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miércoles, 18 de mayo de 2016

Corríais bien. ¿Quién os estorbó para no obedecer a la verdad?... ¡Ojalá se mutilasen los que os perturban!

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Alimentamos a la congregación con pastos frescos
Estad firmes en la libertad de Cristo
Gálatas 5:1-12
5 Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no os pongáis otra vez bajo el yugo de la esclavitud. 
2 He aquí yo, Pablo, os digo que si os dejáis circuncidar, de nada os aprovechará Cristo. 3 Y otra vez declaro a todo hombre que acepta ser circuncidado, que está obligado a cumplir toda la ley. 
4 Vosotros que pretendéis ser justificados en la ley, ¡habéis quedado desligados de Cristo y de la gracia habéis caído!  5 Porque nosotros por el Espíritu aguardamos por la fe la esperanza de la justicia. 6 Pues en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión valen nada, sino la fe que actúa por medio del amor. 

7 Corríais bien. ¿Quién os estorbó para no obedecer a la verdad? 8 Tal persuasión no proviene de aquel que os llama. 9 Un poquito de levadura leuda toda la masa. 10 Yo confío en el Señor con respecto a vosotros que no pensaréis de ninguna otra manera; y el que os inquieta llevará su castigo, sea quien sea. 11 Pero con respecto a mí, hermanos, si todavía predico la circuncisión, ¿por qué aún soy perseguido? En tal caso, se habría quitado el tropiezo de la cruz. 12 ¡Ojalá se mutilasen  los que os perturban! 

Cuando el esclavo se vuelve amo y el amo esclavo

  El Esclavo—La libertad se pierde 
Gálatas 5:1

Pablo ha usado dos comparaciones para mostrar lo que la ley es en verdad:

  • un ayo (Gálatas 3:24; 4:2); 
  • una esclava (Gálatas 4:22–31); 
ahora la compara con un yugo de esclavitud. Recordarás que Pedro usó esta misma figura en la famosa conferencia en Jerusalén (ve Hechos 15:10).

El simbolismo del yugo no es difícil de entender.
Normalmente representa esclavitud, servicio, y el control de alguien sobre su vida; también puede representar servicio voluntario para alguien.

Cuando Dios liberó a Israel de la esclavitud de Egipto, rompió su yugo (Levítico 26:13). El campesino usa el yugo para controlar y guiar a los bueyes porque ellos no prestarían servicio si estuvieran sueltos.

Cuando los creyentes en Galacia confiaron en Cristo, perdieron el yugo de la esclavitud al pecado y se pusieron el de Cristo (Mateo 11:28–30).

El yugo de la religión es duro, y las cargas son pesadas, pero el de Cristo es “fácil” y su carga “ligera”.

Esa palabra “fácil” en el griego significa bondadoso, benigno. El yugo de Cristo nos libera para cumplir su voluntad, mientras que el yugo de la ley nos esclaviza.

  • El incrédulo lleva un yugo de pecado (Lamentaciones 1:14); 
  • el legalista religioso lleva el yugo de la esclavitud (Gálatas 5:1); pero 
  • el hijo de Dios que depende de la gracia de Dios lleva el yugo liberador de Cristo.

Es Cristo el que nos ha hecho libres de la esclavitud a la ley.
Nos liberó de la maldición de la ley muriendo por nosotros en la cruz (Gálatas 3:13). El creyente ya no está bajo la ley, sino bajo la gracia (Romanos 6:14). Esto no quiere decir que somos rebeldes o anarquistas, sino que ya no necesitamos la fuerza externa de la ley para que hagamos la voluntad de Dios, porque tenemos al Espíritu Santo como guía interno (Romanos 8:1–4).

Cristo murió para liberarnos, no para esclavizarnos. Regresar a la ley es enredarse en un laberinto de “haz esto” y “no hagas aquello”, y abandonar la madurez espiritual por una segunda infancia.

Lamentablemente, hay algunos creyentes que se sienten muy inseguros con la libertad y prefieren estar bajo la tiranía de algún líder en lugar de tomar sus propias decisiones. Están atemorizados a causa de la libertad que tienen en la gracia de Dios; así que, buscan una congregación legalista y dictatorial en donde puedan dejar que otros tomen las decisiones que les corresponden. Esto puede compararse a un adulto que regresa a la niñez.

La senda de la libertad cristiana es el camino a la realización en Cristo. Con razón Pablo amonesta: “No estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”. Luchad por la libertad. “Estad, pues, firmes en la libertad”.


  El Deudor—La riqueza se pierde 
(Gálatas 5:2–6)

Pablo usa tres frases para describir las pérdidas del creyente que cambia la gracia por la ley: 
  • “De nada os aprovechará Cristo” (v. 2); 
  • “obligado a guardar toda la ley” (v. 3); 
  • “De Cristo os desligasteis” (v. 4). 
Y concluye con palabras tristes del versículo 4: “de la gracia habéis caído”. Es lamentable que el legalismo no sólo roba al creyente su libertad, sino también su riqueza espiritual en Cristo. El creyente que vive bajo la ley llega a ser un esclavo en bancarrota.

La Palabra de Dios nos enseña que antes que fuéramos salvos, teníamos una deuda con Dios que no podíamos pagar. Cristo lo declara en la parábola de los dos deudores (Lucas 7:36–50).

Dos hombres le debían dinero a un prestamista, uno 10 veces más que el otro. Pero ninguno de los dos podía pagar, así que el acreedor “gratuitamente perdonó a ambos” (traducción literal).

No importa cuán moral sea un hombre, todavía está destituido de la gloria de Dios, y no puede pagar su deuda por el pecado, aun si ésta fuera solo una décima parte de la de los demás. Dios en su gracia, a causa de la obra de Cristo en la cruz, puede perdonar a los pecadores, sin importar qué tan grande sea la deuda que tengan.

Cuando recibimos a Cristo, llegamos a ser ricos espiritualmente, y ahora participamos de

  • las riquezas de la gracia de Dios (Efesios 1:7); 
  • las riquezas de su gloria (Efesios 1:18; Filipenses 4:19); 
  • las riquezas de su sabiduría (Romanos 11:33); y 
  • las “inescrutables riquezas de Cristo” (Efesios 3:8). 
En Cristo tenemos “todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3), y estamos “completos en él” (Colosenses 2:10). Cuando uno está “en Cristo”, tiene todo lo que necesita para vivir la vida cristiana que Dios quiere que viva.

Los judaizantes, sin embargo, quieren que creamos que estamos perdiendo algo, y que seríamos más espirituales si guardáramos la ley con sus demandas y reglas. Pero Pablo aclara que la ley no añade nada, porque ¡nada puede ser añadido! En lugar de eso, la ley entra como un ladrón y roba al creyente las riquezas espirituales que tiene en Cristo. Lo hace retroceder y quedar en bancarrota espiritual con una deuda que no puede pagar.

Vivir bajo la gracia implica depender de la provisión abundante de Dios para toda necesidad. Vivir bajo la ley implica depender de mi propia fuerza, la carne, y carecer de la provisión de Dios.

Pablo advierte a los gálatas que el someterse a la circuncisión les privaría de todos los beneficios que tienen en Cristo (aunque la circuncisión en sí misma no tiene importancia, Gálatas 5:6; 6:15). Además, al someterse estarían obligados a cumplir toda la ley.

En esto los legalistas muestran su hipocresía, ya que fallan en guardar toda la ley. Miran a la ley del Antiguo Testamento como un cliente examina la comida en una cafetería: para escoger lo que les guste y dejar el resto. Pero, esto no es correcto. Enseñar, por ejemplo, que un creyente en la actualidad debe guardar el día de reposo, pero no la pascua, es fraccionar la ley de Dios.

El mismo legislador que dio un mandamiento también dio el otro (Santiago 2:9–11). Anteriormente, Pablo había citado a Moisés para mostrar que la maldición de la ley está sobre todo aquel que falla en guardar toda la ley (Gálatas 3:10; ve Deuteronomio 27:26).

Imagínate a un automovilista conduciendo en una calle de la ciudad y, ya sea deliberada o inconscientemente, pasándose una luz roja. Un policía lo detiene y le pide su licencia de conducir. Inmediatamente el conductor empieza a defenderse. “Oficial, sé que me pasé la luz roja, pero nunca he robado a nadie; ni he cometido adulterio; y nunca he mentido en mi declaración de impuestos”.

