Son muy pocos los pastores que abordan los temas proféticos, permitiendo que sus congregaciones sepan las cosas del porvenir. ¿Por qué no lo hacen? Hay varias razones:
Son muy pocos los pastores que abordan los temas proféticos, permitiendo que sus congregaciones sepan las cosas del porvenir. ¿Por qué no lo hacen? Hay varias razones: En primer lugar, son prácticamente contados los seminarios teológicos que tienen un concepto bíblico claro de las profecías. Existen incluso muchos líderes y cristianos, quienes sostienen por ejemplo, que Israel perdió todas las promesas que le diera Dios. Aseguran igualmente que esta nación fue reemplazada por la Iglesia y que por lo tanto, las promesas que recibió del Señor, fueron transferidas a la Iglesia. ¡Nada está más lejos de la verdad! Cada error termina por conducir a otro mayor. La falta por no estudiar ni exponer las profecías bíblicas con lleva a una interpretación errónea, cada vez que el líder, predicador o pastor se ve en la necesidad de responder a preguntas relacionadas con este tema. A continuación enumeraré algunas de las razones de por qué los cristianos debemos estudiar las profecías bíblicas:
1. Debemos hacerlo porque Dios nos invita, nos desafía a que lo hagamos
2. Estudiar las profecías nos libra de cometer muchos errores
3. El estudio de las profecías es inspiración y advertencia
4. Hay promesas para quienes estudian las profecías
5. Debemos estudiarlas, porque es un tema que ha sido descuidado
6. Su estudio produce los mejores cristianos
7. El cristiano que estudia las profecías se fortalece en la fe
1. Debemos hacerlo porque Dios nos invita, nos desafía para que lo hagamos
“Así dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos” (Is. 45:11). Dios nos desafía diciendo: “Pregúntenme si quieren saber el futuro. Si desean saber qué les depara el porvenir. Averigüen que le espera a mis hijos y qué será de mis obras”. Dios desea que le consultemos. ¡No quiere que recurramos a los gurúes modernos que se ofrecen a revelarnos las cosas ocultas! Muchos “cristianos” dependen del horóscopo, de las gitanas y los adivinos, y no toman en cuenta para nada las profecías de la Biblia. ¡Y pensar que las profecías en la Palabra de Dios siempre se cumplen con toda exactitud! ¿Alguna vez ha orado pidiéndole a Dios sabiduría y dirección para comprender las profecías bíblicas? Por ejemplo una oración como esta: “Señor, no entiendo lo de los huesos secos en el capítulo 37 de Ezequiel. Tampoco entiendo los capítulos 38 y 39. No comprendo muchas cosas en el libro de Daniel, Isaías, Joel o Zacarías. Mucho menos el libro de Apocalipsis. ¡Ayúdame a entenderlos para enseñar a otros! ¡No quiero equivocar el camino como tantos lo han hecho! Señor, el mundo no necesita más herejes y herejías, pero sí requiere de hombres íntegros, sanos en las doctrinas bíblicas, claros exponentes de tu Palabra. Quiero ser uno de ellos. Amén”
¿Sabía usted que todo cuanto Dios se propone hacer ya está registrado en su Palabra, la Biblia? Él no precisa de “un plan alternativo”, porque nada le toma por sorpresa. Es el diseñador del universo, del hombre y de la Biblia, la que inspiró. Sin embargo, desea que conozcamos sus planes y que este conocimiento nos sirva de inspiración para confiar en todas sus promesas. “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Am. 3:7). Es verdad que en la Biblia hay algunas cosas que ningún hombre puede entender. Pero esto, lejos de desanimarnos, debe animarnos. Lo que significa, es que el Dios verdadero es tan grandioso y maravilloso que es imposible comprender todo acerca de su Persona: “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley” (Dt. 29:29). Como cristianos no debemos preocuparnos por las cosas que no entendemos. Si Dios permite que algunas estén veladas a nuestra comprensión, seguramente es por nuestro bien: “Justo eres tú, oh Jehová, para que yo dispute contigo; sin embargo, alegaré mi causa ante ti. ¿Por qué es prosperado el camino de los impíos, y tienen bien todos los que se portan deslealmente?” (Jer. 12:1). Ni Jeremías ni el Salmista ni nosotros, comprendemos este “¿Por qué...?”. Podemos suponerlo, pero aparte de la respuesta que tenemos en la Biblia, nada más sabemos. El Salmista dijo al respecto: “Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores” (Sal. 73:16-19). La respuesta a la pregunta de Jeremías, es el fin del impío que prospera, pero el fin de que habla el Salmista es más allá de la vida presente. Son muchas las cosas difíciles de explicar, permítame mencionarle sólo unas pocas:
• Una es el nuevo nacimiento, así le dijo el Señor Jesucristo a Nicodemo: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Jn. 3:8). Aquí el Señor Jesucristo está explicándonos, que así como no podemos determinar con exactitud desde dónde se origina el viento, lo mismo es con el nuevo nacimiento, que nadie sabe, excepto Dios, cómo tiene lugar este hecho maravilloso. • Igual sucede con la salvación del remanente de Israel: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Ro. 11:33).
