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domingo, 15 de noviembre de 2015

Esta es la ley del sacrificio por el pecado: En el lugar donde se inmola el holocausto, será degollada la víctima por el pecado, en presencia de YHVH. Es cosa santísima.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Nos preparamos para enseñar en la congregación
El holocausto diario
Levítico 6:1-30
1      Habló YHVH a Moisés, diciendo:
2      Si una persona peca y comete prevaricación contra YHVH, ya sea engañando a su prójimo en cuanto a depósito o prenda confiada en su mano, o por hurto, o por extorsión a su prójimo,
3      o por hallar algo perdido y negarlo, y por cualquiera de estas cosas que puede hacer el hombre, jura falsamente pecando con ellas,
4      cuando haya así pecado y resulte ser culpable, devolverá lo que robó o defraudó, o el depósito que se le encomendó, o la cosa perdida que halló,
5      o todo aquello en lo que haya jurado falsamente. Lo devolverá pues por entero, el día de la ofrenda por su culpa, añadiendo a ello su quinto, que le dará a aquel a quien pertenece.
6      Y como ofrenda por su culpa ante YHVH, llevará del rebaño al sacerdote un carnero sin defecto, según tu estimación, como ofrenda por la culpa,
7      y el sacerdote hará expiación por él delante de YHVH, y le será perdonada cualquier cosa que haya hecho por la cual sea culpable.
8      Y habló YHVH a Moisés para decirle:
9      Ordena a Aarón y a sus hijos, y diles: Ésta es la ley del holocausto: El holocausto permanecerá ardiendo sobre el fuego, encima del Altar, toda la noche hasta la mañana, y el fuego del Altar ha de mantenerse ardiendo en él.
10      Luego el sacerdote se revestirá de su túnica de lino y vestirá sobre su carne los zaragüelles de lino. A continuación recogerá de sobre el Altar la ceniza del holocausto que el fuego habrá reducido, y la depositará al costado del Altar.
11      Después se quitará sus vestiduras, y revestido de otras vestiduras, sacará la ceniza fuera del campamento a un lugar puro.
12      En tanto, el fuego de sobre el Altar arderá en él sin extinguirse. El sacerdote quemará leños en él cada mañana, y acomodará encima el holocausto, dejando consumir en él las grosuras de las ofrendas de paz.
13      Un fuego continuo arderá sobre el Altar sin extinguirse.
14      La ley de la ofrenda vegetal será ésta: Los hijos de Aarón la deberán ofrecer ante YHVH, frente al Altar.
15      Se retirará de ella un puñado de flor de harina de la ofrenda vegetal, con su aceite y todo el incienso que está sobre la ofrenda vegetal, y lo dejará consumir sobre el Altar como su memorial en olor que apacigua a YHVH.
16      El resto lo comerán Aarón y sus hijos. Se comerá en forma de ázimos en lugar santo. En el atrio del Tabernáculo de Reunión la comerán.
17      No se horneará con levadura. Es su porción que les doy de mis sacrificios ígneos, cosa muy sagrada como ofrenda por el pecado y ofrenda por la culpa.
18      Todo varón entre los hijos de Aarón la podrá comer. Es estatuto perpetuo por vuestras generaciones respecto a los sacrificios ígneos a YHVH. Todo lo que toque en ellas quedará consagrado.
19      Y habló YHVH a Moisés, diciendo:
20      Esta será la ofrenda que Aarón y sus hijos presentarán a YHVH el día de su respectiva unción: la décima parte de un efa de flor de harina como ofrenda vegetal continua, la mitad por la mañana y la mitad por la tarde.
21      En sartén será desleída en aceite, y la llevarás bien frita, en pedazos, tal como la ofrenda vegetal cocida al horno, y la ofrecerás como olor que apacigua a YHVH.
22      Y el sacerdote que de entre sus hijos haya sido ungido para sucederlo, habrá de ofrecerla. Esto es un estatuto perpetuo de YHVH. Será quemada totalmente.
23      Así, toda ofrenda vegetal del sacerdote no se comerá sino que será enteramente quemada.
24      Y habló YHVH a Moisés, diciendo:
25      Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: Esta es la ley del sacrificio por el pecado: En el lugar donde se inmola el holocausto, será degollada la víctima por el pecado, en presencia de YHVH. Es cosa santísima.
26      El sacerdote que haga la ofrenda por el pecado la comerá. En lugar sagrado la comerá, dentro del atrio del Tabernáculo de Reunión.
27      Todo lo que toque en su carne quedará consagrado. Si la sangre salpica sobre una vestidura, lavarás lo que fue salpicado en un lugar santo.
28      La vasija de barro en que sea cocida será quebrada, y si se cuece en vasija de cobre, ésta será fregada y enjuagada con agua.
29      Todo varón de entre los sacerdotes podrá comer de ella. Es cosa santísima.
30      Pero no se comerá ninguna ofrenda por el pecado cuya sangre haya sido llevada al Tabernáculo de Reunión para hacer expiación en el Santuario. En el fuego será quemada.

