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sábado, 14 de mayo de 2016

Pablo, prisionero de Cristo Jesús, y el hermano Timoteo; a Filemón el amado y colaborador nuestro, a la hermana Apia, a Arquipo nuestro compañero de milicia, y a la iglesia que está en tu casa

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Onésimo, Pablo, Filemón y Timoteo: Hermanos en Cristo



EL HERMANO TIMOTEO y LA EPÍSTOLA A FILEMÓN

Pablo es el responsable de la Epístola, pero ha querido incluir en la autoría al hermano Timoteo.

El apóstol le concede lo que es quizás el título más sencillo y entrañable en la comunidad de la fe: le llama hermano. Luego, hablando de otros compañeros, empleará otros sustantivos: colaborador, compañero de milicias, hijo, compañero de prisiones. Pero ahora, al hablar de aquella persona que más supo comprender al apóstol y estar a su lado, le llama sencillamente hermano, lo cual demuestra toda la fuerza de especial afecto y ternura que puede haber en aquella palabra.

Puesto que la relación fraternal servirá de base para las peticiones de Pablo a Filemón —Pablo le llamará hermano en el versículo 20 y le pedirá con respecto a Onésimo que le reciba ya no como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado (v. 16)—, es apropiado que desde el primer momento de la carta Pablo empiece hablando de consiervos suyos como hermanos.

Ésta es la vinculación básica que une a los creyentes entre sí. Es la que nos da derechos y privilegios en la familia de Dios, pero también responsabilidades ante los demás. Por esto podemos contar los unos con los otros, a veces sin apenas conocernos, y ayudarnos mutuamente: porque somos hermanos. Ésta es la base de la apelación a Filemón y es la base de la relación entre Timoteo y Pablo.

¿Y por qué es mencionado Timoteo y no los otros compañeros? Probablemente porque a estas alturas Timoteo no es el aprendiz que salió de Listra como compañero de Pablo hacía muchos años, sino el consiervo y consejero en cuyos criterios Pablo deposita mucha confianza.

Tanto en la situación que tiene que afrontar en la Epístola a los Colosenses como en la de Filemón, es posible que Pablo haya buscado en Timoteo a un compañero con el cual compartir sus pensamientos. Sin duda, los dos pasaron tiempo hablando de estas situaciones y ahora Pablo quiere reconocer el lugar que el consejo, discernimiento y sabiduría de Timoteo ocupan en la redacción de las cartas.

Si bien éstas llegan con la fuerza de su propia autoridad apostólica —y son escritas mayormente en primera persona del singular— llegan con el respaldo de Timoteo. Son fruto de la reflexión de dos destacados y reconocidos líderes espirituales. Por lo tanto, hay doble razón para prestar atención a lo que dicen.
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jueves, 12 de mayo de 2016

Pablo, anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo... Te ruego por mi hijo que engendré en mis prisiones

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6






¿Eres prisionero de Jesucristo?


PABLO, PRISIONERO DE JESUCRISTO

Como era costumbre en aquel entonces, el autor de la carta se identifica desde la primera palabra de la misma: Pablo.

Casi nadie duda de la autoría paulina de esta pequeña epístola. Los pocos que la han cuestionado lo han hecho por querer desestimar la autoría paulina de Colosenses, epístola con la cual, como veremos, la de Filemón está estrechamente vinculada. Pero todas las evidencias, tanto externas como internas, indican que Pablo fue el autor.

En cuanto a las externas, podemos mencionar el testimonio de Eusebio, quien dice que todos sus contemporáneos aceptaban la autoría paulina de Filemón como verdadera, genuina y reconocida. Igual testimonio dan Tertuliano, Orígenes, Marción, el fragmento de Muratori y otros.

En cuanto a las evidencias internas, podemos señalar que el estilo, el lenguaje y la doctrina son eminentemente paulinos, mientras el nombre de Pablo figura no solamente al comienzo de la Epístola, sino también dos veces más en medio de ella, y esto de tal manera que sería inconcebible que fuesen palabras de un imitador de Pablo que haya «tomado prestado» su nombre, a no ser que hubiese tenido intenciones absolutamente fraudulentas.

Por otra parte es enormemente difícil imaginar por qué retorcidos motivos un falsificador inventaría una carta de este tipo, en la cual no hay ninguna doctrina controvertida, ningún énfasis especial, sencillamente la elaboración de una situación personal.

Al menos en una primera lectura, el contenido de Filemón parece intrascendente porque, como hemos dicho, las lecciones espirituales no tienen que ver tanto con la circunstancia particular de la carta, sino con la manera en la que el apóstol la aborda.

    Aquí se trata de circunstancias absolutamente individuales y que parecen no contener mucha instrucción para un lector superficial.

    La carta es algo único entre todos los escritos del Nuevo Testamento en cuanto que se ocupa sólo de un asunto puramente privado.

Por lo tanto, a estas alturas sólo una mente malintencionada querría impugnar la autoría de Pablo. Podemos, entonces, aplaudir el hecho de que …

    … los autores más recientes tienen el buen gusto de no discutir ya la autenticidad de este pequeño escrito inimitable.

Pablo indica que su situación en el momento de escribir era la de un prisionero. Seguramente en aquel entonces se encontraba en la casa alquilada en la que —según nos cuenta Lucas— Pablo pasó su primer «encarcelamiento» romano.

Al acabar su tercer viaje misionero, Pablo se dirigió a Jerusalén y visitó el templo (Hechos 21). Allí fue reconocido por algunos judíos de Asia, quienes le acusaron de predicar contra la ley y de introducir a gentiles en el templo.

