Título
Una apelación personal (Gálatas 4:12–20)
Pablo se detiene por un momento en la presentación de su argumento para hacer una apelación a sus convertidos gálatas.
Les suplica que adopten una actitud como la de él mismo hacia la ley ceremonial judía. Luego les recuerda las circunstancias bajo las cuales él les había traído el evangelio y el afecto con el que lo habían recibido, a pesar de que él padecía de una aflicción repulsiva.
Pablo llama la atención al móvil del interés de los que se oponen a él, en comparación a los “dolores de parto” que Pablo sufrió por los gálatas. Su único deseo es que pudiera estar con ellos en persona, a fin de que pudiera suavizar el tono de su apelación.
Designando a los gálatas con un término afectuoso, hermanos (12), Pablo implora: os ruego (“os suplico”, NVI).
Ya el apóstol dejó de discutir; ahora está implorando. Y su apelación personal es: Que os hagáis como yo, porque yo también me hice como vosotros. Esta es una referencia específica a la comprensión que Pablo tenía de la ley. El, judío por nacimiento, había escogido el camino de la fe.
Los gálatas, que previamente habían aceptado la fe cristiana, estaban ahora listos a renunciar a ella en favor del camino de la ley, el mismo que Pablo había rechazado. Así que él hace la apelación de que se vuelvan otra vez lo que él se había vuelto.
El significado de la ambigua frase, Ningún agravio me habéis hecho, era indudablemente claro para los gálatas, pero no lo es para el lector moderno. La mayoría de las versiones hispanas son similares: “Ningún agravio me hicisteis” (BJ.). Pero Phillips lo traduce así: “No tengo nada contra vosotros personalmente.”
a. El recuerdo de la recepción que los gálatas le dieron (Gálatas 4:13–16).
El pensamiento de que su trabajo entre los gálatas pudiera resultar en vano inunda la mente del apóstol con recuerdos de cómo lo habían ellos recibido.
Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio (13). Esta es una alusión al hecho de que la predicación de Pablo entre ellos se debió a su enfermedad. Tal vez el apóstol fue a Galacia, o se quedó allí porque estaba enfermo. La cláusula al principio identifica esta visita como la primera que les hizo.
Lo que le daba importancia a esto en la apelación de Pablo era la reacción de los gálatas a esta condición que era fuera de lo común: Y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo (14).
Su aflicción física era tan ofensiva que había sido una prueba severa (“la prueba que suponía para vosotros mi cuerpo”, BJ.) para ellos. Se habían visto tentados a tratarlo con desprecio (“repulsa”, BJ.). En vez de ello, lo recibieron como si hubiese sido un ángel de Dios, como a Cristo Jesús. La recepción que le habían dado había sido abrumadora. En vez de despreciarlo, le dieron la bienvenida como a un ángel de Dios.
Al recordar tal bienvenida, Pablo correctamente podía ahora hacer la pregunta: ¿Dónde, pues, está esa satisfacción que experimentabais? (15).
¿Qué le había pasado a esa actitud mental gracias a la cual ellos (lit.) “se habían bendecido a sí mismos”?
La pregunta de Pablo es retórica, lo que significa que tal actitud había cesado. La recepción feliz que le habían dado a Pablo y a su mensaje había sido tan genuina, que él ahora podía dar testimonio de que si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos.
Frecuentemente se ha dado por sentado que esta declaración indica que la enfermedad de Pablo (cf. v. 13) tenía que ver con su vista, pero es del todo posible que esto sea meramente una vívida ilustración de la disposición de los gálatas de hacer cualquier cosa humanamente posible para él. Como quiera que sea el caso, Pablo describe aquí la completa abnegación de ellos demostrada en su disposición a ayudarlo.
A la luz de esto, Pablo ahora pregunta: ¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo? (16). El, a quien otrora consideraran un amado ángel de Dios, y por quien hubieran sacrificado sus ojos con alegría, ahora se ha vuelto un enemigo, que literalmente los odia. Debe recordarse que esto es la perspectiva que los gálatas evidentemente estaban tomando hacia Pablo, y no expresa los sentimientos del apóstol en forma alguna. El sugiere que han adoptado esta actitud porque les ha dicho la verdad. No había hecho nada sino predicarles el verdadero evangelio —la verdad puesta a prueba en el crisol de su propia experiencia.
b. No todo el celo religioso proviene de Dios (Gálatas 4:17–20).
En contraste a su propia veracidad franca, Pablo se da cuenta de que los judaizantes tienen celo por vosotros (“mucho interés”, VP.), pero no para bien (17). Los contrincantes de Pablo estaban “profundamente interesados” en los gálatas, pero no para su bien. Su interés se debía a otra razón: quieren apartaros de nosotros.
Lo que los judaizantes querían era impedir que estos convertidos permanecieran bajo la influencia de Pablo. Su propósito era que los gálatas tuvieran celo por ellos. O sea que los enemigos de Pablo querían separar a sus convertidos de él, y ligarlos a ellos mismos.
El apóstol reconoce que bueno es mostrar celo en lo bueno siempre, y no solamente cuando estoy presente con vosotros (18). Es difícil interpretar este versículo, pero a la luz de la declaración previa parece que Pablo está diciendo que es bueno que estos gálatas tengan a alguien que se preocupe por ellos. La NVI lo traduce así: “Es estupendo ser objeto de cariño, con tal que el fin sea bueno, y serlo en todo tiempo, y no sólo cuando estoy presente entre vosotros.”
En los versículos 19–20 Pablo expresa cuán profunda es su preocupación por los gálatas, en contraste con el interés superficial de sus oponentes. Se dirige a sus convertidos en una forma afectuosa: Hijitos míos (19). Esta es una expresión paulina frecuente.
El apóstol compara su profundo interés por los gálatas con el de una mujer que está con dolores de parto: por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros (19). Tal lenguaje revela gráficamente el profundo interés de Pablo y la figura evoca una nota a la que responde el corazón de cualquier madre. Sólo el amor supremo produce tal ligazón con otra persona.
La palabra traducida formado (morphoo) es particularmente lúcida: extiende la figura de “Cristo en vosotros” (Col. 1:27) al embrión recientemente formado en el vientre. La palabra importante aquí es vuelvo (19). Esta era la segunda vez que Pablo había pasado por esta agonía de la paternidad espiritual. La expresión denota la extensión de la apostasía de los gálatas.
Pablo concluye esta apelación personal con la expresión de su vehemente deseo: quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono (20). ¿Cuándo es más apreciada y necesitada la presencia de un ser amado que en el momento de nacer? Este anhelo conmovía el corazón del apóstol.
Las palabras escritas pueden ser frías y hasta mal entendidas. Pablo quería que sus lectores estuvieran seguros de su interés amoroso. Nada podría lograr eso excepto su presencia; pero obviamente esto era imposible. En el deseo de Pablo también estaba entretejido el elemento de incertidumbre: pues estoy perplejo en cuanto a vosotros. Su perplejidad se debía a que no estaba seguro en cuanto a los gálatas.
La Biblia de Jerusalén reza: “No sé cómo habérmelas con vosotros.” ¿Cómo podía haberse desarrollado esta situación entre sus amados gálatas?