domingo, 17 de mayo de 2015

¡Oigan los asesinos!: Y ahora, ¡maldito seas tú desde esa tierra, la cual ensanchó su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano!

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 


 
El Génesis es el semillero de la Palabra de Dios. El título Génesis, que es griego, significa “origen”, y la primera palabra en el manuscrito hebreo del Génesis se traduce: “En el principio”—palabras que indican tanto el alcance como los límites del libro. Nos habla sobre los comienzos de todas las cosas, excepto Dios. Otra cosa que tenemos que notar es que sólo relata comienzos. No hay ningún sentido de finalismo en este libro. Toda la futura revelación de Dios al hombre se construye sobre la base de sus verdades.
Parece que Satanás siente una enemistad especial hacia el libro del Génesis. No es de sorprender que el Adversario le haya dirigido tantos ataques. Génesis lo delata como el enemigo de Dios y el engañador de la raza humana; predice su destrucción; pinta su condenación (Génesis 3).
Sin el Génesis, nuestro conocimiento sobre el Dios creador sería lastimosamente limitado; viviríamos penosamente ignorantes de los comienzos de nuestro universo.

El Génesis es el libro de los comienzos
    1.      El comienzo del mundo      Génesis 1:1–25
    2.      El comienzo de la raza humana      Génesis 1:26–2
    3.      El comienzo del pecado en el mundo      Génesis 3:1–7
    4.      El comienzo de la promesa de redención      Génesis 3:8–24
    5.      El comienzo de la vida familiar      Génesis 4:1–15
    6.      El comienzo de la civilización de hechura humana      Génesis 4:16–9:29
    7.      El comienzo de las naciones del mundo      Génesis 10, 11
    8.      El comienzo de la raza hebrea      Génesis 12–50
Adán comenzó con Dios, y cayó por la desobediencia      (Génesis 3).
Abel comenzó con Dios por la sangre del sacrificio      (Génesis 4:4).
Noé comenzó con Dios por la vía del arca      (Génesis 6:8, 14, 22).
Abraham comenzó con Dios cuando edificó altares      (Génesis 12:8).
Todos estos actos significaron nuevos comienzos para la raza.
Génesis es el registro de los comienzos de todas estas cosas. No es de sorprender que cuando los hombres, a causa de la ceguera espiritual (Efesios 4:18), rechazan la revelación de Dios en este incomparable registro de comienzos, rinden culto al acaso como creador, a las bestias como su antepasados, y a la humanidad caída como la flor de la evolución natural.
El Génesis comienza con “Dios”, pero termina “en un ataúd”. Este libro es la historia del fracaso del hombre. Pero vemos que Dios resuelve cada uno de los fracasos del hombre. Es un Salvador glorioso. Descubrimos que donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Romanos 5:20).
Génesis nos ofrece un registro de por lo menos 2.000 años. No se trata de historia únicamente; contiene una interpretación espiritual de la historia. En dos capítulos Dios proyecta sobre la pared un relato de la creación del mundo y del hombre. De allí en adelante tenemos la historia de la redención. Dios está acercando al hombre hacia él nuevamente.
Hemos mencionado las razones que tiene Satanás para atacar este majestuoso libro. Su paternidad literaria por Moisés, su exactitud científica, y su declaración literal del pecado humano como desobediencia deliberada a Dios, son todos temas que han sido encarnizadamente atacados. La Palabra de Dios, empero, declara decididamente que el Génesis es uno de los oráculos vivientes presentados por Moisés. Nuestro Señor Jesús puso su sello de aprobación a la doctrina infalible y al testimonio del Mesías que presenta el Génesis (Juan 5:46, 47).
