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domingo, 23 de febrero de 2014

Aconsejar: Tarea necesaria en la congregación

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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—Pastor, me siento muy nerviosa; no duermo ni como bien —dijo la joven de veintiún años.
El pastor le respondió:

—¿Se preocupa usted mucho por algo, Susana? Por supuesto que tiene mucho en que pensar, pues le quedan menos de tres semanas para casarse con Carlos.

Susana vació su corazón durante la conversación. Le contó al pastor que tenía dudas de que le conviniera casarse con Carlos. Al comenzar a cortejarla, Carlos había consagrado su vida para ser pastor. Se matriculó en el instituto bíblico al cual ella asístía, pronto ganó el amor de Susana y se comprometieron para casarse.

Luego Susana comenzó a notar que la espiritualidad de Carlos carecía de profundidad. Se le ocurrió la siguiente pregunta: «¿Hizo Carlos una consagración solamente para casarse conmigo?» También le parecía que era poco maduro; no permanecía en ningún puesto de trabajo por más de dos meses. Sin embargo, ella pasaba por alto estas observaciones y se decía a sí misma: «Él cambiará». Cuatro semanas antes de la fecha de la boda, Carlos gastó todo su dinero comprando un viejo automóvil; además, tendría que pagar pesadas cuotas mensuales hasta cancelar la deuda.

—No tenemos dónde vivir, ni artefactos ni muebles, y parece que tendremos que vivir de lo que gano yo —dijo Susana—. ¡Qué error cometí prometiendo casarme con él!

    —Pero Susana, aún le queda tiempo para rectificar lo que le parece ser un error.
    —He pensado en eso pero ya hemos enviado las invitaciones para la boda. ¿Qué pensarían nuestros amigos?
    —Bueno, el matrimonio cristiano es algo permanente. Si usted comete un error ahora, tendrá que sufrirlo el resto de su vida. ¿No es su futuro más importante que lo que pensarán sus amigos?
    —Así es, pastor. Debo romper con Carlos, pero yo no podría soportar la vergüenza y el chisme. ¿No hay algún camino menos mortificante? No sé qué hacer.
    —¿No le convendría expresarle sus dudas a Carlos y tal vez postergar indefinidamente la fecha de la boda? Luego enviaría una nota a los invitados informándoles de su decisión. No es necesario explicar la razón. Así usted tendría tiempo de llegar a una decisión.
    —Eso es lo que haré. Gracias, pastor.


Susana habló con su novio y los dos decidieron postergar la boda. Al pasar seis semanas, rompieron el noviazgo. Carlos dejó de estudiar para el ministerio, y Susana le escribió a su pastor. Le agradeció por haberla animado a llevar a cabo lo que ella sabía que era conveniente. Este es un ejemplo del asesoramiento pastoral, aunque los nombres son ficticios.

Analicemos el proceso de asesoramiento que fue puesto en marcha cuando Susana acudió a su pastor y pidió oración. El pastor se dio cuenta inmediatamente de que el nerviosismo de la joven tenía sus raíces en un problema. Sabía que la ansiedad era algo insólito en la vida de la señorita, ya que ella tenía una personalidad serena y alegre. Razonó de la siguiente manera: «Si yo orara a Dios para que sane su nerviosismo sin ser solucionado el problema primero, sería tan inútil como pedirle al médico que quite el síntoma sin curar primero la enfermedad».

El pastor tuvo la intuición de que el problema de Susana tenía algo que ver con el venidero enlace matrimonial. Sin embargo, no formuló una pregunta directa sobre lo que pensaba intuitivamente. Más bien le abrió la puerta a la joven para que ella hablara espontáneamente del problema.

Al comenzar a contar el problema, Susana tuvo dudas en cuanto a la conveniencia de casarse con Carlos, pero todavía estaba indecisa. Su optimismo femenino que la alentaba a creer que su novio cambiaría, fue rudamente sacudido cuando Carlos compró un vehículo en el último mes antes del matrimonio. En este punto comenzó seriamente el conflicto interno de la joven.

Hablando con el pastor, Susana vio claramente su problema, y no le cupo duda alguna de que sería un error funesto casarse con Carlos. Pero vacilaba todavía en tomar una decisión firme y anular la boda. Pensó en la vergüenza que sentiría cuando se enteraran sus amigos. El pastor no dijo mucho, sino que dio a la señorita la oportunidad de hablar de todo corazón. El oído atento del pastor y su comprensión estimularon a Susana a traer a la luz los temores que había tratado de pasar por alto, y ver objetivamente su propio dilema. Al pastor le quedaba solamente afirmarla en su conclusión y sugerir el modo menos penoso de llevar a cabo lo que ella quería hacer.

1. El asesorar es una parte del ministerio: Muchos piensan que el asesoramiento pastoral es algo nuevo, una nueva dimensión del ministerio. En el sentido sicológico moderno, tienen razón, pero este asesoramiento pastoral ha existido desde mucho tiempo antes de los descubrimientos de Freud y James. Los pastores se han preocupado siempre de los problemas de los creyentes. Ricardo Baxter, predicador inglés de gran influencia en el siglo XVII, observó acertadamente: «El ministro no debe ser solamente un predicador público, sino que debe ser conocido también como consejero del alma, así como el médico lo es para el cuerpo». Washington Gladden escribió en su libro El pastor cristiano, en 1896: «Si el ministro es el tipo de hombre que debiera ser, muchos relatos de dudas, perplejidad, tristeza, vergüenza y desesperación serán probablemente vertidos en sus oídos».

