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jueves, 17 de diciembre de 2015

Cuando mi corazón me guiaba con sabiduría, decidí a agasajar mi carne con vino y entregarme a la insensatez, hasta ver cuál era el bien del hombre en que se ocupa bajo los cielos los pocos días de su vida.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





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Vanidad de los placeres
Eclesiastés 2:1-11
Versión: La Biblia Textual

2: 1      Dije en mi corazón: ¡Ven pues, te probaré con el placer!¡Prueba la felicidad!
    Pero he aquí también esto era vanidad.
    2      A la risa dije: ¡Necia!,
    Y al placer: ¿Qué logras?
3      Aun cuando mi corazón me guiaba con sabiduría, decidí a agasajar mi carne con vino y entregarme a la insensatez, hasta ver cuál era el bien del hombre en que se ocupa bajo los cielos los pocos días de su vida.
4      Engrandecí mis obras, me edifiqué palacios y planté viñedos para mí;
5      me hice huertos y jardines, y planté toda clase de árboles frutales,
6      me hice estanques de agua, para regar con ellos el soto donde se cultivaban mis árboles;
7      compré esclavos y esclavas, y tuve a otros nacidos en casa; también tuve una gran hacienda de vacadas y rebaños, más que todos mis predecesores en Jerusalem.
8      Acumulé para mí plata y oro, tesoro digno de reinos y provincias; contraté cantores y cantoras, y tuve un harén de concubinas para gozar como suelen los hombres.
9      Fui más grande y magnífico de cuantos me precedieron en Jerusalem, en tanto que mi sabiduría permanecía conmigo.
10      Nada de cuanto mis ojos deseaban les negué, ni privé a mi corazón de placer alguno, pues mi corazón gozaba de toda mi labor, y esta era la porción de todo mi trabajo.
11      Luego, consideré todas las obras que habían hecho mis manos, y el duro trabajo con que me había afanado en hacerlas, ¡y he aquí todo era vanidad y correr tras el viento! No había provecho alguno debajo del sol.

¿Por qué no probar el placer? 

                            La vanidad del placer                                Eclesiastés 2:1-11
Si la sabiduría termina en frustración, ka’ac (Ecl.1:18), que significa “dolor, enojo”. ¿Por qué no probar el placer? El hedonismo se ha considerado como la clave de la felicidad, el Predicador ensaya esa vía. Pero no reflexiona sobre el placer, lo prueba, lo busca; y donde el placer se busca por el placer mismo, es seguro que no se halla el placer.

La felicidad que da sentido a la vida se encuentra cuando no se busca. 
Es conocida la historia de un paisano que salió en busca de la felicidad y luego de andar mucho tiempo, tanto que había envejecido en la búsqueda, resolvió regresar a su humilde vivienda, por lo menos moriría en lo que había sido suyo. Pero para su sorpresa en la puerta de su vivienda abandonada encontró un esqueleto; era el de la felicidad que había venido en su búsqueda durante su ausencia.

La felicidad no está en lo que se goza o en lo que se tiene, que muchas veces, como en el caso del Predicador sólo conduce a una frustración mayor. La risa engaña (Ecl. 2:2), el poseer deja vacío (Ecl. 2:8) el hacer, cuando la tarea se ha acabado deja el sentido que con la obra terminada terminó la vida misma (Ecl. 2:4). “Mejor es el camino que la posada” dice la sabiduría erudita. Y si se busca la felicidad en el goce material manteniendo al mismo tiempo la capacidad del juicio (Ecl. 2:3), no se alcanzará nada. La conclusión de esta búsqueda del sentido de la vida en el goce de los placeres ha llevado al Predicador a una conclusión: Para ser feliz con el placer es menester estar loco.

