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viernes, 3 de mayo de 2013

Un Guerrero Espiritual: Pablo de Tarso - Todo empieza en El Camino

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 2.9MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información
Pablo de Tarso es, en efecto, el  hombre de las mil facetas: a la vez judío, griego y romano; fariseo y cristiano; contemplativo y hombre de acción; evangelizador y maestro; escritor audaz y teólogo profundo; incansable en el andar y encadenado a la inactividad de una cárcel; acompañado de muchos y finalmente desamparado de todos .

Pero ¿cuál será la razón última de su vida y la explicación de su existencia? Es sin duda alguna ¡CRISTO JESUS, EL SEÑOR!, que se le apareció en el camino de Damasco. Frases impactantes y lapidarias, esparcidas a lo largo de sus Epístolas, podrían ser como  definiciones de su vida. A los filipenses les confía el secreto: "Para mí el vivir es Cristo, y morir, una ganancia" (Flp 1,21). Y a los gálatas les revela esta confidencia: 
"La vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gal 2,20). 

Pero el conocimiento de quién es Jesús, llevó a Pablo a cambiar radicalmente su concepto de Dios: El Dios-YHWH (de su religión judía quedó totalmente transformado en "el Padre de nuestro Señor Jesu-Cristo" y en "nuestro Padre"; cercano y generoso, a quien podemos llamar filialmente ¡Abbá!, al impulso del Espíritu Santo, que la testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (Rom 8,15-16). Qué intimidad tan grande con Dios se percibe cuando el Apóstol escribe  a los filipenses: "Doy gracias a MI DIOS cada vez que me acuerdo de vosotros" (Flp 1,3).

Y ¿qué decir de la relación con el Espíritu Santo? Pablo no sólo comprendió que el Espíritu de Dios  era quien guiaba sus pasos, preparaba sus caminos y lo impulsaba hasta los  confines de la tierra, sino que intuyó
ser él mismo un portador del Espíritu; o mejor todavía, un "santuario" en el que habita el Espíritu de Dios: "¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? O ¿no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo que está en vosotros? O ¿no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y que no os pertenecéis?" (1Cor 3,16; 6,19).

Fueron pues, el amor ardiente a Cristo Jesús, la misericordia de nuestro Padre Dios y el fuego devorador del Espíritu, los que lanzaron a Pablo a su incansable carrera evangelizadora. Así lo expone a los corintios: "Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no proclamara el Evangelio!... Ahora bien, ¿cuál es mi recompensa? Predicar el Evangelio gratuitamente, renunciando al derecho que me confiere el Evangelio" (1Cor 9,16-18). Esta convicción impulsó al Apóstol para correr por todo el mundo llevando de mil maneras la Buena Nueva de Jesús a todos los pueblos, "desde Jerusalén y en todas direcciones hasta el Ilírico", y probablemente después hasta las apartadas regiones de la península ibérica (Cf. Rom 15,19.24).

Además, el apóstol Pablo heredó de Jesús el ejemplo de una entrega absoluta y total de la propia vida, sin  cálculos ni restricciones, en aras del amor al prójimo. Por eso escribe a los cristianos de Corinto con acentos de suprema donación personal: "Por mi parte, muy gustosamente me gastaré y me desgastaré totalmente por vosotros. Amándoos más, ¿seré yo menos amado?" (2Cor 12,15).

Una de las notas más características  del Apóstol es la riqueza de sus intuiciones teológicas. En nuestra época actual,  la teología de la Iglesia se ha renovado  profundamente y han sido los textos paulinos los que  han proporcionado una luz esclarecedora sobre el tema. Baste recordar aquel pasaje central: "Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para  santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la Palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo, sin que tenga mancha ni arruga, ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada" (Ef 5,25-27).

Querido lector:

Lo que has leído no son sino unas cuantas pautas que quieren introducirte y animarte a correr juntamente con Pablo en esta pista que se llama "el Secreto de Pablo". Toma el  libro en tus manos y léelo. Los doce capítulos que lo integran poseen un dinamismo tal, que te sentirás atraído a seguir muy de cerca las huellas del Apóstol de los gentiles en una doble dirección: primero para tener un  encuentro nuevo y gozoso con Jesús resucitado -tu camino personal de Damasco- y luego para arder en ideales de proclamar la Buena Nueva de Jesús por todas partes, al impulso del Espíritu Santo.

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