• Pero... ¿Qué en cuanto a la persona de Cristo? “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria” (1 Ti. 3:16).
• Éstas son algunas preguntas retóricas de Job: “¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?” (Job 11:7). “¿Por qué contiendes contra él? Porque él no da cuenta de ninguna de sus razones. Él es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder; y en juicio y en multitud de justicia no afligirá” (Job 33:13; 37:23). Simplemente, Dios es insondable. No podemos entender muchas cosas acerca de Él y su proceder, pero hay otras que sí nos ha revelado y debemos estudiarlas para nuestro provecho espiritual. Pablo pregunta: “Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Co. 2:16). A pesar de nuestras limitaciones, Dios nos invita a que estudiemos su Palabra para saber qué nos depara el futuro. Los cristianos que no estudian las profecías bíblicas pierden mucho, más de lo que suponen. El hecho de que haya cosas que parecen inexplicables no debe desanimarnos, sino más bien debe ser un desafío que debemos aceptar y aprovechar. ¡Debemos estudiar las profecías porque Dios nos invita a hacerlo! • ¿Quiere saber lo que dice la Biblia en cuanto al futuro de la Iglesia?
• ¿Cuántos son los juicios futuros y quiénes serán juzgados?
• ¿Le gustaría saber cómo, cuándo y de qué forma terminarán los gobiernos humanos?
• ¿Desea estar seguro de que verdaderamente habrá un gobierno mundial?
• ¿Anhela saber cómo terminarán las dos iglesias: la de Cristo y la del Anticristo, que hoy se está estructurando ante nuestros ojos?
• ¿Le interesa conocer cómo concluirá el candente problema en el Medio Oriente?
La respuesta a todas estas preguntas se encuentran en las profecías de la Biblia, pero sino las estudia, si rechaza la invitación divina para que lo haga, se está privando de un conocimiento muy necesario en nuestros días.
2. Estudiar las profecías nos libra de cometer muchos errores
Uno de los principios que debemos aplicar cuando estudiamos las profecías, es evitar por todos los medios sacar conclusiones, al tomar un solo texto fuera de su contexto. Hay algunos ejemplos bíblicos que ilustran bien este principio. Se trata de un asunto tan serio, que la herejía de que “Nadie puede estar seguro de su salvación... De que podemos perder la salvación”, tiene mucho que ver con el desconocimiento de las profecías, y de manera especial, de tomar un texto sin considerar el contexto. Permítame citar un ejemplo. El Señor Jesucristo dijo: “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre” (Mt. 10:22,23). Debemos analizar estas palabras de Jesús: 1. En primer lugar el Señor se estaba dirigiendo a los judíos, les dijo que serían “aborrecidos de todos por causa de su nombre”. Esto nunca ocurrió, ni con los judíos ni con los cristianos, porque ninguno de los dos grupos ha sido jamás aborrecido por todos.
2. Luego, el Señor sigue explicando que cuando fueran perseguidos en una ciudad, debían huir a otra. Esto ya le ocurrió en parte, tanto a los judíos como a los cristianos.
3. En la última parte, el Señor Jesucristo nos deja saber que el significado de todo el contexto se explica a la luz de esta declaración: “Porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre”. Después del día de Pentecostés cuando Pedro predicó el primer sermón y 3.000 almas fueron salvas, las ciudades de Israel fueron literalmente saturadas con la predicación del Evangelio. Pero aquí el Señor está hablando de un tiempo de gran persecución, cuando no tendrán tiempo siquiera para recorrer todas las ciudades de Israel, por la inminencia de su venida.
4. Pero esto no es todo, porque antes de eso expuso estas palabras: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo”. Recuerdo que cuando niño tuve la oportunidad de visitar una iglesia de habla eslava. Allí todos los predicadores eran laicos, la iglesia no tenía pastor, y cada uno hablaba según le parecía. Había un hermano que solía decir: “No es el principio, sino el fin lo que salva”. Tomaba este texto y decía que la Biblia enseña que “el que persevere se salvará”, de modo que quien “no persevere”, aunque haya aceptado a Jesucristo como su Salvador, se perderá.
Por supuesto nunca se explicó el significado de esa “perseverancia”. Hoy en día ya no soy niño, soy predicador desde hace ya varias décadas, sin embargo todavía escucho lo mismo de parte de quienes enseñan que podemos perder la salvación. Estas personas no pueden entender el significado verdadero de este texto, porque hay que examinarlo a la luz de las enseñanzas proféticas. El Señor está hablando aquí del tiempo cuando la Iglesia ya estará con Él. Cuando el mundo estará sufriendo el azote de la gran tribulación, de manera especial el pueblo judío.
