miércoles, 12 de agosto de 2015

Os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


Jesús vino a cumplir la Ley porque era humanamente Judío
por eso dijo dad a Cesar lo que es de César y a Dios lo que es de Dios
La clave: Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 

TEMAS EXPOSITIVOS PARA PREDICAR
Jesús y la ley 
MATEO 5:17–20
17No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. 18Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. 19De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. 20Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
La ley en este caso equivale a los diez mandamientos.1 Jesús no la abrogó sino que la cumplió en nuestro lugar para impartirnos, a través de la fe en El, la justicia que la ley exige de nosotros. Es así como la ley, al condenarnos porque la quebrantamos, nos conduce a Cristo a fin de que en El quedemos libres de condenación.
Por otra parte, “la ley o los profetas” (v. 17) es también una expresión hebrea referente a las Escrituras conocidas hasta entonces. Jesús no vino a abrogar, deshacer ni destruir la ley sino a cumplirla (Gr. PLEROSAI), cuya idea original es llenar hasta arriba, cumplir a cabalidad, hasta lo sumo, en lo más mínimo.2 Por el hecho misericordioso de que Cristo cumplió la ley en nuestro lugar, estuvo en condición de pagar nuestras transgresiones a esa ley. Pero eso no quiere decir que ahora podemos andar de cualquier modo, como libres de las demandas de la ley.3
Que pasen el cielo y la tierra (v. 18) señala el fin de las cosas creadas, de la totalidad de la creación. La jota era la letra más pequeña en el alfabeto griego, pero aquí por lo general se toma como una referencia a YODH, la letra más pequeña en el alfabeto hebreo. Es una afirmación enfática de la validez permanente de las Escrituras. Una actitud equivocada en cuanto a los mandamientos divinos equivale a una baja posición en el reino de Dios (v. 19). Pero quien obedece el mandamiento y enseña a otros a hacer lo mismo, será honrado y llamado grande en ese reino. Aparentemente ambos están en el reino, pero el primero entró “como por fuego” mientras que el segundo es tenido en alta estima.
En el v. 20 vemos una referencia de Jesús a la justicia de los escribas y fariseos, que según los judíos era el máximo ejemplo de piedad. De acuerdo a dicha posición, era imposible que la gente común llegara a igualar esa justicia. Cuando Jesús habla de la necesidad de superarla, resultó un duro golpe tanto para los fariseos—que se creían el máximo ejemplo de justicia—como para el pueblo en general—que no creía poder alcanzarla.1 Jesús hace la advertencia que la manera de vivir de los fariseos es equivocada, y que si ellos deseaban entrar al reino de los cielos, deberían hacerlo de otra manera.
La gran diferencia radica en la justicia exterior y la interior. Los escribas y fariseos se afanaban en lograr la primera. Pero Jesús se refería a un cambio en el ser interior, cambio que resultaría en poder para cambiar a la persona en su exterior.2
Había gran diferencia en los conceptos de justicia según fariseos y según Cristo:
Fariseos
Cristo
a. Algo externo.
Algo interno.
b. Apariencia externa.
Justicia del corazón.
c. Justicia fabricada.
Justicia genuina (por el E.S.).
d. Justicia para agradar al hombre.
Justicia para agradar a Dios.
e. Resultaba en soberbia.
Resultaba en humildad.
e.     La malquerencia y el crimen (5:21–26)
21Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. 22Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. 23Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 25Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. 26De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
El Señor empieza esta sección de su discurso con la frase “Oísteis que fue dicho”. Lo que había sido dicho a los antiguos era “no matarás”. El resto del v. 21 (“cualquiera que matare será culpable de juicio”) no se halla en el A.T.. Lo más probable, entonces, es que Jesús no sólo hablara de la ley en sí sino también de la interpretación que los fariseos hacían de la ley.1 El v. 21 toma en cuenta Exodo 20 y la interpretación rabínica de Exodo 20.
