Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
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Los Corintios y el Desarrollo Moral.
El Apóstol Pablo y los Super Apóstoles
El apóstol Pablo “fue tal vez la figura más importante y creativa en la historia de la iglesia primitiva,” cuyos escritos “han llegado a ser parte del fundamento de la teología cristiana ortodoxa.”[1] Sin embargo, hay dos detalles extraordinarios de su vida y ministerio: no fue parte de los doce apóstoles y hubo por lo menos una iglesia que lo menospreció (los corintios). De éstos dos nos interesa el último: ¿por qué los corintios consideraban a semejante apóstol como alguien poco impresionante y preferían a los “super apóstoles” (hiperlían apostolos)?
La relación de Pablo con los corintios fue muy complicada y dolorosa. Lo desconocieron, lo despreciaron y lo tuvieron por poca cosa (2 Cor 10–13). Varios comentaristas coinciden en afirmar que se trataba de una cuestión cultural y de cosmovisión. Barnett, por ejemplo, dice que los corintios (o parte de ellos) “habían sido cautivados por unos ministros exteriormente impresionantes,” procedentes de Judea. Se caracterizaban por su “poder y prestigio,” cartas de recomendación e historias de experiencias extáticas que los acreditaban como verdaderos ministros de Dios.[2] El asunto es que los griegos, gracias a los sofistas, valoraban mucho tres cosas: la apariencia, la oratoria y la retórica.[3] Así que “en términos de los valores griegos, Pablo el fabricante de tiendas, de discurso amateur y apariencia dudosa,” impresionaba poco (2 Cor. 10:10).[4] Los super apóstoles, en cambio, usan las armas del mundo: “la ingenuidad humana, la retórica, el alarde, un cierto sensacionalismo y descaro con las pretensiones espirituales, el encanto, un carisma personal poderoso.” Como estas armas no están en el arsenal de Pablo, lo consideran inferior.[5] Hasta aquí el asunto es quizá comprensible. Pero hay otro componente tan preocupante como el de la cultura y la cosmovisión. Los corintios se dejan maltratar de estos tipos. Son unos abusivos que tratan a los corintios como esclavos, los devoran, los despojan de sus pertenencias y los tratan de manera humillante (2 Cor. 11:20). ¿Qué explicación tiene eso? La respuesta puede estar en su desarrollo moral (DM).
La psiquis humana es tan compleja que no existe una teoría única que lo explique todo. Sin embargo, en cuanto al DM se refiere, la teoría de Kohlberg tal vez pueda ayudarnos.[6] Aquí hay un camino para entender, en alguna medida, fenómenos religiosos comparables que se dan en América Latina y en el mundo. ¿Cómo se explica, por ejemplo, que haya personas a las que pareciera encantarles que las manipularan? Tienen líderes o conviven con tiranos que aunque los tratan mal, a ellos parece gustarles. ¿No es eso lo que sucedía en Corinto y sucede hoy? Kohlberg dice que el DM de un individuo determina su conducta. Así pues, un individuo obedecerá ciertas normas sólo por evitar el castigo, otro porque entiende la norma y el bien universal que representa. Uno hará o no hará ciertas cosas según sea aceptable a otros de su edad/gremio, mientras que a otro no le importan tales cosas. Alguien se someterá a la autoridad eclesiástica, aún si es abusiva, porque piensa que Dios la puso y que lo justo es obedecer para ser buen cristiano, otro pensará primero en su dignidad como criatura de Dios y resistirá el abuso.
Según esto, los corintios y sus semejantes se encuentran entre los estadios 3 y 4 (nivel convencional) de la escala de Kohlberg (seis en total). El estadio 3 se llama La concordancia interpersonal de “buen niño—buena niña.” Aquí el buen comportamiento se define por el agrado que produce a otros y por el mantenimiento del estereotipo que fija la mayoría. En el 4, La ley y el orden, la preocupación es mantener el orden dado por la autoridad que ha puesto las normas; así, la conducta correcta consiste respetar la autoridad y mantener el orden por causa del orden mismo. Así pues, lo que digan y hagan los líderes siempre está bien, y nadie debe salirse del molde.
