El concepto de la espiritualidad
La vida tal como la percibimos corporalmente se desenvuelve en un medio físico,
el cual se experimenta a través
del tacto,
gusto, vista, oído y olfato.
El tacto nos permite
disfrutar de las texturas de las telas más finas, permitiéndonos asimismo evitar el contacto
con un arbusto
espinoso. El gusto brinda
placer físico al paladar y nos advierte
si el alimento
está en mal estado. La vista estimula la vida con la percepción de la belleza
y detecta obstáculos en nuestro
camino. El sentido
del oído nos transporta con música que eleva el espíritu
y nos advierte acerca de peligros inminentes. El olfato nos atrae hacia la fragancia
de la rosa y nos despierta
repulsión por el olor del zorrino.
Estamos bien equipados para sobrevivir en el mundo físico en el cual nos encontramos y además,
disfrutarlo. La estructura del cuerpo humano es notable,
ya que contiene todos los sistemas
necesarios para abastecer y mantener
la vida corporal. Posee una increíble
capacidad de adaptación a cambios climáticos, a dietas y a las distintas circunstancias. La concepción del cuerpo humano es totalmente asombrosa y resulta especialmente sorprendente al tomar en consideración los elementos comunes que lo componen.
Si bien el hombre se evidencia como un ser físico, no es ni un robot mecánico,
ni una estructura compuesta meramente de polvo y agua. El hombre experimenta tanto placer como dolor; es capaz de amar y odiar, es atraído
por una gran variedad de tentaciones que pueden llegar a controlar
tanto su cuerpo como su mente. Ninguno de estos elementos coincide con la definición clásica de “racionalidad”, pero sí dan testimonio del hecho de que el hombre es un ser complejo,
en donde confluyen tanto la mente como las sensaciones.
Las sensaciones, sus causas y orígenes,
se encuentran más allá de toda comprensión humana. Las emociones
y otros aspectos
invisibles de nuestro ser atestiguan la presencia
de algo que no puede explicarse en términos físicos. Cuando uno ama, experimenta emociones que no se encuentran en el terreno
de lo material.
La depresión puede ocasionarse debido a un desequilibrio químico que se produce
dentro del cuerpo físico, pero el desánimo
en sí mismo no puede verse a través
de un microscopio. Cuando uno experimenta la muerte de un ser querido,
entiende la diferencia inexplicable entre un cuerpo
físico muerto y una persona
viva.
Dentro de cada ser humano, se encuentran asimismo indicios de lo “espiritual”: …Al enfrentar la muerte,
surge ante nuestros
ojos la posibilidad de un reino espiritual…En lo profundo de nuestra
desesperanza, es posible
que un sentido
de culpa debido
a un acto pecaminoso, nos agobie….
Al observar el cielo estrellado, uno se pregunta: ¿quién creó todo esto?
¿Cómo se puede explicar la diferencia entre carne y
espíritu? Esta inquietud supera lo que las palabras pueden
aclarar, ya que ningún ser
humano comprende en su totalidad
la magnitud de ello. Simplemente sabemos que vivimos
en un mundo en donde se entrecruzan la materia
y el espíritu, lo visible
y lo invisible, lo real y lo imaginario.
Razón y Fe
Ahora que ha decidido
comenzar el viaje, a esta altura usted sólo ha acordado en explorar
si la fe es o no racional.
El viaje comienza con el lado “racional” del hombre, porque el cerebro humano, dentro de nuestra
persona nos conecta con las
experiencias del mundo. El cerebro procesa información suministrada por los cinco sentidos. Controla la habilidad
motriz y las emociones; nos permite aprender, evaluar y juzgar; es capaz de concebir planes creativos y a largo plazo. También permite retener
y perfeccionar conocimientos prácticos de la vida; alberga a la conciencia y nos abre una ventana
al mundo de lo invisible. La maravillosa mente humana provee la capacidad
de percibir al mundo que rodea nuestra estructura física. Seguramente, aún queda mucho por aprender acerca del universo
o simplemente está fuera de nuestro alcance. Si tenemos en cuenta que la mente humana es capaz de razonar acerca del plano físico, emocional y espiritual, es evidente
que los pensamientos relacionados con estas cosas son “racionales”
Debemos admitir al tratar este punto, que nosotros como seres humanos, distinguimos entre la mente de un niño y la de un adulto,
entre una mente saludable y una mente enferma y entre una conducta normal y otra anormal. Reconocemos muy bien las aberraciones en la mente de: un asesino reincidente, una persona mayor demente y del mentalmente inestable. Para nuestros fines, se supone que cuando hablamos de la razón y la fe, hablamos de una mente
saludable. El fundamento de este estudio apunta a una búsqueda
legítima de la espiritualidad que sólo una mente humana totalmente racional puede emprender. La mente consciente
es la que determina si la búsqueda de la espiritualidad encierra
algún mérito. De hecho, dicha
decisión no determina el verdadero valor de lo espiritual, sino que determina
la elección en pos de su búsqueda.
