Un Libro menos consultado
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HABACUC EL LIBRO TAN DESCONOCIDO
Los lectores que usan computadoras para el procesamiento de textos saben que una de las funciones de esos programas es la de corregir la ortografía. Si se usa una palabra mal escrita o incorrecta, la computadora subraya esa palabra y da sugerencias de palabras y su ortografía. Si la computadora no reconoce la palabra, aparecerá en la pantalla el mensaje “¡No hay sugerencias!”.
Eso sucede cuando se escribe el nombre Habacuc en una computadora: no recibirá sugerencias. Este nombre resulta igualmente extraño para los cristianos de estos tiempos, los padres no lo usan para nombrar a alguno de sus hijos como lo hacen con el nombre de otros profetas.
Por desgracia, muchas personas que no han escuchado el nombre tampoco conocen el mensaje del libro.
Autor
No se conoce mucho acerca de Habacuc, aparte de lo que se menciona en su libro, lo cual es muy poco. No existe ninguna referencia en cuanto a su lugar de origen o en que época vivió ni donde trabajó. Tanto para el lector hispano moderno como para el israelita antiguo, este nombre ha sido muy extraño. Lutero, así como algunos otros estudiosos, sugirieron que el nombre Habacuc proviene de un verbo hebreo que significa “abrazar”, así que interpretan su nombre con el significado de “el consolador” o “el que consuela”.
Otros insisten en que Habacuc es un nombre extranjero, que es una palabra asiria que designaba una planta que se cultivaba en todo el Medio Oriente en tiempos antiguos. Cualquiera que sea el origen del nombre, lo único que conocemos de Habacuc es su libro.
Sin embargo, hay una leyenda que habla de Habacuc en la adición apócrifa al libro de Daniel llamada Bel y el Dragón. Este libro, como otros libros apócrifos, se escribió en el tiempo que transcurrió entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Según la leyenda, Habacuc estaba en Judea llevándoles alimentos a algunos trabajadores del campo. Un ángel se le apareció y le dijo que en lugar de ir al campo fuera a Babilonia y le llevara alimento a Daniel. Daniel ya había pasado seis días en la cueva de los leones y tenía hambre.
Habacuc respondió que nunca había ido a Babilonia y que tampoco sabía nada de la cueva de los leones. Entonces el ángel lo levantó del cabello y lo llevó allí. Después de que Habacuc lo alimentó en la cueva de los leones, el ángel lo regresó a Judea. Aunque pueda parecer muy interesante esta historia apócrifa, no nos da información acerca de Habacuc.
Habacuc pudo haber sido un levita y miembro del coro del templo, porque su libro termina con un salmo (capítulo 3) hermoso y bien escrito, como los que se encuentran en el libro de los Salmos. El salmo de Habacuc comienza con indicaciones para cantar la melodía. Contiene la misteriosa palabra “Selah” tres veces, las únicas veces que aparece en el Antiguo Testamento aparte del libro de los Salmos.
Aunque Habacuc puede que haya sido levita, no es necesario ser músico profesional para componer buena música. Habacuc, igual que el rey David, pudo haber tenido un talento musical aunque esa no haya sido su profesión. Así como muchas otras cosas que se han mencionado acerca de Habacuc, ésta también es una especulación. En realidad, no hay mucho que podamos decir con certeza.
Fecha
Habacuc no fechó sus escritos con el reinado de cierto rey de Israel o de Judá como otros profetas lo hicieron. Por eso los que desean calcular en el esquema de acontecimientos del Antiguo Testamento tienen que depender de algunas de las claves que el profeta nos da en su libro. En realidad sólo ayuda una afirmación con respecto a esto. En 1:5, 6 el Señor dice por medio de Habacuc: “Mirad entre las naciones, ved y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contara, no la creeríais. Porque yo levanto a los caldeos”.
El Señor predice la llegada de los babilonios bajo el rey Nabucodonosor. Por lo tanto, según las palabras del Señor, esto se profetizó en un tiempo en el que la profecía se consideraba muy improbable. El Señor le indica a Habacuc que aunque se le haya dicho, tanto a él como a la gente de sus días, sería difícil creerlo.
Al continuar la lectura, parece ser que Habacuc estaba familiarizado con los babilonios y su estilo de vida belicosa. Eso parece indicar que los babilonios ya existían, pero todavía no eran la nación más poderosa ni se esperaba que su influencia se extendiera hasta Canaán, a unos mil cuatrocientos cincuenta kilómetros de Babilonia, y que fueran una gran amenaza para Judá.
