RECUERDA
Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
La Consejería Pastoral
Las Metas y Objetivos de la Consejería
Metas generales
Los consejeros efectivos son los que ayudan a sus aconsejados a que ellos mismos aprendan a manejar, ya sea un poco o mucho más efectivamente sus situaciones problemáticas con la orientación necesaria y las herramientas adecuadas.
Por supuesto, hay situaciones que no cambiarán, pero debemos saber cómo ayudar a que aprendan a vivir de manera adecuada bajo aquellas circunstancias. Los aconsejados sólo podrán hacerlo cuando cambien su percepción y comprensión de los hechos.
Algunas situaciones problemáticas son mucho más llevaderas que otras, pero siempre habrá cosas imposibles de manejar, humanamente hablando. Se les puede ayudar a enfrentar lo inevitable con sabiduría, hasta que poco a poco aprendan cómo actuar con responsabilidad ante esa difícil realidad.
Especialmente, es necesario que los que se inician en esta labor acostumbren hacerse algunas preguntas que son claves para tener una guía que les permita avanzar en un proceso bien pensado. El consejero debe hacerse preguntas concretas, tales como:
¿Tengo la capacidad y el conocimiento para orientar sabiamente a estas personas, o debo buscar ayuda de alguien más experimentado? (Recuerde que el aconsejado depende de su orientación).
¿Qué pasos debo instituir para tener un proceso sabio, lógico y bíblico de ayuda?
¿Qué habilidades necesito para ayudar al aconsejado a moverse adecuadamente durante este proceso?
¿Qué debo pedir a los aconsejados para que puedan colaborar en este proceso de ayuda?
¿Tengo la capacidad de determinar si mis aconsejados están dispuestos a ser honestos y a pasar por el proceso?
¿Qué recursos y habilidades necesitan los aconsejados para poder colaborar?
Si la ayuda está funcionando, ¿qué debo hacer para evaluar regularmente?
¿Cómo saber cuándo entregar responsabilidades al aconsejado?
Éstas y otras preguntas permiten al consejero determinar cuál es su capacidad de orientar y motivar a otros para que obtengan las habilidades y herramientas necesarias para manejar sus conflictos.
Es un error pensar que podemos ayudar a eliminar todos los problemas, pues algunos acompañarán a los aconsejados durante toda su vida; pero en esos casos sí podemos ayudar a que él sepa cómo reaccionar de una manera saludable frente a lo incambiable.
“Aunque los consejeros no podemos eliminar todos los problemas, especialmente las situaciones crónicas, sí somos capaces de ayudar a los aconsejados a enfrentar lo inevitable con sabiduría, y así mejorar su calidad de vida”.
Francisco estaba viviendo una experiencia dolorosa que lo tenía deprimido, desesperado y dispuesto a quitarse la vida. El médico le había diagnosticado un cáncer fulminante. Tenía 52 años y sabía que su muerte era inminente. Comenzó a sentirse totalmente amargado, deprimido, absolutamente enojado y angustiado. Después de un período de angustia, y no poder manejar su realidad, decidió buscar asesoramiento.
El proceso ayudó a Francisco a aceptar su realidad y gradualmente aprendió a manejar la última etapa de su vida. Francisco comenzó a tomar a Dios en cuenta, y comprendió que Él podía hacer un milagro, aunque no siempre lo hacía, pero que sin Dios le sería mucho más duro pasar por los períodos de angustia que vivía. Entró en la dimensión de la fe y ésta le permitió ver que el ser humano no era sólo carne y huesos, sino también espíritu y alma.
Francisco se había convertido en una persona aislada y resentida. No quería hablar con nadie ni ver a ninguna persona, pero en este proceso pudo aprovechar su tiempo con su familia y hasta aconsejar a sus hijos, a fin de que éstos buscaran a Dios. Él aceptó su realidad y comprendió que, en medio de la crisis, una buena actitud no sólo lo ayudaba personalmente, sino que también era mucho mejor para su familia.
Este proceso de consejería le sirvió para sentirse útil y manejar su tiempo en forma adecuada. Los momentos de angustia y depresión, fueron de corta duración y con la ayuda del consejero y el apoyo de su familia pudo manejarlos de manera más efectiva.
Francisco ya no intentaba manejar la situación solo, ya no se encerraba continuamente abatido por la angustia, la depresión y la amargura. Ahora tenía la libertad de reír cuando lo sentía, y de llorar y pedir oración cuando la tristeza lo agobiaba.
En el caso de Francisco, la meta de mi ayuda no fue cambiar la situación, porque él moriría de todas maneras, pero sí de ayudarlo para que los nueve meses que Dios le permitió vivir fueran menos destructivos. Falleció sabiendo que tendría vida eterna después de la muerte, y con paz en su corazón.
LECCIÓN:
En los casos de enfermedades terminales debemos ayudar a los aconsejados a lidiar en forma saludable con su realidad incambiable. Esto es, comprender que lo más terrible no es morir, pues todos tendremos ese fin, sino morir resentido y sin esperanza.
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