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domingo, 14 de julio de 2013

La Otra Cara de Israel: Polémico mensaje

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 9MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información

Si alguien albergaba alguna esperanza de que el nuevo gobierno israelí, presionado por Obama, iba a variar sustancialmente su política, las recientes decisiones de Netanyahu en torno a los nuevos asentamientos dejan bien a las claras que, sin una decidida presión internacional, no van a producirse grandes cambios.

Una de las herramientas disponibles para ello es el boicot. También el boicot académico.

De las diferentes campañas BDS (por el boicot, las desinversiones y las sanciones contra Israel), ninguna ha provocado tanta condena e ira como la amenaza de un boicot académico.
Incluso entre personas que no tienen problemas con boicotear bienes producidos en los asentamientos judíos o contra compañías como Carterpillar, que construye los bulldozers que Israel usa para demoler casas palestinas, encontramos cierto desacuerdo con el boicot académico. Por ejemplo, en una charla reciente en Toronto, Susan Nathan –una comprometida activista antisionista cuyo artículo en el libro The other side of Israel (La otra cara de Israel) ofrece una de las mejores visiones de los mecanismos de apartheid dentro de Israel– se manifestó, para mi sorpresa, contra el boicot académico con el argumento de que éste castiga tanto a inocentes como a culpables.

Para muchos, simplemente el mundo académico no es un objetivo correcto o razonable, ya sea porque no se ve a los profesores universitarios como directamente involucrados en la ocupación militar israelí de los palestinos, o por la creencia de que las universidades israelíes son lugares en que se protesta contra la ocupación, o porque exigir que los académicos, sin tener en cuenta sus disciplinas, aprueben un test ideológico de idoneidad evoca al macarthismo. Apuntar a todos los académicos, argumentarán algunos, viene a ser lo mismo que un castigo colectivo y no hace al movimiento de solidaridad mejor que Israel, que considera a todos los palestinos terroristas.

Sí, pueden admitir algunos, hay académicos israelíes relacionados con la investigación armamentística o la propaganda sionista, pero ¿qué tienen que ver con los profesores de astronomía o biología que tienen muy poca o ninguna relación o interés en política? ¿Por qué castigarlos?

Todas estas son objeciones razonables, pero, como espero demostrar, infundadas. El boicot académico es enteramente pertinente, legítimo y justo.

¿Es el boicot académico un castigo colectivo?
Dejando a un lado el hecho de que Israel utiliza de forma rutinaria el castigo colectivo contra los palestinos, déjenme empezar con el argumento de que el boicot académico es igual que el castigo colectivo –o que, como Susan Nathan sostuvo, significa castigar tanto al inocente como al culpable.

Cierto es que existe un puñado de académicos israelíes que han alzado su voz crítica contra el trato que el gobierno israelí dispensa a los palestinos. Baruch Kimmerling, Israel Shahak, Tanya Reinhart, Ilan Pappe y Jeff Halper, por ejemplo, se han salido del mundo académico israelí y se han convertido envaliosos aliados de la lucha palestina.


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