A causa del disturbio que provocaron, las autoridades imperiales tuvieron que intervenir y llevaron a Pablo primero a la fortaleza romana y posteriormente a Cesarea Marítima. Después de muchas demoras en la vista de su causa, y ante la amenaza de ser trasladado nuevamente a Jerusalén, donde los judíos planeaban asesinarlo, el apóstol utilizó sus derechos de ciudadano romano y exigió ser juzgado por el tribunal imperial de Roma. Por lo tanto, emprendió el largo y difícil viaje a Roma (Hechos 27). Una vez allí, estuvo bajo custodia durante un mínimo de dos años a la espera de su juicio:

    Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase …

Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento (Hechos 28:16, 30, 31).

En total, entre las estancias en Jerusalén, Cesárea y Roma y los meses de viaje, podemos sumar un período de unos cinco años en los cuales Pablo estuvo preso. En algún momento de estos cinco años recibió la visita de un tal Epafras. Él procedía de la iglesia de los colosenses y comunicó al apóstol las noticias —algunas de ellas preocupantes— acerca de la situación en Colosas.

Pablo redactó la Epístola a los Colosenses en respuesta a esas noticias y decidió enviarla por medio de su compañero Tíquico, juntamente con Onésimo.

A través de Colosenses 4:7–8 aprendemos que Onésimo procedía de Colosas y que, por lo tanto, era en aquella ciudad donde Filemón residía. Todo hace suponer que las dos epístolas —a los Colosenses y a Filemón— fueron escritas por Pablo en el mismo momento y al mismo destino.

Pero ¿desde qué lugar las escribió: estando Pablo en Cesárea o en Roma? Aunque en realidad la ubicación geográfica importa poco, porque no afecta el contenido de las cartas, hemos dicho que seguramente fue en Roma desde donde el apóstol las escribió, y esto por las razones siguientes:

    —En primer lugar, es más probable que Onésimo huyera a la capital del imperio que a una provincia como Palestina.

    —En segundo lugar, porque hay referencias en Colosenses (Colosenses 4:3–4) que indican que Pablo disfrutaba de cierta libertad para predicar el evangelio, lo cual sabemos que era cierto en Roma, pero sospechamos que no era el caso de Cesarea.

    —En tercer lugar, porque sabemos que algunos de los compañeros mencionados tanto en Colosenses como en Filemón estuvieron presentes con Pablo en Roma. Es más probable que tuviesen acceso a Pablo estando él en una casa alquilada que cuando estaba en la prisión de Cesarea. Por otra parte, algunas personas que sabemos que estuvieron en Cesarea (como Felipe; ver Hechos 21:8,–9) no son mencionadas en Colosenses y Filemón.

    —También, y en cuarto lugar, Tíquico, además de llevar las Epístolas a los Colosenses y a Filemón, llevó la carta de Pablo a los Efesios (véase Efesios 6:21). Éfeso cae en la ruta desde Roma a Colosas, pero no desde Cesarea.

Ninguna de estas razones es de suficiente peso en sí como para establecer sin lugar a dudas que la Epístola a Filemón fue escrita desde Roma, pero a la luz del conjunto de todos estos pequeños detalles, la mayoría de los comentaristas suponen que la fecha de la carta cae aproximadamente entre los años 61 y 63, en algún momento del primer encarcelamiento romano.

Sin embargo, Pablo trata como asunto de poca importancia el que sea prisionero de los romanos. Lo que le importa mucho más es que él sea prisionero de Jesucristo (literalmente, «encadenado» de Jesucristo).

Si sacáramos esta frase de su contexto, podría significar sencillamente que el Señor Jesucristo ha «cautivado» a Pablo, casi como si fuese una frase sinónima de siervo de Jesucristo. Él se siente atado a Cristo por la fe y la dedicación, con vínculos tan fuertes que está sin libertad de actuar fuera del ámbito del señorío de Jesucristo.

Pero si la frase hubiese significado esto, Pablo podría haberla empleado desde el momento de su conversión. Sin embargo, Pablo mismo indica que es una frase de aplicación reciente, porque en Filemón 9 dice: Pablo, ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo. Se refiere, entonces, a sus prisiones en Roma, pero entiende que éstas son el resultado directo de la providencia de Cristo.

Su encarcelamiento es el resultado directo de su amor y fidelidad a Jesucristo. Por lo tanto, esta frase significa,

  • en primer lugar, que Pablo es prisionero por causa de Jesucristo (cf. Filemón 13: mis prisiones por el evangelio). Pero, en 
  • segundo lugar, Pablo era muy consciente de la providencia y soberanía de Dios en todas sus circunstancias y sabe que si está en la cárcel es por la voluntad de Jesucristo. Sólo en segundo lugar Pablo se considera prisionero de las autoridades civiles. 
En primer lugar está en la cárcel por designio divino. Su vida está en manos del Señor y Él está gobernando sus circunstancias:

    Cierra los ojos a todas las causas secundarias y ve en su prisión, como José lo había visto antes, a la sabia Providencia.

¿Por qué esta insistencia de Pablo en sus prisiones? En la epístola «gemela» a los Colosenses, Pablo se describe a sí mismo como apóstol de Jesucristo y sólo hace menciones pequeñas e indirectas de su encarcelamiento (Colosenses 1:24; Colosenses 4:7, 10, 18). En cambio, en la breve Epístola a Filemón insiste en el tema (Filemón 1, 9, 10, 13, 23).

El cambio de títulos es significativo. En Colosenses Pablo asume la autoridad que le ha sido otorgada por el Señor en la definición de doctrina y espera de sus lectores que acaten su autoridad, se alejen de los falsos maestros y presten toda atención a la buena doctrina autorizada.

