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biblias y miles de comentarios
LA VENIDA DEL REINO
1. Parábola del sembrador
(Mar. 4:1–19; Mat. 13:1–19; Luc. 8:4–8)
A. El contexto sinóptico
Esta parábola tan familiar de Jesús es una de las pocas que se hallan en los tres Evangelios sinópticos. Es claro que la forma vista en Marcos es la más antigua. El relato marcano se distingue por sus arameísmos; estos, a su vez, arguyen poderosamente a favor de su primitividad. El texto en Mateo sigue muy de cerca al de Marcos, lo cual indica un deseo por usar fielmente la fuente más primitiva con respeto y precisión (Jones, p. 68). Parece que Marcos reprodujo con fidelidad la parábola tal y como Jesús la dio. Parece que hay un solo agregado redaccional por Marcos en el versículo 5: “donde apenas había tierra” (Vincent Taylor, El Evangelio según San Marcos, p. 284). Aunque Marcos nos da la parábola en su pristinidad, Mateo es el que bautiza la parábola con el nombre “el sembrador”. Además, debe notarse que la figura del sembrador no era desconocida para el pueblo de Israel. El libro apócrifo de 2 Esdras 9:30–33 contiene alusiones a problemas de los israelitas por no haber protegido “la buena semilla que les había sido sembrada” (Kistemaker, p. 24). No es sostenible, no obstante, que Jesús haya empleado directamente este vocabulario apócrifo para forjar su parábola. Es mucho más probable que Jesús usara una figura muy común en la vida agrícola cotidiana de su día.
B. El contexto en el ministerio de Jesús
Para algunos, es fácil dar con la situación que produjo la enseñanza de Jesús de esta parábola. Jesús mismo había estado predicando y enseñando acerca de la venida del reino de Dios. A cada paso esta predicación había chocado con intereses creados y había experimentado fracasos (Mar. 6:5 ss.), oposición radical (Mar. 3:6), y abandono de parte de algunos seguidores (Juan 6:60). La desilusión y la frustración bien podrían haber embargado el ser de Jesús por estas experiencias. Justo la parábola del sembrador es contada por Jesús para desmentir tal sentido de derrota. Parece ser que la idea central de la parábola es que pese a los fracasos en la siembra, aguarda una gran cosecha. Jeremias, siguiendo a su gran maestro G. Dalman, lo expresa así:
Con la cosecha se compara como tantas veces la irrupción del reino de Dios … Aunque mucho del trabajo parece ser en vano y sin éxito para los ojos humanos, aunque en apariencia suceden fracasos tras fracasos, Jesús está lleno de alegría y de confianza: La hora de Dios viene y con ella la bendición de una cosecha que sobrepasa todas las esperanzas. A pesar de todos los fracasos y resistencias, Dios hace aparecer de unos comienzos sin esperanza el final magnífico que había prometido (Las parábolas de Jesús, pp. 184, 185).
Es del todo lógico, pensando juntamente con Dodd (p. 173), que el sembrador aludido en la parábola no es otro sino Jesús mismo. El Maestro estaría, con esta parábola, describiendo sus propias vicisitudes en su ministerio. Pero, al igual que el sembrador oriental durante el día de Jesús no se daba por vencido debido a las inevitables pérdidas en el proceso de sembrar a voleo, Jesús reconocía que los aparentes fracasos serían trocados en victoria por el poder de Dios. Lo aparentemente perdido resultaría en el más inimaginable éxito: el reino de Dios. Es preciso recordar que la idea esencial de la parábola dentro del contexto de Jesús es patentemente la realización exitosa del reino de Dios, pese a todas sus oposiciones.
