La diferencia entre la primera carta canónica de Pablo a los corintios y la segunda, es que en la segunda debe enfrentarse a los intrusos que han llegado a Corinto con cartas de recomendación. Como contraste, Pablo vino a Corinto como apóstol de Jesucristo; pero la gente sabía que no era miembro del grupo de los Doce que siguieron a Jesús. Pablo se ve obligado a defenderse y mostrar una prueba sólida de que no necesitaba recomendación. Sabía que Je-sús lo había llamado para ser apóstol a los gentiles, y que había bendecido su obra en aquella ciudad. De ahí que la labor de Pablo demostraba la legitimidad de su oficio. Sus aflicciones por Cristo y ser el padre espiritual de los corintios servían como testimonio de que era, indu-dablemente, un apóstol.
Los tres versículos de esta sección (vv. 1–3) son un puente entre la última sección del capítulo anterior (2:14–17) y el resto del capítulo 3. La discusión de Pablo sobre las cartas de recomendación encaja con las costumbres de su tiempo, en las que era común usar esta clase de cartas (véase Hch. 9:2; 18:27; 22:5). El mismo Pablo recomendó a Febe a los romanos (Ro. 16:1), a Timoteo a los corintios (1 Co. 16:10–11), y a Onésimo a Filemón (Flm. 10–17). 1. ¿Acaso comenzamos a recomendarnos a nosotros mismos otra vez? ¿O acaso necesitamos, como algunos, cartas de recomendación para vosotros o de vosotros?
a. «¿Acaso comenzamos a recomendarnos a nosotros mismos otra vez?» ¿Debe la frase adverbial otra vez modificar al verbo comenzar, o al verbo recomendar? Los traductores no se ponen de acuerdo en este punto, aunque la segunda opción sea la más natural. ¿Por qué Pablo debe comenzar algo otra vez cuando el énfasis recae en recomendar? (véase 5:12).
Las cartas de recomendación generalmente las hacían entre amigos cuando alguno de ellos solicitaba un puesto de trabajo.2 En algunos casos, dichas cartas atenuaban o incluso negaban el valor de los elogios escritos. Cuando alguien se recomendaba a sí mismo, la per-sona que tenía que valorar los méritos de dicho individuo veía con malos ojos el asunto.
¿Será cierto que Pablo ahora pregunta a los corintios si tiene que recomendarse a sí mis-mo delante de ellos? En el contexto de esta epístola, elogiarse a sí mismo puede ser algo bue-no (4:2; 6:4), o algo malo (5:12; 10:12). Este texto indica que dicha acción era mala. Pablo pregunta a los corintios si debe presentarles otra autorrecomendación. Si le responden que sí, se colocaría en una posición poco loable con respecto a sus adversarios. Cuando vino a los corintios por primera vez, lo consideraron como su padre espiritual (1 Co. 4:15). Para Pablo, este hecho era, en un sentido, suficiente como para avalarse ante ellos.
Sin embargo, los mercaderes religiosos (2:17) lo afrentaban presentando dudas sobre su credibilidad apostólica. Pablo estaba familiarizado con sus desatinadas preguntas y críticas, y frecuentemente se las encaraba a los corintios (5:12; 10:18; 13:6 ).3 Pablo tenía que defenderse a sí mismo y a Cristo, que lo había nombrado. Su apostolicidad, integridad, cartas, discurso y comportamiento estaban en juego. Enfrentándose al tema frontalmente, Pablo les hizo una pregunta retórica, a la que forzosamente tenían que contestar en forma negativa.
b. «¿O acaso necesitamos, como algunos, cartas de recomendación para vosotros o de
vosotros?»
Pablo anticipa que sus lectores respondan no a su interrogación, pero la pregunta realmente ataca a los falsos apóstoles, que se presentaron en Corinto con cartas de recomendación. Presumían tener dichas cartas y, a espaldas de Pablo, lo desacreditaban por carecer de ellas. En otros lugares esta gente quizá llegó a ser un grupo numeroso (2:17); pero en Corinto sólo había unos cuantos.
