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martes, 1 de mayo de 2012

El Trabajo fuera de la Iglesia: Una vision Biblica

biblias y miles de comentarios
 

Cuando entiendemos que nuestro empleo es para Dios, ya no es secular, sino sagrado. Los resultados de esta perspectiva son los siguientes:

Una actitud diligente

Ahora necesitamos apuntar hacia "un trabajo bien hecho, con amor", como dice Eva, cuyo trabajo social y trato con el público requiere "desarrollar paciencia y dedicar la misma atención a la primera persona del lunes que a la última del viernes".

Esta actitud es muy distinta a la que a veces encuentra Carmen, una profesora de idiomas: "Muchos profesores son profesores porque es un trabajo cómodo. Son cuatro horas al día; es un trabajo con muchas vacaciones y bien pagado (a mi parecer). Hay un esfuerzo mínimo y mucho pasotismo". La actitud de Carmen, sin embargo, es la de colaboradora diligente: "Veo el trabajo como parte de lo que el Señor me ha dado en mi vida. Yo disfruto mucho dando clases; quiero enseñar a mis alumnos lo mejor que pueda, con los medios que tenga, y serles de testimonio".

Una actitud agradecida

Es la actitud que expresa una trabajadora cristiana como Eva: "Ante el trabajo tengo una actitud agradecida, pues entiendo que es un poderoso instrumento que Dios utiliza para modelar mi carácter, fortalecer las debilidades, aflorar hábitos pecaminosos y probar mi obediencia. La recompensa económica se traduce también en el privilegio de poder apoyar proyectos y ayudar a otros".

Una actitud flexible

Si te acuerdas de que trabajas para Dios, no tienes que hundirte cuando el trabajo no sea completamente satisfactorio, tengas que cambiar de trabajo, o pierdas tu posición en el trabajo. Esto es posible porque, como dice Eva, "no creo que el trabajo en sí sea lo que ´llene´ a un cristiano. No debería ser su meta ni el número uno en su corazón".

Junto con la actitud flexible, hay que recordar que no hay que quedarse para siempre en un trabajo que no te llena, a menos que Dios haya claramente designado ese trabajo para ti en ese momento. Una secretaria que ha estado en trabajos que no le gustaban dice que es importante elegir un buen trabajo porque "pasamos la mayor parte de nuestras vidas en el trabajo, y si no estamos contentos ahí, o no vemos que estamos utilizando las capacidades que Dios nos ha dado, va a afectar nuestra vida y nuestra actitud". Por consiguiente, es crítico, como escribe un psicólogo cristiano y asesor laboral, Marlowe Embree, que "discernamos si estamos desempeñando el trabajo adecuado. A Dios le importan estos temas, y su Palabra provee una base sólida para descubrir las respuestas".

Es ese fundamento sólido, la Biblia, el que nos lleva a la conclusión de que no debemos ver nuestro trabajo ni como un disgusto ni como un dios. Al entender que Dios ha creado el trabajo y que ese trabajo aporta tremendamente a nuestras vidas y a nuestro mundo, podemos vernos como lo que somos: colaboradoras de Dios que le glorifican con su diligencia, gratitud y flexibilidad.

Sermones: El trabajo en la Biblia

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¿Quién inventó el trabajo y por qué? ¿Fue una bendición o una maldición? ¿Parte intrínseca de nuestra naturaleza o una idea de último momento para mantenernos ocupados?

Desde el principio de la Biblia, vemos que Dios es el que ha inventado el trabajo. En primer lugar, Dios trabaja, como afirmó Jesús: "Mi Padre hasta ahora trabaja y yo trabajo" (Juan 5:17).


"Dios —dice Samuel Escobar en
Una actitud cristiana ante el trabajo— ...es un Dios activo; no es un aristócrata griego que vive en estática contemplación o en absurdas bacanales en el Olimpo". Dios, al encarnarse, también escogió "la vida de un trabajador pobre en una aldea pobre".

Es más,
él creó al hombre y a la mujer intrínsecamente trabajadores, en oposición a la idea difundida que "El origen del trabajo es la maldición bíblica" y "el individuo...no considera el trabajo lógica consecuencia de su existencia, sino como una condena, que él tiene que cumplir sin culpa alguna", como dice Fernando Díaz-Plaja en El español y los siete pecados capitales.

Lejos de imponer una condena, Dios dio a Adán y a Eva las instrucciones de su tarea
como parte de su bendición: llenar la tierra, sojuzgarla, señorear (Génesis 1:28). Puede que estas tres funciones no parezcan tener mucho que ver con el trabajo que hacemos de día a día pero en realidad lo tienen, más de lo que pensamos. Un día normal en la vida de Adán y Eva trataría de plantar semillas, cultivar la tierra, "cortar el césped", hacer una "base de datos" con los nombres de los animales... porque eso era lo que Dios les mandó hacer en Génesis (cuidar del jardín del Edén). Al recibir estas tareas (trabajos), en ese momento se convirtieron en colaboradores de Dios, "trabajadores con y para Él", una posición que continuará en la eternidad (Apocalipsis 22:3).

Por lo tanto, una perspectiva bíblica del trabajo es aquella que lo ve de por sí como algo creado por Dios para la humanidad. El trabajo lícito, independientemente del que sea, glorifica a Dios; es el plan original para la humanidad. Es más, aquellos que no creen, también creados a imagen y semejanza de Dios, glorifican a Dios con su trabajo, ¡y ni siquiera lo saben!


Lo que sí que apareció en escena después de la caída fueron las complicaciones y el dolor que encontramos en el trabajo (Génesis 3:17-19). Aún con estas espinas añadidas, sin embargo, el trabajo lícito es algo positivo para nuestras vidas. Conlleva fruto por su misma naturaleza (Proverbios 14:23), beneficiándonos de las siguientes maneras:


proveyendo para nuestras necesidades físicas y las de nuestra familia;
proveyendo recursos para que podamos dar a otros;
manteniendo nuestra mente y manos ocupadas en tareas constructivas, alejándonos del vicio;
desarrollando nuestro carácter: así teniendo la oportunidad de aprender responsabilidad, gratitud, obediencia, atención, diligencia, justicia, sacrificio;
desarrollando nuesras capacidades mentales y físicas, nuestros talentos;
preparándonos para tareas más amplias o difíciles que Dios tiene para nosotros(Mateo 25:21);
acercándonos a Dios, al ver que el trabajo en sí no llena, que necesitamos sus fuerzas ante retos específicos, que él finalmente es quien provee para nuestras necesidades.
supliendo un medio para aportar a la sociedad y servir a otros;
abriendo nuestra esfera de influencia y testimonio.

Entender tanto el origen del trabajo como sus propósitos y beneficios es el primer paso hacia una actitud cristiana ante el trabajo.

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