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martes, 17 de febrero de 2015

Debemos educarnos nosotros mismos en la Palabra de Dios: Principio para ser maestro

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 29MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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El libro de Proverbios está lleno de las instrucciones dadas por Salomón a sus hijos. El hijo es exhortado a aprender de esta instrucción, y el resultado de la aplicación del conocimiento aprendido se llama sabiduría. La Escritura dice mucho sobre el proceso de la educación, y comienza con los padres y el niño. El mandato a los padres es criar a sus hijos en el Señor (Efesios 6:4), y la palabra griega paideia ("criar") conlleva la idea de formación, educación, instrucción y disciplina. Al aprender los niños acerca de Dios, se les da la oportunidad de honrar a sus padres con sabiduría, y la base de ese honor es el proceso en curso de la educación y la aplicación de lo aprendido. Salomón nos dice que el fundamento de todo conocimiento verdadero es el temor de Jehová (Proverbios 1:7). La palabra "temor" aquí no tiene la idea de terror o espanto, pero más bien es admiración y reverencia por la santidad y la majestad de Dios, y una renuencia de defraudarle o desobedecerle. Jesucristo dijo que cuando conocemos la verdad, la verdad nos hará libres (Juan 8:32). La libertad del temor proviene de ser educado en la verdad.

En Romanos, el apóstol Pablo utiliza la palabra "saber" o "sabiendo" once veces. ¿Qué debemos saber? Debemos educarnos a nosotros mismos en la palabra de Dios, para cuando adquirimos conocimiento espiritual, podemos entonces aplicar ese conocimiento a nuestras vidas en maneras prácticas, sometiéndonos a él y utilizando este conocimiento piadoso para servir al Señor en espíritu y en verdad (Romanos 6:11-13). El viejo refrán es, "No podemos usar lo que no sabemos". Este principio es doblemente cierto cuando se trata de la educación bíblica. ¿Cómo nos educamos en el sentido bíblico? ¡Leemos, estudiamos, memorizamos y meditamos en la palabra de Dios!

El apóstol Pablo amonestó a Timoteo que deberíamos "procurar con diligencia presentarnos a Dios aprobados" (2ª Timoteo 2:15). La palabra griega traducida "procurar" significa dar diligencia, ejercer uno mismo, o darse prisa para aplicar uno mismo. Por lo tanto, para poder aprender o educarnos a nosotros mismos, nos dicen que nos apliquemos a estudiar con diligencia la palabra de Dios. La razón también se encuentra en la segunda carta de Pablo a Timoteo. "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2ª Timoteo 3:16-17). La idea aquí es que la palabra de Dios nos perfecciona o nos madura y equipa para ser siervos educados y fieles.

La educación bíblica equipa a los creyentes renacidos, para que Dios sea capaz de realizar en ellos ese trabajo que él ha ordenado (Efesios 2:10). La educación bíblica nos transforma por la renovación de nuestras mentes (Romanos 12:2), el proceso en curso de aplicar el conocimiento con la mente de Jesucristo, "el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención" (1ª Corintios 1:30).


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sábado, 13 de octubre de 2012

