Algunas Cosas que Debemos Saber
Antes de considerar los pasos que nos llevarán a una vida cristiana feliz, hay algunas cosas que debemos saber:
Debemos saber qué es lo que podemos esperar en esta vida.
Hay una enseñanza falsa circulando entre el pueblo de Dios que dice más o menos lo siguiente: “Hazte
un seguidor de Jesucristo y todos tus problemas terminarán. Dios te
guardará de enfermedades y te dará éxito con sólo creer la teología
correcta y reclamar las promesas de Dios”.
En ninguna parte de la Biblia promete Dios ésto. Jesús dijo: En el mundo tendréis aflicción (Juan 16:33). La aflicción es parte de esta vida. Nadie se escapa de ella. La Biblia dice: El hombre nacido de mujer, Corto de días, y hastiado de sinsabores (Job 14:1). Los cristianos debemos esperar pruebas y sufrimientos. La Biblia dice:
“Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”
(2 Timoteo 3:12).
Nuevamente la Biblia dice que
Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios
(Hechos 14:22).
Debemos saber que Dios nos ama y sólo desea lo mejor para nosotros.
La Biblia dice que Dios nos
ama como ama a Su propio Hijo. Porque nos ama tanto, Dios desea sólo lo
mejor para nosotros. Siempre busca nuestro mayor bien, aún cuando
nosotros nos conformaríamos gustosamente con menos. Cuando David pensó
en lo mucho que Dios lo amaba y cómo Dios estaba siempre pensando en él,
exclamó:
¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! (Salmo 139:17).
Debemos saber la meta que Dios tiene para nosotros en esta vida.
Para comprender lo que Dios está haciendo con nosotros, debemos
saber cuál es Su meta para nuestra vida. Su meta no es sólo hacernos
felices y prósperos, sino la meta de Dios para nosotros es ésta:
conformarnos a la imagen de Su Hijo. La Biblia dice:
Porque a los que antes conoció, también los
predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo,
para que él sea el primogénito entre muchos hermanos (Romanos 8:29).
¿Cómo nos va conformando Dios a la imagen de Su Hijo?
Lo hace a través de nuestras circunstancias y de la disciplina del
Espíritu Santo. Ésto involucra pruebas, aflicciones y sufrimiento. Por
lo tanto, debemos contar con tales cosas puesto que son una parte
necesaria del trato de Dios para hacernos semejantes a Cristo.
Los Pasos Hacia una Vida Feliz
Para disfrutar de la vida cristiana y recibir todo lo que Dios tiene para nosotros, hay ciertos pasos concretos que debemos dar:
Debemos creer que Dios es soberano.
Cuando decimos que Dios es
soberano, queremos decir que Él impera sobre todas las cosas en este
mundo y en el universo entero. Él tiene todo el poder en el Cielo y en
la tierra. No existe nada que pueda estorbar o evitar que Dios haga lo
que se ha propuesto hacer. La Biblia dice:
Él hace según su voluntad en el ejército
del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga Su
mano, y le diga: ¿Qué haces? (Daniel 4:35).
En todas partes y en todo tiempo, Dios rige Su creación y ejerce Su soberanía. La Biblia dice:
Todo lo que Jehová quiere, lo hace, En los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos (Salmo 135:6).
La Biblia dice que todas las cosas son para servir a Dios. Esto
significa que todas las cosas le sirven a Dios para realizar Sus
propósitos. Tenemos la tendencia a pensar que sólo las personas y las
cosas buenas sirven a Dios. Pero la Palabra de Dios nos dice que todas
las cosas, sean buenas o malas, son para servir a Dios y por lo tanto,
tienen que hacer Su voluntad.
En el Salmo 119, David dice que casi fue destruido por los soberbios que han “cavado hoyos” para él y lo “persiguen sin causa”.
No obstante, frente a todas estas pruebas y sufrimientos, él declaró la
fidelidad de Dios y dijo que todas las cosas están para servir a Dios.
David escribió:
Para siempre, oh Jehová, Permanece tu
palabra en los cielos. De generación en generación es tu fidelidad; Tú
afirmaste la tierra, y subsiste. Por tu ordenación subsisten todas las
cosas hasta hoy, Pues todas ellas te sirven (Salmo 119:89–91).
David se dio cuenta de esta gran verdad: todas las cosas son
para servir a Dios y por lo tanto, tienen que hacer Su voluntad. Aún las
cosas feroces y crueles de la naturaleza le sirven y dan cumplimiento a
Su Palabra. La Biblia dice:
Alabad a Jehová desde la tierra, Los
monstruos marinos y todos los abismos; El fuego y el granizo, la nieve y
el vapor, El viento de tempestad que ejecuta Su palabra (Salmo 148:7–8).
Todas las cosas son para servir a Dios. Ésto es cierto, no sólo
para las cosas de la naturaleza, sino también para los hombres,
naciones y reyes. Todo está bajo Su control. La Biblia dice:
Así está el corazón del rey en la mano de Jehová; A todo lo que quiere lo inclina (Proverbios 21:1).