Los impostores entraron en la iglesia con las cartas de recomendación de las que Pablo carecía para respaldar su autoridad de apóstol. Podemos estar seguros de que estas cartas no fueron expedidas por los líderes de la iglesia de Jerusalén, y tampoco tenían la aprobación de los Doce. Quizás un grupo de judíos de Jerusalén y de otros lugares, que se oponía a las enseñanzas y conducta del apóstol, redactaron dichas cartas (cf. Hch. 21:20–21). Además, como traficantes de la palabra de Dios, los impostores no sólo proclamaban un evangelio distorsionado, sino que también, atacaban verbalmente a Pablo. [p 117] Pretendían llegar a
tener autoridad sobre los cristianos de Corinto, y hacerlos que se sometan a las costumbres judaizantes de Jerusalén.
Ahora Pablo, que fundó aquella iglesia por medio de la predicación del evangelio de salvación, pide a los corintios que evalúen su obra como apóstol misionero. Como su pastor, ha mantenido un vivo interés por la vida y la conducta de la gente. Mantenía correspondencia con ellos, los aconsejaba e incluso los visitaba. La pregunta que Pablo hace es si necesita de cartas de recomendación, dado que él nunca trajo carta alguna cuando vino a Corinto. Jesús lo envió como apóstol a los gentiles, y eso era más que lo que cualquier documento escrito pudiera decir. Para él, hacerse una carta hubiera sido absurdo, innecesario y una afrenta a
Jesucristo.
2. Vosotros mismos sois nuestra epístola, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres.
a. «Vosotros mismos sois nuestra epístola». El antiguo proverbio que dice «la prueba del pastel está en comérselo», es una adecuada descripción del reto que Pablo hace a los intrusos. Que vean lo que ha hecho en Corinto por la predicación del evangelio de Cristo. Pablo dirige enfáticamente su atención hacia los corintios y les dice: «Vosotros mismos». Ellos mismos eran la prueba viva de que él era su padre espiritual y líder. Son como un libro abierto que cualquiera puede leer.
La frase nuestra epístola nos ilustra e informa. El pronombre se refiere a la obra espiritual que Pablo y sus colaboradores habían hecho. Y el sustantivo epístola se usa en forma figurada sólo en este versículo y en el siguiente. Es obvio que Pablo realiza un juego de palabras con este nombre, y da a entender que una carta no tiene que ser, literalmente, un documento escrito. Todas sus epístolas presentan a Cristo, y la misma iglesia no tiene por qué ser una excepción. Por la obra de Pablo, la bisoña iglesia de Corinto había cobrado vida y ahora demostraba ser un milagro de la nueva creación en Cristo (5:17).
b. «Escrita en nuestros corazones». En el texto griego, el verbo escribir en (con el significado figurado de inscribir o grabar), sólo aparece aquí (Lc. 10:20 nos da la idea de anotación en un registro). Era una costumbre muy extendida en el mundo antiguo la idea de grabar algo en el corazón. Jeremías expresó el mismo pensamiento cuando registró la profecía divina: «Pondré mi ley en la mente de ellos, y la escribiré en su corazón» (Jer. 31:33b; Heb. 8:10b; cf. Is. 51:7; Ro. 2:15).8
La mayoría de traductores y comentaristas logran esta versión: escrita en nuestros corazones. El pronombre nuestros, en vez de vuestros, cuenta con el apoyo de excelentes manuscritos griegos, cosa que no podemos decir de la segunda opción. No obstante, unas cuantas traducciones inglesas prefieren la versión vuestros corazones (NAB, RSV, TNT).
Algunos comentaristas han adoptado el pronombre vuestros, y argumentan que en el siguiente versículo Pablo dice: «Es evidente que vosotros sois carta de Cristo» (v. 3). Por lo tanto, el pronombre muestra que los santos de Corinto son, claramente, la carta de recomendación de Pablo.9 Sin embargo, la lectura que se imponga tiene, exactamente, tanto sentido como la variante más débil. Pablo amaba profundamente a los miembros de la congregación corintia y les concedía un destacado lugar en su corazón (6:11–12; 7:3).
