jueves, 31 de marzo de 2022

¿Qué es lo que nos dice Dios a través de las Cartas de Juan?




Introducción a 1, 2 y 3 Juan

Los tres libros del NT conocidos como 1, 2 y 3 Juan que han llegado a nosotros son tan similares entre sí que mucho de lo que se dice de uno se puede aplicar a los otros. Por tanto, esta introducción tratará esas características que tienen en común los tres libros. El comentario sobre cada uno de ellos también viene precedido por una breve introducción que trata los temas específicos de cada carta.

Importancia de las cartas

Antes de centrarnos en los asuntos históricos, se debe tomar en consideración la cuestión de por qué molestarse en estudiar estos tres libros. Su presencia en el NT, por supuesto, exige la atención de aquellos que creen que la Biblia es la Palabra de Dios. Pero, ¿Cuál es la importancia de estas tres breves cartas que se encuentran hacia la parte final de nuestras Biblias?

¿Quieres conocer a Dios? ¿Te importa la verdad sobre Dios? Conocer de verdad a Dios es el tema general del evangelio de Juan y de sus cartas. En un mundo que ya estaba plagado de religiones y filosofías conflictivas, un mundo muy similar al nuestro en ese aspecto, Jesús dijo: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado” (Jn 17:3, cursiva añadida). Jesús define la vida eterna como el conocer a Dios, porque sólo respondiendo a la revelación que Dios hace de sí mismo a la humanidad, podemos llegar a conocerlo y a disfrutar la vida con él ahora y por toda la eternidad. Este es un tema bastante importante para toda persona en cualquier lugar a lo largo de la historia.

Es más, Jesús afirma que sólo hay un Dios verdadero, el Dios que envió a Jesucristo al mundo. Hay muchas maneras distintas, a veces conflictivas, de ver a Dios en las distintas culturas de hoy en día. Vivimos en unos tiempos espiritualmente confusos, especialmente desde que en las distintas culturas hay una mayor diversidad religiosa. Muchos creen que no importa lo que se crea sobre un poder más alto siempre y cuando creas en ello con sinceridad. Pero, ¿todas las religiones, desde las ideas orientales sobre la reencarnación a la espiritualidad de la “Nueva Era” pasando por las creencias que se enseñan en las sinagogas, las mezquitas y los templos sagrados  del mundo, pueden ser verdaderas? Juan escribió estas tres breves cartas en un tiempo espiritualmente confuso en el que había teologías en conflicto sobre Jesucristo, y lo hizo para confirmar a sus lectores que ellos tendrían vida eterna tras la muerte porque conocían de verdad a Dios en Cristo. ¿Qué puede ser más importante que eso?

Autoría y procedencia

La tradición eclesial de los primeros días del cristianismo le ha adscrito la autoría de estas cartas a Juan, del que habitualmente se cree que era el apóstol Juan — uno de los doce elegidos por Jesús, el hijo de Zebedeo, y “el discípulo al que Jesús amaba” del evangelio de Juan. Pero téngase en cuenta que ni el texto del evangelio ni las cartas llevan el nombre de Juan, o cualquier otro nombre. La segunda y tercera de Juan salieron de la pluma de “el anciano,” al que no se ha identificado en ningún momento. Las cartas y el evangelio son anónimos, pero los cristianos que los recibieron originalmente conocían sin duda alguna la identidad de su autor, y es probable que fuera debido al testimonio antiguo de esos creyentes por lo que las cartas se atribuyeron a Juan.

Pero Juan (gr. Ἰωάννης) era un nombre muy común en aquellos tiempos, y ya en los primeros momentos de la historia del cristianismo algunos pusieron en duda que “el anciano” fuera el mismo hombre que escribió 1 Juan y el evangelio de Juan. Los estudiosos modernos del NT han complicado aún más el tema al rechazar en su mayoría que el discípulo amado fuera realmente el apóstol Juan y conjeturando sobre cinco autores/redactores posibles para el evangelio y las cartas.

La adjudicación de la autoría a Juan más antigua procede de Policarpo, obispo de Esmirna (m. 156 d.C.), y de Papías, contemporáneo de Policarpo, cuyos escritos sobrevivieron únicamente como citas en escritos posteriores de Ireneo y Eusebio. 

Tanto Policarpo como Papías vivieron en los alrededores de Éfeso en Asia Menor occidental, el lugar al cual se dice que huyó el apóstol Juan cuando los romanos destruyeron el templo de Jerusalén (70 d.C.), llevándose a María, la madre de Jesús con él. Allí supuestamente vivió el resto de su larga vida, en los tiempos del reinado de Trajano, el emperador romano que dirigió el imperio desde 98 a 117 d.C. Ireneo (175–195 d.C.), obispo de Lyon, nació en Asia Menor y de niño conoció personalmente a Policarpo, del cual se dice que había sido elegido obispo de Esmirna por testigos oculares del Señor Jesús. Ireneo dice que Juan, el discípulo del Señor que estaba con Jesús en el aposento alto, escribió el evangelio mientras vivía en Éfeso (Haer. 3.1.2). Aún cuando estas fuentes están sujetas al mismo tipo de escrutinio histórico que otros documentos antiguos, suponen una impresionante cadena testimonial histórica que no tiene ningún otro libro del NT.

El testimonio de Papías es más complicado y ha estado sujeto a mayor debate, porque sus escritos sólo se han conservado dentro de los de Eusebio, cuya interpretación de las palabras de Papías plantearon la posibilidad de que hubiera dos hombres llamados Juan, uno autor del evangelio y otro, Juan el anciano, autor de las cartas y del libro del Apocalipsis (Hist. ecl. 3.39.3–17). Papías menciona a Juan dos veces, una como “discípulo del Señor” y otra como “anciano.” Pero Eusebio pasó por alto el hecho de que incluso cuando Papías se refiere a Pedro y Santiago, al principio no les llama “apóstoles” sino “ancianos,” sugiriendo que los dos títulos no eran mutuamente excluyentes en Papías. Pero incluso desde el siglo iv cuando escribió Eusebio, ha habido un debate en la iglesia sobre la autoría de las tres cartas atribuidas a “Juan” en el NT y sobre quién está enterrado en la “tumba de Juan” en Éfeso.

Aunque el tema de la autoría probablemente nunca se conozca con certeza, el autor de estas cartas claramente está reclamando ser el portador de la enseñanza apostólica de Jesús que se basaba en haber sido testigo presencial del ministerio público, muerte y resurrección de Jesús. La relación entre las tres cartas y de ellas con el evangelio (ver discusión más abajo) indica que el mismo autor escribió las tres cartas, y que fue también el autor del evangelio o un estrecho colaborador. Estas cartas insisten en que este testimonio apostólico impide cualquier reinterpretación de Jesús hecha por aquellos que no estaban comisionados por él y que estaban muy lejos de haberle conocido personalmente.

Situación histórica: ¿Lectura anti-gnóstica o lectura no polémica?

Como con cualquier carta del NT, debemos deducir el contexto histórico de las cartas de Juan y la razón por la cual fueron escritas de las cartas mismas, una tarea interpretativa intrínsecamente subjetiva que asumimos con muy poca información de otro tipo. Es difícil leer cualquier tipo de texto sin hacer suposiciones sobre la situación en la que fue escrito y la época y lugar en que vivió el autor, y cómo relacionar estas referencias en el texto con el “mundo real.” Pero al igual que una muestra de color parece cambiar dependiendo del fondo contra el que se expone, las suposiciones que los lectores aportan a la lectura pueden suponer una gran diferencia a la hora de entender el significado de un texto. Por tanto, es importante comprobar continuamente nuestras suposiciones sobre el contexto histórico de los libros bíblicos. Está claro que algunos desacuerdos perturbaban a las iglesias que estaban bajo la supervisión y la autoridad espiritual del autor, y que él pretendía reafirmar en su congregación la idea de que se salvarían si se adherían a las enseñanzas y creencias sobre Jesús que el autor representaba.

