Jonás el Profeta Rebelde
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El libro de Jonás ocupa el quinto lugar entre los doce llamados Profetas Menores, los libros proféticos más cortos del Antiguo Testamento. No obstante, el libro contiene menos profecía que cualquiera de los otros; sólo una breve frase de cinco palabras en hebreo se puede llamar verdadera profecía: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida” (3:4). El resto del libro es en su mayor parte biográfico: narra que el profeta Jonás llevó a cabo la comisión que le dio su Señor para los ninivitas.
Sin embargo, el mensaje profético, no está contenido sólo en lo que Jonás le dijo a Nínive, sino también en lo que Dios le dijo e hizo a Jonás en relación con la comisión que le dio para la ciudad capital de Asiria (hoy Irak y parte de Irán).
Mucha gente conoce el libro de Jonás mayormente por la narración de “la ballena” que se tragó a Jonás. Esto es desafortunado porque la “ballena” o el gran pez aparece sólo en un corto episodio con un total de tres versículos (1:17; 2:1, 10), y tampoco es la parte más importante de la narración del libro de Jonás.
Sin embargo, este relato ha hecho que Jonás sea uno, si no el más malentendido y objetado de los libros de la Biblia. Que el gran pez se tragara a Jonás y lo vomitara vivo, es un milagro que muchos encuentran difícil de aceptar, junto con los otros milagros que se narran en el libro; por eso explican todo el libro: como un mito, como un cuento popular, una alegoría, una parábola, una ficción religiosa, una prosa no histórica, o cualquier otra cosa.
A todos los críticos se les escapa el punto principal de la narración de Jonás, que no es el gran pez. Y la historia, estrictamente hablando, tampoco se centra en Jonás, es la historia del trato compasivo de Dios para con su siervo Jonás y con la antigua ciudad pagana de Nínive. Dios está enfrente y en el centro del lugar de la acción. Sus palabras inician la historia: “Jehová dirigió su palabra a Jonás” (1:1) y sus palabras la terminan: “¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad?” (4:11).
¿Y Jonás? Él sí fue a Nínive después de su segunda comisión, aunque a regañadientes. Sin embargo, durante la mayor parte estuvo haciendo el papel de un niño consentido y egoísta: refunfuñando, desobedeciendo, huyendo, haciendo mala cara.
Entonces, el libro de Jonás es historia de Dios. Hay que mantener esto en mente mientras estudiamos el libro.
El autor
El autor no se menciona en el libro, ni en ninguna otra parte de la Biblia. Los estudiosos críticos pretenden que el autor escribió siglos después de la época de Jonás. Sin embargo, la mayor parte de los estudiosos conservadores le atribuyen el libro a Jonás. La intensa oración personal desde el vientre del pez sólo podía ser conocida por quien la hizo. ¿Y quién sino el mismo autor sería capaz de dar una visión penetrante de su propio carácter, de confesar su desobediencia y sus fallas, de describir tan vivamente la inolvidable lección que Dios le enseñó, y después tener el deseo de ponerlo por escrito? No vacilamos en aceptar a Jonás como el autor del libro.
Aparte de lo que el mismo libro nos dice, los únicos hechos conocidos de la vida de Jonás se registran en 2 Reyes 14:25, donde se nos cuenta la manera como el rey Jeroboam II de Israel restauró las fronteras de Israel “conforme a la palabra de Jehová Dios de Israel, la cual él había hablado por su siervo Jonás hijo de Amitai, profeta que fue de Gat-héfer (o Gat-Jefer)”.
El nombre hebreo Jonás significa “paloma” y Amitai “veraz.” ¿Pueden ser los dos nombres significativos con respecto a la comisión que se le dio a Jonás de representar a Israel (llamada “paloma en Oseas 7:11; Salmo 74:19) para llevar el mensaje verdadero del amor de Dios a Nínive? Tal vez. De todas maneras, sabemos algo de su ciudad natal Gat-héfer; estaba localizada en la frontera oriental del territorio de Zabulón en el norte de Israel (Josué 19:10–13), en una pequeña colina a unos cinco kilómetros al noreste de Nazaret.
Por lo tanto Jonás fue un profeta galileo del reino del norte de Israel. Cuando fue a Nínive se convirtió en el primer apóstol enviado a los gentiles, lo que hace a este libro él más antiguo, con excepción del libro de los Hechos, él más grande de los libros misioneros.