Los maestros de la ley habían interpretado de manera externa la prohibición de no matar, por eso tal interpretación era defectuosa. Por ejemplo, no daban importancia a las pasiones que dan como resultado asesinatos (Stg. 4:1). El Señor Jesús aquí les hace ver que hay más de una manera de violar el sexto mandamiento.2
El Señor también habla de prevención contra el crimen premeditado motivado por odio y enemistad. No basta guardar la ley en el sentido de no cometer el asesinato. Jesús enseña que todo lenguaje ofensivo inspirado en el odio y las malas intenciones, toda actitud de enojo y hostilidad nos hace culpables ante Dios, pues con el intento homicida se ha inclinado la voluntad hacia la muerte, es como si ya hubiéramos matado a esa persona, y nos hacemos reos de juicio (22a).3 En la mayoría de los textos griegos (pero no en los mejores) el v. 22 agrega “sin causa”, es decir que la referencia sería a enojarse sin causa contra el hermano. Esto es lo que probablemente significa, y la misma corte que juzgaba el asesinato debía juzgar el enojo que causa el asesinato. Seguidamente está la ofensa de llamar necio al hermano, que equivalía a decirle insensato, imbécil o inútil, un serio desprecio. Tan seria era la ofensa que debía ir al Sanedrín. Por ultimo, llamar “fatuo” al hermano (gr. MORE, de MOROS, del arameo REBEL, que significa “impío”, y quizá “apóstata”) sería el equivalente de decir hoy “Vete al infierno”. Cuando una persona condena a otra al infierno, su caso debe ser llevado ante la justicia divina para que reciba la misma sentencia.
Para el Señor el resentimiento es como un crimen, y el lenguaje insultante es como un homicidio. Aunque las cortes humanas no juzgan el enojo ni los insultos (por más graves que sean), Dios los considera pecados tan graves como el homicidio, y el resultado es juicio. El pasaje lo expresa en tres maneras o grados diferentes, siendo el último el “infierno de fuego” o Gehena. Esta era la forma griega dada al término que significa “valle de Hinnon”, que ardía continuamente y era receptáculo para consumir cadáveres e inmundicias de la ciudad.1
En vista de la posición peligrosa de la persona enojada, ésta debe cuidarse de la manera en que ofrece adoración al Señor. Y el acto de sacrificio a Dios (v. 23a) no es tan importante como el espíritu con que se realiza (v. 24b).
Por otro lado, la reconciliación puede tener lugar, pero es preciso que suceda antes de ir a la corte, ya que para ese entonces sería demasiado tarde (v. 25). No tomar ventaja de la oportunidad de reconciliarse significa que la persona deberá pagar la pena por no haberse reconciliado (v. 26).
f.     El adulterio (5:27–30)
27Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. 29Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
Nuevamente Jesús está combatiendo la interpretación legalista de los fariseos. Del mismo modo que con el asesinato, Jesús previene contra el adulterio. No basta guardar la ley en el sentido de no realizar el acto adúltero (que era precisamente lo que enseñaban los fariseos).1 El Señor les muestra las verdaderas implicaciones del mandamiento, y señala cómo superar la justicia de escribas y fariseos. La sola codicia, apetito sensual o deseo vehemente sexual que se deleita en la realización del acto externo, ya nos hace culpables ante Dios. Jesús espera que sus seguidores sean fieles a su cónyuge tanto en hechos como en pensamientos y actitudes, ya que ésa es la más alta prueba de fidelidad.
El creyente debe ocuparse tanto de evitar el adulterio como también de los factores que pueden contribuir al adulterio. Si el problema es a causa de los ojos, el cristiano debe “dejar de ver”. Se niega a sí mismo no yendo a ver determinada película, no pasando por donde se venden ciertas revistas, etc. Si el problema radica en las manos o en los pies, que no haga o que no vaya. La solución es una vida disciplinada, eliminando todo motivo de tentación—por más inocente que parezca (Ro. 13:14).
Esta repudiación pintoresca de una preciada parte del cuerpo muestra en forma vívida que no debemos dar lugar al diablo sino tomar las medidas necesarias para controlar las pasiones naturales que suelen descontrolarse. Con la mención de amputarse un ojo, una mano, etc., Jesús enseña que es preferible sacrificar o deshacerse de lo que nos es más querido o favorito que exponerse a no gozar de los beneficios de la salvación y sufrir los rigores del infierno.2
g.     El divorcio (5:31–32)
31También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. 32Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.
