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jueves, 27 de agosto de 2015

Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. Por eso, no me tuve por digno de ir a ti. Más bien, di la palabra, y...será sanado.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




 
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Preparamos un sermón Homilético
Jesús sana al siervo del centurión 
Lucas 7:1-10
1 Una vez concluidas todas sus palabras al pueblo que le escuchaba, Jesús entró en Capernaúm. 2 Y el siervo de cierto centurión, a quien él tenía en mucha estima, estaba enfermo y a punto de morir. 3 Cuando oyó hablar de Jesús, le envió ancianos de los judíos para rogarle que fuera y sanara a su siervo. 4 Ellos fueron a Jesús y le rogaban con insistencia, diciéndole: 
—El es digno de que le concedas esto; 5 porque ama a nuestra nación y él mismo nos edificó la sinagoga. 
6 Jesús fue con ellos. Y cuando ya no estaban muy lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos para decirle: 
—Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. 7 Por eso, no me tuve por digno de ir a ti. Más bien, di la palabra, y mi criado será sanado.  8 Porque yo también soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Y digo a éste: "Vé", y él va; digo al otro: "Ven", y él viene; y digo a mi siervo: "Haz esto", y él lo hace. 
9 Cuando Jesús oyó esto, se maravilló de él; y dándose vuelta, dijo a la gente que le seguía: 
—¡Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe! 
10 Cuando volvieron a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo. 

La curación del siervo del centurión (7:1–10)
El autor sigue presentando las evidencias que debían haber identificado al Hijo del Hombre ante cualquier testigo. Desafortunadamente, por la ceguera espiritual que había en la nación, pocos respondieron de corazón. No obstante, de vez en cuando alguien daba muestras de tener una gran fe; aun entre los gentiles, a quienes los judíos consideraban religiosamente marginados.
Varios puntos del siguiente encuentro nos llaman la atención:
1. Por lo regular, el Nuevo Testamento presenta a los centuriones romanos como personas, si no finas, cuando menos mejor que otros.
2. El de esta narración era reconocido por los mismos judíos como “digno” (término que se empleaba para indicar que tenía cierto valor), el autor cita la razón: “porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga” (7:5).
3. Algo de su carácter se revela en que quería mucho a su siervo (7:2) y al reconocer: “No soy digno” (7:6). Esta palabra significa “no llegar a la medida” o “deficiente”, dando muestras de humildad.

¡PENSEMOS!

 ¡Dichoso su siervo! El ambiente de su hogar debe haber estado controlado por la fe del centurión. Las ventajas de semejante relación son obvias. El soldado tenía interés en el siervo, lo cuidaba en lo material y, por lógica, se preocupaba de su bienestar espiritual. Alguien ha dicho: “El futuro de la sociedad está en las familias piadosas”. Si por “piadoso” se entiende “obediente a lo que Dios ha dicho”, es cierto. ¡Ojalá que así sea nuestra familia!


4. Lo más importante es que el soldado demostró tener una fe muy grande: “Dí la palabra, y mi siervo será sano” (7:7). Jesús mismo quedó muy impresionado: “Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe”(7:9). La fe y la humildad son dos ingredientes indispensables para recibir las bendiciones de Dios. Cabe notar que la misma fórmula sigue vigente hoy.


LA FE SE APROPIA DE LAS PROMESAS DE
DIOS. LA HUMILDAD RECONOCE QUE NO LAS
MERECE.



Cristo sigue demostrando su autoridad, esta vez no estando presente al momento de realizarse el milagro, lo cual es una evidencia más en la lista de acontecimientos que prueban que es el Mesías.


    La sanidad del siervo del centurión (7:1–10)


Este episodio se encuentra también en Mateo. Para su discusión vea el comentario sobre Mateo 8:5–13. Lucas omite el contenido de los versos 11 y 12 de ese evangelista. Este es el pasaje donde Jesús dice: “Y… vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera.” Esta es una omisión característica, porque Lucas rara vez incluye pasajes que sean exclusivos para los judíos.


Lucas hace también una importante contribución a la historia. En el relato de Mateo, no se nos dice que el centurión en persona haya acudido a Jesús, sino que había entrado en contacto con El por medio de intermediarios. De hecho, si sólo hubiéramos contado con el material de Mateo solamente habríamos llegado a la conclusión de que el centurión había acudido directamente a Jesús. 