Sacrificio por el pecado
LEVÍTICO 6
Levítico 6:1–7. La tercera situación que exigía una ofrenda por el pecado era bastante diferente de las dos primeras. Se describe nuevamente como pecado contra el Señor, pero aquí el pecado no era sólo el de robarle los bienes a otra persona, fuera por robo específico, o por extorsión, o por no devolver las propiedades que se le confiaron para que las cuidara, sino que cuando se le requirió respecto a estos asuntos juró que era completamente inocente. 
El juramento delante de Dios era un medio común de dirimir las disputas legales cuando faltaban otras evidencias, pero una persona tomaba el nombre de Jehová en vano al abusar de ese juramento.
En ese caso, la persona culpable, antes de presentar la ofrenda por la culpa, tenía que devolver lo que hubiera robado o tomado mediante extorsión, y además tenía que pagar el veinte por ciento de su valor a la persona a quien había pertenecido. Solamente después de que la propiedad había sido devuelta, el transgresor podía llevar al sacerdote su carnero sin defecto como una ofrenda por la culpa.
Como en todas las ofrendas, se le aseguraba al adorador que estaba perdonado.
El significado de la ofrenda por la culpaComo es el caso con todos los sacrificios de sangre, Cristo es el cumplimiento de la ofrenda por la culpa. Hablando sobre el Mesías que vendría, el profeta Isaías dice: “Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados [culpa]… Jehová cargó en él [la culpa] de todos nosotros… [puso] su vida en expiación por el pecado” (Isaías 53:5, 6, 10). 
El sacrificio de Cristo fue la perfecta ofrenda por la culpa por todos los pecados de todos los tiempos. En efecto, fue solamente por causa de la muerte de Cristo en la cruz que las ofrendas por la culpa del Antiguo Testamento tuvieron valor. Todas las personas a lo largo de la historia del mundo son culpables delante de Dios, pero Cristo tomó sobre él las culpas de todos y sufrió la ira de Dios en lugar de ellos. La relación con Dios, quebrantada por el pecado del hombre, ha sido restablecida por el sacrificio de Cristo, la perfecta ofrenda por la culpa.
Así como la ofrenda por el pecado nos enseñó algo respecto al pecado y sus efectos, también lo hace la ofrenda por la culpa. Si una persona devolvía lo que había robado, más el veinte por ciento, nos podemos preguntar por qué se le exigía llevar además una ofrenda por la culpa. La razón es que todo pecado es primera y principalmente un pecado contra Dios. 
Los pecados de asesinato y adulterio que cometió David fueron cometidos contra personas, pero él le dice al Señor: “Contra ti, contra ti solo he pecado; he hecho lo que es malo delante de tus ojos” (Salmo 51:4).
La restitución a la persona ofendida, que era un aspecto de la ley ceremonial, también es con seguridad un fruto de la fe que todos los que han sido perdonados van a querer hacer. Cuando Jesús fue a la casa de Zaqueo, Zaqueo anunció: “Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguien, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lucas 19:8).
Siempre es esencial la reconciliación con la persona ofendida. En el Sermón del Monte, Jesús les dijo a sus discípulos: “Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23, 24).
A una persona que no le hubiera dado al Señor lo que debía, se le exigía hacer restitución y añadir el veinte por ciento. No era que Dios necesitara su ofrenda, ni tampoco que presentarle una ofrenda al Señor compensara el pecado. Más bien era para entrenar y disciplinar al pecador. Una aplicación de esto bien se puede dar cuando un cristiano, debido a su carne pecaminosa, toma lo mejor para él y deja de llevarle sus ofrendas regulares al Señor. 
La amonestación fraternal también puede ser una oportunidad para animarlo a enmendar negligencias pasadas, no para expiar pecados pasados, ni para enriquecer la tesorería de la iglesia, sino más bien para entrenar y desarrollar a la persona, para ayudarle a ver que el apoyo a la iglesia es una expresión de amor y gratitud a su Señor, y debe ser siempre algo sagrado.
Cuando miramos los sacrificios de sangre, no podemos evitar la impresión que produce la magnitud de las ofrendas que Dios exigía de su pueblo y la severidad con que los trató cuando pecaron. Además notamos la gran misericordia que mostró al disponer las cosas para cubrir los pecados de ellos. ¡Que nosotros, los que estamos en la era del cumplimiento, nos esforcemos por dar generosamente ofrendas de acción de gracias al Dios de nuestra salvación!
Instrucciones a los sacerdotes
Si usted hubiera sido un laico en los tiempos del Antiguo Testamento, hubiera estado interesado en saber cuándo debía ofrecer una ofrenda por el pecado o una ofrenda por la culpa. Usted también hubiera querido saber qué clase de animales tenía que llevar para los diferentes sacrificios y qué se requería que usted hiciera cuando el animal se llevaba al sacrificio. Estos han sido los temas que se han tratado hasta este punto en Levítico.
Si, por otro lado, usted hubiera sido un sacerdote, entonces hubiera estado interesado en cómo sacrificar el animal que el adorador llevó exactamente de la manera que Dios mandó. Usted hubiera querido saber qué partes del animal se tenían que quemar y qué partes se podían comer. También hubiera estado interesado en saber qué partes del animal le pertenecían a usted para compartir con otros sacerdotes y con los miembros de la familia. Estos son los temas que se tratan en el resto del capítulo seis y todo el capítulo siete.