Si sabemos que, con la misma facilidad, una mente sana es capaz de comprender y responder
al plano espiritual que a una percepción sensorial, entonces la idea de la “fe” en
lo
invisible no es irracional.
En realidad, la fe depende
de un proceso racional, si bien no puede definirse en el hombre
como una creación
del pensamiento racional.
a. Racionalidad Humana.
La palabra “Racional” sugiere el uso de la razón como una
función. El significado esencial del término hace referencia a lo que la mente humana puede deducir.
En consecuencia, la definición de racionalidad depende de un razonamiento circular, del criterio humano y de un sistema
cerrado. En lo que respecta
a la expresión “razonamiento circular”, el racionalismo asume que hay límites de información que el cerebro
puede generar. La racionalidad se define frecuentemente al considerar estas propias limitaciones. La racionalidad requiere del “criterio humano” en lo que respecta a qué es “razonable”. El criterio
humano es el que decide qué estado de ánimo determina
la cordura, la sensatez, la coherencia y la normalidad. El racionalismo funciona como un “sistema cerrado” al admitir solamente categorías autoimpuestas de la realidad. Las preguntas que deberemos tener en cuenta al aplicar
el pensamiento racional
son las siguientes: ¿La concepción de la realidad supera los límites
del cerebro? O bien, más allá del campo cerebral,
¿existe algún otro plano que el cerebro
sólo puede imaginar?
El cerebro humano. El cerebro es el único órgano dentro de nuestro
ser que nos permite
percibir la realidad física y metafísica. Es el medio a través del cual
uno asimila lo espiritual. Lo físico y lo metafísico no
existen porque la mente humana los conciba.
Se hallan fuera de la imaginación humana. El cerebro
simplemente responde a una percepción de la realidad.
A simple vista, el cerebro humano posee una apariencia similar a otros órganos:
el corazón, los pulmones
o el riñón. Desde el punto de vista físico,
no posee nada especial. Puede ser descripto
y pueden llegar
a proyectarse distintas
teorías acerca de su función. No obstante, el cerebro
en sí sigue siendo un misterio. Mientras el cuerpo humano esté con buena salud, funcionará. Cuando el cuerpo muere, el cerebro
muere. Si entendemos o no lo anteriormente evaluado, el hombre es de por sí un ser racional.
Los límites de la razón. La racionalidad con frecuencia se describe
como lo opuesto al fenómeno espiritual, como si el conocimiento o un
estado de conciencia acerca de algo no existiese aparte
de los cinco sentidos. Esta definición de
“racionalidad” puede encontrarse en muchas disciplinas, incluyendo la ciencia, la antropología y las religiones comparadas. Los eruditos
que aplican la teoría evolutiva a sus disciplinas tienden a eliminar
el rol de Dios y explican
la vida totalmente en términos físicos. Desde este punto de vista evolutivo, la existencia del mundo excluye a Dios del acto creativo
y niega su intervención en los asuntos humanos. Asimismo, la concepción evolutiva del desarrollo de la civilización humana tiende a tratar
los valores y la moral como invenciones puramente humanas, surgidas de la necesidad
de sobrevivir. De modo similar,
el enfoque racionalista de la religión
tiende a afirmar
que las circunstancias dependen de los esfuerzos humanos por manejar
los problemas inherentes al mundo físico.
Y al actuar de ese modo, este tipo de pensamiento racionalista hace que lo espiritual se halle a merced de sus propias categorías preconcebidas. Por lo tanto, el intelecto
intenta controlar lo espiritual. Y bien, el hombre se convierte en “dios”, al establecer las normas, controlar su propio
destino y juzgar
lo bueno y lo malo.
Un desafío al enfoque puramente racionalista (es decir, basado en la mente humana) puede lanzarse
en forma de pregunta:
¿Cómo llegó el hombre hasta este punto? ¿Cómo se ganó el derecho de fijar normas para sí mismo y para todos los demás cuando en realidad no tiene el
control sobre cuestiones de vida o muerte? Él no crea la vida, ni tampoco posee la capacidad de volverse
inmortal. También se rinde ante los elementos materiales que limitan
su entorno. El verdadero
tema relativo a la racionalidad humana es el siguiente: ¿Es la mente humana la autoridad
definitiva en lo que respecta
a cuál es la auténtica realidad?
Hasta este punto, hemos solamente establecido que el hombre es un ser racional.
Como tal, es capaz de tener sentimientos y emociones y de imaginar otro plano de fuerzas invisibles inteligentes. Él es, por lo tanto, capaz de abordar el mundo invisible, las emociones, las necesidades espirituales básicas, el aislamiento y la eternidad. Los pensamientos íntimos del hombre desafían
la idea de que “¡todo lo que existe… es lo que ves!” Asimismo el universo físico continúa siendo un enigma que hace suponer
la existencia de cierta influencia o intervención externa.
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