Pero Lucas nos dice que su primer contacto en esta ocasión fue realizado mediante los ancianos judíos que fueron a Jesús con la petición del centurión y lo declararon digno de la consideración del Señor. La alta estima en que era tenido se debía a que había construido una sinagoga. 

Lucas también nos informa que cuando Jesús se acercaba a la casa, y el centurión vio que llegaba, mandó a sus siervos para decirle al Maestro que no era digno de que El entrara en su casa. En el relato de Lucas, Jesús y el centurión nunca estuvieron en contacto directo. Esto no es una contradicción con el relato de Mateo. Mateo simplemente está siguiendo la antigua costumbre de omitir sin comentario todo el material que no contribuía a su propósito.

Un centurión era un oficial militar romano. El del relato, seguramente pertenecía a una unidad auxiliar que estaba bajo el mando de Herodes Antipas, Gobernador de Galilea, en el camino a la ciudad de Capernaún. Cuando Jesús pasó cerca de su casa, mandó a dos amigos con la misión de interceptarlo para que orara por su siervo que estaba muy enfermo.

Evidentemente la fama de Jesús ya había llegado a todos los estratos sociales de Palestina en aquel tiempo. Los amigos del centurión fueron representándolo ya que él no se consideraba a sí mismo digno de recibir a Jesús en su casa. Los dichos del centurión estaban tan cargados de fe que asombraron a Jesús, de tal manera que exclamó: “Ni aún en Israel he hallado tanta fe.” Jesús envió su palabra y lo sanó, de manera que cuando llegaron los amigos del centurión a su casa, encontraron sano al siervo.

La creencia en Jesús por parte del centurión salvó la vida de su siervo, por la fe, que es un don de Dios. La fe puede cambiar cualquier situación. Esa es una de las premisas fundamentales de la relación con Jesucristo quien dijo: “Al que cree todo es posible”.


Capernaúm era la ciudad donde Jesús había establecido su base durante su ministerio en Galilea. En esta ciudad estaba el hogar de Pedro y los demás discípulos, que eran pescadores. Por el incidente del centurión se sabe que la ciudad ya estaba aguardando con expectación la llegada de Jesús, quien tuvo allí un ministerio muy fructífero.


Ministerio urbano, 7:1–8:25. 
Lucas registra ahora el ministerio polifacético de Jesús en varias ciudades. Hay un cambio de énfasis geográfico, pero no teológico. Al contrario, se acentúa mucho más el interés de Lucas por trascender a los despreciados como sujetos de la gracia de Dios. La constante es el acercamiento ministerial a toda la gente, con especial predilección en los gentiles, con prodigios y señales. 

Se celebra la compasión humana de Jesús y el efecto multiplicador de sus enseñanzas. Para cuando Lucas registra su monumental obra, la fe cristiana ya había penetrado profundamente el mundo gentil. Ese impacto fue prefigurado en el ministerio de Jesús hacia los proscritos, enfermos, marginados y excluidos de la sociedad en general. Aquí Lucas pinta cuadros históricos impresionantes del contacto personal de Jesús con los desvalidos, en los que además se muestra el concepto y la importancia de la fe personal en Jesús como el Mesías.

¿Quién era un centurión?
Lucas7:2
Un centurión era un comandante del ejército romano que tenía a cargo 100 hombres (de la palabra latina centum). Su responsabilidad era muy grande ya que debía responder aun con su propia vida por los prisioneros, las ciudades o las provisiones que eran encomendadas a su cuidado.

Su ministerio a un centurión romano, 7:1–10. 

El encuentro de fe con este oficial militar romano se desarrolla en Capernaúm, la ciudad de Pedro (7:1). Luego de haber predicado al pueblo que le escuchaba, Jesús entró en aquella ciudad. Es bueno resaltar que Jesús entendía que su responsabilidad primaria en el ministerio era proclamar y explicar adecuadamente el evangelio del reino de Dios. 

Pero no existen registros de que además haya forzado, manipulado o chantajeado a las personas para seguirle. Al contrario, cada vez que alguien se dispuso a seguirlo, Jesús le insistió en las demandas. Hoy en día, en algunos círculos, muchas veces se desvirtúa y pervierte la responsabilidad de la evangelización, transformándola en gran manera en un ejercicio eminentemente teórico, y con la inserción de “estrategias” de manipulación para conseguir “decisiones”.