Dios mismo nos da la pauta al decir que él «como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas» (Isaías 40:11). «Yo buscaré la pérdida, y haré volver al redil la descarriada, vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil» (Ezequiel 34:16).

El Señor Jesús nos enseña en la parábola del buen samaritano que nuestro prójimo esaquel que necesita nuestra ayuda. Cuántas personas en nuestro derredor son heridas y despojadas de la paz y del gozo que debieran tener como herencia en Cristo. Tensiones, inseguridad, ansiedad, desviaciones morales, infelicidad matrimonial y problemas de adolescentes caracterizan a nuestra sociedad. Pero desgraciadamente, muchos pastores son como el sacerdote y levita de la parábola. Están tan ocupados en sus tareas eclesiásticas, que no atienden a los que son heridos por problemas abrumadores.

Algunos pastores no aconsejan a sus miembros por varias razones. James Hamilton, escritor evangélico, nota que algunos pastores estiman que «si los feligreses tuvieran una experiencia adecuada, el consejero no sería necesario …» Piensan que los problemas de sus miembros pueden ser solucionados si oran. Sin embargo, muchos creyentes «cuyo arrepentimiento es real, cuya consagración es definitiva y cuyo servicio y testimonio son indubitables», todavía necesitan tomar decisiones apoyados por un consejero.

Algunos predicadores desconfían de sí mismos en este ministerio. No se sienten aptos, seguros para asesorar. Tienen miedo de meterse en la relación íntima de aconsejar, o temen «las crudas realidades de la vida», que posiblemente descubran así, y por eso titubean en abocarse a la tarea de aconsejar de manera formal. Se encuentran también ministros evangélicos que no ven la importancia de visitar y de aconsejar. Piensan que con solo predicar, se cumple su ministerio.

El verdadero pastor se encuentra donde están las ovejas. Se compadece de sus debilidades, las ama de corazón, las consuela y las sana. Vive cerca de sus feligreses y piensa con la mente de ellos, ve con los ojos de ellos, siente con el corazón de ellos, sufre las congojas de ellos, sobrelleva las cargas de ellos, y así cumple la ley de Cristo.

El pastor tiene un lugar importantísimo en la vida de su congregación. Desempeña un papel único en las ocasiones significantes, tales como el nacimiento, la conversión, el enlace matrimonial, la enfermedad y la muerte. Es natural que sus miembros acudan a él cuando los hijos causan problemas. El pastor tiene la gran responsabilidad de aconsejar bien; de otro modo habrá consecuencias funestas. El asesorar no es fácil, es agotador, consume tiempo, y a veces no logra los resultados apetecidos. Pero vale la pena cumplir este ministerio tan necesario para el bien de los demás. Todo esto debemos hacer en el nombre de aquel que «no vino para ser servido, sino para servir».

El asesorar también tiene un gran valor para el pastor. Conocer a sus miembros y sus problemas, le da la oportunidad de preparar sermones más comprensibles, prácticos y profundos. Los miembros recibirán más ayuda de los mensajes para enfrentarse con sus problemas y se sentirán más cerca de su pastor. Se dijo acerca de un pastor que no quería involucrarse en la vida de sus miembros: «Durante la semana es invisible y el día domingo, incomprensible». Además de enriquecer el ministerio, el aconsejar proporciona muchas oportunidades de llevar a almas angustiadas a los pies de Cristo.

2. Los dos métodos principales para asesorar: Una forma de asesorar que los pastores han empleado a través de los siglos se denomina la técnica directiva. En esta técnica el papel del pastor es semejante al del médico. El miembro describe su problema y el pastor formula preguntas, reúne información, hace el diagnóstico y le ofrece el remedio. La única responsabilidad del asesorado es cooperar con el pastor y llevar a cabo su consejo.

Aunque este método a veces da buenos resultados, presenta muchas debilidades y peligros. El pastor puede equivocarse en su diagnóstico y perder la oportunidad de ayudar al asesorado. En tal caso, el consejo seria más perjudicial que beneficioso. Este método priva al asesorado de la oportunidad de ver por sí mismo su problema y comprenderse a sí mismo. También puede quitarle al asesorado la oportunidad de sanarse emocionalmente. El proceso de asesorar no es simplemente un proceso intelectual, sino que involucra tanto la mente como las emociones. Muchos de los problemas no se encuentran en la mente sino en el área de las necesidades personales, de las relaciones emocionales que tienen que ver con la satisfacción de los deseos básicos y con las frustraciones que resultan cuando estos no se satisfacen. El método directivo no da lugar a la libre expresión de emociones, sentimientos y actitudes, pues la dirección que da el pastor tiende a inhibir a la persona, haciendo que las emociones se interioricen, en vez de permitir que el asesorado las desahogue. Finalmente, la persona que es aconsejada puede acostumbrarse a depender del pastor en vez de resolver sus propios problemas.

