¿Cómo sabe una persona que ha sido llamada para el ministerio pastoral?
El llamado al pastorado consta de dos aspectos fundamentales:
Primero, el llamado al ministerio
pastoral empieza con la vocación o el llamamiento interno que el
Espíritu Santo hace en el corazón de la persona. Este llamado es dado
junto con los dones que el Espíritu da al creyente. El varón que ha sido
llamado al pastorado, en diferentes grados, es conciente de esta
vocación, y le agrada estar cerca de los pastores con el fin de aprender
de ellos, se prepara y se capacita. Es como Josué al lado de Moisés, o
Timoteo, aprendiendo de Pablo.
Pero este llamado o convicción interna
no es suficiente para saber que una persona ha sido llamada al
ministerio. Se requiere que la iglesia local también reconozca estos
dones en dicho varón. Si la persona cree ser llamada al ministerio, pero
sólo él reconoce esto, y en la iglesia nadie o muy pocas personas ven
los dones, entonces es probable que el tal no haya sido llamado al
ministerio.
Un error común de algunos jóvenes es
que se apresuran a buscar el reconocimiento del llamado ministerial que
creen tener, y en ese apresuramiento se vuelven rebeldes contra los
pastores y líderes de sus iglesias locales. Si un varón cree tener el
llamado para ser pastor, entonces debe esperar a que el Señor sea quien
lo ponga, pues, el Señor es quien da a los pastores como don a las
iglesias locales: “Y él mismo constituyó a unos… pastores y maestros” (Ef. 4:11).
Otro error muy común que se da en la
cristiandad de hoy, es que algunos “evangelistas” o “profetas” andan de
iglesia en iglesia, entusiasmando a los creyentes con profecías o
unciones donde les dicen que Dios los ha llamado para ser pastores. Hay
que tener cuidado con esto, porque esta no es la forma bíblica de
ordenar un pastor.
Las personas que han sido llamadas por
Dios para el pastorado, luego de un tiempo en el cual ellos, como
miembros de la iglesia local, evidencian los dones, y sirven por cierto
tiempo, en sujeción a sus pastores; cuando la iglesia ha reconocido el
llamado del hermano al pastorado, entonces, junto con los ancianos o
pastores ya en ejercicio, lo ordenan.
A continuación transcribo algunas
enseñanzas bíblicas respecto a la ordenación de nuevos pastores, que
forman parte de un libro que escribí algunos años sobre los principios
bíblicos para el establecimiento y organización de una iglesia local:
Ya hemos
dicho que en el Nuevo Testamento el término Pastor, anciano u obispo,
indica un mismo cargo o ministerio. “Supervisor (griego: episkopos)
– que muchas versiones traducen por obispo – es un término que expresa
los deberes y responsabilidades de un pastor. Que es sinónimo de anciano
(griego: prebyteros) queda patente por Hch. 20:17,18, donde a
los presbíteros de Éfeso se les llama obispos, así como en Tito 1:5 y 7
donde los ancianos nombrados para cada localidad son llamados obispos.
En I de Pedro 5:1 a 2 se exhorta a los ancianos a pastorear, teniendo
cuidado (episkopúntes – esta palabra falta en unos MSS) de la
grey. Fil. 1:1 alinea a los obispos junto a los diáconos. Finalmente, en
un pasaje paralelo al de Tito, 1ª Tim. 3:1 y ss., nos presentan las
cualificaciones pastorales de un obispo. Todavía Jerónimo, entrado ya el
siglo V, dice: “El apóstol enseña claramente que los presbíteros son lo
mismo que los obispos”
La Biblia exige ciertos requisitos para los que anhelan ser pastores, ancianos u obispos:
Irreprensible. “Significa: Que no se puede sujetar”.
El hombre irreprensible es aquel que nunca podrá ser apresado como si
fuera un delincuente, en su contra no podrá hallarse ninguna falta. Esto
no implica que jamás haya pecado, sino que los vicios evidentes nunca
han estado en él, de manera que todos pueden tomarle como ejemplo de
conducta (Fil. 3:17; 2 Ts. 3:9; He. 13:7; 1 P. 5:3). John MaCarthur en
su comentario a 1 Timoteo presenta varias razones de por qué los
pastores deben ser irreprensibles:
1. Porque son el blanco especial de Satanás y él los atacará con tentaciones más severas que a otros.
2. Su caída tiene mayor potencialidad de hacer daño.
3. El mayor conocimiento de la verdad
de parte de los líderes, y la responsabilidad de vivirla, traen un
castigo mayor cuando pecan.