El policía sonríe al llenar la boleta de infracción, pues sabe que ninguna cantidad de obediencia puede pagar por un acto de desobediencia. La misma ley que protege al obediente, castiga al ofensor. Cuando uno se jacta de guardar una parte de la ley mientras que quebranta otra, en efecto, confiesa que merece el castigo.

Ahora podemos entender mejor lo que Pablo quiere decir con: “de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:4). Ciertamente no está sugiriendo que los gálatas habían perdido su salvación, ya que a través de toda esta epístola los trata como creyentes. Por lo menos 9 veces los llama hermanos, y también usa el pronombre nosotros (Gálatas 4:28).

Pablo no hubiera hecho esto si sus lectores no fueran creyentes. Además, con confianza declara: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4:6).

“De la gracia habéis caído” no quiere decir perder la salvación, sino dejar de vivir bajo la gracia de Dios. No se puede mezclar la gracia con la ley. El que decide vivir bajo la ley no puede vivir bajo la gracia.

Los creyentes en Galacia habían sido fascinados por los falsos maestros (Gálatas 3:1), así que, estaban desobedeciendo la verdad. Se habían cambiado a otro evangelio (Gálatas 1:6–9), y habían regresado a los pobres rudimentos de la religión (Gálatas 4:9).

Como resultado, se habían sujetado al yugo de la esclavitud, y esto les llevó a su situación presente: “de la gracia habéis caído”. Y la tragedia de esta caída es que se habían privado a sí mismos de todas las cosas buenas que Cristo Jesús podía hacer por ellos.

En seguida Pablo presenta la vida del creyente bajo la gracia (Gálatas 5:5–6). Podemos contrastar las dos maneras de vivir: Cuando uno vive por la gracia, depende del poder del Espíritu Santo; en cambio, el que vive bajo la ley depende de sus propios esfuerzos. La fe no es muerta, sino que obra (ve Santiago 2:14–26). Pero los esfuerzos de la carne nunca pueden lograr lo que la fe puede hacer por medio del Espíritu Santo. Y la fe obra por el amor—el amor hacia Dios y hacia los demás. Lamentablemente, la carne no produce amor, en cambio, produce egoísmo y rivalidad (ve Gálatas 5:15). ¡Con razón Pablo describe la vida legalista como una caída!

Cuando el creyente anda por fe, dependiendo del Espíritu de Dios, vive bajo la gracia de Dios, y todas sus necesidades son suplidas. Disfruta las riquezas de la gracia de Dios, y siempre aguarda una esperanza (Gálatas 5:5): el día que Cristo regrese y nos haga semejantes a Él en justicia perfecta.

La ley no nos da ninguna promesa de justicia perfecta en el futuro. Es verdad que preparó el camino para la primera venida de Cristo (Gálatas 3:23–4:7), pero no puede preparar el camino para su segunda venida.

Así que, el creyente que escoge el legalismo se priva de libertad y las riquezas espirituales. Deliberadamente se coloca bajo la esclavitud y el fracaso espiritual.


  El Corredor—El rumbo se pierde 
(Gálatas 5:7–12)

A Pablo le gustaban las ilustraciones acerca del atletismo y las usó a menudo en sus cartas. Sus lectores estaban familiarizados con los juegos olímpicos, así como con las competencias atléticas griegas que siempre incluían las carreras.

Es importante observar que Pablo nunca usa el simbolismo de las carreras para explicar cómo ser salvo, más bien, lo usa para ilustrar la vida cristiana. Para participar en los juegos olímpicos se exigía que los competidores fueran ciudadanos.

Llegamos a ser ciudadanos del cielo por medio de la fe en Cristo; entonces el Señor nos señala la meta y corremos para ganar el premio (ve Filipenses 3:12–21). No corremos para ser salvos, sino porque ya somos salvos y queremos hacer la voluntad de Dios (Hechos 20:24).

“Vosotros corríais bien”. Cuando Pablo llegó a ellos lo recibieron

  • “como a un ángel de Dios” (Gálatas 4:14). 
  • Aceptaron la Palabra, 
  • confiaron en el Señor Jesucristo y 
  • recibieron al Espíritu Santo. 
  • Tenían un gozo profundo que era notorio a todos, y 
  • estaban dispuestos a hacer cualquier sacrificio por Pablo (4:15). 
Pero ahora, Pablo era su enemigo. ¿Qué había pasado?
El versículo 7 nos da la respuesta: “Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer la verdad?” En las carreras cada corredor debía permanecer dentro de su línea designada, pero algunos corredores se metían en la línea de sus competidores con el fin de sacarlos de la competencia.

Esto es lo que los judaizantes habían hecho con los creyentes en Galacia: se metieron en su línea y les obligaron a cambiar de rumbo y tomar una desviación espiritual. No fue Dios quien hizo esto, porque él los llamó a correr fielmente en la línea marcada Gracia.

En su explicación Pablo cambia el simbolismo y presenta la figura de la levadura. En el Antiguo Testamento, por lo general, la levadura se usa para simbolizar lo malo. Por ejemplo, era prohibido tener levadura en la casa durante la pascua (Éxodo 12:15–19; 13:7).

A los que adoraban no se les permitía que mezclaran la levadura con los sacrificios (Éxodo 34:25), aunque había algunas excepciones a esta regla. Cristo usó la levadura como símbolo del pecado cuando advirtió acerca de la “levadura de los fariseos” (Mateo 16:6–12); y Pablo la usó como figura del pecado en la iglesia de Corinto (1 Corintios 5).

La levadura realmente es una buena ilustración del pecado: es pequeña, pero si se deja, se extiende, aumenta y leuda todo.

La falsa doctrina de los judaizantes fue introducida a las iglesias de Galacia poco a poco, pero no tardó mucho en aumentar, y finalmente dominó todo.

El espíritu del legalismo no llega a dominar a la iglesia repentinamente. Como la levadura, se introduce secretamente, crece y no tarda mucho en envenenar a toda la congregación. En la mayoría de los casos, los motivos que impulsan al legalismo son buenos, por ejemplo, el deseo de tener una iglesia más espiritual, pero los métodos no son bíblicos.

No es malo tener normas de conducta en una iglesia, pero no debemos pensar que estas reglas nos harán más espirituales, o que el guardarlas sea evidencia de espiritualidad. La levadura se expanda rápidamente. Asimismo, algunos hermanos se vuelvan orgullosos de su espiritualidad (“envanecido” es la manera en que Pablo lo expresa, 1 Corintios 5:2), y entonces critican a todos los demás por su falta de espiritualidad.

Esto, por supuesto, solamente alimenta a la carne y contrista al Espíritu Santo, pero siguen su camino pensando que están glorificando a Dios.

Todo creyente tiene la responsabilidad de estar alerta para reconocer los primeros indicios del legalismo, esa primera pizca de levadura que afecta a la congregación, y que con el tiempo crece y llega a ser un serio problema.

Con razón Pablo denuncia con vehemencia a los falsos maestros: “Estoy sufriendo persecución porque predico la cruz de Cristo, mas estos maestros falsos son celebridades populares porque predican una religión que consiente a la carne y ensalza al ego. ¿Quieren circuncidaros? ¡Ojalá que se cortaran a sí mismos!” (Gálatas 5:11 y 12, traducción literal).

La circuncisión ya no tiene valor espiritual, desde la muerte y resurrección de Cristo; sólo es una operación física. Pablo deseaba que esos maestros falsos se operaran a sí mismos—“se castraran a sí mismos”—para que ya no produjeran más hijos de esclavitud.

El creyente que vive bajo la gracia de Dios es libre, rico y corre en la línea que lo lleva a la recompensa.

El creyente que deja la gracia por la ley es un esclavo, un deudor y un corredor que ha perdido el rumbo. En otras palabras, es un perdedor.

Y la única manera de llegar a ser un ganador es rendirse al Espíritu Santo y limpiarse de la levadura, la doctrina falsa que mezcla a la ley y a la gracia.

La gracia de Dios es suficiente para cada demanda de la vida. Somos salvos por gracia (Efesios 2:8–10), y servimos por gracia (1 Corintios 15:9–10).

La gracia nos ayuda a soportar el sufrimiento (2 Corintios 12:9). Es la gracia la que nos fortalece (2 Timoteo 2:1), para que seamos soldados victoriosos.

