muy sensacionales, podríamos llamar a este un encuentro cercano a lo sobrenatural del primer tipo.
Segundo, el cielo puede venir hacia nosotros en imágenes mentales y sueños. «Vemos» como escenas dentro de nuestra cabeza, similar a una especie de pantalla de televisión mental. Los sueños, por supuesto, han sido siempre un tema de estudio y fascinación desde los tiempos antiguos de los relatos bíblicos hasta la investigación científica contemporánea. Algunos dicen que los sueños son puramente fisiológicos, impresiones inducidas de manera química. Otros abogan que algunas veces los sueños son ventanas del cielo, una clara enseñanza de la Biblia. Mientras que la mayoría de los sueños son una función normal de un cerebro en reposo y casi todos los sueños no tienen significado espiritual, en la Biblia Dios usa sueños de vez en cuando para hablar a su pueblo. Las referencias a los sueños aparecen cerca de cien veces en las Escrituras y a veces hay ángeles en esos sueños.14
Jacob tuvo un famoso sueño con un ángel. Cuando huía de su vengativo hermano Esaú, Jacob dejó Beerseba y se fue a establecer en Harán. «Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella» (Génesis 28:11–12, cursivas añadidas).
José, después de la visita de los magos, un ángel le advirtió en sueños: «Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo» (Mateo 2:13).
Cuando un amigo mío, Mark Buckley, escuchó que estaba escribiendo acerca de los ángeles, me preguntó con cierta reserva si estaría interesado en una historia de cómo un ángel se le apareció en un sueño. «A cientos de personas le impactó mi sueño», me dijo. Mark es un pastor de éxito, por encima del promedio, en el área de Phoenix y un escritor regular de la revista Ministry Today.
En la primavera de 1971 vivía en Novato, California, con otros cinco hombres en una casa ministerial cristiana llamada Solid Rock. Una noche tuve un sueño que cambió el curso de mi vida y ministerio. En mi sueño veía un grupo de estudiantes jugando voleibol en el gimnasio de la secundaria Terra Linda. Hacía tres años que me había graduado en esa secundaria, de manera que recordaba bastante bien el gimnasio.
Mientras observaba el desarrollo del juego, una cara de un hombre apuesto apareció de repente en mi sueño. «Preséntate aquí mañana a las siete y media de la noche», me dijo. Luego la cara desapareció y el sueño terminó.
Cuando desperté a la mañana siguiente, recordaba el sueño vívidamente. Sentía como si el Señor me hubiera hablado. Puesto que la cara que vi no se parecía a la de Jesús, pensé que se trataría de un ángel. Cuando mi buen amigo Malcolm despertó, le conté mi sueño y le pedí que me acompañara a la secundaria Terra Linda esa noche. Malcolm no estaba del todo seguro que hubiera escuchado al Señor, pero estaba dispuesto a acompañarme y apoyarme.
Malcolm y yo llegamos a la secundaria a las siete y quince esa tarde. El recinto estaba desierto, excepto por la presencia de algunos estudiantes de teatro que ensayaban una obra. Intentamos entrar por la puerta exterior del gimnasio. Estaba con candado. Recorrimos todos los edificios de la escuela, llevando unos folletos sobre los Evangelios, sin resultado alguno. No sabía lo que el Señor tenía reservado para mí, pero suponía que era de esperar que le hablara del evangelio a alguien.
A las siete y media fuimos y nos paramos en la acera frente al gimnasio. Comencé a sentirme bastante tonto. Y Malcolm me lo recordaba. En son de burla me dijo: «Creo que esta vez lo perdiste».
Cuando estábamos a punto de irnos, un ómnibus escolar se acercó a la acera frente a nosotros. Uno a uno los miembros del equipo de béisbol de la secundaria se bajaron del ómnibus. Caminamos hacia ellos y comenzamos a darles los tratados a los muchachos, que no eran muy receptivos al evangelio. Venían de un largo viaje e iban a bañarse. Sólo un par de ellos se detuvo lo suficiente para escuchar mientras que intentábamos hablarles del evangelio.
Don Lucas, el entrenador, fue el último en salir del ómnibus. Don, quien fue mi entrenador durante dos años cuando jugaba fútbol y béisbol, mostró una amplia sonrisa cuando me reconoció. Nuestro gozo de vernos se multiplicó cuando me dijo que también él le entregó recientemente su vida a Cristo. Después de mencionarme que pensaba formar un grupo de atletas cristianos en su escuela, también se precipitó para unirse a los jugadores que estaban en los vestidores.
Cuando el chofer estacionó a un lado el ómnibus vacío lejos de la acera, Malcolm y yo decidimos retirarnos también. Tenía un sentimiento de vacío dentro de mí. Fue bueno ver a mi antiguo entrenador, pero no sucedió nada dramático. Y supuse que quizás había mal interpretado el sueño.
