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viernes, 13 de mayo de 2016

Tengan por sumo gozo cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia...el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Aspectos íntimos de la Epístola de Santiago
                                  SANTIAGO...UNA EPÍSTOLA GENERAL ¿MAS?
Santiago comienza su carta con un encabezamiento y un saludo (Santiago 1:1), emplea los pronombres vosotros y nosotros a lo largo de su epístola y con frecuencia apela a sus lectores llamándolos “hermanos míos amados” o “hermanos míos”. 
El no identifica por nombre a ninguno de los destinatarios, no aporta información personal acerca de ellos ni menciona ningún detalle personal acerca de sí mismo. Concluye la epístola sin una bendición y un saludo final.

Esta carta no es, entonces, un documento personal sino más bien una epístola general. 
Las epístolas generales del Nuevo Testamento (las de Pedro, Juan y Judas y la Epístola a los hebreos) y otras cartas, preservadas durante siglos en las arenas de Egipto pero recientemente descubiertas, tienen la misma forma literaria. 

Algunos eruditos desean establecer una distinción entre los términos epístola y carta. Estos sostienen que las cartas por lo general exhiben temporalidad, en tanto que las epístolas muestran permanencia y universalidad. Otros, empero, consideran que estos términos son sinónimos.
1. Un discurso
Si usamos el término carta o epístola tenemos que describir lo que dicha palabra significa. ¿Es una carta el equivalente de un discurso o de un sermón? Consideremos primeramente esta pregunta, ¿es la epístola de Santiago un discurso? Algunos eruditos han señalado que esta epístola se parece a una diatriba. 
La diatriba, un tipo de discurso caracterizado por la ironía, la sátira y el uso de motes, era común en los círculos helenísticos. 
Algunos estudiosos han detectado similitudes entre las diatribas griegas y la epístola de Santiago, como el uso de preguntas retóricas, ejemplos tomados de la naturaleza y de la historia, juegos de palabras, el uso de la aliteración y la asonancia, analogías, refranes y citas.

Aunque las similitudes son obvias (véase, por ejemplo, la serie de breves preguntas, preguntas retóricas y mandamientos que se encuentran en Santiago 4:1–10), lo cierto es que Santiago no es un helenista sino un judío. 

Santiago es un escritor inspirado que en su epístola presenta la revelación de Dios. 
A causa del contenido sagrado de su carta tanto el sarcasmo amargo como la ironía y el uso de motes—rasgos característicos de las diatribas helenísticas—están ausentes. 

Por consiguiente, llegamos a la conclusión de que la Epístola de Santiago no debe ser considerada un discurso con el estilo de una diatriba. Entonces, si no es un discurso, ¿podemos llamar a esta carta un sermón?
2. Un sermón
El apóstol Pablo da instrucciones a la iglesia de Colosas de que lean la carta que les envió y que luego hagan un trueque con la carta que él envió a la iglesia de Laodicea (Col. 4:16). Y en su primera epístola a la iglesia de Tesalónica le dice a los creyentes: “Os encargo ante el Señor que este carta sea leída a todos los hermanos” (1 Ts. 5:27). 
Las cartas dirigidas a iglesias o individuos eran escritas “para ser leídas en la iglesia en voz alta”. Presumiblemente, la carta que Santiago envió a “las doce tribus dispersas entre las naciones” (Santiago 1:1) era leída en los cultos como un sermón del Pastor Santiago.

La Epístola de Santiago puede dividirse en dos partes aproximadamente iguales; 
  • los primeros dos capítulos constan de cincuenta y tres versículos y 
  • los últimos tres de cincuenta y cinco versículos. 
Las dos partes son, en efecto, dos sermones sucesivos que tocan temas comunes. 

Después del saludo, el primer sermón se inicia y concluye con el tema de la fe (Santiago 1:3; Santiago 2:26). 

El segundo comienza haciendo notar que nosotros, los que enseñamos, seremos juzgados, puesto que todos nosotros tropezamos con lo que decimos (Santiago 3:1–2), y termina aconsejando que al pecador se le convenza del error de su camino (Santiago 5:20). En suma, la Epístola de Santiago está compuesta por dos sermones.

Además, los sermones judíos de los primeros siglos de la era revelan similitudes notables con la carta que Santiago escribió a su grey dispersa. Estos sermones utilizan el diálogo, el método de dirigirse a los oyentes de las sinagogas llamándolos hermanos y los numerosos temas que se mencionan en la carta de Santiago.