Nuestro Dios es el Dios de toda gracia (1 Pedro 5:10). Podemos venir al trono de la gracia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16). Cuando leemos la Biblia, que es “la palabra de su gracia” (Hechos 20:32), el Espíritu de gracia (Hebreos 10:29) nos revela las riquezas que tenemos en Cristo.

“Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Juan 1:16).
¡Cuán ricos somos!

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lunes, 16 de mayo de 2016

Anden en el Espíritu, y así jamás satisfarán los malos deseos de la carne. Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne. Ambos se oponen mutuamente, para que no hagan lo que quieran.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Alimentemos a nuestra congregación con pastos frescos
Los Frutos de la carne y del Espíritu
Gálatas 5:13–18
13 Vosotros fuisteis llamados a la libertad, hermanos; solamente que no uséis la libertad como pretexto para la carnalidad. 

Más bien, servíos los unos a los otros por medio del amor, 14 porque toda la ley se ha resumido en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  15 Pero si os mordéis y os coméis los unos a los otros, mirad que no seáis consumidos los unos por los otros. 


16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y así jamás satisfaréis  los malos deseos de la carne. 17 Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne. Ambos se oponen mutuamente, para que no hagáis lo que quisierais. 

18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 

Andar en el Espíritu o en la carne
¿Cómo andar en el Espíritu Santo? 
Una pregunta candente
Gálatas 5:13–18
El tono de Pablo en Gálatas 5:1–15 es bastante severo. Al hablar a sus hijos espirituales en Galacia, el apóstol no se anda con rodeos. Su exhortación es clara, puntual y Cristocéntrica.

Pero en medio de todo, el apóstol revela su corazón pastoral. Su confianza está puesta en el hecho de que al final van a volver a Cristo, la única base de su justificación (Gálatas 5:10).

Mediante unas advertencias muy directas propone, en forma de una suposición, que si persisten en regresar a guardar la ley aceptando la circuncisión, habrán abandonado a Cristo y, ante ese supuesto, habrán caído entonces de la gracia (Gálatas 2–4).

Ante tal dilema espiritual, Pablo señala a los judaizantes acusándolos de crear confusión en medio de la iglesia. Los culpa también por querer tratar de bloquear la carrera espiritual de los gálatas (Gálatas 5:7–9, 12). No obstante, el apóstol mantiene todavía su confianza en Dios de que ellos volverán a su principio en la gracia por el oír con fe (Gálatas 3:2).

Hay tal convicción en Pablo que no duda en reafirmar la meta de su andar: “Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (Gálatas 5:5,6). En breve resumen, él enfoca su fe en la obra del Espíritu Santo en sus vidas. Este enfoque lo va a ampliar en la próxima sección (Gálatas 5:16–18).

La herencia en Cristo es la libertad en santidad (Gálatas 5:13–15)
Pablo ahora abandona su énfasis en los judaizantes para trazar claramente la realidad del andar con Cristo en el poder de su muerte. Sólo volverá a tocar a los judaizantes al final de la epístola.

En esta sección, el apóstol tiene algo de mayor urgencia e importancia para desarrollar, su énfasis recae en explicar el CÓMO de andar en santidad bajo el control del Espíritu Santo.

En el resto de la epístola Pablo nos presentará la respuesta al clamor nuestro: ¿CÓMO?
Pablo reconoce la tendencia peligrosa de convertir nuestra libertad en Cristo en ese otro extremo, el libertinaje. “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión (término militar-base) para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (v. 13).

Vale la pena recordar las palabras de la señora Jesse Penn-Lewis (a quien usó Dios grandemente en el avivamiento de Gales en 1905): “A veces el error no es más que la verdad desequilibrada, fuera del balance bíblico”.

En aquellos días del avivamiento genuino la divisa fue: “Obedece al Espíritu”. Esto resultó en grandes triunfos, pero pronto el diablo mandó espíritus engañadores que los llevó a extremos dañinos de conducta.

Hubo obediencia, pero no al Espíritu Santo. Dios usó a la señora Penn-Lewis con el énfasis bíblico acompañante de Romanos 6, nuestra muerte a la carne y la fe en el Espíritu Santo para contra balancear lo extremo: en el Mensaje de la Cruz fue la preventiva que preservó tal avivamiento genuino y sigue siendo la dinámica de la santidad hoy.

El regulador divino sigue siendo siempre el servicio constante por amor los unos a los otros. Pablo cita Levítico 19:18: “… amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”. Concuerda Jesús en Mateo 22:37–40 al unir el amor a Dios con el amor al prójimo.

Tal transformación depende exclusivamente del Espíritu, pues el ser humano es egoísta en lo sumo.

Sin embargo, en este enfoque en servir a otros haciéndolo en el amor divino, Pablo hace frente a la terrible realidad de que la carne se interpone; tantas veces trastorna la libertad en libertinaje o el legalismo.

Esta realidad se ve plasmada en las luchas despiadadas que resultan en nuestras iglesias.

¿Quién no ha vivido en carne propia las envidias, el rencor y las rupturas en nuestras iglesias y en nuestras relaciones?

Casi no existe una iglesia que no haya sufrido esta tragedia, por grande o pequeña que haya sido. Pablo hace frente ahora a eso entre los mismos gálatas; lo saca a plena luz al ilustrarlo en términos de los animales que así se tratan:
pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros” (Gálatas 5:15).

Miremos otro texto que nos ayude a respaldar este punto:
De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?
¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? 
Codiciáis, y no tenéis; 
matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; 
combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. 
Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. 
¡Oh, almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios?” (Santiago 4:1–4).

Se pudieran multiplicar otros textos semejantes. Tenemos que ser francos: las luchas internas se hacen externas y toman formas escandalosas en las mismas relaciones entre aquellos que dicen llamarse hermanos. En realidad estamos rodeados de las evidencias de la carne en pleno reino. Y todo esto en el supuesto nombre de servir a Dios. ¡Qué barbaridad!

El Espíritu Santo versus la carne en la vida del creyente hoy día
Pablo ya llegó a lo práctico de su tesis. ¿Cuál es el remedio divino contra la carne todavía tan activa entre los hermanos? Para apreciar su énfasis en el ministerio del Espíritu Santo tenemos que volver a trazar los capítulos previos.

Recuerda que Gálatas es un solo mensaje que abarca verdades sobresalientes:

  • lo genuino de la gracia de Dios (Gálatas 1:4, 5); 
  • la autoridad del evangelio en el apostolado de Pablo (Gálatas 1:11, 12); 
  • la obra fundamental de nuestra unión con Cristo en la Cruz (Gálatas 2:20); 
  • el papel clave del oír con fe (Gálatas 3:6, 7); 
  • el grave peligro de trastornar la ley en otra base de la justicia (Gálatas 5:2–4).

Por primera vez en Gálatas Pablo menciona el Espíritu Santo en Gálatas 3:2–5. “Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?”.

Esta pregunta clave debiera haber sido suficiente para apagar su interés en la ley. La oferta de los judaizante no les produjo nada, pero el simple oír con fe les trajo la justificación en Cristo y la llegada del Espíritu quien “hace maravillas entre vosotros” (v. 5).

El Espíritu Santo les llegó con base en la fe y produjo en ellos todo aquello en lo que ahora se gozan. El Espíritu Santo llegó gratis, acompañando el evangelio y transformando sus vidas. En agudo contraste la ley les fue estéril.

Las manifestaciones del poder del Espíritu ¿lo hacen por las obras de la ley, o por el oír con fe? Mediante cinco preguntas imposibles de contestar, Pablo introduce al Espíritu de Cristo como la persona que ya vive en ellos y el único que puede traer la libertad en santidad.

El primer paso hacia la victoria:
“Andad por el Espíritu” (Gálatas 5:16)
Ya le toca a Pablo dar los pasos hacia una vida bajo el control del Espíritu. Da una orden, modo imperativo en el tiempo presente siempre en vigor. “Digo, pues: Andad en (por, a través de) el Espíritu, y no (de ninguna manera jamás) satisfagáis (o el tiempo futuro fuerte: satisfaréis) los deseos de la carne” (Gálatas 5:16).

Hay varios matices de significado que podemos considerar. La orden de andar o vivir por el Espíritu está en pie y lo que sigue puede ser una garantía de que no habrá en el futuro. ¿Por qué ceder a los deseos egoístas de la carne?

Algunos interpretan “satisfacer” o “cumplir” (véase el verbo sinónimo en Romanos 8:4) en el tiempo futuro indicativo y otros dicen que es en el modo subjuntivo, un mandato indirecto.