4. Hay más hipocresía en los pecados de
los ancianos que en los de los demás, porque predican contra los mismos
pecados que cometen”
Marido de una sola mujer. Es decir: “…un
obispo o anciano debe ser un hombre de moralidad incuestionable, que es
enteramente fiel y leal a su única y sola esposa; que siendo casado, no
entra, a la manera de los paganos, en una relación inmoral con otra
mujer” Algunos han interpretado este pasaje como prohibiendo que un
hombre viudo, y vuelto a casar, ejerza el pastorado. Pero esto es ir
más allá del pasaje. La cuestión que surge de este pasaje, relacionado
con la condición de “irreprensible” y la prohibición que Pablo hace en
otros pasajes del divorcio y nuevo recasamiento mientras los dos
cónyuges viven, es:
¿Es correcto que un hombre divorciado,
por la razón que haya sido, y viviendo aún su esposa, ejerza el
pastorado?, ¿No será esta situación causa de tropiezo para los demás?,
¿Esta situación no se convertirá en estorbo para influenciar en los
miembros para que lleven una vida familiar firme y unida?, ¿No utilizará
Satanás su divorcio para siempre estropear su ministerio?, ¿Cómo podrá
aconsejar a las parejas en conflictos para que luchen por solucionar sus
problemas, cuando él mismo no pudo sostener su matrimonio?
Realmente he tocado un tema álgido en
nuestros días, cuando los divorcios son la moda del día. Conozco los
casos de algunos creyentes que son divorciados porque sus esposas
cometieron adulterio. ¿Podrán estos aspirar a ser pastores siendo que
ellos no “tuvieron la culpa”? Esto también ha sido tema de gran debate,
pues, aunque muchos culpan a sus ex esposas de haber sido infieles,
habría también que preguntarse: ¿Qué les condujo a esa infidelidad?, ¿No
tendrán también culpa los esposos por el abandono, la falta de ternura,
amor y compañerismo?, ¿No tendrán también culpa los esposos cuando las
abandonaban sexualmente por dedicarse a sus labores espirituales? Aunque
con esto no estoy justificando el pecado sexual, si quiero que
reflexionemos sobre las responsabilidades que tiene el esposo
indiferente.
Sobrio. “Tal
persona vive una vida profunda. Sus placeres no son primariamente los de
los sentidos, como los placeres de los borrachos, por ejemplo, sino los
del alma. Está lleno de fervor espiritual y moral. No es dado a los
excesos sino que es moderado, equilibrado, calmo, cuidadoso, firme y
sano. Esto se refiere a sus gustos y hábitos físicos, morales y
mentales”. La sobriedad se evidencia en un control sobre la lengua
(no habla mas allá de lo que el buen juicio manda, mas bien calla),
evitará malgastar el tiempo en cosas triviales, también controlará los
deseos exacerbados de su estómago, será frugal a la hora de comer,
evitará tomar mucho vino, no se acalorará en las discusiones con otras
personas.
Prudente. “Esta
característica es resultado de ser moderado. El hombre prudente es
disciplinado y conoce como ordenar correctamente sus prioridades. Es una
persona seria en cuanto a las cosas espirituales. No se precipita en el
juicio, sino que piensa bien las cosas, es serio y cuidadoso”.
Decoroso. “Ordenado”
(gr. Kósmios) “Es el que se comporta con educación, con decencia y,
como lo dice la etimología, con orden. Ya dice el antiguo proverbio
latino: “Guarda el orden, y el orden te guardará”. Sin orden no se puede
llevar bien la administración, ni de una iglesia, ni de una casa”.
Un varón desordenado en sus hábitos alimenticios, horas de levantarse y
de acostarse, estudios, responsabilidades familiares, sociales y
laborales, difícilmente podrá desarrollar un ministerio efectivo para la
gloria de Dios, es necesario que, antes de ejercer el pastorado,
corrija su falta de orden o decoro y después, sí, ejerza el ministerio.
Un pastor o anciano desordenado difícilmente expresará el carácter de
Cristo en su vida. “El ministerio no es una ocupación para el
hombre cuya vida es una continua confusión de planes, sin realizar y
actividades no organizadas” Una persona que anhela ser pastor debe caracterizarse por tener muy bien ordenados sus hábitos.