En este pasaje la palabra “fornicación” (gr. PORNEA) es sinónimo de adulterio.1 Sobre este texto hay distintas opiniones. Unos sostienen que sólo es aplicable en el noviazgo judío. La iglesia romana afirma que el matrimonio es un sacramento, y lo considera indisoluble (salvo una dispensa especial). Otros admiten la separación de cuerpos, pero no el divorcio. Algunos otros declaran que al divorciarse, ni la parte culpable ni la inocente deben contraer segundas nupcias.2
El autor considera que según las Sagradas Escrituras, el matrimonio se disuelve por causa de adulterio y por la muerte de uno de los cónyuges. Quien se case con la parte culpable incurre en adulterio, pues la acompaña en su infidelidad conyugal. La parte inocente—si es que realmente es inocente—queda librada de los lazos matrimoniales y en libertad para contraer nuevas nupcias, según circunstancias o necesidades.
h.     Los juramentos (5:33–37)
33Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. 34Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. 37Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
Jesús continúa rectificando la interpretación—generalmente torcida—que los fariseos tenían en cuanto a la ley.
Es interesante notar que el v. 33 no se encuentra en el A.T.. Probablemente sea un resumen de Ex. 20:7; Lv. 19:12; Nm. 30:2; Dt. 6:13; 23:21.
La estrategia de los fariseos era reducir la cuestión a una ley específica que delineara lo que no podían hacer. Lo que estuviera fuera de los límites de esa ley, era totalmente lícito. En este caso, limitaron la prohibición de juramentos al uso del nombre de Dios, y por otro lado encontraron la manera de hacer juramentos evitando el uso del nombre de Dios. En los vv. 34–36 Jesús explica que a pesar de las fórmulas que no mencionaban el nombre divino, las cosas por las cuales juraban (el cielo, por ser el trono de Dios; la tierra, por ser el estrado de sus pies; Jerusalén, por ser la ciudad del Rey; la propia cabeza, por ser creación de Dios1) hacían que de todas maneras quebrantaran el mandamiento.
El Señor prohíbe los juramentos hechos a la ligera y de manera irreflexiva, ya que siempre se trata de declaraciones solemnes donde ante Dios afirmamos que son verdad. Cuando juramos por las cosas sagradas que representan ese augusto nombre lo estamos poniendo como testigo. En lugar de jurar, debe haber un SI o un NO consciente de lo que decimos y de la responsabilidad que contraemos ante Dios y ante los hombres. El cristiano debe ser sincero y confiable, lo cual convierte los juramentos en innecesarios. Un sencillo sí o no debe ser suficiente (Stg. 5:12).2 Esto estaba en directa contraposición con el judaísmo, donde los juramentos eran parte de la vida diaria.
Vale la pena preguntarse cuándo es posible hacer un juramento. A través de la historia de la iglesia ciertos grupos interpretaron estos versículos como prohibición absoluta de jurar.3 Nuestra conclusión es que en ciertos casos jurar es correcto, por ejemplo en el caso de una autoridad que nos pide juramento para confirmar que lo que decimos es verdad. Sin embargo, entre cristianos nunca es necesario, ya que el sí o no deben bastar. (Algo similar exige la Escritura en cuanto a las promesas a Dios, que tienen similitud de juramento, como por ejemplo Ec. 5:4).
1 Otros intérpretes consideran que la ley y los profetas se refiere al A.T. en su totalidad (“la ley”, serían los primeros cinco libros y “los profetas” el resto del A.T.). Cuando los judíos hablaban de la ley, también podían estar refiriéndose a la ley oral. Otros estudiosos sostienen que en el v. 17 la ley denota el pentateuco.
2 Cumplir la ley no es lo mismo que “guardarla”. Jesús va más allá de la obediencia a preceptos. Además, cumplir no sólo se refiere a lo que contenía la ley sino también a lo que habían predicho los profetas.
3 En los versículos de contexto (21–28), Jesús muestra cuál debe ser nuestro comportamiento en relación con El y con el prójimo. (Ver Ro. 6.)