Hay un período que parece cumplir estos requisitos. En el año 626 a.C. Babilonia bajo el liderazgo de Nabopolasar, padre de Nabucodonosor, declaró su independencia de Asiria. Nabopolasar (626–605 a.C.) era caldeo, jefe de una de las tribus que se habían establecido en la tierra del sur de Babilonia por lo menos cuatro siglos antes. Allí esos caldeos trataban de combatir los intentos que hacía constantemente Asiria para dominarlos.
Por fin, en el año 626 a.C., se cambiaron los papeles con los asirios. En una batalla que se llevó a cabo fuera de Babilonia, obtuvieron el control de lo que hasta entonces había sido la provincia asiria de Babilonia. Entonces Nabopolasar tomó el trono de Babilonia. Ese fue el principio del imperio caldeo o la Nueva Babilonia. Nunca más estuvo Babilonia bajo el control de los asirios, pero en el año 626 a.C. todavía no era obvio que el nuevo imperio de Babilonia al fin iba a controlar todo el imperio asirio.
Entonces, en el año 612 a.C., los babilonios y los medos marcharon hacia el interior de Asiria y sitiaron la ciudad de Nínive, la capital de Asiria. Tres meses después quemaron Nínive y la dejaron reducida a cenizas, tal y como el profeta Nahúm lo predijo. Las fuerzas asirias que quedaron se esparcieron y se dirigieron hacia el oeste. Intentaron reagruparse y poner resistencia en Harán, pero en el año 610 a.C. los babilonios y sus aliados tomaron también Harán. Ahora toda Asiria estaba en sus manos.
Por siglos los asirios habían sido la superpotencia del Medio Oriente. Ahora, con el desmoronamiento de su imperio había un vacío de poder en la región: un vacío que tanto los babilonios como los egipcios estaban ansiosos de llenar. Uno de los premios valiosos de esta lucha por el poder sería el “área provisional” de Siria-Palestina que estaba justo entre los dos (los medos estaban contentos de tener el control de las tierras que tenían en el este). Por eso, después de que cayó Nínive, los egipcios marcharon rápidamente al norte, con la intención de detener cualquier posible expansión babilonia en el Éufrates.
Por siete años los egipcios controlaron con éxito la expansión de Babilonia en el río Éufrates. Durante ese tiempo parecía muy improbable que los babilonios alguna vez pudieran vencer a los egipcios, cruzaran el Éufrates, avanzaran hacia la costa del Mediterráneo y lograran controlar a Siria y a Palestina (incluso Judá), que una vez formaron parte del jactancioso imperio asirio.
Sin embargo, todo esto terminó en el año 605 a.C. cuando Nabucodonosor, hijo de Nabopolasar, venció contundentemente a los egipcios en la batalla de Carquemis en la parte alta del río Éufrates. Esta victoria monumental solidificó el nuevo imperio babilonio y estableció a Babilonia como la potencia para tomar en cuenta en el Medio Oriente. Ya no existía el problema de quién controlaría el área que estaba al oeste del Éufrates.
Ese mismo año Nabucodonosor marchó hacia el sur, a las áreas que Egipto había controlado para demostrar que ahora él estaba al mando. Cuando llegó a Jerusalén, se llevó a Babilonia como rehenes a algunos hombres jóvenes, incluyendo a Daniel, que pertenecían a destacadas familias judías. También explicó que él era el gobernante de todo el antiguo imperio asirio.
Durante esos siete años antes de Carquemis (612–605 a.C.) el poder de los caldeos era bien conocido, sin embargo todavía les faltaba dominar a Judá. Por eso el Señor pudo haberle hablado a Habacuc en alguna oportunidad durante esos años. El piadoso rey judío Josías gobernó durante la mitad de esos años, y se supone que las condiciones de las que se queja Habacuc habrían ocurrido después de la muerte de Josías. Los años de Joaquín, el hijo de Josías, fueron años de perversidad: malvados, impenitentes, y violentos. Coinciden con las quejas de Habacuc.
Estos datos nos hacen suponer que Habacuc profetizó entre el año 609 y el 605 a.C., lo que lo pondría como joven contemporáneo de Nahúm y de Sofonías. Esta fecha también lo coloca en medio del ministerio de Jeremías. Es probable que hasta haya trabajado con Jeremías por algunos años.
Forma y contenido
La forma del libro de Habacuc es única entre los profetas. Los dos primeros capítulos son un diálogo entre Habacuc y Dios; Habacuc añade a la conversación las quejas que le presenta a Dios, tal vez en nombre de todos los creyentes que todavía quedan en Judá. El Señor, a su vez, responde a las preguntas del profeta. Después de haber recibido las respuestas de Dios, Habacuc contesta y termina su libro con un hermoso salmo. Este salmo nos muestra que él ha aceptado con fe las respuestas del Señor, a las conmovedoras preguntas que le había presentado.