En esa ciudad vivía un centurión romano, aparentemente en funciones, por su propio testimonio en el v. 8. Tenía un siervo muy enfermo y a punto de morir (v. 2). Un centurión usualmente gobernaba al menos 80 personas bajo su mando directo, regido con estricta disciplina. Era un hombre acomodado económicamente, pues su salario era muy significativo. Tenía a su haber algunos méritos humanos dignos de resaltar. De hecho, Lucas le hace justicia a su trayectoria: 

(1) Estimaba a su siervo (v. 2, dóulos1401), pues quizá era su única familia, puesto que les estaba prohibido el matrimonio a los soldados. 
(2) Tenía buena reputación entre los judíos, cosa fuera de lo común, pues la sedición y subversión contra Roma era tema cotidiano, y los soldados eran odiados pues eran símbolos vivos de la dominación (vv. 3, 4). Aunque no era un prosélito judío, amaba a la nación judía y como símbolo de su afecto les había construido una sinagoga (v. 5). 
(3) Los ancianos de los judíos lo tenían por digno y merecedor de cualquier favor humano y divino (v. 4). (5) Tenía muchos amigos, aparentemente sinceros (v. 6). (6) Era un hombre piadoso (v. 7).

Lucas, como siempre, establece algunos contrastes en este relato. En primer lugar, entre el centurión y su siervo; luego, entre el pensamiento del centurión y el pensamiento de los judíos. Los ancianos de los judíos hablan mucho acerca del centurión. Pero del siervo no se sabe casi nada; es un perfecto anónimo, sólo se conoce que era esclavo de un oficial romano, que estuvo enfermo y que finalmente Jesús lo sanó, sin conocerlo personalmente. 

Ese es el perfil de los despreciados y marginados de la sociedad, no tenía “meritos” ante la sociedad judía, aunque debió haber sido un hombre de extraordinarios servicios y carácter como para merecer la alta estima de su amo. Sin embargo, la historia misma nos negó el privilegio de saber al menos su nombre. Por otro lado, los ancianos judíos basaron insistentemente la gracia divina en el mérito humano: Él es digno de que le concedas esto (v. 4, subrayado nuestro). 

Mientras el centurión basó su petición de sanidad en la sola misericordia de Dios: … no soy digno de que entres bajo mi techo. Por eso, no me tuve por digno de ir a ti (vv. 6b, 7a, subrayado nuestro). Mientras los judíos, que habían recibido muchos favores, lo tenían por digno, este soldado romano insiste en su indignidad, incluso para hablar personalmente con Jesús, y por ello emplea dos comisiones diferentes: ancianos y amigos (comp. vv. 3 y 6). Aunque su intención original fue que Jesús viniera a su casa, luego desistió humildemente, al reconocerse un miserable gentil que no podía recibir en su casa inmunda a un rabino judío (comp. v. 3 con v. 6).

Pero lo más precioso del relato aún no se ha dicho, y es lo que impresionó a Jesús. De hecho, el NT menciona muy pocas ocasiones en las que Jesús fue impresionado por alguien, pero esta experiencia es una de ellas, si no la más importante. El centurión reconoció dos cosas fundamentalmente: el hecho de no ser digno ante Jesús (vv. 7:6b, 7a); y su certeza absoluta de la autoridad de Jesús (v. 8). 

El versículo clave del pasaje es sin duda el v. 9. Jesús, según el relato lucano, no conoció personalmente al centurión; lo que escuchó de él fue por otras personas, lo cual valida y autentica la persona y obra de aquel soldado. 

Porque siempre el testimonio de otros respecto de uno es más apropiado y genuino que la apreciación personal (a veces autoalabanza). El Señor aprovechó estratégicamente esta experiencia para enseñar algo impresionante a la multitud. De hecho, Lucas marca aquí otro contraste: la gente se había maravillado y asombrado por la persona, palabra y obra de Jesús; pero ahora, el impresionado (thaumázo2296) es Jesús mismo, por la persona, palabra y obra de un gentil (v. 9a).

Si hubiera que escoger un lema o texto clave para identificar a Lucas es precisamente la única frase que se registra de las palabras de Jesús: ¡Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe! (v. 9). Ese es el corazón del evangelio lucano: resaltar la fe y recepción del evangelio del reino por parte de los despreciados gentiles, en contraste con el rechazo de la nación judía. 