La técnica directiva puede presentar al pastor la tentación de satisfacer su propio «yo», la de posar como una autoridad que sabe todas las respuestas. Trataría al asesorado con condescendencia en vez de situarse en un plano de igualdad. Hamilton comenta acerca del método directivo:

  Muchos pastores encontrarán fácil, casi natural, participar en esta forma de consejería, debido a que la posición del ministro es vista por muchas personas como una figura de autoridad. Los pastores que están inseguros encontrarán un gran refugio en esta posición de autoridad. Les será más fácil hablar condescendientemente a sus feligreses que trabajar con ellos. Cuando un pastor habla así a su gente … quiere decir que en realidad no experimenta lo que ellos experimentan y no entienden completamente lo que ellos sienten.

Por regla general, no conviene usar la técnica directiva. Pero en la experiencia pastoral, a veces se hacen combinaciones de este método con el indirecto, especialmente después de comenzar con el no directivo y de encontrar el problema.

La segunda forma de asesorar se llama técnica no directiva. Es el método que ha desarrollado Sigmund Freud, el padre de la sicoterapia. Aunque tanto el creyente como la mayoría de los sicólogos modernos rechazan muchas de las ideas freudianas, el pastor puede emplear algunos conocimientos comprobados y la técnica de los sicólogos. La aplicación de la sicología, sin embargo, no ha de negar la realidad del pecado, ni la importancia de la responsabilidad personal, ni el papel de las Escrituras en el proceso de asesorar. Más bien, el pastor aprende del analista la importancia de escuchar, de comprender a la persona que tiene problemas, de sentir su angustia, de aceptarla tal como es, de apoyarla, de animarla, de disminuir su aislamiento y soledad, y de aliarse con ella en la lucha con su problema.

En la técnica no directiva, el asesorado es la figura central; habla libremente de su problema y de sus sentimientos. El asesor le escucha, reflexiona y responde. No es juez ni consejero con todas las respuestas. El asesorar es «una relación interpersonal en la cual dos personas se concentran en esclarecer los sentimientos y problemas de una, y se ponen de acuerdo en que eso es lo que tratan de hacer». El consejero ayuda al asesorado a comprenderse a sí mismo, a encontrar el problema, a ver las alternativas, a tomar su propia decisión, y a llevarla a cabo. No trata de manipular la entrevista haciendo preguntas directas, ofreciendo interpretaciones y respuestas de cliché, e imponiéndole sus soluciones. Más bien, ayuda al asesorado a ayudarse a sí mismo.

La técnica puramente no directiva puede tener algunas desventajas. A veces, el consejero se mantiene demasiado pasivo y no le proporciona al asesorado las reflexiones, información, sugerencias y alternativas necesarias para que este pueda llegar a decisiones razonadas y basadas en la verdad bíblica. También esta técnica puede «ocupar mucho tiempo en el laborioso proceso de conducir … a un consultante, para llegar a conocer su problema y pensar en las alternativas que tiene». No todos los pastores cuentan con suficiente tiempo para usar este método.

Sin embargo, la técnica no directiva, cuando es modificada y adaptada para el uso del pastor-consejero, presenta mayores posibilidades de ayudar profunda y permanentemente al asesorado, en muchos de los casos. Hay otras técnicas, además de las dos que hemos considerado, y la elección de la técnica debe depender de la clase de problema o dificultad con que se trate. Consideraremos más adelante algunas otras técnicas.

3. Épocas de crisis en la vida: Hay cuatro etapas en que los cambios físicos y sociales producen, por regla general, tensión extraordinaria. Son: la adolescencia, la maternidad, la menopausia y la vejez.  Conviene que el pastor comprenda lo difícil y complejo de estas etapas a fin de que sirva como orientador en las épocas de crisis y pueda prepararse a sí mismo para enfrentar problemas en su propio hogar.

Son conocidos los problemas físicos y emocionales del período de la maternidad. Pero el ministro del evangelio debe tenerlo presente si quiere comprender a su esposa y a las otras damas de la congregación.

Entre los cuarenta y cincuenta años de edad, la mayoría de las mujeres experimentan la menopausia o «cambio de vida». Esta implica un atraso en el ciclo menstrual, hasta que finalmente este cesa, con lo cual termina la capacidad reproductiva de la mujer. Para muchas mujeres es una época de tensión emocional y de trastornos físicos. «Los síntomas más comunes son: tensión nerviosa, irritabilidad, depresión, insomnio, ira, transpiración repentina, desvanecimientos, dolores de cabeza, picazón y un hormigueo de la piel». Algunos de estos síntomas resultan de los cambios biológicos, pero hay otros factores sicológicos, relacionados con la edad madura. Debido al hecho de que muchas mujeres ponen énfasis en su atracción física, la merma de su belleza hace que muchas veces disminuya su autoestima. También a esta altura, los hijos, por regla general, han dejado el hogar y la mujer pierde su papel de madre. No se siente tan necesaria como antes. El consejero debe mostrar paciencia con las mujeres que atraviesan por esta crisis.

Muchos olvidan que al hombre, también, puede presentársele una crisis entre los cuarenta y los sesenta años. Disminuyen sus capacidades físicas. Algunos hombres se preocupan por su pérdida de virilidad, y buscan aventuras románticas para convencerse de que aún atraen al sexo bello. Es una edad en la que muchos caen ante tentaciones sexuales. El rey David ilustra muy bien el caso. Otros reconocen que ya no son tan atractivos ni tan fuertes como antes, y se ajustan a su condición. Algunos ceden a la tentación de caer en periodos de desilusión y depresión. La pérdida de su capacidad reproductora generalmente se produce entre los sesenta y los ochenta años de edad, y es mucho más lenta que la menopausia femenina. La mayoría de los hombres no experimentan síntomas físicos ni sicológicos en esta etapa, pero parece que algunos, al igual que las mujeres, experimentan «nerviosismo, ira y desvanecimientos».