Si desaparece el Génesis, también tiene que desaparecer el Creador divino, la creación divina, el Redentor divinamente prometido, y la Biblia divinamente inspirada. En torno a sus sagradas páginas gira la protección del Espíritu Santo de Dios que inspiró sus palabras. Si se estudiara más el libro del Génesis en lugar de discutirlo tanto, su fidelidad se destacaría más claramente. En los primeros once capítulos se registran muchos comienzos: el universo natural, la vida humana, el pecado, la muerte, la redención, la civilización, las naciones, y las lenguas.
El resto del libro, a partir de Génesis 12, trata de los comienzos de la raza hebrea; primero, en su fundación con Abraham, luego, en su posterior desarrollo e historia en las grandes figuras de Isaac, Jacob y José. Esta gran nación hebrea se inició con el propósito concreto de que por ella todo el mundo fuese bendecido. Dios prometió a Abraham, el hombre que creyó en él, que sus descendientes:
1. Heredarían la tierra de Canaán (Génesis 12:1–3).
2. Serían una nación grande.
3. Serían canal para la bendición de todas las naciones.
Dios les repitió estas promesas a Isaac y a Jacob (Génesis 26:1–5; 28:13–15).
Siete grandes nombres y mensajes que aparecen en este libro son:
Inclínate con Abel ante la cruz del Cordero inmolado.
Alcanza a Enoc y aprende a caminar con Dios.
Confía en Dios y lánzate con Noé sobre las aguas de Dios.
Ve adelante con Abraham en fe.
Cava pozos con Isaac en busca de recursos divinos.
Asciende escaleras con Jacob para ver a Dios.
Sé fiel como José y vive con Dios.
¿Está dispuesto el lector a hacer un libro de Génesis (comienzos) y de un renovado amor para con su Señor en su propia vida?
Génesis responde a los grandes interrogantes del alma, tales como:
1. La eternidad de Dios.
2. ¿De dónde vino el hombre?
3. ¿De dónde vino el pecado?
4. ¿Cómo puede el hombre pecador volver a Dios? (El sacrificio de Abel.)
5. ¿Cómo puede el hombre agradar a Dios? (La fe de Abraham.)
6. ¿Cómo podemos tener poder ante Dios y el hombre? (La rendición de Jacob.)
Hay tres palabras que también podrían ofrecernos un bosquejo de Génesis:
1. Generación—En el principio … Dios … (Génesis 1:1)
2. Degeneración—Pero la serpiente … (Génesis 3:1)
3. Regeneración—Pero Jehová … (Génesis 12:1)
El Génesis es el registro del fracaso humano, primero en circunstancias ideales (el Edén), luego bajo la norma de la conciencia (de la caída hasta el diluvio), y finalmente bajo el régimen patriarcal (Noé a José). En todos los casos de fracaso humano, sin embargo, Dios salió al encuentro de la necesidad del hombre con maravillosas promesas de gracia soberana. Por lo tanto, es acertado que el primer libro de la Biblia nos muestre el fracaso del hombre bajo diversas condiciones, resuelto eficazmente por la salvación proporcionada por Dios mismo.

Referencias al Mesías
Recordemos que Jesucristo es el centro de la Biblia. De algún modo está presente en todas las páginas. En Génesis lo vemos en figura y en profecía en:
    La simiente de la mujer      Génesis 3:15
    Las pieles de los animales muertos      Génesis 3:21
    La necesidad del sacrificio sangriento de Abel      Génesis 4:4
    El ingreso en el arca de la seguridad      Génesis 7:1, 7
    El acto de ofrecer a Isaac      Génesis 22
    José sacado del pozo y colocado en el trono      Génesis 37:28; 41:41–44