Dos semanas más tarde recibí una llamada de Don. «¿Te gustaría dar una conferencia en nuestra reunión de atletas cristianos?», me preguntó. Acepté con mucho entusiasmo. En esa reunión, una semana más tarde, conocí a otro entrenador cristiano que también era un maestro de enseñanza de salud en la secundaria. Supo que algunos años antes me habían hospitalizado debido a una sobredosis de drogas, y me invitó a que le hablara a sus alumnos acerca del peligro del abuso de drogas y lo que Jesús hizo para liberarme de la drogadicción.
El día que hablé en la escuela, conocí a otros maestros que también me pidieron que visitara sus aulas. Una puerta abierta llevó a abrir otras más. ¡A veces llegué a hablarle hasta a cinco grupos de estudiantes en un solo día!
Se me dio una libertad fuera de lo común para hablar de mi fe, junto con un mensaje antidrogas, en la escuela. A los pocos meses, los estudiantes formaron un receso de comida para estudiar la Biblia en una de las aulas. Me pidieron que fuera una vez a la semana y les enseñara. Durante los dos años siguientes, estuve con ellos cada semana.
Las recomendaciones de los maestros de la secundaria Terra Linda me abrió las puertas para hablar en las clases de educación de la salud, historia y ciencias en las secundarias de San Rafael,
Redwood, Drake y Tamalpias. Pronto tuvimos estudios bíblicos semanales en cuatro escuelas diferentes. El condado de Marin, al norte de San Francisco, siempre ha tenido un clima liberal, pero a inicios de la década del setenta los maestros y directores de las secundarias en Marin dieron la bienvenida al evangelio como un medio de ayudar a los estudiantes.
Todavía sigo en contacto con muchos de los estudiantes que confiaron en Cristo para vida eterna y fueron discipulados a través de aquellos estudios de la Biblia en las secundarias. Algunos se dedican por completo al ministerio cristiano. Cuando veo hacia atrás, cómo comenzó todo, todavía puedo ver en mi mente la cara del ángel que me guió y dijo: «Preséntate aquí mañana a las siete y media».
Marcos tuvo un encuentro sobrenatural del segundo tipo.
Tercero, el cielo puede venir a nosotros en visiones y éxtasis. Estas son menos comunes y más extraordinarias que los sueños y las imágenes mentales. Pienso en una visión como algo externo, algo visual que «vemos» fuera de nosotros, opuesto a los sueños e imágenes dentro de nuestra cabeza. La Biblia no hace esta distinción en cada caso, pero tenemos la impresión, por ciertos pasajes, de que lo que lo gente vio fue como «realidad virtual». No estaba allí en verdad, pero era lo suficientemente real, quizás tridimensional y a todo color. Una visión o un éxtasis es un encuentro sobrenatural del tercer tipo.
El apóstol Pedro, cuando visitaba a unos amigos en Jope, en la costa del Mediterráneo, subió a la azotea de la casa para tomar algo de brisa y orar. «Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis». Sea por lo que sea, la Biblia no dice nada acerca de que Pedro se hubiera quedado dormido o estuviera soñando. Usa sólo una palabra, «éxtasis». El término usado en griego es ekstasis, del cual proviene la palabra en castellano «éxtasis».
Más allá de sí mismo, Pedro «vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo». Comida inmunda, comida chatarra, como las salchichas y el tocino. «Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come[…] Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo» (Hechos 10:9–16). La sábana, aparentemente, no estaba en la mente de Pedro. Vino del cielo y volvió al cielo.
Este relato, por supuesto, es acerca de cómo Dios quería que Pedro testificara del evangelio a los gentiles «impuros», algo que un buen judío como Pedro no estaba dispuesto a hacer. Pero lo que trato de resaltar es que lo que apareció aquí era una clase de imagen en tercera dimensión.
A lo mejor Juan tuvo una experiencia similar cuando, «en el Espíritu» en el Día del Señor, escribió el libro de Apocalipsis. Cuando leo el último libro de la Biblia, me da la impresión de que Juan vio y escuchó cosas fuera de su propia mente, como en éxtasis.
Mucho de lo que vio debe haber sido similar a la «realidad virtual»: el anticristo levantándose del mar, o «una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas» (Apocalipsis 13:1). Pero otras cosas que Juan vio, creo yo, estaban realmente allí: «Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono[…] y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder» (Apocalipsis 5:11–12). Juan verdaderamente vio eso. Estaba allí en realidad.
Cuarta, en el más alto nivel de los encuentros espirituales, la realidad del cielo literalmente puede fraccionar el tiempo y el espacio. Jesús apareció, realmente, a Saulo (después llamado el apóstol Pablo) en el camino a Damasco. Mi tío se convirtió cuando Jesús se le apareció, de verdad, parado al pie de su cama. Igual que Pablo, mi tío no esperó ni un mes ni dos para pensar acerca de lo sucedido. Su visión de Cristo fue sobrecogedora y él se convirtió esa misma noche. Este fue un encuentro sobrenatural de la cuarta clase, típico de la mayoría de los ángeles que aparecen en la Biblia.