Al mismo tiempo es una hermosa confesión de fe porque expresa la confianza que Habacuc tiene en el Señor y en su gobierno sobre la tierra y todos sus habitantes.
Una de las razones que hace de Habacuc un libro interesante, valioso, y digno de estudiarse, son las preguntas fundamentales que presenta, que son las mismas que el pueblo de Dios de toda época todavía hace. Pregunta: “¿Por qué?” Si el Señor es Dios justo que odia el mal, entonces ¿por qué permite que el mal llene la tierra? ¿Por qué la gente perversa no recibe castigo? Si el Señor es Dios de amor que se preocupa por su pueblo, entonces ¿por qué permite que sufra? ¿Por qué permite que experimente el mal en el mundo? Éstas son preguntas muy importantes para el bienestar espiritual de los creyentes. La respuesta equivocada, o la falta de una respuesta, pueden alejar de la fe a los hijos de Dios y llevarlos: a la amargura, a la ira, y a la desesperación.
Sin embargo, Habacuc no sólo hace las preguntas; sino también les da a los creyentes un modelo excelente a seguir mientras esperan la respuesta de Dios. Habacuc dice: “Velaré para ver lo que me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja” (2:1). Cuando Habacuc se presenta ante el Señor y expresa sus quejas, no lo hace para desafiar al Señor, ni para entablar ningún debate con Dios acerca de la manera en que el Señor gobierna la tierra. No, busca respuestas que pueda llevar al pueblo de Dios, respuestas que fortalecerán su fe, y aliviarán la ansiedad que han estado sufriendo.
Como Habacuc se acerca con este espíritu, Dios le responde misericordiosamente y comparte con él sus planes para el futuro. El Señor le asegura a Habacuc que el mal no ha pasado desapercibido, ni el de Judá, ni tampoco el de los babilonios. Se castigará la maldad y nadie escapará. Estas cosas sucederán, pero cuando el Señor lo disponga.
Estas respuestas le dan solidez al tema del libro: “Mas el justo por su fe vivirá” (2:4). El Señor le dijo a Habacuc lo que debía esperar en el futuro próximo, pero eso no responde directamente la pregunta, ¿por qué el Señor tolera el mal? La maldad de Babilonia castigará la de Judá. A su vez, otra nación de malhechores castigará la maldad de Babilonia. Además, el pueblo del Señor continuará sufriendo en este mundo.
Entonces, ¿dónde está la justicia eterna de Dios? La respuesta del Señor es el llamado a la fe. “Confía en mí” son las palabras de ánimo que le da el Señor. Esa es la diferencia que existe entre el pueblo de Dios y los incrédulos. Los creyentes actúan con la confianza de que todo está en las manos del Señor, y al mismo tiempo él controla todas las cosas para el bien de los miembros de su familia eterna. Cuando esa seguridad penetra en el corazón de los creyentes, uno se pueden unir a Habacuc en medio de las dificultades y decir: “Tranquilo espero el día… me alegraré en Jehová, y me regocijaré en el Dios de mi salvación” (3:16, 18).
El último capítulo de Habacuc está escrito de una manera que indica la posibilidad de que se haya utilizado en un servicio de adoración durante tiempos de calamidad y desastre. Se puede tomar esto como evidencia de que el Espíritu de Dios no sólo obró en el corazón de Habacuc la confianza en el Señor, sino también en el corazón de los demás hijos de Dios. Desde entonces los creyentes adoptaron las palabras de Habacuc al usar su salmo en el servicio de adoración.
Bosquejo de Habacuc
Tema: El justo vivirá por la fe
I. Título ( Habacuc 1:1)
II. Diálogo sobre la maldad del mundo ( Habacuc 1:2–2:20 )
A. Habacuc pregunta sobre la maldad de Judá (1:2–4)
B. El Señor responde que los babilonios castigarán a Judá (1:5–11)
C. Habacuc pregunta acerca de la maldad entre los babilonios (1:12–2:1)
D. El Señor responde que también castigará la maldad de los babilonios (2:2–20)
III. Salmo de fe en la justicia y el poder salvador del Señor ( Habacuc 3:1–19)
A. Llamado a que el Señor los libere como en el pasado (3:1–15)
B. Confesión del poder misericordioso del Señor para salvar (3:16–19)
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