Aquella fue una manera tierna, pero a la vez dolorosa para Jesús, de reconocer públicamente que es entre los gentiles que su ministerio tiene resonancia y trascendencia. Jesús marca el último contraste del relato: entre un religiosidad que apelaba al merito y a las obras, y aquella espiritualidad simple pero trascendente que basaba todo el accionar de Dios en la sola gracia y misericordia. ¡Eso es fe! La fe del centurión se enfocó en tres objetivos específicos: él tuvo fe en la palabra (lógos3056) de Jesús (v. 7); en la autoridad (exousía1849) de Jesús (v. 8); y en la identidad (Señor, kúrios2962) de Jesús (v. 6). 

Dicho de otra manera, este sencillo soldado tuvo mayor discernimiento que los judíos para identificar correctamente la persona, palabra y obra de Jesús como el Mesías. El soldado asumió a Jesús bajo autoridad (la del Padre) y sobre autoridad, como él (comp. v. 8); por ello se puede deducir que él entendió plenamente el principio de autoridad ejercido por Jesús. Es evidente que aquello implicó una confesión mesiánica respecto de la persona de Jesús.

El desenlace del relato es obvio, cuando se confía plenamente en el Señor: el siervo fue encontrado sano por los que habían abogado por el centurión (v. 10). Y aunque no se menciona en el texto, aquello debió haber inundado de gozo la vida de aquel noble soldado y de todos los relacionados con él. 

Fue una sanidad “a control remoto”, por así decirlo, y eso sin duda debió haber sido considerado como algo extraordinario, como la sanidad misma. Otra vez, el milagro es solamente la circunstancia, no es el fin en sí mismo. Es la manera para que la gloria de Dios se manifieste en aquellos que se atreven a creer, correctamente, en Jesús.
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viernes, 21 de agosto de 2015

Cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, cuánto más, ya reconciliados, seremos salvos por su vida

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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PREPARÁNDONOS PARA  ACONSEJAR CUANDO HAY CRISIS 




AUSCULTANDO CASOS DE CRISIS

A principios del año 1960 yo formaba parte del personal de una iglesia grande como líder de educación cristiana y juventudes. Un domingo por la noche teníamos a un pastor de otra iglesia como predicador invitado. 

Su presentación produjo un efecto dramático en cada una de las personas de la audiencia. Cuando llegó el momento en que debía dar su mensaje, se levantó, anduvo hacia el púlpito y, sin una sola nota ni abrir la Biblia, empezó a recitar ocho pasajes de la Escritura de memoria como la base de su mensaje. Luego dijo a la congregación: «Esta noche quisiera hablaros acerca de lo que hay que decir y lo que no hay que decir, lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer en situaciones de aflicción y crisis.» Hizo una pausa, y vi desde mi punto de observación con ventaja, frontalmente desde la plataforma, que todo el mundo en la congregación estaba buscando un pedazo de papel en que tomar nota de los principios que el predicador estaba a punto de discutir. 

Yo también busqué un papel, y todavía conservo algunas notas sobre aquel mensaje. Nos dio toda la ayuda y guía que necesitábamos, porque la mayoría no sabía qué decir, aconsejar o hacer cuando uno pierde a un ser querido o se halla en una situación de crisis. (Es por esto que muchas personas procuran evitar situaciones de este tipo.)

Lo práctico y útil del mensaje de aquella noche está todavía grabado en mi memoria, y con frecuencia he pensado: «¡Qué diferente sería si los pastores educaran a sus miembros para muchas de las crisis de la vida como lo hizo este pastor! Tendríamos congregaciones que se ayudarían y se interesarían unos por otros. Podríamos hacer una labor mucho mejor al intentar comunicar con los que están en necesidad.»

El viaje de la vida incluye un conjunto de crisis, algunas de las cuales son predecibles y esperadas, y otras son completas sorpresas. Algunas crisis son de desarrollo, otras son situaciones. Tú, como ministro o como consejero laico, probablemente has experimentado numerosas crisis en tu propia vida y sabes lo que es pasar por ellas. El estar vivos significa que tenemos que estar resolviendo problemas constantemente. 

Cada nueva situación nos proporciona la oportunidad de desarrollar nuevas técnicas de usar nuestros recursos a fin de conseguir mantener el control. Algunas veces tenemos que intentarlo una y otra vez, porque nuestros primeros esfuerzos no dan resultado. Pero, al persistir, descubrimos nuevas formas de vencer los problemas. Y cuando hacemos frente a un problema similar en el futuro, hallamos que es más fácil resolverlo en base a lo que hemos aprendido en el pasado.

