jueves, 5 de diciembre de 2019

Un habito que daña a nuestro prójimo

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
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Juzgar a los demás 
Jesucristo prohíbe la práctica de juzgar indiscriminadamente: No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido (Mateo 7:1–2). Cuántas veces pasamos por nuestra lupa los defectos de otros y de inmediato, a la hora del café, en la oficina, a bordo del auto, junto a quien consideramos nuestro amigo, comenzamos a divulgar los errores de otras personas.

Note que el pasaje de Mateo 7:1–5 hace hincapié en la prohibición de Jesús respecto a la crítica entre los creyentes. ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Con frecuencia nos dejamos llevar por el impulso de juzgar sin misericordia y la mayoría de las veces observamos detalles mínimos, sin trascendencia. Es como si viéramos la paja y nosotros no observáramos nuestras propias faltas. Lo lamentable es que esto ocurra entre hermanos, oficiales y líderes de la iglesia, incluso entre ovejas y el pastor. El fenómeno cunde por todos los rincones del cristianismo, entre jóvenes y viejos, en el púlpito y los asientos, entre grandes y pequeños. Sin lugar a dudas, la enfermedad más urgente a curar es la de la lengua.


Salomón dijo: El que cubre la falta busca amistad; mas el que la divulga, aparta al amigo (Proverbios 17:9). La palabra de Dios es tan clara como el agua purificada; es decir; no podemos criticar aquello que nosotros mismos practicamos. La palabra de Dios nos confronta y nos dirige a conclusiones muy alarmantes. Si murmuramos es porque no amamos lo suficiente y por esa razón no podemos candado a la lengua. El apóstol Pablo dijo: El amor no se alegra del mal, sino que se alegra de lo justo (1 Corintios 13:6). La versión “Dios llega al hombre” lo dice de la siguiente forma: No se alegra del pecado de otros, sino de la verdad. En otras palabras, el amor no guarda un archivo de los errores ni se regodea en los pecados de otros, antes bien, se goza en la verdad.

El gran hombre de Tarso, salvo por el poder de Jesucristo y experimentado en la consejería pastoral, nos dice: Si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado (Gálatas 6:1).


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