Aun Satanás y aquéllos que
le sirven son usados por Dios para cumplir Su voluntad. Fue Satanás el
que maquinó la muerte del Señor Jesús y puso en el corazón de Judas el
deseo de traicionar a Jesús. Y fue Satanás el que instigó a las
multitudes para pedir Su muerte. Pero este mismo Satanás y sus
seguidores perversos fueron usados por Dios como “siervos” para efectuar Su plan perfecto para la salvación eterna de los hombres.
Debemos creer que Dios es bueno.
Cuando nos llegan las pruebas y las dificultades, Satanás trata de poner malos pensamientos en nuestras mentes. Él nos sugiere cosas como ésta: “Dios no te ama en realidad. ¿Cómo podría un Dios bueno permitir que ésto te suceda?”
Si aceptamos los malos pensamientos de Satanás, éstos nos
hundirán en la melancolía y en la depresión. El remedio para los
pensamientos malos son los pensamientos buenos. La Palabra de Dios nos
dice que Dios es bueno. Esto es verdad a pesar de nuestras
circunstancias. La Biblia dice:
Alabad a Jehová, porque Él es bueno; Porque para siempre es su misericordia
(Salmo 106:1).
El Señor L.E. Maxwell, fundador del Instituto Bíblico de Prairie, dijo: “Cuando
podemos creer que Dios es bueno, al haber permitido que nos sorprenda
alguna prueba, entonces nuestra fe puede creer que Dios es grande, y
completamente capaz de liberarnos”.
No había nada diferente en cuanto a
sus dos hermanos y a la hermana que lo precedieron, pero Carlos Rentz
nació con sus dos brazos terminando en muñones y sin piernas más allá de
las rodillas. Él nació durante la época de Navidad, y para esta familia
cristiana se transformó en un período de oración para pedir la
dirección de Dios en cuanto a este niño.
Tan pronto los padres de Carlos se dieron cuenta de que su
bebé era inteligente, resolvieron tratarlo tal como a sus otros hijos en
todo lo que fuera posible. Su familia, sus amigos y sus maestros nunca
le permitieron sentir o actuar en forma diferente a los demás. Lo
aceptaron en iguales términos y le enseñaron que una persona sabia nunca
pone en duda la voluntad de Dios.
Carlos aprendió pronto que todos
tenemos algún desafío que enfrentar; tal vez no como el de tener que
funcionar sin manos y sin pies, pero sí, en hacer lo mejor posible para
vivir y servir a Dios con los dones que Dios se complace en darnos.
Aprendió a escribir poniendo el lápiz o la pluma entre sus muñones
acojinados y a moverlos con sus hombros. A pesar de que no tenía
recursos para una educación universitaria, Carlos aprendió todo lo que
pudo. Más que todo, aprendió a amar y a confiar en Dios.
Hoy, Carlos puede llevar a cabo cualquier maniobra física
necesaria para su vida diaria. Maneja su propio auto, se mueve
confiadamente subiendo y bajando escaleras con sus muletas, da vueltas
por su oficina en una silla de oficinista común y corriente. Puede usar
el teléfono, escribir a máquina, usar una máquina sumadora y tocar
acordes en el piano. Puede vestirse solo, hasta el último detalle
excepto abotonarse el primer botón de su camisa. Se pone incluso la
corbata. Cuando alguna máquina de su casa u oficina se descompone,
generalmente puede repararla él mismo. Todo esto es muy notable si
recordamos que Carlos no tiene manos ni pies.
El señor Rentz ha trabajado como empleado en una gasolinera,
como vendedor de automóviles, agente de seguros y como un muy capaz
oficial de secretaría del tribunal de su municipio. Tiene una hermosa
casa y una familia devota. Su esposa dice: “La parte de mi vida que más me complace ha sido la que he vivido con Carlos”.
¿Cómo se transformó este hombre en “un ejemplo clásico del valor”? Carlos mismo nos revela el secreto: “Mi vida entera está fundada en la fe en mi Creador, Quien me ha dotado de tantas bendiciones”.
Debemos creer que la voluntad de Dios es perfecta.
Hay muchos misterios en la
vida que no podemos explicar. Los cristianos sufren las mismas tragedias
y penas que otras personas. Hay muchas cosas que son muy difíciles de
entender porque las estamos mirando desde el punto de vista terrenal y
no desde el punto de vista de Dios. Pero Dios no se equivoca. No importa
cómo puedan verse las cosas en este mundo perverso, todo lo que hace
Dios es perfecto. Su plan no puede mejorarse. La Biblia dice:
En cuanto a Dios, perfecto es su camino
(Salmo 18:30).
Se cuenta la historia de un hombre que hizo un reloj y le
mostró sólo la parte de atrás a un amigo que jamás había visto un reloj.
El fabricante abrió la parte de atrás y le preguntó a su amigo qué opinaba de la persona que lo había hecho.
El
hombre vio algunas ruedas, otras rueditas más pequeñas; algunas giraban
hacia un lado y otras hacia otro, algunas ruedas caminaban lentamente y
otras más rápidamente. Viendo todo ésto que le parecía muy confuso, le
contestó: “Pienso que el hombre que hizo ésto estaba loco”.