El profeta dice: “¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado” (Jer. 30:7). Nahum también nos ofrece otra descripción de lo que será la gran tribulación: “Los montes tiemblan delante de él, y los collados se derriten; la tierra se conmueve a su presencia, y el mundo, y todos los que en él habitan. ¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿y quién quedará en pie en el ardor de su enojo? Su ira se derrama como fuego, y por él se hienden las peñas. Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían. Mas con inundación impetuosa consumirá a sus adversarios, y tinieblas perseguirán a sus enemigos” (Nah. 1:5-8).
Cuando el Señor dijo que “el que persevere hasta el fin, éste será salvo”, se refiere a quienes “sobrevivan” hasta el fin de la tribulación. Varios pasajes de la Biblia hablan del “remanente de Israel” que será salvo en su totalidad. Como los hermanos desconocen que esta profecía está dirigida a Israel, mal interpretan las palabras del Señor Jesucristo y anulan la salvación por gracia. Porque... ¿quién jamás perseveró hasta el extremo de nunca pecar? Sólo el Señor fue capaz de perseverar sin pecar.
La palabra “perseverare” implica más correctamente el que “sobreviviere” a la espada del Anticristo en los terribles años de la gran tribulación. La Biblia deja bien claro que todos los judíos que sobrevivan a la gran tribulación y estén vivos para cuando el Señor regrese con su Iglesia, serán salvos. Esto es evidente, especialmente cuando Pablo dice: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados. Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Ro. 11:25-29).
Cuando estudiamos las profecías, notamos que Dios mandará a sellar a 144.000 judíos a quienes llaman sus siervos. Tendrán la misión de predicarle de Cristo a su propio pueblo, casi al final de la gran tribulación, de tal manera que antes que ellos terminen de recorrer todas las ciudades de Israel, el Señor retornará con su Iglesia: “Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén...” (Zac. 14:4a). Entonces, todos esos judíos que no hayan sido evangelizados por los 144.000, creerán en el Señor Jesucristo cuando lo vean venir. “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito” (Zac. 12:10).
En cuanto a estos 144.000 sellados, dice Apocalipsis 7:2-4: “Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios. Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel”. A estos 144.000 se les llama aquí “los siervos de nuestro Dios”. Por la misma Escritura sabemos que Dios llama “siervos” a esos que cumplen su misión. Los predicadores de hoy son sus siervos y deberían actuar como tales.
Como podemos ver, cuando interpretamos la profecía correctamente a la luz de su contexto, podemos entender sin dificultad qué fue lo que quiso decir el Señor cuando declaró, “el que persevere hasta el fin, éste será salvo”. Dios es Omnisciente y sabe que todos los judíos que sobrevivan a los días terribles de la tribulación creerán en su Hijo, en el mismo Jesús a quien sus antepasados rechazaron. Entonces le recibirán, y exclamarán al verlo descender del cielo: “Bendito el que viene en el nombre del Señor” (Mt. 23:39).
Otro texto bíblico que se refiere directamente a los días finales, es éste que dice: “Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mt. 24:22). Pero... ¿quiere decir esto que los días tendrán menos de 24 horas? ¿Qué significan exactamente las palabras del Señor? Una vez más tenemos que recurrir al contexto profético. El Señor Jesucristo dice: “Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos que él escogió, acortó aquellos días” (Mr. 13:20). Es obvio por el contexto, que en ambos pasajes el Señor Jesucristo se está refiriendo a los tiempos difíciles de la gran tribulación. Cuando tengan lugar estos eventos, la Iglesia ya estará con el Señor, de modo que aquí, “los escogidos que él escogió” es una referencia directa a los judíos que son el pueblo escogido por Dios.
“Los días acortados” se refieren simplemente, a que el Señor determinó que la tiranía de Satanás sólo durará siete años, aunque los días más críticos serán únicamente tres años y medio. De lo contrario, “nadie sería salvo”, salvo de la espada del Anticristo. El plan de Satanás será destruir, acabar con la última persona en el planeta para asegurarse así de exterminar hasta el último judío. Los hombres odian tanto a los judíos, porque como Satanás los detesta, instiga la aversión contra ellos. Satanás los aborrece tanto, porque los judíos trajeron al Mesías, quien lo derrotó junto con toda su industria, que es la muerte. Dios, para prevenir el exterminio, acortará sus días, es decir, sólo le permitirá actuar por tres años y medio, en la segunda parte de la gran tribulación, ya que la primera será relativamente buena.
Para poder entender lo de los siete años finales tenemos que estudiar las profecías de Daniel, donde el profeta habla de las 70 semanas. Como este no es el tema que nos ocupa, nos limitaremos solamente a examinar lo que dice sobre la última semana que corresponde al período del Anticristo: “Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Dn. 9:27).