Los temas principales de cuáles son las verdaderas creencias sobre Jesús, cuál es la actitud adecuada hacia el pecado y la relación interpersonal caracterizada por el amor quedan claros, pero el porqué el autor ha escogido tratar estos temas en particular no tanto. Él refuerza su autoridad como portador de la enseñanza apostólica sobre la revelación de Dios en Jesucristo, lo cual implica que la fuente de la verdad sobre Dios en Cristo estaba un tanto en discusión. Pero el autor escribe con la intención de un pastor que se preocupa por su gente y no como un apologista que argumenta directamente en contra de aquellos que se habían ido de la iglesia o iglesias juaninas. Como escribió Brook: “Probablemente sea cierto que el escritor nunca pierde de vista las teorías de sus oponentes en ninguna parte de la epístola. Pero es importante enfatizar el hecho de que, a pesar de eso, el objetivo principal de la epístola no es exclusivamente, o siquiera principalmente, polémico.”

No obstante, la erudición a lo largo de finales del siglo xix y del xx gastaron mucho tiempo y tinta reconstruyendo la naturaleza más específica de las falsas enseñanzas suponiendo que contenían un impulso antinomiano motivado por tendencias (proto-)gnósticas. La suposición gnóstica la desarrolló en el siglo xx Rudolf Bultmann, tras lo cual las tres cartas se leyeron rutinariamente en relación con el error cristológico del Docetismo, que derivó de la aplicación del pensamiento gnóstico al evangelio de Jesucristo, y en contra de la vida licenciosa, que era una conclusión del pensamiento gnóstico aplicado a la vida cristiana. Leyendo a través de esta lente, los verbos de los sentidos en el prólogo de 1 Juan sirvieron para explicar la dimensión física de Jesús como ser humano real, y su venida en carne (1 Jn 4:2; 2 Jn 7).

A finales del siglo xx y principios del xxi ha surgido otra perspectiva que ha venido ganando terreno, la de que estas cartas no deberían leerse como una polémica directa contra el docetismo o su expresión efesia específica: el cerintianismo. La tradición enseña que Cerinto era un contemporáneo de Juan en Éfeso y enseñaba que la naturaleza divina descendió sobre el hombre ordinario que era Jesús en el momento del bautismo y que partió de él en Getsemaní, una teoría que los modernos teólogos denominan adopcionismo. (Ver comentario 1 Jn 2:19.) Ofreciendo varios factores que argumentan contra un supuesto contexto gnóstico, Lieu escribe: “Concediendo que este marco de interpretación tiene la convincente ventaja de permitir, al menos superficialmente, una exégesis coherente de toda la carta, la cuestión que debe plantearse es hasta qué punto es válido y verdadero para el pensamiento y la función de 1 Juan.”

Esta reciente teoría no polémica es un correctivo necesario para los estudios juaninos que con tanta fuerza han dependido de identificar lo que creían los secesionistas y por qué se fueron (1 Jn 2:19), y reenfoca la discusión para que sea más acorde con las propias declaraciones del autor sobre por qué escribió. Su preocupación era intentar que aquellos que estaban bajo su cuidado espiritual permanecieran dentro de los límites de la ortodoxia y no el tratar directamente la herejía (o herejías) que perturbaban a las iglesias; eso hace difícil reconstruir con especificidad los problemas que están siendo tratados. Libera a los intérpretes para que centren su atención en cómo define Juan la ortodoxia, lo cual en realidad implícitamente argumenta en contra no sólo del cerintianismo, el docetismo y el gnosticismo más ampliamente, sino también de muchas herejías a través de los siglos y en nuestro tiempo.

No obstante, queda claro por las cartas de Juan que se estaba argumentando contra algunos serios malentendidos y distorsiones del evangelio. Dado que el contexto probablemente sea Éfeso y por la probable fecha de las cartas, la influencia de las suposiciones filosóficas griegas, quizá combinadas con los malos entendidos respecto a las promesas del evangelio de Juan, habían producido creencias que, quizá inconscientemente, se oponían al evangelio de Jesucristo (o sea, eran creencias “anti-Cristo”).

Relación de las cartas con el evangelio de Juan

Queda claro que aunque el principal propósito de 1 Juan no era polemizar, el cisma dentro de la comunidad fue la razón inmediata de la carta, y los orígenes del cisma tienen que verse en esos elementos del pensamiento de la comunidad de 1 Juan que necesitaban tanto el debate cristológico como moral. Es al trazar las raíces de estos elementos del cuarto evangelio cuando entendemos mejor el problema y el logro de 1 Juan.

A pesar de las diferencias que podemos encontrar debido a que se trata de géneros diferentes, las cartas de Juan y el evangelio de Juan están más próximos en lenguaje, estilo, cosmovisión dualista y teología que cualquier otro libro del NT. Painter observa que las similitudes entre el evangelio y las cartas es más estrecho que entre otros libros del NT que se sabe pertenecen al mismo autor como por ejemplo, Lucas y Hechos o 1 y 2 Tesalonicenses.

Las similitudes obvias plantean la cuestión metodológica de si deberíamos permitir, y usar deliberadamente, el cuarto evangelio para influir en la exégesis de estas cartas. Por ejemplo, ¿debería el referente o sentido de un término en particular de las cartas ser definido según la misma palabra en el evangelio? Aunque las similitudes en su conjunto nos llevan en esa dirección, los propósitos diferentes por los cuales se escribieron el evangelio y las cartas nos debería advertir en contra de hacer una equiparación rápida del sentido en ambas. De hecho, algunos intérpretes sugieren que fue una mala interpretación y un mal uso del evangelio de Juan lo que hizo surgir las falsas enseñanzas en las iglesias juaninas, y que las cartas utilizan los mismos términos del evangelio pero con la intención de corregir la herejía. Esto, por supuesto, supone asumir que el evangelio se escribió primero y ya estaba en circulación, que surgieron los problemas al ser interpretado y utilizado y que las cartas vinieron a continuación.

Thatcher presenta otra opción: que aunque las cartas y el evangelio surgieron de la misma tradición y del mismo momento histórico, la controversia se desarrolló antes de que se escribiese el cuarto evangelio cuando las enseñanzas juaninas sobre Jesús todavía estaban en forma oral. Thatcher propone que las cartas fueron escritas para sofocar la controversia en ausencia de una narración autoritativa de la vida de Jesús en forma escrita. Según el punto de vista de Thatcher la controversia provocó que se escribiera el evangelio de Juan. Aunque esta teoría es interesante y creativa, parece que las cartas se relacionan tan bien con el evangelio en su forma escrita que la tradición oral tendría que haber sido esencialmente idéntica a la del evangelio de Juan.

Relación y fecha de las tres cartas

Se puede plantear una pregunta similar sobre la secuencia y relación de las cartas entre sí. Los temas, estilo y vocabulario son tan similares en 1 y 2 Juan que resulta difícil imaginar que no procedan de la misma mano. Y las similitudes entre 2 Juan y 3 Juan — ambas procedentes de “el anciano,” cuya principal preocupación era cuándo ofrecer la hospitalidad cristiana (3 Juan) y cuándo no (2 Juan) — se unen como las dos caras de la misma moneda. (Ver Introducción a 2 y 3 Juan.) Esta observación ha conducido a los comentaristas a proponer una serie de teorías sobre la secuencia en que fueron escritas estas cartas.