La fecha
De nuevo nuestra fuente es 2 Reyes 14:25. Jonás actuó antes y durante el reinado de Jeroboam II, rey de Israel en los años 793–753 a.C. Pudo haber escrito su libro muy poco después de su regreso de Nínive hacia el año 780 a.C. Una fecha como esta ha sido aceptada todo el tiempo tanto por la antigua iglesia judía como por la iglesia cristiana primitiva. Consecuentemente, Jonás vivió aproximadamente 80 años después de Eliseo y fue contemporáneo de los profetas: Amós (760 a.C.), Oseas (750 a.C.), Isaías (740 a.C.), y Miqueas (730 a.C.).
La ocasión y el propósito
Jonás recibió su comisión de Jehová en una época única de la historia de Israel. El reino del norte de Israel había estado en una condición débil; su maldad pecaminosa y las imprudentes relaciones políticas con sus vecinos, habían reducido la riqueza de Israel considerablemente.
El rey asirio Salmanasar III en su famoso Obelisco Negro relata cómo peleó la sangrienta batalla de Qarqar en Siria (853 a.C.) para reprimir una revuelta de un grupo de reyes sirios reunido por el rey Acab de Israel. Posteriormente Israel fue forzado a pagar tributo al mismo rey asirio. Mientras tanto las fronteras de Israel se estaban encogiendo al perder posesión de sus áreas distantes una tras otra. Y “Jehová miró la muy amarga aflicción de Israel; que no había siervo ni libre, ni quien diera ayuda a Israel” (2 Reyes 14:26).
En este punto de la historia de Israel Jehová envió a su profeta Jonás al rey Jeroboam II con la promesa de restauración y días mejores. Jeroboam reinó por cuarenta años como decimotercer rey de Israel y llegó a ser uno de sus reyes más poderosos. Sin embargo, a pesar de toda la prosperidad y del poder militar que disfrutó, fue un rey muy malo, “hizo lo malo ante los ojos de Jehová” (2 Reyes 14:24).
No fue diferente con el pueblo. Aunque disfrutaron de prosperidad externa, vivieron en pobreza espiritual. Jehová, por medio de Jonás, había dado su promesa de restauración, para animar a la Israel caída para que se arrepintiera de su maldad y regresara a la bondad de Jehová. Pero el pueblo no utilizó este medio de gracia; no sólo no se arrepintieron sino que aumentaron sus perversos caminos.
Dejaron todos los mandamientos de Jehová su Dios;
se hicieron imágenes fundidas de los becerros, y
también imágenes de Aserá; adoraron a todo el
ejército de los cielos, y sirvieron a Baal; e hicieron pasar
a sus hijos y a sus hijas por fuego; y se dieron a
adivinaciones y agüeros, y se entregaron a hacer lo malo
ante los ojos de Jehová, provocándole la ira
(2 Reyes 17:16–17).
El profeta Amós en su libro describe la vida lujosa de la clase alta y la acompañante corrupción social y moral, que prevaleció en la tierra en ese tiempo.
Mientras tanto, las cosas en Asiria iban empeorando; después de años de conquista y prosperidad, se dio un descenso general que duró casi medio siglo. El rey fue despojado de su poder; altos funcionarios políticos y militares gobernaron el imperio, pero desperdiciaron la fortaleza de Asiria en esfuerzos para conquistar la parte occidental del Asia menor descuidando mientras tanto los asuntos internos. La nación también fue debilitada por numerosos levantamientos de las provincias.
En este punto bajo de la historia de Asiria, Jehová envió al profeta Jonás a Nínive, la ciudad capital de Asiria. Consideraremos posteriormente todas las razones por las cuales Dios hizo esto, pero ahora mencionemos esta razón: ¡Jonás fue a predicar arrepentimiento a Nínive para que pudiera ser salvada de la destrucción durante un tiempo suficiente para ser el azote en manos de Dios para castigar a Israel con destrucción!
La destrucción de Israel sucedió en año 722 a.C. cuando Jehová le permitió al rey Salmanasar V de Asiria atacar y derrotar al reino del norte; después Dios deportó a sus habitantes a la cautividad y al olvido en Asiria.
En el año 612 a.C. Nínive recibió su juicio final de Dios cuando fue destruida por la alianza militar entre medos y babilonios. El profeta Nahúm utiliza todo su libro para describir la profunda corrupción moral y la maldad de Nínive y la destrucción que siguió.