Para quienes deseen saber más sobre esta “otra semana”, contamos con estudios muy completos sobre este particular que llevan al lector hasta la última semana. Lo mismo ocurre con Apocalipsis 13:5, donde dice que el Anticristo tendrá “autoridad para actuar cuarenta y dos meses”. Los 42 meses equivalen a tres años y medio. Daniel habla de “la mitad de la semana” que son exactamente tres años y medio. En esta semana bíblica, un día corresponde a un año.
Es necesario notar las palabras de Daniel cuando dice: “A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda”. Será entonces cuando el Anticristo pretenderá que los judíos lo acepten como su mesías, después de haberlos ayudado a reconstruir el templo y a que se reanuden los sacrificios prescritos en el Antiguo Testamento. De esto habló Jesús cuando dijo: “Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis” (Jn. 5:43).
Los judíos recibirán a ese “otro” a quien se refirió el Señor, como un libertador, debido a que finalmente este hombre “resolverá el problema en el Medio Oriente y los judíos y árabes podrán convivir en paz”. Al verse aplaudido por todos, él dará un paso adelante y pretenderá que los judíos lo reciban como el mesías verdadero. Será entonces cuando se desatará la mayor persecución de la historia en contra de ellos, porque no lo aceptarán. Sobre esto dice el apóstol Pablo: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Ts. 2:3,4).
Pablo dice claramente, que el Señor no regresará “sin que antes venga la apostasía”. La palabra “apostasía” puede traducirse “rebelión”, en este caso una rebelión contra Dios. Esto ya está sucediendo. Hoy estamos siendo testigos de una rebelión teológica nunca antes vista. Los predicadores “famosos” que cuentan con millones de seguidores gracias a la radio y la televisión, están enseñando ese “otro evangelio” que nada tiene que ver con el Evangelio de Cristo. Es una rebelión instigada por el Anticristo, porque cuando la Iglesia de Cristo haya sido tomada arriba en el arrebatamiento, también hará su aparición el mesías del cristianismo falso.
Pablo dice, que este hombre pretenderá ser Dios, y se sentará en el templo de Jerusalén exigiendo que los judíos le reconozcan como su Mesías. Como ellos le rechazarán, entonces convocará a todos los ejércitos de las naciones y se dispondrá a exterminar a los judíos. Sin embargo, no logrará su objetivo, porque entonces el Señor Jesucristo regresará con poder y gloria y lo acabará. Asimismo tomará a su amo Satanás y lo arrojará al abismo: “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años...” (Ap. 20:1-3a).
Cuando la Biblia afirma que “aquellos días serán acortados”, nos está diciendo que Dios ya determinó el tiempo exacto de la duración de la tribulación. Declara que aunque la tribulación se extenderá por una semana, por siete años, los peores días corresponderán a la segunda mitad de la semana, a los tres años y medio finales.
Pero si no le interesa estudiar las profecías bíblicas, ¿cómo entenderá estas enseñanzas? En mis viajes por varios países dictando conferencias he encontrado que algunos hermanos preguntan: “¿Será que los días tendrán menos de 24 horas?”. Esa pregunta no me asombra, porque si ignoran el amplio contexto de esta enseñanza del Salvador, es virtualmente imposible que la entiendan. Todos los acontecimientos seguirán su curso, Dios no tiene nada que cambiar a última hora, como si dijera: “Las cosas no salieron como había planeado”.
Dios hará que todo ocurra tal como lo planeó, tal como dijo que sería por medio de sus profetas. Él no requiere de un “plan de contingencia” para usarlo en caso de que fracase su primer proyecto. La Biblia dice que hasta los impíos son levantados por él para “el día malo”. “Todas las cosas ha hecho Jehová para sí mismo, y aun al impío para el día malo” (Proverbios 16:4). Aunque el Anticristo será Satanás encarnado, esto no lo hará por voluntad propia, sino porque Dios ha dispuesto todo y no tendrá otra opción que seguir el itinerario diseñado y revelado por Dios.
3. El estudio de las profecías es inspiración y advertencia
Algunos cristianos que no creen en el arrebatamiento, suelen decir: “Todo ese cuento ya lo escuché hace muchos años, pero aunque decían que el Señor iba a venir en cualquier momento, todavía no ha ocurrido tal cosa. Tenía siete años cuando comencé a oír a las personas hablar de esto, ya tengo 47 y todavía siguen hablando de lo mismo, sin que suceda el tan mentado arrebatamiento”.
¡Qué absurdo! ¿Sabía usted que todas las generaciones que nos han antecedido esperaban que el Señor regresara en cualquier momento? Puesto que “el día y la hora nadie sabe”, ya desde los primeros días de la iglesia, los apóstoles creían que ellos mismos no iban a morir, sino que el Señor se los llevaría. Al no ocurrir el rapto comenzaron a desanimarse y pensaban que los cristianos que se iban muriendo, perdían las bendiciones del cielo. En respuesta a esta inquietud, Pablo le escribió así a los hermanos de Corintio: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Co. 5:1-10).