Strecker cree que 1 Juan se originó de forma independiente y posteriormente a 2 y 3 Juan, una teoría mantenida también por Marshall, que estructura su comentario tratando los libros en ese orden. Johnson propone que los tres fueron escritos por la misma persona a la vez y que se presentaron como un paquete.11 Según esa teoría, Demetrio llevó una carta de presentación a Gayo (3 Juan), junto con una carta para ser leída en la iglesia de Gayo (2 Juan) como introducción al sermón que debía impartirse (1 Juan). Painter cree que las tres cartas fueron escritas por el anciano, y probablemente en el orden en que aparecen en el NT, una idea compartida por esta autora. Propongo el escenario de que 1 Juan fue escrita y predicada en la iglesia casera del anciano poco después del cisma. Pero como los secesionistas se habían ido, llevándose con ellos sus falsas enseñanzas a otras iglesias de la zona, Juan envía 1 Juan a otras iglesias con una carta de presentación (2 Juan) “a la señora escogida y a sus hijos.” Por alguna razón, Diótrefes se niega a recibir a los portadores de 2 y 1 Juan, así que el anciano se vuelve hacia su amigo Gayo en busca de apoyo, enviando a Demetrio con una carta de presentación en mano (3 Juan). Aunque es casi imposible estudiar las cartas de Juan sin imaginarse un tipo de situación similar, cualquier escenario debe ser tratado con precaución y no permitir que dicte la exégesis, porque simplemente no sabemos los detalles de las circunstancias que relacionan a estos libros entre sí.

Si asumimos que el evangelio de Juan fue escrito en torno a 85–90 d.C. y que las cartas que surgieron tras el evangelio habían estado en circulación algún tiempo, las cartas probablemente daten de alrededor de 90–95 d.C., haciendo que sean posiblemente los últimos libros del NT en ser escritos. El evangelio de Juan y las tres cartas de Juan parecen haber sido escritas para gente dentro de la misma zona geográfica (probablemente la provincia romana de Asia, que conocemos como el extremo oeste de Turquía). Los cristianos nombrados en 3 Juan se conocían personalmente, lo cual sugiere una red de iglesias de la misma región que tenían un contacto frecuente y rutinario. La razón para que se conservara 3 Juan, como breve nota escrita a una persona, Gayo, es que era una parte importante de la misma historia por la cual se escribieron 1 Juan y 2 Juan. Por tanto, se nos pide que leamos las tres cartas teniendo en cuenta la relación existente entre ellas y con el evangelio de Juan.

El lugar de las cartas de Juan en la cronología histórica del Nuevo Testamento

La exégesis histórico-gramática es el enfoque metodológico utilizado por la mayoría de los estudiosos de la Biblia evangélicos. Eso significa interpretar el texto dentro de su contexto histórico original y prestar mucha atención a las palabras reales, a la sintaxis y estructura del texto en su idioma original. Téngase en cuenta que este no es el modo en que generalmente la iglesia lee la Biblia. La lectura devocional y litúrgica tiende a deshistorizar el texto pasando por alto su escenario histórico y leyendo la Biblia tal como se traduce en los idiomas modernos.

Es cierto que, aunque el lector general a menudo no lo tome en cuenta, los libros del NT no fueron escritos en el orden en que aparecen en el canon del NT. Y así al comienzo del estudio, es útil tener en mente la cronología de la historia del NT en la que fue escrito un libro, y lo que estaba sucediendo en aquel momento que puede ayudar la exégesis del libro. Después, también es útil considerar por qué los libros aparecen en una determinada secuencia en el NT. Seguramente había algún tipo de razón para que los libros fueran colocados en ese orden canónico particular en que los encontramos.

Todos los libros del NT se refieren a sucesos que ocurrieron en el siglo primero de esta era (esto es, 1–100 d.C., según el calendario moderno), como la vida de Jesús, la extensión del evangelio, y los problemas surgidos en las primeras iglesias. Los libros del NT se escribieron en la segunda mitad del ese mismo siglo. El NT en su conjunto se centra en una persona que vivió a principios del siglo primero, Jesús de Nazaret, y la importancia de su vida, muerte y resurrección. Los Evangelios que cuentan esta historia fueron escritos algunas décadas más tarde y se preocupan, primero, de los sucesos recogidos sobre la vida de Jesús pero, en segundo lugar, de lo que estaba sucediendo en las iglesias a las que iban dirigidos cada uno de los evangelios y que conformaron su contenido. Por tanto, es apropiado considerar lo que estaba sucediendo en las iglesias que eran las receptoras originales del evangelio de Juan, muy probablemente el último evangelio que se escribió.

Las cartas del NT son diferentes a aquellos relatos narrativos de la vida de Jesús porque cada una de ellas trata los temas apremiantes del momento y no intentan relatar los sucesos de un periodo de tiempo anterior. Los autores de las cartas están tratando cuestiones, temas y circunstancias reales apremiantes en aquel momento. En consecuencia, nos permiten distinguir tres periodos diferentes del siglo primero y colocar los sucesos y el origen de los libros dentro de cada periodo: (1) El tiempo en que vivió Jesús, durante el cual no se escribieron libros del NT; (2) un periodo de gran expansión del evangelio por todo el Imperio romano (33–60 d.C.); (3) un periodo de unificación doctrinal y eclesial (c. 60–100 d.C.). El evangelio y las cartas de Juan se escribieron en este último periodo, cuando la iglesia en general se enfrentaba a temas enormes, como la persecución de los cristianos por parte del gobierno romano, las herejías que se habían infiltrado en la iglesia (en especial las procedentes de las filosofías griegas) y la crisis de liderazgo en la iglesia, especialmente dado que los apóstoles habían muerto y el Señor no había regresado.

Las cartas de Juan reflejan estos dos últimos temas: la herejía y la crisis de liderazgo. Los falsos maestros habían surgido de las iglesias mismas del anciano, y sus creencias estaban desafiando su liderazgo apostólico. Si el anciano era Juan hijo de Zebedeo, probablemente era anciano y el último apóstol vivo. Como la iglesia estaba al borde de un futuro incierto en medio de una transición hacia un liderazgo en el que ya no había apóstoles, no había tema más importante que dónde encontrar la verdad sobre Jesucristo. El anciano argumenta que el liderazgo cristiano es esencialmente conservador, que conserva y pasa a la siguiente generación la enseñanza de los apóstoles a los que había elegido el Señor mismo. La innovación en las creencias y prácticas cristianas tenía que ir unida a la ortodoxia apostólica. Esto es relevante en toda generación de la iglesia hasta el regreso del Señor.

Canonicidad

En principio, cada uno de los libros del NT quedó dotado de este valor normativo, autoritativo tan pronto como se secó la tinta, en virtud de haber sido escritos por un autor apostólico inspirado por Dios. Pero todavía tardaron algún tiempo en ser colocados en el canon del NT para ser reconocidos como tal, especialmente cuando el texto empezó a circular más allá de los lectores originales y de las iglesias para las que fueron escritos cada uno de ellos. Raymond Brown resume:

Para mediados del siglo ii, las ideas, temas e incluso eslóganes de las epístolas juaninas (o, al menos, de i Juan) se estaban citando en otras obras cristianas. Pero ninguna de las similitudes propuestas es un cita textual, así que sigue siendo muy difícil estar seguros de que alguno de los autores mencionados tuviera el texto de las epístolas juaninas delante.