Por un lado, tenemos la seguridad de no ceder a la carne, y por el otro una orden de no cumplir o ceder a la carne. Prefiero la primera interpretación. Ya que es el Espíritu, el Santo, que no nos involucrará nunca en ser cómplice de la carne.

El Espíritu Santo siempre produce la santidad.
Otra razón por la cual no pueden coexistir en paz el Espíritu y la carne en el andar del creyente es debido a la incompatibilidad del Espíritu Santo y la carne (Gálatas 5:17). Son polos opuestos y no hay manera de armonizar sus fines. Se oponen a sí mismos.

Si la carne anda suelta en la vida del creyente, no puede haber control del Espíritu Santo por mucho que hablemos del bautismo del Espíritu o la facilidad de orar, el cantar o hablar en lenguas o aunque, a nuestra manera de ver las cosas, hayamos tenido una gloriosa experiencia en el pasado.

La bendición del Espíritu sólo descansa en quien actualmente es santo en su manera de vivir.

Ya que es el Espíritu de Cristo (Romanos 8:9), sólo habla de Cristo y lo glorifica a Él. “Pero cuando venga el Espíritu Santo de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13–15).

Lo que nos anima es: “Hijitos, vosotros, sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

El creyente sincero frente a las dos dinámicas (Gálatas 5:17)
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”. ¿Qué quiere decir esta última frase? ¿Implica que la vida cristiana es una lucha interminable? De ninguna manera. Aunque estas dos dinámicas, el Espíritu y la carne, tienden en direcciones opuestas, hay que hacer frente a tal hecho, pero no nos obliga a vivir siempre en tal derrota espiritual.

Estas dos dinámicas son contradictorias entre sí; parecen competir; la evidencia de tal contradicción es patente en la vida de cualquier creyente sincero. Sin embargo, el hecho de que existan las dos en el creyente no nos obliga, repito, a vivir sumidos o encerrados en esa interminable lucha. A veces algunos intérpretes nos dejan con esa conclusión, ya sea dicha o inferida.

Esta sección de Gálatas introduce el posible conflicto entre el Espíritu y la carne.
Pero en Romanos 7 y 8, Pablo mismo lo examina en mayor detalle describiendo su lucha interna y gemir ante la triste realidad de la carne. Fue lo que experimentó cuando vivía bajo la condena de la ley. Con toda honestidad, el apóstol señala tres pasos hacia abajo en su quebrantamiento durante su dura lucha. Pero, al final, ese proceso lo condujo a una victoria resonante.

Tres pasos en el descenso hacia el quebrantamiento como antesala de la victoria

  1. “¿Luego lo que es bueno (la ley en su debido ministerio), vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso." (Romanos 7:13).
  2.  “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Romanos 7:18);
  3. finalmente, Pablo no pudo más: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).

Puede existir tal conflicto, pero no es de ninguna manera la suerte o el final del creyente. El evangelio provee los medios por los cuales todo creyente puede vivir bajo el control del Espíritu y no bajo el de la carne, según Pablo asegura a los gálatas.

Pablo relata en detalle la triste experiencia que le pasó cuando en dicha ocasión él aceptó la ley como el medio de la vida cristiana en Romanos 7:7–24. Pero no era la vida cristiana normal (como Watchman Nee afirma en el título de su valioso libro), porque afirma después de la iluminación del Espíritu en el siguiente verso: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo nuestro Señor” (Romanos 7:25).

Después de una brevísima referencia al pasado en Gálatas 7:25(b) se lanza en Romanos 8:1–4. “Ahora, pues, ninguna condenación (ningún tipo de condenación) hay para los que están en Cristo Jesús, Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me (nos) libró (tiempo aoristo/pasado en el original) de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó el pecado en la carne para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne sino conforme al Espíritu”.

Ésta es la victoria resonante que Pablo elabora en el resto de Romanos 8, el capítulo de la vida victoriosa bajo el control del Espíritu.

Otra Afirmación: bajo la gracia somos guiados por el Espíritu Santo (Gálatas 5:18)
Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”. Pablo reafirma que la ley sólo trae condenación porque nuestras mejores fuerzas son impotentes. Pero bajo la gracia de Dios nuestras fuerzas débiles se sustituyen por el poder del Espíritu que nos hizo ya nuevas criaturas en Cristo, soltando de una vez la misma dinámica del Espíritu. “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Esto es lo que los gálatas, tentados a volver a la esclavitud de la ley, necesitaban oír.

Pablo vuelve a su tesis que el reinado de la ley sólo provoca la carne. Cuanto más el creyente quiere refrenar la carne y sus deseos, tanto más fracaso experimenta. Los esfuerzos inútiles nuestros nos conducen a la desesperación y la frustración.

Debemos recordar que el creyente ya murió a la ley y vive unido a Cristo resucitado. “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis (casados) de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios… Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:5, 6).

La Epístola a los Romanos complementa y coincide con la carta a los Gálatas. Ambos trazan el proceder de la libertad en santidad. Romanos nos da la verdad en forma teológica y Gálatas en forma práctica frente a la ley que provoca la carne en sus múltiples manifestaciones; Pablo pronto hablará en el resto del capítulo, nuestro próximo estudio.

Poderosos puntos para tomar en cuenta

  1. La carne en pleno desarrollo resulta en celos amargos y contenciones y toda obra perversa (Santiago 3:16).
  2. El evangelio nos introduce a una nueva relación: nuestra unión con Cristo, muertos a la ley y unidos a Cristo resucitado quien opera en nosotros a través del Espíritu Santo: “Andad en el Espíritu y no satisfaréis los deseo de la carne” (Gálatas 5:16).
  3. Aunque las dos dinámicas son incompatibles, es nuestra sumisión y obediencia al Espíritu lo que produce la verdadera libertad en santidad (Gálatas 5:18).
  4. No es por los valientes esfuerzos nuestros sino por el oír con fe, nuestra muerte y resurrección en Cristo quien nos llena de su Espíritu. No es tanto una experiencia sino un andar diario.
  5. Pablo tendrá más por decir sobre las obras de la carne contra el fruto del Espíritu en el resto del capítulo cinco. Cerrará con broche de oro el tema con: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:24, 25).
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miércoles, 27 de abril de 2016

La carne tiene deseos contrarios a los del espíritu, y el espíritu a los de la carne, y éstos se oponen entre sí para que no hagan lo que deseán

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6






La carne y el espíritu
Gálatas 5:16-17

16      Digo, pues: Andad en el espíritu, y no satisfagáis los deseos apasionados de la carne.
17      Porque la carne tiene deseos contrarios a los del espíritu, y el espíritu a los de la carne, y éstos se oponen entre sí para que no hagáis lo que deseáis.

EL REMEDIO PARA GRADAR A DIOS                    LA LUCHA : CARNE -ESPÍRITU
Gálatas 5: 16. Pero digo, andad por el Espíritu, y definitivamente no satisfaréis el deseo de la carne. Que vuestra conducta sea gobernada por el Espíritu, esto es, por el don que Dios os impartió (Gálatas 3:2, 5). Si seguís su dirección e impulsos no seréis dominados por vuestra naturaleza pecaminosa, esto es, por el asiento y vehículo de los deseos pecaminosos (como en Gálatas 5:13), sino que más bien la someteréis. 
Hace falta que salgan las tiernas hojas del roble al comenzar la primavera para deshacerse del resto del follaje marchito que quedó del último otoño. Sólo lo vivo puede expulsar lo muerto. Sólo lo bueno puede echar fuera lo malo. 

El versículo 16 da a entender claramente que hay un conflicto entre el Espíritu y la carne, así que también entre la naturaleza nueva y santificada del creyente y su antigua y pecaminosa naturaleza.

Por tanto, Pablo continúa:
Gálatas 5:17. Porque la carne pone su deseo contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne; pues éstos se oponen el uno al otro … Por cierto, mientras uno se deje guiar por el Espíritu, seguramente no dará satisfacción a los deseos de la carne, pero, ¿cuán a menudo pasa que la persona no deja que el Espíritu le guie?

Y en esas condiciones, dado que el Espíritu persiste, surge un fiero conflicto dentro del corazón del creyente. Los adversarios son: El Espíritu—por eso también la nueva naturaleza habitada por El—por un lado; y en el otro lado: la carne, esto es, “el hombre viejo” de pecado y corrupción (el mismo significado que en los vv. 13 y 19 de este capítulo, y como en Gálatas 6:8; cf. Ro. 7:25; 8:4–9, 12, 13).