La presencia del Señor Jesucristo en el momento del arrebatamiento ha servido de estímulo para los cristianos desde el mismo momento en que ascendió al cielo sobre el monte de los Olivos, y seguirá siéndolo hasta el instante en que atraiga a los suyos a su presencia. Así que no se trata de 40 años, sino que desde hace casi 2.000, los cristianos han estado “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tit. 2:13).
A pesar de todo la doctrina del rapto conserva toda su fuerza y es la esperanza de todos los cristianos verdaderos. Es más, hoy la creencia es mucho más fuerte, más real, porque ahora, gracias al tiempo transcurrido, la iglesia de este siglo ha podido ver el cumplimiento de muchas profecías que precederán este acontecimiento. Una buena parte de estos eventos son ya parte de la historia.
Tome por ejemplo la refundación de la nación de Israel ocurrida en 1948. El caso de la degeneración de tantos cristianos que están corrompiendo en forma sistemática las doctrinas bíblicas. El movimiento ecuménico que no es otra cosa que el umbral de la iglesia del Anticristo. Todos los habitantes del mundo esperan a un salvador. Los cristianos aguardamos al Señor Jesucristo. Los demás - así se llamen cristianos o no - recibirán al Anticristo, porque de una u otra forma todos esperamos. Los cristianos aguardamos ser arrebatados en las alturas por el mismo Salvador, mientras que la esperanza de los demás es instaurar el reino “mesiánico” aquí en la tierra. Debido a esto tenemos tantos defensores de la “madre tierra”. Aunque coincidimos con los esfuerzos de los ambientalistas, que tratan de que no se destruya ni se contamine más el planeta, no debemos engañarnos, la Biblia dice que la tierra está destinada para el fuego, así nos guste o no. “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 P. 3:10).
Los primeros cristianos se animaban unos a otros con la esperanza del arrebatamiento. Note lo que dice el apóstol y cómo les recomienda que recurran a esta doctrina como estímulo, a fin de permanecer fieles al Señor. En aquellos días no era fácil ser cristiano, especialmente un cristiano proselitista - es decir ese cristiano que no permanece en silencio sino que se mantiene activo ganando a otros para Cristo. Pablo les dijo: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Ts. 4:16-18).
Los cristianos tenemos el mayor motivo para vivir sabiendo que lo mejor que tendremos es todavía cosa del futuro. Si un cristiano muere, sabe que partirá para estar con el Señor, pero si está vivo en el momento en que tenga lugar el arrebatamiento, será trasladado al cielo para no sufrir los azotes de la gran tribulación. Por eso el apóstol le dijo a los creyentes allá en Tesalónica que tuvieran presentes en sus mentes la realidad del arrebatamiento para animarse unos a otros.
Pero el retorno del Señor no será un momento glorioso para los no salvos, porque ellos serán juzgados y condenados. Piense por un instante en los días de Noé. Dios le anticipó que se avecinaba un juicio y que acabaría con toda la raza humana. Noé tomó en serio la advertencia divina y siguió el plan provisto por el Señor para su salvación. Diligentemente se dispuso a construir el arca en la cual se salvó junto con su familia. A pesar de ser una minoría insignificante, fueron los únicos que se salvaron. Lo mismo se puede decir de Lot en Sodoma y Gomorra. Los habitantes de estas ciudades fueron advertidos de que iban a ser destruidos con fuego y azufre, pero a excepción de Lot y su familia, nadie más prestó atención a esta advertencia. ¿Cómo obró Dios? Primero colocó en un lugar seguro a Noé y a Lot, junto con sus familias respectivas. Luego continuó con su plan, tal como se lo había revelado a sus mensajeros.
Dios nos está diciendo hoy, que se avecinan los terribles días de la tribulación, pero al mismo tiempo ya proveyó un lugar seguro de Refugio para quienes toman en serio su Palabra y esperan en Él. Después de muchos siglos de lo ocurrido en el diluvio y en Sodoma y Gomorra, el apóstol Pedro dice: “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio; y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos), sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio” (2 P. 2:4-9).
Existen sobradas razones para que los cristianos falsos y esos abiertamente incrédulos nieguen el arrebatamiento. Están seguros de que su misión es construir un mundo mejor y más humano, así reza el lema de quienes promueven la hermandad mundial. Son muchos los “cristianos” que creen que tienen la responsabilidad de preparar el medio, el mundo, para que el Señor pueda retornar y reinar. Están convencidos que deben edificar el trono para Él allá en Jerusalén y que serán ellos quienes determinarán cuándo regresará. Pero dice la Escritura: “Por su maldad será lanzado el impío; mas el justo en su muerte tiene esperanza” (Pr. 14:32).