PERIODO PATRIARCAL
El período de los patriarcas es el fundamento y la base de toda la historia. Abarca la época que va desde Adán hasta Moisés. Como consecuencia de los fracasos cometidos por los hombres durante ese período inicial, Dios sacó de entre los demás a un individuo. Hizo a un lado a la raza y llamó a un hombre, Abraham, que habría de ser el padre del pueblo hebreo. Llegamos a dicho período en el capítulo 12 de Génesis.
Hay cinco padres patriarcales, Abraham, Isaac, Jacob, José y Job, porque el libro de Job debe ubicarse después del libro de Génesis y antes del libro de Exodo. Por cierto que Job vivió antes de Moisés y sobre este último ya leemos en Exodo 2.
Dios llamó a Abraham e hizo un pacto con él, conocido con el nombre de Pacto Abrahámico. El lector debe familiarizarse con dicho pacto (Génesis 12:1–3), de lo contrario todo el estudio sobre el pueblo elegido (más aún, de todo el Antiguo Testamento) tendrá poco sentido. Dios reiteró el pacto al hijo de Abraham, Isaac, y nuevamente a su nieto, Jacob (Génesis 26:1–5; 28:13–15). Pero no se lo repitió a nadie más.
Estos tres, por lo tanto, constituyen los Padres del pacto, y es por ello que en la Escritura leemos: Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob (Hechos 7:32). Dios nunca menciona a nadie más. Les dio el pacto a estos tres y fue responsabilidad de ellos comunicarlo a los demás. ¿Qué es el pacto (Génesis 12:1–3; 26:1–5; 28:13–15)?

DE LA FAMILIA AL PUEBLO
Una proporción considerable del relato del Génesis se dedica a José (Génesis 37–48). ¿Por qué? Porque José es el vínculo entre la familia y la nación. Hasta la época de José se trata de una familia, la familia de Abraham, de Isaac, y de Jacob. Al final del libro del Génesis encontramos unas setenta almas, que constituyen la familia de Jacob. Pero de todos modos es una familia con la que Dios sigue tratando. Leamos lo relativo a esta familia y a las bendiciones que Jacob le dio a cada uno de sus hijos en Génesis 49.
El momento en que pasamos a la otra página y entramos en el Exodo, ya se trata de un pueblo, no de una familia. Durante el largo período desde el final de Génesis hasta el comienzo de Exodo, la familia se ha transformado en un pueblo. José es el vínculo entre esa familia y esa nación.
José es un personaje a quien se nos presenta sin falta alguna—no porque no tuviese faltas, sino que no se las menciona. Era hombre de carne y hueso como nosotros. Dios lo honró, por cuanto hay por lo menos 130 paralelos entre la vida de José y la vida de Jesús. Por lo tanto él constituye el patriarca mesiánico, el patriarca que reflejó a Cristo en su persona.

¿QUIEN ESCRIBIO EL GÉNESIS?
La posición tradicional tanto hebrea como cristiana es la de que Moisés, guiado por el Espíritu de Dios, escribió el Génesis. El libro termina unos trescientos años antes del nacimiento de Moisés. Pudo haber recibido la información sólo por revelación directa de Dios o de documentos históricos a los que tuvo acceso, que habrían sido conservados por sus antepasados. (Amós 3:7.) Notemos lo que Jesús dijo acerca de Moisés (Lucas 24:27; Juan 7:19).
Todos los años se desentierran en Egipto y Palestina pruebas de la existencia de escritura en los días de Moisés y de la verdad histórica de lo que relata el Pentateuco. Moisés se educó en el palacio de Faraón y fue enseñado en toda la sabiduría de los egipcios (Hechos 7:22), lo cual incluía la profesión literaria. Es indudable que Moisés se valió de la escritura (Éxodo 34:27; Números 17:2; Deuteronomio 6:9; 24:1, 3; Josué 8:32).