No puede pasarse por alto la posibilidad de que Santiago haya predicado ante el auditorio de una sinagoga (Santiago 2:2) este material sermónico, el cual eventualmente se transformó en epístola. 

Esta epístola encarna las características de un sermón, pero el encabezamiento y saludo al principio de la carta hacen que no sea un sermón sino una epístola.
B. ¿Cuáles son las características de la epístola?
Principalmente, las características de esta carta son estilísticas y culturales.
1. Características estilísticas
En primer lugar, aunque la epístola esté escrita en un griego que puede compararse favorablemente con el mejor del Nuevo Testamento (es decir, con el griego de la Epístola a los hebreos), su estilo literario muestra un colorido peculiarmente hebraico. He aquí un ejemplo de paralelismo hebraico:
Santiago 1:9
Santiago 1:10a
el hermano
pero el
de condición humilde
que es rico
debería enorgullecerse
debería enorgullecerse
de su alta posición
de su baja posición
Otros ejemplos aparecen en Santiago 1:15, 17, 19–20, 22–23; Santiago 2:22; Santiago 4:7, 10.

En segundo lugar, la carta está llena de imperativos
Alguien ha llegado a contar 54 de ellos. El uso frecuente del imperativo indica que el escritor es una persona que habla con autoridad, y que cuenta con el respeto de los miembros de su iglesia. Al mismo tiempo demuestra su amorosa preocupación pastoral por aquellos a quienes se dirige.

En tercer lugar, el escritor comunica su mensaje eficazmente por medio de numerosos ejemplos y comparaciones tomados de la naturaleza y de la vida humana
En el primer capítulo, por ejemplo, se refiere 
  • al viento y a las olas, 
  • al sol naciente y al calor quemante, 
  • a la planta y a su flor, 
  • a las luminarias celestiales y a las sombras cambiantes, 
  • a la imagen del espejo y al dominio de la lengua. 
El estilo de esta epístola es atrayente: captura y retiene la atención del lector porque las imágenes que utiliza son naturales.

Finalmente, Santiago vincula oraciones y cláusulas repitiendo un verbo o un sustantivo. Hasta en la traducción esta característica estilística es evidente. Nótese este ejemplo tomado de Santiago 1:13–15:
Al ser tentado, ninguno diga: “Soy tentado por Dios”. Pues Dios no puede ser tentado por el mal, ni tienta a nadie; cada uno es tentado cuando es arrastrado y seducido por su propio mal deseo. Entonces, cuando el deseo ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, cuando ha crecido totalmente, da a luz la muerte.
2. Características culturales
Santiago y sus lectores están totalmente familiarizados con los nombres que aparecen en la historia del Antiguo Testamento: Abraham, Isaac, Rahab, Job y Elías. 
La inclusión de estos nombres es una indicación preliminar de que Santiago dirige su carta a lectores cristianos de orígen judío.

A lo largo de su epístola, Santiago hace referencia a las tres partes del canon del Antiguo Testamento—
  • la Ley, 
  • los Profetas y 
  • la Literatura Sapiencial. 
Al dirigir la atención de sus lectores a la totalidad de la ley, los exhorta a guardarla (Santiago 2:10). Además, en cuanto a tener paciencia frente al sufrimiento, el escritor les dice que tomen como ejemplo a los profetas (Santiago 5:10). Y cuando les recuerda la perseverancia de Job, está haciendo alusión a la literatura sapiencial (Santiago 5:11).

Estas referencias indican que el Antiguo Testamento era un libro que tanto el escritor como los lectores conocían bien. 

Santiago y los destinatarios de esta carta pertenecían a las doce tribus (Santiago 1:1). Ellos eran el pueblo que Dios había escogido “para heredar el reino” (Santiago 2:5). Ellos eran el pueblo que llamaba a Abraham “padre” (Santiago 2:21).

Santiago también habla de “las lluvias del otoño y de la primavera” (Santiago 5:7). Esta es una descripción que cuadra bien con el clima de Israel, no así con el de otros países que rodeaban el Mar Mediterráneo. Por consiguiente, el escritor revela que vive en Israel y que los lectores también tienen allí su orígen.
C. ¿Quiénes fueron los primeros lectores?
Los lectores eran judíos, tal como lo indica claramente la carta: “A las doce tribus dispersas entre las naciones” (Santiago 1:1). La designación doce tribus es una referencia bíblica a Israel (Ex. 24:4; Mt. 19:28; Lc. 22:30; Hch. 26:7; Ap. 21:12) que debería ser interpretada de un modo figurativo y no literal. Santiago se dirige a representantes de estas doce tribus que, a causa de la obra de Cristo, son ahora el nuevo Israel.