Cuando se compara el orden de los sacrificios que aparece en Levítico 1–5 con el orden que aparece en Levítico 6–7, se nota inmediatamente una diferencia. En estos últimos capítulos se mencionan primero los sacrificios diarios regulares, los holocaustos y las ofrendas de grano que los acompañan. Después de estas sigue la ofrenda por el pecado, que se exigía solamente en ciertas fiestas o después de que alguien había pecado. 
Luego se menciona la ofrenda por la culpa, que no se ofrecía de manera regular, sino que era necesaria después de ciertos pecados. Finalmente se menciona el sacrificio de paz, que generalmente era un sacrificio opcional. Por lo tanto, parece que en Levítico 6 y 7, los sacrificios están organizados en el orden de la frecuencia con que se ofrecían.
El tema principal de esta sección es el de comer la carne de los sacrificios, es decir, quién la podía comer y dónde se podía comer. La sección termina con un breve resumen de los principales temas tratados.
El holocausto ( Levítico 6:8–13 )
Levítico 6:8–13. El pensamiento principal de este párrafo es que nunca se debía apagar el fuego del altar del holocausto. 
¡El punto se menciona siete veces! Se hacía un holocausto cada mañana y cada tarde. En la mayor parte de la semana había otras ofrendas durante el curso del día, pero, después del holocausto de la tarde, no se debía ofrecer nada hasta el día siguiente. Sin vigilancia cuidadosa, el fuego se podía apagar, pero el sacerdote no podía permitir que eso ocurriera.
Se han dado diferentes explicaciones sobre el significado del fuego perpetuo en el altar del holocausto. Un comentarista sugiere que, como los primeros holocaustos en el Tabernáculo fueron encendidos con fuego del cielo, el sacerdote tenía que mantener el fuego encendido para que las ofrendas siempre fueran quemadas con fuego celestial. Otro comentarista sugiere que el fuego constante era una señal visible de la adoración ininterrumpida al Señor. 
Otro dice que el fuego perpetuo representaba la consagración continua del pueblo a su Dios. Puede haber algo de cierto en cada una de estas interpretaciones, pero cuando recordamos que el holocausto expresaba la relación del pacto, podemos ver un significado especial en el fuego perpetuo. 
Por ese fuego, los creyentes del Antiguo Testamento recordaban constantemente que estaban en un estado de gracia, que Dios les había perdonado todos sus pecados por causa del Mesías prometido. El escritor a los Hebreos dice: “Por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable. Por eso puede también salvar completamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:24, 25). Es muy consolador saber que Dios nos ve constantemente a la luz del sacrificio que hizo Cristo por nuestros pecados.
Podría parecer que la remoción de las cenizas del altar era una tarea particularmente baja, que podría haber hecho algún sirviente, pero siempre fue el sacerdote oficiante quien lo hizo. El sacerdote también tenía que estar ataviado con los vestidos apropiados, aun cuando sólo estaba quitando las cenizas. Aquí hay lecciones para nosotros. 
Los trabajos poco atractivos, tales como lavar los baños de la iglesia, barrer los pisos o llenar sobres, cuando se hacen para el Señor, nunca son triviales o degradantes. Cuando los sacerdotes realizaban una tarea como sacar las cenizas, era inaceptable la indiferencia y el comportamiento descuidado. Lo mismo es cierto hoy en día.
La ofrenda de grano ( Levítico 6:14–23 )
Levítico 6:14–18. Estas leyes complementan las que se dan en Levítico 2. Después de que se ofrecía la parte memorial de la ofrenda de grano, los sacerdotes podían comer el sobrante. Lo debían comer en el atrio del Tabernáculo de reunión, a diferencia de otras ofrendas, que podía consumir el sacerdote en su casa con la familia. Además, sólo lo podían comer los varones de la familia del sacerdote. Cualquiera que tocara esa ofrenda era “santificado”, es decir, una persona que no estuviera autorizada era, por lo tanto, objeto de castigo por la contaminación que resultaba por el contacto con cosas las consagradas completamente a Dios.
Levítico 6:19–23. El sumo sacerdote le debía presentar a Dios una ofrenda diaria de grano por él y por el sacerdocio. 
Cuando un laico llevaba una ofrenda de grano, se les permitía a los sacerdotes comer de ella, pero no se les permitía comer de los sacrificios que ofrecían a nombre de ellos. Por lo tanto, esas ofrendas se tenían que quemar completamente.Los sacerdotes no estaban por encima de la ley, ya que también se tenía que hacer sacrificios por ellos mismos. Eso nos recuerda que el servicio en la iglesia de Dios no exime a una persona de vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.
El libro de Hebreos, se refiere a los sacrificios diarios que presentaban los sacerdotes del Antiguo Testamento. Dice que el sacerdocio de Cristo es superior porque él no tiene que repetir su sacrificio. 
“No tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (Hebreos 7:27). Aunque no se requiere otro sacrificio por el pecado y aunque tenemos a nuestra disposición el perdón completo para nosotros, ciertamente necesitamos pedir el perdón cada día, porque cada día pecamos.