¿QUIEN ESCRIBIO EL RELATO DE LA CREACION QUE USO MOISES?
Indudablemente fue escrito mucho antes, tal vez por Abraham, o Noé, o Enoc. ¿Quién puede saberlo? El arte de escribir se conocía ampliamente antes de la época de Abraham. En Ur, como en toda ciudad importante de Babilonia, existían bibliotecas con miles de libros, diccionarios, gramáticas, obras de consulta, enciclopedias, obras de matemática, astronomía, geografía, religión y política. Es indudable que Abraham debe haber recibido tradiciones o documentos de Sem acerca del relato de la creación y la caída del hombre, como también del diluvio. Abraham vivía en una sociedad de cultura, de libros y de bibliotecas. No cabe duda de que habrá hecho copias fieles y cuidadosas de todo lo que le ocurrió y de las promesas que le hizo Dios. Lo iría anotando todo en tablillas de arcilla en la escritura cuneiforme, para que fuese conservado en los anales del pueblo que estaba iniciando.

LA CREACION (Génesis 1; 2)
Al comienzo mismo del libro encontramos las siguientes palabras que no han sido empañadas por el tiempo: En el principio creó Dios los cielos y la tierra. En estas breves y sencillas palabras tenemos la declaración bíblica del origen de este universo material. Dios hizo que las cosas existieran mediante su palabra de poder. Habló y los mundos adquirieron forma (Hebreos 11:3). Las interpretaciones sobre el método empleado por Dios pueden variar, pero la realidad del hecho mismo se mantiene invariable.

  La obra de creación de Dios fue progresiva:
1. El mundo de la materia (Génesis 1:3–19).
2. El sistema de la vida (Génesis 1:20–25).
3. El hombre, coronación de la creación (Génesis 1:26, 27).
¿Quién era el Dios que se menciona tantas veces en los primeros treinta y un versículos del Génesis? Leamos Juan 1:1 y Hebreos 1:1. Allí vemos que el que nos redimió con su preciosa sangre, nuestro Salvador, fue el Creador del universo. Alguien ha dicho que Dios Padre es el arquitecto; Dios Hijo, el constructor, y Dios Espíritu Santo, el embellecedor del universo. Vemos al Espíritu Santo en Génesis 1:2.
En el capítulo uno tenemos el relato de la creación en bosquejo; en el capítulo dos tenemos parte del mismo en detalle. Los detalles se relacionan con la creación del hombre, ya que la Biblia es la historia de la redención del hombre.
Es necesario que comprendamos lo siguiente: Que Dios creó al hombre a su propia imagen para que tuviese comunión con él. El hombre se separó de Dios por el pecado. Unicamente cuando se elimina el pecado podemos volver a tener comunión con él. Por eso fue que Jesucristo vino a la tierra: a fin de que pudiese llevar él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero (1 Pedro 2:24). Leamos en 1 Juan 1 cómo es que el pecado no sólo nos priva de la comunión con Dios, sino también entre nosotros. 1 Juan 1:9 nos explica lo que podemos hacer a fin de restablecer la comunión.