Los ángeles aparecen, en realidad, a mucha gente en la Biblia. Pueden verse y escucharse, y la gente habla con ellos como usted y yo conversamos con un amigo. A medida que he coleccionado informes de encuentros con ángeles y encuestado a cientos de personas, he descubierto que muy pocas personas han tenido un encuentro indudable, real y literal con un ángel. Y casi todos los que lo han tenido, han visto un ángel una sola vez. Los encuentros espirituales reales de la cuarta clase son escasos.
Es más, cuando ocurren, puede ser difícil y aun imposible que la persona logre describir la experiencia. Por ejemplo, el apóstol Pablo aparentemente tuvo una experiencia fuera del cuerpo, quizás cuando lo apedrearon en Listra (Hechos 14:19–20). Cuenta: «Conozco a un hombre [Pablo se refiere a sí mismo] en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar» (cursivas añadidas).15
Dios no es el único incomprensible; lo mismo puede también
decirse del cielo en el mundo de las criaturas.
Karl Barth
El lenguaje humano simplemente no puede describir aquello que va por encima de la experiencia normal. Apoyándose en el lenguaje del símil y la metáfora, Ezequiel describe las cámaras privadas de su Majestad:
Y miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente, y en medio de ella la figura de cuatro seres vivientes. Y esta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. Y los pies de ellos eran derechos, y la planta de sus pies como planta de pie de becerro; y centelleaban a manera de bronce muy bruñido[…] Se oía una voz de arriba de la expansión que había sobre sus cabezas. Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él. Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor. Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová.
Ezequiel 1:4–7, 25–28 (cursivas añadidas)
Note especialmente la última línea. Ezequiel no vio al Señor. Ni siquiera vio su gloria. Es más, no vio ni la semejanza de la gloria del Señor. Ezequiel vio la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Este es otro ejemplo de la más elevada forma de experiencia espiritual. El cielo irrumpió en tiempo y espacio, y Ezequiel vio, literalmente, el trono de Dios. Fue como un pequeño tratando de describir un día de paseo en un centro de diversiones. Ezequiel no tenía una experiencia previa ni algún punto de referencia para describir lo que había visto.
En otra narración del Antiguo Testamento (2 Reyes 6:8–23), el rey de Siria, frustrado y furioso por la dirección profética de Eliseo para con el rey de Israel, hace los preparativos para secuestrar a su antiguo adversario judío. «Id, y mirad dónde está», ordenó el rey, «para que yo envíe a prenderlo». Y le informaron: «He aquí que él está en Dotán». Así es que el rey envió gente de a caballo, carros y un gran ejército, y sitiaron la ciudad en medio de la noche. A la mañana siguiente, cuando el sirviente de Eliseo se levantó y se dio cuenta que la ciudad de Dotán estaba sitiada, se atemorizó. «¡Ah, señor mío! ¿qué haremos?», dijo temblando.
«No tengas miedo», le respondió el profeta con confianza. «Más son los que están con nosotros que los que están con ellos». Y Eliseo oró: «Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea». Y Dios lo hizo y el joven criado vio, literalmente, dentro de la dimensión espiritual: los montes alrededor de la ciudad estaban llenos de caballos y carros de fuego enviados para proteger a Eliseo. No fue un sueño. No fue una imaginación. El ejército de fuego del Señor estaba realmente allí.
De manera que Dios puede revelársenos en diferentes formas y niveles, desde pensamientos sublimes hasta apariciones angélicas literales. Quizás George Washington tuvo un encuentro sobrenatural del cuarto tipo. Se dice que un ángel se le apareció en Valley Forge. También se dice que los ángeles visitaron dos veces a Johnny Cash: la primera cuando tenía doce años y la segunda cuando era un adulto. Las dos veces el ángel le advirtió sobre una muerte inminente. Y también hay la historia (no pude obtener un informe de primera mano sobre ella) de seis cosmonautas rusos, todos ateos, que cuando estaban en el espacio vieron dos veces una banda de ángeles con alas tan grandes como las de un avión gigante.16
La gente aún sigue escuchando la voz de Dios y viendo ángeles. El teólogo C. Fred Dickason escribió: «El testimonio combinado de las Escrituras, el Antiguo y Nuevo Testamentos, y de el Salvador, nos aseguran que hay un mundo de criaturas inteligentes, poderosas e invisibles cerca y sobre nosotros, que aprueban nuestro cuidadoso y piadoso estudio y nos desafían a expandir nuestras categorías de pensamiento y a cambiar nuestra conducta de vida de acuerdo a la verdad de Dios».17
1 Frederick Buechner, Wishful Thinking: A Theological ABC [¡Ojalá y así fuera!: Un ABC teológico], Harper & Row, New York, 1973, pp. 1–2.