Estudios bíblicos: Esquemas y Gráficas - Para Predicadores itinerantes



EstudiosBíblicos en Esquemas y gráficas
. biblias y miles de comentarios
 
Tipo de Archivo: PDF | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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 Empezando con un breve resumen de los últimos días de Jesús en la tierra con sus discípulos, su ascensión y Matías, el que ocupó el lugar que dejó Judas Iscariote, Lucas aborda enseguida su tema: la difusión del evangelio y el crecimiento de la iglesia. El Pentecostés, célebre por el derramamiento del Espíritu Santo (2.1–13) y el discurso poderoso de Pedro (2.14–42), fue el inicio. Luego la iglesia de Jerusalén comenzó a crecer cada día mediante el testimonio audaz de Pedro y Juan y el amor de los creyentes (2.43–4.37). La iglesia naciente no estaba exenta de problemas, sufrió oposición externa (resultando en prisión, castigo y muerte), engaño y quejas internas. A los creyentes judíos de habla griega los eligieron para ayudar en la administración de la iglesia a fin de liberar a los apóstoles para la predicación. Los primeros diáconos elegidos fueron Esteban y Felipe, de ellos Esteban fue el primer mártir de la Iglesia (5.1–8.3).
En lugar de frenar al cristianismo, la oposición y la persecución sirvieron como catalizadores para su difusión. Los creyentes llevaron el mensaje por donde huían (8.4). Muy pronto hubo convertidos en toda Samaria e incluso en Etiopía (8.5–40).
En este momento, Lucas nos presenta a un joven judío, celoso defensor de la Ley, que intenta liberar al judaísmo de la herejía de Jesús. Pero en el camino a Damasco, al tratar de capturar a los creyentes, Saulo se convierte, confrontado personalmente por el Cristo resucitado (9.1–9). Mediante el ministerio de Ananías y la recomendación de Bernabé, Saulo (Pablo) fue bien recibido en el compañerismo y enviado a Tarso para su seguridad (9.10–30).
Mientras tanto, la iglesia continuaba prosperando en toda Judea, Galilea y Samaria. Lucas se refiere a su predicación y a cómo sanó a Eneas en Lida y a Dorcas en Jope (9.31–43).
Mientras estuvo en Jope, Pedro entendió a través de una visión que él podía llevar elevangelio a los «inmundos» gentiles. Pedro así lo entendió y fielmente le predicó a Cornelio que se convirtió, junto a su familia, en creyente (capítulo 10). Esta fue una noticiaestremecedora para la iglesia en Jerusalén, pero cuando Pedro narró los hechos, alabaron a Dios por su plan de que todas las personas escucharan las buenas nuevas (11.1–18). Esto impulsó a la iglesia a un círculo mayor, el mensaje se predicó a los griegos en Antioquía, donde Bernabé fue para animar a los creyentes y halló a Pablo (11.20–26).
Para complacer a los líderes judíos, Herodes se unió en la persecución de la iglesia en Jerusalén, dio muerte a Jacobo (hermano de Juan) y puso en prisión a Pedro. Sin embargo,
Dios liberó a Pedro que caminó desde su prisión hasta una reunión de oración en la casa de Juan Marcos donde se intercedía por él (capítulo 12).
Aquí Lucas traslada su enfoque al ministerio de Pablo. Enviado por la iglesia de Antioquía para un viaje misionero (13.1–3), Pablo y Bernabé llevaron el evangelio a Chipre y al sur de Galacia con gran éxito (13.4–14.28). Debido a que la controversia judío-gentil todavía ardía con lentitud y con no pocos gentiles respondiendo a Cristo, amenazó con dividir la iglesia. De manera que se convocó un concilio en Jerusalén para establecer normas con relación a los cristianos gentiles a la luz del Antiguo Testamento y sus leyes. Luego de oír a ambas partes, Jacobo (hermano de Jesús y líder de la iglesia en Jerusalén) resolvió el problema y envió mensajeros a las iglesias para informar la decisión (15.1–31).
Después del concilio, Pablo y Silas predicaron en Antioquía. Luego salieron con rumbo a Siria  y Cilicia, mientras que Bernabé y Marcos navegaron hacia Chipre (15.36–41). En este segundo viaje misionero, Pablo y Silas pasaron por Macedonia y Acaya, estableciendo iglesias en Filipos, Tesalónica, Berea, Corinto y Éfeso, antes de regresar a Antioquía (16.1–18.21). Lucas también se refiere al ministerio de Apolos (18.24–28).
En el tercer viaje misionero Pablo y sus compañeros arribaron a Galacia, Frigia, Macedonia y Acaya, animando y enseñando a  Mientras estuvo en Jerusalén, una turba furiosa acosó a Pablo en el templo y lo pusieron bajo custodia y protección del tribuno romano (21.17–22.29). Ahora vemos a Pablo como prisionero y en proceso ante el concilio judío (23.1–9), el gobernador Félix (23.23–24.27), Festo y Agripa (25.1–26.32). En cada caso, Pablo testifica con firmeza y claridad de su fe en el Señor.
Debido a que apeló a César, lo enviaron a Roma para el proceso final de su caso. Pero en el camino, una tormenta destruyó la nave y los tripulantes y prisioneros debieron nadar para llegar a la orilla. Aun en estas circunstancias, Pablo predicó de su fe (27.1–28.11). Al final, el viaje continuó y Pablo llegó a Roma donde vivió en una casa alquilada y bajo custodia, mientras aguardaba el juicio (28.11–31).
Lucas finaliza Hechos en forma abrupta, con las estimulantes palabras de que Pablo tenía la libertad en su cautiverio de hablar tanto a visitantes como a su guardia «predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento» (28.31).
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