LA CAIDA (Génesis 3; 4)
Adán y Eva fueron creados en estado de inocencia, pero con la facultad de elegir. Fueron probados bajo las condiciones más favorables. Estaban provistos de mente pura y corazón puro, con la capacidad para obrar bien. Dios les proporcionó su propia presencia y comunión (Génesis 3:8).
Satanás, autor del pecado, actuando por medio de una serpiente, los instó a dudar de la Palabra de Dios. Cedieron a la tentación, y así fracasaron ante la prueba. En ese momento entró el pecado en el mundo. Satanás sigue ejerciendo influencia en la gente para que desobedezcan a Dios. Los resultados de su pecado se enumeran en Génesis 3. Fueron separados de Dios, la tierra fue maldecida, y el pesar llenó sus corazones.
En su misericordia Dios les prometió un Redentor (Génesis 3:15). La simiente de la mujer (Jesús, nacido de una virgen) habría de deshacer las obras del diablo (1 Juan 3:8).
Génesis 3:21 contiene un cuadro en miniatura de todo el plan de redención para el hombre por medio de la sangre derramada de nuestro Sustituto. Las “túnicas de pieles” no se hubieran podido conseguir sin que mediara la muerte de una víctima inocente. Este versículo arroja luz sobre Hebreos 11:4. No hay forma de cubrir el pecado si no es por la sangre.
Inmediatamente después de “la caída” los hombres empezaron a ofrecer sacrificios al Señor. No cabe duda de que dichos sacrificios fueron ordenados por Dios. Tenían como fin que el hombre tuviese siempre presente el hecho de su caída y el del futuro Sacrificio. Había de ser por el derramamiento de dicha sangre, que ese hombre habría de ser redimido del pecado y de la muerte (Hebreos 9:22).
Dos de los hijos de Adán, Caín y Abel, trajeron sacrificios al Señor. Caín trajo del fruto de la tierra. Abel trajo de los primogénitos de sus ovejas. La ofrenda de Abel fue aceptada, mientras que la de Caín fue rechazada. Por nuestro conocimiento de la Palabra resulta plenamente evidente que no fue aceptada porque no era típica del Sacrificio que posteriormente había de ser ofrecido en el Calvario. Caín se enojó con su hermano Abel y en su furor lo mató.
El arte de escribir comenzó cuando Dios le puso una “señal” o “marca” a Caín (Génesis 4:15). La marca representaba una idea y la gente sabía lo que significaba. De este modo las “marcas”, “señales”, “figures”, se comenzaron a usar para registrar ideas, palabras, o combinaciones de palabras. Dichas figuras se hacían en objetos de alfarería o en tablillas de arcilla endurecida, ya sea pintadas o grabadas. Este es el tipo de escritura que se encuentra en los niveles inferiores de las ciudades prehistóricas de Babilonia. El tipo más antiguo de escritura que se conoce consiste en figuras sobre tablillas de arcilla.
Mucho antes que Dios diera la ley a Moisés (Exodo 20), encontramos varias ordenanzas concretas que aparecen en el libro del Génesis. Al comienzo mismo Dios había instituido el sábado (Génesis 2:1–3) y el matrimonio (Génesis 2:24).
Evidentemente se observaba la ley del diezmo. Leamos las palabras de Abraham en Génesis 14:20, y las palabras de Jacob en Génesis 28:22. Es evidente que Dios ha logrado que el hombre tomara conciencia desde el comienzo mismo de que no era más que un mayordomo de todo lo que tenía.

LA PRIMERA CIVILIZACION
La civilización anterior al diluvio se llama civilización antediluviana y pereció en el juicio del diluvio. Era la civilización que había iniciado Caín, la cual terminó en la destrucción.
La Biblia enseña y la arqueología confirma que la gente que habitaba el mundo antes del diluvio no eran meros salvajes. Habían alcanzado un grado considerable de civilización. Todo lo que atañe a la civilización material se toca en Génesis 4:16–22. Si bien no se sabe mucho acerca de los antediluvianos, con todo algunos de los lugares donde residieron han sido descubiertos, y algunas reliquias de su artesanía que han sido desenterrados, ofrecen pruebas de la existencia de una civilización semejante a la que describe la Biblia.
En tres ciudades, Ur, Kis, y Fara, el profesor Woolley, un arqueólogo enviado conjuntamente por el Museo Británico y la Universidad de Pensilvania, ha encontrado la capa de sedimento que dejó el diluvio. Debajo del depósito dejado por el diluvio en Ur se encontraron capas de desechos llenas de instrumentos de piedra y de pedernal, alfarería en colores, sellos y ladrillos quemados. Lo mismo puede decirse de las otras dos ciudades.
Busquemos Génesis 4:16–22 y veamos lo que se menciona de esa civilización en las Escrituras.
Primero, pastores. Y Ada dio a luz a Jabal, el cual fue padre de los que habitan en tiendas y crían ganados (Génesis 4:20).
Segundo, músicos. Y el nombre de su hermano fue Jubal, el cual fue padre de todos los que tocan arpa y flauta (Génesis 4:21).
Tercero, artífices y fabricantes. Y Zila también dio a luz a Tubal-caín, artífice de toda obra de bronce y de hierro (Génesis 4:22).
Cuarto, constructores. Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc; y edificó una ciudad, y llamó el nombre de la ciudad del nombre de su hijo, Enoc (Génesis 4:17).
La civilización fundada por Caín puede haber sido igual a la de Grecia o Roma, pero el juicio de Dios fue sobre ella. ¿Por qué? (Génesis 6:5–7).