De hecho, Santiago llama hermanos a los lectores que son “creyentes en nuestro glorioso Señor Jesucristo” (Santiago 2:1). Se trata de judíos cristianos que viven “dispersos entre las naciones” (Santiago 1:1), pero que no obstante saben que son el pueblo de Dios. Santiago no aporta en su epístola ninguna evidencia de estar dirigiéndose a cristianos gentiles. Los lectores de esta epístola son exclusivamente judíos, a excepción de los ricos opresores a quienes Santiago reprocha (Santiago 5:1–6).

Los destinatarios de esta epístola son judíos; ellos se congregan para el culto en una “reunión”—una traducción de la palabra sinagogue (Santiago 2:2). 

Se los llama “pueblo adúltero” (Santiago 4:4); el original griego tiene la palabra adultera (santiago 4:4), que es obviamente una figura tomado del Antiguo Testamento que tiene que ver con el contrato de casamiento entre Dios (como esposo) e Israel (como esposa). 

Entienden también el término hebreo Sabaoth, que en la versión que utilizamos en esta obra se traduce “Todopoderoso” (Santiago 5:4). Además, ellos llaman a los ancianos de la iglesia para que los visiten y para que oren por los enfermos (Santiago 5:14). 

Pero esta iglesia no tiene supervisores. 
La expresión supervisor (véase Hch. 20:28; Fil. 1:1; 1 Ti. 3:2; Tit. 1:7; 1 P. 2:25) encuentra su orígen en aquella parte de la iglesia cristiana que tenía membresía de origen gentil. El término anciano, por otra parte, nos recuerda al de los líderes de Israel que se llamaban ancianos; este término refleja, por lo tanto, una influencia judía.

Estos judíos, entonces, son cristianos. 
El escritor se presenta como “siervo de Dios y del Señor Jesucristo” (Santiago 1:1). Aparte de dirigirse a los lectores como a hermanos que creen en Jesucristo (Santiago 2:1), escribe que Dios ha escogido “hacernos (al escritor y a sus lectores) nacer por la palabra de verdad” (Santiago 1:18, bastardillas añadidas). Los lectores pertenecen a Jesús, cuyo buen nombre es calumniado (Santiago 2:7).

Estos cristianos judíos habían sido dispersados entre las naciones. Aunque la expresión dispersos aparece solamente en Juan 7:35, Santiago 1:1, 1 Pedro 1:1, la misma tiene un paralelo verbal en el relato escrito sobre la persecución de la iglesia en Jerusalén. 

Después de la muerte de Esteban, la iglesia de Jerusalén fue dispersa por toda Judea, Samaria (Hch. 8:1), hasta llegar a Fenicia, Chipre y Antioquía (Hch. 11:19). Es entonces por medio de Hechos que sabemos que los cristianos dispersos eran judíos que habían sido expulsados de Jerusalén.

Si damos por sentado que Santiago escribió su epístola a judíos cristianos que fueron perseguidos después de la muerte de Esteban, entonces la conclusión lógica es que esta epístola proviene de la primera parte del primer siglo. 

Además, los lectores eran judíos cristianos cuya lengua nativa era el griego y que encontraron refugio en países de habla griega al norte de Israel: Fenicia, Chipre y Siria.

Santiago escribió una carta pastoral a estos creyentes dispersos que antes de la persecución pertenecían a la iglesia de Jerusalén. El sabía que ellos vivían en la pobreza, trabajando para ricos hacendados que los explotaban. Algunos de ellos eran mercaderes, pero todos experimentaban dificultades. Santiago respondió a sus necesidades escribiendo una carta pastoral.
D. ¿Quién escribió esta epístola?
El saludo de introducción informa al lector que Santiago es “un siervo de Dios y del Señor jesucristo” (Santiago 1:1). Este saludo en sí mismo da poca información acerca de la identidad del escritor. ¿Quién es él? ¿Qué dice el Nuevo Testamento acerca de Santiago?
1. Evidencia del Nuevo Testamento
Nombre
El Nuevo Testamento menciona a varias personas que se llaman Santiago. Estas son 
  • el hijo de Zebedeo (Mt. 10:2 y paralelos; Hch. 1:13; 12:2); 
  • el hijo de Alfeo (Mt. 10:3 y paralelos; Hch. 1:13); 
  • Santiago el joven (Mr. 15:40); 
  • el padre de Judas (no el Iscariote [Lc. 6:16; Hch. 1:13]); 
  • el hermano de Judas (Judas 1); y 
  • el medio hermano de Jesús que llegó a ser líder en la iglesia de Jerusalén (Mt. 13:55;       Mr. 6:3: Hch. 12:17; 15:13; 21:18; 1 Co. 15:7; Gá. 1:19; 2:9, 12). 
Si el hermano de Judas (Judas 1) y Santiago, el medio hermano de Jesús, son la misma persona, el número queda reducido a cinco hombres que llevan ese nombre.