En relación con esta contienda, nótese lo siguiente:
(1) El libertino no experimenta este tipo de lucha debido a que sigue sus inclinaciones naturales.
(2) El legalista, destinado a la gracia y la gloria, recordando su pecaminosidad por la ley, pero no queriendo por un tiempo aceptar la gracia, lucha y lucha, mas sin conseguir la victoria o sin experimentar el sentido de un triunfo cierto y final. Esta condición persiste hasta que finalmente la gracia echa abajo todas las barreras de la oposición (Fil. 3:7ss).
(3) El creyente, mientras está en la tierra, experimenta un conflicto agonizante en su propio corazón, pero en principio ya ha ganado la victoria, como lo testifica la presencia misma del Espíritu Santo en su corazón.

Esta victoria será suya en una medida plena en la vida venidera; por lo tanto,
(4) Para el creyente redimido que está en la gloria esta batalla ha terminado. Lleva la corona de la victoria.
Así que, en cuanto al punto (3), el mismo orden de las palabras en el texto—nótese: “pone su deseo contra” y “se oponen el uno al otro”—indican la intensidad de la lucha que dura toda la vida.

Esto muestra que la vida cristiana significa mucho más que el simple hecho de pasar adelante para registrar la decisión de consagración en una reunión de avivamiento después de haber oído un mensaje poderoso, evangélico, y que apela al corazón, y mientras uno está bajo la influencia del canto de viejos himnos familiares entonados por un gran coro.

Cuando, bajo estas circunstancias, el cambio es genuino, ello es algo maravilloso, pero uno debe de tener siempre presente que como regla general un pecador no es salvo totalmente de una sola vez (“¡presto!”). No llega al cielo por un salto prodigioso. Por el contrario, tiene que continuar ocupándose de su salvación (Fil. 2:12). Esto requiere tiempo, lucha, esfuerzo intenso y empeño.

Él mismo es su más fuerte enemigo, tal como Pablo lo afirma al decir, de manera que estas mismas cosas que quisierais estar haciendo, éstas no las estáis haciendo. ¡Qué batalla entre el querer y el obrar! Pablo, escribiendo como hombre convertido (Ro. 7:14–25) y narrando sus experiencias presentes en el “estado de gracia” (para la prueba véase Ro. 7:22, 25), se queja amargamente del hecho de que él practica aquello en lo que su alma ya no se deleita; de hecho, practica lo que su ser regenerado odia (Ro. 7:15). Y clama, “¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte?” (Ro. 7:24). No obstante, también está totalmente consciente del hecho de que en la lucha entre su propia carne y el Espíritu de Dios, es del todo cierto que el Espíritu—y por tanto también Pablo—tendrá la victoria; por cierto, en principio ya es un hecho ahora mismo.

¿Podría haber habido esta pena tan genuina y teocéntrica por el pecado si Pablo no se hubiera convertido verdaderamente? ¡Por supuesto que no! En consecuencia, este mismo conflicto es la cédula de la salvación del apóstol. De manera que no nos sorprende que la exclamación “Miserable de mí … ¿quién me librará?” sea seguida por, “Gracias doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro … Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 7:25; 8:1; cf. 1 Co. 15:57).

En forma similar, aquí en Gálatas la idea de victoria por medio del Espíritu también es básica para entender correctamente el v. 18. Pero si sois dirigidos por el Espíritu no estáis bajo la ley.

El estar “bajo la ley” significa derrota, esclavitud, maldición e impotencia espiritual, porque la ley no puede salvar (Gá. 3:11–13, 21–23, 25; 4:3, 24, 25; 5:1).

Es el espíritu que nos pone en libertad (Gálatas 4:29; Gá. 5:1, 5; 2 Co. 3:17).

Ser dirigido por el Espíritu

(1) A quien concierne
Según un punto de vista más bien popular la “dirección espiritual” es un don que el Espíritu concede a un grupo selecto, “a los hombres más santos”, la flor y nata del rebaño. Es un don que les es impartido para protegerlos de daños físicos, especialmente cuando viajan, para protegerlos de situaciones peligrosas, y a veces hasta asegurarles el éxito de sus empresas.

Sin embargo, cuando—tomando Gá. 5:18 como nuestro punto de partida—seguimos hacia atrás la línea de pensamiento de Pablo, llega a ser evidente que esta limitación de la “dirección espiritual” a un grupo de supersantos es algo totalmente ajeno a su mente.

A quellos que son dirigidos por el Espíritu (Gá. 5:18) son los mismos que andan por el Espíritu (Gá. 5:16), y vice versa. Volviendo un poco más atrás, notamos que a su vez éstos son los que han sido libertados (Gá. 5:1; Gá. 4:30, 31), los que pertenecen a Cristo (Gá. 3:29), y que son “de la fe” (Gá. 3:9). Por lo tanto, todos los verdaderos creyentes son dirigidos por el Espíritu.

Además, la poderosa influencia que ejerce el Espíritu sobre ellos y dentro de ellos no tiene un carácter esporádico, como si fuera una especie de inyección puesta aquí y allá en los momentos de más necesidad y peligro. Por el contrario, es algo permanente y constante, tal como lo da a entender el tiempo del verbo aquí en Gá. 5:18: Sois dirigidos por el Espíritu. Aun cuando desobedecen al Espíritu—y ellos por cierto lo hacen, como ya lo vimos (vv. 13–17)—el Espíritu no les deja solos sino que obra el arrepentimiento en sus corazones.

Esta exposición está en plena armonía con el único otro pasaje realmente paralelo de las epístolas de Pablo, es decir, Ro. 8:14, “porque todos los que son dirigidos por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. Aquí también, el ser dirigido por el Espíritu se presenta como una característica indispensable de los hijos de Dios. Si una persona es un hijo de Dios, es dirigido por el Espíritu. Si es dirigido por el Espíritu, es un hijo de Dios.

(2) Lo que es
Antes de dar una respuesta positiva, sería bueno hacer notar lo que no es el ser dirigido por el Espíritu. Naturalmente, no puede significar ser gobernado por los propios impulsos e inclinaciones pecaminosas, ni tampoco que uno es “guiado fácilmente” a extraviarse por los malos compañeros.

También está excluida definitivamente la idea de aquellos filósofos de la moral, sean antiguos o modernos, que sostienen que todo hombre posee una naturaleza alta y baja, y que cada ser humano tiene el poder dentro de sí mismo para hacer que la primera triunfe sobre la segunda.

Esta idea está totalmente excluida, aun si sólo hubiese esta única razón, que a través de toda la enseñanza de Pablo el Espíritu Santo es una persona distinta, una en sustancia con el Padre y el Hijo. El no es “nuestro otro o mejor yo”. Véase Ro. 8:26, 27; 1 Co. 2:10; 2 Co. 13:14.

Esto muestra también que, estrictamente hablando, el ser dirigido por el Espíritu Santo no puede ni siquiera identificarse con el triunfo que experimenta el “nuevo hombre” (la naturaleza regenerada) dentro de nosotros sobre el “viejo hombre” (nuestra naturaleza corrompida, no totalmente destruida aún).

Esta victoria y la lucha sobre-entendida son muy reales por cierto; con todo, no son en y por sí mismas lo que se quiere decir por ser dirigido por el Espíritu, sino que más bien son el resultado de que el Espíritu mora activamente en nosotros. Esta victoria y lucha se sobreentienden, pero no son fundamentales.

Y, cambiando la voz pasiva por la activa para poder dar una definición, ¿qué significa, entonces, la dirección del Espíritu? Significa santificación. Es aquella constante, efectiva y benéfica influencia que el Espíritu Santo ejercita dentro del corazón de los hijos de Dios, y por la cual son dirigidos y capacitados más y más para vencer el poder del pecado que aún queda en ellos y para caminar por la senda de los mandamientos de Dios, libremente y gozosamente.
Esta definición evita los extremismos.

De esta manera, por un lado, ser dirigido por el Espíritu significa más que ser guiado por él, aunque es verdad que el Espíritu es también nuestro guía (Jn. 16:13; cf. Mt. 15:14; Lc. 6:39; Hch. 8:31; Ap. 7:17).