No obstante, es probable que el texto de 1 Juan estuviera a disposición de Policarpo (69–155 d.C.), que vivió en Esmirna, una ciudad de la región de Éfeso. La Carta a los filipenses de Policarpo (escrita antes de 140 d.C.) en 7:1 contiene un paralelismo claro con 1 Jn 4:2–3 y 2 Jn 7, “Porque todo el que no confiesa que Jesucristo ha venido en la carne, es anticristo,” aunque no lo atribuye a Juan o a sus cartas. Puede que haya otras alusiones menos obvias a las cartas de Juan en textos escritos antes de 175 d.C., pero la constatación más antigua de las tres cartas que ha sobrevivido es de Orígenes (c. 250 d.C.), que escribió que Juan “dejó también una epístola de unas pocas líneas y puede que una segunda y una tercera, pero no todos dicen que estas [la segunda y la tercera] sean genuinas” (citado en Eusebio, Hist. ecl. 6.25.10). La autoría apostólica de 1 Juan aparentemente no se cuestionaba, y Eusebio la enumera dentro de la lista de libros reconocidos (ver Introducción a 2 y 3 Juan para una discusión de la evidencia de Ireneo, que cita 1 y 2 Juan como si fueran un libro, lo cual sugiere que pueden haber circulado juntas). Las tres cartas fueron reconocidas como canónicas por la iglesia del siglo iv y están incluidas en el canon de Atanasio (367 d.c)

Bibliografía selecta

Comentarios

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  Bray, Gerald, ed. James, 1-2 Pedro, 1-3 Juan, Jude. ACCS 11. Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2000.

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  Kruse, Colin G. The Letters of Juan. PNTC. Grand Rapids: Eerdmans, 2000.

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  Thomas, Juan Christopher. The Pentecostal Comentario on 1 Juan, 2 Juan, 3 Juan. Cleveland, TN: Pilgrim, 2004.

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  Williamson, Rick. 1, 2, & 3 Juan: A Comentario in the Wesleyan Tradition. NBBC. Kansas City: Beacon Hill, 2010.

  Witherington, Ben III. A Socio-Rhetorical Comentario on Titus, 1-2 Timothy and 1-3 Juan. Vol. 1: Letters and Homilies for Hellenized Christians. Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2006.

  Yarbrough, Robert W. 1-3 Juan. BECNT. Grand Rapids: Baker Academic, 2008.



 

viernes, 11 de marzo de 2022

Las mujeres también son instrumentos de Dios para darlo a conocer

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



LAS MUJERES GLORIFICAN A DIOSINTRODUCCIÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . .  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3
SEMANA UNO: LIBERTADAS PARA SERVIR
La historia de la mujer pecadora
en Lucas 7:36-50
. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7
SEMANA DOS: SIGUIENDO A JESÚS
La historia de mujeres que siguieron a Jesús
compilada de pasajes en Marcos, Lucas, Juan
y Hechos
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .19
SEMANA TRES: VE Y CUENTA
La historia de la mujer samaritana
en Juan 4:1-42
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .37
SEMANA CUATRO: ORANDO CON ANTICIPACIÓN
La historia de Ana
en Lucas 2:25-38
. . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .51
SEMANA CINCO: INVIRTIENDO EN EL REINO
La historia de Eunice y Loida
en Hechos 16:1-5, 2 Timoteo 3:14-16
y 1 Timoteo 1:1-5
. . . . . .  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .63
SEMANA SEIS: COMPROMETIDAS CON LA COMUNIDAD
La historia de Lidia y las mujeres en Filipos
en Hechos 16:6-40
. . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .77
En Juan 15 Jesús instruye a sus discípulos a habitar o permanecer en él si
queremos tener fruto en la vida. ¿Qué significa habitar en Jesús? ¿Cómo
puedo vivir cada día en su presencia y su poder? En Juan 15: 7, 8 Jesús
responde estas preguntas y también nos dice qué podemos hacer para
“glorificar” a Dios en nuestra vida. Él les dice a sus discípulos: “Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se
les concederá. Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y
muestran así que son mis discípulos”.
Para habitar en Jesús es necesario que su Palabra viva en nosotras. Cuando
leemos y hablamos las Escrituras lenta y repetidamente, ellas empiezan a
vivir “en la boca y en el corazón” de nosotras (ver Romanos 10:8).
Generaciones de seguidores de Jesús han leído la Biblia permitiendo
que ella viva en su boca y su corazón mediante un método deliberado de
lectura llamado
lectio divina. Esta es una práctica antigua a la que muchos
creyentes están regresando en el día de hoy. Ella nos alienta a ir más allá
de simplemente leer y escuchar las historias de Dios. Mediante
lectio divina
nos deleitamos verdaderamente en el Pan de Vida, la Palabra de Dios, y
permitimos que ella nos alimente espiritualmente.
En
lectio divina hay cuatro pasos para alimentarnos del Pan de Vida. Cada
uno de ellos promueve una “digestión espiritual” saludable de la Palabra de
Dios.
1.
Lectio — leer el pasaje
2.
Meditatio — meditar en el pasaje
3.
Oratio — orar con el pasaje
4.
Contemplatio — permitir que el pasaje viva a través de ti
DESCARGARDESCARGALO AQUÍ:             

¿Te sientes llamado para la Obra? Este estupendo material te servirá: Preparación Pastoral para la Movilización de Obreros

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



Efesios 4:11-12
Uno se capacita mientras pastorea a su rebaño. En campos blancos uno puede comenzar
con su familia y dejar que crezca el rebaño. Uno que tiene el don pastoral puede capacitarse
sin preocuparse por requisitos académicos. Las iglesias pueden capacitar a sus propios
líderes con estos compendios, tal como ordena Dios en Efesios 4:11-12:
“Y él mismo
constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y
maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo.”
Los pastores de más experiencia se reúnen con los pastores o líderes nuevos, escuchan sus
informes acerca de las iglesias y responden con los capítulos que corresponden a las
necesidades y oportunidades actuales. El estudiante pastoral procede a su propio paso.
Enseña o aplica inmediatamente a su gente todo lo que aprende.
Este método ha impulsado la obra de muchos pastores y misioneros para que sus iglesias
crecieran en conocimiento de la Palabra de Dios y en número, y que se reprodujeran en
iglesias hijas y nietas. Rogamos a Dios por usted, que por el poder del Espíritu Santo le
rinda mucho fruto este curso. 
El propósito de aprender la Palabra de Dios es sehacediscípulos.                                                                                                                         
Un discípulo obedece los mandamientos de nuestro Rey Jesucristo (Mateo 28:18-20). No aprendemos la Palabra para hacernos estudiantes que sólo memorizan más y más conocimientos, porque Jesús
dice,
"Si me amáis, guardad mis mandamientos" (Juan 14:15).
Basamos toda enseñanza de estos compendios y nuestro ministerio respectivo encima de la 
rocdlobediencia a Jesús.                                                                                                              Antes de tratar los otros varios asuntos en los libros de estudio para su preparación, establezcamos el
fundamento, que es la obediencia a nuestro divino Rey Jesucristo. Todo el curso pastoral descansa sobre este único cimiento y base bíblica para el discipulado

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martes, 1 de septiembre de 2020

¿PODEMOS VIVIR EN MATRIMONIO MANTENIENDO NUESTRAS DIFERENCIAS?

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6

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DE LA FANTASIA A LA REALIDAD Hay momentos en que enfrentar la realidad es realmente difícil. Sin embargo, es mucho más lamentable y peligroso vivir tratando de ignorarla. Si usted ha elegido el matrimonio para poder vivir en el mundo de la fantasía o muy pronto terminará su fantasía o lamentablemente terminará su matrimonio. Es verdad que generalmente somos atraídos por personas diferentes, pero la historia es totalmente diferente cuando tenemos que vivir con ellas. Esa es una razón por la que la mayoría de las parejas tienen serios conflictos cuando descubren lo diferentes que son.