La ofrenda por el pecado ( Levítico 6:24–30 )
Levítico 6:24–30. Aquí se hace énfasis en el carácter santísimo de la ofrenda por el pecado. La contaminación accidental de las ropas con la sangre del sacrificio, exigía lavar el vestido en un lugar santo. Todo animal sacrificado le pertenecía a Dios; ni siquiera una gota de su sangre se podía llevar fuera del santuario en las ropas del adorador. 
La misma preocupación se mostraba para con las vasijas en las que se cocía la carne del sacrificio. Si la carne se cocía en una vasija de barro, se debía quebrar la vasija, porque la sangre y los jugos de la carne podían ser absorbidos por el material no vidrioso. Si la vasija era de bronce, tenía que ser fregada y lavada cuidadosamente para que ninguna partícula del sacrificio pudiera quedar en ella.
Cuando se hacía una ofrenda por el pecado, por parte del sacerdote o por parte de toda la congregación, la sangre se llevaba al Tabernáculo de reunión para hacer expiación en el lugar santo. Eso sucedía, por ejemplo, el Día de la Expiación. Cuando se presentaba esa ofrenda, la carne del animal sacrificial no se podía comer, sino que se tenía que quemar completamente fuera de la puerta.



La palabra que está traducida falta (15) proviene de una raíz que significa “actuar infiel o traidoramente”. El contexto para esta ofensa es el pacto. Debe recordarse que estas leyes no son provistas para los hombres en general. Fueron dadas al pueblo de Israel, compuesto por personas que se habían comprometido en un pacto con Dios, asumiendo ciertas responsabilidades. 

