Ministerio urbano, 7:1–8:25.
Lucas registra ahora el ministerio polifacético de Jesús en varias ciudades. Hay un cambio de énfasis geográfico, pero no teológico. Al contrario, se acentúa mucho más el interés de Lucas por trascender a los despreciados como sujetos de la gracia de Dios. La constante es el acercamiento ministerial a toda la gente, con especial predilección en los gentiles, con prodigios y señales.
Se celebra la compasión humana de Jesús y el efecto multiplicador de sus enseñanzas. Para cuando Lucas registra su monumental obra, la fe cristiana ya había penetrado profundamente el mundo gentil. Ese impacto fue prefigurado en el ministerio de Jesús hacia los proscritos, enfermos, marginados y excluidos de la sociedad en general. Aquí Lucas pinta cuadros históricos impresionantes del contacto personal de Jesús con los desvalidos, en los que además se muestra el concepto y la importancia de la fe personal en Jesús como el Mesías.
¿Quién era un centurión?
Lucas7:2
Un centurión era un comandante del ejército romano que tenía a cargo 100 hombres (de la palabra latina centum). Su responsabilidad era muy grande ya que debía responder aun con su propia vida por los prisioneros, las ciudades o las provisiones que eran encomendadas a su cuidado.
Su ministerio a un centurión romano, 7:1–10.
VIDEO
El encuentro de fe con este oficial militar romano se desarrolla en Capernaúm, la ciudad de Pedro (7:1). Luego de haber predicado al pueblo que le escuchaba, Jesús entró en aquella ciudad. Es bueno resaltar que Jesús entendía que su responsabilidad primaria en el ministerio era proclamar y explicar adecuadamente el evangelio del reino de Dios.
Pero no existen registros de que además haya forzado, manipulado o chantajeado a las personas para seguirle. Al contrario, cada vez que alguien se dispuso a seguirlo, Jesús le insistió en las demandas. Hoy en día, en algunos círculos, muchas veces se desvirtúa y pervierte la responsabilidad de la evangelización, transformándola en gran manera en un ejercicio eminentemente teórico, y con la inserción de “estrategias” de manipulación para conseguir “decisiones”.
En esa ciudad vivía un centurión romano, aparentemente en funciones, por su propio testimonio en el v. 8. Tenía un siervo muy enfermo y a punto de morir (v. 2). Un centurión usualmente gobernaba al menos 80 personas bajo su mando directo, regido con estricta disciplina. Era un hombre acomodado económicamente, pues su salario era muy significativo. Tenía a su haber algunos méritos humanos dignos de resaltar. De hecho, Lucas le hace justicia a su trayectoria:
(1) Estimaba a su siervo (v. 2, dóulos1401), pues quizá era su única familia, puesto que les estaba prohibido el matrimonio a los soldados.
(2) Tenía buena reputación entre los judíos, cosa fuera de lo común, pues la sedición y subversión contra Roma era tema cotidiano, y los soldados eran odiados pues eran símbolos vivos de la dominación (vv. 3, 4). Aunque no era un prosélito judío, amaba a la nación judía y como símbolo de su afecto les había construido una sinagoga (v. 5).
(3) Los ancianos de los judíos lo tenían por digno y merecedor de cualquier favor humano y divino (v. 4). (5) Tenía muchos amigos, aparentemente sinceros (v. 6). (6) Era un hombre piadoso (v. 7).
Lucas, como siempre, establece algunos contrastes en este relato. En primer lugar, entre el centurión y su siervo; luego, entre el pensamiento del centurión y el pensamiento de los judíos. Los ancianos de los judíos hablan mucho acerca del centurión. Pero del siervo no se sabe casi nada; es un perfecto anónimo, sólo se conoce que era esclavo de un oficial romano, que estuvo enfermo y que finalmente Jesús lo sanó, sin conocerlo personalmente.
Ese es el perfil de los despreciados y marginados de la sociedad, no tenía “meritos” ante la sociedad judía, aunque debió haber sido un hombre de extraordinarios servicios y carácter como para merecer la alta estima de su amo. Sin embargo, la historia misma nos negó el privilegio de saber al menos su nombre. Por otro lado, los ancianos judíos basaron insistentemente la gracia divina en el mérito humano: Él es digno de que le concedas esto (v. 4, subrayado nuestro).