Pero el solo hecho de que, según el pasaje que ahora estamos considerando (Gá. 5:18), el poder esclavizante de la ley ha sido roto para todos aquellos que son dirigidos por el Espíritu, indica que esta dirección que provee el Espíritu implica mucho más que el simple hecho de “indicar el camino correcto”. Es algo que nos recuerda no tanto del guía indio que les señalaba a los primeros exploradores blancos el paso a través de las Montañas Rocosas, como del ciego de Jericó que fue llevado a Jesús (Lc. 18:40; cf. Mt. 21:2; Lc. 10:34; Jn. 18:28; Hch. 6:12; 9:2).

Sólo mostrarle el camino que debía seguir no le hubiera ayudado en nada. Cuando el Espíritu Santo dirige a los creyentes, Él viene a ser el principio controlador en sus vidas, llevándoles hasta la gloria final.

Por el otro lado, sin embargo, esta presentación también evita el extremo opuesto, que es negar la actividad y responsabilidad humana. El ciego de Jericó no fue cargado o llevado a hombro (2 P. 1:21) a Jesús, sino que él mismo caminó.

Warfield lo ha expresado muy aptamente:
“Su (la del Espíritu) parte es mantenernos en el camino y llevarnos al fin hasta la meta. Pero somos nosotros los que damos cada paso en el camino; nuestros miembros que se cansan con el trabajo; nuestros corazones que se desmayan, nuestro valor que decae—nuestra fe que revive nuestras fuerzas caídas, nuestra esperanza que inyecta nuevo valor a nuestras almas—mientras que subimos paso a paso trabajosamente” (The Power of God unto Salvation, p. 172).

Ser dirigido por el Espíritu Santo, para que sea plenamente efectivo, implica que uno se deja llevar. En cuanto a la interrelación de estos dos factores—la propia actividad de los creyentes y la dirección de Dios (el Espíritu Santo)—no podemos mejorar la declaración de Pablo que fue inspirada por el Espíritu: “Con temor y temblor continuad ocupándoos en vuestra salvación; pues es Dios el que está obrando en vosotros tanto el querer como el hacer por su beneplácito” (Fil. 2:12, 13).

(3) Sus preciosos resultados
a. Quienes son dirigidos por el Espíritu respiran el exhilarativo y vigorizante aire de la libertad moral y espiritual. No estando ya más bajo la esclavitud de la ley, obedecen a los preceptos de Dios con gozo de corazón (Gá. 5:1, 18).
b. Detestan y se oponen vigorosamente a “las obras de la carne” (5:17, 19–21, 24).
c. Aman las Escrituras (cuyo autor es el Espíritu mismo) y al Dios trino revelado en ellas en todos sus maravillosos atributos (Ro. 7:22; cf. Sal. 119; Jn. 16:14).
d. En sus vidas abunda “el fruto del Espíritu” (Gá. 5:22, 23; 6:2, 8–10).
e. Esto acrecienta su libertad de acceso al trono de la gracia (Ef. 2:18; cf. Ro. 5:1, 2; Heb. 4:14–16).
f. También va de la mano con el testimonio del Espíritu en sus corazones, asegurándoles que son hijos de Dios (2 P. 1:5–11; cf. Ro. 8:16).
g. Por último, el fruto del Espíritu que abunda en sus vidas fortalece grandemente el testimonio de ellos en el mundo, y todo esto para la gloria de Dios trino (Hch. 1:8; cf. Jn. 15:26, 27).

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martes, 19 de abril de 2016

Los que han nacido de nuevo son hijos de la promesa tal como Isaac. Pero como en aquel tiempo, el que fue engendrado según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así es ahora también.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Contra la esclavitud de la ley
Gálatas 4:8-31
8 Sin embargo, en otro tiempo, cuando no habíais conocido a Dios, servisteis a los que por naturaleza no son dioses. 9 En cambio, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor dicho, ya que habéis sido conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres principios elementales? ¿Queréis volver a servirlos otra vez? 10 ¡Vosotros guardáis los días, los meses, las estaciones y los años! 11 Me temo por vosotros, que yo haya trabajado en vano a vuestro favor. 

12 Os ruego, hermanos, que os hagáis como yo, ya que yo me hice como vosotros. No me habéis hecho ningún agravio. 13 Sabéis que fue a causa de una debilidad física que os anuncié el evangelio la primera vez; 14 y lo que en mi cuerpo era prueba para vosotros, no lo desechasteis ni lo menospreciasteis. Al contrario, me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús. 15 ¿Dónde está, pues, vuestra bienaventuranza? Porque os doy testimonio de que si hubiera sido posible, os habríais sacado vuestros ojos para dármelos.

16 ¿Resulta que ahora me he hecho vuestro enemigo por deciros la verdad? 17 Ellos tienen celo por vosotros, pero no para bien; al contrario, quieren aislaros para que vosotros tengáis celo por ellos. 18 Bueno es ser siempre celosos del bien, y no solamente cuando estoy presente con vosotros. 19 Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros, 20 yo quisiera estar ahora con vosotros y cambiar el tono de mi voz, porque estoy perplejo en cuanto a vosotros. 
Alegoría de Sara y Agar

21 Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿No escucháis la ley? 22 Porque escrito está que Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre.  23 Pero mientras que el de la esclava nació según la carne, el de la libre nació por medio de la promesa. 24 En estas cosas hay una alegoría, pues estas mujeres son dos pactos: Agar es el pacto del monte Sinaí que engendró hijos para esclavitud. 25 Porque Agar representa a Sinaí, montaña que está en Arabia y corresponde a la Jerusalén actual, la cual es esclava juntamente con sus hijos. 

26 Pero la Jerusalén de arriba, la cual es nuestra madre, es libre; 27 porque está escrito: 
  Alégrate, oh estéril, 
  que no das a luz; 
  prorrumpe en grito de júbilo 
  y levanta la voz, 
  tú que no estás de parto; 
  porque más son los hijos de la desolada 
  que los de la que tiene marido. 
28 Ahora bien, hermanos, vosotros sois hijos de la promesa tal como Isaac. 29 Pero como en aquel tiempo, el que fue engendrado según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así es ahora también. 30 Pero, ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo; porque jamás será heredero el hijo de la esclava con el hijo de la libre.  31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre. 