EL DILUVIO (Génesis 5–9)
El relato del diluvio en la Biblia es muy sencillo y directo. No está allí porque sea asombroso o interesante, sino porque se trata de un incidente en la historia de la redención que relata la Biblia. El mal se había hecho excesivo. Amenazaba con destruir todo lo que era bueno. Sólo quedaba un hombre justo, Noé. Dios mandó el diluvio a fin de restablecer el bien en la tierra.


LAS TIERRAS BIBLICAS

Adán y Eva habían cedido ante una tentación exterior, pero ahora los hombres estaban cediendo a la tentación desde dentro. Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal (Génesis 6:5). Dios pensaba separar a los justos de los malos. Estaba dando el primer paso hacia la elección de su pueblo escogido.
Después de la caída, Dios dio al mundo un nuevo comienzo, pero pronto la maldad del hombre aumentó hasta que no quedó sino un hombre justo, Noé.
Dios había obrado con longanimidad en su paciencia para con los hombres. El Espíritu Santo había luchado con los hombres. Noé los estuvo advirtiendo del peligro durante 120 años mientras preparaba el arca. Incluso después de que Noé y su mujer y sus tres hijos con sus mujeres, juntamente con dos de cada animal no limpio y catorce de cada animal limpio, entraron en el arca de salvación, hubo un lapso de siete días antes que comenzara el diluvio, pero la misericordia de Dios fue rechazada, por lo que los hombres tuvieron que perecer (Génesis 6; 7). Noé se salvó del diluvio por el arca (tipo perfecto de Cristo, nuestra Arca de salvación). Cuando salió, lo primero que hizo fue erigir un altar y adorar a Dios (Génesis 8:20).
De ese terrible juicio contra la tierra por medio del diluvio, Dios salvó a ocho personas. A estos hombres les entregó la tierra purificada, con amplios poderes para gobernarla (Génesis 9:1–6). Les dio el control sobre todos los seres vivientes en tierra y mar. Por primera vez Dios entregó al hombre el gobierno de la humanidad. El hombre debía hacerse responsable del gobierno del mundo en nombre de Dios. La responsabilidad más grande que le dio fue la de tomar la vida por la vida (Génesis 9:6). Dios estableció la pena capital por el homicidio. Dios no ha cambiado esto jamás. Nunca la ha sustituido por la prisión perpetua. Esta última es una vía de escape inventada por el hombre.
Sir Charles Marston, en lo que respecta a descifrar misterios antiguos, sobrepasa a todos los grandes detectives de la novela moderna. En su búsqueda de materiales para la reconstrucción de las razas antiguas, ha desenterrado miles de testimonios, tanto de piedra como de barro. Algún aspecto de la veracidad de las Escrituras queda confirmado cada vez que este investigador toma la pala o la pluma. Sir Charles, a quien con frecuencia se ha llamado “arqueólogo con un propósito”, sirve para silenciar a los críticos de la Biblia. Datos sobre muchas personas que los científicos han afirmado que nunca existieron, han salido a la luz; se han descubierto muchos lugares que según ellos no eran más que nombres en la Biblia.
Marston nos dice que el escenario de los acontecimientos relatados en los primeros capítulos del libro del Génesis, parece corresponder a la zona del río Eufrates. El territorio circundante lleva el nombre de Sinar, o Caldea, o Mesopotamia. La hemos conocido como Babilonia; hoy corresponde al reino de Iraq.
Es una zona de desiertos arenosos a través de los cuales corre el gran río Eufrates hacia el Golfo Pérsico. Pero los desiertos están salpicados de ruinas de ciudades antiguas y marcados por los indicios de antiguos canales de irrigación; la arena lo ha cubierto todo.
Las excavaciones han puesto al descubierto las ruinas de una vasta civilización que existió en el 5.000 a. de J.C Estas pruebas de la existencia de una era hasta hace muy poco casi olvidada, fueron dejadas por dos grandes pueblos—los sumerios, y los semitas. Los semitas derivan su nombre de Sem, el hijo mayor de Noé, y la raza hebrea, de la cual surgió Abraham, era una rama de este pueblo.
Los descubrimientos arqueológicos en la Mesopotamia ofrecen pruebas del diluvio, tanto en los escritos cuneiformes como en los depósitos del diluvio mismo. Las bibliotecas cuneiformes parecen haber proporcionado relatos amplios de dicha catástrofe, como también referencias al mismo. También se ha encontrado un prisma de arcilla en el que están inscriptos los nombres de los diez reyes que reinaron antes del diluvio.
La expedición del Dr. Langdon encontró evidencias del diluvio en Kis cerca de la antigua Babilonia.
Los descubrimientos de los depósitos diluviales hechos por el Dr. Wodley se hicieron mientras excavaba Ur de los Caldeos, bastante más al norte, aproximadamente a mitad de camino entre Bagdad y el Golfo Pérsico. Las excavaciones en Kis revelaron la existencia de dos estratos diluviales distintos, a unos 5 metros de distancia entre sí en sentido vertical.
El Dr. Langdon asocia los depósitos encontrados en Ur con el nivel más bajo en Kis. Informa que los escribientes babilonios y asirios hacen frecuentes referencias a la épocas “antes del diluvio”. Un rey se precia de ser una persona que “ama leer los escritos de la época anterior al diluvio”.