a. “Santiago el hijo de Zebedeo”. 
Santiago y su hermano Juan recibieron el nombre de Boanerges, que significa “Hijos del trueno” (Mr. 3:17). 

Aparte de la lista de apóstoles que encontramos en los Evangelios y en Hechos, su nombre aparece en Hechos 12:2, dónde Lucas informa al lector que el rey Herodes Agripa I “hizo matar a espada a Santiago, el hermano de Juan”. Esto sucedió en el año 44 d.C. durante la Fiesta de los Panes Acimos. 

Si Santiago el hijo de Zebedeo hubiese escrito la epístola de Santiago, hubiésemos esperado más información interna y externa. En vez de llamarse a sí mismo “un siervo de … Jesucristo”, él hubiera usado el título de apóstol de Jesucristo. La iglesia primitiva hubiese recibido y atesorado esta epístola como un escrito apostólico.

b. “Santiago el hijo de Alfeo”. 
Sólo conocemos a este apóstol a partir de las listas de los apóstoles que encontramos en los Evangelios y Hechos. 

El Nuevo Testamento guarda silencio acerca de la vida y obra de esta persona. Si este apóstol hubiese escrito la epístola, hubiese aportado una mayor identificación. Además, si esta epístola hubiese sido escrita por un apóstol, la iglesia habría recordado este hecho.

c. “Santiago el menor”. 
Según el Evangelio de Marcos 15:40, Santiago, José y su hermana Salomé eran hijos de María. Santiago es identificado como “el menor”—una referencia a su edad o a su estatura. Nada sabemos acerca de la vida de Santiago el menor. Su madre era presumiblemente la mujer de Cleofas (Jn. 19:25).

d. “Santiago el padre de Judas”. 
Nada se sabe acerca de esta persona en particular, a excepción de que él era padre del apóstol Judas (no el Iscariote).

e. “Santiago el [medio] hermano del Señor. 
Los escritores de los Evangelios lo mencionan como uno de los hijos de María, la madre de Jesús (Mt. 13:15; Mr. 6:3). 

Durante el tiempo del ministerio terrenal de Jesús, él y sus hermanos no creyeron en Jesús (Jn. 7:5). Santiago llegó a ser creyente cuando Jesús se le apareció después de la resurrección (1 Co. 15:7). 

Después de la ascención de Jesús, él estuvo presente con sus hermanos y los apóstoles en el Aposento Alto (Hch. 1:14). 

El asumió el liderazgo de la iglesia de Jerusalén después que Pedro fuera liberado de la prisión (Hch. 12:17), habló con autoridad durante la asamblea llevada a cabo en Jerusalén (Hch. 15:13), fue reconocido como cabeza de la iglesia (Gá. 1:19; 2:9, 12) y se encontró con Pablo para escuchar su informe acerca de las misiones al mundo gentil (Hch. 21:18). La tradición enseña que este dirigente influyente y estimado fue quien escribió la epístola.

Las objeciones en contra del punto de vista tradicional de que fue Santiago, el hermano de Jesús, quien escribió esta epístola, se han presentado con los siguientes argumentos:
a. Un galileo cuya lengua natal fuese el arameo no podría haber escrito una carta en un griego tan culto
Esta objeción, sin embargo, no es tan crucial como parece si tenemos en cuenta la profunda influencia griega que había en Galilea. 

La habilidad lingüística de Santiago no es conocida, pero no es remota la posibilidad de que fuese bilingüe. “El verdadero punto en cuestión debe ser el de la educación. Si tenemos en cuenta que Galilea era una región que tenía muchas ciudades griegas y no judías, y que hay amplia evidencia del uso del griego por parte de los judíos a lo largo de Palestina, entonces no hay razón para suponer que Santiago no pudiese hablar fluidamente el griego”. 