¿Querer ser esclavo siendo libre en Cristo? 
La exhortación de no regresar a la ley
Gálatas 4:8-31
Semillero homilético
De millonario a mendigo
4:8–10
Introducción: Leemos de personas que han perdido todos sus bienes en el colapso de la bolsa o en un juego de azar. Sería un golpe duro pasar de millonario a mendigo en un solo paso. Pero esto es lo que está pasando en el sentido espiritual a los cristianos de Galacia, según Pablo. Traza los pasos que han dado los cristianos cuando abandonaron el evangelio para volver al judaísmo. Consideremos estos pasos:
I.     Eran pobres, siervos de dioses falsos antes de conocer a Cristo, v. 8.
1.     Estaban en esclavitud al pecado.
2.     Estaban en las tinieblas de las religiones paganas.
II.     Al aceptar a Cristo, abandonaron la idolatría y los dioses falsos; son millonarios en sentido espiritual.
III.     Ahora, algunos están inclinados a volver a la pobreza, porque están pensando en volver al judaismo con sus requisitos de la ley.
1.     Tendrían que observar ciertos días y reglas concernientes a las comidas, según la ley.
2.     Tendrían que someterse a la circuncisión.
Conclusión: Según Pablo, si deciden volver a las prácticas relacionadas con el judaísmo, su trabajo parecía haber sido en vano.
El Apóstol regresa de un argumento formal a una petición a los gálatas: no regresar a la ley que esclaviza de la misma manera que las religiones paganas, a las cuales ellos antes servían.
Pablo se refiere a los cristianos que habían sido paganos, para mostrarles lo erróneo que es el regresar a una religión de esclavitud (v. 8). Antes, los gálatas habían sido paganos que servían a otros dioses que en realidad no eran tales (1 Cor. 12:2). Los dioses de los gentiles eran ídolos que los llevaban a una adoración a demonios (Deut. 32:17; 1 Cor. 10:20, 21). Satanás y sus demonios buscan la adoración de los hombres en diferentes maneras. Los gentiles eran ignorantes a esta verdad y creían en sus dioses.
Luego que llegaron al conocimiento del Dios verdadero, sus vendas fueron removidas y vieron el error tan grande en que habían estado (v. 9). Pablo aclara que la iniciativa para la salvación no es de los hombres, sino de Dios. La fe en Cristo los ha traído a una posición sublime y sería locura dejar esta posición en Cristo para regresar a una religión pagana. En la religión judía, se aplica el mismo principio. La posición de libertad en Cristo es superior a los rudimentos impuestos por la ley. El Apóstol hace una pregunta para aquellos que querían regresar a una antigua religión (Pablo tenía en mente a los judaizantes que querían imponer la ley). Sería una locura también dejar la posición de libertad en Cristo para ser esclavizados en la religión de los judaizantes que en realidad está en bancarrota.
El Apóstol menciona algunas cosas que posiblemente los gálatas estaban practicando o a punto de practicar, como requisitos que envolvían el paquete del judaísmo (v. 10). ¿Cómo sería posible haber dejado las bendiciones celestiales por ritos externos que no tienen nada que ver con las riquezas espirituales? Los días se refiere a los días sagrados en el judaísmo, el sábado era uno de ellos (Rom. 14:5). Los meses eran aquellas celebraciones que caían en el ciclo de los meses, como la luna nueva mencionada en Números 28:11–15. Las estaciones eran aquellas celebraciones que duraban más de un día. Eran las fiestas como la de los tabernáculos, la pascua, etc. Los años tenía que ver con el año de jubileo (Lev. 25:11). Pablo no estaba contra la práctica de estos días festivos, pero sí en que se impusieran estas actividades como parte de la salvación y así parte del cristianismo.
Pablo refleja una preocupación por las iglesias de Galacia (v. 11). El Apóstol temía por los gálatas que él hubiese trabajado en vano. La palabra “trabajar” es kopáo y se traduce lit. “haber trabajado hasta el punto de agotamiento total.” Toda la labor que Pablo puso para llevarles el evangelio sería en vano. La palabra vano es eiké (ver 3:4). No podemos deducir en este versículo que Pablo estaba diciendo que ellos podían perder la salvación si regresaban al judaísmo. La teología paulina acerca de la salvación va en contra de perder la salvación. En Romanos 8:35–39, el Apóstol comenta que nadie nos puede separar del amor de Cristo. También confiamos en que el trabajo redentor de Cristo será perfeccionado hasta el día de Jesucristo (Fil. 1:6). Pablo se refería aquí a su labor entre ellos, la que sería en vano en el sentido de que su mensaje no fue aceptado en sus corazones genuinamente. Seguramente, no recibieron el mensaje de gracia que fue predicado por Pablo. No es posible que después de haber probado el Espíritu Santo de Dios quisieran regresar a cosas externas de una religión. Si este es el deseo de los gálatas entonces hay algo mal en sus vidas espirituales y la labor de Pablo fue en vano. Notemos que Pablo no está diciendo que su labor fue en vano en el sentido real, pero la posibilidad estaba allí.
Con un tono de súplica, Pablo ruega a los hermanos que sean como él. El testimonio de Pablo fue uno que no buscaba los ritos externos para la salvación, como él mismo lo dice: Sabiendo que ningún hombre es justificado por las obras de la ley, sino por medio de la fe en Jesucristo, hemos creído nosotros también en Cristo Jesús (2:16). Pablo había sido un hombre celoso en el judaísmo (1:14), pero cuando Cristo lo salvó, él reconoció que lo externo no tenía nada que ver con la salvación (Fil. 3:5–7). Pablo caminaba en el evangelio de libertad. Este fue el testimonio de Pablo cuando estuvo con los gálatas. El se hizo como ellos en el sentido que no los judaizó y después les expuso el evangelio. Fue a ellos y se puso en el mismo nivel de ellos para ganarlos para Cristo. Este era el método de Pablo para evangelizar (1 Cor. 9:19–22).
La última parte del v. 12 que dice: No me habéis hecho ningún agravio, es mejor incorporarla con el v. 13. Los gálatas no le habían hecho ningún mal a Pablo, al contrario, lo recibieron con amor y compasión por una enfermedad del cuerpo. Fue en esa circunstancia que el Apóstol fue a Galacia y les predicó el evangelio. Entre el Apóstol y los gálatas había existido una relación muy especial y sincera y Pablo apela a esta relación para mostarles que lo que ha compartido no es con motivos egoístas sino para su bien. No sabemos de seguro cuál fue la enfermedad en el cuerpo del Apóstol que lo hizo ir a Galacia. Hay varias interpretaciones. Algunos piensan que fue malaria. Otros que fue el producto del abuso físico que sufrió en Listra (Hech. 14:9; 2 Tim. 3:11). Otros comentaristas piensan que la enfermedad de Pablo tuvo que ver con el aguijón en la carne (2 Cor. 12:7). Sabemos por estos pasajes que Pablo sufrió en la carne, pero no podemos concluir si estas referencias están relacionadas con la enfermedad del cuerpo mencionada en Gálatas. Es mejor interpretar esta enfermedad en el contexto de Gálatas. En el v. 15 se nos dice que era un problema de sus ojos. Uno de los problemas del Apóstol parece haber sido que no podía ver muy bien (6:11). Posiblemente era una forma de oftalmía. Podemos decir que Pablo tuvo una enfermedad en los ojos que era muy molesta.
La apariencia del Apóstol no era muy agradable cuando fue a Galacia. Los gálatas pudieron haber despreciado y rechazado a Pablo por su apariencia pero no fue así. Ellos lo recibieron como un ángel de Dios, como a Cristo Jesús (v. 14). Ellos lo recibieron como se recibe a un ángel con gozo y respeto y aun más como a Cristo Jesús. Ellos recibieron a Pablo como mensajero del evangelio y creyeron su mensaje sin ninguna reserva. Es interesante ver como en una circunstancia difícil en la vida del Apóstol, Dios se manifestó en una manera muy especial.
Aprecio por los siervos de Dios
Los hermanos de Galacia fueron un ejemplo digno de imitar en su aprecio por el trabajo de Pablo. A veces se escucha que alguna madre dice, ante la enfermedad de su hijo:“Me sacaría los ojos y se los daría si lo pudiera curar.” ¿Estamos dispuestos a una actitud de sacrificio en favor de los que nos ministran la Palabra de Dios?
Pablo les pregunta dónde está ese gozo y el agradecimiento profundo que tenían por él cuando les predicó el evangelio (v. 15). Tanto era el agradecimiento y amor que los gálatas sentían por Pablo, que ellos darían sus propios ojos a Pablo para que él viera mejor. Ahora se habían hecho enemigos de Pablo por haberles dicho la verdad (v. 16). Era tanta su inconsistencia que el amor y aprecio que tenían por el Apóstol ahora se había convertido en enemistad. Ellos estaban dejando el mensaje genuino y al mensajero para seguir a unos engañadores con sus falsas doctrinas.
Los judaizantes tenían celo por los gálatas pero no era para el bien (v. 17). La palabra griega que se traduce celo es zélos y significa “estar celoso, ser envidioso; poner el corazón en, esforzarse por; tener o mostrar gran interés en”. La palabra celo en sí no es mala pero el contexto indica a qué clase de celo se está refiriendo el autor. El celo de los judaizantes era negativo. Ellos querían apartar a los gálatas de Pablo y en realidad del mismo Jesucristo. A los ojos de Pablo, el aceptar estos ritos externos era un desligamiento de Cristo (5:4). El pensamiento paulino de aquello que los judaizantes estaban haciendo en separar a los gálatas para ellos era el mismo que en 2 Corintios 11:2 donde él da la metáfora de un matrimonio. La acción de los judaizantes se podía comparar a una persona que seduce a la novia para separarla de su novio o de su prometido. Pablo aclara que es bueno mostrar celo, pero que sea bueno, la clase de celo que el Apóstol les mostró cuando estaba con ellos (v. 18). No como los judaizantes que tan pronto Pablo les dio la espalda vinieron, los cortejaron y los separaron del Apóstol. Las gálatas debían siempre mostrar esta clase de actitud que les fue enseñada en el evangelio y no solamente en la presencia del Apóstol.
