viernes, 16 de enero de 2015

Él no había andado con Jesús y tal vez ni siquiera lo había conocido ni escuchado personalmente: Igual que tú

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información

Para comprender mejor la Carta a los Gálatas, al igual que sucede con cualquier otro documento de la antigüedad, es importante conocer las circunstancias de su surgimiento. En el caso de Gálatas, la fuente de información más importante es la carta misma, además de algunos pocos datos del libro de Hechos de los Apóstoles, que, sin embargo, deben considerarse siempre con precaución.

Las comunidades cristianas de Galacia eran de origen gentil (es decir, no judío) y habían sido fundadas y visitadas, al menos una vez, por Pablo (Gl 4.13; Hch 16.6; 18.23). Según parece, la llegada de Pablo a esta
región no fue planificada, sino que se produjo como consecuencia de una enfermedad del apóstol (4.13), quien aprovechó la ocasión para anunciar el evangelio a los habitantes del lugar. Los gálatas acogieron el mensaje cristiano y al mensajero mismo con gran alegría. Durante este tiempo, ellos fueron testigos de manifestaciones poderosas del Espíritu de Dios y tuvieron hacia Pablo una actitud de generosa y cálida hospitalidad y fraternidad.

Lo fundamental del mensaje presentado por Pablo era que —a partir de la muerte y resurrección de Cristo— las personas no judías podían ser incorporadas al pueblo de  Dios sin necesidad de hacerse judías previamente, dado que la única condición para dicha  incorporación era creer en la obra redentora de Cristo. En otras palabras, los hombres ya no debían  circuncidarse ni era necesario vivir de acuerdo con la ley de Moisés para lograr la aceptación de  Dios o ser puestos en una correcta relación con Dios (ser “justificados”). 

Los gálatas recibieron esta versión del cristianismo sin ningún problema, pues probablemente ninguno  de ellos tenía un pasado judío, aunque es probable que entre ellos hubiera algunos “temerosos de Dios”, es decir, simpatizantes de la religión judía.
 
Después de la fundación de las comunidades gálatas (no se puede saber el número) y de una probable visita posterior (que no todos los estudiosos de Pablo creen se haya realizado), Pablo continuó su labor misionera en otras regiones, dejando en Galacia comunidades cristianas más o menos  consolidadas. Tiempo después, probablemente estando en Éfeso (Hch 19.10), Pablo recibió noticias de que un grupo de cristianos de origen judío estaba desarrollando una campaña en contra de él y de su mensaje evangélico en las comunidades gálatas.

Los misioneros opositores de Pablo exigían la circuncisión a los nuevos creyentes en Cristo, los cuales provenían de lo que tales misioneros consideraban paganismo (5.1-12; 6.12s., y otros).
También les demandaban el cumplimiento de otras exigencias de la ley judía (4.21) como la observancia de algunas prescripciones sobre alimentos y ritos de purificación (2.1116) y la observancia de un calendario cultual festivo (4.10), entre otras regulaciones. Según estos misioneros, para ser “hijos de Abraham” era necesario cumplir con el rito de la circuncisión, tal como Abraham lo había hecho. Además, afirmaban con toda probabilidad que Jesús en ningún momento había dicho que la ley dejaba de ser válida, sino todo lo contrario. Para ellos no había contradicción entre el ejercicio de la fe en Cristo y la práctica de la religión judía. Este punto de vista se oponía diametralmente a la comprensión y predicación de Pablo, para quien los gentiles creyentes en Cristo no estaban obligados a ninguna de las demandas del judaísmo. En efecto, Pablo consideraba la sujeción a la ley como algo esclavizante, que hacía inútil la muerte de Cristo (2.21).

Los misioneros contrarios a Pablo, seguramente, apelaban a las autoridades de la iglesia de Jerusalén para dar firmeza a su posición. Los líderes de esa comunidad eran personalidades de indiscutible peso y reconocimiento, como los apóstoles Pedro, Juan y Santiago, el hermano del Señor; todos ellos llamados “las columnas” (2.9). 

Dichos líderes representaban una teología que no era tan liberal como la de Pablo. Por su parte, los misioneros rivales que circulaban por Galacia no reconocían el rango de apóstol de Pablo, con el probable argumento de que él no había andado con Jesús y tal vez ni siquiera lo había conocido ni escuchado personalmente. Con ello intentaban minar la autoridad dePablo. En efecto, estos misioneros presentaban el evangelio de Pablo como un evangelio “de segunda categoría”, “de oídas”, incompleto, al que ellos ahora venían a complementar. Su razonamiento comenzó a causar que algunos gálatas empezaran a aceptar tales argumentos y estuvieran dispuestos a dejarse circuncidar, lo cual habría echado por la borda el trabajo de Pablo y su comprensión de la fe cristiana. Pablo reaccionó a esta situación por medio de la Carta a los Gálatas, con la intención de recuperar a los gálatas para su posición, defenderse de los ataques contra su persona y su mensaje, y demostrar la verdad de “su evangelio”.

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