¿Realidad o ficción?
Jonás se ajusta bien dentro de la historia de Israel y Asiria. Pero no toda la gente lo ve de esta manera. Muchos estudiosos críticos ven en Jonás más ficción que realidad. Considere lo siguiente:
Sin duda que esto no es un registro de hechos históricos
reales ni jamás fue esta su intención. Es un pecado contra
el autor tratar como prosa literaria lo que él trabajó
como poesía. … Por lo tanto su historia es una historia
con moraleja, una parábola, un poema en prosa
como la historia del buen samaritano (Julius A.Bewer,
“Jonah.” The International Critical Commentary, p.4).
La Biblia de Jerusalén dice que la historia de Jonás es una “aventura,” y añade: “Dios es también Señor de las leyes de la naturaleza, pero los prodigios se acumulan aquí a modo de ‘jugarretas’ que Dios le hace al profeta”. Y dice: “Esta fecha tan posterior [después del destierro] debe ponernos ya en guardia contra una interpretación histórica” (p. 999).
La historicidad de Jonás es objetada porque los críticos encuentran en su historia muchos elementos imposibles de aceptar: tanto los milagros, como la misión de Jonás a una ciudad extranjera, su cántico de acción de gracias en el capítulo 2, el tamaño de Nínive, y el idioma en el que Jonás les habló a los ninivitas están entre los “problemas que los críticos encuentran en Jonás.
Pero los milagros son el verdadero problema para los críticos, especialmente el de la supervivencia de Jonás en el vientre del gran pez. También están la tormenta en el mar, el arrepentimiento de los ciudadanos de Nínive, la calabacera que brotó de la noche a la mañana, y otros más. Los críticos arguyen que la abundancia de estos milagros (algunos relacionan hasta doce) y la naturaleza increíble de algunos de ellos es demasiado para la razón humana.
¡Bien, todos los milagros son demasiado para la razón humana, o no serían milagros divinos! Dios tiene la intención de que sus milagros sean aceptados por fe y no por vista, fe en Dios todopoderoso y misericordioso cuya palabra es verdadera desde el principio hasta el fin del libro.
En cuanto a la incredulidad, ¿son los milagros de Jonás más increíbles que el de no gastarse los vestidos y el calzado de Israel durante los cuarenta años en el desierto (Deuteronomio 29:5)? ¿Qué el maná todas las mañanas (Éxodo 16:14–35)? ¿Qué Pedro caminando sobre el agua (Mateo 14:29), o Lázaro saliendo de la tumba después de cuatro días (Juan 11:17, 44)?
Algunos críticos que no pueden leer a Jonás como una historia verdadera lo consideran como nada más que un cuento o una leyenda, como uno de los mitos griegos o romanos. Otros interpretan a Jonás como una parábola en la que los personajes no existen en la vida real, que sólo tiene el propósito de narrar un cuento para enseñar la verdad de que la misericordia de Dios no está restringida a los judíos. También están los que insisten en que la historia es pura alegoría en la que los personajes y eventos sí existen pero tienen un significado figurativo o simbólico aparte de su verdadero significado en la narración. Por lo tanto, se nos dice que Jonás representa a Israel, que Nínive representa al mundo gentil, y el gran pez al exilio en Babilonia.
En el relato bíblico no hay nada que sugiera que debamos tomar la historia de Jonás como diferente de un hecho histórico puro. Aunque pueda ser posible que haya significado simbólico en la narración, la narración permanece históricamente verdadera. Esa es la manera como los judíos y los cristianos consideraron el libro hasta hace un siglo. No tenemos dudas de la historicidad del libro de Jonás porque nuestro Señor mismo habló de Jonás y su misión en Nínive como un hecho histórico (Mateo 12:39–42; 16:4; Lucas 11:29–32).
El mensaje
El mensaje del libro de Jonás será presentado durante la exposición. La parte cinco lo tratará con gran profundidad. Como guía para el estudio de Jonás seguiremos este bosquejo:
La misión de Jonás a Nínive
I. El primer llamado de Jehová y rechazo de Jonás (1:1–16)
II. La liberación de Jehová y la oración de Jonás (1:17–2:10)
III. El segundo llamado de Jehová y el arrepentimiento de Nínive (3:1–10)
IV. El enojo de Jonás y la reprensión de Jehová (4:1–11)
V. El mensaje del libro de Jonás