El Apóstol ha argumentado su evangelio como un abogado, ha expuesto su mensaje contra un jurado algo escéptico. Pablo ahora les habla como una madre que ama a su hijo amado, quien quiere irse de sus brazos hacia un camino no correcto. Fue por medio de Pablo que los gálatas nacieron en un nacimiento espiritual. Con dolor en su corazón Pablo les llama hijitos míos (v. 19) y les explica que otra vez está sufriendo dolores como una mujer en parto. Pablo sufrió por primera vez cuando fue a ellos por las circunstancias personales (v. 19). Ahora, el Apóstol sufre por las circunstancias en que se encuentran los gálatas. Ellos estaban yendo en una dirección que era contraria al evangelio de Cristo. El Apóstol deseaba ver a Cristo visible en la vida de los gálatas. Es el mismo pensamiento que expresó en 2 Corintios 3:18: Por tanto, todos nosotros, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. La palabra griega morfóo que se traduce sea formado tiene la idea de la formación de un embrión. La idea entonces es el crecimiento espiritual que es interno. A la luz de los frutos de los gálatas, había pocos frutos o mucho que crecer en la vida espiritual o posiblemente el Apóstol no estaba totalmente convencido de su salvación.
Joya bíblica
... por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros (4:19).
No sabemos de seguro por qué Pablo no podía visitar a los gálatas en este punto (v. 20) pero él comparte el deseo que tenía de verlos y de cambiar de tono. El cambiar de tono no quiere decir que él iba a cambiar de opinión acerca de su evangelio ni modificar sus argumentos. Pero es mejor interpretarlo como que si estuviese presente su estilo hubiese sido diferente. El hubiese hecho preguntas para saber más del problema. Aunque no puede estar con ellos Pablo expresa su sorpresa en cuanto a la decisión de regresar a la esclavitud de la ley.
Sin ninguna introducción, Pablo regresa al argumento de la gracia y la ley. Posiblemente Pablo se dirige a los judaizantes y a las personas que cayeron en la red de la exégesis judía. Pablo les hace una pregunta a aquellos que demandaban estar bajo la ley y a los que querían estar bajo la ley (v. 21). Aquellos que desean ser encarcelados por la ley, ¿no has oído lo que la ley dice? Si quieren caminar por la ley (la ley de Moisés) entonces escuchen lo que la ley enseña.
Pablo comienza con una parte de la vida de Abraham en la cual los judaizantes basaban la mayor parte de su argumento (v. 22). Abraham tuvo dos hijos. El primer hijo se llamó Ismael y nació de una esclava egipcia que se llamó Agar, la esclava de Sarai, esposa de Abraham (Gén. 16). Después de un tiempo, Sara tuvo un hijo que fue prometido por Dios a Abraham. Isaac nació de Sara que era libre (Gén. 21). El hijo de la esclava nació con un nacimiento normal según la carne en el v. 23. Pero el hijo de Sara nació según la promesa de Dios. Dios, a través de un milagro, permitió que Sara y Abraham en su vejez tuvieran un hijo (comp. Rom. 4:18–21).
Después de narrar este evento histórico, Pablo lo usa como una alegoría para mostrar un contraste entre la ley que esclaviza y la promesa que es libre (v. 24). La palabra alegoría es allegoréo , que es una interpretación de un documento en lo cual algo particular o escondido es introducido en el significado del texto. Notemos que Pablo no niega el contenido histórico de la Escritura pero da un significado adicional o escondido de la historia sagrada. Algunos maestros de la Biblia que creen en la interpretación alegórica de la Biblia usan este pasaje como apoyo para alegorizar. Estos maestros siguen los pasos de Orígenes en el segundo siglo después de Cristo. También Agustín fue influenciado por el concepto alegórico de Orígenes. El problema de interpretar la Biblia alegóricamente es que su historia es de un significado mínimo y el significado escondido es de más importancia. Pablo alegorizó las esposas de Abraham y sus hijos pero no eliminó el contexto histórico. Las dos mujeres son dos pactos. El primero proviene del monte Sinaí donde la ley fue dada al pueblo de Israel. Lo que Pablo quería decir es que Agar era una esclava y la ley que fue recibida por Israel también esclaviza. Como el hijo de Agar fue esclavo, los hijos de la ley serán también esclavos.
Pablo continúa su alegoría de un pacto que es Agar y el monte Sinaí donde la ley fue recibida por Moisés (v. 25). Del monte Sinaí, Pablo se refiere a la Jerusalén física donde la ley era observada y enseñada por los religiosos y posiblemente los judaizantes se referían a Jerusalén como el centro de la religión verdadera.
El segundo pacto es el de la promesa y es el pacto de gracia por medio de Jesucristo. Pablo no menciona a Sara ni su hijo Isaac, pero menciona la antítesis de la Jerusalén física que es la celestial, la madre de todos los que están en el pacto de la gracia. La palabra madre (v. 26) tiene que ver con los creyentes que son sus ciudadanos. El mismo pensamiento se encuentra en el Salmo 87:5 cuando el salmista menciona a Sion y dice: De Sion se dirá: “Este y aquél han nacido en ella.” La Jerusalén de arriba es la misma Jerusalén que Abraham esperaba que era la ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios (Heb. 11:10). Es interesante que en el AT Dios le dijo a Moisés cómo construir un tabernáculo terrenal. También Dios edificará una ciudad para la morada eterna de sus hijos como lo testifica el apóstol Juan en Apocalipsis 21. En general la alegoría de dos pactos se puede visualizar en el siguiente resumen:
Agar, la mujer     Sara, la mujer
en esclavitud     libre
Ismael, el     Isaac, el
nacimiento natural     nacimiento
     sobrenatural
Jerusalén terrenal     Jerusalén celestial
Judaísmo     Cristianismo
Pablo escribe una cita de Isaías 54:1 en el v. 27. Cuando Isaías escribió esta porción, Israel estaba en la cautividad en Babilonia. Estas palabras fueron parte de una profecía para confortar a Israel en su cautividad y tenía que ver con la restauración futura de Israel (Isa. 54–56). Pablo escribe este versículo de Isaías para mostrar que aunque Israel en la cautividad no tenía sus hijos, sin embargo Dios le da una promesa de regocijo la cual era su restauración futura. También a Sara, que no tenía hijos, Dios le dio una promesa de regocijo y era que daría a luz un hijo, Isaac (Gén. 21:6). Fue por la descendencia de Isaac que se originó el pueblo de Israel y Jesucristo se encarnó como judío y por medio de él hay muchos hijos (judíos y gentiles) que son parte de la promesa de Dios.
Pablo compara el nacimiento de Isaac con el del cristiano (v. 28). Isaac experimentó un nacimiento sobrenatural, así también los cristianos experimentan un nacimiento que es un milagro de Dios (Juan 3:3, 5). Como Isaac, los cristianos son hijos de la promesa y de la bendición de Dios.
En el v. 29 el Apóstol continúa aplicando su alegoría que comenzó en el v. 22. Ismael persiguió a Isaac cuando se le hizo un banquete en el día que fue destetado. Ismael se burlaba de Isaac. Posiblemente Ismael pensaba que él era el heredero de los bienes de su padre porque era el mayor y se burlaba de su hermano menor. La tensión entre Ismael (los árabes) e Isaac (los judíos) permanece hasta hoy. Pablo lo aplica a la persecución que había en su tiempo entre los judaizantes que exaltaban la ley que traía la esclavitud y los hijos de la promesa que eran nacidos según el poder del Espíritu. Pablo regresa a la ocasión cuando Ismael se burló de Isaac y pregunta qué dijo la Escritura acerca de este incidente (v. 30). Pablo cita lo que Sara le dijo a Abraham: Echa a la esclava y a su hijo, porque jamás será heredero el hijo de la esclava con el hijo de la libre (comp. Gén. 21:10). No había campo para que Ismael se conviertiera en un coheredero con Isaac. Dios permitió la petición de Sara (Gén. 21:10, 12). Esto les recuerda a los lectores en Galacia que el observar la ley no trae una herencia en la familia de Dios. Hay una separación en el sentido que no tienen la herencia en común entre la religión externa y el nacimiento interno que es por el Espíritu.
Pablo concluye su argumento entre Ismael e Isaac diciendo que los cristianos no son los hijos de la esclava y no tienen nada que ver con la esclavitud sino son hijos de la libre o de la promesa y herederos de Dios (Rom. 8:17).
Paralelos y contrastes
Hagar — esclava                                           Sara — libre
Ismael, hijo de Satanás                                  Isaac, hijo de la promesa
Acto de la carne                                             Acto de fe
Sinaí, hijos de esclavitud en la ley                 Jerusalén, pueblo libre
Perseguidor                                                    Perseguido
Arabia                                                            Ciudadanía celestial
Ira                                                                   Misericordia
Rechazo                                                         Herencia
Condenación                                                  Salvación
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