Todo cónyuge en determinado momento comenzará a vivir temporadas de antagonismo al notar lo diferente que es la persona con quien eligió casarse. Todo matrimonio tarde o temprano tendrá uno de esos diálogos que en vez de traer esperanza, nos deja con un sabor amargo y que en vez de ayudarnos a encontrar respuestas, nos crea un sinnúmero de signos de interrogación. Es posible que alguna vez usted haya escuchado algunas de la siguientes declaraciones: «Somos tan diferentes que lo mejor sería separarnos», «Somos demasiado diferentes, y aunque no creo que es bueno separarse, creo que de aquí en adelante debes hacer las cosas a tu manera porque yo las haré a la mía», «Cuando yo pienso blanco, tú piensas negro», «Estas diferencias nunca terminarán». Por supuesto que no son palabras fáciles de escuchar y mucho menos si éstas salen de los labios de aquella persona con quien nos comprometimos a permanecer juntos para toda la vida.
 
Por dolorosas que sean estas palabras, sin duda, expresan grandes verdades. Lo desagradable es que nos anuncian que vienen consecuencias que ningún ser racional desea. Separarse o divorciarse por las diferencias, es tan ridículo como querer casarse con alguien que sea igual a uno. Resentirse y no aceptar las diferencias es como querer tener a su lado un robot. Alguien que hable, piense, haga y diga todo lo que uno le mande. Pero, ¿es realmente eso lo que busca el cónyuge que está haciendo estas declaraciones? Mi respuesta enfática a esta pregunta es un rotundo no. Lo que generalmente la persona busca es ser entendida, y en medio de su frustración expresa su desaliento. Obviamente este cónyuge siente que sus puntos de vista, sus formas de hacer las cosas, sus anhelos, sus deseos, no se están tomando en cuenta en la medida que espera.
Hoy, a diferencia de lo que pensaba antes, y después de muchos años de matrimonio, pienso que tras estas declaraciones se encuentra oculto un buen mensaje que se está entregando con el propósito de que sea comprendido. Debo reconocer que no siempre he pensado tan positivamente, pues hubo momentos en que al escuchar estas declaraciones de preocupación de mi esposa, sentí que todo mi mundo familiar se desmoronaba. Cada vez que escuchaba estas palabras me parecía oír el anuncio de una separación, sobre todo cuando concluíamos que no valía la pena seguir hiriéndonos. Era amenazante pensar que no tenía sentido seguir juntos si cada vez que yo hacía algo que a ella no le agradaba, o cada vez que ella hacía algo que a mí no me agradaba, volvíamos a discutir acaloradamente acerca del problema, y una vez más, después de conversar y expresar cada uno sus puntos de vistas, llegaríamos a la repetida y decepcionante conclusión: «Somos demasiado diferentes».

En determinados momentos y queriendo entender nuestras diferencias, tanto mi esposa como yo, tomamos el tiempo para pensar en el pasado y estudiar los antecedentes familiares de cada uno. Después de analizar las respectivas familias, llegamos a la conclusión de que una de las razones por la cuales somos tan diferentes es por la forma tan diferente en que fuimos criados. Creo que todos estamos de acuerdo con esta conclusión, pero una conclusión no es una solución, sobre todo cuando sabemos que tal vez nuestras diferencias nunca terminen y que algunas de ellas nos acompañarán toda la vida. El resultado de este frío análisis ha sido la frustración de mi esposa, su desesperanza y su respectiva declaración comunicándome que ella no podía vivir tranquila con estas diferencias. Precisamente en aquellos momentos aparecía en mi mente una gran incógnita. Si no podemos vivir tranquilos con nuestras diferencias, ¿cuál debería ser la solución o cuál debería ser el siguiente paso? Me pregunté muchas veces, ¿qué debe hacer una pareja que no sabe cómo vivir con sus diferencias?
Soy de las personas que piensan que determinaciones tan importantes como estas de ninguna manera deben ser producto de una decisión emocional, abrupta y sin profunda meditación. Esa es la razón por la que, cuando tuvimos estas dificultades en nuestro matrimonio, decidí pensar seriamente sobre el asunto. Tomé la decisión de investigar lo que Dios desea que todos nosotros hagamos cuando nos encontremos en esas circunstancias. Me repetí constantemente a mí mismo: Si Dios nos creó diferentes y permitió que con diferentes antecedentes, deseos, costumbres, anhelos y metas lleguemos a ser un matrimonio que está supuesto a convivir en la relación interpersonal más cercana e íntima de este mundo, es imposible que Él no tenga una respuesta, no es posible que no haya dejado un camino para poder convivir. Mi conclusión una vez más me daba esperanza pues Dios es el autor del matrimonio, Él creó la familia y sin duda tiene respuestas a nuestras más grandes interrogantes.

Creo que la mayoría de los cristianos, cuando buscamos el consejo divino, actuamos de la misma manera. Generalmente estamos esperando que Su consejo coincida con nuestras expectativas, pero muy pronto me di cuenta de que las respuestas que yo esperaba no eran las que la Biblia me entregaba. Una vez más tenía que ser recordado que las respuestas divinas no siempre son las que los orgullosos y egoístas seres humanos esperamos. Si las respuestas hubieran sido lo que mi esposa y yo esperábamos, Dios habría tenido que darnos dos respuestas diferentes y al aplicar sus consejos, en vez de terminar nuestros conflictos más bien nos habríamos metido en otros mayores porque tanto mi esposa como yo, esperábamos que la Biblia nos diera la razón.
La fórmula divina que descubro en las páginas de la Biblia realmente me resulta paradójica porque rompe los ideales humanos de la misma forma que lo hacen muchos de sus principios. En la historia podemos notar que cada vez que una sociedad ha encontrado una desarmonía entre sus valores y los valores divinos, ésta ha tratado de ridiculizar los categóricos principios y mandamientos divinos. A través de los siglos, los hombres han rechazado los altos valores divinos, porque sin duda, éstos se salen de las expectativas humanas. Las fórmulas divinas no son fácilmente aceptadas por nosotros los humanos. Es difícil aceptar que si nos humillamos, seremos exaltados y si sufrimos seremos bienaventurados. Estas son fórmulas que no encajan en nuestro orgulloso corazón. Pero, Dios no se ha equivocado. Estos fueron los principios que rigieron la vida de Jesucristo, y aunque a los ojos de sus contemporáneos puede haber terminado como un perdedor, ante los ojos de Dios-Padre, su humillación le llevó a la exaltación y su actitud de siervo a la posición de Rey.

Después de pensar en todo lo expuesto, creo que fundamentalmente el éxito de la relación conyugal radica en aceptarnos tal como somos. Ninguno debe intentar cambiar a su cónyuge, más bien cada uno por sí solo debe determinar hacer todos los cambios que sean indispensables para la adecuada relación matrimonial.
Estos cambios serán efectivos siempre y cuando se tome en cuenta las necesidades de la persona amada y cuando nuestra determinación de cambiar no esté basada exclusivamente en la opinión humana sino en el consejo divino, aunque éste vaya en contra de los anhelos humanos.

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sábado, 7 de diciembre de 2019

Los caminos torcidos serán enderezados, las sendas dispares serán allanadas, y todos verán la salvación de Dios

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6

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EL BAUTISMO DE JUAN Y EL BAUTISMO DE JESÚS


En la Escritura encontramos el bautismo por primera vez cuando Juan el Bautista entra en escena. Juan ministró antes de que Jesús comisionara a sus discípulos a bautizar (Mateo 28:19) o siquiera dijese algo acerca del bautismo. En los cuatro relatos evangélicos se nos dan ciertos datos acerca del ministerio de Juan, pero quizá Lucas proporcione la mirada más extensa a su vida y obra. Allí leemos:

  Era el año decimoquinto del imperio de Tiberio César. Poncio Pilato era entonces gobernador de Judea, Herodes era tetrarca de Galilea, su hermano Felipe era tetraca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias era tetrarca de Abilinia. Anás y Caifás eran sumos sacerdotes. En esos días Dios le habló a Juan hijo de Zacarías en el desierto. Juan fue entonces por toda la región cercana al Jordán, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados, tal y como está escrito en el libro del profeta Isaías: “Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor y enderecen sus sendas. Todo valle será rellenado, y todo monte y colina será nivelado. Los caminos torcidos serán enderezados, las sendas dispares serán allanadas, y todos verán la salvación de Dios” (3:1–6).