Los cristianos que hemos depositado toda nuestra fe, nuestra esperanza en las promesas divinas, no debemos desesperarnos ni preocuparnos. Aun en el caso que la muerte nos sorprenda antes del arrebatamiento, sabemos qué será lo que sucederá cuando llegue el glorioso día en que el Señor recoja a los suyos. La Biblia dice: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Ts. 4:16,17). Los muertos recibirán un cuerpo glorificado y los vivos serán transformados y todos juntos nos iremos a la presencia del Salvador, a encontrarnos con Él en algún lugar en el espacio. ¡Vale la pena estudiar las profecías! Por esta razón el apóstol Pablo dice: “No menospreciéis las profecías” (1 Ts. 5:20).
¿Cuál es su esperanza, mi estimado amigo? Los cristianos esperamos el cielo, estar reunidos con todos los redimidos en la presencia del Salvador. Todo cristiano verdadero toma muy serio Tito 2:11-13, que dice: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”.
Será todo lo contrario con esos que no son salvos, porque no están “aguardando la esperanza bienaventurada”, sino “la ira venidera” - la gran tribulación. Porque Dios entonces derramará su ira sobre toda la raza humana que se burló de Él y de sus hijos y practicó los peores pecados. “Porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Ts. 1:9,10).
Al escuchar y leer las noticias diarias nos damos cuenta que estamos amenazados por todas partes. No existe un solo lugar en nuestro planeta que pueda considerarse seguro. Para quienes estudiamos las profecías esto, por cruel que pueda parecer, es un motivo de estímulo, porque la Biblia nos dice que así será el mundo exactamente antes del momento del arrebatamiento. El Señor Jesucristo dijo: “Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos” (Mt. 24:7-11).
¿Acaso necesitamos explicar esto? ¿No es lo que vemos y oímos a diario, tanto en el campo cristiano como en el secular? Y conste, esto es apenas “el principio de dolores”. Como la Iglesia aún no ha partido, el Señor todavía no ha derramado sus juicios sobre el planeta.
4. Hay promesas para quienes estudian las profecías
Dice Apocalipsis 1:3: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”. Esta declaración podríamos parafrasearla así: “Dichosos los cristianos que leen, escuchan y estudias las profecías de la Biblia, porque ellas nos permiten descubrir la proximidad del fin”.
Hay un texto en la Biblia, las palabras del propio Señor Jesucristo, que parecen algo extrañas y contradictorias. “Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola. Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas; para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados” (Mr. 4:10-12).
¿Por qué parece que el Señor dijera que no quiere que ciertas personas entiendan el mensaje y sean salvas? ¿Acaso no es esa la finalidad del Evangelio? ¿Es que el Señor no tiene interés en que los pecadores se arrepientan y sean salvos? ¿No contradice esto las palabras de Pedro quien dijo por inspiración del Espíritu Santo?: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 P. 3:9)
Tal vez aquí debemos introducir la tan mentada “Alta Crítica”. Parece que esta filosofía tuvo su origen en Alemania. La llamada “Alta Crítica” surgió cuando algunos hombres cultos comenzaron a interpretar la Biblia sin ser regenerados. Se dedicaron a llevar a cabo el estudio crítico de la Biblia desde el punto de vista histórico, terminando por determinar que algunos pasajes bíblicos no eran auténticos o sólo lo eran en un sentido alegórico o simbólico.
Este tipo de “cristianismo” llegó muy pronto a las cátedras universitarias en donde fue muy bien recibido. Sabemos que es imposible que una persona pueda interpretar las Escrituras a menos que sea asistida por el Espíritu Santo. Hay muchos que han estudiado la Biblia y han entendido parte de ella, pero nunca han sido regenerados, no han experimentado el nuevo nacimiento. Aunque en cierta forma se convirtieron, hasta dejaron hábitos pecaminosos y adoptaron principios cristianos, cuando el conocimiento reemplaza al nuevo nacimiento, el resultado siempre es el alejamiento de la verdad y el endurecimiento del corazón.
5. Debemos estudiar las profecías, porque es un tema que ha sido descuidado
En estas últimas décadas, casi todo el mundo, en lugar de ir en pos de buenos predicadores, lo que buscan es a lo que mi juicio llamo, “matrigelio”, “sexogelio”, “sicogelio”, “viciogelio”, “divorgelio”, “consejelio”, “musigelio”, etc. Tal pareciera que el Señor envió a algunos a predicar acerca de cuán feliz puede ser la relación matrimonial si se conocen todos los secretos del sexo, y de qué forma ayudan los consejos profesionales del “consejelio”. Muchas veces resulta poco menos que nauseabundo escuchar todas esas enseñanzas que aunque tengan apariencia de cristianas, no son parte de la Gran Comisión ni de las enseñanzas de las epístolas.
Los estudiosos afirman que casi un tercio de la Biblia es profecía. Si es así, y aun el caso que fuera menos, ¿por qué vamos a ignorar toda esa porción de la Biblia? Gran parte de esas profecías están para cumplirse en nuestro día. ¡De que manera enriqueceríamos nuestras vidas si nos dedicáramos a estudiar seriamente las profecías!