Pablo podría haber empleado aquella misma autoridad en el caso de Filemón. Escribe pidiéndole ciertos favores. Sin embargo, tratándose de una cuestión de orden doméstico y de una situación íntima, Pablo deliberadamente renuncia a emplear imposiciones apostólicas y apela a Filemón como su hermano.

    Te ruego por amor, siendo como soy, Pablo ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo; te ruego por mi hijo Onésimo … Nada quise hacer sin tu consentimiento, para que tu favor no fuese como de necesidad, sino voluntario … Yo, Pablo, lo escribo de mi mano, yo lo pagaré; por no decirte que aun tú mismo te me debes también. Sí, hermano, tenga yo algún provecho de ti en el Señor; conforta mi corazón en el Señor (Filemón 9, 14, 19, 20).

Podría haber exigido a Filemón, en el nombre de Cristo, lo que le pide por amor y como favor. Pero renuncia a la autoridad apostólica en este caso. Prefiere escribir como prisionero de Jesucristo:

    Al escribir a las iglesias, lo que pone en prominencia es su autoridad. Pero esto no sería útil aquí. No le parece apropiado mandar a Filemón lo que tiene que hacer con Onésimo. Prefiere rogarle … Apela a la compasión de Filemón más bien que a su conciencia.

    Pablo no se presenta como apóstol con derecho a exigir obediencia a sus peticiones de un miembro de la iglesia, sino como prisionero de Jesucristo … El que pide que Filemón tome medidas que exigen sacrificio no es alguien que no conozca el sacrificio. Ha perdido su libertad por la causa de Cristo y éste es el fundamento de su petición.

    Pablo omite deliberadamente el título de apóstol, siendo su intención hablar sólo de amigo a amigo.

Sin embargo, si bien el título prisionero de Jesucristo es evidencia de condescendencia y humildad de parte del apóstol, su uso tiene que haber comunicado a Filemón, con gran diplomacia y tacto, la idea de que el sacrificio que Pablo pedía a Filemón era poca cosa en comparación con lo que él mismo estaba dispuesto a pagar a causa de su compromiso con Cristo.

    En comparación con el sacrificio que yo estoy haciendo, ¿no es el favor que te pido algo más bien fácil?

    Las circunstancias deplorables de Pablo hacen ínfimas las de Filemón.

    Con gran tacto escoge Pablo este término, para dar más fuerza a la petición que seguirá inmediatamente y ahora prepara en favor de Onésimo. Ciertamente, el conceder el perdón será para Filemón un sacrificio menor que el que está padeciendo Pablo. Es razón que haga lo que cueste menos quien ve a su padre, maestro y superior padecer lo que cuesta más.

Éste es un ejemplo de lo que ya hemos dicho acerca del tacto y la discreción del apóstol, y de cómo rehuye abusar de las relaciones fraternales o de sus propios derechos apostólicos. Tiene sumo cuidado en no ejercer presiones psicológicas o espirituales indebidas sobre su amigo. Podría haber dicho: Yo soy apóstol y te digo que debes recibir a Onésimo. Sin embargo, hace la misma petición evitando toda prepotencia y ofensa, pero esto sí, aduciendo sus «derechos» de prisionero por la causa de Cristo.

    Cualquier petición que [Pablo] haga, y cualquier favor que se le conceda, estará en relación con la causa del Amo al que tanto Pablo como Filemón pertenecían. El llamamiento que sigue se verá, pues, reforzado con la compasión y reverencia debidas a quien sufre en el nombre de Cristo.

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lunes, 9 de mayo de 2016

Porque oigo del amor y de la fe que tienes para con el Señor Jesús y hacia todos los santos, de manera que la comunión de tu fe ha venido a ser eficaz en el pleno conocimiento de todo lo bueno que hay en nosotros para la gloria de Cristo.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




MUCHA LIBERTAD EN CRISTO: ONÉSIMO ARREPENTIDO


¿PARA QUÉ LEER LA EPÍSTOLA A FILEMÓN?

Con frecuencia oímos decir que el tema de la Epístola a Filemón es la esclavitud:

    La carta trata con el problema de la esclavitud, el tráfico de vidas humanas, y cuál debe ser la respuesta cristiana a ello.

Sin embargo, aun una lectura somera del texto revela que éste no es el caso. Es cierto que el contenido de la Epístola tuvo profundas implicaciones para la esclavitud, pero su tema no es la esclavitud.

La carta hace referencia a un esclavo y explica cómo debe ser recibido en una comunidad cristiana, pero no entra en debate sobre la actitud cristiana hacia la esclavitud como institución.

Y si bien podemos afirmar que, si todo el mundo tuviese las mismas actitudes que vemos en Pablo hacia los esclavos, acabarían automáticamente aquellos abusos en el trato humano que la esclavitud institucional suele comportar, aun así no podemos decir que Pablo esté atacando a la institución en sí.

De hecho, el apóstol trata mucho más directamente el tema de la esclavitud en otros textos (como, por ejemplo, 1 Corintios 7:21–22; Gálatas 3:28; Efesios 6:5–9; Colosenses 3:22–4:1; 1 Timoteo 6:1–2; Tito 2:9–10), un estudio de los cuales nos revelaría mucho más acerca de la enseñanza apostólica en torno a la esclavitud que la que encontramos en la Epístola a Filemón.

Ciertamente ésta despierta en nosotros algunas preguntas acerca de la esclavitud y exige a los cristianos comportamientos que, como ya hemos dicho, acaban implícitamente con los peores abusos de la misma. Sin embargo, la esclavitud en sí no es el tema de la Epístola.

