miércoles, 10 de agosto de 2016

Cuando alguno fuere recién casado, no saldrá a la guerra, ni en ninguna cosa se le ocupará; libre estará en su casa por un año, para alegrar a la mujer que tomó

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




MATRIMONIOS CON NECESIDADES ESPIRITUALES
EL MATRIMONIO “POBRE”
Un matrimonio malo es uno que se ha empobrecido “en espíritu”. Es un matrimonio que está luchando porque no tiene esperanza. Puede ser que te encuentres en un matrimonio que se caracteriza por la desesperanza espiritual. 
  • Antes estabas lleno de esperanza y de fe, pero tus recursos se agotaron y ahora no puedes ver el futuro con claridad. 
  • Hace mucho dejaste de ser consciente del poder de la fe y te encuentras atrapado en un hoyo en el piensas solamente en el problema. 
  • El temor ha desplazado tu fe. Antes tenías una fe grande en Dios, la cual dirigía tu futuro y guardaba tu unión matrimonial. Pero ahora sientes que tu fe se ha perdido y te parece que Dios te ha fallado. 
  • Antes, tu devoción era el lazo que los unía, pero ahora es solamente el sentido del deber lo que los une. 
Estos son indicadores de que tu esperanza se ha agotado. Realmente eres pobre en espíritu. La desesperanza es común al hombre y común a los matrimonios. Pero Cristo vino para “dar [te] las buenas nuevas”. ¡Hay esperanza!
A menudo se abre una semana de consejería para parejas con palabras de esperanza. Se  les dice: “Aunque tu fe sea débil y tu esperanza esté casi agotada, no hay problema. Puedes apoyarte en mi fe si es necesario. ¡Mi fe es fuerte y mi esperanza firme! ¡He visto a Dios hacer grandes cambios en muchos matrimonios heridos! Por tanto no dudo que Dios lo hará por ti, también. Puede llegar el momento en que yo tenga que apoyarme en tu fe, pero, por ahora, tú puedes apoyarte en la mía”.
Es bueno, ¿no es cierto?, que podamos “llevar los unos las cargas de los otros”. Pero es mucho mejor apoyarse en la fe de Cristo. Cuando Él oró por Pedro para que su “fe no falte” (Lucas 22:32), también oraba por ti. Es cierto. Antes de casarte, y aun antes de que nacieras, Él oraba por ti. 
En una ocasión, después de orar por Sus discípulos, Cristo siguió diciendo: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Juan 17:20). Él estaba mirando el futuro, al momento cuando tú y tu cónyuge creerían en Él y oró específicamente para que sus corazones se unieran: “para que sean uno” (vs. 22). Así como el Hijo y el Padre son uno, Cristo oró para que tú y tu cónyuge fueran uno.
¿Cómo describe uno la unión espiritual y mística que existe entre el Padre y el Hijo? Son dos entidades distintas y sin embargo maravillosamente unidas e inseparables. Esta fusión de personas es, de veras, un misterio. Y aunque uno no lo pueda comprender del todo, puede alegrarse sabiendo que Cristo oró por el matrimonio cristiano para que pudiera gozar de la intimidad y unidad semejantes a la relación que existe entre el Padre y su Hijo.
Casi podemos escuchar al escéptico: “Si esto sea verdad, ¿por qué no ha habido un cambio en mi matrimonio?” Puede haber varias razones por las cuales se tarda en llegar. Primero, la respuesta de Dios puede demorarse por interferencia demoniaca. 
En Daniel capítulo 10, Daniel oró, y un mensajero celestial le trajo la respuesta. ¡Pero Satanás detuvo a ese mensajero por tres semanas! Mientras tanto, Daniel pasó una agonía espiritual fuerte. Sin embargo, perseveró, y finalmente recibió la respuesta.
La razón de no ver cambios en el matrimonio, también puede ser por el pecado de resistir la voluntad de Dios. En algunos casos, la respuesta es obvia; pero uno se niega a recibirla. Un ejemplo bíblico es cuando los hebreos rehusaron entrar en la Tierra Prometida. En cambio, prefirieron creer las mentiras de los espías incrédulos y perdieron la bendición que Dios había preparado para ellos (Números 13–14). 
Posiblemente las bendiciones que Dios quiere para tu matrimonio no las disfrutas porque no se las pides. La Tierra Prometida está allí, esperándote, pero primero debes creer que Dios es más grande que los gigantes y que comer las uvas de Escol es mejor que cocinar sobre la hoguera en el desierto.
La demora de tu liberación puede deberse a que tu vida está arraigada en “las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2:8). Los amigos y el mundo ofrecen muchos consejos y muchas opiniones que no son espirituales. Tales cosas perjudican o, literalmente, atan al creyente. Los consejos que dicen: “está bien enojarse”, o “es culpa de tu cónyuge”, o incluso, “simplemente tienes que alejarte de esto y comenzar de nuevo” no son de Dios sino del diablo y del mundo.
Si te has estado preguntando dónde está tu alivio y cuándo llegará la respuesta, y has comenzado a cuestionar a Dios, tu falta de alivio puede tener más que ver con tu entendimiento del tiempo que del Suyo. Hay dos elementos para la completa voluntad de Dios: dirección y tiempo. Equiparar las dos es necio, si no peligroso, y es ciertamente frustrante. 
Hasta que haya una unión entre la dirección de Dios y el tiempo, Su voluntad no está completa. Una pareja joven está enamorada y ha determinado que la voluntad de Dios es que se casen. Ellos asumen eso porque se van a casar de todas formas, ¡por qué no ahora! Tienen dieciséis años, todavía no se han graduado del bachillerato, no tienen trabajo ni habilidades comerciales, pero insisten que es la voluntad de Dios. Han cometido el error de equiparar la dirección de Dios con el tiempo de Dios.
La armonía matrimonial es obviamente la voluntad de Dios para cada pareja, pero eso no significa que automáticamente vendrá de la manera y a la hora que ellos quisieran. 
Sandra y su esposo han estado casados felizmente por veintisiete años. (La verdad es que han estado casados por más de treinta y cinco años.) Por supuesto que con esto se está bromeando para ilustrar un punto. Dentro de la voluntad y el tiempo de Dios, a este esposo (cabeza dura) le tomó tiempo rendirse al Señor. Era la voluntad de Dios que se casaran, pero el Señor sabía que le llevaría bastante tiempo prepararlos para recibir las bendiciones matrimoniales que disfrutan hoy.
Sí, Cristo oró por tu unión, a pesar de tu frustración por la demora, Él sigue orando. Aun ahora está intercediendo por ti en tu pobreza y necesidad. Tu fe no es tan importante como Su fe, y Su fe es abundante para ti. Hay esperanza.
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