2 C. Fred Dickason, Angels: Elect and Evil [Ángeles: elegidos y perversos], Moody Press, Chicago, 1975, pp. 18–19.
3 Karl Barth, Church Dogmatics: The Doctrine of Creation [Dogmática de la Iglesia: La doctrina de la creación], vol. 3, parte 3, T. & T. Clark, Edimburgo, 1961, p. 410.
4 David Miller, «Angels, Ghosts, and Dreams: The Dreams of Religion and the Religion of Dreams» [Ángeles, fantasmas y sueños: Los sueños de la religión y la religión de sueños], The Journal of Pastoral Counseling, 26, 1, 1991, p. 21.
5 Según lo cita Mortimer F. Adler, The Angels and Us [Los ángeles y nosotros], Macmillan, New York, 1982, p. 26.
6 Barth, pp. 410–11.
7 Lucas 20:35–36, cursivas añadidas. Este versículo contiene la única mención en el Nuevo Testamento del término griego isangelos, «como un ángel».
8 Génesis 3:4, La Biblia al día, cursivas añadidas. El relato completo se encuentra en Génesis 3:1–7.
9 Según lo cita Billy Graham, Los ángeles: agentes secretos de Dios, Editorial Caribe, Miami, FL, 1976, p. 29.
10 Timothy Jones, «Rumors of Angels» [Rumores de ángeles], Christianity Today, 37, 4, 1993, pp. 18–22.
11 Según me dijo Paul Pillai, graduado del Seminario Teológico Talbot y prominente líder cristiano del norte de la India.
12
«Nueva Era» es un término que usado y aplicado a un extenso número de religiones interrelacionadas y creencias casi religiosas, no cristianas, que han tomado un gran auge popular.
La erudita cristiana Mary Ann Lind escribe: «El término Nueva Era es una referencia a un tiempo particular en el futuro cercano cuando la humanidad pres umiblemente entrará en una era de iluminación espiritual caracterizada por la realización colectiva de la “conciencia de dios” dentro de cada persona. La liberación universal de dicho poder espiritual guiará entonces hacia la “nueva era” (From Nirvana to the New Age [De Nirvana a la Nueva Era], Revell, Tarrytown, NY, 1991, p. 18). De acuerdo a Lind, al Movimiento de la Nueva Era se le ha denominado también como el Movimiento del Potencial Humano, La Conspiración Acuariana, La Era de Acuario, La Tercera Fuerza y la Nueva Espiritualidad. Doug Groothuis, quizás la máxima autoridad en Nueva Era, identifica seis elementos clave del movimiento: (1) Todo es uno o monismo. Todo (Dios, los humanos y otras formas de vida, cosas materiales y no materiales) en el universo es parte de un gran todo. El karma del hinduismo y «La fuerza» de la película La guerra de las galaxias son expresiones de esta idea. (2) Todo es Dios. Dios está en todo y Dios es todo. Esto es panteísmo, donde todas las cosas, se dice, parten de una esencia divina. (3) La humanidad es Dios. Nosotros no sólo somos perfectos; somos dioses. (4) Un cambio en la conciencia. Groothuis escribe: «Todo es uno; todo es dios; nosotros somos dios. Simple y sencillamente». Si es así, ¿cómo no sabemos esto? Necesitamos ser iluminados. Necesitamos ser guiados a una conciencia de la unidad y del poder espiritual. Esto, en parte, es precisamente lo que nos dicen diciendo los ángeles de la Nueva Era. (5) Todas las religiones son una. Esto es, en una palabra, sincretismo. (6) Optimismo cósmico evolucionario. Una nueva era va a surgir, «emergiendo de las cenizas de la visión del mundo occidental». (Véase Unmasking the New Age [Desenmascarando a la Nueva Era], Intervarsity, Downers Grove, IL, 1986, pp. 18–31.)
13 Mateo 16:13–17, La Biblia al día.
14 «Los sueños se asocian a menudo con ángeles en las tradiciones judía y cristiana como si ellos en sí mismos fueran en un sentido “ángeles”[…] La conexión de ángel e imagen (sueño-imagen) es común en la antigüedad. Para Filón, en su obra Sobre gigantes, la imagen de Dios es el ángel o logos. Josefo llama a los ángeles phantasma («imágenes fantásticas»). En el antiguo siríaco la palabra ekoni significa imagen y ángel». Miller, pp. 18–28.