BABEL (Génesis 10; 11)
Después del diluvio se le dio al mundo una nueva oportunidad. Pero en lugar de desparramarse para volver a poblar la tierra, como había ordenado Dios, edificaron la gran torre de Babel en actitud desafiante contra Dios. Pensaban que iban a poder establecer un imperio mundial que sería independiente de Dios. A modo de juicio Dios envió la confusión de lenguas y los obligó a dispersarse.
La raza se dividió luego en naciones que hablaban diferentes lenguas, según los tres hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet. Los hijos de Sem se asentaron en Arabia y hacia el este; los hijos de Cam se ubicaron en Africa; los hijos de Jafet en Europa.
El gran historiador judío, Josefo, afirma que la torre de Babel fue edificada porque la gente no quería someterse a Dios.
Cuando leemos Génesis 11:1–9, el relato parece sugerir que los propósitos de la gente eran contrarios a los de Dios. Como consecuencia de esto se produjo la confusión de lenguas y la dispersión. Las diferencias de lenguaje tienden a separar a la gente en más de un sentido y a detener el progreso comercial y artístico, como también la civilización.
El hombre intentó glorificarse a sí mismo, pero el propósito de Dios es que el hombre lo glorifique a él solo. Leyendo Génesis 10 y 11 veremos la base sobre la que las naciones fueron divididas, según los tres hijos de Noé—Sem, Cam y Jafet. Allí veremos también la razón de la división.
El grupo principal de descendientes de Noé parece haber emigrado de Armenia, donde la familia de Noé abandonó el arca, de vuelta a la llanura de Babilonia, donde edificaron la torre.