En conclusión, la explicación cultural sumada a la teoría de Kohlberg, y aderezada de la superstición de los latinoamericanos, pueden ser tres de los ingredientes principales para explicar por qué las multitudes, antes que la predicación bíblica, prefieren a los oradores de púlpitos impresionantes, con historias de visiones exclusivas, aire de gran autoridad, y una cuenta de cobro. Como los corintios, menosprecian la enseñanza bíblica y prefieren el espectáculo triunfalista que los lleva tras un Jesús que no existe porque no es bíblico.[7] Aunque para algunos Pablo tuvo suficientes motivos para cortar de plano la relación con una iglesia así, no lo hizo. Al contrario, mantuvo firme el deseo de volver a verlos y la esperanza de su restauración. Por eso Pablo les escribió, oró por ellos y les dijo con amor: examínense para ver si están en la fe (2 Cor. 13:5). Estas tres cosas hay que hacerlas hoy con urgencia.
[1]Hans Dieter Betz, “Paul,” in Anchor Bible Dictionary, ed. David Noel Freedman (New York: Doubleday, 1992).
[2]Paul Barnett, The Message of 2 Corinthians, The Bible Speaks Today (Leicester, Inglaterra: Inter-Varsity Press, 1988), 157.
[3]El caso aquí es de judíos fuertemente influidos por los sofistas. Véase D. A. Carson, Douglas J. Moo, y Leon Morris, An Introduction to the New Testament (Grand Rapids, Michigan, EE.UU.A.: Zondervan, 1992), 281–82.
[4]Barnett, 161. Además, al no recibir su dinero, Pablo actuó en contra de la costumbre: los filósofos itinerantes recibieran dinero de los ricos.
[5]Donald A. Carson, Del triunfalismo a la madurez, trad. Daniel Menezo (Barcelona: Andamio, 1994), 63, 81–82. Este es tal vez el libro más importante para la comprensión bíblica y teológica de fenómenos religiosos de masas observados recientemente en América Latina y el mundo.
[6]Lawrence Kohlberg, Psicología Del Desarrollo Moral, trad. Asun Zubiaur Zárate (Bilbao: Desclée de Brouwer, 1992). Véase también Ronald Duska, y Mariellen Whelan, Moral Develompent: A Guide to Piaget and Kohlberg (New York: Paulist Press, 1975). La teoría de Kohlberg complementa y desarrolla la de Piaget. Debe usarse con cuidado por tres razones: 1) se ha cuestionado la universalidad y la rigidez de la secuencia de la misma; 2) el pecado y la virtud no son factores en la teoría; y 3) Kohlberg pensó que en vista de su enfermedad terminal, el proceder más consecuente era el suicidio, ya que resultaba en una decisión más altruista. Y así lo hizo. Para una alternativa cristiana a Kohlberg, véase Craig Dykstra, Vision and Character: A Christian Educator’s Alternative to Kohlberg (New York: Paulist Press, 1981).
[7]Carson, Del triunfalismo a la madurez, 113, 121.
[2]Paul Barnett, The Message of 2 Corinthians, The Bible Speaks Today (Leicester, Inglaterra: Inter-Varsity Press, 1988), 157.
[3]El caso aquí es de judíos fuertemente influidos por los sofistas. Véase D. A. Carson, Douglas J. Moo, y Leon Morris, An Introduction to the New Testament (Grand Rapids, Michigan, EE.UU.A.: Zondervan, 1992), 281–82.
[4]Barnett, 161. Además, al no recibir su dinero, Pablo actuó en contra de la costumbre: los filósofos itinerantes recibieran dinero de los ricos.
[5]Donald A. Carson, Del triunfalismo a la madurez, trad. Daniel Menezo (Barcelona: Andamio, 1994), 63, 81–82. Este es tal vez el libro más importante para la comprensión bíblica y teológica de fenómenos religiosos de masas observados recientemente en América Latina y el mundo.
[6]Lawrence Kohlberg, Psicología Del Desarrollo Moral, trad. Asun Zubiaur Zárate (Bilbao: Desclée de Brouwer, 1992). Véase también Ronald Duska, y Mariellen Whelan, Moral Develompent: A Guide to Piaget and Kohlberg (New York: Paulist Press, 1975). La teoría de Kohlberg complementa y desarrolla la de Piaget. Debe usarse con cuidado por tres razones: 1) se ha cuestionado la universalidad y la rigidez de la secuencia de la misma; 2) el pecado y la virtud no son factores en la teoría; y 3) Kohlberg pensó que en vista de su enfermedad terminal, el proceder más consecuente era el suicidio, ya que resultaba en una decisión más altruista. Y así lo hizo. Para una alternativa cristiana a Kohlberg, véase Craig Dykstra, Vision and Character: A Christian Educator’s Alternative to Kohlberg (New York: Paulist Press, 1981).
[7]Carson, Del triunfalismo a la madurez, 113, 121.
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