Un día, sin embargo, nos encontramos frente a un problema que parece hallarse más allá de nuestra capacidad. Cuando un problema es abrumador, o cuando nuestro sistema de sostén y apoyo, dentro de nosotros o de los demás, no funciona, perdemos el equilibrio. Esto es lo que llamamos una crisis. Y si hay precisamente alguien a quien se acuda para obtener ayuda durante una ocasión de crisis, éste es el pastor o ministro. Las crisis son parte de la vida. Deberíamos esperarlas y verlas venir. Son inevitables. El ayudar a los que pasan por crisis puede ser una fase muy importante del ministerio. 

De hecho, dos de las tareas del ministerio de la iglesia son el preparar a todos los miembros para resolver mejor sus propias crisis y equiparlos para ayudar a otros en tiempos de crisis. Los principios para la comprensión de una crisis y para ayudar a otros en tiempo de crisis se pueden enseñar en sermones y en clases. La razón por la cual las personas vacilan en implicarse en los problemas de los demás no es porque no les importen; más bien es que se sienten incapaces o poco preparados, ¡no saben qué hacer o qué decir! Incluso un ministro preparado tiene que luchar con los mismos sentimientos, y hay ocasiones en que vacila en envolverse en algunas situaciones de crisis. Esto es normal.

Todos los que nos dedicamos a aconsejar, sea en el ministerio o profesionalmente, hemos sentido los dolores de la inadecuación en un momento u otro, y vamos a seguir sintiéndolos el resto de nuestras vidas. Siempre hay que aprender más y nuestras técnicas pueden mejorar día a día.

Permíteme contarte algunas de mis experiencias en la labor de aconsejar durante el curso de los años. No serán muy diferentes de las que te vas a encontrar tú como pastor o consejero en tu iglesia. Al leerlas, procura visualizar la situación, y las personas afectadas, como si tú fueras la persona a quien acuden para pedir ayuda. Considera dos cuestiones importantes: 
  1. ¿Cuáles serían tus sentimientos en cada situación? 
  2. ¿Qué harías? 
Muchas personas pasan por alto la primera pregunta y se concentran sólo en la solución del problema. Pero nuestros sentimientos afectan a lo que hacemos.

Veamos:
CASO1
Una mujer de nuestra congregación entra en el despacho de la iglesia sin tener hora asignada y dice que desea verte. Está visiblemente trastornada y tú le dices que pase y que se siente. Te contesta: «La policía acaba de salir de nuestra casa. Vinieron esta mañana y preguntaron por mi marido. Nos dijeron que había sido acusado por tres de los niños del vecindario de haberles molestado sexualmente. 

Él dijo que no había hecho nada semejante. Pero los vecinos habían presentado una acusación formal. ¿Qué vamos a hacer? Mi marido no quiso decirme nada, y se ha marchado. No sé adónde se ha ido. ¿Qué debo hacer?» ¿Cuáles serían, como pastor, tus sentimientos y qué harías?

CASO 2
Te han llamado de un hospital los familiares de un individuo. No sabes casi nada de su situación y cuando entras te encuentras con la esposa y el médico. El doctor te dice que el enfermo se encuentra en estado terminal, y que se halla en una condición anímica tal que no se han atrevido a decirle nada de su estado. El marido enfermo ha solicitado un ministro para hablar con él, pero el médico te advierte que seas muy cuidadoso referente a su condición. Tú entras en la habitación e inmediatamente el enfermo te dice: «Quiero preguntarle algo, pastor: ¿Estoy a punto de morir? ¿Lo sabe Vd.? ¿Puede decírmelo?» ¿Cuáles serían tus sentimientos, y qué harías?

CASO3
Un individuo entra en tu despacho. Se trata de uno de los ancianos dirigentes de tu iglesia. Está llorando y con angustia en la cara te dice entre sollozos: «¡Mi esposa me ha dejado! ¡Llegué a casa hoy y ya se había ido! ¿Por qué? ¿Dónde está? ¿Por qué se marchó? ¡Yo no tenía idea de que hubiera problema alguno en nuestro matrimonio! Pero ¡se ha marchado! ¡Dijo que ya no me amaba, y que se iba a vivir con otro hombre! ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?» ¿Cuáles serían tus sentimientos y qué dirías o harías?