Si los adversarios de Pablo, implícitamente exigen que les enseñe su carta de recomendación, él les responde diciendo que esta carta la lleva escrita en su corazón. El autor de esta epístola es Cristo, quien recomienda a Pablo como fiel siervo suyo. Además, Pablo es el mensajero de esta epístola.10
c. «Conocida y leída por todos los hombres». Siempre que Pablo estaba o iba a Judea, Siria, Asia Menor o Macedonia, hablaba de las virtudes de la congregación corintia (7:14; 8:24; 9:2). Todo el que quería oírlo sabía que Cristo, mediante el evangelio, había logrado el milagro de la conversión entre los corintios. Como embajador de Cristo, Pablo podía jactarse de la obra que Cristo había hecho entre ellos. No obstante, no sólo la congregación corintia, sino todas las iglesias eran su preocupación (11:28). Oraba por ellas día y noche, les enviaba a sus colaboradores para que les ayudaran y, a veces, mantenía correspondencia con ellas
(cf. 9:2). Su corazón lo tenía puesto en su obra, de modo que todo el que entraba en contacto con él siempre le oía hablar de las iglesias. Cualquiera podía leer en él como en un libro abierto o, como en este caso, en una carta elocuente.
En el original griego, Pablo hace un juego de palabras, probablemente como una expresión idiomática, que no en todos los idiomas se puede traducir: ginoskoene (conocer) y anaginos-koene (conocer de nuevo, por medio de la lectura). En todo el mundo antiguo era costumbre leer en voz alta, tanto privadamente (véase Hch. 8:30), como en los actos públicos de culto (Col. 4:16; 1 Ts. 5:27). Pablo dice que todo el que lo conoce no tendrá más remedio que hablar de la iglesia de Corinto.
3. Es evidente que vosotros sois carta de Cristo, entregada por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones humanos.
a. «Es evidente que vosotros sois carta de Cristo, entregada por nosotros». A Pablo no le interesa hablar de sí mismo, porque no necesita una carta personal de recomendación. En su lugar, llama la atención a los corintios a que sean conscientes de que, por la gracia de Dios, pueden evidenciar su relación con Cristo. Dios obra en sus vidas, y hace que se sepa que pertenecen a Jesucristo. Muchos traductores optan por la versión mostráis en vez de es evidente. La primera opción está en voz media, mientras que la segunda está en voz pasiva.
Ambas traducciones son igualmente acceptables, pero yo prefiero la voz pasiva, la cual posee a Dios como agente. El participio es evidente aparece en tiempo presente para indicar que se trata de una actividad continua.
La imagen presenta dos focos de atención y cambia del uno al otro: Se enfoca en Pablo, de cuyo corazón nace la epístola, y luego en los corintios, que son los destinatarios de la epístola. En otras palabras: todos podían oír a Pablo hablar de la carta, pero al observar a los corintios, se daban cuenta de lo que quería realmente decir.
Pablo repite y desarrolla la tendencia de su pensamiento, que aparece en el versículo anterior (v. 2a) «vosotros sois carta de Cristo». Declara que los cristianos de Corinto son un testimonio vivo del Señor y, por consiguiente, una carta viviente. Luego afirma que Cristo es el autor; es decir: no Pablo, sino Cristo fundó la iglesia de Corinto. Pablo atribuye toda la gloria a Cristo, y él mismo se considera un siervo suyo.
Para ampliar la imagen, Pablo mismo sirve de correo de esta epístola, y actúa a su vez como ministro de la iglesia corintia. Cristo es el autor de la carta, y Pablo su cartero. Pero algu-nos traductores afirman que Pablo es el compositor, y así logran la versión: redactada por no-otros (BJ; cf. NRSV, Moffat). Cuando Cristo es el autor, no podemos atribuir la autoría a Pablo.
Hacemos lo adecuado si traducimos el término griego diakoneo, de la que se derivan diaconado y diácono,como «yo entrego [y aplico un mensaje]». Aquí el verbo significa que Pablo proclamaba el mensaje del evangelio en Corinto como portavoz de Cristo. Pablo servía a los creyentes aplicando el mensaje de salvación, tal como los profetas prestaron un servicio anticipado a la comunidad cristiana (1 P. 1:12).11 Por la administración de este mensaje a la gen-te de Corinto, Pablo se comportaba como siervo obediente de Cristo (Hch. 18:9–11).
b. «Escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo». El texto griego nos muestra que la palabra escrita está en tiempo perfecto, lo que nos habla de una acción pasada, que tiene consecuencias en el presente. Esta acción tuvo lugar cuando Pablo trajo el evangelio, por primera vez, a los corintios (Hch. 18:1–5).
