Cristianos cuidado con dejarse arrastrar por el ecumenismo, aunque sea "evangélico"
En cada edad siempre han existido personas que profesan el nombre de Cristo aunque quieren seguir las doctrinas y prácticas en conformidad con sus propios deseos sin tener en cuenta para nada la Palabra de Dios. Otros no exhiben el testimonio de un creyente fiel separado de la mundanalidad. Estas personas están preocupadas por predicar un evangelio social de respeto, en lugar de declarar lo que dice la Biblia. A mediados del siglo XX los liberales y modernistas, al ver la falta de interés y la poca asistencia de feligreses a sus cultos, comenzaron a unirse con evangélicos más tolerantes. Fue así como introdujeron en sus iglesias actividades diferentes con el pretexto de mostrar preocupación por el evangelismo del mundo y para unirse y participar con ellos. Muchos de sus supuestos convertidos continuaron con la misma vida, doctrina y prácticas que seguían antes de su conversión. Se cambiaron ciertos métodos, mientras se elaboraron sistemas y estudios complicados pertinentes, accesibles y ajustables, al joven, al comerciante, al atleta, al político, a la estrella de cine y demás. Todo este programa es sumamente peligroso porque en el nombre del Espíritu Santo le presta más atención a la carnalidad, mientras se gloría por la cantidad de miembros, por las actividades, que más bien deberían llamarse diversiones, en vez de ser fieles a Cristo Jesús y a la Palabra de Dios. Le dan más importancia a la cantidad que a la calidad de vida fiel, sincera y obediente a Dios. Entre los protestantes el movimiento ecuménico se inició a fines del siglo pasado y el término ha sido utilizado por organizaciones internacionales de las diferentes denominaciones, agencias interdenominacionales y paraeclesiásticas. El Concilio Nacional de Iglesias de Cristo en Estados Unidos y el Concilio Mundial de Iglesias, con sede en Ginebra, Suiza, son tal vez las más conocidas. El ecumenismo, como tendencia dentro del cristianismo, tiene como su objetivo unificar a las iglesias o al menos acercarlas. Algunos tienen como meta la unión estructural de todas las iglesias, mientras que otros se proponen simplemente trabajar unidos en algunos proyectos. A veces es difícil identificarlos porque gustan de asociarse con los cristianos fundamentalistas. De tal manera que muchos hoy en día, en favor de sus propios intereses, cuando están con los fundamentalistas se identifican como fundamentalistas sin serlo, y luego hacen lo mismo cuando están con los ecuménicos. En otras palabras son personas que gustan de la simulación. Y esto es lo que dice la Biblia sobre un caso similar, "Porque cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos" (Gá. 2:11-13). A continuación vamos a considerar algunas de las características del ecumenismo evangélico y también cuales son los rasgos que identifican a esas personas reconocidas como tales. El amor es lo primero
“Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo. Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras” (2 Jn. 8-11). “Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén” (2 Ped. 3:18,19). “No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas” (He. 13:9).
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Ti. 3:16,17). “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Ti. 4:1,2). “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Pr. 3:5,6). “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad...” (Hch. 20:28-31). “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 P. 1:21). “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo... Para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Co. 1:17,31).
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1:1). “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn. 1:3). “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracia. Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:6-8). “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Sal. 53:1). “Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal” (1 P. 3:15-17). “Ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén” (Ro. 1:25). “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Is. 55:8,9).
“Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Ro. 16:17). “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracia. Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:6-8). “... Siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” (2 Ti. 3:7). “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios” (3 Jn. 11).
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Ti. 3:16,17). “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Ti. 4:1-5).
“No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Co. 15:33). “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente... Por lo cual salid en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré” (2 Co. 6:14-17).
“Y hubo tal desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé tomando a Marcos, navegó a Chipre, y Pablo, escogiendo a Silas, salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor” (Hch. 16:39,40).
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Ro. 8:9). “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis ... Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gá. 5:16-21). Dios anhela tener una relación personal e íntima con cada uno de nosotros a través del estudio de su Palabra y la oración. El cooperar con los que no siguen una sana doctrina produce la unificación de programas sociales, trabajos misioneros o campañas evangelísticas con aquellos que practican las obras infructuosas de las tinieblas.
“Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras” (2 Jn. 10,11). “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 3). “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Fil. 3:17-20). “No que haya otro (evangelio), sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gá. 1:7). Es necesario escuchar el plan de Dios completo. Primero hay que escuchar la Palabra de Dios para poder creer en él, “¿Como, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Ro. 10:14). La mayoría de los folletos y libros hablan de “recibir a Cristo”, pero no explican cómo, ni lo qué significa. Sólo dicen que hay que hacerlo.Hay otros grupos religiosos que utilizan la misma frase pero con significado diferente. Por ejemplo, la secta católica romana dice que “recibir a Cristo” es recibir la hostia, “el cuerpo místico de Cristo”. La Iglesia Adventista del Séptimo Día sostiene que hay que “recibir a Cristo” y practicar buenas obras para obtener la salvación.La Iglesia Pentecostal enseña que aunque una persona reciba a Cristo no se es salva "hasta que no habla en lenguas". Otros explican que hay que experimentar emoción y muchas cosas más, por eso en lugar de usar el término "aceptar o recibir a Cristo" deberíamos más bien decir “entregarse incondicionalmente a Cristo”. Es indispensable que la persona tenga la convicción del arrepentimiento dado por Dios que viene de escuchar su Palabra. Es fundamental además que se entregue de corazón a Cristo, implorando arrepentido el perdón de sus pecados. Pero... ¿Qué es el arrepentimiento? El arrepentimiento no es el hecho de dejar o abandonar algunos pecados, porque de ser así sería una demostración de las obras para obtener la salvación. El arrepentimiento verdadero podríamos resumirlo así: El arrepentimiento es importante, porque Juan el Bautista y el Señor Jesucristo lo predicaron. “En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:1,2). “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mr. 1:14,15). Los discípulos y los apóstoles lo predicaron, “Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen” (Mr. 6:12).Pedro lo predicaba constantemente. “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados...” (Hch. 2:38). “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 P. 3:9). Pablo también lo predicaba de continuo. “Testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hch. 20:21). “Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento...” (2 Co. 7:9). ¿Cómo debe ser el arrepentimiento? En relación con la inteligencia, es un cambio de la mente. “Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, vé hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después arrepentido, fue” (Mt. 21:28,29). En relación con las emociones, contrista: “Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó. Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios” (2 Co. 7:8,9). El arrepentimiento nos insta a confesarle el pecado a nuestro prójimo cuando lo hemos ofendido. A hacer restitución en el caso del creyente verdadero. “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven presenta tu ofrenda” (Mt. 5:23,24). “Confesaos vuestras ofensas unos a otros...” (Stg. 5:16). A reconciliarnos con Dios admitiendo la maldad y suciedad del pecado, y el apartarnos de él. “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Is. 55:7). “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Pr. 28:13). “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mt. 3:8). Debe haber un cambio de actitud y aborrecimiento y desprecio hacia el pecado.“El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios” (1 Jn. 3:8-10).El arrepentimiento verdadero es un don de Dios. “Entonces, oídas estas cosas, callaron y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” (Hch. 11:18). “Que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad” (2 Ti. 2:25). Lo produce la Palabra de Dios. “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch. 2:37,38). Dios incluso, a veces castiga y reprende a los creyentes, “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete” (Ap. 3:19). “Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo” (He. 12:5,6). “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo” (1 Co. 11:31,32). El arrepentimiento verdadero capacita al hombre para ser perdonado, “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hch. 3:19). El arrepentimiento verdadero acompañado de una fe real en el Señor Jesucristo trae la conversión auténtica, “Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hch. 26:18). El don del Espíritu Santo es para el pecador arrepentido que ha depositado su confianza en Cristo Jesús como su Señor y Salvador. El Espíritu Santo confirma la salvación y bautiza y sella al cristiano en el propio momento de su conversión. “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo, para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch. 2:38).“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro. 8:16).
El ecumenismo evangélico es peligroso, porque va en contra de la sana doctrina esbozada en la Biblia. Aunque algunos líderes religiosos respetables aceptan y apoyan estas prácticas no debemos ser arrastrados por el engaño. Debemos contender incansablemente por la sana doctrina. No podemos hacer “males para que vengan bienes” (Ro. 3:8). El cristiano tiene que obedecer a Dios, de otra manera está desobedeciéndole. Finalmente permítame presentarle los puntos claves a seguir para no caer en el ecumenismo evangélico:1. No debemos ser tolerantes con quienes creen y tiene tales prácticas. 2. Tampoco debemos cooperar con ellos. Mucho menos debemos contaminarnos, haciéndonos partícipes con ellos. La Palabra de Dios nos advierte en Mateo 13:24-30, que estos falsos cristianos, son como la cizaña que se mezcla con la buena semilla para ahogarla. “Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”. ¡Pronto llegará el dueño del campo, ojalá usted no sea parte de la cizaña! |