¿Es la interpretación ofrecida por Jeremias y Dodd la única viable? Si por “viable” entendemos “posible”, obviamente la respuesta es “no”. De hecho, muchas interpretaciones se han dado; muchas de ellas son por eruditos de mucho peso. Algunas de estas interpretaciones de la parábola del sembrador son: (1) para animar a los discípulos en su tarea misionera, (2) para plantear la responsabilidad que tienen los oyentes de la palabra (la semilla) de obedecerla, (3) para demostrar la necesidad del arrepentimiento de todo Israel para que el reino venga. Vincent Taylor concuerda con Dodd y Jeremias en una interpretación apocalíptica de la parábola: aunque no todo el mundo recibe el mensaje de Jesús en torno al reino, esto no frustra los propósitos de Dios respecto a su reino. Al fin y al cabo, el soberano Dios logrará sus propósitos para el mundo (Vincent Taylor, El Evangelio según san Marcos, p. 284).
¿Qué de la explicación de la parábola del sembrador registrada en Mateo 13:18–23, Marcos 4:13–20, Lucas 8:11–15? Hay distintas maneras de ver la naturaleza de esta explicación. Para algunos, esta explicación o interpretación alegórica de la parábola se remonta a la iglesia primitiva y no a Jesús mismo. Las razones por las que se llega a esta conclusión son mayormente razones lingüísticas halladas dentro del mismo texto: (1) el término “la palabra”, usada sin un complemento en el griego koiné es una expresión de la iglesia primitiva y no de Jesús; (2) en Marcos 4:13–20 abundan vocablos que no figuran en los demás sinópticos, pero sí están en otros escritos neotestamentarios, especialmente los de Pablo; (3) la explicación tiene un estilo nada hebraico sino griego; hay que recordar que Jesús daba sus parábolas en arameo y no en el griego koiné; (4) la aplicación de la siembra a la predicación no concuerda con Mateo 9:37, 38; Lucas 10:2; Juan 4:35–38 en donde Jesús relaciona la predicación con la cosecha; (5) la interpretación, por su tendencia alegorizante, tiende a perder de vista la enseñanza principal de la parábola. Es decir, pese a los fracasos, se obtiene una cosecha abundante (Jeremias, Las parábolas de Jesús, pp. 95–97; Vincent Taylor, El Evangelio según san Marcos, p. 184). Estos eruditos no dejan de reconocer que la iglesia primitiva tenía sus razones exhortativas para tal acción.
Hay otra manera de ver la interpretación aludida: es parte y parcela de la parábola original y se remonta a Jesús mismo. Esta es la interpretación tradicional. Uno de los elementos que favorecen esta postura es que la parábola, según Marcos (y seguido éste por Mateo y Lucas), está dirigida a un grupo selecto de sus seguidores. Muchas de las parábolas del reino se hallan dentro de un contexto conflictivo, o sea, se narran para los contrincantes de Jesús. Según la explicación, este no es el caso. Es evidente que la explicación asume un cariz alegórico en que para cada detalle de la parábola hay un significado correspondiente. La semilla es la palabra (el evangelio), la recepción de la palabra varía según las condiciones en que la palabra sea sembrada por el sembrador. Es claro que esta interpretación de la explicación cuadra con la realidad de la naturaleza de la obra del evangelismo en toda época y todo lugar.
En realidad, remóntese la interpretación a Jesús mismo o al período posterior del período apostólico, se debe ver en esta explicación la obra del Espíritu Santo en la inspiración de la tradición cristiana. Si bien la supuesta interpretación de la iglesia, por trasladar la parábola a su propio contexto, cambiara esencialmente el sentido de la parábola, esto no significaría que la interpretación debe ser desechada como si fuera un elemento totalmente demás. Más bien, si estuviera en lo correcto la postura no tradicional, habría que agradecerle a Marcos el habernos transmitido una explicación eclesial que antedata al mismo Evangelio de Marcos.