Entonces, ¿cuál es su tema?
Estrictamente el tema de Filemón es un asunto de orden práctico. Como dice un comentarista:

    Su contenido es específico. Quizá ningún otro libro bíblico sea tan concreto en cuanto a que haya sido escrito para tratar un solo tema. Hay un punto que Pablo quiere compartir con Filemón. Al margen de los naturales saludos, se limita a hablar de ello y absolutamente nada más. Por eso, nos deja a oscuras en muchas cosas que nos interesaría saber … En Filemón no hay nada doctrinario … Pablo daba por sentado que Filemón conocía ya la doctrina. No era necesario explicársela.

El asunto práctico que la carta aborda es sencillamente la petición de que Filemón reciba a Onésimo con espíritu de perdón y como hermano en el Señor Jesucristo. Las circunstancias de la carta, entonces, son eminentemente prácticas: la necesidad del apóstol de interceder por Onésimo ante un amo ofendido, la petición de benevolencia y amor fraternal hacia el prófugo y —si acaso queremos un segundo «asunto»— la petición de hospedaje para Pablo mismo (Filemón 22).

Éstas son las cuestiones tratadas.
No son en sí mismas temas teológicos, ni siquiera éticos, aunque tienen implicaciones tanto doctrinales como morales.

La teología y la ética de la Epístola se encuentran más allá de su superficie, en el substrato, en las actitudes que subyacen en las peticiones del apóstol. Sin duda fue más bien a causa de ellas, y no por el contenido de la carta en sí, por lo que Filemón fue incorporada dentro del canon del Nuevo Testamento, porque es una Epístola sumamente aleccionadora en cuanto a ciertas actitudes y premisas que deben caracterizar nuestras relaciones fraternales.

Si bien el tema de la Epístola es de importancia relativa, las lecciones prácticas que podemos aprender de ella son de gran trascendencia y pueden ser resumidas en cuatro epígrafes:

    1.      En primer lugar, en Filemón aprendemos:

  •  el tacto, 
  • la cortesía, 
  • la discreción, 
  • la amabilidad, 
  • el respeto, 
  • la delicadeza y 
  • el civismo que deben caracterizar el trato entre creyentes. 
El hecho de que seamos hermanos en Cristo establece entre nosotros ciertas obligaciones y derechos, y éstos, en principio, se prestan a que se abuse fácilmente de ellos. Pero, al leer esta carta, vemos cómo Pablo trata con delicadeza, respeto y afabilidad los derechos que tiene como apóstol y las obligaciones de Filemón, y nunca abusa de ellos.

El hecho de tener ciertos privilegios como miembros de la familia de Dios y de saber que nuestros hermanos tienen obligaciones hacia nosotros nunca debe conducirnos a actitudes de presunción, de abuso o de chantaje moral.

      Esta Epístola da una muestra de la sabiduría más elevada en cuanto a la manera en que los cristianos deberían tratar sus asuntos sociales sobre principios más elevados.

      No contiene exposición ninguna doctrinal ni exhortaciones a la vida cristiana … Su valor consiste en el hecho de que ofrece una lección objetiva de cristianismo práctico … Suministra un ejemplo inspirador de conducta cristiana. Ante todo esta carta es un modelo de cortesía cristiana … No contiene la más mínima afectación, ni engreimiento, ni adulación, ni esfuerzo por impresionar. Es prototipo de sinceridad absoluta y cortesía perfecta.

      Las generaciones se han maravillado de la forma en que [Pablo] logró mantener el tono afectuoso y la mansa fortaleza que le daba su posición de padre espiritual de Filemón. Hay como una oscilación entre lo enérgico y lo bondadoso, que hace que estas líneas sean un modelo para la correspondencia de todos los tiempos.

      [La Epístola a Filemón] nos permite ver la cordialidad de las relaciones humanas que [Pablo] sostiene con un amigo; el tacto y la finura psicológica con que lo lleva a acceder a una súplica; el fino humor con que le propone renunciar a un legítimo derecho y la delicadeza con que le sugiere hacer lo que él no se atreve a pedirle.

    El tono de la Epístola nos recuerda lo que el mismo Pablo escribió a Timoteo:

      El siervo del señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen (2 Timoteo 2:24).

    La lectura de Filemón nos demuestra claramente que Pablo practicaba lo que predicaba.

    2.      En segundo lugar, la Epístola nos enseña ciertas virtudes de la vida cristiana como son 
  • el amor, 
  • el perdón y 
  • la reconciliación. 
Estas virtudes son expresadas de manera sencilla en medio de situaciones cotidianas y reales, no de forma teórica en medio de un tratado moral. Pero precisamente por eso nos llegan con mayor impacto y hermosura.

La auténtica cortesía no se aprende en escuelas de buenos modales, sino como consecuencia de descubrir en Cristo una fuente de amor. El verdadero amor es abnegado y busca el bien del otro, por lo cual siempre se expresa con la cortesía y respeto que acabamos de decir es una de las principales lecciones de esta carta.

    El amor de Pablo hacia Filemón y hacia Onésimo llenan el texto. Abundan frases de tierno afecto, de solidaridad, de cariño. La disposición del autor, y la que espera de sus lectores, es de sacrificio personal por el bien del otro.

El amor de Cristo manifestado en la vida del apóstol es el que derriba barreras sociales, convierte en «hijo» (Fil 10) al siervo inútil y hace que la relación amo-esclavo se disuelva para siempre en una nueva relación fraternal. El amor es la base sobre la cual Pablo funda sus peticiones (Fil 9). Pero el amor no es sólo un sentimiento entrañable; también se ha de manifestar de maneras prácticas. Y Pablo apelará a Filemón para que él practique por amor aquel perdón en el caso de Onésimo del cual él mismo ha sido objeto en Cristo. Aunque la palabra perdón no se encuentra en esta carta, el espíritu de perdón la llena.