Hospedador. “Significa
que es amante de los forasteros. Su hogar está abierto a salvos y a
inconversos, y busca ser de bendición para todos los que acuden bajo su
techo”. Las Escrituras mandan a los creyentes a que estemos
dispuestos a amar y a hacer bien, incluso a los enemigos. Si esto es así
para los creyentes, cuánto mas para los pastores o ancianos.
Lastimosamente los nuevos conceptos de “mega-iglesia” han resquebrajado
esta virtud, debido a que el pastor está tan ocupado en actividades
eclesiásticas que no “tiene tiempo para atender las necesidades de los
demás”. Si no tiene tiempo para atender las necesidades de los miembros
de su iglesia, mucho menos la de los extraños y forasteros. “La
puerta de un hogar cristiano, así como el corazón de la familia
cristiana, deben estar abiertos para todo el que llega con necesidad.
Esto es muy cierto para el obispo. Los ancianos no están en lugar tan
elevado que no puedan ser alcanzados, deben estar disponibles. La vida y
el hogar de un pastor deben estar abiertos para que su verdadero
carácter sea manifiesto a todos los que llegan, amigos o forasteros”
Apto para enseñar. Un
pastor, anciano u obispo debe cuidar y alimentar a la grey. ¿Cómo la
alimenta, cuida y edifica? A través del alimento sólido que es la
Palabra de Dios. Pero este alimento sólido debe ser dado como
pastos tiernos a las ovejas. Es decir, el pastor debe ser un maestro que
exponga con claridad las Escrituras. Esto implica que debe ser un
hombre dado al estudio personal, no sólo de las Escrituras, sino de toda
ciencia y conocimiento que le permita manejar diestramente los temas
actuales que enfrentan los creyentes en medio del mundo.
“Apto
para enseñar indica la suficiente competencia en el conocimiento de la
Palabra de Dios, así como la aptitud para comunicar a otros las verdades
fundamentales del cristianismo. Esto requiere, por supuesto, haber sido
enseñado de forma conveniente”, o como dice Hendriksen “…ninguno será
apto para enseñar, si él mismo no es enseñado”. En los años maravillosos
de la reforma protestante los varones que anhelaban el pastorado
acudían a las academias teológicas donde recibían valiosa formación
bíblica en niveles superiores; luego, en los años gloriosos de la época
puritana, donde la iglesia produjo los más renombrados e influyentes
predicadores y escritores que sucedieron a la reforma, los pastores
también recibían formación teológica avanzada.
Las épocas gloriosas de la iglesia se
han caracterizado por tener ministros bien formados. Lastimosamente el
siglo XXI no se ha caracterizado por esta constante de preparación en
los ministros. Aunque hoy día hay muchos seminarios e institutos
bíblicos, y cada vez surgen más, el nivel teológico ha bajado
considerablemente. Creo que, en parte, esto se debe al interés exclusivo
de tener títulos que los acrediten como Licenciados o Doctores en
teología, aunque el nivel de conocimientos ni siquiera llegue al de un
bachillerato en teología. Hoy día muchos pastores, o candidatos a
pastores, han caído en la mediocridad de la época. Afortunadamente aún
se conservan pocos seminarios que exigen disciplina y estudio a sus
estudiantes, y no están interesados en otorgar títulos de una manera
rápida y facilista.
No dado al vino. El
apóstol Pablo le había aconsejado al pastor Timoteo que tomara un poco
de vino, a causa de sus frecuentes enfermedades estomacales, pero
insiste en recordarle que nadie puede ser anciano u obispo si es tomador
de vino. Deben evitarse los extremos.
No pendenciero. El pastor no debe ser violento.
Debe conservar siempre un carácter sereno frente a las adversidades,
dificultades y discusiones. Un espíritu violento, así sea de palabras o
gestos, generará confusión y reacción en los miembros; el pastor perderá
respeto y aceptación como líder espiritual si no sabe controlar sus
impulsos.
No codicioso de ganancias deshonestas. No avaro.
El pastor debe ser una persona que sirve al Señor sin ningún interés en
lo económico, su confianza está en el Dios que suple para las
necesidades de los suyos, y concentrará todas sus fuerzas en servir al
pueblo de Dios. El obispo o anciano no debe ser amante del dinero. “Se preocupa por la vida espiritual del pueblo de Dios y rehúsa dejarse llevar por un fuerte deseo hacia las cosas materiales”.