Para algunos, la interpretación de la parábola registrada en forma variada en los tres sinópticos es especialmente indicativa de las condiciones y necesidades de la iglesia primitiva. La iglesia del primer siglo no quedaba exenta de los embates satánicos. Especialmente Lucas, en su versión de la interpretación, refleja su afán porque la iglesia permanezca fiel e inmóvil ante lo demoníaco y las deserciones. Jones (pp. 72, 73) indica tres motivos esenciales que explican las apostasías; las toma de los varios sinópticos de la siguiente manera: en primer lugar está la carencia de entendimiento (Mat. 13:19). La interpretación de la parábola del sembrador indica que la palabra ciertamente se había escuchado (Mat. 13:19; Mar. 4:15; Luc. 8:12), pero no se le había atendido. Lucas (8:12) aclara bien que aunque la palabra se había escuchado, los oyentes no habían creído aún, y por ende, no eran salvos. El Evangelio de Mateo deja la impresión (13:19a) que era preciso el entendimiento antes de poderse convertir al evangelio. Puesto que el Evangelio de Mateo era probablemente un manual de instrucción para catecúmenos, se entiende más su énfasis sobre el entendimiento. Segundo, no tan sólo la falta de entendimiento resultaba en las deserciones: la persecución y las tribulaciones no dejaban de cobrar sus víctimas. Se reconoce que la persecución venía precisamente por causa de la palabra (Mat. 13:21; Mar. 4:14); la persecución está sugerida por los pedregales. Aunque se había escuchado la palabra, la nueva planta carecía de raíces, y al llegar momentos difíciles, no podían hacer otra cosa sino apostatar (Mat. 13:21; Mar. 4:17; Luc. 8:13). Lucas especialmente sugiere que creían por un tiempo, pero su creencia no resistía la tentación. El evangelista Lucas es el que más recalca la imperiosa necesidad de la perseverancia durante momentos difíciles. Queda una tercera causa de las deserciones según los sinópticos: la mundanalidad. Marcos 4:19 específicamente menciona el hecho de que “las preocupaciones de este mundo” pueden ahogar la vida naciente puesta por la palabra.
He aquí dos maneras de ver la “explicación” de la parábola del sembrador: la tradicional y la no tradicional. ¿Cuál de las dos le satisface más a usted?
C. La parábola para el contexto latinoamericano
Si posiblemente los escritores del período apostólico creyeran prudente y necesaria una explicación de la parábola que versara sobre su propia situación y contexto, ¿no nos incumbe intentar lo mismo para nuestro día y nuestras latitudes? Eso sí, reconozcamos de nuevo que la contextualización de la parábola del sembrador para América Latina parte totalmente de su significado para Jesús y para la iglesia primitiva. En el caso de la parábola del sembrador, por lo tanto, principiamos con dos significados contextuales: (1) en el contexto del ministerio de Jesús vimos que la parábola deja la idea de que el reino de Dios se logrará pese a todas las oposiciones. Aunque tenga comienzos pequeños y pocos prometedores, habrá una cosecha grande y ésta será realizada por Dios, el rey del reino. Obviamente, dentro del contexto del ministerio terrenal de Jesús, la parábola tiene tintes escatológicos fortísimos. Por ser la parábola del sembrador de un tenor escatológico y apocalíptico en los labios de Jesús, sólo podemos ver un mensaje de aliento frente a todo lo que se oponga a su realización en la tierra. Una América Latina sumida en situaciones de injusticia, de desigualdades de trato, de “violencia y pecado institucionalizados”, puede vérselas muy negras cuando contempla todos los obstáculos que afronta. Los