El Señor iba a ser su Dios y ellos serían su pueblo. Sin duda esta es la razón por la cual no hay provisión para las violaciones voluntarias y deliberadas del pacto—“pecando con soberbia”. Tal pecado colocaría al violador fuera del mismo convenio que define estas leyes. Nótense los términos: Cuando alguna persona cometiere falta y pecare por yerro.

Hay dos casos citados solicitando la ofrenda por la culpa. Una era la retención involuntaria de las cosas santas de Jehová. Esto se refiere a diezmos, ofrendas, primeros frutos y cosas semejantes. Pertenecían a Dios y eran dadas al sacerdote. El que la presentaba debía traer la ofrenda, un carnero sin defecto de los rebaños, valor incomparable a la pérdida sufrida por los sacerdotes. El significado del original no es enteramente claro en lo concerniente a las palabras: conforme a tu estimación en siclos de plata. 

Parece indicar que un valor monetario debía ser colocado sobre la ofrenda para poder calcular el monto de la quinta parte (16, un quinto del valor) que debía ser pagado en restitución como una multa. El siclo del santuario (15) es identificado en Exodo 30:13 como una cantidad basada en la medida fenicia más bien que en la babilónica, que era de menor valor. Aquí es obvia la base moral de la legislación levítica. Micklem dice:

  Levítico está interesado en el ritual de la ofrenda por el pecado; pero allí no hay ninguna idea supersticiosa de que la ofrenda de por sí es útil para quitar el mal, lo que queda bien aclarado por la demanda de arrepentimiento. Nada sugiere de que aparte de éste haya expiación. Si suscitamos la objeción teológica de que Dios exige sólo el arrepentimiento para conceder el perdón, pasamos por alto el requisito de la restitución hasta donde sea posible. El verdadero penitente no sólo dice: “Lo siento mucho”, sino también: “¿Qué puedo hacer para arreglarlo?”

La segunda clase de ofrenda por la culpa implica actos prohibidos en la ley del pacto que demandan restitución, pero que son desconocidos para el ofensor (17–19). Puesto que nadie sabía cuál había sido la pérdida o si la había habido, la persona traía la ofrenda por la culpa sin añadir compensación. Nótese el deseo de evitar la más ligera ofensa. Cuando se mira a la luz del pacto y su benévola redención, tal sacrificio se considera como un anhelo natural de la conciencia tierna de expresar positivamente su gratitud y dependencia. Adviértase la actitud de Job en el libro que lleva su nombre, 1:5. El ideal es ser hallado sin culpa.

El final de esta sección ( Levítico 6:1–7 ), trata con el perjuicio causado al prójimo en asuntos de propiedad. Conciernen al dolo con respecto a un depósito que fue dejado por causa de seguridad por un prójimo, hurto, ganancia injusta por opresión (2) o que habiendo hallado lo perdido (3) que pertenece a otro se apropiara de ello. Los mencionados son los más cercanos a pecados conscientes y voluntarios de esta sección ( Levítico 5:14–6:7 ). 

Estos son asuntos que generalmente no se conocerían sin la revelación del ofensor. Si se hubieran descubierto, tales acciones habrían sido castigadas. Véase Exodo 22:7–13 donde se hallan los procedimientos legales al respecto. El contexto nos muestra la inseparable relación que hay aquí entre la religión y la ética en Israel. El pecar contra otro dentro del pacto era pecar también contra el Dios del pacto. De esa manera, la relación con el prójimo afectaba estrechamente la comunión con Dios. El Señor es el Garantizador de la propiedad ajena. Pecar contra el prójimo es pecar contra Dios.