15 Véase 2 Corintios 12:1–4.
16 Sophy Burnham, A Book of Angels [Un libro de ángeles], Ballantine Books, New York, 1990, p. 18.
17 Dickason, Angels: Elect and Evil [Ángeles: Elegidos y perversos], p. 23.
Kinnaman, G. (1996). Ángeles: De las tinieblas y de la luz (10). Nashville, TN.

Abramos la Biblia; Génesis: Estudio Sistemático

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Génesis
GÉNESIS
PASAJES Y HECHOS CLAVE
La creación y la corrupción del mundo, capítulos 1-3
Caín mata a su hermano Abel 4
Noé y el diluvio 6-9
La torre de Babel 11
La historia de Abraham 12-25
Destrucción de Sodoma y Gomorra 19
Historia de Jacob 27-35
Historia de José 37-50
En el principio creó Dios los cielos y la tierra. (Gn 1.1)
La Biblia comienza con esta magnífica y fascinante declaración, que nos retrotrae a los comienzos de nuestro mundo. En estas pocas palabras, el autor establece las grandes verdades fundacionales de que hay un solo Dios, quien existía en los comienzos, y que toda la creación es obra suya. Todo descansa en esto, y desde aquí discurre toda la narración bíblica.
La creación del mundo
A continuación tenemos una descripción de la creación, que comienza:
Dijo Dios: «Sea la luz». Y fue la luz. Vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas. Llamó a la luz «Día», y a las tinieblas llamó «Noche». Y fue la tarde y la mañana del primer día. (Gn 1.3-5)
Cada uno de los dramáticos actos creadores comienza con las palabras: «Dijo Dios: “Sea...”» o «“Haya…”», y termina con las palabras: «Y fue la tarde y la mañana», y el número del día.
La creación del mundo se nos describe en el lenguaje de la poesía y los acontecimientos se ordenan dentro de un patrón perfecto. La poesía no solamente comunica belleza; es también un maravilloso vehículo para transmitir verdad. Las afirmaciones no son meras declaraciones de carácter científico sino que representan la verdad, con muchos estratos de significado. Pueden ser entendidas simplemente por lo que expresan en primera instancia, o se puede descubrir y apreciar también algo del significado subyacente. El relato de Génesis no pretende presentar un informe fáctico sobre cómo Dios creó el mundo —digamos, en siete días literales— sino que permite al lector absorber la verdad esencial sobre la creación: el sol, la luna, las plantas, los animales y los seres humanos entraron en existencia por el magnífico poder de Dios y en respuesta a su expreso deseo y mandato.
Hombre y mujer
A medida que se desarrolla el relato, los mares turbulentos son contenidos, el mundo es vestido de árboles y plantas, y la tierra, el mar y el aire se llenan de criaturas vivientes. Pero cuando hace a los seres humanos, el propósito creador de Dios se describe de una manera diferente.
Entonces dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y tenga potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra». (Gn 1.26)
Hombres y mujeres fueron hechos para parecerse a Dios de una manera imposible para la creación animal. Hombres y mujeres tendrían la capacidad de amar, de recordar, de elegir y de estar en relación con Dios mismo. También fueron creados para ser agentes de Dios, a cargo del resto de la creación, para administrarla bien. El autor no percibe a los seres humanos como resultado del azar ciego ni a merced de planetas y estrellas. Los describe como una obra artesanal de un Dios amante que los diseñó para gobernar su mundo y —algo aún más asombroso— para gozar de su amistad. Es una escena perfecta y el autor concluye el relato con las palabras:
Y vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno en gran manera. (Gn 1.31)
Un segundo aspecto de la historia es la creación de la mujer como una pareja para el hombre, en igualdad con este. Dios los acerca y el autor resume allí el criterio de Dios acerca del matrimonio:
Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne. (Gn 2.24)
En lenguaje poético, el autor ha descrito el vasto alcance de la buena creación de Dios. Ha dado respuesta a algunas de las preguntas más profundas sobre el origen y la finalidad de la vida. Nos ha presentado ante un mundo perfecto.
Pero todos sabemos que la vida no es perfecta. Incluso en el mundo natural hay perturbación y caos, y entre los seres humanos hay codicia, ira, explotación y crimen. De modo que el autor relata en seguida, siempre en el lenguaje de la poesía, cómo se introdujeron estos elementos extraños en ese mundo perfecto.
Tragedia
El primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva, vivían en el hermoso Jardín del Edén, ocupándose de plantas y animales, en feliz compañía de Dios. Tenían completa libertad, excepto por una condición:
Del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás». (Gn 2.17)
Esas fueron las palabras de Dios. El nombre del árbol nos da una clave sobre su significación. Hombres y mujeres pretenderían saber por sí mismos lo que era bueno o malo para ellos. Eso destruiría la inocencia e introduciría un conocimiento peligroso. Comer de ese fruto traería como resultado la muerte.