La ancianidad también puede presentar una crisis en la vida. Floyd Woodworth comenta:

  Tenemos que ponemos en el lugar de los ancianos y tratar de sentir nosotros mismos lo que significa estar en el ocaso de la vida, cuando ya los seres queridos no dependen de uno como antes. Las fuerzas físicas se van. Muchos son los achaques que lo afligen. En el caso del ministro anciano, los hermanos van a buscar la orientación y dirección de personas más jóvenes y lo abandonan al olvido. La tentación es de dejarse caer en la melancolía, quejarse, refunfuñar, irritarse. Bendito el ministro que puede inspirar a los ancianos a mantenerse alerta, a mantener actitudes positivas, a seguir en actividades creadoras.

miércoles, 23 de enero de 2013

Noviazgo: Con la guia Biblica - Consejeria Pastoral


. Noviazgo y matrimonio
 Etapa perdurable
. biblias y miles de comentarios
 
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Información
Capítulo 1 El noviazgo Llorón  9
Capítulo 2 El noviazgo Pollito  17
Capítulo 3 El noviazgo Osama Bin Laden  25
Capítulo 4 El noviazgo Alicate  31

Capítulo 5 El noviazgo Microondas  39
Capítulo 6 El noviazgo Ciclón  47
Capítulo 7 El noviazgo Pink y Cerebro  53
Capítulo 8 El noviazgo Peor es nada  61
Capítulo 9 El Noviazgo bombillo  69
Capítulo 10 El Noviazgo 007  77

Capítulo 11 El Noviazgo equivocado  87
Capítulo 12 El Noviazgo eterno  95
Conclusión Las señales  99

El noviazgo llorón
El noviazgo llorón se da cuando los enamorados en la relación (novio o novia), deciden utilizar el arma súper secreta (por lo menos eso cree el que la usa), conocida con el nombre de “lágrimas”, para lograr sus objetivos o caprichos.
Sucede cuando uno de los dos tiene algo importante que decir a su pareja y la otra persona irrumpe en llan-to, justo en ese preciso momento. Arma muy utilizada por las mujeres, pero en estos tiempos también ha sido aprovechada por los hombres.
La pregunta es: ¿Con qué intención lo hacen?¿Para hacer sentir culpable a la otra persona?, ¿Para que no le siga discutiendo del tema porque sabe que lleva las de perder?, ¿Para lograr que la persona ante la cual llora sienta lástima?, ¿Porque es la forma en que de pequeño o de pequeña conseguía las cosas, por ejem-plo, los caramelos? o  ¿Para sentir que eres la víctima?
(nota: si el llanto es producto de un golpe, definitiva-mente eres una víctima, pero no es este el caso).
El asunto es que utilizar las lágrimas es un comportamiento que bien puede mostrar dos cosas:
1.   El alto grado de sentimentalismo que tiene la perso-na (en realidad esto se da en muy pocos casos, como dos, o tal vez tres en el mundo), o; 2.  La forma que utilizan para comunicar sus anhelos, deseos o temores. (Esta es la de la que hablamos).
Los niños recién nacidos tienen una particular forma de comunicación: las lágrimas. Ellos no saben hablar, en-tonces su única forma de comunicar lo que necesitan es el llanto. Lo utilizan para comunicar por ejemplo, que tienen deseo de hacer pupu (pupu:  dícese de un niño que necesita ir al baño), lo utilizan también para pedir alimento, para decir que les duele el estómago, para de-cir que quieren dormir o jugar, para llamar la atención o para espantar a los que le hacen feas muecas cuando los visitan y les hablan en un idioma extraño.
Una vez que los niños crecen, la comunicación debe cambiar, ahora ya saben hablar y lo ideal es que cambien el llanto por las palabras y expresen cada necesidad con el diálogo.
Cuando una persona utiliza el llanto para lograr algo de su pareja, lo único que muestra es la edad que tiene: dos, tres o siete meses de nacido. Esto lo vemos todos los días en la vida misma, jóvenes de 15, 16 o 18 años de edad, comportándose como recién nacidos. Y peor aún, cuando vemos a los adultos comportándose igual.
Es necesario recordar que definitivamente no es necesario el llanto cuando se conocen el significado de las palabras o cuando hemos aprendido a comunicarnos.

Cuando un joven utiliza el llanto
para lograr algo de su pareja, lo
único que muestra es la edad que
tiene: dos o tres meses.
Es importante recordar que NO es
necesario el llanto, cuando se conoce
el significado de las palabras.