    3.      Y esto nos conduce a la tercera gran lección que podemos aprender de esta epístola: la autenticidad del poder transformador del evangelio.

    El autor de la carta había sido hebreo de hebreos, fariseo de fariseos, un celoso de la Ley que, en su fanático afán de mantenerse puro de toda contaminación moral, antes había tratado a los gentiles como perros inmundos.

Ahora se considera a sí mismo apóstol a los gentiles y la redacta con el fin de interceder a favor de su amado hijo espiritual, el esclavo gentil Onésimo. ¿Qué ha efectuado este cambio radical en su vida, en sus actitudes, en sus relaciones y afectos? ¿Qué hace que un arrogante fariseo pueda humillarse y sacrificarse por un despreciado gentil? El poder transformador del evangelio de Jesucristo.

    Vemos este poder operante en Onésimo, convirtiéndolo de inútil en útil, de esclavo prófugo en hermano amado (v. 16). Lo vemos también en Filemón, haciéndole generoso en la concesión de su casa para el uso de la iglesia (v. 2), en su preocupación por las necesidades de todos los creyentes (vs. 5, 7) y —así lo esperamos— en el perdón y amor reconciliador que brinda al esclavo pródigo.

    Esta pequeña carta es la demostración de que el evangelio realmente funciona. Precisamente porque es una carta circunstancial de poco desarrollo teológico explícito, que trata sobre asuntos cotidianos y personas normales, por esto nos convence.

La vida de sus protagonistas sirve como espejo para reflejar la autenticidad del evangelio. Al estudiar este «espejo» tendremos que mirarnos a nosotros mismos. En aquellas vidas el evangelio funcionó, pero ¿qué de las nuestras? Éste es uno de los retos de la Epístola.

    Nuestra lucha a favor de cualquier reforma social siempre estará condenada al fracaso —o, como mucho, al éxito parcial— si no contamos con el poder transformador de Cristo. Nuestra sociedad no practica la esclavitud institucional, pero muchas de las características de la esclavitud todavía están con nosotros.

Mientras el hombre sea hombre, habrá pobreza, injusticia y abuso en las relaciones laborales y sociales. La única solución es que el hombre sea liberado de su vieja humanidad y se convierta en un hombre nuevo, con nuevas actitudes, ambiciones y relaciones. Cuando esto ocurra, los problemas sociales caerán.

Así debe ser en nuestras iglesias y en nuestras relaciones personales con nuestros hermanos en Cristo. Debemos ser la demostración fehaciente de que el evangelio es absolutamente eficaz para la transformación de actitudes egoístas en amor fraternal.

    Porque sabe que el evangelio funciona, Pablo puede escribir a Filemón con la plena esperanza de que éste no llevará a Onésimo al patíbulo, como tenía derecho a hacer, sino que lo recibirá como hermano en Cristo. Y, por esta misma razón, Onésimo puede acceder a volver a su amo, aun a riesgo de ser castigado. Lo puede hacer porque Cristo realmente transforma vidas. Sabe que su relación con Filemón nunca será igual que antes.

    4.      Finalmente, podemos destacar que esta pequeña epístola es un fiel reflejo de lo que significa la libertad en Cristo.

Curiosamente, dos de sus tres protagonistas se encuentran en circunstancias que humanamente parecen incompatibles con la libertad: Pablo es prisionero y Onésimo esclavo. Sin embargo, las relaciones que existen entre ambos, y entre ellos y Filemón, son la expresión de una nueva libertad en Cristo.

La coerción, la manipulación y el engaño ceden ante las nuevas vinculaciones fraternales de amor sincero. Todo rebosa confianza y amistad. Cristo no sólo nos reconcilia con Dios, sino también con nuestros hermanos y con nosotros mismos.

Esta realidad no es abordada en la Epístola como una tesis teórica, sino manifestada como algo real en la experiencia de los protagonistas. Por esto hace impacto. Por esto, también, se podría poner como título de esta carta la frase procedente del versículo 8: Mucha libertad en Cristo.
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jueves, 2 de abril de 2015

El cristiano se caracteriza por su capacidad de animar a los decaídos: Hay quienes padecen graves sufrimientos

