Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
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Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 2.9MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información
¿Qué pasó con el tema del infierno? .................. 2
¿Qué dice la Biblia sobre el infierno? ................... 3
…un lugar opcional ...............3
…un lugar de verdad ............7
…un lugar de trato justo . . 11
…un lugar de
esperanza perdida ............... 14
¿Cuál es el destino de los que nunca oyen? .............25
el fuego del infierno.............27
Confíe en que dios hará lo correcto ...................29
definición de nuestros términos .................................30
¿Qué dice la Biblia sobre el infierno? ................... 3
…un lugar opcional ...............3
…un lugar de verdad ............7
…un lugar de trato justo . . 11
…un lugar de
esperanza perdida ............... 14
¿Cuál es el destino de los que nunca oyen? .............25
el fuego del infierno.............27
Confíe en que dios hará lo correcto ...................29
definición de nuestros términos .................................30
¿Qué pasó con el tema del infierno?
Incontables personas entre nosotros parecen obsesionadas con el tema del infierno. Hasta las personas no religiosas hablan de «mandar a alguien al infierno». Y se dice de las malas experiencias
que «son un infierno».
Sin embargo, irónicamente, mientras más aparece la palabra infierno en las conversaciones informales, menos se piensa en ello, incluso en los círculos religiosos. Mientras más se usa esa palabra de una manera agresiva y profana, menos amenazadora parece al usuario. Por tanto, el tema del infierno se ha hecho tan presente en las conversaciones callejeras como ausente está de los sermones dominicales.
No siempre fue así. Históricamente, la mayoría de las religiones han sostenido de manera abierta la idea de que hay un juicio después de la muerte seguido por el castigo a los que hacen el mal. En la New Encyclopedia Britannica leemos: «La perspectiva de que el infierno es la morada final de los condenados después de un juicio final la sostienen las religiones proféticas occidentales: el zoroastrismo, el judaísmo, el cristianismo y el islamismo […]. Algunos teólogos modernos han cuestionado de nuevo la creencia literal, pero siguen afirmando que el infierno es, al menos, un estado de separación de los malvados y los buenos» (Vol.5, p.814).
Nuestra renuencia actual a pensar seriamente en la realidad de un castigo futuro puede derivarse en parte de un concepto inadecuado de Dios. Hemos olvidado que a Dios se le teme. El teólogo ruso Berdyaw dijo: «Es increíble cuán pocas personas piensan en el infierno o se preocupan por ello. Esa es la evidencia más impresionante de la frivolidad humana» (The Destiny of Man, Scribner, 1937, p.33). Lo que él escribió hace más de 50 años es incluso más cierto hoy que cuando lo escribió.
No le hacemos un favor a nadie cuando nos quedamos callados sobre el tema del infierno. Jesús, el ejemplo por excelencia del amor de Dios, habló del infierno repetidamente. Dijo que algunos resucitarían «a resurrección de condenación» (Juan 5:29). Declaró que los que se van al infierno entran en un lugar terrible «donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga» (Marcos 9:44,46,48). Además lo describió como el lugar «de las tinieblas de afuera», donde «será el lloro y el
crujir de dientes» (Mateo 8:12; 22:13; 25:30).
Bertrand Russell dijo que decidió convertirse en ateo cuando leyó las palabras de Jesús sobre el infierno. Pero, ¿fue sabio? Al menos fue coherente. Se dio cuenta de que el infierno merece que se tome en serio. Sabía que no tenía sentido decir que uno cree en Cristo al tiempo que rechaza lo que Él y Su libro dicen sobre el «lago de fuego» eterno.
Incontables personas entre nosotros parecen obsesionadas con el tema del infierno. Hasta las personas no religiosas hablan de «mandar a alguien al infierno». Y se dice de las malas experiencias
que «son un infierno».
Sin embargo, irónicamente, mientras más aparece la palabra infierno en las conversaciones informales, menos se piensa en ello, incluso en los círculos religiosos. Mientras más se usa esa palabra de una manera agresiva y profana, menos amenazadora parece al usuario. Por tanto, el tema del infierno se ha hecho tan presente en las conversaciones callejeras como ausente está de los sermones dominicales.
No siempre fue así. Históricamente, la mayoría de las religiones han sostenido de manera abierta la idea de que hay un juicio después de la muerte seguido por el castigo a los que hacen el mal. En la New Encyclopedia Britannica leemos: «La perspectiva de que el infierno es la morada final de los condenados después de un juicio final la sostienen las religiones proféticas occidentales: el zoroastrismo, el judaísmo, el cristianismo y el islamismo […]. Algunos teólogos modernos han cuestionado de nuevo la creencia literal, pero siguen afirmando que el infierno es, al menos, un estado de separación de los malvados y los buenos» (Vol.5, p.814).
Nuestra renuencia actual a pensar seriamente en la realidad de un castigo futuro puede derivarse en parte de un concepto inadecuado de Dios. Hemos olvidado que a Dios se le teme. El teólogo ruso Berdyaw dijo: «Es increíble cuán pocas personas piensan en el infierno o se preocupan por ello. Esa es la evidencia más impresionante de la frivolidad humana» (The Destiny of Man, Scribner, 1937, p.33). Lo que él escribió hace más de 50 años es incluso más cierto hoy que cuando lo escribió.
No le hacemos un favor a nadie cuando nos quedamos callados sobre el tema del infierno. Jesús, el ejemplo por excelencia del amor de Dios, habló del infierno repetidamente. Dijo que algunos resucitarían «a resurrección de condenación» (Juan 5:29). Declaró que los que se van al infierno entran en un lugar terrible «donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga» (Marcos 9:44,46,48). Además lo describió como el lugar «de las tinieblas de afuera», donde «será el lloro y el
crujir de dientes» (Mateo 8:12; 22:13; 25:30).
Bertrand Russell dijo que decidió convertirse en ateo cuando leyó las palabras de Jesús sobre el infierno. Pero, ¿fue sabio? Al menos fue coherente. Se dio cuenta de que el infierno merece que se tome en serio. Sabía que no tenía sentido decir que uno cree en Cristo al tiempo que rechaza lo que Él y Su libro dicen sobre el «lago de fuego» eterno.