La palabra encomendado (2) parece indicar un traspaso de bienes materiales por medio del cual algo ha sido puesto en manos de otro. La LXX lo traduce koinonia. Probablemente se refiera a transacciones comerciales. En cuanto a las palabras conforme a tu estimación (6) véase comentario sobre 5:15.

En casos de daño a la propiedad, la restitución no era suficiente. Como una expiación requería la ofrenda por la culpa, debía añadir al capital la quinta parte (5) del valor de la propiedad implicada y restaurarlo al propietario. Solamente entonces la ofrenda por la culpa era eficaz para expiar la transgresión.


        INSTRUCCIONES PARA LOS SACERDOTES, Levítico 6:8–7:38

       Ley del holocausto ( Levítico 6:8–13 )
La sección introductora de Levítico (1:1–6:7) está dirigida al pueblo de Israel (1:2) y es la palabra de Dios para ellos en cuanto a los sacrificios que El requería. Ahora, el Señor se dirige a los sacerdotes, Aarón y sus hijos (9), que eran quienes debían realizar estos ritos. Estas instrucciones nos ayudan a comprender mejor el sistema de sacrificios de Levítico y su significado.

Primeramente, se nos informa que el fuego debía arder continuamente sobre el altar (9–13). Exodo 29:38–39 nos revela que mañana y tarde se presentaría una ofrenda quemada. La grasa del sacrificio de la tarde era empleada para mantener el fuego en el altar durante la noche. Una llama ardiendo perpetuamente ante la deidad no es única en la religión bíblica. 

Era la expresión de la intuición humana de que la adoración y la alabanza perenne debían ascender del hombre a Dios. Si así sienten los que poco saben de la gracia divina, ¡cuánto más el corazón del creyente cristiano debería estar lleno de oración incesante y alabanza perpetua! En lo concerniente al fuego dice Micklem:

  Señala a los cristianos el sacerdocio eterno del Señor Jesucristo, el gran Sumo Sacerdote “que vive para interceder” por nosotros (He. 7:25), que “es sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (He. 5:6). El ofrece su eterna obediencia al Padre, un sacrificio aceptable, a favor de todos; El es el sacerdote, y su obediencia es el cordero, su obediencia y su amor perfecto hacia Dios: éstos, los ofrece a favor de todos los hombres, porque “no se avergüenza de llamarlos hermanos” (He. 2:11).

El sacerdote recibía instrucciones en cuanto a cómo vestirse para sacar las cenizas todas las mañanas (11). Las vestimentas sacerdotales regulares no se debían llevar para esa tarea. Muchos se sorprendieron al notar cuánto espacio bíblico se le dedica a la ropa. 

Esto es verdad especialmente en lo que concierne a los sacerdotes. Transmite la idea de la importancia que tiene cómo se presenta la persona delante de Dios. Esto está extensivamente desarrollado en el Nuevo Testamento y en la himnología cristiana. Jesús habló de la necesidad de “el vestido de boda” (Mt. 22:11–14). En Apocalipsis se nos aconseja comprar “vestiduras blancas” (3:18) y conservar las “ropas” (16:15). 

También se nos habla de la esposa del Cordero, vestida “de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (19:8). No obstante, en lo que concierne a Levítico, es la vestidura del mediador que se yergue entre Dios en su santidad y el hombre en su adoración.

   Ley de la ofrenda de alimento  (Levítico 6:14–23 )
El sacerdote debía tomar un puñado (15) de esta ofrenda, con su aceite e incienso y ofrecerlo por memorial. El sobrante (16) de ella debía ser comido sin levadura (17), en el atrio en la tienda por el sumo sacerdote y sus hijos. 

La expresión es cosa santísima (17) está empleada en las tres ofrendas de las que participaban Aarón y sus hijos: la ofrenda de comida, la ofrenda por el pecado y la de expiación. También se usaba para cualquier cosa “consagrada” que no podía ser vendida ni rescatada (27:28).
Esto está explicado con más amplitud en la conclusión: Toda cosa que tocare en ellas será santificada (18). 