Aunque Pablo menciona la tinta, pero no el papel, no se está expresando de manera descuidada. Habla de la idea de escribir una carta; pero declara que el procedimiento para escribirla no ha sido el normal de la tinta y el papel; pues esta carta es de índole espiritual, escrita con el Espíritu Santo. Cristo es su autor; pero el Espíritu es la que le da vida, y Dios es la fuente de esa vida. La escritura humana puede desvanecerse y desaparecer; pero la divina es permanente, viva y dadora de vida. La frase Dios vivo se repite tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, y señala a Dios, el dador de la vida.
c. «No en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones humanos». El primer contraste que encontramos entre el material de escritura, lo ofrece la tinta y el Espíritu; el segundo, entre la piedra y el corazón humano. Era de esperar que Pablo nos dijera algo sobre las diferencias entre el papel y los corazones; pero, en lugar de eso, introduce otro material más: la piedra. Este segundo contraste lo toma de las profecías de Ezequiel (11:19; 36:26), donde Dios quita el corazón pétreo de las personas y les pone uno nuevo de carne, y un nuevo espíritu dentro de ellos.
Además, por medio de Jeremías, Dios le dice al pueblo de Israel que él pondrá su ley dentro de ellos y la escribirá en sus corazones (31:33). Así como Dios había escrito su ley en tablas de piedra (Éx. 31:18; 32:15; Dt. 9:10–11), en tiempos del Antiguo Testamento, ahora la volvería a escribir en los corazones y mentes de su pueblo del Nuevo Testamento. Pablo con-trasta la ley del Antiguo Testamento, que había permanecido en lo exterior de su pueblo, con la ley del Nuevo Testamento, que opera en lo interno. De hecho, Pablo nos da a entender que el pacto del Antiguo Testamento ha quedado obsoleto, y que el pacto del Nuevo Testamento,
inaugurado por Jesús y la venida del Espíritu Santo, es el que ahora opera (cf. Heb. 8:13).
Palabras, frases y construcciones griegas en 3:1–3
Versículos 1–2
ἤ—«o». La lectura variante adoptada en el Texto Mayoritario es εἰ (si). El soporte que el manuscrito supone, es débil para la variante; pero firme para la lectura preferida. El mismo fenómeno se da en la conclusión del versículo 1, donde el Texto Mayoritario (con un apoyo débil) introduce la lectura adicional συστατικῶν (recomendaciones).
ἐγγεγραμμένη—este verbo compuesto, en tiempo de participio perfecto y voz pasiva (véase también v. 3), presenta una acción del pasado cuyos resultados perduran. El compuesto es intensivo y connota la idea de grabar, que se aplica a las tablas de piedra y a los monumentos. Dios ha grabado en sus manos los nombres de su pueblo (Is. 49:16).
ταῖς καρδίαις—se usa el plural para incluir a los colaboradores de Pablo. Pablo representa a sus compañeros.14 Para la expresión nuestros corazones, véase 1:22; 4:6.
Versículo 3
διακονηθεῖσα—el participio aoristo pasivo nos presenta una acción aislada, que se refiere al tiempo en que Pablo vino por primera vez a Corinto, que identifica al agente de dicha acción y más adelante a sus colaboradores, y que modifica la palabra carta. También aparecen participios, en tiempo presente, en 8:19, 20. Pero el nombre διακονία (ministerio) sucede doce veces en esta epístola, cuatro de las cuales están en el capítulo 3.15
σαρκίναις—la parte final de este adjetivo describe la esencia o sustancia de la carne (véase 1 Co. 3:3). En vez del plural καρδίαις (corazones), el Textus Receptus tiene el singular καρδίας (del corazón, RV60), que cuenta con poco apoyo textual. Pero la mayor dificultad para aceptar esta lectura está en el plural, a causa de su aposición al dativo plural πλαξίν (tablas).
4 Y tenemos esta confianza delante de Dios, por medio de Cristo. 5 No que nos consideremos competentes en nosotros mismos, como para pensar que algo proviene de nosotros, sino que nuestra capacidad proviene de Dios. 6 Dios nos ha capacitado para ser siervos de un nuevo pacto, no de la letra sino del Espíritu. Porque la letra mata, pero el Espíritu vivifica.