Entonces: ¿Por qué los novios o novias lloran?
Porque sencillamente quieren algo,  pero no saben cómo pedirlo.
¿Ha visto algún niño en una tienda dando vuel-tas en el suelo y haciendo rabietas a moco partido (moco partido: dícese de un niño que llora descon-soladamente), para que su madre le compre un ca-ramelo? Y el colmo, ¿ha visto cuando la madre del niño saca dinero de su bolso y le cumple el deseo?
Eso es lo peor que puede hacer la madre por él,  ya que le afirma que ella aprueba su comportamiento y él pensará que esa,  es la forma de conseguir todo lo que él quiere.
Una solución para los llorones o lloronas es que se les diga que no se pueden hablar las cosas si está llorando, que no es la forma correcta de resolver los problemas.
Cuando se llora, se cierra la mente y se abre la llave de los ojos, pero cuando se deja de llorar, se cierra la llave de los ojos y se abre la mente.

Hay momentos cuando el llanto es apropiado: un en-tierro,  una traición, un golpe en una uña, una fuerte mi-graña, una sorpresa especial. Pero NUNCA para resolver conflictos o problemas normales de las relaciones.

Cuando a un llorón se le satisface su acción,
se le está aprobando su comportamiento.
El pensará que esa es la forma de conseguir
lo que quiere. Y lo seguirá haciendo

Tips prácticos para dejar de ser un llorón:
1.  Cuando el ser humano está triste, todo le parece mal, cuando está alegre todo le parece bien. Las lágrimas pueden empeorar una discusión.
2.  Acepte y decida dejar de acudir a las lágrimas como medio de escape.
3.  Trabaje con el niño que vive dentro tuyo, recuerda que vas a vivir con él toda la vida, así que no permitas que él te controle, hazlo tú.
4.  No permita que el llanto le controle, usted tiene la ca-pacidad de controlarlo.
No estoy desacreditando el valor expresivo de los sen-timientos. Lo que estoy desacreditando es el hecho de utilizar los sentimientos como medio de manipulación.
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sábado, 2 de junio de 2012

Manual de Consejería Ministerial: Ayuda Para el ministro y Obrero cristianos


biblias y miles de comentarios
 
Recuerdo el sentimiento de desesperación, incapacidad y frustración que llenó mi corazón en este momento. Con sinceridad y consternación el joven venezolano me habló de su lucha con la homosexualidad. Yo sabía muy bien cómo dirigirle a aceptar a Cristo como su Señor y Salvador, pero no tenía ninguna idea de cómo aconsejarle en el dolor, frustración y confusión que experimentaba diariamente. En el transcurso de los próximos nueve meses pasábamos largas horas tratando sus problemas, luchas y emociones. Por el hecho de ser su pastor, la esperanza suya, la de la iglesia, y aun la mía era que debería tener respuestas para él y para los otros que buscaban mis consejos casi diariamente. Podía dar algo de consejo, y consuelo útil, pero más que nunca sentía que estaba aplicando curitas espirituales a heridas muy abiertas. Sentía una incapacidad profunda cuando intentaba utilizar lo que sabía teológicamente al tratar con los gritos brutales del alma humana.
Me pregunto, si ésta ha sido mi experiencia, ¿no es posible que otros pastores, que conocen bien al Señor y que aman a la humanidad, se sientan igual? Yo creo con todo mi corazón que el Evangelio es eficaz para efectuar la redención y santificación de cualquier ser humano. Pongo mi confianza en la fe de que el Espíritu Santo puede transformar por completo la vida de cualquier persona que invita a Jesucristo a entrar en su vida y tomar su control. Pero todos sabemos que el nuevo convertido necesita el discipulado, que necesita crecer. Demasiadas veces en nuestro mundo moderno hay que tratar problemas confusos y difíciles antes de que la persona pueda crecer. Así, la consejería es la otra cara del discipulado. La meta es la misma, que la persona crezca como un discípulo maduro de Jesucristo, que se conforme más y más a su imagen. Este libro pretende presentar unas aclaraciones sencillas, y unas herramientas útiles para el pastor o laico que quiere ayudar a los heridos y desesperados de este mundo para llegar a ser verdaderos discípulos de nuestro Señor.
No es psicología. Por tanto, este tratado no es un texto de la psicología. Como consejero Cristiano pastoral, sé que la psicología es una mezcla de cosas buenas y malas, de verdades útiles y de falsedades destructivas. No tengo temor de la psicología, sino más bien quiero pasar sus muchas, y a veces contradictorias, afirmaciones a través del filtro de la verdad Bíblica. Sin disculparme, yo creo que la Biblia es inspirada por el Espíritu Santo y sin errores en sus manuscritos originales. También afirmo que «toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra» (2ª Timoteo 3:16–17). Entonces, no se encuentra una herramienta más útil para el consejero cristiano, ni existe una autoridad más grande que las Sagradas Escrituras. Sin embargo, la Biblia no habla específicamente sobre cada problema y cada situación humana. Así, lo que la antropología, la psicología y la sociología han descubierto acerca de los humanos, pueden ayudarnos a tratar con más precisión problemas específicos, siempre y solamente cuando estén sujetos a la autoridad bíblica. La Biblia provee el marco, o los parámetros dentro de los cuales la ciencia puede informarnos y contribuir a nuestro ministerio de socorro a nuestros semejantes.
El presente tratado pretende proveer al pastor y obrero laico fundamentos sencillos para capacitar su ministerio de consejería. Empieza con cuatro verdades bíblicas que tienen que establecer el cimiento de nuestra filosofía de aconsejar. Luego construimos encima de este cimiento unas teorías científicas acerca del desarrollo humano. Al final del libro se encuentran unas sugerencias sobre técnicas de la consejería. La tentación se puede presentar al lector, pasar por alto los primeros capítulos, para llegar inmediatamente a la parte más práctica de los procedimientos del ministerio. Pido al lector que no lo haga. Las bases bíblicas y el entendimiento del ser humano son mucho más importantes que los métodos de aconsejar. Cada situación es diferente y se aplica la verdad de diferente manera a distintas circunstancias. Pero, la Palabra de Dios no cambia, su autoridad es vigente siempre. Las técnicas van a cambiar, maneras de aplicar las verdades bíblicas variarán según la situación, pero la Verdad que empleamos jamás cambiará.
El ministerio del Espíritu Santo en nuestra vida y en las vidas de nuestros aconsejados es indispensable. Él es el Consejero que Jesús envió (Juan 16:7–11). Los consejeros humanos tenemos el privilegio de ministrar como colaboradores suyos, siempre bajo su control y dirección.
Humildemente ofrezco esta obra a mis hermanos alumnos, pastores y líderes en las iglesias del mundo hispano no como la obra definitiva sobre la consejería bíblica, sino como un grano de arena, que pretende apoyar el ministerio del Cuerpo de Cristo a nuestro mundo dolido.
 