Ni los políticos, ni los estrategas militares, ni los religiosos con gran poder y riqueza saben qué les depara el futuro. Sin embargo, cualquier cristiano verdadero, por pobre y humilde que sea, puede ver lo que los sabios y entendidos no perciben. Lo más triste es que en este grupo también están incluidos muchos cristianos, porque no estudian las profecías con detenimiento. Gran parte de la Biblia es profecía y el apóstol nos dice: “Toda la Escritura (incluyendo las profecías) es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Ti. 3:16,17).
Estimado amigo, las palabras “No menospreciéis las profecías”, también son para nosotros. Evite caer en las herejías de los maestros ambulantes que viajan de un lugar a otro ofreciendo ese “otro evangelio” que apela a las emociones. No importa si no entendemos todo, Dios así lo dispuso, de que algunas cosas permanecieran veladas a nuestro conocimiento. No nos preocupemos o desesperemos por eso, porque son muchas las riquezas y bendiciones espirituales que encontramos en las profecías. ¡Los mejores días para el cristiano parecen estar en un futuro cercano!
6. El estudio de las profecías produce los mejores cristianos
1. El estudio de las profecías bíblicas nos estimula a vivir una vida espiritual saludable, rica y expectante. Note el consejo que le dio Pablo a los hermanos de Tesalónica: “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18). “Estas palabras” a que se refirió Pablo, es la esperanza del regreso del Señor, la que constituye “El eslabón de oro en la cadena de las doctrinas bíblicas”.
2. ¿Qué otro tema en la Biblia, aparte de las profecías, permite que el cristiano pueda conocer la diferencia entre los dos grupos de cristianos? La Biblia nos dice que existen “cristianos carnales y cristianos espirituales”. Si usted no se proyecta más allá de la vida presente, dirá que Dios no es del todo justo. Ya que se preguntará: “¿Cómo es posible que todos los cristianos, a pesar de sus vidas tan diferentes, puedan recibir al final la misma paga?”.
El estudio de las profecías permite que el cristiano descubra que no es así. Dios es justo y a no dudar establecerá una marcada diferencia entre unos y otros. Sin embargo, esto no tiene nada que ver con la separación de que habla la Biblia en Mateo 25:31-46, cuando el Señor separa a las ovejas de las cabras. No entiendo, como es posible que algunos pastores le apliquen este texto a la Iglesia. ¡Están interpretando el texto, totalmente fuera de su contexto! ¡Dios nos libre de cometer tan serio error!
3. Ningún otro estudio, como el de las profecías, urge más el cristiano a ganar a sus familiares y amigos para Cristo. No es como cuando se usa el infierno para asustar a los incrédulos, aunque no hay nada de malo en hacer esto. Al estudiar las profecías el incrédulo puede saber que muchos de los grandes eventos ocurridos en el pasado, fueron profecías que se cumplieron. Que todo lo que está ocurriendo en este mismo día, es parte del plan profético de Dios. Que un tirano despiadado, el Anticristo, tomará el control de este mundo, transformará la vida de todos en un infierno y que la mayoría de la población mundial morirá. Que durante ese tiempo habrá guerras, hambres, pestes y grandes manifestaciones cósmicas. Algunas difíciles de explicar.
Si estudia las profecías, tendrá todas las “municiones” necesarias para llevar siempre bien cargada su arma y así podrá dispararle a todos los blancos que el Señor ponga a su disposición. ¡Cuán agradecido me siento con el Señor por haberme permitido estudiar las profecías y entender algunas cosas que jamás habría comprendido si Él no me hubiera movido a hacer! Enseñarle a otros la Palabra de Dios es un asunto muy serio, especialmente cuando queremos ahondar en el conocimiento bíblico, “... Dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios” (He. 6:1). Los miembros de nuestras iglesias deben conocer las verdades más profundas y no conformarse con el A, B, C, inicial de la Biblia.
4. Ningún otro estudio de la teología cristiana, aparte de las profecías, permite que el cristiano pueda comprender el papel de la nación de Israel, tal como lo conocemos hoy. Son muchos los predicadores de nuestro día quienes afirman que la existencia del Israel moderno, no tiene ningún significado profético. Es más, han introducido una de las herejías más destructoras, al afirmar que la nación de Israel perdió todas las bendiciones que le prometió Dios en el principio y que las mismas fueron transferidas a la Iglesia. ¡Qué error más destructivo! Para introducir esta herejía sólo necesitaron este versículo: “Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios” (Gá. 6:16).
La sustitución de Israel por la Iglesia, ha servido para justificar la negligencia de no estudiar las profecías bíblicas, ya que no existe razón para ello. Si la Iglesia reemplazó a Israel, debemos olvidarnos de todo lo que tiene que ver con Israel, especialmente con las promesas, a pesar de que muchas están para cumplirse.