La Biblia advierte sobre los falsos pastores o profetas que entrarán al
redil con el propósito de utilizar la fe de los incautos para sacarles
dinero y bienes con fines netamente personales. (1 Ts. 2:5; 1 P. 5:2; 2
P. 2:1-3,14; Jud. 16).
En este siglo materialista han salido
muchos falsos pastores predicando una teología amañada y falsa, con el
fin de extraer bienes materiales a los codiciosos cristianos que desean
tener más dinero del que Dios, en su gracia, les ha dado. El trabajo
honrado, realizado con tesón, es el medio provisto por Dios para que
seamos sostenidos materialmente. Cualquier otra forma que el hombre
busque para hacer dinero rápidamente, así se llame “la fe” o la
“siembra”, es una corrupción que muy rápidamente conducirá a las
personas a un materialismo dañino. Los pastores deben ser sostenidos por
los miembros de la iglesia local, de acuerdo con las condiciones y
situación económica de ellos. Un pastor no debiera aspirar a recibir un
salario que esté por encima del promedio que reciben sus miembros. La
avaricia o ganancia deshonesta también se relaciona con el desear
obtener provecho personal de la posición de pastor u obispo, ya sea al
anhelar reconocimiento personal, buscar provecho para una carrera
política, etc.
Amable, apacible. “Describe
a la persona que es considerada, cordial, paciente y cortés, que
perdona fácilmente las fallas humanas. Tal persona recuerda lo bueno, no
lo malo. No guarda una lista de todas las cosas malas que le han hecho,
ni guarda rencor”. La palabra usada en griego para amable también
describe a una persona que es complaciente o que cede sus derechos
personales ante los demás. “Las cualidades de condescendencia, equidad,
gentileza, racionalidad, dulzura, disposición de ayudar y generosidad se
combinan en este individuo conciliatorio, considerado, apacible, mas
que borrachón”
Que gobierne bien su casa. Un anciano o pastor debe saber gobernar. “Si
estas dotes de gobierno no se manifiestan en la pequeña casa de su
familia, ¿Cómo podrán manifestarse en otra casa mayor, y en medio de
problemas de toda índole, que es la iglesia?”. El buen gobierno en
la casa se hará visible a través de la sujeción de los hijos. Un hombre,
que tenga las otras cualidades para ser anciano, demostrará su
capacidad de pastorear una iglesia, si antes ha pastoreado la iglesia
pequeña de su casa. Debe saber guiar a sus hijos en los asuntos
espirituales, de lo contrario no está capacitado para guiar a un grupo
mayor.
No un neófito. El
pastor o anciano no debe ser un recién convertido o un recién bautizado.
Debe ser un varón que haya transitado durante algún tiempo considerable
en los caminos de la fe. Poner a un nuevo creyente en funciones de
liderazgo es exponerlo a la tentación del orgullo.
Que tenga buen testimonio de los de afuera.
Los pastores deben tener reconocimiento moral de los no creyentes. No
quiere decir esto que va a ser aceptado por todos. De seguro que muchos
denigrarán de él, especialmente en lo que se relaciona con su fe
religiosa, pero nadie deberá hablar de su conducta o testimonio. “La
Biblia espera que la vida de todo creyente sea un testimonio positivo
para el mundo que está mirando, y esto es muy cierto en quienes se
desempeñan como pastores.
Pablo exhortó a los filipenses a que fueran “…irreprensibles
y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación
maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en
el mundo”, Fil. 2:15. Colosenses 4:5 exhorta a los creyentes a que anden “…sabiamente para con los de afuera”. Pedro escribió: “Manteniendo
buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que
murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día
de la visitación, al considerar vuestras buenas obras”, 1 P. 2:12”
Realmente
el pastorado no es para todos. Los requisitos que deben cumplirse son
numerosos, pero esto no quiere decir que difícilmente se encontrarán
hombres así. Recordemos que, debido a nuestra naturaleza caída, la
imperfección es la que nos abruma, pero Dios mismo se encarga de
levantar hombres con estas cualidades y de perfeccionarlos para la obra
del ministerio. Definitivamente esto es obra de la gracia. Es por eso
que las iglesias locales deben orar al Señor para que levante hombres
idóneos que puedan ser pastores o ancianos. No debemos apresurarnos en
designar para tal oficio a varones que no llenan todos los requisitos,
pues, los resultados van a ser funestos. Numerosas iglesias han sido
divididas y acabadas por hombres que no estaban dotados con todas estas
cualidades. Si Jesús es el dueño de la Iglesia, Él se encargará de
dotarla con dones especiales, no debemos apresurarnos.
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