Ni siquiera el asunto de la educación es convincente; téngase en cuenta, por ejemplo, que un zapatero remendón e inculto llamado John Bunyan escribió El Progreso del Peregrino, que es considerado un clásico del idioma inglés. El argumento de que Santiago no pudo haber escrito una carta parece carecer de fundamento.

b. Santiago se identifica como siervo de Jesús, no como hermano. 
Si él hubiese sido dirigente de la iglesia de Jerusalén, pudo haber indicado tal cosa en el saludo de introducción. Sin embargo, otros escritores de epístolas del Nuevo Testamento omiten en sus encabezamientos referencias acerca de sí mismos y a sus cargos. 

Además Santiago consideraba su relación con Jesús no desde el punto de vista físico como hermano, sino desde el punto de vista espiritual como siervo. A todo lo largo de la epístola, la autoridad inherente a la posición del escritor en la iglesia es inequívoca e innegable. Ya conocido por los lectores de este documento, Santiago no se ve obligado a identificarse como líder de la iglesia de Jerusalén.
Lenguaje
Si suponemos que Santiago, el dirigente de la iglesia de Jerusalén, es el escritor de esta epístola, nos conviene examinar el discurso que él hizo durante la asamblea llevada a cabo en Jerusalén, y la carta que compuso en dicha ocasión (Hch. 15:13–29). 
Por ejemplo, a Pedro él lo llama Simón (en el griego, Hch. 15:14), nombre que sólo vuelve a aparecer en 2 Pedro 1:1. “Si tenemos esto en cuenta, llegamos a la conclusión de que las palabras mismas del orador están registradas, ya sea en forma original o en una traducción; y entonces se transforma en un asunto de interés saber si hay algún parecido entre el lenguaje de nuestra epístola, el del discurso que se dice que Santiago pronunció, y el de la [carta] circular que contiene el decreto, la que probablemente haya sido redactada por él”.

Además, encontramos semejanzas cuando comparamos la selección de términos y la estructura de las oraciones (tal como las registra Lucas en Hechos) con los de la epístola de Santiago. Santiago comienza su discurso con el apelativo familiar hermanos, una expresión que emplea con frecuencia en su epístola. Considérense las siguientes palabras y frases que, aun en una traducción al español, muestran parecido:
  • “Saludos” (Hch. 15:23; Stg. 1:1)
  • “Hermanos escuchadme (Hch. 15:13) y “Escuchadme, hermanos míos amados (Stg.          2:5)
  • “El resto de los hombres pueden buscar al Señor, y todos los gentiles que llevan mi nombre” (Hch. 15:17) y 
  • “¿No son ellos los que calumnian el noble nombre de aquél a quién pertenecéis?” (Stg. 2:7)
Si bien no podemos estar absolutamente seguros acerca de la paternidad literaria de la epístola, la evidencia interna parece señalar en la dirección de Santiago, el medio hermano de Jesús.
2. Evidencia externa
Eusebio, el historiador eclesiástico del siglo cuatro, cita a Hegesipo, quien narra que Santiago “acostumbraba a entrar solo en el templo y que se lo podía encontrar arrodillado y orando por el perdón del pueblo, a tal punto que sus rodillas se pusieron duras como las de un camello a causa de su constante adoración a Dios”. 
Como líder de la iglesia de Jerusalén, Santiago se había granjeado el respeto tanto de los cristianos como de los judíos.

Sin embargo, este hombre pío, conocido como Santiago el Justo, encontró una muerte violenta descrita por el historiador judío Josefo. 

Después de que el gobernador Festo (Hch. 24:27–26:32) muriera en el año 62 d.C., el emperador Nerón envió a Albino a Judea como sucesor de Festo. Pero antes que Albino llegase a Jerusalén, un sumo sacerdote llamado Anano, que era joven e inexperto, juntó a los jueces del Sanedrín. 

Acusó entonces a Santiago y a otros de quebrantar la ley, Santiago fue condenado a muerte por apedreamiento. Sin embargo, Santiago encontró la muerte a manos de los sacerdotes que lo arrojaron desde el techo del templo. 

Sobrevivió la caída, pero ellos comenzaron a apedrearlo hasta que un lavandero lo golpeó con un garrote hasta matarlo.
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