CASO 4
Estás sentado en tu despacho en la iglesia y suena el teléfono. Contestas y al otro extremo de la línea hay un hombre que dice que quiere hablar contigo. No quiere dar su nombre ni información alguna con que puedas identificarle. Te dice que se ha divorciado recientemente de su esposa. Te explica que es cristiano y quiere hacer la voluntad del Señor. Su esposa vive con otro hombre y tiene a los niños con ella. Empieza a preguntarte qué dice la Biblia acerca del suicidio. Te dice que lo único que impide que se quite la vida es que teme que iría al infierno si lo hiciera. Te comenta, sin embargo, que sería mejor para él dejar este mundo, y que no quiere que sus hijos estén con su esposa, pues es una «mala mujer». No desea que sus hijos tengan que pasar por lo que él ha pasado en la vida y sugiere indirectamente que quizás sería mejor «llevárselos» con él. ¿Cuáles serían tus sentimientos, y qué es lo que dirías?

CASO 5
Una mujer pide hora para verte. Reconoces que es una persona de la cual te ha hablado ya otro miembro de la iglesia. Esta mujer perdió hace poco un hijo de quince años en un trágico accidente. Cayó de una camioneta y se partió la cabeza contra el pavimento. Estuvo en coma ocho días en el hospital, durante los cuales ella no le abandonó nunca. El resto de la familia iba a visitarle y se marchaba, pero ella no se movía de su lado, ayunando y orando por su recuperación. El séptimo día comenzó a mejorar, pero precisamente cuando empezaba a tener esperanzas de que sanara, murió de repente. La mujer se halla sentada en tu despacho, te mira y te dice: «¿Dónde estaba Dios durante aquellos días? ¿Por qué me castigó de esta manera? Se llevó a mi hijo después de darme esperanzas de su recuperación. ¡Nunca …, nunca más … voy a recobrarme! He perdido todo deseo de vivir hasta que pueda ir donde se halla mi hijo.» ¿Cuáles serían tus sentimientos y qué dirías o harías?

Permíteme que te describa una última situación muy extraña. Sucedió hace unos años en mi iglesia. En varias ocasiones me he preguntado cuáles habrían sido mis sentimientos y qué es lo que habría dicho y hecho si me hubiera enfrentado cara a cara con el personaje que voy a describir.

CASO 6
Llegué a la iglesia hacia las 6 de la tarde, un miércoles. Cuando me dirigía al despacho, miré en el buzón de cartas que teníamos en el exterior del edificio, para ver si había alguna. En el buzón había una Biblia. No le di mucha importancia, imaginando que la habría dejado allí alguno de los estudiantes de la escuela secundaria. Después de la reunión de jóvenes di una mirada al interior de la Biblia. Me quedé un poco sorprendido al ver una fotografía en color de un hombre en traje de camuflaje del ejército, con una bandolera de balas colgando del hombro y un rifle en la mano. En el fondo se veían dos rifles más, apoyados contra la pared. Y luego noté que en la primera parte de la Biblia había diversas páginas de lo que parecía un diario personal. 

Empecé a leer:
  «Señor Jesús, creo que moriste por mis pecados en la cruz. Te recibo como mi Salvador y Señor personal. Te invito a tomar posesión de mi corazón. Te entrego mi vida. Tómala y haz que viva para tu gloria.

  El amor de Jesús no ha penetrado en los corazones de los que me rodean. Todos me traicionan de una u otra manera, y, al hacerlo, traicionan también a su Creador. Sé que soy un artista cristiano auténtico. Por eso quiero que la verdad suene de modo claro en mis grabaciones. Pronto voy a grabar de nuevo y voy a enviar las cintas a todos los editores de discos y cassettes. Pero sé que me encuentro bajo vigilancia electrónica y por medio de una manipulación de minorías se me priva de mi lugar legítimo en la sociedad.

  Todas las mujeres que mis enemigos controlan o manipulan a mi alrededor para dominarme no van a cambiarme nunca. Simplemente, no conseguirán controlarme más que convertir mi cuerpo en un árbol. Esta capacidad que tienen de influir a través de las mujeres es un arma muy fuerte. Pero no les sirve.

  Ésta es toda la historia: Dios me creó para que viviera como cantante, un artista y un hombre fuerte. Pero los humanistas profanos se están burlando de mí y de Dios.