Fundamentos bíblicos de la consejería cristiana
Podemos comparar el estudio y entendimiento de la consejería cristiana como la construcción de un edificio. Es necesario poner un buen cimiento antes de empezar la construcción de la estructura. Para que nuestra forma de aconsejar sea cristiana tiene que tener bases bíblicas. Sin embargo, la Biblia no es principalmente un manual de consejería, ni pretende ser un texto de psicología. No habla de una gran cantidad de problemas personales y relacionales que enfrentan los seres humanos modernos. Mucho menos, da soluciones específicas a patologías complejas. Sin lugar a dudas, creemos en el Evangelio, y nos fijamos en la seguridad de que Cristo salva y da la nueva vida a cualquiera que venga a Él. Cristo salva y santifica, pero Dios dejó en las manos de ministros humanos el trabajo de ayudar a nuestros semejantes a salir del hoyo para glorificar a Dios. Esto requiere un conocimiento sólido de lo que la Biblia dice sobre el hombre, un conocimento sólido del propósito de Dios para el hombre, y un entendimiento de cómo el hombre piensa, toma decisiones y llega a comportarse de ciertas maneras.
La Unidad 1 aspira a recordarnos lo que la Biblia dice sobre el hombre, y lo que nos dice sobre el propósito de Dios para éste. El primer capítulo esplica una verdad bíblica que forma el primer cimiento. Los otros tres capítulos hablan de los cimientos, en el orden en que debemos entenderlos. Los cimientos son: la dignidad del hombre, la depravación del hombre, la redención por Dios, la restauración por Dios. Estos cuatro fundamentos bíblicos forman los cuatro cimientos sobre los cuales edificaremos nuestro edificio de la consejería cristiana.
Base bíblica 1: La dignidad del hombre
Para entender a la raza humana bíblicamente es menester empezar por el principio de su historia, según la Biblia. En otras palabras, podemos decir que entendemos mucho acerca del hombre al considerar su creación. La meta de la consejería es participar con Dios en la restauración de las vidas perdidas. Tal cooperación necesita entender el ideal divino en cuanto al hombre. Encontramos este ideal en el diseño original.
Génesis 1:26–28 nos habla de una decisión divina, increíble. Dios decidió crear una criatura a su propia imagen, conforme a su semejanza y permitir a esta criatura señorear sobre el resto de su creación. Usted y yo somos los resultados. También el borracho en la calle, el abusador de niñas, el homosexual, la muchacha con anorexia y el padre dictador de su familia son los resultados de esta creación extraordinaria.
Lamentablemente, la historia del hombre no termina en lo ideal… En el siguiente capítulo tendremos que ocuparnos en la triste meditación sobre la caída del hombre en el pecado y la resultante depravación de la raza. Pero, por unos minutos, disfrutemos de la gloria y el esplendor de la creación original. Parece que, como evangélicos, estamos tan ansiosos de convencer al mundo del pecado, que nos olvidamos de qué estado cayó el hombre. Con buena intención queremos que nuestros semejantes reconozcan su pecado para que puedan aceptar la solución, la redención de Cristo. Pero, para entender el horror del pecado, y el valor de la redención hay que comprender lo que perdimos en la caída. Si no somos más que otro animal, un poco más avanzados que los demás, el pecado no es una cosa grande. La caída se representa nada más que un desafortunado incidente en el desarrollo del hombre. Pero, si como creemos nosotros, somos criaturas, creados a la imagen de Dios, con el propósito de reflejar su gloria y señorear sobre la tierra como virreyes de Dios, la caída es la catástrofe más grande de la historia. Algo inherente al hombre, básico a su naturaleza, la imagen de Dios fue estropeada, distorsionada y pervertida. Para entender el pecado y la redención, hay que entender esto.
Además, el entendimiento de la magnificencia de la creación del hombre es fundamental para el entendimiento de la necesidad y esperanza de la Consejería Cristiana. Si el hombre no es una creación especial, con una dignidad dada por Dios, no vale la pena ayudarle. Si no tiene valor intrínseco y eterno ¿para qué gastar tiempo, energía y recursos en su rescate? Ahora, considere la pregunta perturbadora, ¿por qué Dios sacrificó a su único Hijo para hacer posible su rescate? ¡No! El Evangelio, la redención y el ministerio de la Iglesia por este mundo solamente tienen sentido, cuando reconozcamos el valor de cada hombre por ser una creación especial de Dios a su propia imagen.
Dios creó al hombre a su propia imagen, con un propósito especial de señorear sobre la creación y llenar la tierra. Esto da al hombre una dignidad y valor duradero. El pecado estropea la dignidad. A veces es difícil encontrar el valor debajo de las capas de la suciedad moral y personal que el pecado deja en la persona. Sin embargo, cada persona es creada a la imagen propia de Dios y por eso posee una dignidad y valor intrínseco que nada ni nadie le puede quitar.
Entender esto, no es igual a la idea moderna de una chispa de bondad universal que posee cada ser humano. Por ejemplo, en el sistema de la psicología que desarrollaba Carl Rogers, el consejero necesita ayudar al aconsejado a descubrir la esencia buena que existe en él y fomentarla. Este modelo de la psicología rehúsa reconocer el pecado y busca nada más que lo bueno adentro del aconsejado. ¡Jamás propondríamos esto! El trabajo de la consejería no es solamente afirmar la dignidad del aconsejado y pasar por alto su pecado. Sin embargo, no podemos comprender el horror del pecado, si no entendemos primeramente la dignidad del hombre arruinada por el pecado. La perversidad del pecado se ve claramente cuando la contrastamos con la perfección del diseño original.
Examinemos detalladamente unos versículos en Génesis 1 y 2 para recordarnos de cómo era la raza humana originalmente. Volvamos a los versículos a los cuales hice referencia anteriormente. Génesis 1:26–28 hablan de la decisión divina y subsecuente creación del hombre. Dios decidió crear al hombre a su imagen, conforme a su semejanza. ¿Qué significa esto? Quiere decir que como humanos reflejamos algo de la gloria, el carácter y los atributos personales de Dios.
Hay dos cosas que son de suma importancia entender. La primera es que Dios creó al hombre a su imagen, para reflejar lo que Él es, no nos creó como unos dioses pequeños. La dignidad del hombre no es divinidad. Fuimos creados para rendir gloria al Dios Soberano. Las ideas corrientes de divinidad humana pretenden despojarle de su gloria, no rendirle gloria. Por ser semejante a Él, pero no igual a Él, nuestros padres originales en su condición de humanidad perfecta, rindieron gloria perfecta a Dios. La segunda cuestión que tenemos que clarificar es lo que pasó a la imagen divina cuando entró el pecado a la raza (hablaremos de este asunto de manera más profunda en el siguiente capítulo). Para la discusión del momento, basta decir que la imagen de Dios en el hombre fue estropeada, distorsionada y pervertida, pero no extirpada por la entrada del pecado.
 