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Información 


El Toque Personal
Colosenses 4:7–18
El ministerio de Pablo giraba alrededor de ciertos hombres claves con quienes colaboraba. El mismo había entrenado a la mayoría de ellos y mostraba gran confianza en su fidelidad y capacidad de realizar la obra de manera digna que glorificara a Dios.
El apóstol concluye su carta a los colosenses con varias notas personales en las cuales describe a algunos de esos ayudantes que servían con él en el ministerio. Los felicita por su fidelidad y los presenta como compañeros dignos de imitar, y que consideraremos al estudiar estas notas.
INFORME DE SU SITUACION 4:7–9
En una carta tan breve como esta, era difícil ponerles al día en cuanto a todo lo que pasaba en Roma. Tal vez por causa de la situación política en que se encontraba tampoco convenía decir mucho por escrito. Por eso, dice que Tíquico y Onésimo les informarían de su estado y cómo le estaba yendo.
El primero era uno de los delegados de las iglesias que había acompañado al apóstol en su último viaje a Jerusalén (4:7–8). Probablemente fue enviado como uno de los guardianes de la ofrenda para los necesitados (Hechos 24:17; Romanos 15:25–26; 1 Corintios 16:1; 2 Corintios 8–9). Se menciona en otros pasajes también como su colaborador en varios aspectos de la obra. Esta vez llevaba las cartas y explicaría la situación en Roma.
Se listan algunas de sus características más notables. Era un hermano amado, probablemente por su amabilidad. En muchas y variadas maneras había mostrado una actitud de cooperación y servicio.
Además, lo presenta como ministro y consiervo, dos palabras que indican la disposición de servir a otros. No buscaba la gloria ni ser servido; más bien su actitud era de ayuda y colaboración. Trabajaba bien con otros.
Pablo también lo identifica como obrero fiel, digno de confianza. Tíquico manifestaba esto en cuatro tareas específicas que aparecen en la Biblia. Fue uno de los que llevaron y cuidaron de la ofrenda enviada a la iglesia en Jerusalén (Hechos 20:4). Este ministerio da evidencia de la confianza que los hermanos tenían en él. También lo consideraron apto para tomar el lugar de Tito en Creta (Tito 3:12). Además, fue enviado como representante del apóstol para ayudar en la resolución de una situación difícil en Efeso (2 Timoteo 4:12). Por último, en esta ocasión es enviado con las cartas y como mensajero para explicar los acontecimientos que estaban sucediendo en Roma (Colosenses y Efesios).
La última cualidad que conocemos de Tíquico era la capacidad de animar a los decaídos. Al observar las cuatro cartas que Pablo envió mientras estaba en la cárcel, se nota que esas iglesias estaban desanimadas por causa de los graves sufrimientos que padecían. Tíquico fue enviado para que fuera a ellas y animara a los hermanos.
CUANDO ESTAMOS DESANIMADOS
NECESITAMOS EL APOYO DE OTROS
HERMANOS FIELES
Juntamente con Tíquico, Pablo había enviado a Onésimo, un esclavo que había escapado de Colosas. Dios había hecho que milagrosamente se encontrara en Roma con el apóstol donde había conocido a Cristo. Su historia se presenta en la carta que manda a Filemón, su amo cristiano de quien había huído. Después de hablar con él del Salvador y de pasar tiempo preparándolo, Pablo lo envió de regreso a su dueño. Tal vez él deseaba que cuando oyeran la historia de lo que Dios había hecho para transformarlo, los hermanos se sintieran animados.
Este esclavo cuyo nombre quiere decir útil, anteriormente había sido totalmente inútil a su amo. Al escribirle a Filemón, le informa que ahora es su hijo y por lo tanto le serviría de verdad, como un hermano en la fe (Filemón 10– 11, 16). Además, el apóstol lo considera como hermano amado y fiel. Aunque antes no lo era, ahora se lo presenta como digno de confianza. Dios tiene que haber hecho una gran obra en su vida. Este siervo fiel también les informaría de lo que ocurría en Roma.
LA TRANSFORMACION DE LA VIDA DEL
ESCLAVO INUTIL SERVIRIA PARA ANIMAR
A LOS DESANIMADOS
SALUDOS PERSONALES 4:10–15
Saludos de sus colaboradores en Roma 10–14
El autor envía saludos de tres de sus colegas en el ministerio que eran bien conocidos por los colosenses. De los seis que mandan saludos, estos tres son los únicos judíos que colaboraban con Pablo en la obra de Dios. Parece que éste se sentía aislado de su pueblo. Estos siervos no le hacían competencia, sino que trabajaban juntamente con él de manera que le animaban a seguir adelante en la obra sirviéndole como un estímulo. La expresión que Pablo utiliza se deriva de una medicina que aliviaba el dolor. Estos tres hermanos eran como un bálsamo para Pablo que alejaba y aliviaba el dolor de su aflicción.
Aristarco era un judío macedonio que vivía en Tesalónica. Fue compañero de Pablo. Lo llevaron preso durante la manifestación pública en Efeso (Hechos 19:29). Fue otro de los enviados con la ofrenda para Jerusalén (Hechos 20:14). También acompañó a Pablo en su viaje a Roma (27:2). El apóstol se refiera a él diciendo que es su compañero de prisión (Filemón 23–24; compare Romanos 16:7) y colaborador (Filemón 24).
Marcos era el sobrino de Bernabé y autor del evangelio que lleva su nombre. Salió con Pablo y su tío en uno de sus viajes misioneros, pero cuando la presión aumentó, optó por dejarlos y regresar a casa (Hechos 12:12, 25; 13:13). Después, cuando Bernabé quiso llevarlo de nuevo, Pablo no estuvo dispuesto a invertir más tiempo en el joven. Este conflicto provocó la división entre los dos misioneros.
Después de varios años de separación, Pablo volvió a mencionarlo. Aunque aquí no lo describe, les da el mandamiento de recibirlo. En la carta a Filemón lo presenta como colaborador suyo (Filemón 24). Al final de su ministerio, Pablo afirma que Marcos le era útil en el servicio (2 Timoteo 4:11). Obviamente, el esfuerzo de Bernabé de tomarlo e invertir tiempo en él demuestra la influencia de su tío en su vida.
