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biblias y miles de comentarios
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 29MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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Paganismo en la Semana Santa
Los huevos de Pascua, los conejos, los juegos en los que los niños buscan golosinas escondidas o las fogatas han sido formas paralelas de evocar la Resurrección de Jesús, pero sus orígenes paganos se deben a las antiguas civilizaciones que consagraban la llegada de la primavera.
Según la Enciclopedia Católica, “numerosas costumbres paganas
destinadas a dar la bienvenida a la primavera se fundieron en la fiesta
de Pascua” como el huevo, símbolo de vida y germinación en la cultura
griega y romana, en la mitología del norte de Europa o en China; o el
conejo, símbolo de fecundidad en el antiguo Egipto.
“La Iglesia —de acuerdo con la Enciclopedia de la Religión— no
se opuso al huevo de Pascua porque aportaba un símbolo poderoso de la
resurrección y de la transformación de la vida en muerte”.
En la Edad Media se extendió la costumbre de regalar huevos por
Pascua, y para que fueran más preciados, se decoraban al pintarlos o
incluso en las cortes europeas se bañaban en oro.
Los fuegos que se encendían en las fiestas paganas para
espantar a los espíritus del invierno se asemejan a los de las
celebraciones de la vigilia pascual, que simbolizan la luz de la
Resurrección.
En Irlanda, San Patricio introdujo esa práctica, con el fin de
sustituir la costumbre de los druidas, de encender hogueras en honor a
la primavera, por el símbolo del fuego religioso y cristiano, en honor a
Cristo.
El conejo no tiene en cambio ninguna conexión con la Pascua,
pese a lo cual se ha convertido en los países anglosajones y del centro y
norte de Europa en un personaje similar al de Santa Claus.
La simbología del conejo posee un alto contenido pagano al
representar la fertilidad, debido a que es un animal capaz de dar a luz
hasta 20 crías al año.
Origen de la “Pascua”
En inglés y en alemán el nombre que se da a la Pascua tiene también orígenes paganos.
Easter, en inglés, viene según Beda, el Venerable, —un
erudito monje inglés del siglo VIII—, de Eastre, la diosa anglosajona de
la primavera y la fecundidad, que a su vez sería la versión europea de
Ishtar —también conocida como Astarte—, diosa babilonia de similares
atributos.
En Europa, ese festival era dedicado al equinoccio de la
primavera, el 21 de marzo, en el que se celebraba el fin del frío y la
oscuridad, y la vuelta a la vida después del invierno.
En Babilonia se creía en una vieja fábula acerca de un huevo
de gran tamaño que supuestamente había caído desde el cielo al río
Éufrates. De ese huevo extraterrestre —de acuerdo con la historia— fue
engendrada Ishtar.
Ostern, el nombre alemán, tendría el mismo origen —derivado de
la antigua divinidad de la primavera llamada Ostara—, aunque también se
relaciona con la palabra Osten (este), el levante de donde viene la luz
del renacimiento primaveral. De ahí se desprende que los huevos de
Pascua se pinten como rayos del Sol que renace.
En las culturas griega y latina había también diosas, como la de la tierra, Cibeles, que se festejaban en estas fechas.
La cuarentena —período de 40 días en los cuales los católicos
se abstienen de comer carne— es básicamente el ritual pagano dedicado a
los 40 días de duelo por la muerte del esposo de Ishtar, Tamuz, que
culminaba con la conmemoración de su resurrección, precisamente el
domingo después de la primera luna llena que sigue al equinoccio de
primavera.
En español, Pascua se deriva de la palabra Pesach, nombre
hebreo para las pascuas, una festividad judía que dura entre siete u
ocho días, en recuerdo del éxodo y la libertad del pueblo judío que
escapó del dominio egipcio en tiempos de Moisés (1513 a. C.).
La cercanía entre ambas comunidades debió de fomentar que
muchas iglesias cristianas consideraran la Pascua judía como la fecha
idónea para rememorar la Muerte y Resurrección de Jesús.
Por tanto, la conmemoración de la Semana Santa como tal se
estableció en el Primer Concilio de Nicea, en el 325 d. C. Con ese
decreto, la Iglesia quiso poner término a los ritos paganos, al
transformarlos en actos de fe cristianos.
En el proceso de evangelización —como ha ocurrido durante la
historia de la Iglesia—, en lugar de intentar suprimir los ritos
paganos populares establecidos, era más fácil adjudicar a esas
festividades una nueva interpretación cristiana, al conservar costumbres
y símbolos asociados al día de fiesta.