Entonces, ¿cómo se proyectaba el reflejo de Dios en el estado prístino del hombre? Una de las maneras principales se revela en la frase «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» (énfasis del autor). Dios existe en tres personas, que se comunican, y se relacionan. De manera semejante, Dios creó al hombre para relacionarse. Sobre todo Dios creó al hombre para relacionarse con Él mismo. Parece que Dios quería extender el círculo de compañerismo en la que los miembros de la Trinidad disfrutaran y tuvieran compañerismo con la criatura humana. La inferencia de Génesis 3:8 es éste. “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; ...” Parece que la costumbre de Jehová era pasar tiempo cada día en el huerto con su creación. En segundo lugar, Dios creó al hombre para relacionarse con sus semejantes. Esto, pues, es el significado de la historia que se encuentra en Génesis 2:18–25:
Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne, esta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban.
Consideremos algunas cosas significantes de esta historia tan interesante. Aquí encontramos los orígenes de las relaciones humanas, el origen del matrimonio y el dibujo de la perfección en las relaciones humanas, particularmente en la relación matrimonial. Como consejeros, tratamos día tras día con relaciones rotas y matrimonios quebrantados. No podemos permitirnos pasar por alto las riquezas de estos versículos.
Primeramente hay la declaración de Dios que no es bueno que el hombre esté solo y que iba a hacer la ayuda idónea para él. Luego viene este comentario, que causa perplejidad, sobre el nombramiento de los animales. Parece un comentario parentético, ¿verdad? Cuando Moisés relató esta historia, ¿por qué no pasó directamente del versículo dieciocho al veintiuno? ¿Sería posible que, como anciano, era un poco olvidadizo y se desvió en su relato? ¡Creo que no! Estoy seguro que ocurrió exactamente lo que Moisés, inspirado por el Espíritu Santo, cuenta, aquí. Los versículos diecinueve y veinte no son parentéticos, sino esenciales en la historia. Dios reconoció el déficit del hombre sin compañera. Había creado cada especie como pareja. Sabía exactamente a quién iba a crear como la ayuda idónea para Adán, y cómo iba a hacerlo. Pero, antes pasaron todos los animales delante de Adán para que pudiera darles nombre. ¿Por qué? Hay dos razones principales, una de las cuales es más pertinente a nuestra discusión.
Adán debía dar nombre a todos los animales para tomar dominio sobre ellos como parte del cumplimiento de la comisión del capítulo 1, versículo 28. Pero, la otra razón es más significativa para la consideración actual. Mientras que Adán veía todos estos animales llegó a su corazón un concepto conmovedor. Reconoció, lo que Dios sabía: ¡Él estaba solo! Cada animal que pasaba tenía su pareja, «mas para Adán no se halló ayuda idónea para él». El texto sigue: «Entonces Jehová hizo caer sueño profundo», etc. Enseguida que Adán se dio cuenta de que estaba solo y no tenía ayuda idónea, Dios hizo el milagro de crear a la mujer.
Hay varios significados que podemos concluir de esto. Por supuesto, vemos aquí el significado del matrimonio, el valor de la mujer y la interdependencia de los sexos. Pero, hay algo aún más básico. Dios creó al ser humano para tener relación con otros seres humanos. El ser humano nunca fue creado para estar solo, tampoco para vivir aislado ni para desarrollar la independencia fuerte que llega a ser siempre más fuerte en nuestro mundo moderno. Dios creó al hombre para relacionares el uno con el otro. En sus relaciones Dios le creó digno, respetuoso y con una intimidad preciosa.