que creemos en la realidad y las posibilidades del reino de Dios sólo podemos señalar a la parábola del sembrador como un gran aliciente. Lo que hay que reconocer es que el pecado en el ámbito individual y colectivo, tanto dentro como fuera de Latinoamérica, es lo que produce las condiciones nada halagadoras en las sociedades latinoamericanas. Ante esta situación, hay dos extremos que se deben evitar a toda costa: (a) un optimismo humanístico (la teología sistemática lo llama “el semipelagianismo”) en el cual se cree que todo es posible para el hombre siempre y cuando éste se empeñe en hacerlo. Esta postura minimiza cuán hondamente está calado el pecado dentro de la naturaleza del hombre. El pecado (léase oposición a Dios, orgullo personal que desemboca en la divinización del mismo hombre) está basado ciertamente en el individuo, pero no cesa allí; pronto invade las mismas estructuras sociales con los mismos resultados funestos que aquejan al hombre individual que vive sólo para sus propios intereses. Un optimismo humanístico pregona que los males sociales pueden eliminarse por los esfuerzos humanos solamente; puesto que los males se originan en el hombre, él mismo puede sacarse del hoyo. Esto es justamente lo que la parábola del sembrador en labios de Jesús no enseña. Al contrario, Jesús, mediante su parábola, reconoce que hay barreras infranqueables para los hombres. (b) La segunda actitud que se debe evitar, si el reino de Dios en la América Latina va a ser algo más allá de un espejismo, es un pesimismo fatalista. Precisamente una de las características en ciertos sectores de la América Latina es esta actitud de derrotismo: “¿qué se va a hacer?”. Una expresión muy mejicana es “¡ni modo!”. Sería difícil determinar con precisión cuánto de esto puede trazarse hasta la madre patria y a los conceptos de los árabes dentro de su religión el Islam y la voluntad inexorable de Alá. El hecho es que América Latina ha vivido con situaciones pecaminosas de opresión, de falta de empleo, de hambre, de sociedades clasistas por tanto tiempo, que muchos se han rendido, y ni esperanzas tienen para un futuro distinto. Si bien la parábola del sembrador nos enseña que los hombres por sí mismos no pueden remediar la situación, ciertamente nos infunde aliento para que sepamos que no hay situación irremediable para Dios. Aunque el reino de Dios nunca se realizará en toda su gloria sobre la tierra (recordemos que la doctrina en labios de Jesús es fundamentalmente escatológico-apocalíptica), la parábola nos incita a que no “tiremos la toalla”, pues sí hay algo que el pueblo de Dios puede y debe hacer. ¿Qué cosa es? Reconozcamos, juntamente con Jesús, que hay situaciones de pecado en la América Latina que nos parecen irremediables. Pese a estas condiciones trágicamente reales, hay esperanza para la América Latina a medida que ella se someta a Cristo el Rey y permita que Dios empiece a lograr su voluntad de manera individual y colectiva. Esto se logrará de manera parcial únicamente a través de la predicación de palabra y de hecho del evangelio, cuando el pueblo de Dios llegue a ser “sal” y “luz”, poniendo su granito de arena en la vida pública y política de cada nación latinoamericana. En resumen, la parábola del sembrador nos alienta a saber que, pese a contracorrientes, el reino de Dios es una realidad implacable precisamente por ser de Dios; nos amonesta a que hagamos todo cuanto esté de nuestra parte porque los hombres y la sociedad se sometan a Dios en Cristo y así ver que la voluntad de Dios se haga en tierras latinoamericanas “así como en el cielo”.