  Cuando arda en llamas y se destruya el edificio de la injusticia federal, cuando queme la Constitución, la carta de derechos cívicos y todos los documentos de nuestra llamada herencia histórica, cuando el fuego destruya todo este mundo lleno de hipocresía, entonces, sólo entonces, voy a pagar mis impuestos.

  El hermano de Robert Kennedy fue asesinado; él mismo también. Sólo que de forma diferente. Mi hermano vive todavía; únicamente su mente fue asesinada volviéndola contra mí.
  Hay demasiados cristianos, o por lo menos gentes que se llaman con este nombre, que dan testimonio falso.

  ¡Y no veo razón alguna para continuar esta hipocresía! Querido mundo: no me preocupa ni me afecta la vida eterna. Lo que quisiera alcanzar o tener es un poco de vida ahora, aquí, en este momento. No vivo, meramente existo. Sal. 19:13; 54:3; 55:17; 59:2, 4; Jer. 23:1.»

  (Escrito enviado a la Policía del Estado de California.) «En esta casa están sucediendo cosas extrañas. El propietario me ha demostrado que es un malvado.

  Si muero como artista cantante, que es lo que soy, señal que será la voluntad de Dios. Si muero disparando, luchando por mi libre albedrío, por el derecho a mis propias decisiones y rehusando que mi vida sea anulada como lo es ahora. Si hablan mis pistolas, la sociedad misma será la causa de ello; yo soy solamente el efecto. Recuerda, mundo, cuántos años y cuántos días he pasado combatiendo contra este crimen infame de querer anular mi vida, luchando contra fuerzas imposibles de contener. Así que pido perdón por la sangre que he derramado, puesto que yo mismo he sido asesinado innumerables veces. Por ello, cuando me convierta en un peligro social, busque la sociedad las causas en sí misma, puesto que ella es la culpable. Este mundo está lleno de fuerzas malévolas en acción.

  Voy a encontrarme con Dios mucho antes de lo que debería hacerlo. Los que me persiguen —y hay abundante evidencia de que lo hacen— son la causa de mi muerte y de mi fracaso aquí en California o en parte alguna. ¿De dónde viene esta influencia?

  Es una conspiración religiosa, así como política, en la que está envuelta la policía. Tanto cristianos como judíos son parte de esta conspiración, pero es verdaderamente una conspiración y América no ha sido América para mí. Te quiero, Tom.

  Todos los masones que he conocido son, sin la menor duda, hombres inicuos. Juegan una parte importante en la influencia que hay detrás de esta conspiración. Washington y Jefferson sabían perfectamente que los masones de hoy se desentenderían de ellos, que se volverían en contra suya.

  Mi comida ha sido drogada. En defensa de los masones quiero decir que Carlos, el marido de mi casera, es un buen hombre y, ciertamente, no como los que he mencionado, que fueron condicionados contra mí. Su difunto marido era también masón, y estoy seguro de que fue un buen hombre para su mujer.

  La Palabra de Dios te guardará del pecado o el pecado te alejará de la Palabra de Dios. — Navegantes.

  Es una vergüenza que en esta llamada sociedad algunos tengamos que morir para poder ser comprendidos o creídos. Creo que ha sido siempre así, pero eso no quiere decir que yo sea uno de los grandes en esta lista de héroes. De un modo especial, el crimen de los que me persiguen, los humanistas profanos, es que están tratando de hacer de mí un hombre vulgar. Toda su pretendida ayuda es tratar de destruirme, ponerme en ridículo delante de la sociedad. Todo lo que hacen es destruirme porque ellos no saben cuál es la mente que Dios me ha dado, que no es la mente que ellos creen que yo debería tener. Sé que debería triunfar en el mundo del espectáculo como un cantautor. Pero lo que hacen es impedir que ocupe el lugar que me corresponde en la sociedad, lo cual me demuestra que se burlan de Dios, aquí en este país que una vez fuera tierra de oportunidad libre y digna. No puedo ser otra cosa que lo que Dios me ha creado para que sea. Repito, no hago más que existir, simplemente, puesto que no vivo. Se me niegan los talentos creativos que Dios me ha dado. Esto lo hacen mis enemigos. Me doy cuenta de que cada sociedad y cada religión ha creado sus propios demonios. Creo que esto es lo que se proponen los que me persiguen. Evidentemente yo soy para ellos un demonio. Lo veo bien claro en la máscara psicológica de mi propio hermano. Para él soy un demonio, pero sé que es tan sólo en su mente, no en mi corazón y, ciertamente, no en mi propia mente.»