EL LLAMADO DE ABRAHAM (Génesis 12–38)
A pesar de la maldad del corazón humano, Dios quería manifestar su gracia. Quería un pueblo escogido:
1. Al que pudiese confiarle las Escrituras.
2. Que fuese su testigo a las demás naciones.
3. En cuyo seno pudiese nacer el Mesías prometido.
Dios llamó a un hombre llamado Abram a que dejara su familia en la idolátrica Ur de los Caldeos y se encaminara hacia una tierra desconocida, donde lo convertiría en el padre de una nación poderosa (Génesis 12:1–3; Hebreos 11:8–19). Con esto comienza la historia del pueblo elegido de Dios, Israel.
Dondequiera que iba Abraham, levantaba un altar a Dios, Dios lo honró manifiestamente revelándosele. Se lo llamó “amigo de Dios”. Dios hizo un pacto con él, en el sentido que sería padre de un gran pueblo y que por medio de él serían bendecidas las naciones de la tierra (Génesis 12:1–3). Su familia se vio favorecida por Dios en forma particular. Dios los trató como a ningún otro pueblo. Los judíos aparecen siempre como el pueblo elegido de Dios.


EGIPTO, CANAAN, PENINSULA DE SINAI

A través de Isaac, el hijo de Abraham, las promesas de Dios pasaron a Jacob, el que, a pesar de sus muchos defectos, valoró las bendiciones prometidas por Dios en el pacto. El plan de Dios de fundar una nación por la que todo el mundo se vería bendecido, lo entusiasmó. En sus andanzas Jacob sufrió por su pecado, y tras los castigos, se convirtió en un gran hombre. Se le cambió el nombre a Israel, príncipe de Dios (Génesis 32:28). Este es el nombre que recibió el pueblo elegido de Dios—el de israelitas. Sus doce hijos fueron los jefes de las doce tribus de Israel. (Véase Génesis 49.)

DESCENSO A EGIPTO (Génesis 39–50)
Tanto Isaac como Rebeca cometieron el error de tener favoritos entre los hijos. Isaac favorecía al cazador, Esaú. Rebeca favorecía al reposado Jacob. Jacob hizo lo mismo en relación con José, lo cual despertó los celos de los otros hijos. José fue uno de los personajes más notables del Antiguo Testamento por su nobleza. Fue mediante José que la familia fue trasplantada a Egipto. La vida de José constituye una de las ilustraciones más perfectas de la Biblia sobre la providencia divina como algo superior a los actos del hombre. José fue vendido como esclavo a los diecisiete años de edad. A los treinta ya era gobernador de Egipto; diez años más tarde su padre, Jacob, llegaba a Egipto.

Después de la muerte de Isaac y después de que José fuera vendido a Egipto, Jacob y sus hijos y nietos, que sumaban setenta personas en total, se fueron allí a causa del hambre. Allí fueron exaltados por el faraón que reinaba en esa época. Cuando supo que eran pastores, les permitió alojarse en la tierra de Gosén, donde aumentaron en número, en riquezas y en influencia bajo los “reyes pastores”.

Dios sabía que era necesario que los israelitas abandonaran Canaán hasta que hubiesen adquirido las características de un pueblo poderoso, para que pudiesen tomar posesión de la tierra de Canaán. Dios quería protegerlos del peligro de que se mezclaran y se casaran con las razas idólatras que habitaban la tierra en esa época.

Leamos las palabras que Jacob dijo a sus doce hijos cuando estaba por morir (Génesis 49). Allí vemos nuevamente la promesa de Siloh, que es el gobernante que ha de venir. Recordemos que a Cristo se le llama el León de la tribu de Judá (Apocalipsis 5:5).

El libro del Génesis termina en el fracaso. Sus últimas palabras son: En un ataúd en Egipto. Sólo la muerte señala el sendero del pecado; la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23). ¡La gente necesitaba un Salvador!

En Génesis se mencionan ocho nombres que debemos recordar en orden: Dios, Adán, Satanás, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, José.

Hay seis lugares de suprema importancia en relación con la historia del Génesis—Edén, monte Ararat, Babel, Ur de los Caldeos, Canaán (tierra prometida), Egipto.

 
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