Vimos que después del ministerio terrenal de Jesús había un posible segundo contexto bíblico: el de la iglesia primitiva. Se notó que la iglesia apostólica posiblemente convirtiera la parábola del sembrador (una parábola escatológico-apocalíptica en labios de Jesús) en una parábola autoritativa de Jesús para su propio día. No hace falta recalcar mucho el hecho de que los mismo males de incomprensión, persecución, tribulación y mundanalidad siguen aquejando a los creyentes latinoamericanos en el ámbito personal. Puede que estos problemas asuman otro cariz en la actualidad, pero esencialmente permanecen iguales y con los mismos resultados de debilitamiento y deserción. En un continente en donde la religión cristiana tiene una historia de más de cuatro siglos, siguen existiendo fuerzas malignas que vienen a “arrancar la semilla”, y ocasionan que algunos abandonen su profesión y su llamamiento. Marcos 4:19 pareciera estar aludiendo a la modernidad cuando dice: “pero las preocupaciones de este mundo, el engaño de las riquezas y la codicia de otras cosas se entrometen y ahogan la palabra, y queda sin fruto”. Por siglos que tenga una tradición cristiana en América Latina, por “surcado” que pareciera el campo por su tiempo de “cristianización” o “cristiandad”, los mismos males que Marcos veía en la iglesia primitiva aún hacen sus estragos. Aun entre gente supuestamente evangelizadas, el imán de las riquezas mal habidas suele socavar la palabra del reino; la palabra queda sin fruto en ella al permitirse que haya un desequilibrio tan marcado entre los adinerados y las clases totalmente marginadas. Es cierto que los sistemas económicos alientan esto, pero los sistemas económicos son sostenidos y alimentados por individuos. Lamentablemente, muchos de estos, que no tan sólo permiten sino fomentan las injusticias económicas, son personas que en otro tiempo habrían dado lealtad primordial a la palabra del reino. Pero, el mismo Señor advirtió contra el tener dos señores: o se sirve a Dios y así fomentar la justicia, o se sirve a Mamón (el dios de las riquezas) y se produce lo que contemplamos en América Latina. El llamado de hoy es el mismo que hacía la iglesia primitiva: sometámonos a la palabra del reino para que el Dios de toda justicia reine en nosotros y en nuestra sociedad.
Cuando se reconocen las enseñanzas que implicaba la parábola del sembrador para Jesús y la iglesia primitiva, no es tarea difícil lograr una aplicación viable para el creyente contemporáneo. En primer lugar, se recuerda que Jesús quería dejar con su parábola la idea del optimismo respecto al éxito final del reino de Dios, pese a los rechazos del evangelio de parte de los hombres. El propósito de Dios se lograría inexorablemente en torno al reino. Ya que esa verdad es patente, incumbe a los creyentes modernos no desanimarse ante las experiencias semejantes en su propia predicación del evangelio. El siglo nuestro, al igual que el primero, se caracteriza por fracasos tanto como éxitos en la obra cristiana. El que haya personas que rechazan nuestros intentos por esparcir el evangelio no debe frustrarnos a tal grado que nos damos por vencidos. Seguramente, Jesús deja la misma palabra de aliciente para sus seguidores de hoy: “persistan en sus esfuerzos misioneros; al fin y al cabo, el éxito está en las manos de Dios; él dará la victoria final”.
Hay que tener presente de nuevo que cualquier aplicación individual que haya con base en la parábola tiene que partir del significado que tuviera dicha parábola dentro del contexto de la iglesia primitiva tanto como en el de Jesús mismo hasta dónde se pueda determinar. La parábola del sembrador representa un perfecto ejemplo de cómo la iglesia primitiva tomaba una parábola de Jesús para aplicarla a su propio medio. Al ver esos dos contextos ya, se notó que la posible aplicación hecha por la iglesia primitiva era diferente a la del contexto original de Jesús. Los Evangelios se escribieron varias décadas después de la muerte de Jesús, y las situaciones habían cambiado. La iglesia primitiva ya había comenzado a experimentar el rechazo de su mensaje evangélico. Es obvio que las distintas explicaciones por ese rechazo las encontraron en la parábola del sembrador. Hoy día los creyentes pueden, al igual que la iglesia primitiva, reconocer que el que la gente rehuya una aceptación del evangelio puede achacárselo a varios factores: por una carencia de entendimiento (Mat. 13:19), porque la palabra se escucha, pero no se atiende (Luc. 8:12), la persecución viene por fidelidad en la predicación de la palabra (Mat. 13:21; Mar. 4:14). El evangelista Lucas es el que insiste en la perseverancia ante las dificultades en la tarea, y Marcos es el que da aun otro motivo por el rechazo del mensaje: la mundanalidad (Mar. 4:19). Estos mismos factores siguen vigentes hasta el día de hoy, y hace falta que seamos fortalecidos por la insistencia de Lucas respecto a la perseverancia en la tarea misionera. Recordemos que el éxito final está en las manos de Dios.
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