La mayoría de los problemas por los cuales las personas buscan consejería tienen que ver con algún aspecto de las relaciones entre personas. Vemos relaciones rotas entre padres e hijos, matrimonios sufriendo, abusos sufridos de parte de los padres, madres, otros familiares, amigos y jefes. Vemos luchas fuertes entre hermanos en Cristo. Y la lista sigue con caso tras caso de problemas graves relacionales. Si vamos a aconsejar a nuestros semejantes en sus problemas relacionales necesitamos recordar el ideal de lo relacional que Dios creó. Dios creó relaciones humanas buenas, el matrimonio perfecto, la interdependencia y paz. Vemos persona tras persona cuyas relaciones parecen muy diferentes. Si vamos a ayudarles a cambiarlas y mejorarlas necesitamos tener una visión de lo que podría existir. No hay ideal más grande de lo que Dios creó originalmente.
Anteriormente escribí acerca de la intimidad preciosa que hubo entre el hombre original y su esposa. Veamos esta intimidad en un versículo que tendemos a pasar rápido, el versículo veinticinco de este capítulo. Por supuesto, la desnudez de Adán y Eva era una desnudez física y sana que demuestra su inocencia antes de la entrada del pecado. Pero, también demuestra una franqueza que había en su relación. Vivían juntos, sin barreras, sin máscaras, sin disfraz. Podían, en su inocencia, relacionarse de manera honesta, abierta y franca sin la necesidad de esconderse, aún detrás de la ropa. Por supuesto, no estoy recomendando la vida nudista, tampoco que debemos buscar una colonia nudista para vivir. Pero, en este capítulo estamos considerando el ideal de la creación original. Este versículo nos da otro vislumbre de lo ideal de las relaciones, sin los estorbos del pecado
Debemos evitar el error de ver solamente lo perverso del aconsejado sin considerar sus orígenes más fundamentales. Consejero, cada persona que busca la ayuda suya es un ser creado a la imagen de Dios, creado para rendir gloria al Dios soberano, creado para relacionarse con Dios, creado para relacionarse con sus semejantes y creado para señorear en la tierra. Es esto lo que da esperanza al trabajo de aconsejar. Porque la vida de esta persona fue creada con valor y dignidad hay esperanza de su restauración. Mientras que nos metemos en los detalles tristes, perversos y retorcidos que nos presentan la consejería, tenemos que mantener la visión de algo más grande. Dios creó a esta persona a su imagen, y por medio de su poder, puede y quiere restaurar tal imagen. Lo hace progresivamente por medio del crecimiento espiritual, lo que la teología le llama el aspecto progresivo de la santificación. 2 Corintios 3:18 comunica claramente la intención de Dios para el cristiano. Esta intención necesita constituir la meta sobresaliente de la consejería. «Por tanto, nosotros todos mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen como por el Espíritu del Señor» (énfasis del autor). Así, vemos un dibujo conciso de la meta y proceso de la consejería. Un diagrama puede ayudarnos a entender lo que la consejería Cristiana pretende realizar en la vida del aconsejado.
Regresemos a la historia del joven homosexual que relaté en el prefacio. Debido a mi trasfondo familiar, para no mencionar mis convicciones cristianas y mis sentimientos varoniles, francamente la homosexualidad es algo que me da un asco profundo. Aun la idea de los asuntos que este joven me contaba eran repugnantes para mí. Sin embargo llegué a amarle como a un hijo. Bueno, de ninguna manera puedo jactarme sobre esto. Fue el Espíritu Santo quien me dio un amor no natural para este joven. Pero, un caso de esta índole nos presenta la necesidad de ver más que la repugnancia del pecado, para ver la dignidad de la criatura de Dios.
Empezamos con la dignidad del hombre, para recordarnos de su estado original. Queremos ver esta dignidad fundamental debajo de las capas de suciedad que el pecado deja en la vida. Y con todas las limitaciones con las cuales tenemos que trabajar, queremos llevar al aconsejado un poco más cerca a la restauración del ideal original.
Pero, lamentablemente no podemos terminar con la dignidad. Nuestros antepasados pecaron, y todos en ellos pecamos también. Ahora, el pecado es la realidad humana. En el próximo capítulo necesitamos explorar el significado de la depravación del hombre para la consejería.



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