La narración describe cómo la astuta serpiente tentó a Eva para comer el fruto prohibido. En otra parte de la Biblia se dice que la serpiente es el nombre dado a Satanás, el enemigo de Dios y de la humanidad. Eva tomó el fruto porque vio que era «agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría». Ella también le dio un poco a Adán y, cuando hubieron comido, sus ojos se abrieron. Habían perdido su inocencia. Tomaron conciencia de su desnudez delante de Dios y el uno frente al otro. Por primera vez sintieron vergüenza de encontrarse con Dios y se escondieron de él. Habían elegido la autonomía y la desobediencia en lugar de la dependencia amorosa de Dios, su Hacedor; y por este acto la creación entera se desquició. Este trágico acto desencadenó una multitud de amargas consecuencias.
Dios aparece hablando a la serpiente y a Adán y Eva, mostrándoles las consecuencias de sus actos. De ahora en adelante la tierra dará espinos y abrojos. La relación entre los sexos se echará a perder por la explotación. La muerte física los alcanzará, aunque no en forma inmediata. La muerte espiritual ya había destruido su estrecha relación con Dios. En un acto profundamente significativo, Adán y Eva fueron expulsados de su jardín paradisíaco. Sangre, sudor, trabajo y lágrimas estaban esperándoles.
La poesía de estos primeros capítulos de Génesis es seguida por informes narrativos sobre los primeros descendientes de este primer hombre y de esta primera mujer. Su hijo Caín mató a su hermano Abel, por celos, y sus descendientes prosiguieron la espiral de creciente pecado y violencia. Finalmente:
Vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra… y se arrepintió Jehová de haber hecho al hombre en la tierra. (Gn 6.5-6)
Otras historias sobre la creación y el diluvio
Además de la narración bíblica, hay otras primitivas historias de la creación y de una gran inundación, que nos llegan de Babilonia. Algunas de las ideas se asemejan a los relatos bíblicos; pero las diferencias, especialmente en el concepto de Dios, son muy marcadas. El Dios de Génesis es un solo Dios, no varios dioses, y el hombre y la mujer son la obra culminante de su creación. En el relato babilónico, los seres humanos aparecen como una idea tardía, conveniente para los dioses, a quienes debían alimentar y servir. El Dios de Génesis actúa por amor y justicia, y no por capricho o egoísmo.
El diluvio
Dios determinó borrar su creación con una inundación, pero encontró un hombre bueno, Noé, quien confiaba en él y le obedecía, aun en esos días tenebrosos. A pedido de Dios, Noé construyó una enorme embarcación —el arca— para preservar a su familia y a miembros del reino animal. Noé también intentó persuadir a quienes lo rodeaban para que retornasen a Dios, pero sin éxito. Cuando vino el diluvio, Noé y su arca con su precioso cargamento sobrevivieron y, cuando finalmente emergieron, construyeron un altar y dieron gracias a Dios. Dios prometió que nunca más enviaría otro diluvio y entregó el arco iris como signo de su inquebrantable promesa.
La Torre de Babel
Después del diluvio los hombres y las mujeres continuaron viviendo a su propio arbitrio. No quisieron diseminarse y poblar la tierra como Dios instruyera a Adán y Eva y a sus descendientes. En lugar de eso se establecieron en un centro donde comenzaron a edificar un monumento que haría honor a su soberbia y a sus logros. Dios confundió sus planes, pero estaba claro que la mayoría no estaba preparada para tomar el camino de Dios.
Abraham
En la segunda parte del libro de Génesis la pintura cambia: de la escena amplia pasa a enfocar un hombre en particular, Abraham, su esposa y familia. Dios aún deseaba darse a conocer a hombres y a mujeres y quería apartarlos de su desobediencia para que tuvieran con él una feliz relación. La estrategia que planeó consistió en elegir a un hombre —una sola familia— y hacer de él y de sus descendientes una nación con una relación especial con Dios. Se daría a conocer a ellos, les entregaría sus promesas y sus leyes. Ellos, a su vez, darían a conocer a Dios a las demás naciones del mundo: este era el plan de Dios, su propósito al elegir a esta gente.
La promesa de Dios
Abraham y su mujer, Sara, vivían en la ciudad de Ur, al oriente de lo que se conoce como la Medialuna Fértil. Se trata de un semicírculo de tierra que va desde Egipto, pasando por Palestina y Siria, para bajar luego al Río Éufrates, hasta el Golfo Pérsico. En el medio del bienestar y de la cultura de Ur, Dios llamó a Abraham a abandonar su hogar sedentario y comenzar una vida nómada, viajando hacia la tierra de Palestina. Dios le prometió:
Haré de ti una nación grande, te bendeciré… y serán benditas en ti todas las familias de la tierra». (Gn 12.2-3)

UR: LA CIUDAD DE ABRAHAM
Abraham y su esposa Sara vivían en la ciudad de Ur, en el sur de Babilonia, cuando Dios les dio nuevas instrucciones. Debían abandonar la seguridad de la ciudad con su gran templo al dios-luna, y partir en un largo viaje a una nueva tierra que Dios prometía darles.