Jesús, llamado Justo era otro colaborador que mandaba saludos a los hermanos de Colosas (Colosenses 4:11). Su sobrenombre es común, pero no sabemos nada más acerca de él que lo que se nos dice al final del versículo 11.
Además de estos tres judíos, Pablo envía un saludo de parte de Epafras (Colosenses 4:12–13) quien había sido enviado a Roma para acompañar al apóstol en los días difíciles que estaba atravesando. Había sido maestro de ellos y Pablo le consideraba un consiervo amado.
Aunque este ministro fiel estaba lejos, seguía manifestando un interés genuino en ellos. Siempre oraba y luchaba constantemente a su favor. Su propósito era que estuvieran firmes, perfectos y completos en el conocimiento de toda la voluntad de Dios; deseaba que supieran lo que el Señor quería hacer en ellos para que anduvieran como es digno de él. En este deseo Pablo y Epafras estaban en armonía completa.
Asimismo, tenía gran solicitud por ellos. Era celoso y hacía todo para su bien. Su trabajo manifestaba esta actitud, la cual nos enseña cómo debe ser el corazón de todo siervo de Dios. Primero, con un interés sincero en los hermanos, dedicándose a orar por ellos continuamente, luchando para que sepan la voluntad de Dios y sean firmes, perfectos y completos.
Al observar las vidas de estos ayudantes de Pablo, nos damos cuenta de que estaban dispuestos a trabajar sin cesar, no dándose a la pereza. Colaboraban con otros para lograr los propósitos de Dios; no competían entre sí buscando ser alabados, sino que juntos anhelaban dar la gloria al Señor. Estas cualidades no se basaban en un conocimiento intelectual de la Palabra de Dios, sino que son las actitudes que sólo el Espíritu Santo puede producir en nosotros. Ellas son las verdaderas bases para evaluar a un obrero del Altísimo.
¡PENSEMOS!
Haga una lista de las características de estos hermanos y cómo ayudaban al ministerio. Al lado de cada una, escriba una o dos maneras en que se revelan exteriormente. Evalúe su propia vida. ¿Cuáles muestra usted? ¿Cuáles le hacen falta todavía? Identifique un área donde usted cree que Dios quiere hacerlo cambiar. Empiece a pedirle en oración que transforme este aspecto de su vida para que sea la clase de líder que él quiere que sea. ¿Habrá algún paso que usted podría dar esta semana para acercarse más a esta meta?
Saludos dirigidos a los hermanos 15
Además de los que Pablo enviaba de parte de sus colegas, pidió a los mensajeros que saludaran a los que sin duda verían dentro de poco tiempo. En especial, quería que se comunicaran con los hermanos de Laodicea, porque tenía otra tarea en relación con ellos.
INTERCAMBIO DE LAS CARTAS ENVIADAS POR EL APOSTOL 4:16
Les exhorta a intercambiar cartas con la iglesia de Laodicea. De esa manera ambas congregaciones podrían aprovechar el mensaje que les enviaba. Aparentemente enfrentaban circunstancias semejantes y podrían animarse unos a otros, pero también la perspectiva de la otra carta podría darles una orientación adicional que les sirviera e instruyera.
EXHORTACION A ARQUIPO 4:17
Pablo envió instrucciones a Arquipo para que terminara la tarea que Dios le había dado. En Filemón 2 Pablo lo describe como “nuestro compañero de milicia”, una expresión que alude a un “colega en el ejército”. Luchaban juntos en la guerra espiritual.
Aunque no se dan más detalles acerca de lo que le sucedía, parece que las aflicciones lo habían desanimado. En lugar de tirar la toalla, Pablo le invita a tener cuidado en el cumplimiento el ministerio que había recibido del Señor. Le recuerda que éste es de Dios y no de los hombres. Por lo tanto, debía permanecer firme para que al final fuera hallado fiel. Este lema es apto para cualquier hijo de Dios. Todos hemos recibido alguna encomienda como parte del cuerpo de Cristo y debemos tener cuidado de llevarla a cabo y ser hallados dignos de ser sus siervos.
¡PENSEMOS!
¿Qué ministerio le ha dado Dios a usted? ¿Está desanimado? ¿Por qué? ¿Qué pasos podría dar para obtener la victoria y cumplir con él?
SALUDO FINAL 4:18
Pablo termina la carta con su saludo propio. Su interés en ellos era tan importante que lo escribió con su propia mano. Les recordaba de su aflicción para que supieran que sufría con ellos y para que oraran por él también. Su deseo era que experimentaran la gracia de Dios en forma práctica.
Pablo escribió esta carta a la iglesia de Colosas donde probablemente nunca había estado. Sin embargo, por medio de varias comunicaciones con los hermanos se había establecido una relación especial con ellos.
Pablo envió esta carta al darse cuenta de que los judaizantes se estaban infiltrando en medio de ellos y que enseñaban su doctrina de la santificación por medio de la ley. Su propósito era frenar la influencia de ese movimiento y afirmar claramente la base de nuestra espiritualidad. Su idea principal es que al estar en Cristo, tenemos todo lo que necesitamos para agradar a Dios. No nos falta nada. Tenemos todo por medio de la fe en nuestro Salvador.
AL ESTAR EN CRISTO, TENEMOS TODO
NO NOS FALTA NADA PARA AGRADAR A DIOS
La introducción presenta un breve saludo (1:1–2) y la oración de Pablo a favor de ellos (1:3–23). Da gracias a Dios porque esa iglesia era madura y fructífera (1:3–8). Su petición era que supieran lo que Dios quería hacer en ellos y que por consecuencia, anduvieran dignamente (1:9–23).
La vida que resulta cuando se comprende la voluntad de Dios es una vida fructífera (10a), que crece cada vez más en la práctica de la voluntad divina (10b), que es fortalecida (11), y agradecida a Dios (12–23). Este reconocimiento nos hace pensar en todo lo que el Señor ha hecho por nosotros y este último es el aspecto de mayor relevancia que tenemos que considerar para entender plenamente su plan.
Dios nos capacitó para recibir la herencia (12); nos libró del dominio de la esfera de las tinieblas (13a); nos trasladó al reino de Su Hijo (13b–20); y nos reconcilió por medio de su muerte (21–23). En esta parte de sus peticiones, Pablo aclara que el Señor Jesucristo es Dios mismo, quien ha hecho todo por nosotros. En fin, no nos hace falta nada.