Mientras el centurión basó su petición de sanidad en la sola misericordia de Dios: … no soy digno de que entres bajo mi techo. Por eso, no me tuve por digno de ir a ti (vv. 6b, 7a, subrayado nuestro). Mientras los judíos, que habían recibido muchos favores, lo tenían por digno, este soldado romano insiste en su indignidad, incluso para hablar personalmente con Jesús, y por ello emplea dos comisiones diferentes: ancianos y amigos (comp. vv. 3 y 6). Aunque su intención original fue que Jesús viniera a su casa, luego desistió humildemente, al reconocerse un miserable gentil que no podía recibir en su casa inmunda a un rabino judío (comp. v. 3 con v. 6).
Pero lo más precioso del relato aún no se ha dicho, y es lo que impresionó a Jesús. De hecho, el NT menciona muy pocas ocasiones en las que Jesús fue impresionado por alguien, pero esta experiencia es una de ellas, si no la más importante. El centurión reconoció dos cosas fundamentalmente: el hecho de no ser digno ante Jesús (vv. 7:6b, 7a); y su certeza absoluta de la autoridad de Jesús (v. 8).
El versículo clave del pasaje es sin duda el v. 9. Jesús, según el relato lucano, no conoció personalmente al centurión; lo que escuchó de él fue por otras personas, lo cual valida y autentica la persona y obra de aquel soldado.
Porque siempre el testimonio de otros respecto de uno es más apropiado y genuino que la apreciación personal (a veces autoalabanza). El Señor aprovechó estratégicamente esta experiencia para enseñar algo impresionante a la multitud. De hecho, Lucas marca aquí otro contraste: la gente se había maravillado y asombrado por la persona, palabra y obra de Jesús; pero ahora, el impresionado (thaumázo2296) es Jesús mismo, por la persona, palabra y obra de un gentil (v. 9a).
Si hubiera que escoger un lema o texto clave para identificar a Lucas es precisamente la única frase que se registra de las palabras de Jesús: ¡Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe! (v. 9). Ese es el corazón del evangelio lucano: resaltar la fe y recepción del evangelio del reino por parte de los despreciados gentiles, en contraste con el rechazo de la nación judía.
Aquella fue una manera tierna, pero a la vez dolorosa para Jesús, de reconocer públicamente que es entre los gentiles que su ministerio tiene resonancia y trascendencia. Jesús marca el último contraste del relato: entre un religiosidad que apelaba al merito y a las obras, y aquella espiritualidad simple pero trascendente que basaba todo el accionar de Dios en la sola gracia y misericordia. ¡Eso es fe! La fe del centurión se enfocó en tres objetivos específicos: él tuvo fe en la palabra (lógos3056) de Jesús (v. 7); en la autoridad (exousía1849) de Jesús (v. 8); y en la identidad (Señor, kúrios2962) de Jesús (v. 6).
Dicho de otra manera, este sencillo soldado tuvo mayor discernimiento que los judíos para identificar correctamente la persona, palabra y obra de Jesús como el Mesías. El soldado asumió a Jesús bajo autoridad (la del Padre) y sobre autoridad, como él (comp. v. 8); por ello se puede deducir que él entendió plenamente el principio de autoridad ejercido por Jesús. Es evidente que aquello implicó una confesión mesiánica respecto de la persona de Jesús.
El desenlace del relato es obvio, cuando se confía plenamente en el Señor: el siervo fue encontrado sano por los que habían abogado por el centurión (v. 10). Y aunque no se menciona en el texto, aquello debió haber inundado de gozo la vida de aquel noble soldado y de todos los relacionados con él.
Fue una sanidad “a control remoto”, por así decirlo, y eso sin duda debió haber sido considerado como algo extraordinario, como la sanidad misma. Otra vez, el milagro es solamente la circunstancia, no es el fin en sí mismo. Es la manera para que la gloria de Dios se manifieste en aquellos que se atreven a creer, correctamente, en Jesús.