Excavaciones en el lugar del antiguo Ur han descubierto los restos de casas de ciudadanos acaudalados: dos pisos construidos alrededor de un patio pavimentado. Grandes cantidades de tablillas de arcilla proporcionan registros del comercio —adquisición de tierras, herencias, matrimonios— y de asuntos diplomáticos. Por su parte, las ruinas de un gran templo piramidal escalonado dan testimonio de la importancia de la religión.
Abraham obedeció al llamado de Dios. Por el resto de su vida viviría como un nómada, trasladándose en función de las necesidades de agua de sus rebaños y familia, aunque siempre dentro de la tierra de Canaán que Dios había prometido a sus descendientes.
Dios hizo un pacto o alianza con Abraham. En una solemne ceremonia, prometió que los descendientes de Abraham serían tan numerosos como las arenas de la playa o las estrellas del cielo, y que heredarían la tierra de Canaán. Había un gran obstáculo en la forma en que Dios había dispuesto cumplir su promesa. Abraham y Sara no tenían hijos y ambos eran viejos. Sin embargo, la promesa involucraba a sus descendientes.
Después de muchos duros años de espera, cuando Sara había sobrepasado la edad de tener hijos, la promesa de Dios se cumplió y nació un hijo, Isaac. La Biblia alaba a Abraham por su fe, porque continuó confiando en Dios aun cuando parecía imposible que la promesa se cumpliera.
Una prueba aun mayor tuvo que afrontar la fe de Abraham. Cuando Isaac era ya un muchacho, Dios hizo lo impensable y le pidió a Abraham que ofreciera a su hijo en sacrificio. En aquel tiempo se practicaban sacrificios humanos entre los pueblos vecinos.
Con el corazón dolido, Abraham se puso en camino con su atesorado y muy amado hijo. Mientras iban hacia el lugar del sacrificio, Isaac advirtió que algo estaba mal, y dijo:
—Tenemos el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?
Abraham respondió:
—Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío. (Gn 22.7-8)
Al levantar Abraham el cuchillo para matar a su hijo, el ángel de Dios lo detuvo:
—No extiendas tu mano sobre el muchacho ni le hagas nada, pues ya sé que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste a tu hijo, tu único hijo. (Gn 22.12)
Abraham encontró un carnero en los arbustos, enredado por sus cuernos. Lo ofreció en holocausto a Dios, en lugar de su hijo. Ahora Abraham sabía que su Dios no quería los sacrificios humanos que otros dioses exigían. También descubrió que estaba preparado para confiar absolutamente en Dios y darle el primer lugar, antes de cualquier otra cosa.
El pueblo judío considera a Abraham como el padre de su nación. No solo fue el antecesor físico de sus tribus, sino que la promesa divina de heredar una nación y una tierra le fue hecha a él. Abraham es también el principal ejemplo de alguien que confía en Dios y le obedece de todo corazón.
La época de los patriarcas
Abraham, Isaac y Jacob suelen llamarse «los patriarcas» porque fueron los padres fundadores de su nación. Si bien en el pasado algunos eruditos pusieron en duda su existencia, hay muchas buenas razones para creer que sí vivieron. Probablemente vivieron en la Edad Media del Bronce, entre los años 2000 y 1500 a.C., aunque algunos los ubican entre 3000 y 1000 a.C.
En ese período muchas tribus migraban en la región. Los patriarcas iban de un lugar a otro en Palestina, donde entonces había un cierto número de ciudades-estados que tenían fuertes lazos con Egipto. Posiblemente los nómadas tenían autorización para apacentar sus rebaños en los campos, después de las cosechas. También podían dirigirse a un oasis —uno era Beerseba— en busca de pasto y agua.
Jacob
Con el tiempo, Isaac contrajo matrimonio y tuvo hijos mellizos. Solo uno de los dos continuaría la línea familiar y las promesas del pacto hecho por Dios con Abraham. Antes de que los niños nacieran, Dios dijo a la madre, Rebeca, que el hijo menor sería el elegido. Sin embargo Isaac favorecía a Esaú, el mayor, y Jacob trató de escamotear a su hermano mayor el derecho que tenía a la sucesión de las promesas y bendiciones de Dios.
Pese a sus intrigas y engaños, Jacob realmente daba valor a las promesas de Dios, mientras que su hermano Esaú, aunque atractivo y simpático, no las tenía en cuenta. Dios utilizó las muchas y severas experiencias de la vida de Jacob para acercarlo a él y transformarlo de un embaucador marrullero en una persona de firme confianza en Dios.