¡Ven, pues...! (v. 1). En hebreo es una llamada a la acción (comp. Isa. 1:18). Las riquezas pueden procurar el placer que el Predicador busca en todas sus formas, pero aquí se adelanta el resultado: esto también era vanidad. Agasajar mi cuerpo con vino (v. 3). 
La actitud más contradictoria con el pensamiento de los sabios (Prov. 20:1; 21:17; 23:19–21; 23:29–35) y tratándose de un rey más aún (Prov. 31:4). Contados días de su vida; el hombre antiguo contaba con que su vida sería breve (Job 7:6; 14:1; comp. 1 Ped. 1:24). 
Engrandecí mis obras (v. 4). Las construcciones eran una manera de pasar a la posteridad. De aquí hasta el v. 9 hay una vívida descripción de lo que se estimaba como digno del poder real en una corte oriental. Siervos nacidos en casa (v. 7) se explica en Exodo 21:2–6. Acumulé también plata y oro (v. 8), figura en que se toma la materia por el objeto. La plata y el oro en forma de joyas, vasos y utensilios diversos.
Del hedonismo como mal de nuestro tiempo
Ecl. 2:1–26
El psiquiatra español Enrique Rojas en su libro: El hombre light: una vida sin valores, haciendo un análisis de nuestra sociedad y del hombre de final del siglo XX, dice así: "Es una sociedad, en cierta medida, que está enferma, de la cual emerge el hombre light, un sujeto que lleva por bandera una tetralogía nihilista: hedonismo-consumismo-permisividad-relatividad", en una carrera frenética por encontrar sentido a la vida.

Para muchos la cuestión es "pasarlo bien"; el goce y el placer a toda costa; un hedonismo sin fronteras. El hedonismo se convierte en la ley misma del comportamiento, es el placer por encima de todo, así como el ir alcanzando progresivamente cotas más altas de bienestar uniéndose el consumismo como valor. 

La permisividad es código y la relatividad su hijo natural de tal modo que la tolerancia es interminable y de ahí la indiferencia pura. Es interesante que ya hace 2.300 años, el Predicador hiciera un ensayo sobre la vida (Ecl. 1:12–2:26), lleno de realismo para llegar a la conclusión de que el hedonismo no es camino para nadie. 

Como tantos hacen hoy, el Predicador lo probó todo: conocimiento, diversión, bebida, propiedades suntuosas, siervos, dinero, mujeres y, en resumen, todo tipo de placeres (Ecl. 2:10). Sin embargo, no se sintió satisfecho. Ni siquiera del hecho de trabajar y trabajar para atesorar. ¡Qué insensatez!

Si a fin de cuentas, el día que muramos todo lo material queda aquí. Eclesiastés pone de manifiesto que el hedonismo no da sentido a la vida. Ahora bien, tampoco se trata de que el gozar de la vida sea malo y que no sea bueno esforzarse (Ecl. 2:24–26). 

Pero sí se trata de que se haga en la debida relación al Señor de todo. Cuando así lo hacemos, no sólo encontramos sentido a la vida sino que disfrutamos de la vida en su dimensión más amplia y verdadera: una vida vivida en el amor del Dios Creador y Salvador que nos sustenta y que posibilita a la vez una relación de amor hacia el prójimo.

El cristiano debe aprender de la experiencia del Predicador de entonces y de los predicadores de nuestro tiempo que vuelven insatisfechos de probarlo todo. Debemos rechazar con fuerza el hedonismo pues es "antievangelio", es el "otro evangelio" de falsas promesas de felicidad creando un hombre vulnerable y vacío hambriento de verdad y de amor auténtico.

Mi sabiduría permaneció conmigo (Ecl. v. 9). El ingrediente que estorba la felicidad cuando se la busca por el camino del tener (ver Luc. 12:15). El verbo para “acumular”, kanac , da la idea de doblar una cosa sobre la otra. Mi corazón se alegraba de todo mi duro trabajo. ‘Amal lleva el sentido de dolor y miseria en el trabajo. 

Por un momento el Predicador creyó que había dado con el sentido de la vida, pero con un examen posterior se dio cuenta que toda esa grandeza acumulada no era otra cosa que vanidad y aflicción de espíritu (v. 14). No hay otra recompensa si se busca el sentido de la vida por ese camino.
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