Está claro que los apóstoles del Nuevo Testamento entendieron la venida de Juan el Bautista en el contexto de la profecía de Isaías sobre uno que vendría como heraldo del Mesías, uno cuya principal responsabilidad en el plan de redención de Dios sería preparar el camino para la llegada del Señor. Ellos además estaban muy conscientes de una profecía en el libro del profeta Malaquías. En el último capítulo de su libro —de hecho, en el último párrafo de su libro—, Malaquías habló de la llegada del “día del Señor”, que no ocurriría sino hasta la reaparición del profeta Elías (Malaquías 4:5). Por lo tanto, durante cuatrocientos años después de Malaquías, el pueblo judío esperó el regreso del profeta Elías, quien había sido llevado al cielo cientos de años antes (2 Reyes 2:11). En cada celebración de la Pascua, se dejaba una silla desocupada en la mesa en memoria de Elías, en caso de que llegara como un invitado aquella noche.

Por lo tanto, no es de extrañar que cuando Juan comenzó a captar la atención, “los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntaran: ‘Tú, ¿quién eres?’. Juan confesó, y no negó, sino que confesó: ‘Yo no soy el Cristo’. Y le preguntaron: ‘Entonces, ¿qué? ¿Eres Elías?’. Dijo: ‘No lo soy’ ” (Juan 1:19–21a). Cuando Juan descartó cualquier idea de que él podría ser el Mesías, a continuación las autoridades supusieron que era Elías. Pero Juan negó eso también.

Esta negación es más bien misteriosa, porque un ángel había dicho de Juan: “Lo precederá [al Señor] con el espíritu y el poder de Elías” (Lucas 1:17), y más tarde Jesús dijo: “Si quieren recibirlo, [Juan] es Elías, el que había de venir”, y: “ ‘Yo les digo que Elías ya vino, y no lo reconocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron…’. Al escuchar esto, los discípulos comprendieron que les estaba hablando de Juan el Bautista” (Mateo 11:14; 17:12–13). Sin embargo, la forma en la que Jesús calificó esos comentarios, y la declaración de que Juan vendría “en el espíritu y el poder de Elías”, indican que Juan no era el Elías real. No obstante, había una continuidad entre ellos, de manera que el ministerio de Elías se reintrodujo en la persona de Juan el Bautista.


¿EL FIN DEL SILENCIO?

Intenta imaginar que eres un judío del siglo I. De pronto, pareciera que todos están hablando de la aparición de un hombre de Dios que viene del desierto, que era el lugar de encuentro tradicional entre Dios y sus profetas en el Antiguo Testamento. En el desierto, el profeta recibía su unción; allí se le daba la Palabra de Dios y era comisionado para proclamarla a Israel. La gente pronto comenzó a preguntarse si Juan era un profeta.

Esta pregunta tenía mucho significado porque había habido un largo periodo de silencio profético. En los relatos del Antiguo Testamento, pareciera que hay un profeta detrás de cada piedra. Aquella era una época en la que la profecía era muy importante para la vida de los israelitas, y Elías encabezaba la lista de los profetas. Pero luego, de pronto la Palabra profética de Dios había cesado en la tierra. Malaquías había sido el último profeta en Israel. No había habido palabra de Dios por cuatrocientos años. El pueblo de Israel había estado esperando durante lo que parecía una eternidad a que Dios hablara nuevamente. Así, rápidamente revivió la esperanza de que Juan trajera la tan esperada palabra de Dios.

Tengo una pregunta capciosa que me gusta plantearles a mis alumnos: “¿Quién fue el mayor profeta del Antiguo Testamento?”. Algunos dicen Elías; algunos dicen Isaías; otros insisten en Jeremías. Finalmente yo digo: “No, el mayor profeta del Antiguo Testamento fue Juan el Bautista”. A veces nos olvidamos de que si bien leemos sobre Juan el Bautista en el Nuevo Testamento, él vivió antes de que Jesús inaugurara el nuevo pacto en el aposento alto la noche de su traición. Así que la economía del antiguo pacto se extendía desde el principio en el huerto del Edén hasta el momento de la Última Cena. Por lo tanto, Juan el Bautista pertenecía al periodo del Antiguo Testamento, y Jesús dijo de él: “De cierto les digo que, entre los que nacen de mujer, no ha surgido nadie mayor que Juan el Bautista” (Mateo 11:11).

“EL REINO DE DIOS SE HA ACERCADO”

Si bien Juan fue el mayor profeta del Antiguo Testamento, su tarea consistió en anunciar el fin del periodo de la historia redentora del Antiguo Testamento, porque el reino de Dios estaba a punto de irrumpir. En el Antiguo Testamento, la llegada del reino de Dios era un suceso futuro ambiguo. Pero Juan comenzó su mensaje con una radical nota de urgencia. Él clamaba: “Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2). Él estaba diciendo que el reino de Dios no estaba en el futuro distante, sino que estaba a punto de llegar.

Juan utilizó dos metáforas para ilustrar la urgencia del momento. Primero, dijo: “El hacha ya está lista para derribar de raíz a los árboles” (Mateo 3:10a). No era como si el leñador recién se hubiera internado en el bosque y hubiera comenzado a desastillar la corteza de un árbol, pero todavía tuviera que dar otros mil hachazos antes de poder derribarlo. Más bien el leñador ya había cortado hasta el corazón mismo del árbol. Juan estaba diciendo que con un hachazo más el árbol caería.

En segundo lugar, Juan dijo: “Ya tiene el bieldo en la mano, de modo que limpiará su era, recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en un fuego que nunca se apagará” (Mateo 3:12). El bieldo era una herramienta que usaban los agricultores de grano para separar el trigo de la paja. Después de que se trillaba el grano, es decir, se separaban las semillas de las cáscaras, el agricultor usaba una horqueta larga para arrojar montones de semillas al aire para que el viento arrastrara la paja más liviana, los últimos fragmentos de la cáscara. La paja volaba con el viento, pero las semillas más pesadas volvían a caer al montón. Juan estaba diciendo que el agricultor no estaba simplemente pensando en separar el trigo de la paja, ni iba caminando hacia el granero para tomar su bieldo. En lugar de eso, el agricultor tenía el bieldo en la mano y estaba a punto de comenzar el paso final en el proceso de su cosecha. El momento de separación, el momento crítico que apartaría el buen trigo de la paja inútil e indeseable, estaba a punto de acontecer. Juan estaba diciendo: “Israel, tu Rey está a punto de llegar, el Mesías está a las puertas, y tú no estás preparado”.


EL ESCÁNDALO DEL BAUTISMO

¿Qué tenía que hacer el pueblo para estar listo para la llegada del Mesías? Juan se lo dijo claramente: tenían que arrepentirse de sus pecados y bautizarse.