No es claro el significado exacto de esta declaración. Algunos opinan que es decir simplemente que cualquiera que toca las cosas santas, se santifica a sí mismo (Is. 52:11). Otros creen que debe referirse a que todo lo que toca el altar es santo y no puede volver a la vida secular. 

La referencia de Jesús al poder del altar de santificar el don (Mt. 23:19) indica que uno y otro de estos últimos puntos de vista son verdaderos. Números 16:38 dice en lo concerniente a los incensarios de Datán y Abiram: “Por cuanto ofrecieron con ellos delante de Jehová, son santificados.” No es cosa baladí que los hombres se presenten delante de Jehová. El toma al hombre en serio y subsecuentemente reclama como suyo lo que le ha sido dado. Tal consagración está ampliamente ilustrada en el Antiguo Testamento.

La ofrenda especial de comida de Aarón y sus hijos (20, es decir “el sumo sacerdote”) está descrita en 19–23. Toda esta sección consiste en instrucciones para los sacerdotes. Esta ofrenda tenía que ser presentada por el sumo sacerdote el día que fueren ungidos como tal. 

La palabra perpetua indica que las subsecuentes ofrendas tenían que presentarse todas las mañanas, y al anochecer mediante el sumo sacerdote. La ofrenda era por él mismo y por todos los sacerdotes. Toda ella sería quemada (22). Los sacerdotes participaban de las cosas más santas ofrecidas por otros; pero no podían compartir de lo que fuera ofrendado por y para ellos mismos (23).

    Ley de la ofrenda por el pecado ( Levítico 6:24–30)
La ofrenda por el pecado era también cosa santísima (25). Debía ser comida por los sacerdotes en el atrio del tabernáculo de reunión (26). Nada impuro debía tocarla. Cualquier cosa que tuviera contacto con ella era santa y debía ser dedicada a Dios. Si la vestimenta era salpicada con la sangre de la ofrenda para el pecado debía ser lavada en lugar santo (27). 

Y si la vasija (28) en que era preparada la carne para los sacerdotes fuera de barro, debía ser quebrada, y si fuera de bronce, fregada y lavada con agua. Todo lo que hubiera tocado debería ser limpio y quitado del uso común. El verso 30 lo aclara de la siguiente manera: “Mas no se comerá ninguna ofrenda de cuya sangre se metiere en el tabernáculo de reunión para hacer expiación en el santuario; al fuego será quemada.” Una nota al pie explica: “Su sangre será rociada sobre el propiciatorio que está en el Lugar Santísimo; por lo tanto, aun la carne es demasiado sagrada para ser alimento humano” (Berk.).

Moisés recalca la santidad de la ofrenda por el pecado en 10:17, diciendo que les había sido dada a los sacerdotes para llevar la iniquidad de la congregación con el fin de que fueran reconciliados delante de Jehová. Todo este ritual es presentado para hacer hincapié sobre la importancia de distinguir entre lo santo y lo inmundo. Siempre trae resultados desastrosos la incapacidad o rechazo de hacer estas diferencias (cf., c. 10).

Hay muchos escritores que relacionan inmediatamente el concepto de “santo” que encontramos aquí con el mismo de los círculos religiosos paganos. La comparación que hace Micklem es provechosa.

  Los comentaristas están propensos a hablar de esta santidad como un mero tabú, pero el término ha sido mal interpretado. Un objeto tabú (el término ha sido tomado de las religiones primitivas de la Polinesia) es peligroso por su propio derecho, como la habitación misteriosa de un poder sobrenatural. Eso no es lo mismo que la idea de que un objeto es sacrosanto porque ha sido puesto en relación con el Dios viviente. Bien podemos creer que había mucha superstición en Israel; pero este concepto de santidad no lo es. 

Para tomar un ejemplo relativamente inadecuado desde la situación contemporánea, un hombre moderno no considera las lápidas sepulcrales “sagradas a la memoria” de los antepasados, como si tuvieran poderes sobrenaturales; pero las trata con reverencia, no como si fueran cualquier piedra, por el uso al cual han sido dedicadas. De la misma manera, pero, más vivido de lo que nosotros podemos suponer era el sentido de la santidad de las cosas vinculadas con los sacrificios en Israel.

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