Entonces el fabricante le
mostró a su amigo la parte delantera del reloj y le preguntó qué pensaba
ahora de la persona que lo había hecho. El hombre vio las dos
manecillas del reloj moviéndose con precisión, cada una en su círculo
correspondiente y ambas dando perfectamente la hora del día, y replicó: “Pienso que el que hizo esto es la persona más sabia que ha vivido”. (1)
Esta historia nos ayuda a comprender una gran verdad respecto a la vida. Estamos aquí en la tierra y vemos sólo el “lado terrenal” de lo que hace Dios, y así dejamos de ver Su diseño y plan perfectos para nuestra vida. Las “ruedas” van cada una por su lado y a veces parecen no tener ni diseño ni propósito. Pero, algún día, veremos el “lado celestial” de todo lo que hace Dios. Veremos su diseño perfecto y su plan para nuestra vida, y diremos: “Señor, te alabo y te doy gracias. Tú senda es a la verdad perfecta”.
Debemos entregar nuestra voluntad a Dios.
Hay algo dentro de nosotros, detrás de nuestros sentimientos y deseos, que decide todo y controla todo. ¿Qué es? Es nuestra voluntad.
La voluntad, que en la Biblia a veces se llama el “corazón”,
es la fortaleza de todo nuestro ser. Ni los sentimientos ni nuestros
deseos determinan lo que hacemos. Es nuestra voluntad. Para que Dios
pueda llegar a tener control completo sobre nosotros, Él tiene que
poseer nuestra voluntad. En Proverbios 23:26, Dios dice: Dame, hijo mío, tu corazón. Él está pidiendo que le rindamos la voluntad. No está pidiendo ni los sentimientos ni los deseos. Él quiere nuestra voluntad.
Aunque la voluntad de Dios para nosotros es a la verdad
perfecta, Él no nos impone Su voluntad. Dios nunca nos quita el libre
albedrío. Si no le rendimos la voluntad, puede ser que pasemos por alto
Su plan perfecto para nuestra vida.
¿Qué significa rendir nuestra voluntad a Dios?
Significa desear lo que Dios desea, en todo y en todo tiempo. El hacer
esto permite que Dios desarrolle Su plan perfecto en nuestra vida. Un
gran santo de Dios oró: “Nuestras voluntades son nuestras para hacerlas Tuyas”.
Debemos creer que todas las cosas ayudan a bien a aquellos que aman a Dios.
Nada de lo que ocurre en la
vida de un cristiano es por casualidad. Todo lo que nos sucede es
ordenado o permitido por Dios y todas las cosas que nos sobrevienen
obran juntas para nuestro eterno bien. La Biblia dice:
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas
las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito
son llamados (Romanos 8:28).
La razón porque todas las cosas ayudan a bien a los que aman a
Dios, es porque Dios es soberano. Todas las cosas son para servirle a
Dios y Él las hace servir también a Sus hijos que lo aman. Tal vez no
vemos cómo todas las cosas son para nuestro eterno bien, pero sí podemos
saberlo porque lo dice Dios.
Debemos recibir todo de la mano de Dios.
Para un hijo de Dios que confía en Él, todo proviene de la mano de su Padre, no importa el medio por el cual le llegue.
Tal vez tú dirás: “Puedo aceptar algo si
sé que ha venido de Dios, pero no puedo aceptar las cosas que me han
sobrevenido como resultado del error de otra persona, o de su maldad o
pecado. ¿Qué de estas cosas?”
Sabemos que Dios no puede ser el autor de tales cosas como la
crueldad o el pecado; pero la Biblia enseña que nada puede tocar a un
hijo de Dios a menos que Dios lo desee o lo permita. Y si Dios lo desea o
lo permite, lo hace porque sabe que finalmente será una bendición para
aquel hijo.
La Biblia dice que nuestra vida está “escondida con Cristo en Dios”.
Estamos rodeados de la presencia misma de Dios. Nada nos puede suceder o
tocar a menos que Dios lo permita; y si Él permite que algo nos suceda,
es porque sabe que es para nuestro bien. Puede haber provenido de
hombres malos que intentaron hacernos mal, pero si Dios lo ha permitido,
entonces a la hora que nos alcance será una bendición para nosotros.
Veamos por ejemplo, a José.
¡Qué terrible lo que le hicieron sus hermanos cuando odiándolo, lo
vendieron como esclavo! Sin duda éste fue un gran pecado, y sus hermanos
sólo le deseaban mal. Pero Dios lo permitió y cuando alcanzó a José, se
había convertido en la voluntad de Dios para él. Se transformó en la
bendición más grande de toda su vida, aunque él no lo vio así en ese
momento. A su tiempo, José vio la mano de bendición de Dios en todo el
asunto y dijo a sus hermanos:
Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien (Génesis 50:20).
Debemos ser agradecidos.
En todo Su trato para con nosotros, Dios nos está enseñando a
confiar en Él. La prueba de que estamos confiando en Dios en todas las
circunstancias, es nuestro agradecimiento. La Biblia dice:
Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con nosotros en Cristo Jesús (1 Tesalonicenses 5:18).