¿No se ha puesto a pensar en que los líderes judíos crucificaron a Jesús porque descuidaron el estudio de las profecías? No le prestaron atención a lo que habían dicho los profetas sobre el Mesías. En el Antiguo Testamento está muy clara la enseñanza de las dos venidas del Mesías: Una para morir y la otra para reinar. Lo mismo ocurre hoy con los cristianos. Muchos no creen en que el Mesías vendrá dos veces: Primero para recoger a su Iglesia y después junto con su Iglesia para establecer su Reino milenial. Prácticamente, todos los que creen que la Iglesia ocupó el lugar de Israel, niegan el arrebatamiento de la Iglesia y es fácil descubrir por qué.
5. ¿De qué otra manera podríamos entender mejor el conflicto actual entre Israel y sus vecinos árabes, sino por el estudio de las profecías? La Escritura habla claramente de nuestros días. Y lo que está ocurriendo en ese lugar del planeta es exactamente lo mismo que anticipó la Biblia. Si los políticos de las grandes naciones supieran esto, no dudo que ajustarían sus acuerdos en conformidad con lo que dice la Biblia.
Si lee con cuidado el capítulo 12 de Zacarías, notará que mucho de lo que se dice allí se ha cumplido hasta la fecha. Lo que falta aún por cumplirse ya se vislumbra en el horizonte. Dios dijo: “He aquí yo pongo a Jerusalén por copa que hará temblar a todos los pueblos de alrededor contra Judá, en el sitio contra Jerusalén. Y en aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella” (Zac. 12:2,3).
Los cristianos que estudiamos las profecías sabemos que llegará el día cuando todos los ejércitos del mundo se congregarán en el Medio Oriente para acabar con Israel, pero el Señor intervendrá y los salvará. Dios dice: “Porque yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén... Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla” (Zacarías 14:2a,3a). (Compare esto con Apocalipsis 19:11-21).
Nada de esto concierne a la Iglesia, porque cuando todo esto suceda, la Iglesia ya estará con el Salvador. Como ya dijera, vendrá con el Señor y todos veremos su gran victoria en esta guerra. El profeta dice: “... Y vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos” (Zac. 14:5b).
7. El cristiano que estudia las profecías se fortalece en la fe
El cristiano que estudia las profecías aprende a interpretar la Biblia correctamente, lo mismo que a relacionar las profecías con los eventos mundiales. Es verdad que prevalecen hoy enseñanzas de ciertos “cristianos” que son lo más antibíblico y extraño que jamás haya escuchado. Es cierto también que ha habido un aumento sin precedentes en los crímenes, robos, asaltos, suicidios y que se cierne sobre nosotros la amenaza de una guerra. Pero todo esto fortalece la fe del cristiano que no desprecia las profecías. El cristiano bíblico sabe que el mundo no mejorará, sino que empeorará, porque así lo anticipa la Palabra profética.
¿Se dio cuenta que en su último viaje a Roma el presidente Bush visitó al Papa? Una persona que desconoce la profecía podría preguntarse: “¿Qué tiene que ver el presidente de Estados Unidos con el Papa?”. Prácticamente todos los gobernantes lo visitan, como si se tratara de un jefe de estado, pero aunque no lo parezca es así. El Vaticano es un estado y el papa es su representante, algo así como su presidente. Por lo tanto, no debe extrañarnos que un presidente, a pesar de que diga que es cristiano, lo visite, porque aunque no lo haga como cristiano, sí como estadista.
Cuando estudiamos el libro de Apocalipsis, el cual es profético casi en su totalidad, encontramos que todo esto fue profetizado por Juan. Leemos: “Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas; con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación. Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA” (Ap. 17:1-5).
Este texto no es difícil de entender, lo que pasa es que la gran mayoría de los predicadores no quieren vincularlo con el Vaticano pese a que se ajusta en todos sus detalles. Se trata de una organización religiosa que pretende ser cristiana, sin serlo. Se le llama “la gran ramera” y con ella “han fornicado los reyes de la tierra”. Ningún líder de la Iglesia en el Nuevo Testamento, tuvo jamás trato con los monarcas del imperio ni con sus representantes. Si alguna vez estuvieron frente a algún gobernante de cierta jerarquía, fue como acusados por haber predicado el Evangelio.
Sin embargo, las profecías nos enseñan que en los postreros tiempos habrá muy pocos cristianos verdaderos. El estudioso de la Palabra profética no se alarma ante esta unión entre el mundo y la prostituta religiosa. Todo lo que está aconteciendo en la actualidad, incluyendo al movimiento ecuménico, es inevitable, porque es parte integral de la apostasía de los últimos tiempos que precederá el arrebatamiento de la Iglesia.
Podemos estar seguros que la decadencia moral y espiritual y el surgimiento de nuevos movimientos y filosofías, seguirá su curso. Si hoy es bien difícil encontrar una iglesia verdaderamente bíblica, cuando se produzca el arrebatamiento no quedará una sola. “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida” (2 Ts. 2:7,8). |