Después de esta prolongada introducción, se dedica al tema central de la carta. Lo inicia mencionando su propio ministerio y dice que Dios lo había llamado a proclamar a todo el mundo gentil la provisión completa que había hecho en Jesucristo (1:24–4:6).
Primero aclara que se le asignó la tarea de revelar ese misterio (1:24–2:15). En esta sección el autor define el contenido de la revelación que recibió y está agradecido con el Señor porque le dio una parte especial en su plan. El apóstol tiene el privilegio de anunciarles a los gentiles que ellos también pueden participar en el programa divino. Cristo es la esperanza no sólo de los judíos, pero también de los gentiles (1:23–27). Por lo tanto, proclama este nuevo mensaje universal a todo el mundo con el fin de presentar a toda persona perfecta, sin falta ninguna, en Cristo.
La grandeza de estas maravillosas buenas nuevas que le habían sido encomendadas, impulsaba a Pablo a luchar para que no fueran desviados de la verdad por gente que trataba de engañarlos esgrimiendo argumentos persuasivos basados en la lógica humana (2:1–5). La esencia de su mensaje y la respuesta a sus enseñanzas es que tal como recibieron a Cristo por fe, así también debían aprender a vivir por ella y nada más (2:6–7).
La filosofía que el mundo nos presenta, es distinta a este mensaje. Las tradiciones y principios fundamentales que propone indican que nosotros podemos ganarnos la entrada a la presencia de Dios si obedecemos ciertas reglas y hacemos buenas obras. Esta filosofía sólo sirve para descarriar a la gente y esclavizarla (2:8).
Por el contrario, la verdadera espiritualidad es reconocer que la totalidad de Dios está en Cristo (2:9) y que cuando somos de él, estamos completos (2:10–15). En Cristo tenemos la verdadera circuncisión no hecha por hombres, sino la espiritual, la que transforma el corazón pecaminoso (2:11). Hemos sido sepultados a la vida antigua y renovados para llevar una nueva vida juntamente con el Señor (2:12). El ha eliminado cualquier obstáculo que pudiera evitar nuestra comunión con Dios y nos ha dado vida (2:13–15). Por eso no nos queda nada por hacer. Cristo hizo todo y estamos completos en él.
En la segunda división del libro, Pablo edifica sobre la base ya establecida de la provisión completa que tenemos en Cristo y explica las implicaciones de ella (2:16–4:6). Debido a que estamos completos, no debemos dejar que nadie nos juzgue en base a los ritos viejos (2:16–19) que son sombras de la verdadera espiritualidad. Ya que tenemos la luz verdadera, ¿por qué regresar a la oscuridad? Quienes pretenden juzgarnos se caracterizan porque muestran una humildad aparente, porque siguen los ritos religiosos y por el énfasis que hacen en su propia experiencia sin tomar en cuenta la Palabra de Dios. Aunque estén convencidos de que su vivencia es suficiente, han perdido la comunicación con la cabeza del cuerpo, es decir, con Cristo mismo.
Ya que hemos muerto con él a los requerimientos del mundo que se basan en el esfuerzo propio, no debemos someternos a esas normas humanas (2:20–23). Aunque las reglas que proponen tienen cierto valor, contienen una gran debilidad: no proveen el poder necesario para cumplirlas. Sólo sirven para condenarnos.
Por el lado positivo, en lugar de tratar de vivir según esas reglas, debemos tener los ojos puestos en Jesucristo y la obra que ha realizado por nosotros (3:1–4). El está sentado a la diestra de Dios; su obra ya está terminada y ha sido aceptada por el Padre. Por eso, en él tenemos una esperanza segura para el futuro.
El sustituto del legalismo no es el libertinaje. Puesto que ya no somos ciudadanos de este mundo, debemos abandonar su estilo de vida y adoptar las prácticas que corresponden a nuestro nuevo hogar (3:5–11). Pablo describe las obras pecaminosas que debemos eliminar. La nueva forma de vivir se realiza cuando damos al Señor el lugar correcto en nuestra vida.
En contraste con la vida antigua, Pablo describe el estilo que debemos aceptar como nuestro. Lo asemeja con una ropa que podemos vestir (3:12–15). Aunque parece una serie de reglas, no lo es, sino que es un patrón de vida que debe caracterizar a la persona que Dios ya hizo completa por medio de la fe en Cristo. En lugar de los rituales antiguos, Pablo presenta cuatro actitudes que transforman el interior de la persona.
Cuando éstas controlan nuestra vida y la Palabra de Cristo reside en nuestro corazón, el resultado se manifestará en nuestra conducta, especialmente en las relaciones personales con otros (3:16–4:6). En general, intentaremos edificar a nuestro prójimo y glorificar a Dios en todo lo que hacemos (3:16–17). Tal como en su carta a los efesios, Pablo presenta un resumen de las relaciones que deben existir entre los cónyuges (3:18–19), los hijos y padres (3:20–21), esclavos y amos (3:22–4:1).
Les exhorta a mantener una relación personal con Dios por medio de la oración persistente (4:2–4) y por último a que tengan cuidado con respecto a su conducta y conversación frente a los incrédulos, de tal manera que su testimonio sirva para ganar a otros a Cristo (4:5–6).
Pablo concluye la carta con varias notas personales (4:7–18). En ellas, describe a varios hermanos que han sido fieles en su ministerio y los alaba por su fidelidad. Asimismo, anima a los demás a recibirlos y a imitar su ejemplo. Al final, termina la carta con un saludo personal.
¡PENSEMOS!
Utilizando este repaso del libro y el cuadro sinóptico que aparece al principio, considere de nuevo el mensaje de esta carta. Medite en ella y en las implicaciones para su propia vida.
Escriba una lista de los principios que ha aprendido en este estudio. ¿Qué le ha enseñado Dios? ¿Qué pasos debe dar en base a lo aprendido? Haga una lista de lo que el Señor le ha dicho que haga. Ore a Dios, pidiéndole que transforme su vida y realice estos propósitos. ¡Obedezca lo que le diga que haga!
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