1 Había 613 mandamientos, reglas y tradiciones, además de incontables ejemplos que hacían de la ley una tarea confusa y una carga para la conciencia. De los 613 mandamientos, 248 estaban formulados de modo positivo, y 365 de manera negativa. Así los fariseos podían centrar su atención en debates de esos mandamientos y en la importancia de guardar la letra de la ley, hasta tal punto que daban poco lugar para cuestiones de peso.
2 Jesús utilizó términos muy duros para quien quebrantara aun el más mínimo mandamiento. Al hacerlo, no estaba contradiciendo la ley mosaica, aunque se oponía terminantemente a la religión legalista que los escribas habían creado. Pero ya que la Escritura tenía validez permanente (v. 18) y Jesús había venido al mundo para cumplirla (v. 17), quebrantar el más pequeño de los mandamientos no era algo sin importancia. La actitud que Jesús condena (v. 19a) es la de dejar de lado el mandamiento en cuestión como si no existiera o fuera nulo.
1 Este es un punto clave para comprender Mateo 5. Además aclaremos que “oísteis que fue dicho” no equivale a “escrito está”, frase que Jesús utilizaba al apelar a la autoridad de las Escrituras.
2 El Dr. Martin Lloyd Jones sugiere: “En el resto del capítulo 5 Cristo se preocupa en hacer una verdadera exposición de la ley, contrastada con la falsa exposición de fariseos y escribas. Su principal objetivo en el capítulo 6 es mostrar la verdadera manera de tener comunión con Dios, en contraste con la enseñanza y la práctica farisaica. En el capítulo 7, quiere mostrar lo que es la verdadera justicia … nuevamente en contraposición con lo que enseñaban y practicaban los fariseos y los escribas.”
3 Otra manera de ver el pasaje es considerando los tres niveles de juicio del v. 22. Ser culpable de juicio, habla de la ley civil (en el caso del juicio judío, estaba compuesto por un tribunal de 23 miembros); ser culpable ante el concilio, se refiere al Sanedrín, que estaba formado por 71 miembros. Estar expuesto al infierno de fuego, habla del juicio divino.
1 Este término fue adoptado por los judíos después de la cautividad, y más tarde por nuestro Señor, para designar el lugar de tormento al que han de ser arrojados los espíritus malignos y los hombres reprobados en el día del juicio.
1 En el mundo antiguo por lo general se sostenía que el hombre podía tener aventuras sexuales en tanto no lo hiciera con una mujer casada. La mujer, por otro lado, debía permanecer casta antes del matrimonio, y fiel luego de casarse. Sin embargo, Jesús acá no hace distinción entre hombre y mujer, y habla de la necesidad de que ambos sean fieles. Por otra parte, en forma específica le habla al hombre que comete adulterio, y lo condena.
2 Existen casos verídicos (Orígenes de Alejandría, por ejemplo) de quienes aplicaron estas enseñanzas de manera literal y se castraron en razón de un ascetismo radical y extremo. Ver asimismo Mt. 18:8–9, y Comentario de Marcos a 9:43–48.
1 Lo mismo que en 19:9; Os. 2:5; Am. 7:17. La iglesia ortodoxa griega entiende que PORNEA significaba adulterio repetido y sin arrepentimiento. El uso del griego PORNEA en vez de la alternativa MOICHEA (adulterio), probablemente se deba a poder incluir en forma implícita otros actos inmorales como homosexualidad y bestialidad.
2 Para ello se basan en Mr. 10:11 y Lc. 16:18, donde no figura la excepción admitida en este pasaje de Mateo.
1 Jurar por la propia cabeza probablemente significaba que la persona que juraba daría su cabeza—su vida—si no estaba diciendo la verdad.
2 Jesús pidió sinceridad sin juramentos. Este es el trasfondo de menonitas, cuáqueros y otros que se han negado a prestar juramento hasta en situaciones legales, y que en su lugar han optado por “afirmar” algo.
3 Sin embargo, hallamos que Pablo juró (Ro. 9:1; 2 Co. 1:23). (Ver también Gn. 22:16–17; He. 6:16).
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