Al final de la página había el nombre del autor. Tomé la Biblia y me dirigí hacia casa. Llegué a las 10 de la noche y mi esposa estaba preocupada. Su madre había llamado por teléfono desde una ciudad cercana y le había hablado de una búsqueda por parte de la policía y un tiroteo que había ocurrido hacía poco. 

Al parecer, un hombre había entrado en una farmacia y había secuestrado a uno de los clientes: una señora. Se la llevó en su coche a una área montañosa, en tanto que la policía los seguía, y después de un tiroteo el individuo fue capturado, quedando la persona secuestrada en libertad. 

Durante el día se había efectuado una búsqueda general por todo el estado. Al parecer, con anterioridad, el individuo estaba fuera de sí y con tendencias suicidas. Había intentado ponerse en contacto con el pastor de su iglesia. Durante tres horas el pastor había estado hablando con él. A pesar de todo, este hombre estaba todavía decidido a suicidarse y decidió manipular la situación de forma que muriera del disparo de un agente de policía. Se dirigió a una de las carreteras principales y condujo a una velocidad superior a 150 kilómetros por hora, hasta que atrajo la atención de la policía de tráfico.

Cuando le detuvieron salió del coche, empuñando una pistola con la que apuntó al policía de tráfico. Esperaba que éste respondería sacando su propia pistola y disparándole un tiro. Sin embargo, por alguna razón, el policía, o bien no reaccionó a tiempo, o no se dio cuenta de lo que ocurría, por lo que el fugitivo le disparó, matándole. Más tarde entró en la farmacia mencionada anteriormente y secuestró a la cliente.

Después de haber oído toda esta historia, decidí escuchar las noticias de las 11 para ver si obtenía más información. La dieron. Relataron de nuevo la historia con detalle y el locutor mencionó el nombre del interfecto. Cuando lo oí, me di cuenta de que este nombre era el mismo del documento. Lo comprobé al abrir la Biblia que había descubierto en la iglesia. ¡El sospechoso y el dueño de esta Biblia eran la misma persona! Llamé a la policía y les dije lo que tenía en mi poder. Me pidieron se lo entregara para poder examinarlo.

En algún punto durante este día trágico, había acudido a nuestra iglesia esperando hallar a alguien con quien poder hablar. Al no haber nadie disponible, dejó su Biblia en el buzón. A su manera esto era un grito pidiendo socorro. «¡Ayudadme! ¡Salvadme! ¡Detenedme!» ¿Qué es lo que habrías hecho si tú hubieras estado allí? ¿Cuáles habrían sido tus sentimientos? ¿Qué es lo que habrías hecho o dicho si te hubieras encontrado en aquel lugar?

Estoy seguro que podrías añadir a esta lista numerosas experiencias e historias propias. No hay límite en el número de experiencias de crisis que han ocurrido en tu vida. Piensa en las infinitas posibilidades: La pérdida de un empleo, la pérdida de un amigo o persona en que te apoyabas, un cargo u honor; una enfermedad que te ha incapacitado, una operación, un accidente; la muerte de uno de los padres, de un amigo, del cónyuge o un hijo; noticias de que estás enfermo de modo incurable; descubrir que tu hijo toma drogas o es homosexual; comprobar una minusvalía seria en ti mismo o bien en otro miembro de tu familia; un aborto, un embarazo no deseado; un huracán, un terremoto; un intento de suicidio; una separación o un divorcio; la lucha por la custodia de un hijo; una experiencia espiritual que afecta a los miembros de otra familia; descubrir que tu propio hijo es miembro de una secta rara; un nacimiento prematuro; un pleito; tener que llevar a los padres, ya mayores, a un hogar de ancianos; vivir con una persona deprimida de modo crónico; el descubrimiento de que tú o tu cónyuge sufrís la enfermedad de Alzheimer o la corea de Huntington; tener un ataque cardíaco o sufrir una operación seria que dé lugar a una pérdida de memoria. La lista no tiene fin. Ninguna de estas situaciones de crisis es ficticia. Todas son reales. Y tú y yo podemos vernos en la necesidad de ministrar a personas reales en situaciones semejantes.
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