En la mente de los teólogos y los líderes de ese entonces, el llamado de Juan a que el pueblo se presentara en el Río Jordán para bautizarse era escandaloso. ¿Por qué? Cuando un gentil se convertía al judaísmo, tenía que adoptar los principios y las doctrinas del judaísmo, y tenía que circuncidarse. Además, tenía que pasar por un ritual que se había desarrollado durante el periodo intertestamentario, un baño ceremonial de purificación conocido como “bautismo del prosélito”. Este rito de purificación era administrado a los gentiles convertidos porque los judíos consideraban a los gentiles ceremonialmente impuros. Por el contrario, los judíos eran considerados limpios, así que no necesitaban pasar por ningún tipo de ritual de purificación. Pero cuando Juan los llamó a bautizarse, los fariseos se sintieron ofendidos por la implicación de que los judíos eran impuros. Ellos no podían ver que Dios le estaba imponiendo un nuevo requisito a su pueblo porque se acercaba un nuevo momento en la historia de la redención —la llegada del Mesías— y aun los judíos necesitaban remisión de sus pecados.

Un día, mientras Juan bautizaba en el Río Jordán, vio acercarse a Jesús. Él clamó: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29b). Entonces Jesús vino a Juan y le pidió que lo bautizara. Juan quedó pasmado. Mateo nos dice que “Juan se le oponía, diciendo: ‘Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?’ ” (3:14). Él sabía que Jesús no tenía pecado, y por lo tanto no tenía necesidad de un ritual de limpieza. Pero Jesús le dijo: “Por ahora, déjalo así, porque conviene que cumplamos toda justicia” (v. 15). Como Mesías, Jesús tenía que someterse a la totalidad de la ley de Dios. Su vocación no era simplemente morir por los pecados de su pueblo, sino que también tenía que obedecer perfectamente la ley para lograr la justicia que le sería imputada a dicho pueblo. Cada requerimiento que se le imponía a Israel se le imponía al Mesías de Israel, incluida la orden de bautizarse, una orden entregada por Juan el Bautista, un profeta de Dios. Así que Jesús fue bautizado.

Al considerar el bautismo de Juan, no obstante, es crucial que entendamos que este no es equivalente al bautismo del Nuevo Testamento. Son similares en muchos aspectos, pero no son lo mismo. El bautismo del Nuevo Testamento va más allá de lo que implicaba y simbolizaba el bautismo de Juan. Su bautismo era un ritual preparatorio para el pueblo judío mientras esperaban la llegada del Mesías, así que su significado estaba fundado y arraigado en el Antiguo Testamento. Funcionaba como un puente al sacramento del bautismo del Nuevo Testamento. Más tarde, Jesús ordenó algo más profundo y de mayor significación.


EL BAUTISMO ORDENADO

Al final del evangelio de Mateo, encontramos una comunicación culminante entre Jesús y sus discípulos. Mateo escribe:

  Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había señalado, y cuando lo vieron, lo adoraron. Pero algunos dudaban. Jesús se acercó y les dijo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Enséñenles a cumplir todas las cosas que les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. Amén (28:16–20).

Es significativo, creo yo, que Jesús introdujera este mandato diciendo a sus discípulos: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra”. En toda su enseñanza hasta el momento de su crucifixión, Jesús nunca ordenó el bautismo. Pero aquí lo hizo. Habiéndose levantado de la tumba, él tenía autoridad, debido a su obra consumada, para crear una nueva señal para el nuevo pacto, y eso hizo precisamente al ordenar el bautismo.

En el Post anterior, afirmé que el bautismo no es necesario para la salvación. Sin embargo, si alguien me preguntara: “¿El bautismo es necesario para el cristiano?”, yo le diría: “Absolutamente”. No es necesario para la salvación, pero es necesario para la obediencia, porque Cristo, sin ambigüedades, ordenó que todos aquellos que le pertenecen, que son parte de la nueva familia del pacto, y que reciben los beneficios de su salvación, deben ser bautizados con la fórmula trinitaria.

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La Iglesia Católica Romana dice que la causa instrumental de la justificación es el bautismo

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EL BAUTISMO Y LA SALVACIÓN

Una de las descripciones más emotivas de la iglesia se encuentra en Efesios 4:4–6, donde leemos: “Así como ustedes fueron llamados a una sola esperanza, hay también un cuerpo y un Espíritu, un Señor, una fe, un bautismo, y un Dios y Padre de todos, el cual está por encima de todos, actúa por medio de todos, y está en todos”. La iglesia es un cuerpo lleno de un Espíritu y unida en torno a una esperanza, adora a un Señor y un Dios en una fe. Y se nos dice que hay un solo bautismo.

Gracias a este pasaje y otras numerosas afirmaciones bíblicas, el sacramento del bautismo ha desempeñado un rol central en la iglesia a través de su historia y es un importante aspecto de la adoración cristiana. No obstante, encontramos que existe una gran medida de controversia en torno al tema del bautismo. Aparentemente, hay interrogantes acerca de prácticamente cada aspecto del sacramento: 
A. El origen o institución del bautismo; el significado del bautismo; 
B.La administración del bautismo (¿quién está autorizado para bautizar a las personas?); 
C. La formula el bautismo (¿el bautismo debe administrarse solo en el nombre de Jesús o en el nombre de las tres personas de la Trinidad?);
D. El modo del bautismo (¿el bautismo debe realizarse por aspersión, infusión, inmersión parcial, o total inmersión?); y
E. Los receptores adecuados del bautismo (¿está restringido a los adultos que hayan hecho una profesión de fe creíble, o se puede bautizar a los niños también?). 
Otra importante controversia tiene que ver con la eficacia del sacramento (¿qué es realmente lo que el bautismo efectúa en la vida de quienes lo reciben?).

Dado que tenemos un Señor, una fe, y un bautismo, se podría pensar que habría menos preguntas en torno a este sacramento. Es trágico que los cristianos estén tan agudamente divididos respecto a estas cuestiones. Con todo, las divisiones y las controversias demuestran que los cristianos reconocen que el bautismo es un asunto serio. Después de todo, nadie puede leer el Nuevo Testamento, aunque sea someramente, y no ver claramente que el bautismo es un elemento muy importante de la fe cristiana. Así que los cristianos que toman su fe en serio también toman el bautismo en serio, y quieren entenderlo correctamente. Les importa lo bastante como para debatir las áreas de incertidumbre acerca del bautismo.

No cabe duda de que la mayor controversia sobre el bautismo se ha centrado en su rol en la salvación. ¿Debe bautizarse una persona para experimentar el nuevo nacimiento? Esta pregunta ha sido un enorme punto de debate en la historia de la iglesia, así que quiero abordarla en este capítulo inicial.


FE Y BAUTISMO

La Iglesia Católica Romana ve el sacramento del bautismo como la causa instrumental de la justificación. ¿Qué quiere decir Roma con eso? Para ayudar a responder esa pregunta, quiero que nos volvamos al antiguo filósofo griego Aristóteles, quien articuló la idea de la causalidad instrumental.

Aristóteles identificó varios tipos de causas. Su ilustración favorita de las diversas causas involucraba a una estatua. Él decía que una estatua tiene varias causas, varias cosas que deben estar presentes para que la imagen tome forma. 

Primero, dijo él, tiene que haber una causa material, que él definió como el material del que la estatua está hecha. Podría ser un bloque de piedra, un trozo de madera, o alguna otra substancia. 
Segundo, identificó la causa eficiente, una persona que cambia la forma del material y lo remodela. Para la estatua, la causa eficiente es el escultor. 
Tercero, está la causa formal, un plan, idea, o plano que dirige la alteración del material. 
Cuarto, está la causa final, que es el motivo de la estatua. 
Quinto,  Aristóteles identificó la causa instrumental, que es la herramienta o el medio por el que se realiza la transformación del material. Al esculpir su Piedad, Miguel Ángel no podía simplemente ordenarle al mármol que tomara la forma que él deseaba. Necesitó un cincel y un martillo. Esos fueron los instrumentos por los cuales ocurrió el cambio en el mármol.

