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biblias y miles de comentarios
Será la osadía de quienes están dispuestos a
recorrer cualquier camino para llevar sanidad a los que más la necesitan
lo que impresionará al Señor.
Marcos, el evangelista, no deja dudas en cuanto a lo
que movió el corazón de Jesús. No fue la condición del paralítico. Fue
la fe de sus cuatro amigos. ¿Y en qué radica la fe de estos varones? En
que no se dieron por vencidos cuando descubrieron que las multitudes
bloqueaban el camino hacia Jesús.
Seguramente
experimentaron un momentáneo desconcierto cuando se acercaron a la
casa. Habían llegado con tanto entusiasmo, con tanta convicción. No
habían considerado, sin embargo, que muchos otros también querían ver y
escuchar a Jesús.
Quizás
colocaron al paralítico en el piso y debatieron entre sí cómo resolver
el problema. A uno, posiblemente más osado que sus compañeros, se le
ocurrió una idea. Era descabellada, pero la desesperación estimula
admirablemente los procesos creativos.
¿Y si hacían un agujero en el techo?
Se
habrá producido un debate acerca de los méritos de tan atrevida
propuesta. El más tímido (siempre hay uno presente) opinaba que no era
posible. Las dificultades eran múltiples: ¿Qué diría el dueño de la
casa? ¿Cómo iban a interrumpir de semejante manera la reunión? ¿Quién
pagaría la reparación del techo? Es que el temor siempre ve las
dificultades.
Volver
atrás, sin embargo, representaba una vergüenza aún más pesada que
romperle el techo a un vecino. El más «loco», quizás, a fuerza de
argumentos, gritos, gesticulaciones y desesperadas súplicas, logró
convencer a los demás a que lo acompañaran.
Lo
cierto es que ignoramos los detalles de cómo arribaron a tan
descabellada decisión, pero sí sabemos que se atrevieron a
implementarla. Escogieron abrir un camino nuevo, avanzar por donde nadie
había avanzado, intentar lo que nunca se había intentado. Y así, los
cuatro dejan un indeleble ejemplo del camino que deberá recorrer, una y
otra vez, la iglesia en su afán por conectar a la gente con Cristo
Dos
factores parecen ser los que deciden el camino a recorrer. En primer
lugar, una convicción inamovible de que Jesús posee lo que las personas
están buscando. La consigna es que la iglesia sirva de nexo entre los
necesitados y Cristo, actuando como puente para que él haga en ellos lo
que solamente él puede hacer.
El
segundo factor es un compromiso intransigente, insistente, obstinado a
favor de la persona que no puede llegar a Jesús por sí misma. Este amor
no reconoce obstáculos en el camino. Considera que cualquier
alternativa, por más insólita que parezca, es válida si consigue esa
conexión vital con la Fuente de aguas vivas.
La
iglesia muchas veces se ha mostrado más preocupada con el cuidado de
los techos que con la desesperada misión de los cuatro amigos. Nuestra
falta de efectividad, sin embargo, claramente indica que nuestra tarea
no es cuidar el edificio. Lo nuestro es conectar a los necesitados con
Jesús. Urge, entre nosotros, el resurgimiento de personas con el mismo
ingenio y la misma audacia de los cuatro amigos del paralítico. No es el
buen estado de nuestros templos lo que impresionará al Señor. Más bien
será la osadía de quienes están dispuestos a recorrer cualquier camino
para llevar sanidad a los que más la necesitan.
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