Camino a casa, después de muchos años de exilio, Jacob tuvo un extraño encuentro. Durante toda la noche luchó con un misterioso forastero. Al final del combate, Jacob exclamó: «Vi a Dios cara a cara».
Jacob el engañador pasó a ser «Israel», el que lucha, o el que persevera en Dios. Este nuevo nombre fue dado a sus descendientes.
Jacob tuvo seis hijos varones de su primera mujer, Lea, y una hija, Dina. Tuvo dos hijos con cada una de las esclavas de sus dos esposas y, más adelante, dos hijos de Raquel, su segunda esposa, a quien amaba entrañablemente. Fueron los once hijos de Jacob, y los dos hijos de su favorito José, quienes se convirtieron en los líderes tribales de la nación de Israel.
Los primeros cinco libros de la Biblia
Los primeros cinco libros de la Biblia suelen formar un grupo conocido como el Pentateuco o cinco libros. El nombre judío es Torá, que significa instrucción o enseñanza. Estos son los libros de la ley de Dios.
Eruditos del siglo XIX desarrollaron la teoría de que había cuatro estratos distintos en los textos del Pentateuco. Algunos de estos estratos se diferenciaban por la forma del nombre empleado para designar a Dios. El autor que usó el nombre Yahvé es conocido como J. El que usó Elohim, E. Un grupo sacerdotal de autores es llamado P, y se usa D para los autores deuteronómicos; se cree que estos reunieron y editaron el libro de Deuteronomio y otros libros con el mismo tipo de mensaje. La teoría se volvió más compleja en años recientes, al identificarse muchos otros estratos. Hoy se la pone en tela de juicio.
Algunas partes de los cinco libros son claramente muy antiguas y parecen remontarse a registros orales o escritos del propio Moisés. El hecho es que se incluyen muchas tradiciones diferentes, y los editores finales utilizaron su propio saber y entender en la compilación de los libros. También es incierta la fecha en que vivieron estos compiladores.
Los eruditos prosiguen el debate, olvidando a veces que esta forma de mirar el texto no debería impedirnos la contemplación de su significado primordial y su tema de conjunto. Lo esencial es leer y comprender el texto en su estado actual.
La historia de José
De todos sus hijos, Jacob amaba más a José. Era el primogénito de su muy amada esposa Raquel. Los otros hermanos, sin embargo, estaban celosos de José, especialmente cuando les contaba sus sueños: sueños en los que él se enseñoreaba sobre el resto de la familia. Un día en que fue enviado a ver a sus hermanos que estaban lejos, apacentando el ganado, estos encontraron la manera de librarse de él. Lo arrojaron a un pozo vacío, y luego lo vendieron a unos mercaderes que viajaban rumbo a Egipto.
En Egipto, la suerte de José fluctuó violentamente. Comprado como esclavo por Potifar, importante funcionario del rey de Egipto, José se mostró capaz y digno de confianza. Muy pronto se convirtió en el mayordomo de la casa. Pero la mujer de Potifar puso en él sus ojos. Cuando José rechazó sus intentos de seducción, ella lo acusó a gritos de intentar violarla, y José fue arrojado a la cárcel. No importa cuán adversas fueran las circunstancias, el autor nos dice que «Jehová estaba con José».
En la prisión, José se ganó muy pronto la confianza del carcelero. Se hizo famoso por explicar sus sueños a dos funcionarios del faraón que también estaban presos junto con él. Los antiguos egipcios creían firmemente en los sueños como una clave para conocer el futuro. Había manuales para su interpretación. El jefe de los coperos, cuyo sueño había sido interpretado por José, fue liberado. Se acordó de José cuando el faraón tuvo un sueño que nadie entendía. José fue sacado rápidamente de la prisión y vestido para presentarse ante el rey. Interpretó los sueños del faraón, y reconoció prestamente a Dios como la fuente de su asombrosa capacidad de visión: primero vendrían siete años de abundancia, seguidos por siete años de una terrible hambruna. Impresionado, el faraón puso a José a cargo del almacenamiento y distribución de alimentos.
Así, por un golpe de suerte (o, como creía José, por designio de Dios), sus hermanos llegaron un día —sin sospechar nada— a mendigarle comida, ya que el hambre también había alcanzado a su tierra. Por un tiempo José mantuvo secreta su identidad, pero al fin perdió el control y les confesó quién era, perdonándolos y rogándoles que trajeran al anciano Jacob y a sus familias para establecerse en Egipto, donde había alimento para todos.
Allí, en el país de Egipto, termina el libro de Génesis. Pero la promesa de Dios no fue olvidada. Antes de morir, José impartió instrucciones para que llevaran sus huesos cuando la familia abandonara Egipto, pues estaba seguro de que eso ocurriría. Él quería descansar por fin en la tierra prometida por Dios.
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