Como cristianos, decimos que la justificación es solo por la fe. Esa pequeña palabra por es crucial para nuestra comprensión de cómo se lleva a cabo la justificación. No significa que la fe sea meritoria y obligue a Dios a salvarnos. Más bien la palabra por indica gramaticalmente lo que llamamos el dativo instrumental, que describe el medio por el cual una cosa se lleva a cabo. Por lo tanto, empleando las categorías de Aristóteles, la fe es la causa instrumental de la justificación, según la postura protestante.

Por el contrario, la Iglesia Católica Romana dice que la causa instrumental de la justificación es el bautismo. Roma proclama que una persona es justificada al ser bautizada por un sacerdote. En el bautismo, la persona recibe una infusión, un derramamiento de la gracia en el alma. A veces esta gracia se denomina la gracia de la justicia de Cristo o la gracia de la justificación. Cuando esa gracia se infunde en el alma de la persona bautizada, esta entra en un estado de gracia.


UNA SEGUNDA TABLA DE SALVACIÓN

Desde la perspectiva católica romana, es necesario que la persona bautizada coopere con la gracia infundida para permanecer en un estado de gracia, porque, según Roma, las personas pueden perder su justificación. Si una persona comete un pecado muy grave, mata la gracia de la justificación. En consecuencia, la Iglesia Católica Romana llama a este tipo de pecado “pecados mortales”.

Dado que la gracia salvadora se infunde en la persona en el bautismo, aparentemente si alguien que está bautizado comete un pecado mortal, eliminando así la gracia de la justificación de su alma, esa persona tendría que ser bautizada de nuevo para ser justificada nuevamente. Pero la Iglesia Católica Romana no rebautiza a las personas que cometen pecados mortales; ella enseña que si bien la justificación se pierde con los pecados mortales, hay un character indelebilis, una marca indeleble puesta en el alma de cualquiera que sea bautizado.

De esta forma, la restauración de la justificación en caso de pecado mortal se realiza por medio de otro sacramento, la penitencia, que la Iglesia Católica Romana describe como la segunda tabla de salvación para aquellos cuyas almas han naufragado (el sacramento de la penitencia fue lo que provocó la controversia que condujo a la Reforma Protestante en el siglo XVI). Así que la primera causa instrumental de la justificación es el sacramento del bautismo. Si alguien pierde la justificación, la próxima vez la causa instrumental será el sacramento de la penitencia. En resumen, según la iglesia de Roma, los sacramentos son los instrumentos por medio de los cuales se comunica la salvación.

“POR LA OBRA REALIZADA”

Como parte de su argumento a favor de la eficacia de los sacramentos, la Iglesia Católica Romana afirma que ellos funcionan ex opere operato, que literalmente significa “por la obra realizada”. Cuando los reformadores protestantes comenzaron a cuestionar las enseñanzas de Roma, afirmaron que ex opere operato debe significar que cualquiera que sea bautizado es automáticamente justificado. Las autoridades católicas romanas respondieron que la justificación no es automática, porque la infusión de gracia que ocurre en el bautismo no conduce a la justificación si el receptor la obstaculiza con incredulidad. A propósito, esto significa que aquellos que son bautizados cuando niños ciertamente son justificados porque ellos no son capaces de resistirse a la infusión de la gracia.

Contra el principio ex opere operato de Roma, los reformadores argumentaron que los beneficios significados por el bautismo no se reciben aparte de la fe. Cuando Dios le da a alguien la señal del bautismo, le hace una promesa de todos los beneficios que él concederá a todos los que creen. Por lo tanto, una persona puede ser bautizada y no obstante nunca venir a la fe y nunca experimentar todos los beneficios que hemos enumerado. En consecuencia, la teología reformada clásica repudia la idea de cualquier tipo de eficacia automática del bautismo.

¿Significa esto que el bautismo es simplemente un signo vacío? ¿Por qué realizarlo si no efectúa nada? En primer lugar, lo hacemos porque Cristo lo ordenó, pero también porque comunica la señal de la promesa de Dios de salvación por fe y de los beneficios que emanan de ello. Cuando una persona es bautizada y viene a la fe, si más tarde se preocupa por la pérdida de su salvación, puede hacer memoria de su bautismo —no porque el bautismo garantice su salvación, sino porque le recuerda la promesa fiel de Dios de preservar a todos los que están injertados en Cristo. Como veremos, cuando Abraham preguntó cómo podía estar seguro de que Dios cumpliría su promesa de darle la tierra de Canaán, Dios celebró una ceremonia de pacto. En otras palabras, Dios hizo un juramento. Hizo una promesa de pacto, diciendo, en esencia: “Abraham, que yo sea destruido si no cumplo la promesa que te hice”.

Dios no promete ninguno de los beneficios de salvación a los incrédulos. La promesa es solo para los que creen, y la promesa es absolutamente segura para ellos. Por lo tanto, el bautismo es infinitamente valioso.

El bautismo, entonces, no es necesario para la salvación. Solo tenemos que considerar el ejemplo del ladrón en la cruz. Él no fue bautizado, y no obstante Jesús prometió que en aquel día estaría en el paraíso. Algunos que creen están físicamente impedidos para ser bautizados, y algunos se abstienen de hacerlo porque creen que no es necesario. Con todo, yo creo que ellos estarán en el cielo si verdaderamente han confiado solamente en Cristo para su salvación.

El debate sobre el lugar del bautismo en la salvación de los pecadores es tan solo una de las controversias que han acompañado a este sacramento a través de los siglos. 
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jueves, 5 de diciembre de 2019

Un habito que daña a nuestro prójimo

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
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Juzgar a los demás 
Jesucristo prohíbe la práctica de juzgar indiscriminadamente: No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido (Mateo 7:1–2). Cuántas veces pasamos por nuestra lupa los defectos de otros y de inmediato, a la hora del café, en la oficina, a bordo del auto, junto a quien consideramos nuestro amigo, comenzamos a divulgar los errores de otras personas.

Note que el pasaje de Mateo 7:1–5 hace hincapié en la prohibición de Jesús respecto a la crítica entre los creyentes. ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Con frecuencia nos dejamos llevar por el impulso de juzgar sin misericordia y la mayoría de las veces observamos detalles mínimos, sin trascendencia. Es como si viéramos la paja y nosotros no observáramos nuestras propias faltas. Lo lamentable es que esto ocurra entre hermanos, oficiales y líderes de la iglesia, incluso entre ovejas y el pastor. El fenómeno cunde por todos los rincones del cristianismo, entre jóvenes y viejos, en el púlpito y los asientos, entre grandes y pequeños. Sin lugar a dudas, la enfermedad más urgente a curar es la de la lengua.


Salomón dijo: El que cubre la falta busca amistad; mas el que la divulga, aparta al amigo (Proverbios 17:9). La palabra de Dios es tan clara como el agua purificada; es decir; no podemos criticar aquello que nosotros mismos practicamos. La palabra de Dios nos confronta y nos dirige a conclusiones muy alarmantes. Si murmuramos es porque no amamos lo suficiente y por esa razón no podemos candado a la lengua. El apóstol Pablo dijo: El amor no se alegra del mal, sino que se alegra de lo justo (1 Corintios 13:6). La versión “Dios llega al hombre” lo dice de la siguiente forma: No se alegra del pecado de otros, sino de la verdad. En otras palabras, el amor no guarda un archivo de los errores ni se regodea en los pecados de otros, antes bien, se goza en la verdad.

El gran hombre de Tarso, salvo por el poder de Jesucristo y experimentado en la consejería pastoral, nos dice: Si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado (Gálatas 6:1).


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